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EXTRAS por KeepKhanAndKlingOn

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Notas del capitulo:

Pavel Andreievich Chekov siempre ha vivido en su propio mundo. Ya sea por su “especial” forma de ser o por sus “peligrosas” habilidades telepáticas, el genio se relaciona con los demás a su modo. En su intento por proteger a todos es capaz de aislarse e incluso, en ocasiones, de rechazar a aquellos a los que ama. Afortunadamente, con el paso de los años, ha aprendido la lección: la familia es la mejor protección y el amor la más indestructible de las murallas.

LA MURALLA DE CHEKOV


 


 - La ciencia es pura. Y tú también lo eres, Pavel. - Apretándolo contra su pecho le dio el más cálido abrazo de oso que le había dado nunca.


     El ruso se dejó envolver por aquel gran hombre al que admiraba y cuyo consejo había ido a buscar. Sin embargo lo que le dijo no resolvía su problema.


          Llevaba más de un año involucrado en aquel proyecto. Todo su tiempo y energía volcados en lograr su propósito: la nueva interfaz que estaba creando permitiría desarrollar infinidad de aplicaciones que salvarían muchas vidas en el espacio... aunque también podría implementar la construcción de armamento de alta potencia. Bien pensado, el genio tenía el mismo dilema en el que se ha debatido siempre la humanidad.


 - ¿Crees que el cavernícola que inventó la rueda se paró a pensar en si algún día aquello podría acabar atropellando a un hombre?


 - Lo dudo, más que nada porque el conssepto coche no estaba en su vocabulario.


 - Está bien, algo más cercano para que lo entiendas mejor... ¿Y el descubridor de los rayos Bertod, Pavel? ¿Acaso dejó de publicar sus teorías cuando vio que lo mismo que tienen capacidades curativas, pueden desintegrar un cuerpo en cuestión de segundos?


 - ¿Te refieres a Nikolai Bertkov, mi compatriota? - Preguntó arqueando las cejas.


 - ¡Nicolas Bertod, Pavel! ¡El tipo era belga, no ruso! - Scotty elevó el tono, su amigo le estaba sacando de quicio. - ¿Por qué crees que se llaman así los rayos? ¡Bertod, Pavel... BER-TOD!


 - De todos modos el cavernícola que inventó la rueda debió nasser muy sserca de San Petersburgo...


     Dándose la media vuelta ocultó una risa a su amigo, la expresión tensa en el rostro de Scott cuando le venía con sus patrióticas patrañas siempre le había hecho gracia. El escocés no se lo tomaba nada bien. Aún recordaba la bronca por aquella vez que le dijo que el whisky escocés lo había inventado una abuelita de Minsk.


 - ¡Ah, Pavel! Tú y tus payasadas... - Sonaba algo desalentado a su espalda. - El asunto es que no debes abandonar este proyecto, amigo mío, sólo porque te asusten las consecuencias que pueda llegar a provocar si cae en malas manos.


 - En malas manos... - Repitió en un murmullo girándose de nuevo para mirar a Scott. Parecía algo asustado.


 - De momento eso no debe preocuparte. - Sonrió dándole una palmada en el hombro. - Jim es el Gran Jefazo en inteligencia y Spock en lo que refiere al departamento de ciencias de la Flota, ninguno de ellos permitiría que tu trabajo se utilizase con fines ilícitos.


 - ¿Y qué entienden los militares por ilíssito? - Los ojos aguamarina estaban abiertos de par en par, clavados en los de su colega ingeniero.


 - Déjalo ahí, no le des más vueltas. ¿Te quedas a comer? Nyota ha hecho un asado, te encanta... - Sonreía tratando de cambiar de tema, la mirada del ruso se había vuelto demasiado penetrante.


     Pavel simplemente estaba observando, por primera vez con suma atención, aquellas manchas grises y marrones en los iris verde-azulados de su amigo. Tantos años de conocerse y era ahora cuando venía a darse cuenta de que Scott poseía heterocromía sectorial.


 - ¿Es congénita, Scotty? - Le consultó. - Tienes manchas de distinto color en los iris. La mía se debe al disparo en la cabessa... - Dijo señalando la gota marrón en su ojo izquierdo.


 - Lo sé, yo estaba allí. A Jim también se le quedó una, de color gris oscuro, rodeando la pupila del ojo que casi perdió. - Scotty se rascó la cabeza. - Bueno, éstas siempre han sido mías. Soy un poco mutante.


 - Formas parte de un exclusivo uno por ssiento de la espessie humana... - Murmuró con su voz quebradiza. - ¡Asado! - Exclamó de golpe dándose la vuelta para correr descalzo hacia la cocina de Nyota.


          Como siempre, nada más llegar a casa de los Scott, Pavel se había quitado los zapatos. Su amiga le recibió con un sonoro beso en la mejilla y dándole a probar la salsa.


- - -


AQUELLA NOCHE


 


                                        Spock paseaba a su lado por el residencial con las manos enlazadas a la espalda. Habían salido a caminar un rato tras la cena, el ruso seguía silencioso y ensimismado, necesitaba conocer la opinión del más sensato de todos... como consideraba al vulcano, pero le estaba costando horrores plantear el problema.


 - Spock, ¿conosses el famoso cuento ruso de la lechera? - Preguntó rompiendo la armonía de la tranquila noche californiana.


 - Pavel, no todos los cuentos famosos son rusos. - Respondió cargado de paciencia.


 - Pedro y el lobo sí.


 - Ése sí. ¿Por qué me preguntas por “La lechera”?


 - Bueno, ella se puso a pensar en lo que le depararía el futuro y, descuidando el presente, el cántaro cayó de su cabessa y se rompió en pedassos. - Resumió con las manos en los bolsillos. - A vesses me siento un poco así.


 - ¿Como el cántaro? - Malinterpretó Spock.


 - Niet! *(no) ¡Como la lechera! - Exclamó lanzando una irritada mirada al abuelo de su hijo. - No hago más que pensar en todas las posibles aplicassiones de mi interfáss y la mayoría de ellas no me gustan, claro que es elucubrar pero... ¡no quiero acabar siendo recordado por la Historia como el inventor del arma más destrusstiva del Universo!


 - Comprendo. Y temes que si agitas la cabeza el recipiente se caiga y la leche acabe desparramada por el suelo.


 - Ahora estaba hablando de mi proyessto, Spock... no del cuento. - Dijo con cierto tono de resignación.


 - Pavel, necesitamos esa interfaz. Los cardasianos se han convertido en una amenaza para la Federación y tus avances significarían salvar miles de vidas en la frontera. - Su tono era pausado y tranquilo, como siempre, apenas un leve tic en su mandíbula dejaba ver que el asunto le preocupaba.


 - O acabar con millones, según se mire. - Remató doblando la esquina para entrar a su casa. - Por sierto, ¿sabías que Scotty tiene heterocromía sesstorial congénita? He almorssado con él y Nyota, el asado estaba buenísimo. ¿Crees que pueda ser indissio de alguna enfermedad hereditaria, como el síndrome de Waardenburg o la enfermedad de Hirschsprung?


 - No, Leonard me lo dijo, le examinó hace muchos años ya. Scott está bien, simplemente sus ojos son algo especiales. - Frunciendo los labios esperó antes de preguntar. - ¿Qué te ha aconsejado el limpiacristales sobre tus dudas, Pavel? Si has almorzado con él, seguramente le habrás consultado su opinión.


 - Me ha dicho que la ssiensia es pura... - Sacando el labio inferior volvió a encoger los hombros. - Y que yo también lo soy. Buenas noches, Spock. - Se despidió acercándose a la puerta.


 - Hasta mañana, Pavel. Que duermas bien. - Le deseó el vulcano. Aunque algo le decía que al ruso le iba a costar conciliar el sueño.


- - -


ALGO MÁS TARDE


 


                                        Estaba preocupado, no podía ocultarlo. Aquel tic en su barbilla le delataba. Jim y Bones se ocuparon de atraparle en el sofá chester y aplicar ciertas torturas habituales para sonsacarle el motivo.


 - Es Pavel. - Claudicó al final. Los besos de Jim en su cuello y los tironcitos que McCoy le daba en la punta de la oreja, le hicieron rendirse. - Su interfaz. Teme que acabe por convertirse en un arma, Jim.


 - Se usará para las defensas de los puestos fronterizos, ya lo sabe. - El rubio se puso en pie, nervioso empezó a caminar de un lado a otro en el salón. - ¿Qué está tramando mi niño? ¿Te ha dicho algo? ¿Va a abandonar el proyecto?


 - Espero que no lo haga. - Respondió su marido con voz grave.


 - ¡Oh, vamos! ¡Estamos hablando de Pavel, el mismo que asegura que el Edén estaba a las afueras de Moscú! - Bones cruzó una pierna sobre la otra echándose hacia atrás en el sofá. - Está chiflado, como se le meta algo en la cabeza... no terminará el trabajo si cree posible que acabe convirtiéndose en un arma. Ya le habéis oído mil veces: “¡Yo no fabrico armas!”


 - Sí, suele repetirlo. - Spock ladeó la cabeza hasta apoyarla sobre el hombro del médico, éste le pasó el brazo por encima.


 - Y hace bien, la verdad. ¡Ya bastante destrucción hay en el mundo! - Remató McCoy volviendo a echar mano de la orejita picuda de su amante.


 - Tendríamos que hablar con él... - Jim seguía en su ir y venir, las manos batiendo el aire a su paso, señalando a Spock con su dedo índice. - Tú ya has hablado. ¿Qué le has dicho? ¿Le has recordado el peligro cardasiano? - Vio a Spock asentir y se acercó un par de pasos. - ¿Y qué te ha dicho él?


 - Fue a pedirle consejo a Scott esta mañana. Yo... solamente le he recordado que necesitamos su proyecto.


 - ¿Scotty...? Bien. - Afirmó girándose de nuevo, dando grandes pasos hacia la pared del recibidor. - Seguramente él le habrá recomendado que siga adelante, no tiene nada que temer mientras tú y yo estemos al mando.


 - Pavel no se va a detener ahí y lo sabes, su imaginación alterada es capaz de ir mucho más allá. - Bones se entretenía ahora en pellizcar con suavidad el lóbulo de Spock. - Si se le mete en su cabezota rusa abandonar... olvídate de esa dichosa interfaz.


 - Meterse en su cabeza... ¡Eso es! Khan, él podrá hacer algo. - Pensando en voz alta se acercó a la puerta. - Iré a hablar con él.


 - Son las doce de la noche, tal-kam. *(querido) - Le recordó Spock.


 - Es mejor atajar cuanto antes todo este maldito asunto. - Contestó Jim resuelto a hablar con su yerno en ese mismo momento.


 - Podrías esperar a mañana. - Insistió prudente el vulcano, aunque su sa-telsu *(esposo) ya había cruzado el umbral.


 - Bah, déjale ir y vamos a la cama tú y yo... - Susurró McCoy con voz ronca, hacía rato que ocultaba algo duro en la entrepierna, las orejas de Spock le provocaban aquel efecto.


- - -


HORAS DESPUÉS


 


                                        Tras haber tenido que atender a Jim en su despacho hasta bien tarde, Khan subía las escaleras cansado y bastante consternado. Esta vez su suegro no sólo le había pedido que espiase los pensamientos de su marido, sino que le había llegado a ordenar que le convenciera para no dejar sus trabajos con la interfaz.


 - Jim, eso es demasiado. - Su voz sonó grave, hablaba muy en serio. - Pavel hará lo que deba hacer, yo no puedo...


 - ¡Sí puedes, eres su esposo! - Le interrumpió Jim alterado. - Tienes que persuadirle, ya sabes, hay tácticas...


 - La última vez que intenté un chantaje emocional con él, acabó acostándose con Kevin Riley. - Murmuró apartando la vista de la cara de su superior.


 - ¿Cómo dices? - Jim se acercó más a la mesa.


 - Nada, cosas nuestras. - Respondió evasivo.


 - No me importa cómo lo hagas, Khan. Sólo ocúpate de que nuestro Pavel no abandone el condenado proyecto. - Revolviéndose en la silla miró de reojo al sobrehumano. - ¿Riley? ¿En serio?


 - Hace años de eso. - Dijo poniendo los ojos en blanco y soltando un bufido.


          Ahora acababa de entrar al dormitorio donde le vio medio desnudo, durmiendo con la boca abierta sobre la almohada, poniéndolo todo perdido de babas. Sulu le desenredaba con mucho cuidado los rizos de la nuca, él aún seguía despierto.


 - ¿Qué quería Jim? - Susurró el japonés al verle en la puerta.


 - Trabajo... - Khan meneó la cabeza con gesto de tedio, quitándose la ropa se dispuso a meterse en la cama.


 - Ven aquí, violeta mía... - Musitó levantando el brazo izquierdo para hacerle un hueco a su lado.


     Acurrucado sobre el pecho de su amante contemplaba dormir a su esposo al otro lado, pensando en cómo afrontar la situación. Mañana tantearé el terreno y actuaré según vea, conforme a los deseos de Jim. Se dijo a sí mismo intentando conciliar el sueño. No le resultó complicado, la mano de Sulu le acariciaba la espalda y eso siempre le relajaba.


 - Aishiteru, anata. *(te amo, cariño) – Musitó antes de quedarse dormido.


- - -


ESA MADRUGADA


 


                                        Se agitaba intranquilo, debatiéndose en pesadillas que su propia mente generaba, buscando desesperado la salida de aquel mundo irreal y premonitorio.


 - Todos los soldaditos van a la guerra... - La voz femenina le era muy familiar. - ¡Guerra, muerte, destrucción!


 - ¿Carol? ¿Eres tú?


      La rubia aparecía envuelta en una sábana blanca manchada de sangre, era la imagen del horror y se acercaba a él cada vez más, apuntándole con su dedo acusador.


 - El soldadito Pavel Chekov... Millares de vidas sesgadas gracias a tu obra.


 - Niet! *(no) - Llegó a murmurar entre dientes.


 - ¡Tú tienes la culpa, soldado!


 - Niet! Niet! Pozhaluysta! *(por favor) – Gritó incorporándose de golpe en la cama.


 - ¡Pasha! Tranquilo, estoy aquí...


     Era Sulu, abrazándolo desde atrás como solía hacer. El japonés se había despertado con un sobresalto por la pesadilla de su rosa.


 - Niet! ¡No lo haré! - Seguía gritando, sacudido por la angustia de su sueño. - Yo no soy un soldadito... niet!


 - Pavel... - La voz de Khan desde el otro lado le llegaba amortiguada, en un susurro. El moreno se había pegado a la espalda de Sulu. - No grites, vas a despertar al niño.


 - ¡Yo no fabrico armas! - Chilló aún más fuerte hasta quebrar su voz.


      Levantándose de un salto se deshizo del agarre del japonés y salió disparado hacia el sótano.


 - Anata, tenemos que detenerle... - Khan le perseguía ya. - Avisa a Spock, que venga rápido.


 - ¿“Papa”? - Anton asomaba por la puerta de su habitación alarmado ante tanto grito y carreras por las escaleras.


 - Ven conmigo, vamos a buscar a sa'mekh'al. *(abuelo, en vulcano) – Tomando al pequeño en brazos, Sulu cargó con él hasta la casa de Jim.


          Serían las cuatro de la mañana, a Bones no le sentó nada bien que el japonés les sacase de la cama porque al idiota de Pavel le había dado uno de sus ataques. Cargó un hipospray con un fuerte sedante, el doble de una dosis normal, y siguió a Spock hacia el sótano del ruso: si el vulcano no podía tranquilizarlo con sus palabras, él conseguiría dejarlo grogui. Jim y Sulu les acompañaban, Anton no se soltaba de la mano del japonés.


 - No puedes destruirla, Pavel. Piensa en todo el esfuerzo que te ha llevado...


     Khan procuraba controlar su fuerza sobrehumana al mismo tiempo que intentaba parar a su marido.


 - ¡Déjame! - Protestaba él sacudiéndose de su brazo, intentando llegar hasta la consola para borrar todo lo que había conseguido con la interfaz. - ¡Sé bien lo que he de hassser!


 - Pavel, has tenido una pesadilla, ¿no es eso? - Spock se le acercaba con cuidado, sin quitar el ojo de encima a las manos del ruso, conocía bien de lo que era capaz con un solo gesto. - ¿Quieres que hablemos de ello? Podrías dejarme entrar en tu mente, como otras veces. Sabes que puedo ayudarte.


 - Aléjate de mi cabessa, Spock. - Le advirtió amenazándole con la mirada. - Salid todos de aquí ahora mismo, tengo trabajo que hasser.


 - ¿Quieres eliminarlo todo? ¿Te has vuelto loco? - Gritó Jim visiblemente alterado.


 - ¡Baja esa mano, Pasha! - Sulu notó que su rosa estaba a punto de sacar sus espinas. - ¡Ni se te ocurra usar tu telequinesia!


 - ¿Podemos subir al salón y hablar de esto con calma? - Spock seguía intentando la vía conciliadora.


 - Mi sueño me lo ha enviado Cassandra, la sasserdotisa de Apolo. Usando la imagen de Carol me ha advertido de lo que sussedería si termino la interfáss... ¡Millones de muertes con las que no estoy dispuesto a cargar en mi conssienssia!


 - ¿Carol? - Jim no daba crédito. - ¿Qué coño tiene que ver la loca de mi ex con todo esto?


 - Ella siempre lo ha dicho: los soldados sólo buscan ganar sus guerras, teñirse de sangre, salir visstoriosos... ¡Dominar! - Estaba fuera de sí, retrocediendo ante el avance de los cinco hombres que trataban de detenerle.


 - Voy a pincharle, sujétalo Jim. - Bones se adelantó con el sedante, empezaba a cansarse de la situación.


     Fue un manotazo, un gesto inconsciente, incontrolado. Pavel usó su poder para arrebatar el hipospray de las manos del médico y acabar estrellándolo contra la pared. Bones se quedó boquiabierto y se apartó colocándose detrás de Jim.


 - ¡Pavel! - Gritó. - ¿Puedes meterte las puñeteras manos en los bolsillos?


 - Es un pantalón de pijama, Bonssy, no tiene bolsillos... - Observó Jim.


 - Sigo pensando que deberíamos subir y hablar con calma del asunto. - Insistió Spock.


 - Sí, moy muzh, *(esposo mío) hablemos arriba.


     Khan había llegado hasta él, cogiendo su mano con ternura inició el desfile por las escaleras hacia el salón. Spock y Sulu les seguían, detrás Jim y Bones. Nadie se dio cuenta de que alguien se había quedado atrás, en el sótano, haciéndose el remolón.


          Unos días atrás, Anton había bajado a buscar a su “papa” para el almuerzo y viéndole atareado en su trabajo le preguntó qué estaba haciendo.


 - Moy syn, *(hijo mío) ven aquí que te enseñe... - Cogiendo al pequeño en brazos le mostró en tres dimensiones un gráfico bastante avanzado de lo que sería su nueva interfaz. - La estoy diseñando, ¿ves esto de aquí? Permitirá transformar las señales generadas por un aparato en señales comprensibles por otro. Sé que te paresserá algo muy básico...


 - ¿Como un traductor universal? Hemos visto cómo funcionan en la escuela.


 - … pero es algo aplicable a muchos usos, entre ellos controlar las defensas en los puestos fronterissos que es para lo que tus abuelos la quieren. - Mirando al niño a los ojos vio que no sólo parecía interesado en el tema sino que lo estaba en realidad. - Si una base se ve atacada, las otras lo sabrán de inmediato y podrán enviar refuerssos.


 - También podría usarse al revés. - Comentó Anton inocentemente. - Para atacar al enemigo e impedir que sus defensas funcionen.


 - Sí, ése es el problema, moya prekrasnaya syn *(mi precioso niño) que, como todo en este mundo, paresse tener también un lado malo. - Cayendo en la cuenta de lo preciso que había sido su razonamiento, se asombró una vez más de lo inteligente que era. - Yebát, *(joder) Anton! ¡Sólo tienes siete años! ¿Cómo eres tan listo?


 - ¡Me viene de familia! - Rió revolviéndose entre los brazos de su padre, saltando al suelo antes de que sufriera uno de sus ataques de cariño y lo matase a besos y cosquillas. - ¿Vas a venir de una vez? Sulu dice que la comida se enfría. ¡No pienses más en el lado malo de las cosas, “papa”! Total... siempre va a haber un lado malo.


 - Da, *(sí) en eso tienes rassón. - Pavel apagó el simulador y subió las escaleras detrás de su hijo.


          Ahora Anton pulsaba unos botones y la interfaz se desplegó en su holograma tridimensional, llenando todo el sótano con brillantes luces y complejas formas azuladas. Con sus ojos aguamarina abiertos de par en par, el niño, repleto de curiosidad científica y deseando ayudar a su “papa” con su problema, movió ésta y aquella pieza del complicado entramado como si de un pleenok *(puzzle vulcano) se tratara. Así estuvo dándole vueltas al trabajo de Pavel, que en su mente no era más que un traductor de señales, hasta que logró su propósito. Una vez satisfecho con el resultado, corrió escaleras arriba para comunicar a sus padres y a sus abuelos que ya estaba todo arreglado y que lo había hecho él solito.


 - ¡Espera, no puedes hablar en serio! - Protestaba Jim con su boca retorcida en una grotesca sonrisa. - ¿Crees de verdad que tu pesadilla ha sido un sueño premonitorio enviado por Cassandra?


 - Da! *(sí) ¡Y no es el primero que tengo! - Aseguró Pavel. - Deberías estar agradessido a la sasserdotisa, si no fuera por ella hoy Bones no estaría aquí... - Se le escapó.


 - ¡Pavel! - Le interrumpió Khan con brusquedad. - Dijimos que no hablaríamos de eso.


 - Yebát! *(joder) Isviní, *(perdón) no quería...


 - ¡Lo sabía! - Exclamó McCoy. - Me tiraste a la piscina, Khan... la noche que se os llevó la Nave Oscura y Anton fue concebido. ¿Qué habría pasado, eh? ¿Debí morir entonces? ¿Significa eso que ahora estoy viviendo “de prestado”?


 - Nadie vive de prestado, t'hy'la. Todo tiene su tiempo. - Respondió Spock intentando zanjar el asunto.


 - Y el Tláloc, Jim. También supe que fallaría por un sueño que me enviaron los dioses. - Pavel estaba desesperado, anhelaba que su falimilia comprendiese por qué debía destruir su trabajo. - ¡No voy a permitir que la interfáss se convierta en un arma!


 - ¡Porque tú no fabricas armas! - Gritó Bones. - ¿Y la Chekov?


 - ¡Es una nave! - Respondió Pavel con enojo.


 - ¡Es un caza! - Espetó McCoy. - ¿Sabes cuántos romulanos han muerto bajo sus disparos?


 - ¿Te refieres al Tal'Shiar? - Preguntó el ruso con forzado cinismo.


 - ¡Cierto, se me había olvidado que ellos eran los malos! - Bones seguía siendo el maestro del sarcasmo, eso estaba claro. - Ahora ese puesto lo ocupan los cardasianos. Dime Pavel, ¿cuál es la diferencia? ¿No llegaron a enviarte tus dioses una visión de tu bonita nave sesgando vidas en el cuadrante Delta?


     Se miraban el uno al otro con auténtica ira en los ojos, un silencio incómodo se hizo a su alrededor. Hacía rato que Jim, Sulu, Khan y Spock permanecían callados ante aquel enfrentamiento. Una vocecilla suspendió lo que iba a ser el “aguijonazo final” del médico.


 - Ya no es necesario que borres tu trabajo, “papa”. - Anton se mostraba orgulloso ante su familia, con su pijama de ositos y una radiante sonrisa bajo los rizos castaños parecía un verdadero querubín. - ¡Yo lo he arreglado!


 - ¿Que tú has hecho qué? - Jim le interrogó sujetándolo por los brazos, arrodillado delante de su nieto. - Anton, mi preciosidad, dime que no te has cargado el proyecto de tu padre, por favor...


 - He invertido la polaridad de la señal, “papa”, adosándole un protocolo de desactivación en caso de ser utilizada, como te dije, para atacar al enemigo impidiendo que sus defensas funcionasen. - Tras la larguísima y complicada frase, el niño simplemente se encogió de hombros y, volviendo a mirar a su dedushka, *(abuelo, en ruso) sonrió. - ¿Queréis probarla?


 - Moya malen'kaya oshibka... *(bichito mío) – Pavel le sonreía lleno de admiración por su criatura. - ¡Vamos a ver lo que el genio de moy syn *(mi hijo) ha hecho!


- - -


A MILES DE PARSECS DE DISTANCIA, EN UNA NAVE OSCURA Y MISTERIOSA


 


 - Hecho está. - Confirmó Cassandra saliendo de la sala de la clepsidra. - Anton se ha ocupado de todo, tal como dijiste, mi señor.


 - Bien, sólo queda asegurarse de que Aquiles le encuentre en el momento adecuado. - Apolo sonreía con satisfacción, orgulloso de su brillante descendencia. - ¿Te harás cargo, Cassie? - Rodeaba su cintura con el brazo mientras la acompañaba por el pasillo hasta el puente de mando.


 - Dalo por descontado, todo irá bien esta vez. - Le aseguró la de los ojos violeta.


          En su ir y venir por el espacio, la Pantheion se acercaba ahora al Olimpo, donde Zeus y los demás dioses les esperaban para celebrar aquel pequeño triunfo.        


      Misión cumplida, una vez más. “La Muralla de Chekov”, como sería conocida a partir de aquel día, estaba lista para llevar a cabo su importante labor. Miles de vidas serían salvadas gracias a su instalación en la frontera cardasiana, entre ellas las de una familia muy especial que pronto viajaría a la Tierra desde HarOs: la compuesta por el general Klaa, su esposa, la comandante Bazthum y su primogénito, el pequeño Jadzia, junto con su hermana menor.


      Cassandra solo tenía que esperar unos cuantos años más, pacientemente, para hacer que Afrodita y Eros soplasen su aliento sobre la superficie del viejo reloj de agua. En el hogar de los dioses el tiempo se le pasaría volando, ya estaba deseando hartarse de ambrosía y brindar con la copa, llena de néctar a rebosar, por el futuro tan prometedor que le aguardaba a Anton Sarek Singh Chekov: el co-inventor de la interfaz.


 

Notas finales:

Lesek t'hyle, dif-tor heh smusma.


Hoy, dos de noviembre, he cometido un error garrafal a la hora de actualizar el fic, el resultado es que todo fue eliminado. La memoria caché del navegador no me ha permitido rescatar los comentarios a este capítulo. Lo lamento.


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