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¿Tu dolor o el mío? por only_hope

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Notas del capitulo:

Hola8)

Bueno, este cap lo acabo de escribir y me gustó mucho >.< era ahora o nunca porque luego tengo MUCHA tarea que hacer, así que no tuve mucho tiempo para corregir o así u.u

Pero igual, espero les guste, de todos modos me esforcé mucho y quiero pensar que eso rindió frutos.
Disfruten!

Sí, su amo le había dicho que no le esperara para comer. Pero… ¿por qué no hacerlo? A decir verdad, él no tenía mucha hambre.
Veía la cacerola con comida que había preparado y los platos que había sacado, prefería esperar a su amo y pasar tiempo con él, que le dijese la razón de su tardanza, escuchando tal vez algunas quejas o, en su defecto, que el mayor hiciera todas esas cosas que había empezado a hacer de un tiempo para acá, con sus abrazos o besos sorpresivos.

Volvió a sentarse en la silla, pasando una mano por el vientre que parecía no parar de crecer. Esos no parecían ser los pensamientos de un esclavo, estaba muy consciente de ello, ¿entonces por qué seguía pensando así?
¿Por qué empezaba a añorar así la presencia de su amo? ¿O se estremecía sin miedo ante su cercanía?

Era como si el ser cruel e impulsivo hubiese sido un ente que había abandonado la habitación, dejándole a la persona maravillosa que era el castaño, la persona que no paraba de sorprenderle con algo, que le hacía reír y sonrojarse, que le hacía… querer sentirle, escucharle, conocerle…

Pero eso no era más que una mentira. Y él había caído tan fácilmente.

No sabía cuánto tiempo llevaba llorando, pero sus ojos dolían casi tanto como el resto de su cuerpo, no se atrevía a levantar la mirada; con escuchar esas risas le era suficiente.
En medio de su dolor, Emett se hizo un ovillo, cubriendo su vientre con más fuerza al notar que esos monstruos se acercaban de nuevo.

-¿Creen que haya tenido suficiente? – Preguntó uno de los entrenadores; el esclavo al que habían ido a “disciplinar” ya casi no se movía ni suplicaba tanto, sólo lloraba en silencio, encogiéndose más en el charco de sangre que salía de su propio cuerpo. Chasqueó la lengua.

-No tienes nada de qué preocuparte – Negó otro, encogiéndose de hombros. – Ellos fueron bastante claros al decir que no tuviéramos ningún miramiento por el engendro.

Aquellas cosas dolían, pero llevaba un buen rato escuchándolas, si a ello le sumaba el hecho de que el trío de hombres que se lo decían no eran ni más ni menos que los mismos que le habían entrenado hacía varios años, se le hacía un poco más fácil el aminorar el dolor.

Aunque… también le hacía más fácil el creer lo que le decían… después de todo, fueron ellos los que lo prepararon para ser el esclavo del joven Logan Laferty.
Cerró los ojos con fuerza, sintiendo más lágrimas descender por sus mejillas. Todo el cuerpo le punzaba de tantas maneras.

-Entonces hay que llamarle para decirle que terminamos. – El tercer entrenador opinó en tono neutral, sacándose el teléfono para buscar el número.
El señor Louis había sido claro al decir que evitaran decir en frente del esclavo su nombre, que dijeran que quien los había mandado a disciplinarlo había sido el joven Logan y nadie más que él.
Al principio no comprendía la razón, pero ahora estaba muy clara.

La expresión desolada de esa putilla lo decía todo.

“Te lo creíste” Se recriminaba. Alcanzó a escuchar cuando los entrenadores llamaban a su amo para avisarle que habían terminado por el momento, su mente viajó a cuando llegaron, sacándole más de esos desconsolados sollozos.

-¿En unos minutos llega? – El esclavo se estremeció por la noticia. Ya no quería verle, no después de ese juego al que le había prometido que no estaban participando. Ese juego del que no había querido saber nunca. – Oh, bueno. ¿Le importa si nos vamos antes? Digamos que… tenemos algo más que hacer.

-Está bien. – Louis suspiró desde su lado de la línea. No se había movido de la ventana, por lo que pudo divisar un taxi que iba acercándose al edificio, seguido de la figura del que suponía, era su primogénito, correr hacia el vehículo. – Dense prisa antes de que llegue. ¿Cómo está la sabandija?

El hombre que sostenía el teléfono hizo una mueca, inspeccionando al esclavo. – Hicimos todo lo que nos pidió. A esta puta no le van a quedar ganas de jugar al papá y a la mamá con su amo de nuevo. – Se burló.

-Bien hecho, entonces. – Asintió, colgándoles.
Observó la ventana un poco más, Logan ya iría en camino a su casa, y se encontraría lo que él había hecho. Maldita sea, tanto que se había esforzado para mantener oculta, al menos de Logan, esa faceta suya, y el menor corría a hacer todas esas estupideces por un inútil y sucio esclavo.

¿Qué esa estúpida chatarra no podía ir más lento todavía?
Llevaba maldiciendo para sus adentros durante todo el viaje, las manos le temblaban de un modo que no sabía que podían hacerlo mientras veía por la ventanilla las calles que conocía de memoria.

¿Qué estaba pasando? Le frustraba tanto ser el único que desconocía la situación, había considerado correr escaleras arriba en busca de su padre, pero… ¿y si Emett estaba en peligro? ¿Y si, no sólo Emett, sino también el bebé?

Esos malditos nervios no hicieron más que acrecentarse cuando vio una camioneta arrancar desde el frente de su casa. Aventó el dinero que el taxista le dijo y salió lo más rápido posible, entrando por la puerta que, efectivamente, estaba abierta de par en par.

Lo que se encontró ahí, era justo la imagen que menos quería ver.
-¿Emett? – Le llamó, pero el rubio no parecía escucharle, parecía estar inconsciente –o eso era lo que quería pensar– En medio de un charco de sangre.
Quiso volver a llamarle, sólo que la voz no quería salir; su esclavo estaba lleno de rasguños y moretones nuevos, marcas recientes sobre las viejas que no hacían más que dañar esa hermosa y frágil. – Emett, despierta, Emett. – Empezó a decir con ansiedad. ¡¿Qué carajo había pasado?!

El menor ya no podía con el dolor y la inconsciencia, vagamente escuchaba a lo lejos la voz del otro, pero en tanto entendió que quien le hablaba era su amo rompió en llanto.
-Basta – Sollozó. – Mi… mi bebé… - La imagen borrosa del castaño no le gustaba, era del hombre que le había mentido, que había jugado con él para hacerle aquello. Sin embargo, antes de caer rendido, se llegó a preguntar la razón por la que el castaño parecía estar llorando.

¿El bebé? Logan no estaba entendiendo nada en aquel instante. No había esperado encontrarse con aquello, no creía que pasaría nunca ahora que las cosas parecían estar yendo bien. Acunó como pudo al otro, buscando entonces el número de urgencias.

-¿Usted es pareja del muchacho que está en cirugía? – Le preguntó la enfermera, acercándosele.

Suspiró, a medida en que el tiempo pasaba en la sala de espera se podía decir que su histeria inicial había ido disminuyendo. – No, soy su amo. – Optó por decirle.

La mujer en arqueó una ceja, para luego hacer un gesto que daba a entender que aquello no era nuevo para ella. – Entenderá que hay que hacerle una cesárea de emergencia al doncel, entonces. – Dijo, haciendo a un lado la papelería que había llevado con la intención de que él las llenara y ahora no iban a necesitar.

-De acuerdo. – “Sólo sálvelos” Pensaba, viendo a la enfermera ir por otros papeles, quizá los que utilizaban cuando se trataba de un esclavo y no de una persona libre.
Él no conocía ese tipo de procedimientos, muy pocas veces había ido a parar a un hospital y detestaba esa sensación que no se iba de su cuerpo.

¿Y si algo iba mal?
Deseó poder golpear la mesita con revistas que había frente a él ante ese pensamiento. Idiota, imbécil… ¡Estúpido!
¡¿Cómo era posible que no tuviera ni puta idea de lo que había pasado?! ¡¿Qué no supiera ni por qué le iban a hacer una cesárea de emergencia a su esclavo?! ¡Y ni siquiera tuviese ánimos de preguntar!

O no, no era que no tuviese ánimos, era que no quería escuchar las respuestas. No quería saber lo que había hecho su padre, o lo que la persona –O personas– que iba en aquella camioneta hizo o dijo en contra del rubio.

La enfermera volvió con un pisa papeles diferente que él observó de forma fría; en medio de sus cavilaciones lo último que quería era estar contestando cosas, pero ahí estaba, respondiendo preguntas como si pretendía que el “esclavo en cuestión” estuviese en una habitación condicionada o en las camillas de la clínica, si tenía historial clínico o no, si necesitaba buscar agencias donde aceptaran recién nacidos o ya tenía un paradero para “el producto”, entre muchas otras mierdas iguales.

-Es todo – Finalizó la mujer con algo de nerviosismo, la expresión del castaño se volvía cada vez más fastidiada a medida en que avanzaban las preguntas, por lo que optó por cerrar el portapapeles y desaparecer por su cuenta.

Logan suspiró, llevándose las manos a la cara por culpa de la frustración.
¿Cómo había llegado a esto? Se preguntó, todo había empezado por evitar que el esclavo terminara en el lugar en el que estaba ahora. Y no lo quería admitir, pero no sólo era el rubio quien le preocupaba en esos momentos.

Una cesárea de emergencia…

Se levantó de donde estaba, yendo en dirección a la enfermera de hacía unos segundos, ignorando la expresión asustada de la mujer por su presencia. – Aproximadamente… - Empezó a decirle. - ¿Cuánto tarda el procedimiento?

Ella tardó unos segundos en entender la pregunta, se lo pensó un poco. – Unas dos o tres horas – Explicó. – El chico está algo grave, tenemos que buscar el modo de hacerle el menor daño posible, y ver si su cuerpo puede resistir la…

-¿Dos o tres horas? – Repitió con ansiedad. No quería escuchar esas explicaciones, no quería saber que las palabras de Derek podrían cumplirse mientras él no estaba.

La señora asintió. – Más o menos. – Cedió.

-¿Está bien si mando a alguien más para que esté con él? – No creía tardarse mucho con lo que quería hacer, pero quizá necesitaría el tiempo para pensarse mejor las cosas y no ir a hacer más idioteces como las de esa tarde.

Bien, eso no era su culpa, ¿pero bajo la responsabilidad de quién estaba Emett? ¿De quién esclavo? ¡¿Quién había ido a meterlo en la boca del lobo haciéndole creer que todo iría bien?!
Cosas como esas eran las que se paseaban por su cabeza desde que su padre le había colgado, y ahora no hacían más que intensificarse.

-Pues… si – Asintió la enfermera. – Que la persona se notifique con la recepcionista y le daremos el pase o e avisaremos a ella los avances del esclavo.

-Bien. – Salió entonces del hospital, haciéndole la seña a otro taxi que le pudiera dejar en la casa que sería su destino, mientras buscaba el número del amigo de su padre.

-¿Diga? – La voz cansada de Derek se hizo escuchar desde el otro lado de la línea.

Suspiró, sin ánimos de explicar nada. – Hola, Derek… soy Logan. Oye, ¿estás en el hospital?

-Acabo de llegar a mi casa – La voz de Logan le pareció extraña, fracasaba en el intento de sonar casual por ese tono ronco que nunca le había escuchado. Su mente viajó a los desgarres que tenía Emett y de los que se cansaba de advertirle. - ¿Qué pasó?

-¿Te importaría volver? – Siempre había detestado llorar, incluso hablando con el adulto que no conocía de casi nada de no ser por su padre.

Derek se frotó la cara, empezando a molestarse. - ¿Qué le hiciste, Logan? ¿Cómo está?

-Sólo ve, ¿okay? – Rio por lo bajo, sin saber muy bien por qué. – Ve y pregunta por él, te dirán lo que pasó. Yo… yo luego voy.

-¿Lo dejaste en el hospital solo? – Preguntó, incrédulo. Justo cuando pensaba que el castaño estaba recapacitando por todo lo que le había hecho a ese pobre muchacho. - ¡¿Qué mierda te sucede, Logan?! – Estaba tan molesto que no notó que el menor estaba peor.

-¡Te importa una mierda! ¡Sólo ve! –Su pecho temblaba, el taxista lo veía desde el espejo retrovisor con la misma extrañeza que el taxista anterior. Se talló los ojos, por muy secos que estuviesen, ya le estaban picando de nuevo. – No puedo verlo, ¿está bien? Tú  entiendes de esas cosas médicas, yo sólo oigo que está grave, que… que le van a hacer una cesárea o no sé qué, que se puede morir y no puedo quedarme ahí, así que te agradecería mucho que fueras a ver qué está mal.  ¡¿Tanto te cuesta?!

Derek se quedó callado, escuchando algo parecido a un sollozo salir desde el otro lado de la línea. Buscó las llaves de su camioneta. – Voy en camino. – Cedió.

-Gracias – Colgó, cubriéndose una vez más la cara, fijándose después en qué tanto faltaba para llegar a esa casa.

Había considerado llamarle también a James o a su padre. Pero eso no era lo mismo. No. No después de encontrarse a Emett como lo había hecho. Tenía que ir y ver directamente a ese par para exigir explicaciones.
El taxi se detuvo en casa de sus padres, pagó, saliendo entonces del vehículo y fue a tocar, casi patear la puerta hasta que alguien fue a abrirle.

El esclavo pelirrojo le abrió, viendo extrañado al hijo de sus amos… no parecía estar muy bien.

-¿Por qué tanto escándalo…? – Sofía salió de la cocina, dejando sus quejas a medias al toparse con su hijo en el marco de la puerta. - ¿Logan?

-¿Dónde está papá? – Preguntó simplemente, viendo a ambos de forma fría.

-¿Estás bien, cariño? – El sirviente se hizo para atrás, entendiendo que él no participaba para nada en aquella situación. La madre se acercó a la puerta al hacer la pregunta, extendiendo ya los brazos para tocar la cara de su hijo, quien la apartó.

-¿Dónde está papá? – Repitió, sintiéndose más molesto. Ella no parecía estar consciente de lo que sucedía, sólo que ya no podía confiar en ninguno de ellos.

-Está arriba – Lo miró extrañada. - ¿Qué pasó? – La confusión crecía a medida en que el menor no contestaba, fue en dirección a las escaleras, ignorándola. - ¡Logan! – Subió detrás de él, viéndole temblar de la ira y sin saber la razón. - ¡Te estoy preguntando algo, joven! – Insistía ya asustada… sin respuesta alguna.

Logan se topó con otro sirviente, tomándolo del brazo sin importarle el gimoteo que este soltó. - ¿Dónde está? – Siseó.

El esclavo señaló la habitación que alguna vez le había pertenecido a James, creyendo entender a quién buscaba y respirando aliviado cuando el hijo de sus amos le soltó.

La habitación que el esclavo le había señalado era la que daría todo por no volver a visitar nunca. Observó el marco de la puerta, recordando esa vez sin siquiera desearlo y escuchando los gritos de su madre que le seguía de cerca. Suspiró.

La imagen de Emett siendo maltratado por no sabía quién ganaba aún contra las imágenes que nunca abandonaban su cabeza.

-Logan… - El cuarto de Jimmy había estado tapiado por mucho tiempo… ella ni siquiera sabía que lo habían abierto; su hijo entró como si nada y ella inevitablemente fue detrás de él.
¿Qué estaba pasando?

-Pensé que no vendrías – Louis estaba recargado en el viejo escritorio cerca de la ventana, a sabiendas de quiénes habían entrado pero refiriéndose únicamente a él.

-Lo dices como si no me estuvieras esperando aquí – Dijo, viéndolo con odio. - ¿Qué le hiciste a Emett?

-Emett, Emett, Emett – Louis frunció el ceño. – ¿Es que no lo entiendes, Logan? ¡Esa perra sólo tuvo lo que se merecía!

-¡Esa perra tenía a mi hijo! – Respondió. – Tú no sabes nada de él, y si pensabas que me estaba manipulando, entonces tampoco sabes nada de mí. Lo que tengas que decirme al respecto está de más. Ahora, ¿me vas a decir qué le hiciste, sí o no?

-¿Tenía? – Sofía en arqueó una ceja. El bebé que había visto en las ecografías… vio aterrada a su esposo. – Louis, ¿qué hiciste?

El mayor suspiró. – Esa puta necesitaba disciplina, y yo le mandé a sus entrenadores para que le castigaran. – Admitió, sin saber hasta qué punto estaba la indignación de quienes lo escuchaban. Sonrió – Logan, ese muchacho es un esclavo. Veas por donde lo veas, es como los esclavos que hay aquí, es como los esclavos que te lastimaron, como los que lastimaron a James aquí, y eso no va a cambiar nunca. Esa es su naturaleza y tiene que haber alguien que les recuerde lo que pasa si se quieren pasar de listos. – Hizo una seña antes de que el menor reclamara. -¿Crees que hubo disciplina antes de que ese par los atacara? ¡Claro que la hubo! ¡Siempre!, pero ellos no por eso dejaron de meterse con James, y luego contigo. Así es como viven esas basuras, y veo que cometí un error al regalarte a esa puta; no estás listo para eso.

-¿Qué no estoy listo? – Rio por lo bajo, de reojo alcanzó a ver a unos cuantos esclavos que veían con temor lo que sucedía en la habitación. Su padre era un monstruo para ellos. – Si, quizá no esté listo, es que no veo las cosas como son, ¿me ayudas? Una persona que hiere a otra está bien, pero si se preocupa por otra está mal si ella no es libre. Y cuidado con los esclavos, hagan lo que hagan ellos siempre están mal, ¿te das cuenta de lo estúpido que suena eso?

El mayor frunció más el ceño. – Si lo quieres ver así, pues sí. Así es.

Logan bufó. – Creo que el que no está listo es otro. – Admitió. – No puedo creer que en algún momento pensé que podía confiar en ti. Pero, ¿quién confía en quién es capaz de matar a su nieto y no sentirse culpable después?

Sofía se cubrió la boca, escucharlos era horrible. Esa vida a la que estaba ya tan acostumbrada… debía ser el infierno para todos los demás. ¿Su esposo en verdad…?

-Esa cosa no era mi nieto. – No sabía el estado del esclavo, pero tampoco era algo que le quitara el sueño.

El menor negó con la cabeza, con intenciones de irse de ahí. No había creído que hablar con su padre sería peor que hablar con James, pero así era, y la sola idea de quedarse a discutir más no le agradaba mucho. Menos pensando en que el rubio podía estar…

-Logan. – El mayor lo detuvo, tomándolo del brazo. Se giró, muy probablemente con la intención de soltarse, por lo que afianzó más el agarre. – Ese muchacho tiene que irse.

-Vete a la mierda. – Gruñó, haciendo porque le dejara.

-Hablo en serio, Logan – Insistió. - ¿Piensas que lo voy a dejar estar después de esto? ¿Y que esa escoria siga contigo, contaminándote así?

-Eso no te incumbe, es mi vida y no tengo por qué seguir tus órdenes – Negó, zafándose, más siendo atrapado de nuevo por su padre. - ¡¿No me oíste?!

-¡Si no lo dejas iré y te lo quitaré, jovencito! – Gritó, satisfecho con la mirada pasmada de su hijo. – Ya me cansé de estarte advirtiendo, ya me cansé de tus secretos y tus majaderías, no puedes venir y hacer lo que te venga en gana, estamos hablando de un sucio esclavo que yo  te compré, y que puedo quitártelo si tú no te deshaces de él.

El adulto lo soltó, iracundo. Logan se tragó toda la furia que sentía al escuchar aquello, toda la furia, y la impotencia también. Se fijó en su madre, quien los veía cada vez más pasmada, luego a los sirvientes que habían salido corriendo al escuchar el grito de su padre.

Era imposible que él fuera a ceder también sólo por miedo.

-Esto es por tu bien y parece que no lo valoras, es una puta, Logan. Se usan para jugar, pensé que lo entendías, pero…

-¿Quieres callarte de una vez? – Le interrumpió, a sabiendas de que su padre podía reaccionar con violencia. – Haré lo que se me pegue la gana, es mi puta y haré lo quiera con ella, jugaré a lo que quiera con ella, y tú no tienes ningún derecho sobre él y tampoco sobre mí.

Louis en arqueó una ceja, ¿es que al menor no le entraba lo que le decía? Se rio con burla. – De acuerdo, “señor”. Pero no vengas después llorando por lo que le pase al esclavo.

Salió de la casa peor de lo que ya estaba, alcanzando a escuchar los gritos de su madre al discutir con su padre por lo que había hecho este.
Sinceramente, le costaba mucho entender que la castaña estaba de su lado, pero eso ya poco importaba.

Emett estaba en el hospital… su padre se lo había advertido, él no escuchó y Emett estaba en el hospital… ¿Qué más haría con esa nueva amenaza?

Se recargó como pudo en la fachada de la casa. Pensándose entonces lo que haría.
Le había hecho ya mucho daño al rubio, lo menos que podía hacer era ver que estuviese bien, que estuviese protegido de su padre, tanto él como su bebé.

Suspiró. Por las pisas había sacado apenas el dinero suficiente para pagar un taxi… el que había utilizado para ir a donde estaba ahora.

Vacío… así era como se sentía al empezar a abrir los ojos.
Quizá no recordara mucho de su infancia, no más de lo que se había forzado a recriminarse o de lo que utilizaban los entrenadores para burlarse de él.
Pero… había algo que sí podía recordar, con toda la nitidez del mundo.

Aquello que sintió cuando después de tres meses, su madre le había tirado en el mismo lugar al que había tirado a Dan. Recordaba esa sensación, de algo rompiéndose muy dentro suyo mientras la mujer desviaba la mirada en dirección a su nueva pareja, sin importarle los gritos que él soltaba para que lo dejaran

La vez en que sus gritos dejaron de ser importantes, sus gritos, sus sentimientos… sus anhelos.
Las personas normales no conocerían nunca lo que era que un familiar tuyo te rompiera el corazón.

Emett gimoteó, entendiendo que ya no estaba ni en la agencia, ni en casa de su amo. Observó su mano, que traía un aparato extraño adherido a él, conectado a lo que parecía ser suero. Lloró más, llevándose esa y la otra mano a su vientre, encontrándose nada más con dolor y  vendajes.
Estaba vacío… no había nadie dentro de él.

Había otra sensación que él conocía muy bien, que, de hecho, nunca le había abandonado desde el momento en que llegó a esa agencia a los cinco años.
El miedo.

Se enderezó como pudo, llorando aterrado y recorriéndose con las manos sólo para comprobar con lo que ya sabía.

Su amo le había engañado. Le había hecho eso… le había quitado a su bebé.
Y él como un idiota se había dejado llevar, ¡siempre se dejaba llevar!, nunca entendía que era mucho mejor ser un esclavo escéptico e insensible, nunca entendía que nadie iba a cuidar de él, si su madre no lo hizo, ¿por qué su amo lo haría?

Las lágrimas inundaban de sus mejillas. El ente no se había ido de la habitación, seguía ahí, nunca se había ido… sólo se había disfrazado de una buena persona y él había ido corriendo a sus brazos, había suplicado por atención y no le había importado si era su cruel amo quien se la daba… y todo había sido una cruel broma, Abrió su corazón, y lo habían roto una vez más.

Hizo por levantarse, su bebé… su bebé tenía que estar bien, ¿verdad? ¿Su amo ya lo habría vendido? Aún era muy pronto… sentiría frío estando afuera, necesitaba de su madre, necesitaban verse y abrazarse… necesitaba el calor antes de que se lo llevaran. No… ¡No podían llevárselo!

Su voz era un enredo de sollozos y pequeños espasmos, estaba atrapado entre cables de hospital y el dolor que suponían sus heridas, ¡pero su amo no podía no dejarle ver a su bebé!

-¿Emett? – Alzó la vista, en medio del pánico que sentía, la figura de alguien conocido le alivió un poco.

-D… ¡Doctor! – Gimoteó.

Derek lo veía pasmado, el muchachito rubio se veía desconsolado, había vendas y cables por doquier, moretones y rastros de lágrimas… -¿Qué pasó?

-Mi… mi bebé – Lloró. – Doctor… mi amo… ¿él tiene a mi bebé? ¿Está bien? ¿No le pasó nada? ¿No le han hecho nada todavía? – Preguntó desesperado. Era todo lo que le quedaba… no podía ser que el pequeñito que le había estado acompañando tanto tiempo lo dejara también.

Derek acarició el cabello del esclavo, buscando calmarle. – El bebé está bien, Emett. Está en una incubadora… no saldrá de ahí en un mes… - Se acercó un poco más, tratando de secar el mar de llanto que era la carita del rubio. - ¿Qué fue lo que pasó, Emett? ¿Logan hizo esto?

El sólo toque de unas manos ajenas secándole la cara le hizo llorar más. Era inconcebible, pero no quería toques así que no fuesen del castaño. Agachó la cabeza, asintiendo. – Fue todo una broma…

Derek frunció el ceño. - ¿Qué?

Emett se cubrió la cara de nuevo, avergonzado. – Yo… yo nunca le importé… sólo quería ver hasta dónde llegaba y… luego mandó a las personas que me entrenaron para que me recordaran cuál es mi lugar… - Rio bajito, con cierta amargura. – yo jamás olvidé mi lugar… era él el que insistía tanto en que lo hiciera, me… me daba los días libres, me compraba cosas, me acariciaba y decía que yo le importaba para burlarse con ellos de mí… Fui una broma nada más…

-Emett… - ¿Logan había hecho eso? El rubio no paraba de llorar. No podía creer que el hijo de Louis pudiese ser tan malo, aunque… siendo hijo de este último, ¿por qué habría de extrañarle?
Lo que le costaba más era ver a ese pobre muchacho estar así de implicado en todo eso.

-Él va a vender a mi bebé… - Sollozó. – Me lo dijo… antes de jugar así, me dijo que lo vendería… - Levantó la vista para ver al doctor, teniendo una idea. – D-doctor.

-¿Qué pasa? – Le preguntó, dispuesto a escucharle.

El esclavo tomó como pudo las manos del adulto, viéndole con súplica. – Podría… ¿podría quedarse usted con él?

El pelinegro lo vio sin entender. - ¿Quedarme con él? – Repitió.

Asintió. – Mi… mi amo dijo que lo vendería… por favor, por favor, ¿podría comprarlo usted? Sino estaría en una agencia o peor… lo lastimarían, y mucho… usted no es malo… él estaría bien con usted… estaría seguro… - La idea era atolondrada, lo sabía, pero ¿qué era mejor?
Si no había podido evitar que esos monstruos violaran y maltrataran a Dan, haría lo posible porque no ocurriera lo mismo con su niño, él tenía que crecer, vivir bien, con personas que lo quisieran y cuidaran…aunque no fuera con él… - Por favor, doctor…

Derek acarició las manos del chico, quien, pensando que era una negativa se desmoronó mal. Le abrazó, acallando ese dolor que lo embargaba. – Está bien Emett. No dejaré que nadie lastime a tu bebé.

El rubio se abrazó con fuerza al adulto. Se odiaba, porque no podía no pensar en que esos brazos que le reconfortaban no eran los de su amo.
Sí, ese era un disfraz, un juego, una apariencia… pero Emett en verdad, en verdad, que iba a extrañar tanto a ese amo cariñoso y bueno que tuvo por unas semanas… iba a extrañar tanto sentirse seguro y lejos de la oscuridad.

Logan se recargo en la pared donde estaba, los gimoteos de su esclavo eran tan hirientes, sintiendo un fuerte nudo en la garganta con sólo escucharlo. Bajó la vista, viendo la carpeta que llevaba. Dio un último vistazo a la habitación que le indicaron las enfermeras nates de ir a otro sitio.

Esta vez no preguntó más, vagó por entre los pasillos hasta dar con el área de los recién nacidos, paseando la vista hasta dar con las pequeñas incubadoras que se cernían en una fila en la esquina. Pidió permiso, excusándose con que sólo iba de pasada para no tener que ponerse nada encima, yendo entonces a la que le dijeron, era la del bebé de Emett.

Pasó los dedos por el cristal; la pequeña figurita se movía de vez en vez, con algunos cables que le ayudaban a respirar.
-Así que tú eras la mini puta… - Susurró, sin apartar la vista del pequeño. – Haces muy feliz a tu mami, ¿sabías?... siento mucho lo que pasó, no creo que lo sepas, pero no era mi intención. – Rio, ¡desde cuándo hablaba con bebés? No lo sabía, pero era como si lo necesitara. – Cuida de él, ¿quieres? Eres todo lo que él necesita para ser feliz, aunque yo no lo quiera aceptar.

Salió de ahí, no oprimía sus puños porque entonces la carpeta acabaría arrugándose y eso no era lo que quería. Empezó a caminar por ahí, muy consciente de lo tendría que hacer.

El doctor Derek lo había dejado para ir por café y buscar quién le llevara a él también algo de comer. Se sentía exhausto, la cara le dolía y no era exactamente por culpa de los golpes, a diferencia del resto de su cuerpo.

Se sentía cansado no solamente en lo físico, su estado emocional estaba igual o peor de dañado.
Su amo irremediablemente volvería… y ya no iba a ser con disculpas ni abrazos, eso se acabó… y  tal y como lo sospechaba, no podía soportar esa idea.

Una mano se posó en su hombro, una mano que le pareció conocida y cerró los ojos, encogiéndose más en la camilla.

-Emett… - Logan ya había escuchado suficiente, ya sabía que el menor creía que todo era una farsa. Se sentó en la cama, recordando lo que su padre le había dicho. – Emett, mírame. – Le ordenó.

El esclavo tembló. Quería negarse a la orden, pero eso era imposible. No quería mirarle, no quería ver esos ojos marrones y esa cara severa, o su defecto algún gesto dulce. Ladeó la cabeza, abriendo los ojos lentamente.

-Ven. – Pidió en un murmullo. No sabía ni quiénes eran, pero los iba a buscar, e iba a regresarle a esos malditos entrenadores todo el daño que le habían hecho al rubio, quien parecía estar adolorido apenas con enderezarse.

Emett bajó la cabeza, esperando lo que su amo fuese a hacer. Ya lo sabía, ¿qué más quería el otro? ¿Qué no veía que él no tenía nada para darle? ¿Qué él nunca cuestionó su posición, que no necesitaba más disciplina?... Solo bastaba con decirle… se lo había prometido… sólo tenía que decirle…

Logan secó esa carita con suavidad, en arqueando la ceja al ver que Emett se ofuscaba con el toque. Lo tomó por las mejillas, oyéndole gimotear, y juntó sus labios.
No recordaba que el esclavo pudiese temblar tanto con algo tan sutil como un beso.

El esclavo sollozó aun estando contra los labios de su amo. “Basta”, quería suplicarle, “El juego terminó, ya puede dejar de fingir… tiene que dejar de fingir… se lo ruego…”

Logan se separó, derrotado. El rubio volvió a encogerse, presionando sus manos contra su vientre sin decir una palabra. Emett no le iba a creer, no porque no quisiera, sino porque no podía. Esta vez él no le había herido, pero lo había hecho anteriormente, de muchas formas, y ese era el resultado. Dijera lo que dijera, Emett siempre iba a desconfiar de él.
Al menos podía evitarle otro mal trago. – Quiero que me pongas atención, Emett, porque esta será la última orden que te voy a dar.

“¿Ah?” Levantó la vista en seguida, incrédulo. El castaño le hablaba con seriedad, pero…

Logan le extendió la carpeta. - ¿Ves estos papeles? Se los va a dar a Derek, y cuando tú o el bebé sean dados de alta, le dices que los enseñe. Son tu registro de propiedad.

-¿Registro de…? – Vio sorprendido la carpeta entregada. Esa carpeta tenía los papeles que le hacían ser un esclavo… que le hacían ser su esclavo. Se fijó entonces en el castaño, quien no abandonaba su semblante serio.

Lo que él no sabía, era que si Logan hacía algún otro gesto notaría lo mal que lo ponía estar haciendo eso.

Lo tomó de la barbilla, dándole otro beso. – Perdón por lo que pasó… Sé feliz con tu bebé y Derek, ¿de acuerdo?

-¿Qué? – Sentía más lágrimas querer formarse en sus ojos. – Amo… - Negó con la cabeza, la carpeta no podía tener esos papeles, su amo no podía estar diciendo eso, él no podía, no sabría qué hacer si… -E-espere – Trató de aferrarse al otro, quien se levantó de la camilla, caminando hacia la puerta.

-Espere. – Logan le oía, pero no se detuvo. ¿Para qué? De todos modos lo iba a dejar ir sino quería que su padre cumpliera con esa segunda amenaza. Lo mejor era que Emett no supiera la verdad… que aprendiera a ser libre con alguien que supiera cuidarle, que le tuviera la paciencia y el cariño suficiente.

En eso iba pensando cuando al salir un fuerte golpe le hizo chocar contra la pared.

Emett estaba por entrar en un ataque de histeria. Dejó la carpeta en la camilla y volvió a intentar levantarse. Se agarró del suero y como pudo consiguió salir de la camilla. No podía moverse como quería, el cuerpo entero le punzaba y la herida de su vientre era por mucho la peor, pero su amo se iba… ¿qué iba a hacer sin él?

Hizo por arrastrarse, recargándose para no caer, no sólo en esa cosa sino también en los pocos muebles que tenía la habitación. No podía creer que de nuevo lo estaban dejando…
Además, con su bebé ya era mucha carga para el doctor, ¿qué haría entonces?

-A-amo… - Su suave voz fue acallada por las de quienes estaban afuera y que, de hecho, conocía.

-¡¿Qué clase de monstruo eres tú, Logan?! – Le recriminaba Derek, no satisfecho ya con darle un puñetazo de lleno en la cara. - Me habías convencido, ¿eh? Llegué a pensar que habías recapacitado, que no eras como Louis y haces esto. ¡¿Cuándo será el maldito día en que los Laferty entiendan están tratando con personas y no con juguetes?!

-¿Ya terminaste? – La frialdad con la que lo decía su amo le hirió y asustó a partes iguales. Se quedó ahí donde estaba, escuchando al menos lo que el castaño pensaba de él antes de dejarlo ahí tirado.
Logan sonrió con sorna -¿Crees que no lo sé, Derek? – Se rio - ¿En verdad me crees capaz de hacerle eso a Emett? Entonces sí que soy un cabrón, ¿no?, entonces, ¿te importaría golpearme de nuevo? Creo que aún lo necesito.

Derek frunció el ceño, confundido. Logan hizo lo propio.
-¿No vas a golpearme? ¡Bien! Puedo conseguir allá afuera quién lo haga gratis si ya no quieres. – Suspiró. – Si ya terminaste, tengo que irme, Emett ya sabe qué hacer, él puede explicarte así que…

El adulto estrelló su palma contra la pared, impidiéndole el paso. - ¿De qué estás hablando, Logan? No puedes dejar tirado a ese chico, no después de lo que le hiciste.

-Es que yo no le hice nada – Soltó, viéndole a los ojos, trató de calmarse, pero ya no podía. Derek tenía razón, no después de abandonar al rubio. Sentía rabia, no sólo hacia sus familiares… hacia él también por llegar a esa solución y no poder encontrar a otra. –Podemos… hablar de esto, ¿en otra ocasión?... Él ya no me necesita, después de todo.

Derek seguía sin entender, le soltó. Había algo en la expresión vacía de Logan que le daba a entender que decía la verdad, él no lo había planeado, pero estaba asumiendo toda la culpa.

Emett no podía moverse ya de donde estaba, ya no tanto por el dolor sino por el estado en el que lo habían dejado las palabras de su amo. Supo que se marchaba, podía sentir cómo se iba alejando… y no se creía capaz de ir tras él.

De todos modos, el castaño ya le había dejado en claro que eso era lo que quería.

Derek le vio irse, igual y el café que llevaba ya había sido trapeado por la limpieza y él tendría que pedir otro, eso no importaba mucho. Ni bien entró a la habitación se topó con el esclavo.
-¿Qué haces aquí? – Le preguntó. – Vuelve a la camilla, te puedes… - Paró en seco al pensárselo mejor, la sorpresa no abandonaba la cara del rubio, aunque eso él no lo sabía.

-Él… - Vacío, abandonado… tirado por quién le había prometido cuidarle… solo…

-Ven, tienes que volver a la cama. – Se dejó hacer por el adulto, pensando en que, si el castaño quería que los papeles de propiedad fueran a parar a las manos del doctor, entonces este sería su nuevo amo.

Las lágrimas volvían a inundar sus ojos.

-Emett, trata de calmarte, no pasa nada. - ¿Qué más puedes decirle a una persona que estaba ya desconsolada? El esclavo había tenido ya muchos disgustos en lo que iba de la tarde/noche, y dudaba que eso no fuese a afectar su salud.

-Él… él… - Derek lo acomodó en la camilla, encontrándose entonces con la carpeta que estaba ahí. - ¿Lo trajeron las enfermeras?

Emett negó con la cabeza. –Es para usted… de mi amo… él… - Murmuró, viéndole entonces abrir la carpeta y empezar a leer su contenido.

Aunque eso no era muy necesario, ni bien vio el título que tenían aquellas hojas sabía lo que eran, llegó incluso a pensar que eran por el niño al que se había comprometido a comprar, pero al escuchar los sollozos que finalmente el rubio pudo soltar entendió. – Son tuyos…

El shock se estaba yendo, asintió. – Él me dejó… ya no es mi amo… me dejó…

 

Notas finales:

Seamos amigos!

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