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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Cuarto capítulo de esta nueva OVA de EXTRAS, la continuación de T'HY'LA.


Sí, por suerte no se trataba de un ataque cardassiano, sin embargo... ¿a qué se enfrentaban nuestros protagonistas? ¿Qué clase de nave era aquella? La chica color chicle se refirió a ella como “la Nébula” pero... ¿a qué se dedicaba? ¿Quiénes eran sus habitantes, de dónde venían? ¿Serían todos rosas y bobos, como Laila? Nuestra forzada expedición, formada por los cinco miembros de la tripulación del USS Reliant, estaba a punto de hallar respuesta a algunas de estas preguntas...

MOMENTOS EN LA NÉBULA


IV – El cromañón maleducado


 


                                                                     El dueño de aquella voz metálica, un hombre alto y corpulento, cubierto con pieles de los pies a la cabeza, les estaba haciendo señas desde el fondo de la sala de máquinas invitándolos a acompañarle.


 - ¡Bienvenidos a mi nave, la Nébula! - Abriendo los largos brazos mostró orgulloso sus mugrientos dominios. - En otros tiempos la mejor nave de toda esta realidad, la más rápida en el tiempo y el espacio...


          Aquí el tipo hizo una pausa dramática; viendo las indiferentes caras de sus forzosos invitados, decidió seguir hablando sin tanta ceremonia. George y Sam no quitaban ojo a la muchacha rosada, aunque por motivos muy diferentes; al médico le movía la mera curiosidad científica. Demora y Jadzia se miraban el uno a la otra con incredulidad, mientras que Anton parecía estar examinando la complicada maquinaria que se desplegaba a su alrededor. Ninguno de ellos ponía demasiado interés en las palabras de aquel espécimen con el estilismo de un hombre de las cavernas.


 - Sí, ha vivido días mejores, lo sé... - Suspiró admitiendo el lamentable estado de su nave con cierta tristeza en la voz metálica. - ¡Pero por eso habéis venido! ¿Cuál de vosotros es el Chekov? - Preguntó con súbita alegría dando una palmada y frotándose las manos.


 - Los rotores están prácticamente quemados, las conducciones de energía deterioradas, los niveladores encajados, inútiles... - Anton iba enumerando todo lo que observaba en mal estado, hubiese acabado antes nombrando la única cosa que parecía funcionar allí: el motor de cristales de meletio. - Bueno... ¿dónde están las herramientas?


          El gigantón envuelto en pieles hizo una seña a la mujer rosada que, sin perder su estilo de pasitos cortos y rápidos, fue a buscar una caja metálica obviamente demasiado pesada para ella. George acudió a ayudarla de inmediato, arrebatando de sus manos la carga y dejándola a los pies de su primo Anton. A su gesto caballeroso, la mujer correspondió con una de sus artificiales sonrisas; como resultado el rubio se sonrojó.


 - Esto va a llevarme una eternidad... - Murmuró Anton con fastidio al abrir la caja y ver el deplorable aspecto de las herramientas, algunas de las cuales no tenía ni idea de para qué habrían podido servir en sus supuestos días mejores.


 - Tenemos tiempo, no debes preocuparte. ¡Si hay algo de sobra por aquí es Tiempo! - Exclamó el hombretón acercándose al ingeniero con una franca sonrisa. - Usa tu talento, Chekov, no importa lo que tardes. Y puedes pedirme los repuestos que necesites, yo iré a cuándo aún tenía y te los traeré.


 - Pero... ¿de qué habla? - Demora estaba furiosa, aquel hombre no le había hecho ni el más mínimo caso. - ¿Cree que voy a tolerar quedarnos aquí durante..? ¡Años! ¡Pues ni un solo día, cromañón maleducado! Como mucho, por la mañana, regresaremos a la Reliant.


 - Oh, yo pensaba dejarles en el mismo sitio de donde les saqué a sólo un par de minutos de distancia, pero si lo prefieren así les llevaré hasta el amanecer. - Dijo el extraño de voz metálica y aspecto cavernícola. - Por cierto, capitana Sulu... ¿qué es un cromañón?


 - Un gran hombre, como vos. - Respondió Jadzia adelantándose a su capitana que, boquiabierta por la respuesta del irreverente alienígena, no había acertado a decir nada.


 - Un momento... - Sam acababa de sumar dos más dos. - ¿Este cacharro puede viajar en el tiempo? - Se preguntó en voz alta el médico, llevándose las manos a la cintura hasta ponerse en jarras.


 - Estamos en ningún momento, podríamos ir a cualquier momento pero en estas condiciones... - Tras su enigmática explicación, el gigantón saludó con un gesto de su cabeza al klingon mirándolo a los ojos y le sonrió. Le había gustado su forma de dirigirse a él: “un gran hombre”... - Su Chekov tiene trabajo que hacer, comamos algo mientras. ¡Laila! - Gritó el nombre de su sirvienta a pesar de que estaba a su lado y esperó a que le trajera, con sus cortos y presurosos pasos, una silla donde poder sentarse. - Despliega la mesa automática y ve a buscar algo que pueda complacer a mis invitados.


          La esclava pulsó un botón de la pared más cercana y poco a poco surgió, con un buen crujido que ponía los pelos de punta, una tabla que se apoyaba en una sola pata y aún así cojeaba. Después de limpiar el polvo de la mesa con un paño, la sirvienta permaneció inmóvil durante unos segundos. Parecía aguardar órdenes más concretas con sus ojos negros, vacíos de expresión, clavados en los pies del amo.


 - Comida, Laila. Ve ver a Delicias. - Le aclaró éste al fin suspirando con paciencia.


 - ¡Yo te ayudo! - Se ofreció George siguiéndola al ver que les dejaba, en dos zancadas la había alcanzado. - ¿Dónde vamos?


 - A cocinas. Delicias nos dará la comida. - Pasando su cuerpo por el hueco de la puerta vio, contenta, cómo su vestido salía impoluto esta vez. Era más holgado, lo atravesó sin ningún roce. - Por cierto... ¿cuál es tu nombre?


 - George Kirk, encantado. - Se presentó con su sonrisa más seductora, tomando la mano de la chica y llevándosela a los labios para darle un minúsculo beso en el dorso.


 - Tienes extrañas costumbres, George Kirk Encantado. - Murmuró algo atontada por lo que aquel desconocido acababa de hacer.


          El rubio sonrió con su boca retorcida y se ruborizó de nuevo. La chica rosa se dio media vuelta y caminó, con su particular pasito de geisha, hacia las cocinas. En su ingenuidad esperaba que Delicias hubiese preparado algo del agrado de los invitados, de lo contrario el amo se enojaría y eso, para Laila, no era nada bueno. Temía sus berrinches más que a nada en el mundo.


 


                         Entretanto, en la sala de máquinas, Anton ya se había metido en faena. Quitándose la cazadora del uniforme, se remangó las mangas de su jersey rojo y se dispuso a hacer funcionar de nuevo los niveladores. Enseguida estaba pringado de grasa hasta las orejas, dándole vueltas y más vueltas a las enormes tuercas del artefacto alienígena.


 - ¿Puede hacer eso? - Jadzia susurró su pregunta al oído del médico pelirrojo. - Me refiero al trabajo, ¿no es perjudicial para su estado?


 - Está embarazado, no enfermo. - Murmuró Sam entre dientes, el médico no quería que Demora les escuchara.


          En ausencia de sillas, la capitana se había sentado sobre unas cajas justo detrás de ellos, al lado de su extraño anfitrión. Con cara de asombro atendía a sus incomprensibles explicaciones.


 - La Nébula se mueve como ninguna otra nave entre momentos... - El gran hombre cubierto de pieles se pavoneaba en su asiento, había cruzado las piernas y acariciaba con mimo la mugrosa tubería que atravesaba por encima de sus cabezas. - Para que lo entienda, capitana, un espacio cuadrimensional y otro punto cualquiera ya forman un momento.


          A Demora, aquello no le aclaraba nada pero asentía en silencio presa de una rara sensación que, sin saberlo, se estaba adueñando furtivamente de su corazón. ¿Quién diablos era aquel tipo? Parecía humano por su aspecto, al menos no tenía el llamativo color de piel que poseía Laila.


 - ¿De cuánto? - Susurró el klingon dándole un leve codazo en el costado al médico. - ¿De cuánto está embarazado mi novio?


 - ¿No te lo ha dicho? - El doctor se echó a reír, aquello no se lo esperaba. - Podía haber entrado en detalles, ¿tanto le cuesta hablar de ello?


 - No tuvimos tiempo, ya te lo dije. La señal alarma empezó a sonar y... - Jadzia se encogió de hombros y suspiró. - Sólo me contó que está embarazado. Ni siquiera entiendo cómo ha podido pasar algo así...


 - Está de cuatro meses y seis días. ¡Y ha pasado como suelen pasar estas cosas! ¿Tengo que explicarte a estas alturas lo de las flores y las abejas? - Respondió el pelirrojo entre risas y palmeando la espalda de su amigo. Así notó cómo sus ropas se habían secado ya del todo. - Deberíamos sentir calor, el desinfectante se ha evaporado en nada. ¿No te parece raro?


 - Analiza las condiciones ambientales con tu escáner, doctor Freeman-Kirk. - Le sugirió el klingon, quitándose la cazadora de cuero sintético para ocuparse de que su novio no hiciera demasiados esfuerzos. - Deja que yo termine de apretar esas tuercas, mi t'hy'la. - Le susurró quitándole la llave inglesa de las manos.


          Anton le miró sorprendido, mientras trabajaba solía abstraerse de la realidad y verdaderamente le sobresaltó que le hablase desde tan cerca. Sonriendo, permitió que Jadzia presumiera de bíceps y ajustase los tornillos del nivelador al máximo. La vieja melodía de How deep is your love volvía a sonar al unísono en sus cabezas. Esta vez parecía cantada por otro grupo musical, las voces y el ritmo eran distintos.


 - Muy interesante, luego puede discutir con mi hermano pequeño de física cuántica si le parece, es un poco vulcano. - La prepotencia y los modales cavernícolas de aquel tipo, por muy encantador que fuera, estaban sacando de quicio a la capitana Sulu. - Oiga, no me ha dicho aún su nombre, ¿cree que eso es de buena educación?


 - Ah, discúlpeme, capitana... No he tenido últimamente demasiadas oportunidades de mostrar mi buena educación, eso es todo. - El extraño de voz metálica se despojó de una de sus pieles y arropó con ella, por encima de los hombros, a la sorprendida humana. - He descuidado mis modales. ¿No sentirá usted frío, Demora? Puede abrigarse con esto, es de cimbelina auténtica. Un bello animal que habita en Rigel V y que tiene algo en común con usted, pues la cimbelina es tan fiera como hermosa. - Susurró conquistador, la voz metálica se había vuelto rasposa.


 - No... Es... estoy bien, gracias. - Titubeó. Sus mejillas se sonrojaron con aquellas palabras. - Aunque con el uniforme mojado por el desinfectante... - Llevándose las manos al regazo sintió seco el pantalón, eso la desconcertó. - Su nombre, señor. - Le recordó elevando las cejas y el tono, casi en una exigencia.


 - Jambalaya Jones, amo de la Nébula y de todo lo que contiene. - Respondió poniéndose en pie y mostrando su imponente estatura de casi dos metros. - ¿Quiere ver algún momento especial para usted, mientras la despistada de Laila nos trae la comida?


 - ¿Cómo dice? - Demora se levantó y siguió al estrafalario Jambalaya Jones por un largo pasillo. El techo estaba lleno de telarañas que, enredadas entre las mugrientas tuberías cubiertas de polvo, se enganchaban a la piel de la capucha que cubría la cabeza de aquel grandullón. - ¿Ver... un momento, dice?


 - Cualquiera que usted desee, capitana Sulu. ¿Su infancia tal vez? - Tomando la mano de su invitada la llevó a una sala pequeña y redonda. En la penumbra parpadeaba la tenue luz blanca de una consola encendida. Demora se sintió débil entre aquellas manos enormes de cromañón y se soltó, algo azorada. - ¡Acérquese, confíe en mí! La experiencia será de lo más agradable.


          La capitana Sulu se dejó llevar por la curiosidad y entregó su mano de nuevo a Jambalaya, éste la tomó entre sus largos y fuertes dedos acercándola hasta rozar la pantalla del aparato. En contra de lo que había esperado se topó con un tejido blando y esponjoso que, sin ser húmedo, resbalaba a su contacto.


 - ¿Qué es esto? - Susurró atónita, la consola estaba amoldándose a la presión de su mano como si fuese de viscoelástica. Apartando los dedos vio la huella de su palma desdibujándose en segundos. - ¿Cómo ha...?


 - No se retire, capitana. - Jambalaya la obligó a volver a tocar la pantalla. - Y piense en un recuerdo, uno agradable. ¡Su juguete favorito cuando era una niña!


 - No creo que eso pueda... - A su mente vino aquella pelota de colores chillones con la que jugaba cuando tenía tres años. - No creo que eso sirva de nada, pero...


 - Deje que la Nébula la lleve allí, a aquel momento feliz. - El extravagante viajero movió unas palancas junto a la consola y la nave entera pareció agitarse con un gran estruendo.


 - ¿Qué ha sido eso? - Demora tragó saliva algo asustada. La mano de Jambalaya seguía sujetando la suya. - ¿Qué está pasando?


 


(Continuará...)


 


 

Notas finales:

 


Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma. ¿Algún comentario por ahí? Mirad bien en los bolsillos...


 


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