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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Fuera de esta OVA que ha durado diez capítulos (no tengo mesura, lo sé) he querido dedicarle un poco de tiempo al asunto que nos traíamos últimamente “entre manos”... ¿Un mal juego de palabras? Tal vez. El caso es que la relación Khan/Klaa merece la pena, ¿no os parece? De paso se responde aquí a Fran, que preguntaba por Amy... ¿qué fue de su vida lejos de la Tierra?

 


EL LAVAFLIE QUE PICÓ AL ÚLTIMO TAL'SHIAR


 


                                                                                           Si nunca hubiera dado ese paso, pero cuando los fasers se agotaron y las lanzas empezaron a volar ni siquiera lo pensó. El silbido sonó cerca, la afilada punta rompiendo el aire y emitiendo un ruido, activando el resorte que lleva en su interior y que le hizo actuar por puro reflejo. Tenía que protegerle... y lo hizo con su vida.


            Se lo había dicho muchas veces. Al principio él no le creía pero con los testimonios de Alex y Peter, explicándole lo que sus cualidades de sobrehumano podían llegar a hacer, poco a poco le convenció. Luego se lo hizo jurar. Una y otra vez durante años, hasta asegurarse de que cumpliría su promesa.


 - Un klingon nunca falta a su palabra.


 - Tú júramelo. Jura que no dejarás atrás mi cuerpo pase lo que pase. Si caigo... llévame contigo a casa.


 - Con tu escudo o sobre él. - Las palabras tantas veces repetidas por los espartanos en él sonaban aún más fieras y sinceras.


           Aún se lo hacía repetir de vez en cuando. Como aquella tarde justo antes de aterrizar en el satélite abandonado del planeta Talax. La luna de clase M Rinax, un maldito agujero inmundo donde se ocultaba la última célula activa del Tal'Shiar *(servicio secreto romulano) y donde quedaron fatalmente atrapados... sin aeronave, sin armas, sin comunicaciones, alimentos o agua. El enemigo estaba ahí fuera. Klaa posó su mano por cuarta vez sobre la nariz y los labios de su amigo, su r'uustai *(hermano guerrero) seguía sin respirar. Empezó a dudar de si lo que el médico noruego y el pelirrojo Kirk le habían contado sería cierto. ¿Realmente era Khan capaz de revivir?


 - ¿Por qué tuviste que ponerte en medio? - Se lamentó en voz alta, no había nadie más allí con quien hablar y acabó sentándose junto al cuerpo de su compañero muerto.


        Khan yacía inmóvil, con un enorme boquete cubierto de sangre en su pecho. Parte de su trisquel, tatuado por encima del corazón, asomaba entre el jersey negro hecho jirones. Le había sacado la lanza, lo hizo en el mismo momento en que sintió la afilada punta rozando su propia coraza y la utilizó para dar muerte a uno de los romulanos rebeldes. Su amigo se había puesto delante, deteniendo en su carne el letal avance del venablo que, de no ser porque el sobrehumano dio aquel paso a su derecha, habría acabado matándolo. Cuando todos se quedaron sin munición, los romulanos utilizaron aquellas armas primitivas que debieron fabricar mientras estaban ocultos en las cuevas, las mismas en las que ahora se escondía custodiando el cadáver de su amigo.


 - Sulu me matará si te llevo así a la Tierra. ¿En qué estabas pensando? Ensartado como una maldita aceituna de esas que Jim se echa en la ginebra... el jefe también querrá matarme. Sabes que pensaba en ti para sustituirle en el Almirantazgo. Y tu marido... Chekov... ¿qué va a ser de él? Tendré suerte si no me revienta el corazón, con su telequinesia podría darme la vuelta como un calcetín, de dentro hacia afuera... O puede que Amy, la Cazadora, acabe arrancándome la piel a tiras en una infernal tortura sin fin. ¿Me estás escuchando, idiota? - Le golpeó la frente con dos dedos, unas cuantas veces con rapidez, hasta que la mano, blanca como la nieve, le atenazó la muñeca con inesperada fuerza. - ¡Khan! - Gritó.


 - Moy muzh, moy prekrasnyy muzh... *(mi esposo, mi precioso esposo) – Musitó abriendo los ojos azul hielo y volviendo en sí.


      Klaa apartó los restos del jersey y observó que el agujero se había ido cerrando en el pecho. Ahora, una mancha sonrosada que poco a poco recuperaba su palidez habitual, era la única huella que había dejado la lanza asesina.


 - ¡Era cierto! ¡Puedes revivir! - Exclamó casi eufórico.


 - No he llegado a estar muerto... - Siseó sin fuerzas. - ¿Dónde estamos, Klaa?


      Intentó incorporarse, una sensación de ahogo le detuvo. ¿Qué era aquello que tenía en la garganta? Tosió con fuerza hasta expulsar una masa sanguinolenta y esponjosa que fue a parar a la coraza de cuero sobre el pecho del klingon.


 - ¿Son tus pulmones? - Se asombró Klaa con algo de repugnancia.


 - Eso creo... ¿Y los romulanos?


 - Dos de ellos siguen fuera, fabricando más armas supongo. ¡Estamos atrapados en este condenado satélite! ¿Quieres hacer el favor de pedir ayuda con tu vínculo mágico? - Tomándolo de los brazos le zarandeó. - ¡Llama a Chekov... a Amy... a quién sea pero que alguien venga a buscarnos! Khan...


      No podía oírle, un zumbido ensordecedor dentro de su cabeza le tenía completamente aturdido. Retiró lo que había escupido sobre su amigo y lo examinó entre los dedos. Observó su color, su textura y llevándoselo a la nariz, lo supo.


 - Klaa, amigo mío... - Se sentía muy débil, a punto de perder el conocimiento. La cabeza le iba a estallar y un dolor sordo le atenazaba los músculos. - La lanza estaba envenenada. Es posible que no salga de ésta...


 - No digas eso y pide ayuda con tu tel, *(vínculo) que uno de tus dos t'hy'la nos saque de aquí... ¡Khan! R'uustai! *(hermano guerrero) – Acabó gritando.


      Pero el sobrehumano se había desmayado. Rozando la sudorosa frente por debajo del flequillo rebelde, se percató de que estaba ardiendo en fiebre.


 - Pahk! Wej DaH, r'uustai... *(maldición, no me dejes, hermano) – Masculló terriblemente preocupado.


      Tenía que conseguir agua, ropa de abrigo o algo en lo que envolverle. Imposible hacer fuego allí dentro: el humo les asfixiaría en la cueva, además de ser una señal para que el enemigo les localizase, algo peligroso y sin sentido. ¿Qué podría hacer? Se le ocurrió salir y regresar a la averiada lanzadera, tendría que tener mucho cuidado, los romulanos podían estar allí esperándole.


 - Vuelvo enseguida, r'uustai. - Le dijo apoyando la mano sobre su hombro.


      No hubo respuesta, Khan tiritaba y se estremecía en un sueño agitado. Debía darse prisa. Bajó la escarpada ladera de la montaña, donde se encontraban las grutas, haciendo el menor ruido posible para un klingon de dos metros de estatura y ciento veinte kilos de peso. Cruzó la ciénaga infectada de gigantescos mosquitos a toda velocidad, la emboscada había sido por allí cerca. Oculto entre los arbustos vio que sus enemigos se habían llevado el cuerpo de aquél al que logró abatir, no tenía ni idea de dónde se escondían los dos supervivientes. Corrió al amparo de la noche sin luna, pues en ella se encontraban, hacia el punto de aterrizaje, hasta divisar la inutilizada Galileo XII de lejos. Cogió una piedra del terreno y, antes de dar un paso, observó y escuchó bien a su alrededor.


      El silencio era absoluto, sólo podía oír su respiración agitada por la carrera. Cuando estuvo seguro de que no había nadie más por allí se encaminó a la pequeña nave.


 - Chekov ya te habría reparado... - Pensó en voz alta pateando la radio subespacial. - A ver... mantas... comida... agua... armas...


      Repasaba su lista mentalmente mientras abría cada maldito compartimento de la lanzadera. Metió todo lo que consideró de utilidad en una mochila que cargó a su espalda, no había fasers pero sí una pistola de bengalas.


 - Bueno, algo es algo... - Se dijo. - Menos da una piedra. - Rió tirando fuera de la aeronave la que aún llevaba en la mano.


 - ¿Quién anda ahí? ¿Eres tú, maldito klingon?


      La voz del romulano sonó cerca, Klaa lamentó haberse deshecho de la piedra. Escuchó unos pasos acercándose y se ocultó como pudo al fondo de la Galileo, esperando, alerta, agazapado en la oscuridad.


 - Acabaré contigo, como hice con tu compañero el humano...


        Las orejas picudas parecían moverse a los lados de su cabeza buscando algún ruido que captar... un aliento... un latido... De pronto una enorme mano se aferró a su cuello y, con un sólo movimiento, lo partió segando su vida.


 - Mi compañero sigue vivo, no es humano... es sobrehumano. – Susurró apartando, de un puntapié, el cuerpo muerto del enemigo con absoluto desprecio. - Ka'pla! (victoria)


         Recorrió el camino de vuelta cargando con la mochila a reventar, atravesando a la carrera la ciénaga atestada de peligrosos lavaflies. Se acordó de una historia que su amigo le había contado acerca de Chekov, algo sobre el ruso aplastando las larvas de aquellos tremendos mosquitos en compañía de un jovencísimo David Kirk... debieron dejarse unas cuantas sin exterminar.


      Estaba desesperado por llegar a la cueva donde había dejado a su r'uustai. Escaló las escarpadas rocas rogando a Kahless por la vida de Khan y, al entrar en la gruta, se llevó un susto tremendo al verle pelear en el suelo contra un igual de perjudicado romulano.


 - Klaa... yItlhap pah-tak! *(quítame esta basura de encima) – Pidió ayuda a su amigo, las fuerzas le fallaban.


 - Toh-pah... ghoS, lo'Be Vos! *(“palabrota”... ven, cobarde) – Gritó agarrando al enemigo de los pelos.


      El orejas picudas se encontraba también febril, debía haberle picado uno de los mosquitos de la ciénaga y, buscando refugio entre las grutas, se habría encontrado allí con el sobrehumano por casualidad. Klaa lo sujetó de un brazo y una pierna, llegando a levantar el cuerpo por encima de su propia cabeza en aquel ataque de ira... Ver al enemigo a punto de acabar con su r'uustai le hizo entrar en Qu'Vat. *(cólera extrema)


 - Ni'tokor bak'to! *(grito de guerra) – Bramó a pleno pulmón en el exterior de la cueva, lanzando al romulano por la rocosa pendiente, soltando al mismo tiempo toda la furia que se había acumulado en su interior. Luego recuperó el aliento y acudió junto a su amigo. - Khan... ¿estás bien?


 - ¿Le has matado? El otro vendrá... - Jadeó el moreno retorciéndose como una lombriz sobre la tierra.


 - No, también le he dado muerte. Estamos completamente solos en esta luna. - Quitándose la mochila buscó una botella de agua para ofrecérsela, Khan parecía deshidratado por la fiebre. - ¿Te has puesto ya en contacto con Chekov o con Amy?


     Bebía sin escuchar a su compañero, estaba realmente seco y, en unos segundos, terminó el contenido devolviendo el envase vacío al klingon que le miraba preocupado.


 - Más... - Pidió.


      Acabó con otra botella y aún una tercera, litro y medio de agua que desapareció en menos de un minuto. Estaba tiritando y su piel brillaba perlada de sudor. Un velo turbio le empañaba los ojos azul hielo, como si no estuviese allí viendo lo que tenía enfrente, sino a cientos de años de distancia... muy, muy lejos de Rinax. Buscando algo de calor se acurrucó contra el pecho de su amigo. Klaa tiró de una manta azul de la Flota que había guardado en la mochila y envolvió el tembloroso cuerpo del sobrehumano con un abrazo.


 - Mi nombre es Noonien... soy el noveno, el nono. Los ocho primeros no sobrevivieron. Soy Noonien... None... No One... *(nadie) – Deliraba, se perdía inmerso en sus recuerdos, sumergido en su pasado como en una negra laguna cuyo fondo no llegaba a alcanzar.


 - Te pondrás bien, sólo llama a tus t'hy'la, r'uustai. - Le rogó con suavidad, sospechaba que su hermano no le estaba escuchando.


          Pasaron unas horas. Klaa seguía dándole agua de vez en cuando, unos sorbos nada más. Con una fiebre tan alta no podía dejar de hidratarlo. Terminó tumbándose junto a él, abrazando su cuerpo liado en la manta, sintiendo cómo el otro se retorcía en sus delirios sacudiéndose entre horribles pesadillas.


 - No... por favor... el cocodrilo otra vez no... - Pateó el aire defendiéndose del fiero animal en su sueño, recordando cómo los científicos que le crearon soltaban uno en su celda para que luchara contra él.


 - ¿Un cocodrilo? - Preguntó apretando los brazos de su amigo con fuerza. - Khan... ¿de qué cocodrilo hablas?


 - Me muerde los pies... su cola es muy fuerte... tengo que ponerme encima y abrirle las fauces hasta desencajar la mandíbula... es mi única posibilidad... - Abrió los ojos, un horrible dolor se le había instalado en el vientre. Notaba una presión y un fuego, como una bomba de ácido a punto de explotar. - ¡Aaaah! - Gimió.


 - ¿Qué te ocurre? - Incorporándose le miró a los ojos, girándolo hasta tenderle boca arriba en el suelo. - Hablabas de un animal... un cocodrilo...


 - Había uno enorme en Aldebarán B. Le dije a Pavel que no saliera de la habitación pero no me hizo caso. Cuando volví de la nave, el bicho estaba a punto de matarle. Me costó acabar con él... - De nuevo las tripas se colapsaron con aquel dolor tan intenso. - ¡Ah, Klaa! - Se quejó. Intentando levantarse sintió que no tenía fuerzas y, de todos modos, ya era tarde. - Lo siento... - Se disculpó en un susurro cerrando los ojos y apartando la cara de la vista de su hermano.


 - ¿El qué? - Al klingon se le arrugó la nariz cuando le llegó aquella peste. - ¡Oh, ya veo! - Comprendió lo que había ocurrido. - No te preocupes, r'uustai, no importa.


        Apartó la manta antes de que se manchara y se dispuso a desnudar a su compañero. Había sufrido un pequeño accidente, perdiendo el control de sus esfínteres ensució su ropa interior. El moreno estaba tan avergonzado que no osaba mirarle a los ojos, pero dejaba, no tenía otro remedio, que su amigo le retirase los pantalones y limpiase, con una de las perneras humedecida en agua, los inmundos deshechos que su cuerpo había expulsado. Ninguno de los dos dijo una sola palabra durante todo el proceso. Una vez Klaa hubo terminado volvió a envolverle con la azulada manta y procuró que estuviese cómodo, lo más confortable posible, sujetando su cabeza apoyada en el muslo. Le rozó la frente, la fiebre aún era alta pero parecía estar bajando.


 - ¿Quieres más agua? - Preguntó acercándole un culo que quedaba en una de las botellas. - No hay más, tendré que ir a buscar al Scimitar de esos tres... *(pequeña nave romulana utilizada por el Tal'Shiar)


 - Lamento mucho...


 - No tienes que disculparte... R'uustai. - Le interrumpió, pronunciando la palabra klingon con cierta afectación, recalcando su significado de hermano. - ¿Puedes contactar con Chekov ahora? O con Amy, como prefieras. Tal vez no desees preocupar a nadie en la Tierra. De todas formas la Cazadora está más cerca, no tardaría demasiado en llegar desde HarOs.


 - Acabo de hacerlo. - Murmuró aún sin atreverse a mirarle a la cara. - Amy estará aquí en unas horas. Es mejor que Pavel no sepa... ay, moy muzh... *(mi esposo) Se asustaría si supiera que me han envenenado.


 - ¿No lo has expulsado todo ya? - Bromeó con su peculiar sentido del humor.


 - Aún queda un poco en mi sangre... - Rió con su amigo. - Pero podré con esto. Mi organismo está metabolizando el veneno, lo siento arder en mis venas.


 - Antes hablaste en sueños... - Klaa seguía acariciándole la cabeza, entretenido en enrollar y desenrollar un mechón de los negros cabellos con sus dedos. - Me has contado muchas cosas sobre ti, creo que casi todo, amigo mío... pero eso del cocodrilo, el que te mordía los pies, no el de Aldebarán B, ya conocía esa historia... ¿Cuándo sucedió esa horrible tortura, Khan?


 - Creo que tenía ocho años, no estoy muy seguro. - Respondió encogiendo los hombros. - Llegó a arrancarme unos cuantos dedos...


     Había sacado su pie izquierdo desnudo por debajo de la manta, se miraba la punta con una inquietante dulce sonrisa.


 - ¿Te comió un pie? Pues no se te nota... - Comentó sorprendido comprobando que no había ni rastro de cicatrices.


 - Se regeneró. - Contestó volviendo a esconderlo de la vista. - Y mejor así. A Sulu le gusta acariciarme los pies... no me lo imagino igual con un muñón, la verdad. Oye Klaa...


 - Dime, r'uustai... - Al fin le miraba a los ojos, con un brillo intenso en el azul hielo y la encantadora sonrisa que mostraba los hoyuelos.


 - ¿Qué tal si vas ahí abajo y procuras quitarle los pantalones al romulano muerto? Puede que sean de mi talla... - Le pidió como favor.


 - Tienes razón. - Contestó poniéndose en pie. - Será mejor que la Cazadora no te vea sin ropa o hará preguntas. No quiero que me someta a uno de sus famosos interrogatorios... - Farfulló saliendo de la gruta.


      Khan se echó a reír. Puede que fuera brusco, cortante, algo agresivo, es cierto.. pero el sentido del humor del klingon siempre le había hecho mucha gracia.


 


           Cuando al fin avistó a la Chekov sobrevolando el cielo, corrió presto a disparar la bengala. Contempló a Amy aterrizar con pericia en la angosta explanada bajo la escarpada ladera, lo más cerca posible de las rocas y Klaa no pudo evitar un grito dando las gracias a Kahless, el héroe mitológico de su pueblo.


 - Vorcha-doh-baghk! *(todos te aclamamos) – Exclamó saludando a la piloto vulcana que descendía de la aeronave.


      Cargando con el cuerpo de su amigo a la espalda, descendió hábilmente por el barranco y corrió al encuentro de la Cazadora.


 - ¿Estás bien? - Preguntó ella usando el vínculo, haciendo que sólo Khan pudiese oírla.


 - Sí, Amy... estoy bien gracias a Klaa. - Le respondió el moreno del mismo modo.


      Entre los dos acomodaron al maltrecho sobrehumano en la parte trasera de la nave, en el puesto de artillero. No había mucho más espacio, el klingon tuvo que sentarse junto a la piloto entorpeciendo el manejo de la consola con su corpulencia. Una vez que salieron de la atmósfera de Rinax, establecido ya el rumbo al palacio de las emperatrices T'rak y Azetbur, Amy se giró para abrazarle con inusitada fuerza.


 - Lesek, Klaa... *(gracias) Por no dejar su cuerpo atrás, por cuidar de él y proteger su preciosa vida.


 - Es mi hermano, Cazadora, mi R'uustai. - Estaba a punto de ponerse colorado, si es que eso era posible entre los de su raza. La vulcana seguía abrazándolo y sintió un beso de sus carnosos labios en la sien. - No podía hacer otra cosa que lo que he hecho.


 - Con tu escudo o sobre él. - Murmuró Amy echándose atrás, lo justo, para poder mirarle con sus ojos tremendamente azules. - Conozco el juramento espartano, tu pueblo debe descender del mismo dios Ares, estoy convencida. Gracias de nuevo. Sé que lo has hecho porque es tu deber de r'uustai, un klingon nunca falla a su palabra. Aún así, entiende que esté agradecida y acepta mi muestra de afecto como una sincera alabanza a tu gran honor, pues en verdad eres honorable, Klaa, hijo de la casa de Mogh.


 - Acepto tu gratitud, hija de Kirk. - Remató añadiendo un ligero gruñido acompañado de un grave asentimiento de su cabeza.


          Había escuchado mil historias acerca de la Cazadora, la experta piloto de la Flota Estelar, la mejor desde que Sulu había abandonado el servicio activo. Sabía de su fiereza como guerrera, de su tenacidad para perseguir al enemigo, de su falta de piedad a la hora de acabar con él. Tenerla a su lado, tan cerca, poder verle los divinos ojos y contemplar lo armonioso y atlético que era su cuerpo, le hizo sentir un cosquilleo difícil de definir. Era admiración, pura y dura. Aquella mujer, un cuarto vulcana y, según los rumores que corrían por toda la Galaxia, descendiente del dios Apolo, le fascinó. Y entonces se lo preguntó de nuevo a sí mismo, no era la primera vez que la idea le rondaba la cabeza: ¿por qué su amigo Khan no la había tomado a ella por esposa en lugar de haberse casado con el imbécil de Chekov? No lo entendía, ahora que la miraba cara a cara mucho menos, por más que se esforzara no podía comprender aquello.


 


             Pasaron un par de días hasta que su amigo se repuso del todo. El galeno de Azetbur, un brillante romulano de apellido impronunciable, terminó de limpiar su sangre con algún extraño aparato médico cuyo nombre Klaa era incapaz de recordar. Las emperatrices en persona se ocuparon de que no les faltase de nada y anunciaron una visita a sus antiguas dependencias en el ala oeste del palacio, cuando el sobrehumano se encontrara mejor, querían agradecer el esfuerzo que ambos habían realizado por la paz.


         Ahora aquellas habitaciones pertenecían a Ne'mah, la famosa guerrera romulana al servicio de T'rak que había sido compañera de su esposa, Bazthum. Desde el fallecimiento del Canciller Korrd, hacía ya casi tres años, Klaa no había puesto un pie en HarOs. Volver a pisar su antiguo hogar le trajo a la memoria dulces y dolorosos recuerdos.


 - Perder a un padre debe ser muy duro. - Amy, la Cazadora, que parecía pasar mucho tiempo por allí pues conocía los enrevesados pasillos de palacio y los más ocultos rincones, (así es como le había localizado) le sorprendió acercándose con absoluto sigilo y hablándole con voz grave a su espalda.


 - Korrd era un gran hombre, su memoria perdurará.


 - Eso mismo dice papi... Spock... sobre mi abuelo Sarek. - Sus mejillas se volvieron algo verdosas, ¿de veras había dicho la palabra papi delante de un klingon?


 - Él también era un gran hombre y tengo entendido que su memoria está guardada en el interior de una roca mágica. - Le comentó acercándose a observar más de cerca el fenómeno de cambio de color en su piel.


 - La cosa no es así exactamente, estás hablando de la piedra de Gol, es más complejo que todo eso... Mi padre perdió a Sarek, el único abuelo al que conocí, aquello fue doloroso para mí, es cierto, pero no puede compararse con perder a un padre, eso debe ser... Spock sufrió mucho, me consta. - Algo de la palabrería nerviosa de los Kirk asomaba entre la solemne apariencia vulcana que pretendía transmitir. Amy respiró y reprimió su lengua. - He venido a buscarte, las emperatrices esperan en tu salón.


 - ¿Mío? Ahora es de Ne'mah... - Clavándole su fiera mirada de alienígena intentó intimidarla. - Y tuyo, según creo.


 - ¿Qué? ¿Yo? Bueno, HarOs se ha convertido en mi base de operaciones, paso bastante tiempo aquí y ella es muy amable conmigo... - El verde en su rostro se volvía más intenso, ¿por qué aquel klingon parecía saber que entre su compañera guerrera romulana y ella, había mucho más que una amistad? - Cuando no está en el planeta, como ahora, me permite quedarme en su casa. Contacté con Ne'mah antes de ir a buscaros y... ¿sabes que no tardó ni un segundo en ofrecer su hospitalidad e insistir en que os quedarais en el que fue tu hogar? ¡Cree que sois unos héroes, tú y Khan! La verdad, yo también lo creo, y todo el mundo aquí en palacio. Klaa, tu señora está esperando, démonos prisa. - Zanjó girándose ciento ochenta grados y emprendiendo una huida en toda regla.


      Lo imaginaba, había visto las cosas de Amy en el dormitorio principal. Supuso que ella deseaba guardar el secreto así que no le dijo una palabra sobre Ne'mah a su r'uustai. Riendo entre dientes la siguió por los estrechos corredores hasta llegar al salón donde, efectivamente, su señora y la emperatriz romulana les estaban esperando.


 - El Tal'Shiar queda extinto, general Klaa. - T'rak se dirigió a él con el grado que ostentaba en Kronos cuando trabajaba para Azetbur, antes de entrar en la Flota Estelar. - Y todo gracias ti y al extraordinario superhumano. - Los oscuros ojos de la romulana brillaban mirando a Khan a su lado. - Juntos habéis acabado con los últimos combatientes. Ahora sí soy Emperatriz de mi pueblo.


 - Ya lo eras, querida. - Azetbur rozó su mano en una caricia, imperceptiblemente, con discreción. - Coronel Klaa, qaleghneS. *(es un honor, saludo klingon) Después de la gran labor que habéis llevado a cabo, tú y Khan, tal vez debierais convertiros en R'uustai. Habéis demostrado el honor y la lealtad que os guardáis uno a otro.


 - Lo somos, mi señora. - Le confirmó el moreno con una sonrisa cerrada que marcaba sus hoyuelos. - Podéis llamarme Khan Noonien Singh, de la casa de Mogh.


 - ¿Qué es eso, querida? Un rustai... - Consultó T'rak a su pareja.


 - Significa hermano guerrero, alguien con quien lo compartes todo al margen de tu familia, a quien acoges convirtiéndolo en miembro de tu casa, alguien por quien sacrificarías tu vida. - Khan aclaraba todo aquello mirando a Amy de reojo, como si ella ya hubiese leído en su mente la amistad que le unía al klingon.


 - ¿Algo así como un t'hy'la? - Preguntó la romulana volviendo también la vista hacia su subordinada, las verdosas mejillas de la Cazadora estaban a punto de estallar.


 - No, no es exactamente lo mismo. - Corrigió a la emperatriz intentando guardar la compostura. Acabó cruzando las manos a la espalda, igual que habría hecho su padre, levantando una ceja y ladeando ligeramente la cabeza, eso sí: con una retorcida sonrisa heredada de su a'nirih. *(papá)


 - Hermano “guerrero”, no amante, T'rak. - Azetbur no reprimió la risa a pesar de encontrarse en presencia de Klaa, lanzando una pícara mirada dirigida al sobrehumano en confidencia.


 


                Llegó la hora de regresar a casa, a la Tierra, donde el almirante Kirk en persona fue a recibirles a la Base Estelar I en compañía de Chekov y Sulu. El rubio sonreía con su boca torcida mientras le saludaba militarmente, llevándose la mano extendida a la frente. Klaa correspondió golpeándose el pecho con el puño. Sulu tuvo que soltar al loco de Chekov que se había puesto a dar saltos, dejando que se escapara de entre sus brazos para arrojarse a los de Khan. Su amigo reía feliz, tomando a su esposo de la cintura y levantándolo del suelo, girando con él un círculo completo hasta quedar ambos fundidos en un beso interminable.


 - Gracias, Klaa. - El japonés se había acercado, de camino a reunirse con sus amantes en el abrazo, posó su mano en el hombro del klingon. - Gracias por traerle a casa.


      Gruñó bajando la cabeza como respuesta, consintiendo y aceptando de nuevo la gratitud humana. Miró por unos segundos a los dos hombres encerrando a Khan entre sus cuerpos, cubriéndolo de besos y más besos y entonces entendió un poco mejor el amor que compartían.


 - ¿Has tenido buen viaje? ¿Cómo está mi hija? ¿Y T'rak y “Aznabur”, qué tal les va? He sabido que las viste en HarOs. ¡Oh, ha debido ser muy duro lo de Rinax! ¿Sabes que habéis terminado de una vez por todas con el maldito Tal'Shiar? ¡No queda ni una célula en pie! Si hay algún simpatizante por ahí, se limitará a protestar ante su gobierno de manera democrática... se han quedado sin brazo armado. ¡Se acabó! - El rubio no podía dejar de hablar, estaba realmente emocionado con todo aquello.


 - Señor, ahora que la amenaza ha terminado, quisiera retirarme y regresar a Kronos con mi familia. - La verborrea de su jefe le incomodaba, para cambiar de tema dijo lo primero que se le pasó por la cabeza.


 - ¿Y dejarnos? ¡Ni hablar! No aceptaré tu renuncia. Además... ¿qué piensa tu esposa de semejante tontería, Klaa? ¿Crees que querrá arrastrar a sus hijos a ese... - iba a decir horrible, pero se mordió la lengua, - ...planeta tuyo? Jadzia acaba de entrar a la Academia, y tu pequeñaja, Kahless prácticamente se está criando entre humanos... - Seguía sin poder detener su verborrea nerviosa. Tomó aire y palmeando las anchas espaldas del klingon, se echó a reír. - No puedes irte, amigo. Ahora ésta es también tu familia, asúmelo. ¿Serías capaz de separarte de Khan?


 - Mi emperatriz es Azetbur, no Aznabur, y Kha'Lesh es cómo se llama mi hija, Jim. - Le corrigió. Detestaba como su jefe solía cambiar los nombres klingon. - Kahless es nuestro más valiente héroe, el primer emperador de la historia de mi pueblo. Y sí, es verdad que Khan es mi mejor amigo, lo será siempre. - Respondió. No quiso utilizar la palabra que realmente definía a Khan para él, pensando que el rubio no la conocería.


 - Tu R'uustai, sí... Sois mis mejores hombres en Inteligencia, no quiero que te vayas. - Klaa le miraba con los ojos abiertos de par en par. - ¿Que cómo lo sé? Oh, bueno... pues... Amy se lo dijo a Pavel y... ¡Ah, mi niño es incapaz de mantener la boca cerrada! - Rió de nuevo, ahora a carcajadas.


 - Ya... muy propio de Chekov. - Sentenció con su peculiar humor lanzando una mirada de reojo al ruso.


        Aún estaba enganchado del cuello de Khan. Sulu se había girado al oír la sonora risotada de Jim pero el genio chiflado permanecía con la cabeza hundida en el pecho de su esposo. Klaa imaginó que escuchando el fuerte corazón que latía bajo el trisquel tatuado. Debió sentirse observado o, tal vez, simplemente les oyó decir su nombre.


 - Qatlho'... *(gracias) – Dijo Pavel en voz alta para que Klaa le oyera.


      El klingon respondió con un gruñido.


 

Notas finales:

 Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.

 Por todos los dioses lo que os cuesta escribir un comentario.

(¡Qué ironía! Y voy yo y lo borro todo... maldito error...)

Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic. El resultado es que fue eliminado. La memoria caché del navegador me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Imaginad cómo me he sentido al ver que todo desaparecía ... citando a Khan: ¿Cómo he podido ser tan estúpida? *(golpea su frente una y otra vez)

 


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