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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Soy consciente de que dije 5 capítulos para esta OVA dentro de Extras... pero ya me conocéis, soy una escritora compulsiva. Así pues continúo numerando... no sé a dónde me llevarán mis pasos ni por qué derroteros, sólo espero disfrutar del paseo en vuestra agradable compañía.

INTERRUPCIONES


 


 - Pero entonsses... ¡Antaak tenía rassón! - En la sala de reuniones del Cuartel General, Pavel había levantado la voz, interrumpiendo el informe que Jim reportaba ante la plana mayor de la Flota. - ¡La Chekov ya no será invenssible!


        Estaba allí como colaborador civil, el ingeniero creador del Sistema Nirshtoryehat, para dar su opinión técnica cuando fuera consultado. Ante su intervención, sin siquiera haber pedido la palabra, todos los uniformes en torno a la gran mesa ovalada se volvieron al unísono para mirarle a la cara. Jim le sonrió con ternura.


 - Aún así es lo mejor que tenemos. - El tono de su voz denotaba el cariño con el que le hablaba. - Tendrá que servir contra los “cabeza de cuchara” hasta que se te ocurra algo mejor, genio mío.


 - Esa cosa que voló Peter... lo que reventó... ¡El plato en su popa! - Pavel se acercaba al enorme monitor que el rubio tenía a su espalda, señalando con el dedo la cola sobre la imagen del crucero cardassiano. - Creo que ya sé lo que puede ser. ¿Recuperasteis algún resto? Me gustaría examinarlos.


 - Yo te procuraré lo que necesites. - Intervino Spock. - Todo lo que la Olympia pudo rescatar de la explosión, está en los sótanos de la Academia.


 - ¿Quién es ese Antaak? - Preguntó Khan en voz alta. Las otras tres veces en las que usó la telepatía, no habían obtenido respuesta. El moreno permanecía con la mirada azul hielo clavada en su marido y no pensaba retirarla.


 - Nadie... - Contestó Pavel regresando a su asiento con las manos en los bolsillos.


 - Ya hablaremos en casa. - Murmuró el sobrehumano cuando le tuvo sentado a su derecha.


        El almirante esperó un instante antes de continuar, un leve rumor se había extendido por la sala mientras Pavel miraba al techo con la boca encogida y las cejas levantadas.


 - Volviendo a lo que nos ocupa... - Jim retomó el informe que él mismo había redactado, ajustándose las gafas a la nariz para leer. - La explosión de la nave enemiga tuvo serias repercusiones para la Olympia. La magnitud del impacto provocó una gran brecha en el casco que afectó a las cubiertas C, D y E. - Quitándose los lentes perdió la mirada en el vacío con tristeza. - El puente quedó destrozado... hubo más de doscientas bajas.


 - Ciento noventa y ocho, en realidad. - McCoy corrigió el dato de su Almirante revisando el pequeño monitor que tenía enfrente, ganándose así una mirada de reprobación por parte del rubio. - Acabo de consultar el recuento definitivo. Parte de la tripulación disfrutaba de un permiso, Jim.


 - ¿Ahora te has vuelto un apasionado de la exactitud? - Le dijo en privado utilizando su tel. *(vínculo) - No debería dejarte tanto tiempo a solas con Spock, se te pegan sus peores hábitos.


 - Yo conozco a un Antaak, de la casa de Schuck. - Klaa, desde el otro lado de la mesa, se dirigía a Khan y a Pavel en voz baja. - Es instructor de vuelo en la Academia, está emparentado con mi esposa.


 - Maq Dagh cha boraq ghel SoH! *(nadie te ha preguntado) – Intentó hacerlo callar. - Suq malja'... *(métete en tus asuntos)


       El klingon se echó atrás en su silla, miró a Pavel con ligero interés durante una fracción de segundo y luego giró el cuello para prestar atención al almirante Kirk.


 - Conseguí, digamos... - hizo el gesto de las comillas con las manos alzadas, - ...“milagrosamente” sobrevivir a aquello, no todos tuvieron la misma suerte.


 - Salvaste al alférez Koenig... El joven artillero. - Concretó Sulu al ver que Jim no reconocía el nombre. - El muchacho te está muy agradecido.


 - Sí, me recuerda a Pavel cuando empezó... ¿no te parece? - Sonrió a su amigo.


 - El chico es mono, es verdad. - El japonés carraspeó, se estaban yendo por las ramas y, de seguir por ahí, acabarían metidos en un buen jardín.


 - El asunto es... - Jim recuperó su expresión más seria de oficial de la Flota antes de continuar, - ...que el Sistema Nirshtoryehat ya no es imbatible y nuestras naves habrán de vérselas en más de una ocasión con el enemigo. Los Cardassianos no van a ceder en sus propósitos de conquista. Peter... - Le cedió la palabra.


         El barbudo pelirrojo se puso en pie e hizo cambiar las imágenes del monitor grande detrás de su tío, un mapa detallado del cuadrante Gamma en su frontera con el Alfa, apareció cuando activó su mando a distancia.


 - Aquí está Cardassia Prime. - El punto blanco brilló en el cristal iluminando el lugar que señalaba. - Y estos son los límites reconocidos de su Imperio. - Pasó los dedos por la pantalla y una línea roja se dibujó alrededor del planeta, conteniendo la total extensión de los dominios del enemigo. - La incursión en territorio de la Federación que acaban de realizar, - pulsó a la derecha con su índice, ahora parpadeaba en amarillo un área más pequeña, - no solamente hace tambalearse el equilibrio que habíamos logrado establecer, sino que amenaza seriamente su existencia. Éste es el sistema Tellar. - Otra zona se iluminó a su tacto, en un tono azulado para distinguirla. - Muy próximo a los “cabeza de cuchara” como dice mi tío. Los tellaritas empiezan a plantearse si estarán seguros con nosotros mucho más tiempo, no debemos descartar la posibilidad de que decidan unirse al Imperio Cardassiano.


 - A propósito de eso... - Le interrumpió Khan. - ¿De qué lado se decantan los gorn? ¿Cómo fueron las negociaciones, Jim? Sulu dice que mantuviste con su Consejero una reunión privada de la que aún no has dicho ni palabra.


 - Estoy esperando la respuesta de su Rey pero el tipo se fue a casa bastante contento conmigo, la verdad. - La sonrisa retorcida había asomado a su rostro. - Su sangre fría hace que vayan algo lentos... - Hizo una muy breve pausa tras su mal chiste, no hubo risas, sólo Pavel parecía sonreír. - Pero confío en que no se pasen al otro lado y firmen un tratado con los nuestros. De los tellaritas, al igual que tú, Peter, no me fío ni un pelo.


       Un murmullo generalizado se extendió por la sala. Los andorianos, sobre todo, mostraban su preocupación por lo que ambos Kirk habían dicho de sus ancestrales enemigos de nariz porcina. El viejo general Or'Burgh, al mando de la delegación de su planeta, acabó levantándose y alzando las manos para hacer callar a sus congéneres.


 - Damas y caballeros, por favor. - Impuso el silencio entre los suyos. Su pelo blanco como la nieve y el tono azulado de su piel, destacaban aún más en contraste con el bermellón del uniforme federado. - Ya sabemos que no se puede uno fiar de un tellarita, son traicioneros por naturaleza.


 - Si se unen al imperio cardassiano serán una fuerza considerable. - Opinó Sulu.


 - ¡Los klingon no lo permitirán! - Klaa golpeó la mesa con la palma de su mano. Su pueblo mantenía estrechas relaciones comerciales con los porcino-humanoides, perderlas supondría un fuerte golpe para el gobierno de Azetbur.


 - Tú y Khan os ocuparéis de eso. - Jim los señalaba a uno y a otro. - Id preparando las maletas, viajaréis esta misma semana al sistema Tellar.


 - No me gustan esos cerdos. - Pensó el sobrehumano únicamente para su marido. - Son muy impulsivos, impacientes, viven dominados por sus emociones... y les encanta retozar en el barro. ¿Tendré que llevar el bañador?


       Pavel soltó una fuerte carcajada y de nuevo se convirtió en el centro de atención. Spock levantó su ceja ladeando la cabeza, podía imaginar por dónde iban los tiros.


 - La respuesta de los gorn llegará el viernes, a más tardar. - Dijo con su voz grave y tranquila el vulcano. - Para vuestra partida ya sabremos con seguridad si las naves de la Flota en la zona, recibirán o no el apoyo y la protección de su Rey.


 - Gorns... - El general andoriano pronunció el nombre con desprecio. - Su repulsivo ejército le vendrá bien a la Flota. De todos modos, almirante Kirk, permanece latente una cuestión que, de hecho, usted ha pasado por alto a propósito.


       El rubio se echó hacia delante en la silla, extendiendo las palmas de las manos sobre la mesa.


 - ¿De qué cuestión está hablando, general Or'Burgh? - Le preguntó sintiéndose el objeto de todas las miradas.


 - ¿Qué entiende usted por “milagrosamente”? - El andoriano remedó el conocido gesto de las comillas que había hecho antes Jim. - ¿Cómo pudo sobrevivir a semejante explosión? Desconocemos la clase de armamento que ha hecho posible a los cardassianos quebrar el Sistema Nirshtoryehat pero, según el cuaderno de bitácora de la Olympia, estuvo usted desaparecido durante casi un día entero.


 - No, eso no tiene nada que ver con este asunto, se lo aseguro. - Jim reculaba en su silla, jamás hablaría de sus experiencias con los dioses delante de nadie que no fuera de la familia.


 - ¿Dónde estuvo, almirante? ¿Otra reunión privada de la que no ha informado a la Flota? ¿Qué secretos nos ocultan los humanos? - Señalando al rubio con su dedo índice, miró a su alrededor.


         Romulanos, tellaritas y klingons allí presentes asentían con sus cabezas, todos excepto Klaa. De nuevo un rumor general llenó la sala, aunque esta vez algo más elevado. Los ánimos empezaban a crisparse y la tensión crecía por momentos.


         Spock se puso en pie, arrebató de las manos a Peter el mando a distancia al pasar por su lado y, posicionándose a la espalda de su marido, accionó uno de los botones. La cara de un oficial cardasiano apareció en pantalla. Los ojos fieros y oscuros, fríos y despiadados, brillaban en el rostro grisáceo surcado por extrañas y simétricas marcas.


 - Por si lo han olvidado, damas y caballeros, ésta es la faz del enemigo. - Dijo con solemnidad, poniendo después las manos sobre los hombros de su esposo. Su voz pausada y su postura hierática, tan vulcana, lograron hacer el silencio entre los asistentes.


         La repentina carcajada de Pavel volvió a hacer que las miradas de todos los presentes se clavaran en él, se sujetaba el estómago señalando la imagen en el monitor, incluso se le empezaban a saltar las lágrimas por la risa.


 - ¡Cabessa de cuchara! - Exclamó con su voz quebradiza. - ¡Ahora lo pillo!


 


 


                                    Después de cenar, tuvo que enfrentarse en el salón a un interrogatorio en toda regla por parte de su marido. Khan no paró hasta hacerle confesar lo que había ocurrido con Antaak, hacía ya tres años, en el antiguo apartamento de Peter y Alex.


 - El dueño de la manchita en el jersey. - Sonaba celoso, parecía celoso, le miraba con los ojos azul pálido más fríos que dos icebergs. - ¡Ah, Pavel! ¿En serio? ¿A cambio de un par de tiritas y unos calcetines que tiraste a la basura?


 - Y una copa de vino de sangre... - Agregó el ruso procurando no omitir detalle. - ¡La culpa es tuya! Pañuelos de colores... - Refunfuñó. - ¡Llevas años colocándolos en mis bolsillos sin dessirme lo que significan! ¡Desde que volvimos del siglo veinte! Lo extraño es que algo así no haya sussedido antes... ¿Qué querías que hissiera? Antaak conossía el código...


 - Cuando te preguntó si lo tuyo eran las mamadas, haberle contestado que no. - Sulu regresaba de la cocina con una taza de té verde. - No cambiarás nunca, Pasha, y tú, Khan, ya lo sabes.


 - ¿Qué es lo que sé, anata? - Le preguntó girando el cuerpo para mirarlo a los ojos.


 - Cómo es nuestro Pavel. - El japonés se hizo un hueco junto a su violeta en el sofá.


 - Sí, sé muy bien cómo es... - Se volvió hacia el ruso. - Y me gusta... - Mostrando los hoyuelos al sonreír, Khan se acercó para besar la boquita de fresa entre la descuidada perilla, Pavel le hacía un puchero poniendo su cara triste de cachorro. - Moy muzh... *(esposo mío) ¿Algo más que contarme, en los tres últimos años, o tendré que esperar a que caiga el secreto de sumario y puedas hablar de ello?


 - Niet... *(no) - Tirando de su camisa violeta se lo acercó de nuevo a los labios. - Nada más... lo juro. Oye, moy lyubov... *(mi amor) No me gusta que te marches fuera. Primero se fue Sulu y ahora tú. ¿Cuánto durará tu viaje a Tellar?


 - Lo mínimo por mi parte, te lo aseguro. - Khan puso la misma cara que cuando comía pescado. - Tellaritas...


 - Y enssima con Klaa como compañero. - Pavel se estremeció con un ligero escalofrío.


 - No te gusta el padre de Jadzia, ¿no es cierto? Le hablaste muy mal hoy en la reunión. - Khan le acariciaba la barba, los pelillos rizados y castaños eran tan suaves...


 - Ese tipo me pone nervioso, no sé. - Se encogió de hombros. - Será por su cara de klingon.


 - No empieces... - Sulu pasó el brazo, por debajo de la cabeza de Khan, hasta alcanzar a tirar de los rizos de su rosa con suavidad. - Será tu consuegro algún día y es un buen amigo de tu marido. Deberías empezar a llevarte bien con él.


 - Sí pero... - El moreno echó mano al trasero del ruso sacando un lienzo de color oscuro del bolsillo izquierdo de su pantalón, tirando poco a poco de uno de sus extremos. - Tampoco hace falta que intimes demasiado. Para empezar... se acabaron los pañuelos. - Remató lanzando el azul a la alfombra.


         Los tres se echaron a reír. A Sulu casi se le cae el té encima de los pantalones cuando el moreno se abalanzó sobre Pavel y empezó a devorarle la boca. Al final soltó la taza en la mesita y se acopló a los cuerpos de sus flores, iniciando una serenata de besos compartidos que duraría horas.


 


 


                              La suavidad de la piel del lóbulo, la flexibilidad del cartílago en la punta y el delicioso tacto de terciopelo de la oreja de Spock, le estaban volviendo loco. Usaba los labios para acariciarla, hacía rato que había decidido emplear los dedos en agarrar otra cosa, más abajo, cerca de la ingle. Bones asomó la traviesa punta de su lengua para convertir los besos en un caliente lametón. Al vulcano casi se le sale el corazón del costado. Toda una señora descarga eléctrica le subió por la columna vertebral, para estallar en su cerebro empapándolo con la hormona del placer.


 - Leonard... t'hy'la... - Le susurró con su voz más ronca, sintiendo la mano de su amante aferrada a su erección.


 - Llámame Bonssy, mi vida... Como hiciste el otro día... - Imploró el médico entre jadeos, entornando los ojos avellana. El vulcano había hundido la cara en su cuello y lo estaba mordisqueando por encima de la nuez.


 - Ya veo que aprovecháis bien el tiempo en mi ausencia. - Jim había salido de la biblioteca sin hacer el menor ruido. Con su sonrisa más retorcida les observaba plantado frente a los dos, la camisa del pijama estaba mal abrochada y le asomaba el ombligo entre la tela. - ¿Le llamaste Bonssy, Spock? ¿Durante mi viaje al cuadrante Gamma? Es curioso, ¿sabes?


 - Le gusta oírlo de ti, te echábamos de menos. - Spock miró a su marido levantando la ceja izquierda. - ¿Por qué te parece curioso?


 - ¡Ah, por nada! - Hizo un aspaviento con su mano quitándole importancia a lo que había dicho. - Tú siempre le llamas Leonard... o t'hy'la... ¿Me hacéis un hueco en el chester? - Preguntó acercándose a ambos.


 - Jim, voy a tener que ponerte a dieta. - Observó McCoy, estirando el brazo y rozando la incipiente tripita del rubio con una cínica sonrisa. - Te estás engordando, cariño.


 - ¡Ah, Bonssy! - Protestó sentándose en sus rodillas. - ¡No me des la lata con eso, no estoy tan gordo!


 - Tal vez, reducir el consumo de calorías e incrementar el ejercicio, te sea conveniente, tal-kam. *(querido) – Spock apoyaba la opinión del médico. - Últimamente pasas mucho tiempo sentado en tu despacho.


 - ¿Podéis dejar de confabularos en mi contra? - Renegó con energía. - Acabo de regresar de unas duras negociaciones con los gorn, apenas he comido nada decente en las últimas dos semanas. Me he enfrentado a los cardassianos en una batalla en la que he perdido a ciento noventa y ocho tripulantes y, para colmo, fui enviado por los dioses al universo alternativo de los otros Jim y Spock. No puedo decir una palabra de todo eso al alto mando de la Flota y como resultado ahora los tellaritas sospechan de mí... ¿No es eso suficiente dieta y ejercicio?


 - Una pena que no pudieras verles. - Comentó McCoy, ahora la sonrisa en los labios reflejaba melancolía. - Al viejo almirante Kirk y al embajador Spock, me refiero.


 - Te vi a ti... - Susurró rozando la mejilla del doctor con el dorso de su mano. - Al otro tú, quiero decir.


 - ¿Tanto se me parecía? - Preguntó Bones divertido.


 - No, no demasiado. Un cierto aire familiar, ya sabes, como nos pasaba con nuestros “alternativos” a mí y a Spock. - Jim levantó un dedo y empezó a dibujar con él las cejas de su amante, suavemente, deleitándose en la caricia y perdiendo su mirada en la del médico. - Bonssy... mi Bonssy... Él tenía los ojos azules.


 - Fascinante. - Murmuró el vulcano levantando ligeramente las comisuras de su fina boca. - Empiezo a pensar que llegaste a intimar con él, ¿me equivoco?


 - Compartimos una copa de brandy y algo de conversación, ya os lo he dicho. - Jim empujó a Bones contra Spock y se tiró encima de los dos. - ¿Creéis que a estas alturas iba a seros infiel? Un viejo gordo como yo... ¡El otro McCoy era más joven!


 - Sa-telsu... *(esposo) – El vulcano había quedado atrapado bajo el peso de ambos. - Ponfo mirann! *(improperio, sin traducción) ¿Quieres quitarte de encima?


         Que Spock dijera palabrotas era algo poco habitual y relativamente nuevo. Bones y Jim se echaron a reír a carcajadas cuando le vieron levantarse quejándose de una costilla que decía le habían aplastado, el rubor verdoso en sus mejillas indicaba lo avergonzado que estaba. Juntos le siguieron al dormitorio donde el médico, con la excusa de comprobar si le habían hecho daño de verdad, le desnudó y le tendió sobre la cama.


 - Mi precioso vulcaniano de orejitas puntiagudas... - Musitó Jim al contemplar a su marido sin nada de ropa.


 - ¿Vulcaniano? - Pensó Spock únicamente para McCoy. - Nunca utiliza esa forma, siempre decimos vulcano y no vulcaniano.


 - Me da en la nariz que tu sa-telsu *(esposo) intimó más de lo que cuenta con el doctor del universo alternativo. - Le respondió Bones evitando ser escuchado por Jim.


 - ¿Tú también lo crees? En ese caso deberíamos demostrarle que es única y exclusivamente nuestro. - Levantó una de sus cejas media fracción de segundo, lo justo para que su amante comprendiera y empezase a desvestir al rubio que, caliente como un volcán, se dejaba hacer. - Sí, Leonard... ponle en medio. - Le animó colándose entre las piernas de Jim hasta tenerlo encima montado a horcajadas.


 - Metámonos en nuestra cueva secreta, Spock... - Murmuró McCoy mentalmente, deshaciéndose ahora de los pantalones de su pijama.


 - Vamos a dárselo todo, Leonard... tú y yo... - Estuvo de acuerdo el vulcano.


 - ¿Me dejareis entrar en la conversación o pongo algo de música para distraerme? - Preguntó Jim con descaro, apretando los muslos con toda su fuerza alrededor de su marido.


       Spock se quejó en un gemido con el sexo prisionero de aquellos fuertes glúteos, le tenía sentado encima de su abdomen. Bones se dio cuenta y empujó a Jim a echarse hacia delante doblando las rodillas. Ahora el rubio se apoyaba también en sus antebrazos, clavados en el colchón a lo largo de los costados de Spock. Sus narices se rozaban, su aliento se mezclaba, las lenguas no tardaron en asomarse a jugar la una con la otra.


 - ¡Aaah, Bonssy! - Gimió de placer. Un dedo húmedo y juguetón se adentraba entre sus nalgas.


 - Jim... mi amor... - Besó su columna palmo a palmo hasta pegarla a su pecho mientras le mordía la clavícula. El dedo travieso se colaba más adentro y, sintiéndose solo, se hizo acompañar de otros dos amigos.


 - ¿Me estás preparando para ti o para Spock? - Bromeó agachando la cabeza hasta apoyarla en la almohada junto al hombro de su marido.


       Le tenían bien sujeto, no cabía duda. McCoy desde atrás y Spock desde abajo. Jim no podría haber escapado si hubiese querido hacerlo. Las cuatro fuertes manos de sus amantes le rodeaban la cintura. Pero... ¿quién querría escapar?


 - Para los dos... - Respondió el médico en un ronco susurro, adentrándose ya junto al miembro del vulcano en su interior.


 - Sí, sí... míos, míos los dos... - Murmuró en sus pensamientos apretando la almohada entre los dientes, la exquisita presión en aquel punto le hacía enloquecer.


 


 


                                  Klaa apagó las luces de la planta baja y subió las escaleras para acostarse. Había sido un día muy largo y estaba cansado. Al pasar por delante de la puerta del baño, vio cómo las huellas de unos pies desnudos salían de allí y se adentraban empapando la moqueta gris en el pasillo. El rastro le llevó hasta el dormitorio de su hijo. Por la forma, pequeña y femenina, creyó que pertenecían a su esposa que acaba de tomar una ducha. Así que, confiado, abrió la puerta sin llamar pensando que encontraría a Jadzia en compañía de su madre.


 - Bazthum... - Entró diciendo su nombre pero lo que vio le hizo enmudecer.


 - ¡Padre! - El muchacho tiró de la sábana tratando de cubrir su desnudez. En el proceso tapó por completo a Anton cuya cabeza formaba un bulto allí donde Jadzia debía tener la entrepierna.


 - ¡No me dejas respirar! - Protestó el chico tratando de salir de allí.


 - Lo siento, creí que era tu madre. - Se disculpó Klaa abandonando la habitación terriblemente avergonzado.


 - ¿Tu madre te da las buenas noches así? - La cabecita castaña de rizos revueltos asomó dejando a la vista el torso desnudo del klingon.


 - Te dije que era mejor quedarnos en tu casa. - Le abofeteó la cara por lo que había dicho de su madre, con suavidad, entre risas. - Puede que el señor Chekov me mire raro pero al menos la puerta de tu habitación tiene seguro.


 - Pues pondré uno mañana. - Devolvió la torta y añadió un tirón de pelo. - Y moy papa *(mi padre) no te mira raro, es que “es” raro.


 - Igual que tú... - Rió dándole un buen cachete en las nalgas. - ¿No vas a terminar lo que habías empezado? Mi padre no volverá a entrar por esa puerta sin llamar, no te preocupes.


 - Vale... - Susurró agachándose, camino del largo pedazo de carne que había estado acariciando con su lengua. - Pero ¿te instalo un cierre en la puerta o no? - Preguntó usando su telepatía.


 - Hov tlhIlHal... bIjatlh 'e' yImev! *(estrella mía, cállate) – Respondió mentalmente al tiempo que soltaba un gruñido.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic, el resultado es que todo fue eliminado. La memoria caché del navegador no me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Lo lamento.


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