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Rockers' romance por Lukkah

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Notas del capitulo:

HOLA, HOLA, PICHONES! :D:D:D:D

Lo primero de todo, agradeceros enormemente la participación en el concurso, de verdad. No pensaba que tanta gente se iba a apuntar, pero me ha hecho muchísima ilusión :D:D:D:D

Lo segundo de todo, decir que ha ganado el nº5, así que a sabéis, en los siguientes reviews, podéis escoger el número de 1-7 excepto el 5. Porque el juego va a seguir hasta que publique los siete extras xD.

Lo tercero, anunciar que el día 18 de este mes comienzo los exámenes de la universidad, así que estaré bastante desaaprecida. Espero haber subido ya el siguiente extra, y si todo va bien, quizá otro más. Pero no prometo nada.

Y lo cuarto, y no por ello menos importante, es probable que dentro de dos días suba el epílogo de 'El sacerdote de Ishtar' *bombazo*. sí, ya sé que he tardado como dos meses o así (TT.TT), pero espero subirlo ese día. Pero vuelvo a repetir que no prometo nada!

Y ahora sí, os dejo con la lectura. Y el nº5 era.... *redoble de tambores*... UN ZOSAN! *tachán* Espero que os guste :3

Roronoa Zoro bostezó por tercera vez en 15 minutos. Menudo aburrimiento de clase, aunque todas en general lo eran. En un día gris y lluvioso como hoy, lo mejor era quedarse en casa, pero claro, su tío Mihawk no le permitiría tal cosa: como estudiante, era su obligación ir al instituto de la misma forma que lo sería ir a trabajar cuando tuviera edad. Y por casualidades de la vida, su profesor de Matemáticas no había podido asistir a clase hoy y les habían concedido una hora libre. En parte estaba bien no continuar con la lección de logaritmos y derivadas, porque para Zoro, los estudios nunca habían sido su punto fuerte, pero por otra parte, el peli-verde se estaba aburriendo como una ostra.


Les habían bajado al gimnasio ya que no podían salir al patio por el temporal, y mientras sus compañeros de clase se divertían jugando al fútbol o baloncesto, las chicas miraban y cuchicheaban, y algunas incluso se atrevían a jugar, él había decidido apartarse de todo el barullo y echarse una cabezadita en el cuarto de las colchonetas, donde guardaban todo el material de deporte. Porque esa era la gran pasión de Zoro, dormir, seguido de practicar esgrima y algún arte marcial que le enseñaba su tío en el gimnasio que regentaba. Era un chico de gustos sencillos, bastante tranquilo y sosegado, sin excentricidades, fiel a sus amigos. Aunque, si tenía que confesar, también tenía algún que otro gusto escondido… Y no tan escondido.


Y precisamente, dicho gusto conocido, hacía su aparición tras la puerta en busca de una pelota nueva para jugar al fútbol, pues la que habían elegido en primer momento estaba algo desinflada y no se podía jugar bien. Kuroashi Sanji, compañero de clase desde el primer año de instituto y ahora novio oficial desde hacía cinco meses. Eran una pareja curiosa, pues sus personalidades chocaban bastante y se pasaban el día discutiendo por tontadas… Pero los polos apuestos se atraen, ¿no es así?


Zoro abrió un ojo con molestia al ver que la luz entraba en el cuarto en penumbra para poder dormir, y cuando vio que se trataba de Sanji, simplemente continuó durmiendo. Una de las ventajas de su relación era que, como eran tan distintos, cada uno hacía su vida sin dar explicaciones al otro. Por ejemplo, a Sanji le encantaba la cocina y aborrecía estar parado como Zoro, perdiendo el tiempo tirado en el sofá pudiendo hacer miles de cosas. Su trato con las mujeres también era diferente, pues mientras el rubio era educado y caballeroso con ellas, el peli-verde actuaba de forma indiferente, no eran su debilidad precisamente.


-¿Ya estás durmiendo? –se quejó el cocinero mientras buscaba en el cesto de las pelotas una adecuada para jugar-. ¿Eso es lo que piensas hacer en toda la hora?


-No veo qué tiene de malo –contestó el muchacho mientras fruncía el ceño y aguantaba las ganas de comenzar de nuevo con una de sus estúpidas peleas de niños.


-Oh, vamos –se mosqueó el rubio-, juega con nosotros al fútbol, o haz unas dominadas en las barras. Eso te gusta.


-¡He dicho que prefiero dormir! –alzó la voz el peli-verde, y se dio media vuelta para no ver a su novio. ¿Tanto le costaba entender que quería dormir? Lo necesitaba, era como un gran león que tenía que dormir sus 20 horas diarias.


-¡Pues ahí te quedas, maldita mole de músculos sin cerebro! –le gritó el otro alzando más aún la voz y, enfadado, le tiró la pelota a la cabeza, logrando que ésta rebotase y volviera a sus manos de nuevo. Cuando Zoro se levantó hecho una furia, Sanji ya había desaparecido de allí.


Bastante molesto, el peli-verde respiró hondo y se tumbó de nuevo en la colchoneta para intentar conciliar el sueño de nuevo. No tenía problemas para dormir, se quedaba frito enseguida, pero esa broma de su novio le había fastidiado más de lo normal. Encima que llevaban varios días sin quedar porque Sanji tenía que ayudar en el restaurante de su abuelo porque uno de los camareros había enfermado… ¡Encima venía a tocarle las pelotas!


Con ese indignante pensamiento en la cabeza, Zoro comenzó a quedarse dormido, pero a los cinco minutos de haberse marchado, Sanji volvió a entrar en el cuarto cerrando la puerta a su paso, pero esta vez, sin pelotas de por medio.


-Me asombra tu capacidad para conciliar el sueño, Zoro –comentó en tono socarrón-. ¿No has pensado que igual tienes narcolepsia o algo parecido?


-No tengo nada, cejas de sushi –rebatió el joven molesto, pues no entendía por qué había vuelto al lugar del crimen a joderle la siesta.


-Venga, marimo-kun, no te enfades por lo de antes –susurró el rubio acercándose a la colchoneta en la que descansaba su novio, y se sentó a su lado-. ¿Sabes que he dejado el fútbol por estar aquí contigo?


El peli-verde no contestó, sólo emitió un gruñido más parecido a una bestia que a un humano, y continuó recostado dándole la espalda a su pareja. Seguía bastante enfadado, y aunque había sido una tontería, en el fondo de la cuestión había algo más. Todo lo que hacía Sanji estaba bien, siempre actuaba de forma correcta, y para fastidio de Zoro, todo lo que hacía él estaba mal, era un completo desastre a ojos del resto. Y eso le quemaba por dentro, le reconcomía, porque no era culpa suya. No lo hacía a propósito, simplemente no se daba cuenta y acababa cometiendo algún error.


-Oye, Zoro, podías mostrar algo de alegría, ¿no? –se quejó el cocinero, zarandeando el hombro de su chico para que le hiciese caso.


-¿¡Es que no se me nota o qué!? –gritó el otro mientras se incorporaba para sentarse en la superficie acolchada, encarando de una vez a su novio. Estaba muy enfadado.


-P-Pero… ¿¡Pero qué cojones te pasa!? –aulló el rubio indignado. Si Zoro perdía la paciencia con Sanji, Sanji la perdía con Zoro. Era inevitable, discutían por todo y a todas horas, ninguno de los dos tenía la paciencia suficiente, y quizá, tampoco las ganas.


-¿¡Qué tiene de malo querer dormir aquí!? –continuó el peli-verde apretando los puños para contenerse, pues a veces habían llegado a las manos, aunque nunca desde que habían empezado a salir-. ¡Vete con tus queridos amigos y déjame en paz! ¿No se supone que siempre hago las cosas mal? ¿Que siempre estoy fuera de la parva? ¡Pues no creo que pase nada porque haga otra más! –y el muchacho volvió a darle la espalda al rubio, aunque esta vez permaneció sentado.


-Oye, oye, Zoro –le llamó Sanji. Se había quedado completamente sorprendido, no imaginaba que aquel comentario inocente hubiese molestado tanto a su pareja, y más teniendo en cuenta que jamás pensaría eso de Zoro-, creo que estás sacando las cosas de quicio –se calmó y le habló con una voz mucho más sosegada, incluso dulce-. Sabes que no pienso eso de ti, y también sabes que me importa muy poco lo que piensen los demás sobre nosotros. Eres mi novio, y me gustas tal como eres, con todos tus defectos y todas tus virtudes.


-E-Entonces… ¿No crees que siempre hago mal las cosas? –preguntó el muchacho con un hilo de voz, girando levemente la cara para ver al rubio por el rabillo del ojo.


-¡Claro que no! –se rió el cocinero mientras se lanzaba a la espalda de Zoro para abrazarle y dejarle un romántico beso en la nuca-. Serás tonto, marimo-kun…


-Je… Perdón –sonrió el peli-verde, y se dio la vuelta para abrazar correctamente a su pareja.


-Además… –continuó Sanji en un susurro muy sensual-. Hay otras cosas que haces muy bien… –y lentamente fue acariciando el pecho del muchacho con su dedo índice, sintiendo sus músculos bajo la camisa blanca del uniforme escolar-. ¿Sabes a lo que me refiero, marimo-kun…?


-Creo que sí… –respondió el chico con una media sonrisa y algo ruborizado, era extraño que fuese Sanji quien demandase unos pocos de mimos, y más en un lugar público porque, aunque estuviesen escondidos en el cuarto del material deportivo, cualquiera podría entrar-. Pero igual tienes que refrescarme la memoria, cejillas…


Y después de una lujuriosa mirada por parte del rubio, ambos se fundieron en un pasional pero lento beso, suave pero demandante, fogoso pero contenido… No había prisa, se conocían a la perfección después de año y medio de relación en secreto, de los cuales sólo cinco meses habían salido a la luz. Reconocían el cuerpo del otro, tenían almacenado en su memoria cada poro, cada rincón de piel del contrario. A Sanji le habían gustado más chicos, pero ninguno le volvía tan loco como Zoro, y a Zoro, bueno, a él siempre le gustó Sanji desde que desentrañó la maraña de sentimientos que le provocaba el rubio.


Los largos y finos dedos del cocinero fueron desabrochando con parsimonia la camisa del peli-verde de la misma forma que Zoro hacía lo propio con la suya, dejando sus bocas exclusivamente para besar otra parte de la anatomía, el cuello o la oreja. De fondo se escuchaban los golpes de la pelota contra las paredes, las fuertes pisadas resonando en el suelo, pero no importaba. Allí, escondidos en la penumbra de la habitación, podían dar rienda suelta a sus sentimientos, aunque siempre corrían el riesgo de ser descubiertos, algo que les ponía extrañamente calientes.


-¿Qué pasa, marimo-kun? ¿Tienes prisa? –preguntó juguetón el de ojos azules mientras veía como las manos de su pareja volaban al cinturón de su pantalón para desabrocharlo con algo de torpeza-. ¿Ya no aguantas más?


-Estoy muy cachondo ahora mismo, Sanji –contestó el peli-verde con seriedad pero con una voz que delataba la lujuria interior-. Atente a las consecuencias, cocinero pervertido.


El enorme felino dormilón se tiró sobre su presa, un dulce cabritillo dorado, tumbándose así sobre la colchoneta, rodando por ella hasta encontrar la postura ideal, quedando Zoro encima de Sanji. Mientras el peli-verde le arrancaba los pantalones de malas maneras, el rubio hacía lo propio con su camisa, pues sabía que a su pareja no le gustaba que cualquier prenda cubriese un trozo de su exquisita y blanca piel. Seguidamente, los pantalones de Zoro acompañaron a los de Sanji, que habían acabado en el cesto de los palos de hockey. Cuando iba a desprenderse también de su camisa, Sanji le paró los pies:


-No te la quites –le ordenó de una forma muy sensual, casi suplicante, mientras rodeaba su cuello para impedir que sus manos continuasen-. Estás muy guapo con ella, marimo-kun…


-J-Joder, Sanji… –jadeó el muchacho ante las indecentes palabras de su pareja, sabía cómo provocarle, era todo un experto-. Luego no te quejes si no puedes andar.


Y alzándolo entre sus brazos, colocó al perplejo cocinero como si estuviera practicando una postura de yoga, la cual había aprendido en el gimnasio de su tío, apoyando su cuello y los omoplatos en una colchoneta, mientras que el resto del cuerpo se alzaba y sostenía en los bordes de una pila de colchonetas, estando Zoro sentado en la última, sujetando también a Sanji con sus piernas para que no perdiese el equilibrio. Era una postura complicada, pero jodidamente placentera.


-¿Cómo puedes estar así de cachondo si ni siquiera te he tocado? –preguntó con sorna el peli-verde mientras introducía tres dedos en el interior del rubio con una mano, y con la otra le comenzaba a masturbar descaradamente, consiguiendo escuchar esos sugerentes gemidos de su pareja, esos gemidos que le ponían a cien-. Je, eres un pervertido, cejillas.


-M-Mira quien ha-habla –contraatacó el cocinero intentando guardar las formas, pero no podía. Estaba tan cachondo como su pareja, pues la falta de sexo también le afectaba, no era un témpano de hielo ni mucho menos-. N-No pierdas el t-tiempo y métemela-ahhh…


-¿No quieres que juegue con mis deditos un rato? –sonrió Zoro con altivez, logrando llegar hasta la próstata del rubio y sonsacarle un gemido mucho más notorio-. Si te encanta…


-N-No… –gimoteó Sanji a sabiendas que lo que iba a decir le producía mucha vergüenza, pero también le excitaba sobremanera, al igual que a su pareja. Tener conversaciones subidas de tono mientras practicaban sexo era tremendamente erótico, ambos lo sabían-. Q-Quiero que me folles, ma-marimo-kun… Ahhh… Como sólo tú sabes, Z-Zoro…


-Te has pasado –sentenció el peli-verde sintiendo cómo se erizaban hasta sus cabellos de la nuca. El rubio sonrió con altivez, había ganado esta batalla, pero no la guerra-. Te voy a quitar esa sonrisa a pollazos, cocinero pervertido.


Y le empaló salvajemente de una estocada, llegando hasta el interior de su pareja, abriéndose camino entre su culo sin ningún problema. Se lo había follado tantas veces que no necesitaba preparación siquiera. Sanji gimió notoriamente al notar como su interior se llenaba con el miembro de su novio, llevaba días esperando este momento. Zoro no se demoró en moverse, las ganas le consumían por dentro. Primero empezó con un lento vaivén comprobando la viabilidad de la postura, ya que la habían probado en casa, pero jamás en unas colchonetas en el gimnasio del instituto, y al ver que Sanji parecía conforme, embistió con más fuerza.


Abrió las piernas del rubio en su totalidad para que éste sintiera cómo su pene entraba una y otra vez sin problemas en su interior, apoyándose un poco en ellas para embestir más rápido porque sabía que así era como más le gustaba a Sanji. Y aquello pareció gustarle, pues comenzó a gemir con más fuerza, esos jadeos entrecortados que demostraban cómo debatía internamente entre el placer y la cordura, cómo intentaba mantener la postura aunque estaba gozando como siempre hacía con Zoro.


Zoro seguía empalando sin visos de parar, pues estaba disfrutando de lo lindo viendo a su pareja, completamente sonrojado tanto por el sexo como por el hecho de estar sometido completamente a él, algo que sabía que le molestaba sobremanera pero que, precisamente como le molestaba, le parecía sumamente placentero mientras follaban. Sonrió triunfante, Sanji era un completo vicioso pervertido.


El cocinero, con algo de torpeza, comenzó a masturbarse porque sentía que pronto llegaría al orgasmo, y no quería darle la satisfacción a Zoro de haberle provocado uno sin necesidad de tocarse. Era bastante orgulloso en ese sentido. Su pene, tan duro como el que tenía dentro, le apuntaba directamente, pues al estar apoyado en sus omoplatos, caía hacia abajo por la fuerza de la gravedad. Joder, si se corría ahora se llenaría de semen, y allí no tenía nada con lo que lavarse. Necesitaba cambiar de postura.


-¿Q-Quién te ha-ah dado permiso para que te toques, cocinero? –jadeó el peli-verde sonriente, estaba atacando la próstata del contrario y sabía que no tardaría en correrse-. ¿Es que no tienes s-suficiente con lo que te estoy haciendo? –y le embistió con más fuerza, sacándole un gemido ahogado puramente de placer.


-Z-Zoro… –susurró el nombrado mientras le miraba suplicante, haciendo un gesto que sabía que era la debilidad de su pareja-. M-Más… Fóllame más fuerte… Haz q-que me corra, Z-Zoro… A-Ahhh… Quiero correrme, Z-Zoro-hhh…


-Te vas a enterar, maldito –se quejó el peli-verde, pues Sanji le estaba provocando y él, como un tonto, había picado el anzuelo. Sacó su pene, que ya expulsaba líquido preseminal, y levantó a Sanji para colocarlo sobre la pila de colchonetas en la que estaba, quedando él de pie y, abriéndole de nuevo las piernas casi en un ángulo perfecto de 90 grados, le empaló de nuevo con ganas-. A ver cuánto aguantas ahora…


Sanji se revolvió entre la cómoda superficie, hincando sus uñas como podía, pues el plástico se lo impedía. Joder, no aguantaba más. Ese cabrón de Zoro le estaba follando pero bien, con ganas, rápido, y le estaba mirando con esa lujuria y esa sonrisa triunfante… Ah, joder, cómo le gustaba esa expresión en su rostro… Encima no dejaba de golpear su próstata, no podía resistirse más.


-M-Me voy a-ah correr, m-marimo-kun… –gimió el rubio mientras cerraba los ojos con fuerza para no ver la expresión ganadora en su pareja-. Más, más, más… M-M-ahhh…


-Pero mira qué carita estás poniendo… –se vanaglorió el peli-verde, y con toda la fuerza de sus caderas, introdujo la totalidad de su miembro en el interior de su pareja, rozando a la perfección la próstata de éste y haciendo que se corriera sobre la colchoneta-. Ahh… Joder qué puta delicia… –las contracciones del cuerpo de Sanji le absorbían con tanta fuerza la polla que también acabaría corriéndose-. ¡Hostia puta! –exclamó, y la sacó tan rápido como pudo, y, con la más absoluta presteza de su cuerpo, arrastró a Sanji al suelo para arrodillarlo y meterle la polla en la boca de malas maneras, pues el rubio estaba algo aturdido por el reciente orgasmo.


-Mghmg… –jadeó al notar cómo el semen de su pareja le llenaba la cavidad bucal, y con la excitación del orgasmo todavía presente, tragó con sumo cuidado todo lo que éste expulsaba-. Eres un maldito pervertido –se quejó cuando pudo y, con el dedo, recogió algo de líquido que había en su mejilla para lamerlo también casi con devoción-. Podías haberme avisado…


-¿Quién es el pervertido aquí? –se rió el peli-verde, y levantó al rubio para sentarlo en la colchoneta y, colocándose entre sus brazos, darle un cariñoso beso-. Si me corro dentro, me cortas las pelotas. Te recuerdo que estamos en el instituto.


-Ya lo sé –rebatió el cocinero haciendo una mueca muy infantil, y hundió su rostro en el hombro del muchacho para abrazarle tiernamente-. Tenía muchas ganas de estar contigo… Tener que ayudar en el restaurante es un asco.


-¡Pero si te encanta! –se volvió a reír el joven, y volvió a besar esos dulces labios que tanto le gustaban-. Creo que es hora de vestirse, la clase debe estar a punto de acabar.


-Te quiero, Zoro –dijo de repente Sanji, apretando bien fuerte sus piernas a la espalda del otro para que no pudiera marcharse, mirándole directamente a los ojos-. Te quiero.


-Lo sé –sonrió victorioso el peli-verde, y agarró la nuca del rubio acercándolo hacia sí para darle, esta vez, un pasional beso-. Pero haz el favor de vestirte –susurró sensualmente-, porque no seré capaz de controlarme.


Sanji se sonrojó levemente ante ese comentario subido de tono, pero enseguida se rió. De verdad, su novio era un maldito pervertido. Aunque él tampoco se quedaba corto… En realidad no sabría decir cuál de los dos se llevaba el gato al agua, pero había algo de lo que sí estaba seguro: era mucho más feliz así. Y desde luego que el sexo era mucho mejor así.

Notas finales:

¿Y bien?

¿Ya me vais perdonando por acabar el fic de aquellas maneras haciendo que Law se desmayara y que Kid no pudiera beneficiárselo? xDDD Lo siento, pero me entra la risa si lo recuerdo xDDDD *que mala soy eeejejeje*

Quería subir el capítulo ayer como regalo de Reyes, pero resulta que a mi casa no vienen, así que bueno, vosotros también os quedáis un día sin regalo xD. Peeeeeeero en el fondo soy buena persona :D:D

Y ya sabéis, sigue en pie el juego: 1-7 excepto 5!

Un besazo enorme, pichones! <3<3<3

 


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