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Rockers' romance por Lukkah

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Notas del capitulo:

*aparece por la puerta silenciosa, deja el fic y salta por la ventana*

Sí, lo sé, sé que queréis matarme, y tenéis todo el derecho del mundo, pichones, pero no he podido subir antes. Para ahorraros explicaciones tediosas sobre mis problemas en la universidad, diré que me he ido de viaje dos semanas (que es verdad) y que la inspiración no vino a visitarme hasta ayer por la noche. Tal cual.

Ésta es mi cara ahora mismo ---> :___________________(

¿Y por qué no me ha venido la inspiración? Porque en el juego ha tocado una pareja complicada, no sé en qué estaba pensando cuando la metí en el saco... Bueno sí, que me gusta xD. No es muy conocida, y me he visto negra para encontrar un poco de ellos, y por eso la inspiración no me venía, porque he ido recopilando lo poco que había leído sobre ellos. Creo que este capítulo va a ser muy OoC, o no, yo que sé, estuy muy nerviosa xDDDDDDDD.

En fin, que en el juego salió por unanimidad salvo un voto (flipa que todos elegisteis el mismo número ò.ó) el nº3, que es... DRAKEHAWKINS!!!!! Sí, sí, habéis leído bien. Una pareja poco común pero que me llaman la atención bastante. Espero que os guste :).

Y ahora, a leer! :3

Basil Hawkins suspiró en silencio al dibujar un pequeño punto en el folio. Por fin había terminado el trabajo de Historia del instituto. No le había costado mucho esfuerzo, pero un trabajo de Historia era un trabajo de Historia. Tumbado en el suelo de su habitación como estaba, miró de reojo a su compañero. Sentado también en el suelo, apoyado en una pared, X Drake parecía tener más problemas con su ensayo. No es que fuese peor estudiante, en absoluto, es sólo que su tema del trabajo era más exhaustivo. Mientras que él había escogido los rituales de las religiones mistéricas en la Antigua Roma, el castaño tenía muchísima más documentación que comprobar a la hora de hablar de corsarios ingleses durante el s. XVIII.


Con el mortal silencio que le caracterizaba, el rubio comenzó a recoger sus cuadernos y apuntes sin quitarle ojo de encima, también en silencio y con mucha discreción, al otro muchacho. Sin quererlo, sus rojizos orbes se posaron en ese cabello bien peinado de un curioso color cobrizo, en sus gafas cuadradas que escondían unos pequeños ojos, y en su barbilla y en esa característica cicatriz que le había acompañado desde que era un crío. Basil suspiró para sus adentros, aún recordaba cuando el pequeño se cayó mientras jugaba con un monopatín y se dio de bruces contra la acera.


En efecto, Drake y él se conocían desde pequeños porque eran vecinos. Ambos vivían en una zona residencial donde no había pisos, todo eran unifamiliares con la misma estructura: dos pisos, un garaje y un jardín delantero vallado. Y habiendo nacido en el mismo año y viviendo en la casa de enfrente, era imposible no haberse conocido. Y más siendo niños que tampoco se diferenciaban mucho el uno del otro. Drake también era tranquilo como él, aunque un poco más activo, muy justo y defensor de los más débiles. Basil prefería permanecer en el anonimato, más interesado en el tarot y relatos de ciencia ficción que en entablar relación con sus compañeros de clase.


La imaginación del rubio pronto voló de la realidad y desapareció por su profundo universo personal lleno de magia y oscurantismo. Y en ese universo siempre había algo que se repetía constantemente, una pesadilla viviente que le perseguía día tras día, que aparecía de repente y difícilmente se iba. Los rojizos ojos de Basil no veían la habitación en la que estaba mientras recogía sus trabajos, sino un cielo oscuro y sin luz, sin estrellas, donde flotaba sin un rumbo fijo. Estaba solo, terriblemente solo, escuchando únicamente el sonido de un reloj de cuerda. Pero Basil no quería mirar al reloj, no quería girarse porque sabía lo que se encontraría, y no quería verlo. El reloj marcaba los segundos, los minutos, las horas que faltaban para que Drake se fuera de su lado con alguna afortunada. Siempre era lo mismo, siempre veía una negra figura femenina acechando entre las sombras.


Y él no podía hacer nada para evitarlo. Infinidad de veces había preguntado a las cartas, pero siempre había obtenido la misma respuesta. Y su débil corazón se encogía más y más al comprobar, una vez más, que no podía hacer nada. La relación que tenían era extraña, eran amigos pero con ciertos derechos que trastocaban la fina línea entre una relación y una amistad sana. Habían hablado de ello un par de veces, por iniciativa de Drake, porque quería dejar las cosas claras, pero con ello sólo atormentaba más a Basil. El concepto “amigos con derecho” era demasiado abstracto para él, nunca sabía cuándo era el momento idóneo para practicar esos derechos y cuándo había que dejarlos de lado. Y para colmo, Drake tenía éxito con las chicas de clase. No les prestaba mucha atención, pero tampoco las rechazaba tajantemente, y varias veces le había comentado que Fulanita o Menganita le parecían monas.


Basil no estaba obsesionado con pasar el tiempo con Drake ni mucho menos, pero su interior se debatía a todas horas por saber si era la persona adecuada. Apenas llevaban con esta extraña relación unos meses, pero sabía que se estaba encariñando con Drake más de lo debido. Y no quería que eso pasase, porque la oscura figura femenina le recordaba día tras día que le robaría a Drake en algún momento, antes o después. Las cartas así se lo decían día tras día, y no podía negarse a ello. La verdad estaba en las cartas.


El otro muchacho, que se había rendido ante la magnificencia de la tarea, se había percatado de que su compañero estaba más en su mundo que en el real. Le llamó un par de veces, pero el rubio no hizo mención, así que le gritó con más intensidad hasta que se diera por aludido.


-Eh, Basil –repitió su nombre por decimocuarta vez-, ¿se puede saber qué te pasa? Llevas unas semanas más en tu mundo que en éste. Quiero decir, que bueno, estás más ausente que de costumbre –se disculpó el joven por lo hiriente que podía parecer su comentario.


El nombrado lo miró sin saber qué contestar. Por supuesto que estaba ausente, y era evidente que por su culpa, pero no podía reprocharle nada. Él estaba convencido de su sexualidad, pero conocía a Drake, y éste no lo estaba tanto. El moreno se estaba debatiendo internamente por decantarse por un género u otro, pues hasta que no “probó” por accidente a Basil, nunca pensó que los hombres le gustasen. Prefería las mujeres, pero Basil era diferente.


-¿Estás bien? ¿Has discutido con tus padres? ¿Tienes problemas en casa? –le bombardeó a preguntas al ver que el rubio no contestaba, aunque sabía que esa no era la opción para conseguir que hablase-. Venga, Basil, sabes que puedo ayudarte con lo que necesites…


-Yo… –susurró el joven con un hilo de voz. No podía contarle su pesadilla, no era justo para él, y más cuando las cartas le habían repetido una y otra vez el desenlace del tormentoso juego en el que ambos estaban enfrascados. No pudo aguantar la penetrante mirada del joven con una marca en la barbilla y giró la cabeza en busca de algo con lo que distraerse-. E-Estoy bien, gracias. Sólo estaba pensando en mis cosas…


-Nos conocemos desde que éramos niños, Basil –insistió el muchacho-. No creas que puedes engañarme tan fácilmente. ¿Qué te pasa? –y se sentó al lado del joven rubio, que seguía eludiendo su mirada.


-Nada… –balbuceó el joven alejándose con cuidado de Drake. Lo único que no quería ahora era tenerle tan cerca… Si hasta podía oler su colonia.


-No te comportes como un niño –se tensó el moreno, y agarró la barbilla del rubio para que sus orbes se cruzasen. Vio los rojizos ojos del muchacho con un aura triste, perdidos en la inmensidad del mundo quejumbroso que siempre acompañaba a Basil, e instintivamente se acercó más. Su instinto le gritaba que fuera a socorrerle, era un buen amigo después de todo.


Basil no supo qué contestar. Sus ojos se habían perdido en los de Drake, tan azules, tan oscuros pero a la vez tan claros, llenos de luz. Era tan bueno y tan valiente. Era una persona extraordinaria que todos querrían tener a su lado. Suspiró para sus adentros, era cuestión de tiempo que alguien se lo robase. Sin quererlo, su vista se posó en los finos labios del chico, esos labios que tan de cabeza le llevaba. Si pudiese probarlos una vez más, sólo una vez más…


Inconscientemente, Basil se fue acercando pausadamente al rostro de Drake. Sentía con más fuerza su aroma a desodorante, se veía cada vez mejor reflejado en sus gafas negras, notaba su respiración tranquila y pausada, y esos ojos azules que le abrían en alma en dos y le desnudaban internamente. El corazón comenzó a latirle con más fuerza, señal inequívoca de que se aproximaba a su premio, y lentamente fue cerrando los ojos ante la presión del momento.


Apenas fue un leve roce, un suspiro muerto en sus bocas, pero para Basil era suficiente. Ni siquiera había necesitado mover sus brazos o el resto de su cuerpo, estirar el cuello era lo único necesario. Drake se había quedado tan asombrado que ni había cerrado los ojos, el beso fue tan breve que no pudo disfrutarlo. Y más asombrado se quedó cuando vio como Basil, avergonzado, agachaba su cabeza y terminaba de recoger sus cosas. La cabeza de Drake comenzó a funcionar. ¿Basil estaba triste porque ya no pasaban juntos tanto tiempo? Era verdad que esos días habían estado más separados que de costumbre, pero las intenciones y los sentimientos estaban ahí, aunque Drake no supiera muy bien cómo definirlos. Le gustaban las chicas, pero Basil era… Especial. Muy especial.


Con ese pensamiento en mente, no podía dejarle marchar así, Basil no podía irse triste a casa. Además, que él diera el primer paso era todo un logro, normalmente era él quien comenzaba. Con premura, el moreno agarró las manos del rubio impidiendo que siguiera con sus cosas y, tras una intensa mirada que a Basil dejó algo impresionado, le arrastró hacia sí para fundirse en un beso más intenso. Esta vez fue el rubio el sorprendido. Sin ejercer mucha presión, sin lanzarse directamente, dejando libertad al otro. Drake sabía cómo le gustaban los besos a Basil, sabía cómo tenía que hacerlo. No es que fuera un chico débil, simplemente las rudezas no iban con su persona. Era como una muñequita de cristal, y su blanca tez y sus rubios cabellos casi albinos reafirmaban este hecho.


Con sumo cuidado, lentamente, el moreno continuó con el delicado beso mientras sus manos danzaban seguras por la camisa del uniforme de su compañero. Iba desabrochando uno a uno los botones que cubrían el níveo y fino pecho del rubio al tiempo que su lengua comenzaba a juguetear con la de éste en un delicado ballet salival. Cuando la camisa de uno estuvo tirada en el suelo junto a los libros y cuadernos de clase, la otra la siguió, siendo esta vez Basil el encargado de desnudar a Drake. También lo hacía pausadamente, deleitándose con el roce de sus yemas y la tersa piel morena del muchacho, con esa incipiente musculatura de la que gozaba y que tanto le gustaba.


Cuando ambos  tuvieron el pecho al descubierto, dejaron de besarse por un momento para mirarse fijamente a los ojos. Basil estaba ciertamente sonrojado, los profundos orbes de Drake le sumergían en enormes océanos, mientras que para el moreno, el extraordinario color rojizo del iris del rubio le hipnotizaba de forma mágica. Con ternura, el moreno estiró una mano para pasear su pulgar por los carnosos labios del rubio, que temblaron levemente al contacto. Su corazón latió con fuerza cuando vio la media sonrisa que enmarcaba el rostro de Drake, esa media sonrisa tan tierna y dulce a la que no podía resistirse. Realmente le gustaba mucho.


Rozar esos labios carnosos sólo hizo que Drake quisiera besarlos más. Tan finos, tan cuidados. Volvió a la carga pasando sus manos por la cintura de Basil, que sintió un escalofrío. Era extraño, pero el mínimo contacto con Drake le provocaba un nerviosismo inexplicable. Y que reaccionase así no hacía más que acrecentar las ganas del otro. Ejerciendo un poco de fuerza, Drake consiguió tumbar en la alfombra al rubio de forma que quedó encima de él mientras seguían comiéndose a besos.


Las inocentes manos de Basil viajaban inquietas por la espalda del moreno, clavando las uñas cuando sus lenguas se enzarzaban en alguna reyerta amorosa, hasta que el calor interno que sólo sentía con Drake le obligó a deslizarlas hasta el cinturón de éste y desabrocharlo, pero sin apartar sus labios, que fuese él quien llevaba la iniciativa era demasiado vergonzoso. El moreno sonrió para sus adentros, en verdad que su compañero tenía ganas. ¿Tanto le había descuidado? Fallo grave por su parte.


Al soltar el cinturón, el propio Drake se quitó sus pantalones tan rápido que Basil no pudo evitar sonrojarse. ¿Tantas ganas tenía? Ahora el moreno estaba desnudo al completo, pero Basil no iba a ser menos, y envueltos en miles de besos, los pantalones también acabaron tirados en el suelo. Así como estaban, tumbados el uno encima del otro, no tenían mucho campo de acción, pero a Basil parecía no importarle demasiado. Los besos eran perfectos, y estar rodeado por los brazos de Drake era una sensación maravillosa, se sentía protegido. Además, sus caderas se movían inconscientemente y sus hombrías se frotaban, logrando jadeos por parte de los dos.


Quizá fuese suficiente para Basil, pero no para Drake. El moreno se sentía culpable por haber abandonado unos días a su “pareja”, así que hoy debía resarcirse y darle el máximo placer. Ante la absorta mirada del rubio, Drake le obligó a levantarse, de modo que quedase estático en el suelo y él de rodillas a su lado. La visión que le brindaba el moreno sólo sirvió para que el adorador del tarot se pusiese más rojo que un tomate y quisiese salir corriendo de allí, pero su cuerpo quedó petrificado cuando el moreno comenzó a lamer su miembro, que si bien no estaba erecto del todo, enseguida lo estuvo.


Pocas veces jugaban antes de practicar sexo, principalmente porque era Basil quien insistía en no hacerlo, era un chico tan vergonzoso que la sola idea le nublaba la mente. Pero Drake quería llevarle al límite, sólo por una vez. De vez en cuando abría los ojos y miraba hacia arriba, buscando los de su compañero, que apartaba la mirada completamente sonrojado ante tal vista tan sugerente. Con las gafas puestas y algo caídas, Drake parecía un profesor recién salido de la facultad, y Basil, su alumno favorito. Y ese tipo de juegos era demasiado para el débil corazoncito del rubio, que latía desenfrenado con cada lametón que sentía en su miembro.


Las piernas comenzaban a fallarle, temblaban de nervios pero también de excitación. Intentaba contenerse tapándose la boca con las manos, pero sus jadeos se escapaban entre sus finos y largos dedos de porcelana para llegar a oídos del moreno, que aumentaba el ritmo al escuchar tal agraciada melodía. Tener entre sus manos el tembloroso cuerpo de Basil era lo más excitante que había en el mundo. Apenas era capaz de decir su nombre, balbuceaba torpemente como un bebé mientras sus ojos, envueltos en lágrimas por el contacto carnal, permanecían fijos en el moreno.


Drake succionaba con énfasis el pene del rubio hasta tal punto que sentía con su lengua la sangre palpitante del músculo. Pero él también tenía un límite, y con Basil en esos términos, era bastante escaso. Deslizó una de sus manos por el níveo muslo del muchacho hasta alcanzar su húmeda entrada, por la que introdujo dos dedos sin apenas dificultad. Basil estaba tan caliente que hasta su propio cuerpo se dilataba sólo. En cuanto notó los intrusos dedos en su interior, un gemido más profundo y placentero se escapó por los carnosos labios de Basil, quien enseguida se tapó la boca de nuevo avergonzado por ello, consiguiendo sacar una sonrisa de satisfacción a su compañero.


Las hábiles falanges sabían dónde tenían que tocar, y cuando alcanzaron ese punto mágico del cuerpo, las piernas de Basil temblaron con tanta virulencia que casi se cae al suelo. Tuvo que agarrarse a los hombros de Drake para no perder el equilibrio, clavándole las uñas como señal de que aquello le estaba gustando demasiado. Le gustaba tanto que debía estar prohibido. El moreno pronto sintió el líquido preseminal del rubio en la garganta, y supo que había llegado el momento. De todas formas, tampoco hubiese aguantado mucho más.


-D-Drake… –gimoteó el muchacho mirándole con ojos cargados de deseo-. Y-Ya estoy…


-Ven conmigo –contestó el nombrado, y terminando su faena, tiró del brazo del rubio para que se sentara encima de él con las piernas abiertas-. Sé que es una postura incómoda, pero tengo muchas ganas… –y le lanzó una media sonrisa que ruborizó al joven-. Vamos, métetela –dijo mientras sostenía su endurecido pene de una forma que casi hace desmayar a Basil.


Éste, más rojo que un tomate y temblando como un flan, alzó sus caderas para después, con cuidado, introducirse el miembro de Drake. Suave, despacio, con parsimonia, sintiendo todos los pliegues y venas, hasta el fondo. Si la cara de Basil era de satisfacción completa por sentir en su totalidad el miembro de Drake, la de éste era todo un poema. No podía haber nada mejor en este mundo que esto. De verdad que no podía.


Con ayuda del moreno, Basil comenzó a moverse con algo de torpeza. Apenas tenía práctica porque escasas veces se había colocado encima, pero si Drake así lo quería, no se quejaría. No ahora que estaba tan cachondo como él, aunque eso le produjera mucha vergüenza. Se agarró a los hombros del moreno para no perder el equilibrio y caerse hacia atrás, pues quedar en ridículo de tal forma sería fatal para su relación, o eso pensaba Basil.


Las embestidas eran lentas, un poco arrítmicas, pero igualmente placenteras. Basil movía sus caderas arriba y abajo, pero también circularmente, sacando roncos gemidos a su pareja. No iban muy deprisa, pero no importaba. Drake era conformado en el sexo siempre que estuviera con Basil, y Basil odiaba el sexo desenfrenado, aunque fuera con Drake. La delgadez del cuerpo del rubio le hacía sentir el palpitante miembro del moreno a la perfección, sus embestidas y acometidas, sus temblores de excitación y placer… Y eso sólo le llevaba a la locura máxima.


Sus descontrolados gemidos se escapaban de su dulce boca de fresa, boca que con asiduidad era sometida por la de su compañero en busca de besos algo subidos de tono y mordiscos inesperados. Basil se pegaba al cuerpo de Drake lo máximo posible, le encantaba notar los latidos de su pecho, el sudor resbalar por su ancha espalda, su aliento acelerado por el sexo… Pero también se pegaba para que no le viera la cara, porque era inevitable mostrar placer en sus ojos cuando estaba con Drake, y eso al rubio le consumía, no soportaba estar en una situación tan embarazosa.


La lengua del moreno pronto abandonó su posición natural, que en realidad era la boca de su compañero, para descender lujuriosamente por el cuello de cisne de éste, dejando suaves y cariñosos besos y mordiscos que sólo hacían aumentar la excitación en ambos. A veces subía hasta el lóbulo de la oreja y permanecía allí jugando con él, porque sabía que Basil no se podía resistir a eso y porque, por extraño que fuese, le gustaba hundir su nariz en la rubia cabellera del joven y aspirar su champú de miel y karité.


Basil se aferraba como podía al cuello de su amante. Las piernas comenzaban a fallarle a pesar del empuje del moreno, nunca había sido un muchacho muy activo y el deporte no le gustaba, prefería pasar esa hora leyendo o mirando la fortuna de algún compañero en las cartas. Y el temblor conseguía hacer que el pene de su interior se sintiera más, en todo su esplendor. Casi creía estar febril del calor que emanaba su cuerpo, aquello no podía ser normal. Intentaba acallar sus gemidos mordiendo el cuello de su pareja, pero era tarea complicada. Además, a Drake le gustaba escucharle, y hacía todo lo posible por sonsacarle algún que otro jadeo subido de tono.


-Dra-ke… –gimoteó el rubio al oído de éste, logrando que el muchacho tuviera un escalofrío que le recorrió el cuerpo entero-. M-Me voy a… Ahhh…


-Vamos –respondió el moreno con dificultad entre suspiros roncos-. Vamos, Basil, hazlo….


Sacando fuerzas de donde no creía tener, el rubio aceleró el ritmo de sus caderas provocando el obsceno sonido del chapoteo que tanto gustaba a Drake y tanta vergüenza le daba a él. El orgasmo llegaba, y como por inspiración divina, un rayo de lucidez cruzó la mente del rubio haciendo que fuese directo a por los labios de su compañero, esos finos labios que le regalaban sonrisas que brillaban más que el mismísimo astro rey, esos labios que, tarde o temprano, serían de otra…


El ronco gemido de placer de Drake fue ahogado por los labios de Basil, pero ello no impidió que se corriese dentro de éste al sentir el cálido líquido blanquecino de su pareja en su vientre y las potentes contracciones de su interior. Con el cuerpo en tensión, los brazos del moreno se aferraron al cuerpo de su compañero para atraerlo hacia sí, para fundirse en un abrazo a la vez que sus bocas se fundían en un pasional beso que escondía más amor del que ambos imaginaban.


Cuando se separaron, Basil suspiró pesadamente y recostó su barbilla en el hombro de Drake, aún tenía la cara demasiado sonrojada como para dejarse ver. El moreno, por su parte, siguió abrazando al muchacho pero con menos presión, acariciando suavemente su espalda, sabía que algo no iba bien.


-Basil… –comenzó, y el nombrado hizo un leve movimiento en señal de que le escuchaba-. No sé qué es lo que te pasa, estás en todo tu derecho de no contármelo, pero quiero que sepas que me tienes aquí para lo que sea. Siempre voy a estar a tu lado, no lo olvides nunca.


El rubio esgrimió una media sonrisa y una amarga lágrima salió desbocada con la fortuna de pasar completamente desapercibida. Esas palabras de Drake sólo le volvían más bueno, más honesto, más… Más de todo. Era perfecto. Pero Basil sabía que no era así, que un día se separarían. Lo habían dicho las cartas, y las cartas no mentían.

Notas finales:

¿Y bien? ¿Qué os ha parecido?

La verdad que la historia es un poco triste, te deja mal sabor de boca y eso quería plasmar. Basil no es feliz, tiene muchas dudas internas y Drake lo sabe pero no puede hacer nada por él porque no se abre (sentimentalmente hablando, cochinotos o////o xDDD). Lo dicho, que ha sido un capítulo algo raro pero no estoy insatisfecha en absoluto (ahora es cuando no os gusta a nadie y me tiro por la ventana xDDD).

Siguiendo con el juego, ya han salido los números 3, 5 y 6. Venga, venga, seguid participando que aún quedan algunas sorpresas interesantes como ésta! Aunque las parejas que quedan son todas conocidas, no alterarse por eso xDDD.

En fin, que espero que os haya gustado y perdón por la tardanza de nuevo :(. Sois los mejores, pichones! <3<3<3<3


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