Ancient Egipt

Seth Kaiba miró el grupo de gente reunida en el gran salón. Todos comían sentados en los almohadones de finas telas traídas de oriente. Él se sentaba frente al gran muro donde se narraba la historia de la dinastía que jamás moriría, los descendientes directos de Ra.

Se sentía feliz. A sus veintidós años era el más aplaudido de los faraones en la historia. Su padre había muerto cuando él solo tenía doce y no recordaba mucho de ese hombre. Muchas personas intentaron desviarlo del mal camino pero él solo confiaba en una. Su mirada era suave y su voz como la brisa. Siempre había cuidado de él gentilmente y era la única persona que conocía el lado amable del hijo de Ra. Era descendiente de una noble estirpe de sacerdotes y su nombre evocaba a la luna de la que guardaba sacerdocio. Era Yukito Tsukishiro.

Seth miró al irreverente esclavo como si saliera de un agujero en la pared.

-Tú eres mi esclavo ahora y harás lo que yo diga—dijo el faraón al mismo tiempo sorprendido por la rebeldía del otro.

-¡En tus sueños, idiota mal nacido!—dijo el rubio caminando hacia el aletargado Seth que había bebido un poco demasiado en su cumpleaños.

Yukito propuso esto a su faraón—Yo entrenaré a su esclavo para que le sirva con propiedad—

¡Has lo que quieras pero que no moleste!—dijo el Faraón de mal talante comiendo unas uvas que alguien mantenía sobre su cabeza mientras dormitaba en un diván.

¡Atragántate!—le gritó de pronto el rubio que estaba con el ceño fruncido al lado del sacerdote pues hablaban de él como si fuera un perro maleducado.

Atencion

cap con fuerte contenido sexual

osea lemon

personas no adictas a esta parte del yaoi por favor no lean

personas pervers enfermas que les gusta un seto dominante y un Joey sumiso aun en contra de su voluntad

pasen y lean

Yukito le fue dando instrucciones mientras los días pasaban y en las mañanas Joey servía a su faraón en su baño. Cuando los demás los dejaban solos se acercaba a la piscina y el castaño lo halaba al agua y ambos estaban juntos por al menos media hora hasta que el ojos azules debía retirarse a sus deberes.

Ese día el castaño no lo llamó a la piscina porque tenía asuntos de estado muy temprano. Joseph se sentía algo nervioso y triste de que el otro no le hubiera llamado. Sentía cierta congoja y nerviosismo y su maestro lo notó.

Lo obligó a recostarse mientras él mismo se recostaba sobre él—Tú no tienes el poder de rechazarme. Si te ordeno que te entregues a alguien más será tu deber hacerlo—le dijo.

Puede que lo sea pero no lo haré—dijo el ojos mieles.

No me dijiste nada—le recriminó el esclavo al supremo monarca del alto y bajo Egipto después de entrar en su recámara y este lo miró como no pudiendo creer que alguien le hablara con ese tono.

Yukito y Joey tenían un viaje de una semana por delante en las abrasadoras arenas del Sahara discurría gran parte de su viaje. Desde que partieran el peligris vio esa cara triste y esa actitud desanimada en el rubio. Sabía exactamente porque estaba así. Tsukishiro era una de las personas más perceptivas que existían excepto cuando de él mismo se trataba pues se relacionaba con una baja autoestima el que no pudiera creer que seres como el faraón le tuvieran aprecio realmente.

Cuando Toya escuchó el pedido que había hecho ese sacerdote contestó--¡Déjenlo si es lo que quiere!—

Pero señor—dijo el hombre de rodillas ante él.

Había demasiadas cosas que preocupaban a Yukito pero no podía expresarlas en su posición. Nisiquiera había transcurrido un día desde su captura y ya se hallaba ansioso. Sus sacerdotes también le miraban de vez en vez con miradas preocupadas mientras él intentaba llenar su vida con buenas proezas. Temiendo el fin de su cautividad.

Cuando vio a Joseph acercarse su resquemores se aliviaron un tanto y lo abrazó preguntando si todo se hallaba bien.

¿Pieza de intercambio?—preguntó Yukito.

Asula pasó a relatar—Nuestro querido jeque estuvo comprometido con una doncella por mucho tiempo pero hace poco ella le fue arrebatada por los egipcios por lo que no es de extrañar su aversión por ustedes. Al saber de la presencia del bienamado sacerdote de Isis y amigo cercano del Faraón en esa caravana a nuestro señor se le ocurrió la idea de capturarlo para así hacer que nos devolvieran a su prometida.

Esa noche el sacerdote dormía en su tienda celda. Pasarían unos días en esas tierras que le pertenecían al jeque esperando que los mensajeros enviados con el faraón volvieran con una respuesta.

De pronto Yukito tuvo la sensación de que algo se deslizaba por su vientre y despertó sobresaltado para encontrar unos labios sobre los suyos.

Mi señor—dijo uno de los ex sacerdotes de Isis que era esclavo ahora bajo el mando de Toya pero que no olvidaba sus deberes con su legítimo amo—Los días van pasando y…--

¡Lo sé!—le contestó el aturdido peligris que tenia que lidiar con lo sucedido en su tienda la noche anterior además de eso y luego le contaron que ese hombre se llevó a Joseph. No podía hablar con el jeque luego de aquel momento en que sintió sus brazos rodearle.

Toya estaba perdiendo hombres al montón mientras ese hombre alado con la cara del sacerdote les asestaba con sus mortales flechas.

El pelinegro le apuntó con su arco pero al mirar a su objetivo no pudo dispararle. Tuvo que aceptar para si que era porque si lo hacía dañaría a la persona que portaba a tan malvado espíritu. Ahora sabía uno de los secretos de ese culto que adoraba a la luna. Su sumo sacerdote no solo era el encargado de los ritos sino que llevaba dentro de si un arma oculta contra los demás pueblos que si se desbordaba como en ese momento podía dañar tanto a aliados como a enemigos.

Estaba atado en un poste. Los de la caravana le habían dicho que los llevarían por la noche hasta El Cairo donde el esclavo sería devuelto y el prisionero puesto a disposición de este que quizás decidiría arrebatarle la vida pues ya no tenía valor, o tal vez sería vendido en el mercado de esclavos.

El cuerpo del sacerdote ardía bajo sus manos. Si alguien le hubiera dicho que haría esas cosas con un hombre unos días antes lo hubiera dejado eunuco pero ahora sentía como todo él reaccionaba al tacto de la piel del otro, oír sus gemidos, sus ruegos pasitos sobre su oído despertaron su cuerpo de una manera nunca concebida.

Toya se agarraba la cabeza preocupado cuando el sirviente le dijo—Veo que le importa él—el jeque lo miró—Si nadie se enterara de lo sucedido él no pasaría por ningún mal—

¿Estás diciendo que lo encubrirás?—preguntó sorprendido el tuareg.

8 años más tarde.

Tebas. Capital de Egipto.

¿Qué hace este tipo aquí?—dijo el Faraón una vez la impresión se le fuera.

Le dije que el centurión Joseph Wheeler es uno de nuestros hombres más importantes. Es uno de mis centuriones más activos—mencionó el tribuno.

Joseph aspiró la brisa nocturna y como un gato se estiró antes de levantarse, miró hacia la entrada hacia los pasillos externos del palacio, sus ojos perdieron el brillo al pensar quien estaba adentro pero no podía evitarlo por siempre. Al menos cuando terminara esa noche ya no volvería a verlo—Debemos volver o el tribuno Cayo Silvio y Markus se enojarán con nosotros—dijo con algo de pesadez.

Asula lo miró de lado. Sabía que algo había pasado pero no era momento para hablarlo. Por su parte él también tenía mucho en que pensar luego de ver al ojos café. Todo recayó de nuevo en él una vez.

Joseph despertó con el alma quebrada y el cuerpo cansado. Despertó con todas las sensaciones que él le dejara, su marca y su olor. Aunque no quería admitirlo su cuerpo todo lo extrañaba horrores aunque su cabeza no le permitiera perdonarlo su corazón estaba lleno de una insipiente satisfacción porque él dormía a su lado.

Tendrás que dejarme ir y lo sabes—dijo el ojos mieles sin levantar la voz o los ojos antes de que el otro hablara para que le abrieran la puerta desde el otro lado. Seth medio se giró para verlo—No sé que inventaste pero ellos no se quedarán tan tranquilos sabiéndonos perdidos, el tribuno y Mark…--

Joseph estaba bajando de una peligrosa cornisa, sabía que más abajo se encontraban los calabozos del palacio. Llevaba una cortina a modo de manto para que no divisaran su rostro una vez entrara dentro. No era posible el escape interno sin armar alboroto y además quería llevar a Asula con él.

Él estaba atado ante él, de rodillas en el piso mientras sus ojos le miraban con vehemente rebeldía, como el primer día, como el día en que se conocieron y que no entendía la importancia de su nuevo amo, pero ahora era distinto porque él lo sabía.

La verdad el faraón tiene razón, eres bastante grosero—contestó el de la máscara pero se adivinaba tras ella una sonrisa confiada por su tono al hablar.

La idea de que esos dos hubieran hablado de él lo ponía de malhumor así que Joey le contestó—Si no te gusta hablar conmigo deberías irte—

Yukito pasaba cerca de donde unos soldados llevaban a rastras a cierto rubio y les ordenó que se detuvieran y le explicaran.

¡Su excelencia!—dijo uno—El faraón ordenó que lo llevaramos lejos de su presencia—

Supongo que tu padre no es malo después de todo—dijo un rato después de que quedaran solos el melado.

¿Qué te hizo pensar eso?—preguntó el chico curioso.

Joseph pensó en varias cosas que lo habían llevado a creerlo—Creo que es la impresión que da—mintió para atenuar lo que creía y las bases de ello por el bien del niño.

¿Dónde se encuentra el faraón?—preguntó Yukito a uno de los guardias y la reticencia que él mostró a responderle puso en alerta al peliplateado.

Seth despertó y como siempre su ama de llaves le trajo a sus esclavos de siempre para que lo vistieran y arreglasen.

Camino a los baños, como siempre el faraón no habló nada mientras era conducido al amplio lugar, solo cuando notó cierta falta en ese lugar dijo—Quiero que traigan al perro. ¿Por qué no ha preparado mi baño? ¿Acaso cree que por estar herido él…? ¡Recuérdenle que es mi esclavo ahora!—

¡Padre! ¡Padre!—entró el menor en la sala en que el monarca de Egipto se encontraba reunido con los 5 grandes, los sumos sacerdotes de las más poderosas religiones, Amon Ra, Isis, Horus, Osiris y Anubis.

Los ojos azules del mayor se dirigieron con plena presencia a la figura que se acercaba y con sorpresa vislumbró algo que nunca viera en su hijo desde que era pequeño. Surcos de lágrimas en sus mejillas.

¿No creen que es injurioso? ¿Dejarnos aquí sentados mientras va a ver a un simple esclavo?—preguntó el sumo sacerdote de Amon Ra a los otros tres sentados en sus respectivos asientos—Además se supone que todos formamos parte de los cinco grandes pero él solo escucha lo que el sacerdote de Isis dice. ¿Estamos de acuerdo?—preguntó el enmascarado mientras los otros se miraban entre sí algo inseguros pero al final asintieron—Se los dije hace mucho. Él, aun siendo un hijo de Ra, posee defectos que un Faraon no debiera tener—

Ni siquiera el propio faraón sabía que estaba haciendo en ese lugar. ¿Por qué rayos se había preocupado de visitarlo? Se preguntó mientras lo veía dormir en una cama. Tenía cara de aburrido mientras agitaba su pie. Fuera de palacio su suegro festejaba con toda la corte su reciente victoria, usando sus cosas claro, borrachos y malolientes como todos esos bichos del desierto. Por suerte su mujer había sido diferente pero eso no quitaba que detestara a esos viejos lambisqueros que siempre iban tras lo que podían conseguir de él. Por suerte su aparición había arruinado los planes del sacerdote de Amon-Ra de modo que no todo era malo y tenían a ese tipo Kin Omoto que ejecutaría para demostrar como les iba a los que se le enfrentaban. 

Seth estaba frustrado y si algo quitaba su frustración era llevar a cabo actos de justicia como aquel.

Sentado en su trono observaba al verdugo con su larga espada parado junto al enemigo a decapitar. El moreno silencioso lo miraba y él se levantó. Había visto aquellos ojos antes en la faz de Yukito y por los informes que releyera estaba seguro de ahora tener a su presa.

¿El faraón sabía?—preguntó el ojos negros y el otro asintió.

El ha mantenido el secreto todo este tiempo—le contó Yukito.

¿A cambio de qué?—preguntó con ardientes celos el jeque.

Como se los dije sus excelencias—dijo de pronto una voz y ambos hombres miraron hacia el lugar desde donde provenía. Sin darse cuenta los sumos sacerdotes se habían hecho presentes mientras hablaban y habían escuchado—El sacerdote de Isis ha perdido aquello impensado y el faraón lo sabía pero nada ha dicho—dijo el de la máscara mientras los cuatro parados miraban a la inusual pareja de cómplices.

¡Oy!—dijo Asula no muy convencido--¿Crees que esta vez si?—

¡No lo sabremos a menos que lo intentemos! ¿No?—dijo el tipo que cojeaba delante de él con mirada aventurera.

Asula debió sonreir cuando Joey siguió. El siempre era tan enérgico.

Solo tú podrías habernos metido en este lío—dijo Asula a su amigo mientras miraban la terrible escena. Llevaban los tules apropiados en la cabeza y un velo en la cara. Sus figuras femeninas eran algo gruesas pero funcionaban en el momento de aparecer por un lado del estrado del sacrificio.

El león atacó con fuerza, pero por suerte Joey supo reaccionar a tiempo y golpeó en la nariz al gato que caía sobre él. El animal herido se retiró pero no antes de lanzar un zarpazo a Wheeler rasgándole el brazo. Ambos contendientes heridos se miraban mientras retrocedían un tanto. Mientras el pelinegro había sido alcanzado por el niño y se dirigían rápido a la puerta que alcanzaron apenas pues el gato al darse cuenta de la huída pretendió cazarlos, por suerte se distrajo un momento con uno de los soldados que también pretendía escapar por el mismo lado.

El león dio dos pasos hacia Joey y con su cara furiosa cayó a tierra ya sin fuerzas.

El rubio dio un rodeo para alcanzar al muchacho y mirarlo bien. No estaba herido, la sangre sobre él era del animal. Yugi yacía solo inconsciente por el peso caído sobre él. Entonces se levantó para encarar al sacerdote mientras Seth miraba a este con encono. Los únicos armados eran el sacerdote y el ex legionario pero ambos sabían quien ganaría en una pelea igualada.

Él no era el favorito ni nada. Un hijo de una de las esposas inferiores del faraón. La quinta. Su esposa por un tratado con un mercader, de procedencia dudosa pero muy hermosa. Apenas tenía doce años cuando se casó con el Faraón de Egipto que contaba con 22, era apuesto pero no tenía más que un vago interés físico en la exótica figura de la pequeña Kisara. A los trece tuvo el único hijo que tendrían los dos juntos y el hijo 15 de la casa de Kaiba.

¿Qué planeas hacer?—preguntó el rubio aún en pie de guerra mientras el joven Yugi llegaba junto a su hermano.

¿Acaso no es obvio? Este tipo me lo arrebató todo, es impensado que lo deje ir así como así—dijo el castaño sin darse cuenta que las palabras de él repercutían en  el alma del otro.

“…me lo arrebató todo…”

Advertencia

en este cap mueren dos personajes

El sacerdote de Amon-Ra retrocedió un paso, pretendía sin duda defenderse con un nuevo hechizo del cual Joseph no podría defenderse. El susodicho levantó la cara del cuerpo del joven Yugi para ver la marcada cara de su hermano mayor quién flexionaba su brazo para lanzar el conjuro que se llevaría su cuerpo a las tinieblas.

En una fracción de segundo el rubio aceptó su destino. Se iría de este mundo sin lograr sus propósitos.

Año 2014 d.C.

Estaba en el receso junto con sus amigos, su alta figura se perfilaba por encima de todos los demás que caminaban por el pasillo del instituto. 

¿Sabes que oí? Hoy llegará un transferido—le dijo su amigo al alto y moreno.

Estaba llegando a la cafetería cuando un moreno muy agitado le dio alcance--¡Oye!—le gritó para que volteara y él lo hizo.

Yo… lo que dije…--trató de explicar el ojos negros muy angustiado.

Sus labios fueron atrapados ni bien terminó de decir el nombre en un beso dulce pero no carente de pasión contenida. Un momento después el pelinegro echó para atrás—Yo… lo siento Tsukishiro… yo no debí—dijo de manera desordenada por la presión que sentía—Es que yo… desde que te conocí… no se como explicarlo. Siento como una conexión… algo como…—de pronto sintió como su mano era agarrada por las del otro y lo miró pues su vista no se atrevía a observar el rostro del que debía estar perplejo por su osadía.

Tsukishiro bajó su vista mirando las manos y le dijo—Yo… también lo he sentido—

¿Acaso perro no te das cuenta de lo que me causas? ¡Pareces idiota!—dijo el ojos azules.

¡Hey! ¿Será por tu delicada forma de hablarme?—preguntó el irreverente rubio antes de que sus labios fueran sellados por los del otro de manera pasional.

Ambos salieron y encontraron medio lejos, donde se cruzaban los pasillos al pelinegro alto junto al príncipe que era sostenido por la mano con una cara algo sorprendida y es que había sido recientemente arrastrado hasta ese lugar desde al lado de la puerta donde su padre había estado y no entendía el porqué.

Ambos cabalgaban. Joey llevaba al niño pues era lo mejor dado que ambos se conocían. Mientras este se sostenía de su cintura el rubio miraba con cuidado en derredor. Cabalgaban por las inmediaciones de la ciudad cuando sus ojos descubrieron a un grupo de tres soldados y ellos se guarecieron tras un gran baobab mientras desmontaban.

Estaba por contestar cuando al levantar el rostro distinguió a lo lejos por un lado la polvareda de un grupo de caballos al cabalgar y su piel se puso tensa. Asula al verlo así miró en la misma dirección y con el mismo mal presentimiento esperó pues era imposible escapar en tan descampado lugar.

¡Yo no tengo nada que ver con esto! ¡Hagamos un trato! Nos dejan ir y no haremos mas problemas—ofreció el bandido.

Si tienen algo que ver con la desaparición de mi hijo desearán arder en llamas cuando los encuentre—dijo el faraón con sus zafiros disgustados.

El otro asintió y dio la orden a los demás de partir. Todos sabían quien tenía las de ganar en ese lugar. 

Sus labios eran la miel misma y el rubio no lograba despegarse de ellos, impulsivamente rodeó el cuello del otro con sus brazos mientras su lengua exploraba la cavidad. Tener a Seth así con él era el cielo mismo, se dijo un minuto antes de darse cuenta de lo que hacían.

Dando un pequeño empujón con su mano izquierda Joseph separó sus bocas y le dijo al faraón—No podemos, no ahora—aunque sus ojos no se separaban de la boca abandonada del otro.

Accede a ir de vuelta conmigo—dijo el castaño.

Joseph miró de nuevo a su amigo que estaba rodeado de soldados.

No te preocupes por él, no pienso quedarme con eso—dijo el ojos azules mientras el pelinegro se preguntaba lleno de enojo “¿Eso?”—No volveré a usar esos métodos a menos que me vuelvas a hacer enojar—afirmó Seth Kaiba.

¿Qué era eso tan necesario que tuviste que discutir con ese Asula?—preguntó el ojiazul encarando al melado ni bien estuvieron solos. La pregunta le carcomía las entrañas desde que los viera despedirse con semblante serio.

Joey supo que ya no podía dar rodeos, era hora de decirlo todo.