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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Décimo segundo capítulo de esta nueva OVA de EXTRAS, la continuación de T'HY'LA.


    «...Me gusta verte pero te lo repito otra vez, eso no quiere decir que tú signifiques mucho para mí. Así que si te llamo no montes un escándalo, no le cuentes a tus amigos sobre nosotros dos. No estoy enamorado, no, no... es porque... Calla, los chicos grandes no lloran, los chicos grandes no lloran...» - Eric Stewart & Graham Gouldman; 10cc.

MOMENTOS EN LA NÉBULA


XII – Los chicos grandes no lloran


 


                                                        Sam había pasado toda la mañana estudiando a su paciente con aquel artefacto tan especial. Ahora sabía que el momento del parto sería muy delicado, tanto para la salud de Anton como para la del bebé. Pulsó de nuevo el bajorrelieve del hombre de Vitrubio y vio cómo la pantalla de controles se ocultaba otra vez en la piedra. Las tripas le rugían, era hora de despertar a Laila, la muy simple se había quedado dormida en el diván.


 - Vamos, estoy hambriento. - Le dijo sacudiéndola por los hombros. - A ver si Delicias ha preparado algo decente para el almuerzo.


          La mujer rosada se desperezó estirando los brazos por encima de la cabeza, bostezando y lanzando una especie de suspiro agudo que chirrió en los oídos del médico. Sam hizo una mueca mostrando su desagrado.


 - No sé qué narices ve mi primo en ti... - Masculló entre dientes, siguiéndola ya por los laberínticos pasillos de la Nébula camino del comedor.


          Allí le esperaban los demás: Anton secándose la cara con una servilleta bajo la tierna mirada de Jadzia, sentado a su lado, y George mordisqueando un trozo de su panecillo antes de que Delicias apareciese con la comida.


 - No sé por qué no has arreglado ya los dispensadores de papel en el baño, George. - Protestó huraño el ingeniero, dejando la servilleta húmeda en el regazo. - Cada vez que me lavo tengo que hacer una gincana para encontrar algo con qué secarme.


          El comentario hizo reír a Jadzia que, ante una mirada fulminante de los ojos aguamarina de su novio, terminó su carcajada con un carraspeo mal disimulado.


 - Dijimos que no era prioritario... - Farfulló George escupiendo unas migas, el rubio masticaba a dos carrillos.


 - ¡Pues he cambiado de idea! Los quiero listos para esta tarde. - Ordenó Anton con mal humor. - ¿Y tú? ¿Dónde has estado toda la mañana, Sammy? - Le espetó nada más verle llegar.


 - Laila me ha mostrado otro de los prodigios de la Nébula. Veréis... - Comenzó su narración sentándose a la mesa, frente a Jadzia. - Se trata de un artefacto médico con el que he podido examinarte más a fondo que si te hubiera llevado al Hospital General de San Francisco.


 - ¿Has encontrado algo que deba preocuparnos, doctor? - Quiso saber el klingon. Apoyando sobre la mesa las palmas de sus manos, el cuerpo inclinado hacia delante, le clavaba los fieros ojos grises al médico pelirrojo aguardando una respuesta.


 - No por el momento. Aunque... - Sam se mordió el labio inferior, no deseaba inquietar demasiado a su corpulento amigo. - Bueno, ya sabes que tu sangre violeta es muy distinta a la nuestra. Tu hijo la lleva en su interior.


 - Es un klingon, como yo. - Afirmó Jadzia echándose atrás en la silla, llenándola por completo con orgullo de padre. - Po'tajg! *(bien hecho, klingon) – Pareció decirse a sí mismo.


 - En su mayor parte, sí... - Murmuró Sam. - Nacerá seguramente con las características de tu raza.


 - ¡Huy, qué mono! - Exclamó Anton de repente ilusionado, olvidando su mal humor al rozar con las yemas de sus dedos las marcas que Jadzia tenía en la frente. - Vamos a tener un klingon... un hermoso klingon pequeñito...


          Su sonrisa era el sol y ese día estaba amaneciendo bastante tarde, Anton se había comportado de un modo horrible toda la mañana. Jadzia tomó a su estrella de la cintura, inclinándose sobre él le besó amorosamente delante de todos los presentes. Los acordes de la vieja y ñoña canción de los Bee Gees volvían a sonar en sus cabezas. A George se le pusieron los ojos en blanco y soltó un buen bufido poniéndolo todo perdido de migas.


 - Ya están otra vez... - Comentó el rubio por lo bajo con fastidio, dándole un buen bocado a su panecillo.


 - El problema con la sangre roja y la violeta, es que están basadas en metales muy diferentes. - Sam obviaba la pantomima que se desarrollaba delante de sus narices, estaba demasiado centrado en las funestas posibilidades que aquella circunstancia podía traer en un futuro. - Su mezcla sería peligrosa. - Murmuró cabizbajo.


 - ¿Qué quieres decir? ¿Cómo de peligrosa? - George abandonó el pan a un lado y, estirando su largo brazo por encima de la mesa, tomó a su primo pelirrojo del cuello del jersey. - ¡Sam...! - Le dijo con tono amenazante, apremiándole a responder.


 - La sangre de Anton y la del bebé circulan por separado en su vientre... ¡Y así es como debe ser! ¡Enano, suelta de una vez! - Levantó la voz intentando deshacerse de la manaza de su primo. Anton y Jadzia habían empezado a mirarle con cierto pavor en los ojos. - Tranquilos... ¡No pasará nada! Cuando llegue el momento de la cesárea no permitiré que eso suceda.


 - Será inevitable por mucho cuidado que pongas. - Anton se había llevado las manos al vientre, sujetando entre ambas el fruto de su amor por Jadzia. - Habrá transferencia...


 - Lo impediré. - Le interrumpió Sam con rotundidad. - ¡Sé cómo hacerlo! Cuento con la ayuda de Tuvok, ya le he comentado el caso y estará encantado de ayudarte a traer al mundo a tu hijo. Es el que mejor conoce tu herencia vulcana. ¡Además está el suero que mi padre fabricó con la sangre de Khan! No dejaremos que...


 - ¿Que mi hijo me mate? - La voz de Anton tembló a punto de quebrarse, se había echado a llorar. - ¡Lo sabía, esta cosa va a acabar conmigo!


 - ¿Y si sucede? - Jadzia parecía asustado, no dejaba de mirar al médico aguardando la temida respuesta. - Si la sangre klingon del bebé se mezclase con la de Anton... ¿qué ocurriría?


 - Tal vez... tendrías que elegir, Jadzia. - Sam se dio cuenta de lo horrible que habían sonado aquellas palabras, de inmediato soltó una risa nerviosa que alivió la tensión. - ¡Oh vamos! ¡Es sólo una hipótesis! No permitiremos que eso ocurra, todo el equipo médico del Hospital General estará a tu disposición y mi padre es el cirujano jefe... ¡Hasta el abuelo Bones intervendrá si es necesario!


 - Elegir... - Murmuró George dejándose caer derrotado sobre el respaldo de su asiento.


          Los ojos azules del rubio Kirk se zambulleron en los grises de Jadzia, ambos negaron con la cabeza. Si había que tomar una decisión así, si el klingon tenía que elegir entre la vida de Anton y la del bebé... Ninguno de los dos parecía estar dispuesto a admitir semejante disyuntiva.


 - Sé que mi novio estará en las mejores manos, Sam, las tuyas. Confío plenamente en ti como médico. - El klingon tragó saliva y sonrió al tiempo que echaba el brazo sobre los hombros de su pareja. Por el momento no podían hacer otra cosa que abandonarse a los designios de los dioses y rezar para que todo fuese bien. - Viajaremos a casa. Allí es donde debe nacer nuestro pequeño, Anton.


          El ingeniero se dejaba abrazar por Jadzia, no podía decir palabra, las lágrimas le caían a plomo por las mejillas y sentía un nudo atravesado en la garganta.


 - ¡Eso por descontado! - La voz de Demora vibró en sus oídos con un ligero eco metálico. De la mano de Jambalaya Jones se aproximaba a la mesa del comedor, seguidos por Delicias que empujaba un carrito con el almuerzo. - En cuanto volvamos a la USS Reliant firmaré las órdenes de traslado: los tres regresaréis a la Tierra.


          Laila soltó una risita aguda cuando Anton pasó de enjugarse la cara con la servilleta, a sonarse la nariz con ella produciendo un gran estruendo. Jadzia acariciaba la espalda de su novio con delicadeza, procurando ocultar a sus ojos la mueca de repugnancia por la asquerosidad que acababa de verle hacer.


 - Cuando dices los tres... te refieres a Sam, Anton y Jadzia, ¿verdad? - George comprobó, en la boca muda y entreabierta de su capitana, que estaba en lo cierto en su suposición. - Si me disculpáis... - Añadió levantándose violentamente de su silla, arrastrándola hacia atrás de una patada. - He perdido el apetito, iré a arreglar los dispensadores de papel del cuarto de baño. ¿O prefieres secadores de aire, Jambalaya? Podría instalarlos, así no tendrías que preocuparte por cargar repuestos...


          El rubio se alejó dando grandes zancadas por el pasillo sin esperar respuesta a sus preguntas. Delicias tuvo que apartarse de su camino, ni él ni su carro de comidas eran obstáculo para un hombre de semejante envergadura. Una vieja canción sonaba en la cabeza de George mientras se distanciaba de todos, y lo haría una y otra vez, repitiéndose a sí mismo que él no estaba enamorado, que los chicos grandes no lloran a no ser que estén embarazados.


 - ¿Pero qué lavaflie le ha picado? - Preguntó Demora extrañándose de la actitud de su oficial científico.


 - Si le dejas en la Reliant, enviándonos a mí, a Sam y a Jadzia de vuelta a casa... - Anton aún estaba asustado por lo que el médico había dicho antes, apenas podía pensar con claridad. - Transferencia... - Bisbiseó apartándose a un lado para que Delicias pudiera servirle el plato.


 - La separación es siempre algo doloroso, capitana Sulu. - Murmuró su anfitrión con su voz metálica, comprendiendo perfectamente la reacción del rubio.


 - Ya has oído a Sam, mi t'hy'la. - Le dijo Jadzia utilizando el vínculo en privado. - Todo saldrá bien, los médicos de tu familia cuidarán de ti en San Francisco.


          Un incómodo silencio se había adueñado del comedor, los seis se miraban unos a otros sin decir palabra mientras Delicias dejaba una fuente humeante sobre la mesa.


 - Capitana Sulu, podrías enviarle a tu Tierra junto al Chekov, el médico de cabellos rojos y el hombre marcado. - Laila se servía de aquella fuente un caldo con albóndigas de una carne sospechosa, vertiendo un buen cucharón en su plato. - George Kirk Encantado estará encantado si lo haces así. ¡Un momento! ¿Encantado? - De pronto cayó en la cuenta de que aquél no debía ser su tercer nombre: nadie más que ella le llamaba así.


 - ¿Qué hay para comer los humanos? - Sam, obviando el descubrimiento que la mente “brillante” de la alienígena rosada acababa de realizar, arqueó las cejas destapando su plato para ver el contenido. - Nada de embriones, espero...


 - No para los invitados. - Delicias hizo una profunda reverencia antes de retirarse. - ¡La comida está servida, amo! - Añadió a voz en cuello desde la puerta, propinando un buen taconazo contra el suelo como era su costumbre.


 - Gracias, cocinero. - Jambalaya agarró una zanahoria del plato de Sam y le dio un buen mordisco lanzándole una mirada desafiante. - Cómete tus vegetales, doctor rojo. Ya decidiremos quién va y a dónde más tarde, en otro momento. - Remató con su aura de misterio habitual.        


          Demora le miró de reojo, sin ser vista. El flequillo negro hacía las veces de cortina delante de su rostro y ocultaba sus ojos rasgados. ¿Acaso no era ella la capitana? ¿Qué era eso de que ya decidirían? El señor Jones volvía a comportarse como si fuese el amo allí, tan paternalista con todos, algo que verdaderamente la sacaba de quicio.


          Al otro lado de la mesa, a la alienígena de color rosa no parecía importarle demasiado si George acabaría partiendo hacia la Tierra o regresando a su nave, la Reliant; ella seguía comiendo sus bolitas de carne sospechosa como si tal cosa. Sin embargo Jambalaya se entretenía mascando la zanahoria con parsimonia, pensando en sus cosas y dejando que el guiso se enfriara en la fuente colocada sobre el centro de la mesa.


 


(Continuará...)


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


   George instala los secadores de aire en el cuarto de baño. Mientras atornilla el aparato a la pared silba distraído una melodía, empezando a cantar casi sin darse cuenta...


 - No estoy enamorado, no no... es porque... Uh, tendrás que esperar mucho tiempo por mí...


Y queda un episodio para terminar esta OVA.


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