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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Para el capítulo titulado “La Cazadora” de T'HY'LA, elegí la siguiente cita de Ernest Hemingway: «No hay cacería como la cacería humana y a aquellos que han cazado hombres armados durante bastante tiempo y han disfrutado, no vuelve a importarles nada más.»


Los años han pasado y Amy, luciendo ahora los galones de comandante en la manga de su uniforme rojo, continúa ejerciendo como Némesis de los dioses, impartiendo su divina justicia al dar caza a los renegados del Tal'Shiar. Sin embargo... ¿por cuánto tiempo volará libre esta bellísima amazona?

LA CAZADORA SE TORNA PRESA


 


                                                                                         La superficie de Remo estaba cada vez más cerca, la Chekov humeaba por los bajos y eso hizo que escupiera maldiciones apretando los dientes. La Scimitar le pisaba la cola y tuvo que maniobrar antes de estrellarse entre unas montañas, el tren de aterrizaje había quedado inutilizado bajo fuego enemigo.


            Tras el fuerte impacto del suelo contra la panza del aparato y un infernal deslizarse entre el polvo y las rocas que golpearon el casco, Amy apagó los motores y respiró un momento en silencio, envuelta en una casi total oscuridad. La parpadeante luz roja que delataba la posición del enemigo en los sensores, iluminó su rostro desde la consola de navegación dándole un aspecto fantasmal. Apartándose el ondulado cabello negro de la cara, lo recogió bajo la nuca atándolo con un cordel de cuero rojo, después, con movimientos precisos y mecánicos, comprobó que el fáser estuviera cargado y se dispuso a abandonar la nave llevando una mochila con agua, munición y algunas provisiones. No había tiempo que perder, tenía que ocultarse en el abrupto terreno, los enemigos ya habían descendido al planeta y la estarían buscando. Se le ocurrió lanzar una boya de señalización cerca de la Chekov, así esos renegados tendrían algo que localizar y comprobar mientras ella se procuraba una buena atalaya. Subir más alto, todo lo posible, ése era su objetivo.


 - Puedes intentarlo pero nunca me detendré, estoy hecha de esto. - Murmuró trepando por una pared de roca prácticamente vertical, usando nada más que el apoyo de sus pies y las manos desnudas.


        La noche brillaba sobre su cabeza con la siempre aterradora visión del infinito: miles de estrellas que podían captar sus ojos azules, titilando a años luz de distancia. Nadie vendría a salvarla. Remo, el escondrijo predilecto del Tal'Shiar, estaba demasiado lejos de los dominios de la Federación. Kronos era el punto aliado más cercano y su fidelidad a la emperatriz klingon, empeñada en residir en HarOs junto a su amante, la emperatriz romulana, no estaba garantizada al cien por cien.


        Habían pasado años desde la explosión de Praxis, su luna. Pavel hizo entonces todo lo que pudo por preservar sus aguas de la contaminación pero el pueblo klingon jamás se recuperaría por completo de semejante catástrofe. Aquello tuvo proporciones bíblicas, su fuerte raza quedó considerablemente mermada. Prácticamente se vieron obligados a aliarse con la Federación para sobrevivir, lo cual no dejaba de ser humillante después de tantos años de enfrentamientos. Y el hecho de que su propia soberana no tuviese en el planeta su lugar de residencia era algo que escocía en el espíritu de los orgullosos guerreros de Kronos, algunos se sentían solidarios con la causa rebelde romulana y secretamente colaboraban con sus células terroristas, proporcionándoles cobijo y armas. Azetbur y T'rak conocían todo esto y aún así permanecían juntas en su palacio del planeta verde, HarOs, su hogar desde que se conocieron y se enamoraron. Allí establecieron el centro neurálgico de sus dos imperios, desde allí decidieron gobernar sus mundos a pesar de los rebeldes que les plantaron cara de uno y otro lado.


 - Nunca me dejo llevar, estoy hecha de esto. Nadie puede controlarme, porque estoy hecha de esto. - Susurraba escalando más y más arriba, hasta alcanzar una posición segura.


        Amy, al servicio de ambas emperatrices, había salido de patrulla con la Chekokv desde la USS Olympia. Nada importante, pura rutina hasta que, siguiendo su intuición, derivó el rumbo de la ruta programada aproximándose al espacio romulano, en cuyas fronteras detectó cierto trasiego de naves poco habitual. Así descubrió al Scimitar y decidió perseguirlo. Miembros del Tal'Shiar, contrabandistas de armas seguramente. Poca cosa, dos tripulantes. Ni siquiera informó de ello pensando que darles caza no le llevaría más de unas horas. Y de eso hacía ya dos días.


 - Puedes intentarlo pero nunca me detendré, porque de esto es de lo que estoy hecha. - Resopló por el esfuerzo de la escalada, agachándose entre las rocas y preparando su fáser.


        Estaba segura de que ya habrían informado de su desaparición a La Flota, su padre estaría muy preocupado. Pensó en si sería capaz de dar esa orden, la que su a'nirih *(papá, en vulcano) tanto temía tener que pronunciar, la que Amy siempre le oía decir en sus pesadillas: “No hagan nada, no la sigan. Si alguien contacta para un rescate infórmenme personalmente a mí, a nadie más. No pondré en peligro la vida de un solo hombre por salvar la de mi hija.” El capitán Steve Nichols no desobedecería las órdenes de su idolatrado almirante Kirk, no se adentraría en territorio hostil arriesgando a toda la tripulación de la USS Olympia. No. Amy estaba sola y lo sabía.


 - Yo nunca me dejo llevar, porque estoy hecha de esto. - Sacudió la cabeza al murmurar las palabras, había estado a punto de cometer el error de intentar comunicarse utilizando el tel. *(vínculo)


        Romulanos y vulcanos tienen ancestros comunes. El pueblo que conquistó Rómulo y Remo, el sistema gemelar del cuadrante Delta, procedía de Ah'rak al igual que su padre, Spock, y que su abuelo, Sarek. Ella nunca pisó Vulcano, Nero lo destruyó años antes de que Amy viese la luz. Las habilidades telepáticas eran algo que compartían ambas razas, un don común a su especie. Si hubiera informado a Pavel o a Khan de lo que estaba pasando, los rebeldes podrían haber detectado su presencia. Delatarse no era lo que tenía en mente. Amy pretendía darles caza y por eso estaba allí encaramada, sorbiendo agua poco a poco de su cantimplora, mordisqueando una tableta de proteínas e hidratos de carbono para reponer fuerzas.


 - Nadie puede controlarme, porque estoy hecha de esto. - Susurraba entre dientes masticando a dos carrillos.


        La espera es larga, aburrida y tediosa pero la cazadora no cede ante el cansancio, no cierra los ojos, no pierde de vista el horizonte. Pronto unas sombras acercándose por el cañón, descuidados romulanos, únicamente miran hacia delante y hacia atrás, ¿acaso no saben que el espacio tiene tres dimensiones? Sin contar con la cuarta, el tiempo; unos minutos más y les tendrá a tiro. Amy se prepara para abrir fuego sobre sus cabezas, como la diosa arquera a punto de lanzar sus dardos mortíferos sobre el enemigo, aguardando al segundo apropiado para iniciar los disparos.


        Uno de los romulanos cae muerto al instante, el otro, creyéndose más afortunado, huye y se refugia entre las rocas. Amy supone que estará subiendo por el otro lado, buscando una posición elevada como la suya desde donde poder descubrirla y atacar. No se equivoca. A su fino oído llega el clic del arma enemiga, justo a tiempo para saltar hasta ponerse a salvo.


 - Puedes golpear pero nunca me romperé, porque estoy hecha de esto. - Murmura aterrizando de pies y manos en el cañón, rodando después el cuerpo para ocultarse tras un peñasco.


        El romulano no podía creer lo que acababan de ver sus ojos. ¿De verdad aquella mujer había saltado la friolera de doce metros sin hacerse un rasguño? Había oído historias acerca de La Cazadora pero siempre pensó que eran exageraciones, mito, pura leyenda. Tembló en su traje de cuero negro, su piel perdió el verdor de la sangre palideciendo de terror. Amanda Kirk no se detendría hasta matarlo, ahora lo sabía. Tenía que bajar, dar con ella de nuevo, atacarla por la espalda sería su única oportunidad de salir con vida. El miembro del Tal'Shiar lamentó la pérdida de su compañero y amigo que yacía muerto a sólo unos pasos, esperando regresar para darle un digno entierro se arrastró hacia su destino.


        Distinguió la cabeza de negros cabellos recogidos con una cinta roja a lo lejos y cobardemente disparó su arma hiriendo a Amy en un brazo. Para cuando escuchó el gatillo ya era tarde, al menos evitó que le reventase el cráneo.


 - Puedes intentarlo pero nunca me detendré, porque de esto es de lo que estoy hecha. - Dijo a modo de desafío al enemigo mientras escapaba de su vista.


        La sangre verde dejaba un rastro demasiado fácil de seguir. El romulano se dio cuenta cuando sintió la mano de la cazadora sobre su cuello. La tenía a su espalda, estaba intentando reducirlo con la pinza vulcaniana; o bien la cazadora se había quedado sin municiones o había extraviado el arma cuando sufrió el disparo. Amanda Kirk era inteligente, le había tendido una trampa. De una patada le arrancó el fáser de las manos al romulano y lo envió lejos. Era fuerte, su agarre... imposible soltarse, muy fuerte, demasiado para una mujer. ¿Qué clase de criatura era La Cazadora en realidad? El rebelde sintió curiosidad y alzó la mano para rozar su frente, intentando penetrar en su mente utilizando la tacto-telepatía.


 - Nadie puede controlarme, porque estoy hecha de esto. - Le advirtió apartando la cabeza del alcance de sus dedos.


        Ambos se enzarzaron en una lucha cuerpo a cuerpo, brutal, animal, de la que sólo uno de los dos sobreviviría. Amy insistía con la pinza en el cuello del romulano y éste trataba de dominar sus pensamientos apretando la mano contra los puntos de fusión mental en su cara. Empujaban y tiraban el uno de la otra sin lograr que el oponente perdiese el equilibrio.


 - ¡Puedes golpear pero nunca me romperé, porque estoy hecha de esto! - Amy escupía las palabras con rabia, forzando al romulano a doblegarse con una llave aprendida de Sulu, colando una de sus largas piernas entre las de su enemigo. - Nadie puede controlarme... puedes golpear pero nunca me romperé porque de esto es de lo que estoy hecha.


 - ¿De qué? ¿De qué estás hecha, Cazadora? - El romulano hincaba la rodilla en tierra sabiendo que su hora había llegado.


        Algo de compasión brilló en el fondo de sus ojos azules, el miembro del Tal'Shiar pudo vislumbrarla antes de morir, justo cuando consiguió entrar en la cabeza de su asesina y descubrió que la sangre de los dioses fluía por su venas.


 - De esto estoy hecha. - Escupió dejando caer el cuerpo inerte, soltando el cuello que acababa de romper y cuyo crujido la estremeció por un segundo.


        Amy se llevó la mano al bolsillo y sacó su amuleto, una fíbula con forma de trisquel que siempre llevaba encima. Las ninfas la utilizaron para sujetar su túnica en la Pantheion cuando Anton fue concebido. ¡Ah, la nave oscura, cuántos recuerdos! Era hora de volver a casa. Inconscientemente apretó una de las aspas y una nube negra la rodeó de inmediato.


 


                                                     Apolo parecía contrariado, su mano derecha no cesaba de tamborilear los dedos sobre el cuadro de mandos del dorado trono. Giró el cuello hacia un lado buscando a su gemela, Artemisa sintió cómo los ojos azules le atravesaban el alma.


 - No es culpa mía, las ninfas le dieron la fíbula. - Se excusó titubeante.


 - Que no salga de la cubierta del transportador. Pan... - Llamó utilizando el intercomunicador de la silla de mando. - Sátiro libidinoso... ¡Pan! ¿Quieres dejar de perseguir muchachas y presentarte en el puente de inmediato?


 - Sí, señor. - La voz llegó entrecortada a través del altavoz. - Estoy en camino.


 - ¿Qué vas a hacer? ¿No piensas que lo más sensato sería devolverla a la Olympia y ya está? - Artemisa dudó si acercarse a su hermano.


 - Es tu amazona, tú sabrás a dónde quieres enviarla. - Respondió el rubio dios con voz ronca.


 - ¡Ah, no es para tanto! - Intervino Ares recostándose en su silla de artillero. - La chica no es la primera vez que sube a bordo... - Rió divertido.


 - ¡Rómulo... la enviaré allí! - Exclamó la diosa de la caza como si de pronto hubiese tenido una genial idea. - Sé de una amazona mía que estará encantada de escoltarla hasta HarOs.


 - ¿No a la Olympia? Sus padres están preocupados, toda su familia lo está. - Apolo se llevó dos dedos al nacimiento de la nariz, pellizcándolo y cerrando los ojos como si estuviera sufriendo un repentino dolor de cabeza. - Amy simplemente no debería estar aquí...


 - Hermano... - Ahora no dudó, el gesto de dolor de su gemelo le era conocido. Artemisa se aproximó con delicados pasos hasta posar su mano sobre la cabeza del rubio y acariciarla bajo los dorados cabellos con un suave masaje. - Amy debe abandonar la caza, al menos por un tiempo. - Dijo con voz dulce y melosa. - Si todo sale bien conocerá a alguien que pueda acompañarla, no es bueno que continúe en solitario.


 - ¿Un nuevo t'hy'la para La Cazadora? - Apolo se sorprendió por un instante, sonriendo con una pícara boca retorcida al sopesar las consecuencias de todo aquello. - Si esas esperanzas tienes ve con Afrodita a la cubierta del transportador, dad con Amy y haced con ella lo que os plazca.


        Artemisa sonrió asintiendo al tiempo con una leve inclinación de su cabeza. Dando media vuelta salió del puente de mando. No estaba muy segura de lo que se disponía a hacer pero, visto lo visto, era la única alternativa razonable. Encontrarle una pareja a Amy la libraría de convertirse en el monstruo que ella misma había sido: una Hécate despiadada, destructora y sin sentimientos. No deseaba aquello para su protegida, no. Quiso darle a la mujer la oportunidad, al menos, de experimentar el verdadero amor y para eso necesitaba la colaboración de su hermana Afrodita.


 - Venga, date prisa... ¿Por qué tienes que peinarte y maquillarte tanto? ¡No vamos a ninguna fiesta!


 - Una chica debe estar presentable... ¡Siempre!


 - Tonterías tuyas.


 - Quieres que te ayude, ¿verdad? Pues entonces haremos las cosas a mi modo.


 - ¡Oh, por las Moiras que a veces resultas exasperante, hermanita!


 - Sí, sí... lo que tú digas. ¿Me alcanzas la laca de uñas, por favor?


 


                                                     Ares tenía toda la razón, no era la primera vez que Amy estaba a bordo de la Pantheion. Reconoció el laberinto de pasillos y, sin esfuerzo, llegó hasta el pabellón dedicado a la Naturaleza donde residían las ninfas habitualmente. Pronto se encontró danzando y cantando entre las bellas muchachas como si fuese una más, la música de flauta salía de ninguna parte y un extraño aroma a felicidad flotaba en el ambiente.


 - ¡Adoro este lugar! - Dijo exaltada echando un vistazo a su alrededor. - ¡Qué maravilla de sitio! Las suaves colinas verdes, el claro en el bosque, el arroyo, el lago y los arbustos cargados de flores... ¿Puedo quedarme con vosotras para siempre? Aunque “para siempre” sea sólo un segundo...


 - Este no es tu lugar, eres humana... - Dijo una ninfa de cabellos azulados.


 - ¡También soy vulcana! - Protestó La Cazadora.


 - Eres mortal. - Se explicó mejor la náyade.


 - Lo soy. - Admitió Amy bajando la mirada. - Por cómo me comporto a veces puede parecer que no, pero sé que lo soy. Sé que un día ya no estaré... - Alzando la cabeza llena de orgullo tragó saliva antes de continuar. - Dejo un hijo tras de mí, mi código genético perdurará, pero eso es todo. Yo, Amy, moriré y ya no seré más.


 - La muerte es el sueño de los héroes, su merecido descanso en los Campos Elíseos. - La náyade de azules cabellos acarició sus mejillas con una dulce sonrisa, el tono de la piel de Amy se había vuelto ligeramente verdoso. - Dime, cazadora... ¿no estás algo cansada?


        Posando la cabeza sobre el regazo de la ninfa dejó que ésta siguiera con las caricias en su rostro, le delineaba con la yema de su dedo índice el perfil de las cejas puntiagudas con una extrema suavidad y ella acabó cediendo al sopor que parecía invadirlo todo de repente. Amy se quedó dormida.


 


                                                          La tarde llegaba a su fin en el viejo palacio del anterior emperador, las sombras se alargaban por los corredores cuyas paredes retumbaban con los firmes pasos de dos pares de botas de tacón alto. Al servicio de la emperatriz T'rak, la comandante Ne'mah estaba temporalmente al mando en aquella casa de locos que por entonces era la sede del Alto Consejo Romulano. Caminaba apurada hacia la sala del transportador central en compañía de su homóloga klingon, la comandante Bazthum, allí donde, según habían sido informadas, algo realmente inusual acababa de suceder. Al parecer contaban con una visita inesperada.


 - No puedes hablar en serio, Bazthum. - La romulana continuaba una conversación con su vieja amiga iniciada apenas unos minutos antes de la extraña alarma. - ¿De veras Klaa desea arrastraros a ti y a los niños a la Tierra?


 - Me temo que esas son sus intenciones para un futuro próximo, hermana. - Respondió con sobriedad ajustando su arma a nivel aturdidor, el soldado de guardia en el transportador había indicado que la criatura no parecía peligrosa.


 - ¡Es absurdo! - Protestaba Ne'mah. - Klaa no debería aceptar un puesto en La Flota que le suponga bajar de rango. Ahora disfruta del grado de general al servicio de la emperatriz Azetbur. ¿Por qué conformarse con la oferta de ese humano y ser un simple comandante, como tú y yo?


 - Porque el humano del que estamos hablando es nada menos que el almirante James T. Kirk, y el puesto en cuestión le permitirá seguir trabajando junto a Khan, su... - aquí Bazthum se mordió el labio y tragó saliva antes de terminar la frase pronunciando aquella palabra. - Su R'uustai.


        Ne'mah detuvo sus pasos y volvió el rostro para mirar a los ojos grises de su compañera. ¿Había oído bien? ¿Acaso el general Klaa de la noble casa de Mogh, cuyo padre, el difunto general Chang, estuvo a punto de alzarse victorioso en su rebelión convirtiéndose en emperador de todo Kronos, de no ser porque el propio Kirk acabó desbaratando sus planes y enviándolo a Rura Penthe, el planeta prisión donde él mismo se dio muerte por medio del ritual de Hegh'bat... *(ceremonia de suicidio klingon) había podido hacer algo así de irreverente? ¡Inaudito! ¿El general Klaa, el orgulloso hijo adoptivo del honorable canciller Korrd, había perdido acaso toda conciencia de sus sagrados orígenes, todo respeto por sus nobles ancestros, y había osado tomar como R'usstai al sobrehumano Khan Noonien Singh, un engendro fabricado en un laboratorio por los humanos en el pasado?


 - No es posible... ¡Bazthum! - La romulana no daba crédito. - ¿Tu esposo y ese... ese espécimen por fortuna único en el universo... son “hermanos”?


 - Como tú y yo, mi r'uustai. Tampoco tú perteneces a la raza klingon. - Le recordó avanzando unos pasos y girándose para esperarla.


 - No lo dices en serio, no es lo mismo. - Ne'mah negaba una y otra vez sacudiendo la cabeza al caminar, su lisa melena azabache ondeaba con gracia en el aire a cada paso. La mirada firme y clara de su amiga le hizo dudar por un instante. - Al menos yo soy una guerrera romulana, nuestra unión fue natural al estar ambas al servicio de las emperatrices T'rak y Azetbur... ¡Ellas dos se unieron primero! Y desde entonces muchos klingons y romulanos se han convertido en hermanos.


        Ambas se situaron junto a las puertas automáticas, la sala del transportador estaba al otro lado. Ne'mah también modificó su fáser, antes de entrar miró de nuevo a su mejor amiga y asintió.


 - ¡Señoras, no disparen... parece una vulcana al servicio de La Flota! - Rogó el soldado romulano interponiendo su cuerpo entre los cañones de ambas comandantes y el de aquella belleza que yacía indefensa detrás de él.


 - Vulcana o romulana, pero sí... lleva una insignia de piloto en la solapa del uniforme. - Murmuró Bazthum acercándose a la extraña con cautela, sin bajar el arma.


 - Y su sangre es verde, está herida en el brazo aunque no parece grave. - Añadió el soldado mirando a su superior, Ne'mah. - Mi comandante, la mujer no despierta...


          Al posar sus ojos sobre aquella inesperada invitada sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral. La frente pálida bajo los rizos negros, cabellos de obsidiana que brillaban desparramados alrededor de aquella cabeza pequeña y perfecta; los pómulos marcados destacando una boca con forma de corazón que prometía destilar miel si era besada... Ne'mah no había notado el soplo de Afrodita en su nuca pero sí la necesidad imperiosa de posar los labios sobre aquellos que no podía dejar de admirar. Se arrodilló junto a Amy y la besó. Cándida, pura, enamorada. La vulcana abrió los párpados y el azul de su mirada le cayó encima como una cascada de aguas cristalinas.


 - Nombre y rango, piloto. - Requirió Bazthum algo desconcertada por lo que acababa de verle hacer a su r'uustai.


         Amy se desperezó estirando los brazos, quejándose con un gemido al sentir la herida superficial en el izquierdo, pero sonriendo al notar el recuerdo de un cosquilleo reciente en los labios. La boca torcida y los ojos azules resultaban familiares.


 - Comandante Amanda Kirk, piloto de La Flota Estelar, número de serie 836-9812C... ¿Pueden decirme dónde estoy? - Preguntó como regresando de un largo sueño, completamente aturdida y desorientada, apretando en su mano derecha la fíbula con forma de trisquel que siempre le había traído buena suerte.


 - ¡Kirk! - Exclamó la klingon echándose a reír. - ¡Cómo no! Tienes los ojos de tu padre, querida. Yo soy la comandante Bazthum, esposa del general Klaa de la casa de Mogh, seguro que has oído hablar de mí. Conozco a tus padres y a tus dos... ¿t'hy'la?


 - ¡Sé quién eres, gracias! - Un rubor verdoso pintó sus mejillas de porcelana, de pronto parecía sentirse incómoda. - ¿Hay algún médico a bordo, Bazthum? Mi brazo...


        La comandante klingon se echó a reír de nuevo. La Cazadora sí que estaba desorientada si pensaba que se encontraban en una nave. Cuando supo que se hallaba en el planeta Rómulo, nada menos que en el palacio del antiguo emperador, actual sede del Alto Consejo Romulano, Amy se quedó boquiabierta. Bazthum hizo que el soldado fuera a advertir al galeno que le llegaría una paciente y, ofreciendo su mano, la ayudó a levantarse.


 - Vamos, querida. He oído en la radio subespacial que llevas unos días desaparecida, toda la Federación te anda buscando a pesar de que tu padre ha ordenado expresamente a La Flota que se mantenga a la espera. - Ne'mah... “Aquí Bazthum llamando a Ne'mah... ¿me recibes? Cambio.” - Bromeó al ver su cara de sorpresa.


 - Acabo de enterarme de que partirás a la Tierra alejándote de tu hermana para siempre, dejándome sola... y sigo sin comprender cómo tu esposo puede aceptar trabajar para el hombre que indirectamente acabó con la vida de su padre... ¡De no ser por James Kirk hoy Klaa sería príncipe de Kronos! Y de repente, por alguna oscura arte de magia que los sistemas de teletransportación no han podido detectar, su hija va y aparece de la nada en palacio... ¡Amanda Kirk, La Cazadora, ni más ni menos! ¿Cómo no quieres que me quede sin palabras, Bazthum? Esto es... es... ¿cómo se dice en tu lengua? DuHbe'! *(imposible, en klingon)


 - Oh, sí... Imposible es uno de mis nombres. - Amy se sujetaba el brazo izquierdo mientras le clavaba su mirada azul, le dolía a rabiar y necesitaba urgentemente ver al médico. - ¿Nos acompaña usted, almirante Ne'mah?


        La romulana pareció gemir ante aquella solicitud. Desde el primer momento no le había quitado ojo de encima. Se dispuso a seguirla por el corredor camino de las dependencias del galeno.


 - ¿Cuántos nombres tienes? - Preguntó curiosa bebiendo el aire tras aquellos cabellos negros. - Sólo has dicho dos, los que ya conocía: Amanda Kirk. ¿Cómo es tu nombre completo?


 - Es largo... - Farfulló agarrando la mano de Bazthum, cada paso que daba le reportaba un fuerte pinchazo en la herida.


 - ¡Te exijo que me digas tu nombre! - Gritó la comandante en una inexplicable salida de tono que sorprendió más a su hermana que a la inesperada visita.


 - ¡Amanda Winona Nirshtoryehat S'chn T'gai Kirk! - Respondió igual de ruda que la romulana, apretando entre sus dedos los de la klingon de ojos grises, tan peculiares entre los de su raza. - ¿Dónde vive ese galeno tuyo, Bazthum? ¿En Aldebarán?


 - Estamos llegando, aguanta un poco más. - Le dijo con voz suave y sosteniéndola de la cintura para ayudarla a caminar.


        Ne'mah, al ver la mano de su hermana tan cerca de las armoniosas curvas que eran el exquisito trasero de Amy, perdió el control de sí misma por segunda vez aquella noche y empujó a su r'uustai haciéndola a un lado. Ella era quien estaba al mando en Rómulo, si alguien debía asistir a la recién llegada sería ella misma.


          Bazthum conocía muy bien a Ne'mah, no en vano era su hermana guerrera desde hacía años, su forma de mirar y sostener a La Cazadora no le dio la impresión de ser en absoluto amistosa. Parecía poseerla con cada vistazo, desnudándola mentalmente a cada segundo, perdida en su exuberante belleza sin remisión, como si una ardiente pasión hacia la hija del almirante Kirk estuviera a punto de estallar en su costado, allá donde latía con fuerza un acelerado corazón... La klingon rió entre dientes asistiendo al nacimiento de aquella historia de amor. Porque puede que Amanda Kirk aún no lo supiera pero, seamos francos, ¿existe algo más obstinado y terco que una romulana enamorada? Ne'mah no se detendría hasta hacerla suya.


 - Creo que me dejaré persuadir por mi esposo y su idea de mudarnos a la Tierra. - Murmuró Bazthum por lo bajo junto a su r'uustai. - Ahora ya no estarás sola, hermana...


 


                                                         La risa de Afrodita, juguetona y alegre, sonaba como un cascabel en contraste con el adusto gruñido que dio Artemisa. Todo había salido bien al final, por lo menos Amy estaba siendo atendida por un médico y a la romulana parecía gustarle mucho su presencia en palacio. Entonces... ¿qué preocupaba a la gemela de Apolo?


 - Volvamos a casa ahora mismo, Afro... ¡ya basta de juegos!


 - Pero si tu protegida aún no ha...


 - ¡Qué! - La interrumpió con brusquedad. - ¿Caído bajo el efecto de alguno de tus hechizos? ¡No habrá soplidos en la nuca para ella, hermanita! Si ha de sentir algo por Ne'mah será de forma natural.


 - Está bien, libre albedrío... - Resopló. - ¿Podemos quedarnos a jugar un ratito con esos guapos soldados romulanos? El que vio llegar a tu niña querida envuelta en la negra nube parecía mono, me recuerda a Spock. ¿Crees que una rubia de ojos azules como yo podría hacerle entrar en Pon Far? - Preguntó coqueta al tiempo que agitaba sus largas pestañas doradas.


 - ¡He dicho que nos vamos a casa! - Artemisa pulsó una de las aspas de la fíbula de su trisquel sujetando a su hermana pequeña del brazo.


 - ¡Siempre tan estirada! - Protestó la de las bellas nalgas frunciendo el ceño y sacando morros.


 - No te comportes así, Afro... - Le regañó la mayor. - Te pones muy fea cuando te enfurruñas.


        La diosa del amor abrió los ojos y la boca con gesto de sorpresa. ¿Fea? ¿Yo? ¡Oh, eso sí que no! Pensó sonriendo feliz y despreocupada como era su costumbre.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Las palabras de Amanda Kirk, La Cazadora, son la letra de la canción "Made Of" de Nause, versionada maravillosamente por Viola Martinsson.


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