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Linaje de Fuego por Yoshi Nanami

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Notas del capitulo:

Disclaimer: Naruto y sus respectivos personajes no me pertenecen, sino a Masashi Kishimoto. [«El que destruyó y pisoteó sin compasión mi Final Feliz Yaoi »]

Prólogo:

Colores

 

Caminó con sus débiles y huesudas piernitas por el lugar con pasos torpes y temerosos. Escuchaba el sonido de su respiración irregular, y en realidad eso era lo único que podía oír. Todo estaba en una horrorosa calma que lo desesperaba.

Alzó con esfuerzo sus brazos completamente extendidos y con ellos tanteó en la densa oscuridad pero fue en vano, ya que no logran tocar nada. Era como una enorme habitación cerrada, sin ventanas, sin puertas, nada más que la oscuridad de compañía.

De repente sus pies se resbalaron con algo y cayó al suelo en un sordo golpe. Al instante el dolor se extendió por su cuerpo: las rodillas, manos y frente le ardían con intensidad. Con lentitud se reincorporó y sentó en el frío suelo de cemento, levantó su mano y se tocó la frente, por donde sintió bajar un líquido.

«Sangre...» pensó asustado.

Su piel se sentía pegajosa pero igualmente encogió sus piernas, puso sus rodillas contra su pecho y se quedó allí, quieto, con los ojos abiertos esperando ver algo y atento a cualquier sonido.

No supo cuantos minutos u horas pasaron pero su cuerpo se sentía cansado sin siquiera haber hecho nada: sus músculos y extremidades entumecidas.

«Por qué, por qué, por qué...» Se repetía una y otra vez  interiormente. Cerró los ojos intentado contener las amargas lágrimas. « ¿Qué ocurre?» Una sola lágrima cayó por su mejilla y él con un movimiento brusco la secó.

Pero sabía que no podía quedarse allí a llorar y a lamentarse en la oscuridad, nadie lo iba a buscar y mucho menos a encontrar. No quería permanecer en ese lugar en el que podía escuchar su propio corazón latir con fuerza, mucha fuerza: “Bum, bum, bum, bum” Y permanecer allí hasta, hasta...

Inspiró aire profundamente y empezó a moverse con gateos dudosos. En sus palmas y rodillas se enterraron pequeñas piedritas, pero estaba tan concentrado en buscar una salida que no le dolió.

Al gatear un par de metros sintió un agudo dolor en la cabeza al chocar contra una superficie dura. Con energías renovadas se levantó y lo tocó, era rectangular, liso y frío.

En el mismo instante el temor lo invadió al escuchar un chasquido y al instante una fuerte luz lo cegó. Cerró los ojos y esperó. Entre abrió uno y esperó a que se acostumbrara a la claridad para después hacer lo mismo con el otro.

Miró la cosa rectangular con la que había chocado y quedó absorto.

—Espejo... —su voz salió patosa y ronca, frunció el ceño y pensó: «Pero sí yo nunca he visto y no me han hablado de un espejo, ¿Cómo sé que se llama así?»

Se acercó temeroso y se miró. Su cuerpo era pequeño y flaco; sus ropas andrajosas, sucias y roídas; su cabello revuelto, largo, tieso y grasoso.

Y entonces reparó en algo. Estaba cubierto de sangre, completamente empapado de una sangre oscura. Y sintió un profundo miedo, miedo de sí mismo.

«Este no soy yo, no soy yo, no, no...»

Rápidamente se dio la vuelta con tal de no ver su reflejo, pero al hacerlo enmunició, porque delante de él habían muchos cuerpos de niños pequeños y grandes y muchos bebés, muchos, muchos con expresiones de horror y ojos vacíos, sin vida.

Un intenso pitido se escuchó en su oído: “Pííííííí...” Su mente se encontraba en blanco y a la vez saturada de tantos pensamientos. Alzó las manos y se las miró, llenas de sangre, magulladas.

Solo atinó a abrir la boca y gritar, pero solo salió un jadeo entrecortado por no usarla en mucho tiempo. Su voz fue en aumento hasta que llego gritar como nunca antes lo había hecho, tanto que no reconoció su voz aniñada en la silenciosa habitación.

Cerró los ojos fuertemente, sintió su cuerpo ser tragado, envuelto, y el frío le caló los huesos. Al abrirlos se encontró con una densa y cristalina agua rodeándolo, era como estar sumergido en una piscina.

La escasez de aire le produjo desesperación e instintivamente abrió la boca, buscando oxígeno. Pero al hacerlo una gran cantidad de agua se introdujo en ésta. Llenándole con rapidez los pulmones.

Intentó nadar hacia arriba, hacia la superficie y anhelada luz del sol, pero su cuerpo no respondía. Poco a poco fue cerrando los ojos, viendo todo borroso y en el último momento de caer en la inconsciencia, escuchó un grito.

— ¡Vive!

 

[...]

Los pasajeros de los vuelos uno, dos, tres, cuatro y cinco con destino a Japón, por favor, vayan hacia la puerta Díez y a su respectiva fila para ingresar al avión. Reitero: los pasajeros...

Naruto despertó con un sobresalto al escuchar la voz femenina. Su exaltación era evidente pues la expresión de su rostro y cuerpo lo delataba. Se movió y los huesos de su cuerpo crujieron en protesta por la incómoda posición.

Miró a su alrededor y comprobó que se encontraba en la sala de espera del aeropuerto. El holograma de una guapa mujer rubia anunciaba con voz fuerte y extrañamente cautivadora en diferentes idiomas donde encontrar sus filas.

«Ah, como odio esas cosas y nunca me voy a acostumbrar a verlas» pensó al ver varios hologramas de distintas mujeres y hombres esparcidos por la habitación. Y lo que todos tenían en común eran las perfectas sonrisas en sus perfectas caras, con sus perfectos trajes y perfectos cabellos en distintas tonalidades pero todas llevaban a un mismo color, rubio. Lo único diferente que tenían los hologramas entre ellos eran el color y tamaño de sus ojos. Cuando ella se desplazaba se veían pequeños detalles de error, aunque ni se notaban. Pasaban desapercibidos como humanos.

Varias personas pasaban por delante de él, absortos en sus pensamientos y obedeciendo las ordenes de la locutora con prisas. Se pasó las manos por sus sudorosos cabellos, se sentía agotado.

Algo desorientado, se levantó y cogió su maleta que flotaba en aire, sin hacer ningún ruido. No era pesada y muy grande a comparación con la de las otras personas. Sólo llevaba lo esencial para sobrevivir en un país desconocido: ropa, calzado, computadora, utensilios para el aseo personal y sobre todo dinero.

Había comprado un apartamento por internet, la renta se adaptaba justo a su salario. Quedaba en un barrio tranquilo y estaba en el último piso, justamente el más grande. Había ahorrado y trabajado mucho para ello.

— ¿Qué fila es para el vuelo cinco a Japón, Holograma?—preguntó la aburrida voz de un hombre detrás de él.

Naruto, soltando una maldición entre dientes, se dio vuelta. Se encontró con la cara de un hombre de treinta y tantos años. Su cabellos rojizos y engomado por gel se le pegaba a la cabeza, sus ojos pequeños y juntos le daban una mirada intimidante. Además de su musculosa estructura.

—Te equivocas, no soy un Holograma.

El hombre abrió un poco los ojos con sorpresa, lo escaneó rápidamente, vio su maleta al costado y apretón los labios.

—Bien, lo siento. —y sin más se fue hacia un Holograma verdadero.

Él se quedó un momento parado, bajo su vista y repasó su ropa: unos pantalones negros de tela, zapatillas del mismo color que pasaban desapercibidas como zapatos y un suéter azul. Miró a un Holograma varón y se dio cuenta de que sus ropas eran similares, bien, muy similares.

«Bueno, ¿y qué? Yo no sabía que se vestían de negro para abajo y azul para arriba. Joder, y no es la primera vez que la gente se ha equivocado. Mira el lado positivo, te tomaron por Don Perfecto».

Siguió a la gente hasta hacer la fila, se separó un poco para ver el largo de ésta. De sus labios salió un suspiro. Odiaba esperar. Él, por lo general, era un chico con mucha azúcar en las venas. Menos mal que ya había pasado la parte más estresante: mostrar toda su documentación, revisar su maleta y el peso; los perros de aspecto siniestro pasando por su lado olfateándolo para comprobar si llevaba drogas, cosa que no. Hacer fila, hasta que finalmente lo despecharon a una sala donde tuvo que esperar la hora de su vuelo.

A hora solo tenía que esperar para entrar al avión. Poco a poco fue acercándose a una gran puerta de vidrio. Un tirón en su brazo lo saco de sus divagaciones y, con curiosidad, bajo la mirada hasta toparse con una pequeña niña asiática. Su cabello negro, liso y corto rodeaba su redonda carita.

Hola, ¿y tú mamá?— Naruto le sonrió y ella lo observó con intensidad, sin responderle. Miro hacia los lados, sin saber qué hacer. ¿Esa niña se había perdido? Carraspeó e intento hablarle en japonés: — Hola, ¿y tú mamá? ¿Estás perdida?

—Tu cabello es lindo, es amarillo. Tus ojos son lindos, son azules. Tu sonrisa es linda, es iluminadora. Tú eres lindo, eres un ángel.

Él la miró, dudoso. ¿Por qué razón esa niña de cuatro años decía esas cosas? Se agachó, no sin dificultad por los pantalones, a la altura de ella y la vio alisarse su pequeño vestido negro con vuelitos, meticulosamente. 

—Ehm... yo, gracias. Pero dime, ¿Dónde están tus pap...

— ¡Por fin te encontré! —se acercó una señora asiática con rapidez y la tomó entre sus brazos. La repasó con la mirada para ver si se encontraba bien, y ya satisfecha, la bajo—. ¿¡Dónde te había ido!? Estaba muy preocupada y no tenía ni idea de dónde estabas.

—No te preocupes, mami. Estaba con mi ángel.

La señora desvió su mirada hacia a Naruto con curiosidad, y él todavía agachado, se levantó. Lo examinó rápidamente con suspicacia hasta que su mirada se suavizó.

—Hm, siento mucho la escena. Pero te agradezco de corazón por haber encontrado a mi hija.

«Más bien ella me encontró a mí», pensó para sus adentros. Y escuchó como ella seguía hablando con fluidez.

—Pero estábamos en la fila, se puso a hablar sobre ángeles y de un momento a otro ya no estab... — se interrumpió al ver la cara del salvador de su hija—. Oh, lo siento, nuevamente. Puede que no entiendas lo que estoy hablando y yo aquí lo sigo haciendo.

—No, no, si la entiendo. —se apresuró a decir—. Es que me tomó por sorpresa.

—Bueno, pero le reitero, muchas gracias. Que te vaya bien. —tomo la pequeña mano de su hija, que lo seguía viendo fijamente—. Vamos, vamos, no lo mires de esa forma y despídete.

—Adiós...

La señora y la niña se fueron rápidamente hacia atrás de la fila, y Naruto confundido, se las quedo viendo.

Casi sin darse cuenta pasó las puertas de vidrio y entró al enorme avión. Con concentración empezó a buscar su asiento. Quedaba a un costado, hacia el lado del pasillo. Dejó su maleta guardada y se sentó en los acolchonados asientos. Había comprado un boleto en clase turista, aunque con el dinero juntado le alcanzaba en clase alta pero prefirió ahorrar.

Se apoyó en el respaldar y miró a su alrededor, casi todas las personas tenían rasgos asiáticos: un niño chillaba estruendosamente y su madre tenía las cejas fruncidas sin hacerle caso. Otro joven se encontraba absorto en una computadora portátil y sus dedos hacían “Pic, Pic, Pic” al presionar las letras con prisa. Un caballero de edad dormía con la boca abierta y de ésta salían desagradables ronquidos. Otro niño comía cereales con la boca llena y abierta, haciendo ruido insoportable. Y una pareja se besaba con lujuria, escuchando el sonido húmedo de sus besos.

Sus ojos celestes se dirigieron de un lado hacia el otro, con nerviosismo e inquietud. Su cabeza empezó a palpitar ya que escuchaba los sonidos con demasiada claridad, tanto que le aterraba. Sin poder evitar se pasó bruscamente la mano por sus rubios cabellos, cerro con fuerza sus ojos y eso le recordó su extraño sueño: «El espejo... Sangre, mucha sangre... Niños, bebés... Muerte... Dolor, Desesperación... Agua, mucha agua roja... Roja como la sangre... Roja como yo, como mi alma...»

Su respiración se volvió trabajosa y rápida: las personas hablan, reían, comían, respiraban y tragaban saliva muy fuerte. Presionó sus sienes y apretó sus dientes. Un fuerte sonido empezó a escuchar es sus oídos: “Pííííí”

Disculpe, ¿Se encuentra usted bien?

Abrió los ojos de golpe y bajó sus manos. Miró a la azafata con confusión y parpadeó al entender el idioma, estaba hablando inglés.

Eh, s-sí.

Bien, ¿quiere un vaso de agua?

No, gracias. —dijo nervioso. La azafata lo miró una vez más con desconfianza y fijeza, apreciando su rostro, luego hizo amago de abrir la boca pero la cerró y siguió su camino con prisas.

Naruto soltó el aire que retuvo inconscientemente. «Sólo era un ataque de pánico». Se convenció y de su bolsillo sacó un frasco, lo abrió con manos temblorosas y se echó a la boca una cápsula de color verde. Su sabor era amargo e hizo una mueca de disgusto, ahora mismo le serviría el vaso con agua.

Por favor, todos los pasajeros colocarse el cinturón de seguridad para el despegue. —anunció la voz de un hombre por los parlantes.

«Seguramente el capitán o un Holograma» pensó sin demasiado interés e hizo caso. Observó a las azafatas caminar apresuradamente por el avión, con sus faldas de tubo de color negro apretadas a sus piernas, su blusa blanca con un chaleco azul encima, igual de apretado que la falda. Y recordó a las hormigas cuando le destruían su casa, corriendo histéricas y ciegas. Sin saber qué hacer.

De repente algo lo sacó de sus pensamientos, una profunda mirada en su nuca. Con disimulo, giró su cabeza y se encontró con la mirada de la anterior azafata clavada en él. Se miraron directamente un par de segundos y Naruto aprovechó para observar su cara. Cabello café oscuro, atado en un moño pegado a la cabeza, sin ningún mechón suelto. Piel blanca y ojos...

“Píííí”. Se agarró la cabeza con brusquedad y se echó hacia delante, con el torso pegado a sus muslos. Sin poder evitarlo cerró los ojos y apretó la mandíbula de dolor, mucho dolor.

«Tranquilo, tranquilo... Piensa en otra cosa, momentos felices. Mamá y Papá». Inspiró aire con dificultad por la nariz y se sumió en sus recuerdos. Su padre alzándolo por los aires, su eterna sonrisa y su mirada amable. Ese día fue espera especial, un día de verano, con el cielo despejado y azulado, la brisa del viento y el calor. Ese día habían ido al campo, cerca de un gran río de aguas profundas y claras. Su padre le había enseñado a nadar y su madre se reía de alegría mientras lo llamaba para que fueran a comer sandía, una rica, fría y jugosa sandía. Se habían ocultado del sol en las sombras de un gran árbol a comer, sus padres reían y hacían gestos graciosos, se miraban con amor y le acariciaban la mejilla. En ese entonces el sueño empezó a hacer mella en él, cerró los ojos con cansancio y lo último que vio fue las caras de sus padres, alegres y en lo más profundo de sus ojos, preocupación.

Joven, ¿Qué le sucede? —preguntó el anciano sentado al lado suyo, precisamente al lado de la pequeña ventana circular.

Naruto reprimió el salto y se tocó las mejillas, estaban secas, sin lágrimas y se felicitó mentalmente. Se sentó bien, miró al anciano de rasgos asiáticos, tenía una muy mala pronunciación en inglés.

Ah, nada... Lo siento por lo de antes. —le sonrió con vergüenza y se pasó la mano por la nuca. El anciano se le quedo mirando un fijamente, sin entender bien el idioma.

¿Le tienes miedo a las alturas, hijo?

—No, no. Es que estaba pensando. —optó por hablar japonés y el rostro del otro se iluminó.

—Oh, ¡habrías dicho antes que sabes hablar japonés! —sonrió—. Se me da muy mal el inglés. Y más encima tengo que venir a Estados Unidos por mis hijos...

— ¿Viven aquí?

—Sí, mi hija se quiso mudar para acá con su esposo y mi nieto. Y yo los vengo a visitar cuando ellos no pueden ir hacia Japón.

Naruto rió al es escuchar las lamentaciones del hombre, sin saber qué decir.

—Por cierto, mi nombre es Naruto.

—Como el Naruto del Ramen, ¿no? —el de cabellos rubios asintió—. Pensé que eras estadounidense.

—La verdad que es sí, lo soy. Pero por algún motivo mis padres decidieron ponerme así. —su voz tuvo un tinte de tristeza y suspicacia. «No me ha dicho su nombre, puede que se le haya olvidado presentarse»

—Oh, ¿Y qué vas a ir hacer allá en Japón?

Naruto se revolvió incómodo en el asiento y lo miró a los ojos, todavía sin perder la sonrisa.

—Yo...voy a ir a la Universidad y quiero estudiar allí. Además me sirve para salir del país. —miró detrás del anciano, por la ventanilla, y vio el cielo con nubes negras. Ya se encontraban en el aire y ni se había dado cuenta.

Con el avance de la tecnología, muchas cosas habían cambiado. Una de estas fueron los aviones, ya no hacían ruido al despegar, ni usaban tanto combustible. Ahora se usa el aire, el motor funcionaba como los pulmones. Entra aire, se retiene y pasa oxigenando el corazón, y cuerpo, para después votar el aire usado.

Su cuerpo se relajó y observo hacia su alrededor, algunas personas dormitaban, otras hablaban e incluso comían. Con su conciencia y extremidades adormecidas, se dispuso a dormir con lo que quedaba del viaje.

— ¿Cuántos años tienes, Naruto?

La pregunta lo tomó por sorpresa, abrió los ojos y enfocó con dificultad al hombre que lo observaba fijamente, tanto que lo incomodó. Cosa rara ya que el era una persona que miraba fijamente y vice-versa, pero aquella mirada era diferente.

—Diecinueve...

Y en el fondo de su mente le asaltó un lúgubre pensamiento: «Hace doce años murió mi padre y dos años después le siguió mi madre...». Se metió las manos a los bolsillos y apretó con mucha fuerza el pequeño frasco para luego sumirse en un intranquilo sueño.

 

[...]

 

C o n t i n u a r á

Notas finales:

¿Juguemos?: El título del Prólogo es Colores, los siguientes capítulos tendrán algún color específico de título. ¿Se animan a adivinar el próximo? Es muy fácil, se nombra mucho en este capítulo.

He aquí final del Prólogo. Lo siento mucho por la laaarga tardanza, pero he de decirles que tenía este capítulo escrito desde hace tiempo y no me convencía; lo he re escribido un montón de veces, tantas que ya ni me acuerdo el total de números.

Dejando mis escusas de lado, ¿Les gustó? Espero que sí. Mil gracias a los que comentaron, son unos amores. Despuès respondo sus mensajes.

¿Un comentario para Nanami?

¡Besos de Patito!

 

 

 

¿Sabías qué?

El Nombre Naruto, proviene de un ingrediente del Ramen, compuesto por una especie de pescado en espiral rosa en el medio. 

Y el apellido, Uzumaki, se podría traducir literalmente por Remolino. Piensen en la cantidad de espirales que aparecen en el Anime: la vestimenta de Naruto o en las líneas que proporciona el Zorro de las Nueve Colas al ser liberado.


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