Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

[Reviews - 54]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Soy muy mala, lo sé. Es parte de mi naturaleza divina. Juego con mis personajes como los dioses juegan con nosotros, les llevo a situaciones extremas de las que salen como mejor pueden y les hago pasar por verdaderas montañas rusas emocionales. Si no, que se lo digan al Bones alternativo. Ahí le dejo, en su universo, con el reto en su cabeza de seducir a sus Jim y Spock y, al mismo tiempo, totalmente colgado de nuestro rubio almirante de ojos azules y sonrisa traviesa.

LLÉVAME CONTIGO


 


 


                                                                                               En la pantalla de la Pantheion apareció la imagen de Jim, había regresado a la bahía médica y se disponía a iniciar una conversación con el Bones alternativo.


 - He visto a Pavel y a Sulu. - Dijo tomando un vaso vacío de la mesa del doctor y llevándoselo a nariz, donde descubrió, sin sorpresa, que había estado lleno de brandy hacía solo unos minutos. - ¿Me pones uno de estos, Bonssy?


 - No me llame así, me dan escalofríos. - Se quejó el buen doctor, yendo al dispensario por otro vaso y una botella.


 - ¿El Jim de este mundo no lo hace? - Se moría por saberlo, tenía que enterarse de si eran o no amantes.


 - Aquí tiene. - Le sirvió un buen trago y escanció otro para él mismo, regresando a su cómoda silla. - ¿Y qué le han dicho Chekov y Sulu?


 - Nada, no he hablado con ellos. - Bebió un sorbo y sonrió con su boca torcida. - Mi Bones tiene los mismos gustos que tú. Dime... ¿crees que sea así con todo?


 - Tienen una larga historia esos dos. Chekov se ha prometido a Nirshy hace dos meses, ella es... - De pronto se mordió el labio. No había elegido bien a la hora de cambiar de tema.


 - La hija de Jim y Spock, su t'hy'la. - Se echó a reír, la cara del médico era un poema. - Sí, en mi universo la llamamos por otro de sus nombres: Amy. ¡Y tutéame, Bones! Es ridículo que me hables de usted.


 - ¿Amanda? ¿Como la madre de Spock? - Pero algo más le chocó. - ¿Y cuántos nombres le has puesto tú a tu hija, si puede saberse?


 - Amanda Winona Nirshtoryehat S'chn T'gai Kirk. - Respondió recitando la larga retahíla.


 - Aquí se llama Nirshtoryehat Kirk a secas. Parece que las cosas son más sencillas en este mundo. - Bromeó, se sentía a la par incómodo y a gusto en compañía del rubio de ojos más azules que los suyos propios.


 - Probablemente, no te lo discuto. - Jim carraspeó. - Como la historia entre Sulu y Pavel. Hay cosas que será mejor no contarte, ya sabes, detalles sobre vidas paralelas y acerca de vuestro futuro, pero sí que podemos charlar de “todo” lo que tenemos en común...


       Se había sentado sobre la mesa, como solía hacer, dejando la nalga derecha muy cerca de la cara de McCoy que, poniéndose colorado de repente, se echó atrás hasta hundirse en el respaldo de su sillón.


 - Bueno, es evidente que en tu mundo, tú y Spock también estáis en una relación. ¿Sois esposos, imagino? - Viendo al rubio asentir, le sonrió. - Y padres de una hija, igual que aquí.


 - No exactamente igual, yo fui quien pasó el embarazo en lugar de Spock. - Declaró con orgullo y cierta melancolía. - Sé que aquí fue al revés, como tantas cosas. Aunque lo peor que he visto ha sido... ¡Oh, pobre Peter! No es feliz en tu universo, pero en el mío está casado con Alexander Freeman, tu mejor discípulo, y son padres de...


 - ¡Basta! - Protestó levantando el mentón. - Habías dicho que nada de detalles sobre vidas imposibles. El doctor Freeman murió hace años, fue una dolorosa pérdida que Peter aún no ha superado. No le hará ningún bien saber esas cosas.


 - Pues llegas tarde, ya se lo he contado. - Lamentó Jim, deseando haber aparecido allí mucho antes para, al menos, intentar salvar tan preciosa existencia. - Bonssy...


 - ¡Eh...! - Le reprendió con un gesto de su dedo acusador. - No me digas así.


 - Bones... - Acercándose aún más, fue a acariciar aquella cara tan diferente y a la vez tan parecida a la de su amante. - Tienes cincuenta y cuatro, Nirhsy está ya prometida a Pavel, en un par de años o tres se casarán... o quizá retrasen la boda debido a... No debe faltar mucho tiempo para que...


       Enmudeció. No podía seguir hablando. No es que no lo deseara, que sí, con todas sus ganas, es que simplemente algo sobrenatural se lo impedía. ¿Qué o quién le estaba haciendo aquello?


 


 - No bastará con eso, es un Kirk... Hablará por los codos si hace falta. - Se burló Ares, aunque en el fondo decía la verdad.


 - Ya lo sé, pero por ahora no puedo hacer otra cosa. - Apolo seguía presionando los dedos índice y pulgar de su mano derecha, manteniéndola alzada y apuntando al monitor. Estaba, literalmente, cerrándole la boca a su rubio descendiente.


 - Me doy toda la prisa que puedo con el transportador, capitán. - Atenea no dejaba de pulsar botones en su consola. - En cuanto lo tenga enviaré a Hermes para que le traiga aquí.


 - ¿Hermes? - Aquello le distrajo, por unos segundos olvidó la mordaza que ejercía sobre Jim. - ¿Para qué enviar a uno de los nuestros a recogerle? Le transportas a la Olympia y punto.


 - No se puede... - Artemisa intentaba explicarse. - Diferentes universos, diferentes cadencias. Cada uno vibra en un tono distinto. Ése de ahí en sol menor, y éste... en do mayor. Jim reventaría si no tenemos cuidado.


 - La música de las esferas... ¡Nuestro padre sí que sabe orquestar en condiciones! - Alabó a Zeus y a su especial oído creador. - Está bien, daos prisa.


 


             McCoy se había quedado de piedra. ¿De veras aquel rubio James Kirk, de brillantes ojos azules y barba canosa, acababa de decir lo que acababa de decir? O sea... ¿Había venido de un supuesto universo alternativo, únicamente para pedirle que no se bañara solo?


 - ¡Ni siquiera tengo piscina en casa! Por el amor de Dios, Jim... ¡Soy médico, no nadador! - Masculló enojado con lo absurdo de la situación.


 - Sólo he dicho que tengas cuidado con las piscinas... seguro que tarde o temprano te acercas a alguna. - Saltando de la mesa se agarró a su cuello. - ¡Ah, Bones! ¡No me seas cabezota y hazme caso, joder!


 - ¡Está bien, está bien! - Dejándose abrazar por tan peculiar desconocido se echó a reír, Jim se le había sentado en las rodillas como si fuese una mujer. - ¡Tendré cuidado, lo juro!


       Levantó la vista y allí estaban, tan cerca, los ojos azules del doctor que le miraban risueños. Puede que fuese tarde para salvar la vida de Alex, llevaba tiempo muerto, pero al menos había podido advertir a su amante y, tal vez, con esas simples palabras, conseguir que aún viviese unos cuantos años más.


 - Bonssy... - Le susurró dibujando las cejas con la yema de su dedo. - Sois amantes... ¿no es cierto?


 - ¿Qué? Oh, Spock y yo hemos... “tonteado” unas cuantas veces, entre discusión y discusión, pero eso es todo... - Reconoció algo azorado. - Él ama a Jim, no a mí.


 - ¿Y tú? ¿No amas a tu James Kirk? - Estaba flirteando con él, si lo hubiera pensado fríamente, habría tenido que reconocerlo.


 - Con locura, pero él no lo ve... - Se lamentó en confidencia. - Sólo tiene ojos para su precioso vulcaniano de orejitas puntiagudas.


 - Debes intentarlo con los dos a la vez, seguro que eso no falla. - Acariciándole la frente con mimo, se quedó prendado de sus ojos claros. - Sedúcelos a ambos, con tu mirada azul no te costará ningún esfuerzo.


 - Espera un momento... - Intentaba esquivar la lenta pero certera trayectoria de la boca del rubio. - ¿Vosotros tres... en vuestro mundo?


 - Hace mucho que somos un trío, lo seremos siempre. - Sonreía feliz. - Si es que consigo volver allí... - Añadió en un murmullo aproximando más sus labios a los del médico.


 - ¡Para eso he venido yo! - Hermes hizo su escandalosa aparición entre las acostumbradas sombras negras, así, de repente. - Vamos, despídete de tu amigo el doctor. Tenemos que irnos ya.


       Ignorando al dios de las sandalias aladas, sin necesidad de mirarlo sabía bien quién era, Jim cerró el espacio entre sus bocas y al fin le besó. Dulce, con todo el cariño del mundo, perfilando los labios por dentro como imaginaba que le gustaría... igual que le gustaba a su propia versión del doctor McCoy.


 - Cuídate mucho, Bonssy... no dejes que esos dos tengan que echarte de menos.


 - ¿Quién es este tipo de las sandalias con alitas y la túnica corta? - Preguntó desconcertado, permitiendo, con cierto disgusto, que el rubio se levantase de sus rodillas. - Jim... espera... ¿No puedes llevarme contigo? ¿A dónde vais? ¡Jim! - El beso le había dejado turbado, pareciéndole encantador.


 - A su universo, mortal. - Respondió el aludido. - Y dile a todo el mundo que acabas de conocer en persona a Hermes Argifonte, el mensajero de los dioses, el protector de las fronteras y los viajeros que las cruzan.


      El dios se anunció a bombo y platillo justo antes de ser desintegrado, con el almirante Kirk, para reintegrarse ambos más tarde en la enfermería de la USS Olympia. Después, eso sí, de haber pasado por un breve reajuste en la cadencia de sus moléculas, del modo menor al modo mayor, bajo la experta supervisión de Atenea que controló el equipo de transportación en la Pantheion.


 


 - ¡Ahí está! - Sulu se acercó para darle un abrazo nada más verle aparecer. - ¡Sabía que no podías morir así, sin más!


 - Esta vez me he salvado, amigo mío, pero algún día... - Se dejaba querer. Hermes le había abandonado allí para volver a su nave oscura o a donde diablos quiera que hubiese ido. Era un dios muy inquieto.


 - Tío Jim... - Peter le extendía los brazos sentado en la camilla, aún estaba mareado como para ponerse en pie.


 - Peter, mi querido muchacho... - Soltando al japonés fue a encerrar entre los brazos a su amado sobrino. - Mi pelirrojo y descarado muchacho... ¡te quiero!


 - Lo sé... lo sé... - No podía parar de reír, su tío le besuqueaba la frente una y otra vez sin dejar de apretarlo contra su pecho y revolverle el cabello. - Ya me lo dejaste claro en el Cuartel General una vez, ¿te acuerdas? ¿Voy a tener que pasar de nuevo por esto?


 - No le hagas caso, Jim, y apriétalo bien fuerte. - Sulu les sonreía a su espalda. - Ha tenido una crisis nerviosa al creer que habías muerto...


      Al escuchar en su propia voz aquellas palabras, Hikaru se abalanzó por detrás encima del rubio, atenazando su cuerpo con todas sus fuerzas.


 - Lamento haberos asustado. El puente de mando voló en pedazos y los dioses me enviaron a otro universo... - Jim echó atrás su mano izquierda hasta palmear la espalda del japonés. - Me creísteis muerto, ha debido ser horrible. ¡Pero yo he conocido a otro Peter Kirk y a otro Sulu! ¿Sabéis?


 - ¿De veras? - Su sobrino se separó unos centímetros, lo justo para levantar la cabeza y mirar a su tío a los ojos. - ¿Y cómo eran?


 - Bueno, el Sulu alternativo seguía tirándole los trastos a Pavel... - Rió entre dientes.


 - ¿Sin conseguir nada? - Imaginó el japonés con cierta tristeza.


 - ¡Oh, no...! Consiguiéndolo. - Se carcajeó girando la cara para guiñarle un ojo a su amigo.


 - ¿Y el otro Peter? - Quiso saber, curioso, el pelirrojo. - ¿Cómo le va la vida a mi alter-ego?


      Jim no respondió. La sonrisa había desaparecido de sus labios. Se limitó a abrazarlo con todo su amor, a volver a besuquear la frente y suspirar con profunda tristeza. Pasados unos segundos que al pelirrojo se le hicieron eternos, soltó a su sobrino para alzarle el rostro sosteniéndolo de la barba.


 - Todos somos mucho más afortunados en este universo nuestro, créeme. - Le dijo con una dulce sonrisa y un leve tirón del vello facial. - ¡Ah! Y he besado al otro Bones... ¡Era más joven que yo y tenía los ojos increíblemente azules! - Se echó a reír. - Pero por favor, guardadme el secreto. - Añadió con una mirada de súplica.


 


                                           “Cada Jim en su universo y un universo para cada Jim”. La tripulación al completo de la nave oscura celebró con risas aquella máxima que un bromista Hércules, cargado de inspiración y néctar, acababa de acuñar.


 - ¡Así sea, hermanos! Evohé! *(interjección griega, sin traducción) – Aclamó Apolo exultante de felicidad. Todo había salido bien, según sus planes y sobre todo, ahora lo comprendía, según los planes de su amada Cassandra. - Como todas las mujeres, Cassie, eres una manipuladora nata. Empiezo a pensar que has cometido a propósito ambos errores.


 - ¿Ambos, mi señor? - Preguntó traviesa.


 - Fuiste tú la que trastocó el modo musical en las frecuencias del transportador, ¿no es cierto? - Tiró de su mano atrayéndola hacia sí. - Tú enviaste a Jim a ese universo paralelo.


 - Es una oportunidad para el pobre doctor McCoy. Pequeña, muy ajustada, lo sé. - La de los ojos violeta se sentó en el regazo del dios, en sus muslos aún lucía las marcas de la soga con la que la había atado. - Pero tal vez sea suficiente...


 - Les has dado cinco años más, a lo sumo. - Calculó el hijo de Zeus. - Cuando Jim sea atrapado por el Nexus, Spock vendrá a este universo en su búsqueda, llegando al pasado donde todo comenzó con Nero y la destrucción de Vulcano. El buen doctor se quedará solo, querida. ¿No has pensado que estaría mejor muerto?


 - Y lo estará, las Moiras no pueden ser engañadas eternamente. Cinco años de regalo para amar a Jim y a Spock, no es mala cosa. - Suspiró la de los ojos violeta llevándose la mano al vientre. - Amado mío, para entonces nuestro hijo correteará a sus anchas por el laberinto.


 - ¡Ésa es otra! - El dios de la música, la poesía y la medicina se echó a reír. - ¿Qué vamos a hacer con esa semilla que has recogido?


 - Habrá que verterla en el recipiente adecuado, digo yo. - Sonrió con picardía, no iba a revelar todos sus secretos de una vez.


       Las ninfas comenzaron a bailar al son de la flauta de Pan, Apolo apartó con delicadeza a su amada del regazo para tomar su lira y unirse a la melodía. Modo mayor, alegre y vivo. La Pantheion estaba de fiesta.


 


 


                                                        No tocó al timbre más que una vez. Esperó en silencio a que la puerta se abriera. Klaa apareció envuelto en un albornoz blanco de la Flota Estelar, con una taza de café en la mano que mostraba una imagen de la Katyusha hundiéndose junto al puente Golden Gate y, debajo, el texto “El Día De La Ballena”. Llevaba el pelo revuelto y sin recoger, parecía que acabara de despertarse.


 - Te di mi palabra y he cumplido. - Pavel se apartó para dejar paso al muchacho. - Aquí tienes a tu hijo.


      Nadie dijo nada, tampoco es que hubiese mucho de qué hablar. Los klingons se gruñeron uno a otro, padre e hijo, brevemente y a modo de saludo amistoso. Luego Jadzia inclinó la cabeza para despedirse de Pavel y entró a la casa sin más.


 - Mi futuro yerno no es muy hablador, ¿verdad? - Bromeó el ruso intentado romper el hielo. No hubo respuesta. - Bueno, me marcho. Ya te contará Jadssia pero, básicamente todo ha ido bien y ahora estamos prometidos... ¡Ellos lo están! ¡Prometidos! Nuestros hijos, Klaa...


 - ¿Te pongo nervioso, Chekov? - Le preguntó clavándole la fiera mirada oscura de alienígena que tanto parecía aterrar al ingeniero. Pavel asentía con la cabeza y los ojos muy abiertos. - Bien, ése es el objetivo.


 - DaH jImej. *(adiós, en klingon) – Respondió en un susurro, volviendo sobre sus pasos calle abajo por el residencial. - Yebát! *(joder) Emparentado con klingons... ¿por qué a mí me tiene que pasar esto? - Se dijo a sí mismo dándose patadas en el culo para volver a casa cuanto antes.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic, el resultado es que todo fue eliminado. La memoria caché del navegador no me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Lo lamento.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).