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Bajo la luz de la luna por Deka2min

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Notas del capitulo:

¡Hola! ~*.*~ Aqui les traigo el capitulo 2 Wiii

Muchas gracias a las 5 personitas que me dejaron Review, son un amor ;')

En este capitulo se explicara sobre la relacion de Tae con su familia...

Sin mas... ¡Linda lectura! Espero les guste c:

Nos leemos abajo ~0_0~

 

[Re- editado/ 17]

¿Quién no ha deseado que todo sea como esperamos? Poder predecir nuestro futuro, prepararnos ante alguna inesperada situación que nos rompa nuestra impuesta rutina. Sin embargo, si eso fuera así y pudiéramos anticipar el futuro, no existirían las experiencias, las coincidencias, incluso los repentinos deja-vu. Todo tendría un flujo perfecto y mecánico en el que los errores no existirían, ni los miedos; nadie tendría arrepentimiento de hacer algo ya que sabría su principio y fin. Pero, nada de eso es así.

—Tae, detente… ¡TaeMin!

— ¿Qué ocurre? —respondí con un suspiro, sin levantar la vista de mi taza y menos deteniendo mi mano.

Escuche su bufido y aunque no lo miraba, podía imaginarme como rodaba los ojos y cruzaba sus brazos sobre su pecho. Ahora vendría el regaño.

—¿Podrías —una pausa, de seguro está intentando calmarse— dejar de hacer ese ruido con la cuchara? Es innecesario, tú no tomas el café con azúcar. Así que detente —Y justo como lo predije, se encontraba de esa manera cuando lo mire. Deteniendo mi mano y dejando la cuchara en el plato al ser descubierto— ¿Me dirás que te ocurre? has estado distraído esta semana, ausente, o que se yo. Pero no has sido tú.

¿Y cómo se supone que soy yo, KiBum?

Quise preguntar pero deseche la idea porque eso provocaría que comenzara con su interrogatorio, uno que no quería responder. Además, ni yo recordaba cómo era antes de esta semana y preguntarle a KiBum no sería buena idea. No obstante, no había notado algún cambio en mí, quizás he estado distraído, pero ausente, no. O al menos así lo veía yo.

— En serio, TaeMin —suspiro, tomando su taza entre sus manos, mirando el espumante contenido— Parece como si tu cuerpo estuviera aquí, sin embargo, hay veces que estas ausente, perdido en tus pensamientos.  Es como, como si vagaras en el pasado. Como si recordaras a…

—Cállate, —lo interrumpí, sabiendo hacia donde se dirigía esta conversación, un tema que había estado evitando toda esta semana y quería seguir haciéndolo— una palabra más y se termina nuestra amistad —me sonrió petulante, bufando— a-además yo sigo igual que siempre —susurre, dándole un largo trago a mi oscura bebida porque mi garganta la sentía seca.

Nos quedamos en silencio, escuchando el bullicio de los clientes, y para mí fue mejor de esa manera. No quería hablar sobre eso, yo simplemente quería olvidar y seguir mi vida como siempre. Pero sabía que KiBum no se iba a quedar así, indagaría hasta que le contara el motivo de mi ausencia, según él. Y cuando volvió a hablar, supe que así lo haría.

— Tae, —estiro su brazo sobre la mesa, buscando mi mano, tomándola entre la suya y  entrelazando nuestro dedos. Su mirada se encontró con la mía y comprendí, que aunque a mí no me gustara lo que dijera, el continuaría— yo, quizás no sea el indicado para decirte esto, además siempre he apoyado tus decisiones sin cuestionarte pero, debes, no, es tu obligación decirle la verdad ahora que lo has vuelto a ver. Es su derecho, Tae.

Si, sabía que iba  hablar sobre eso. Aunque no le haya contado todo con detalles, le había dicho lo que hizo SunHee y la presencia de su primera palabra, que, claramente, no fue dirigida hacia mí.

—Y-yo, —sentí como mi vista se nublada, pestañeando reiteradas veces para evitar ceder ante el sentimiento que sentía— No puedo, yo, además, no creo que sea el momento adecuado. Porque él, él…

Y mi garganta se cerró, no me sentía capaz de decir aquello que había estado guardando durante una semana, sabía que no podría decirlo sin que algo se quebrara en mi interior.

— ¿Él…? Que no me has contado TaeMin.

Pero necesitaba decirlo.

— Él… se comprometió, KiBum —y cedi ante el sentimiento que estaba reprimiendo— é-él siguió con su vida, y en menos de dos meses s-se casara.

Y su rostro se congelo frente mío, sus labios entreabiertos sin saber que decir. Era por esto que no quería decirle, no quería ver en su mirada lastima. Saber que MinHo pudo seguir con su vida mientas yo seguía solo.

—Oh Dios —su mano apretó la mía y la diestra acaricio mi mejilla, borrando con su pulgar el rastro que había dejado una lagrima— TaeMin yo, lo siento. Esto no me lo esperaba. Que idiota soy. Lo siento.

—No lo sientas —negué— esto no es tu culpa, ni de nadie. Era obvio que él seguiría su vida, solo yo fui el que se quedó estancando.

—Oh, cariño, sabes que siempre estaré contigo. Pero, esas no son escusas. MinHo necesita saber que tiene una hija independiente de que se case o tenga pareja. SunHee necesita conocer a su otro padre. Además, ella inconscientemente sabe que MinHo lo es —sonrió suave, tratando de animarme ante ese comentario.

—Es verdad cuando dicen que la “sangre llama” —hice una mueca intentando sonreír.

KiBum se levantó de su asiento ante mi atenta y confundida mirada, poniéndose al lado mío y tomando mi rostro entre sus manos antes de acercarme hacia su pecho. Dándome suaves caricias en mi espalda y susurrando palabras donde me prometía que todo estaría bien. Porque yo me encontraba llorando todo lo que había estado guardado durante toda una semana. Sentía las miradas de la gente sobre nosotros, pero yo solo pude ignorarlos porque el mundo desapareció para mí y lo único que pude pensar fue en MinHo, deseando que fueran sus brazos los que me estuvieran abrazando y me consolara como solía hacerlo. Pero sabía que ya no podríamos volver a aquellos tiempos, y yo tendría que volver a callar y encerrar los sentimientos que tenía guardados. Y decidí que solo en este momento, mientras tomaba el abrigo de KiBum entre mis manos y ahogaba mis sollozos en su camisa, me permitiría desbordar todos mis recuerdos y recordarme cuanto lo amaba, que ni los años ni la distancia, habían podido contra lo que sentía por él.

***

Mientras miraba por la ventana, un suspiro se me escapo de mis labios al recordar el día cuando me entere que estaba comprometido y se casaría en dos meses. La noticia fue tan sorpresiva para mí que, ni cuenta me di cuando las puertas del ascensor se abrieron y salí. Las piernas me flaquearon, y cedieron, cayendo de rodillas con SunHee entre mis brazos, agradecí no haberla soltado. Quedándome ahí, estancado en el suelo y escuchando los murmullos de los turistas que se encontraban por subir. Solo reaccionando cuando mi hija me tiro el cabello, con los ojos nublados por las lágrimas contenidas y los sollozos a punto de salir de sus pequeños y fruncidos labios. Y solo pude abrazarla largos segundos hasta que la voz de KiBum apareció, acercándose rápidamente y levantándome cuidadosamente. Dándose cuenta del tambaleo de mis piernas, tomo a SunHee entre sus brazos y salimos del Hotel.

La brisa me golpeo el rostro dándome una sensación de languidez; lo único que quería era salir de ahí y desaparecer hasta que pudiera volver a sentirme con fuerzas para poder sostener mi propio peso o hasta que ya no sintiera ese sofoco en mi garganta, pero me rehúse a llorar.  

El camino hacia mi apartamento fue en silencio. Mi mirada vagaba en la ventana, con mis pensamientos en blanco. Sentía que KiBum me hablaba pero no podía responderle, ahora si me encontraba ausente como decía él. Así que opto por el silencio, sin preguntar nada hasta que llegamos, solo le dije que SunHee había dicho su primera palabra y que no fue dirigida hacia mí, y que había perdido el equilibrio debido a un leve mareo: stress, fue mi escusa, que no lo convenció, sin embargo no insistió. Se despidió de ambos y se marchó.

El resto del día lo pase en la cama con SunHee, no salimos como tenía planeado, tampoco llame a mamá para que pasara la tarde con nosotros —menos ahora que las cosas estaban un poco tensas entre nosotros—, solo quería estar con mi bebé, alejarme de todo por unas horas. Y la mejor manera para distraerme fue jugar con mi hija, mirar televisión hasta que se quedó dormida entre mis piernas. Y decidí que ya era hora de dormir, porque había llegado la noche sin darme cuenta. SunHee despertó a la hora después y decidí bañarnos. Llene la tina y ambos entramos en ella. A la hora después ya estaba acostando a mi adormilada hija hasta que un leve susurro salió de sus labios, una palabra que había anhelado y que no fue dirigida hacia mí. Y recordé lo que tanto estaba tratando de olvidar.

Retrocedió un paso y se dio la vuelta pero, SunHee lo tomo con su escasa fuerza haciendo que MinHo se detuviera al instante y yo me sorprendiera por la osadía de mi hija.

— ¿Qué ocurre? —Pregunto, mirando por encima de su hombro.

—P…brrrPa… —balbuceo— P…

—¿SunHee? —La mire atónito— hija, suelta a MinHo o si no el ascensor nos va a dejar —aunque eso era de lo que menos estaba preocupado en estos momentos. Le tome su pequeña muñeca y frunció sus finas cejas, apretando su agarre— SunHee, hija suelta a…

— Pab…Pa…Papa

Papá.

Papá.

La palabra no dejaba de sonar en mis oídos. SunHee había dicho papá, su primera palabra, aquella que había estado esperando y no fue dirigida hacia mí como tanto había soñado.

—H-hija suéltalo —abrí su mano quitándola con cuidado, soltando un suspiro de alivio cuando logre hacerlo— eso es.

Al sentir que ya no era sujetado, se giró, y juro que no pude descifrar su rostro, haciéndome poner nervioso y desviar mi mirada en cualquier cosa menos en esos oscuros ojos que me miraban fijamente, haciéndome sentir diminuto y con deseos de desaparecer.

Como si eso fuera posible.

—TaeMin ¿La oíste?

—S-si… —al fin pude mirarlo, preparándome para cualquier cosa.

 — ¿Si? ¿Solo eso dirás? —y su sonrisa se expandió por su rostro, mostrando las blancas hileras de dientes Dios, TaeMin ¡Dijo su primera palabra! Eso es genial ¿No? —Asentí no muy seguro— Por cierto, ¿por qué me tomo el abrigo?  

—E-es que… quizás… ¡Ah! El color, sí, eso. Le gusto el color de tu abrigo.

Bien Taemin, perfecto.

¿El color? —le dio una rápida mirada a su abrigo color azul, frunciendo un poco su ceño hasta que miro detrás de mí— ¡Oh! perdiste el ascensor, creo que fue mi culpa por vestir justo hoy el color favorito de tu hija. Lo siento.

—No importa, no fue tu culpa. Además no sabíamos que nos veríamos hoy.

Y con esas palabras termine nuestra corta conversación. Volví a presionar el botón para que vuelva a subir o bajar, lo que sea primero, evitando volver a mirarlo y dirigiéndome hacia SunHee que no dejaba de mirar a Minho, sin que este se dé cuenta ¿Porque me hacia mi hija esto? ¿Porque justo ahora tuvo que decir su primera palabra? no era justo, y, ¿Por qué le interesa tanto Minho? Estúpida pregunta, me golpee mentalmente, sin embargo, ella no debería saber ¡Dios! Puede que esto sea algo así como una señal para que le diga a MinHo la verdad antes que se case. Sí, creo que debería aprovechar el momento. Yo necesito decirle la verdad.

—Min-

— ¡MinHo!

Una pastosa voz se escuchó por el pasillo, anteponiéndose a mi suave voz, haciéndonos girar hacia el lugar de donde había provenido. Un esbelto hombre, aunque se veía que se encontraba en sus cincuenta por la canosa barba en forma de candado que rodeaba sus labios, además de las arrugas en las comisuras de sus ojos, se acercaba con una mano levantada, vistiendo un pulcro traje gris. Sonriendo animosamente cuando ya estuvo frente a nosotros.

— Sr. Hyeon —una respetuosa venia, sonriendo un poco incómodo cuando se irguió.

— ¿Cómo has estado muchacho? Hace tiempo que no te veía.

—He estado bien, gracias. Hace dos semanas volví a Seúl.

Y mi cabeza se giró abruptamente en su dirección, sorprendido por esa información, haciéndome dar cuenta de lo poco que sé de la nueva vida de MinHo. Aquella observación me hizo sentir frustrado, aunque sabía que se había ido, no creí que solo hace unas semanas había vuelto. No, no era momento de decirle sobre su paternidad, menos en frente de aquel hombre que ni siquiera me había dirigido una mirada. ¡Ascensor sube ya!

—Me entere que has tomado el cargo de los Hoteles Kwon. Felicidades hijo —le palmeo el hombro amigablemente— Además, no pierdes el tiempo eh —sonrió sutil y el ceño de MinHo se frunció un poco— ¿Cuándo lo harás público?

—No comprendo a que se refiere, Señor Hyeon. ¿Qué debería hacer público? ¿Mi presidencia…?

El sonido del elevador apareció, abriendo sus puertas y yo, sin esperar un minuto más, me subí. Y como lo creí, el “señor Hyeon” ni por eso me miro. Por muy formal que se vea el señor, eso no significa que lo sea su educación. Pero bueno, nunca más lo volveré a ver.

Me gire para verlos y el hombre continuo con su plática.

— No me refería a eso, ya la mayoría sabemos de tu presidencia y el porqué. Me refiero a lo otro, a tu compromiso. —Mis ojos se abrieron desmesuradamente y mi corazón dio un salto en mi pecho— Felicidades muchacho, espero tener una invitación a la boda —dijo el hombre mostrando una gran sonrisa— dos meses y serás un hombre de familia. Espero sean muy felices.

Minho me miro, haciéndome sentir incomodo, intentando decirme algo pero no pudo. Me hizo una leve reverencia y una sonrisa forzosa apareció en su rostro, exhalando algo como un suspiro antes de voltearse donde el sonriente hombre y responderle.

—Tiene razón. Por supuesto que recibirá su invitación, señor Hyeon.

Y las puertas del ascensor se cerraron completamente.

Después de ese día no lo he vuelto a ver, volviéndome completamente torpe. Para comenzar, perdí mi celular ¡en mi propia casa! encontrándolo dos días después sin carga y en el basurero, vaya a saber cómo llego ahí. Derrame café en mi computador, por suerte recupere todo, y la amigable señorita me dio un cupón de descuento por si volvía a tener un nuevo “accidente”. Mi taza preferida de café, SunHee la tiro, creyendo que volaría al igual que Mr. Coffe (caricatura que pasan por televisión a las cuatro); y para finalizar, tropecé con la alfombra del pasillo de mi apartamento, dejándome una llamativa mancha con los colores del arcoíris en la mejilla “Oh, Dios mío, ¿con quién peleaste?” Fue lo que me dijo KiBum al día siguiente, y claro, exagerando solo como él sabe hacerlo. Lo importante es que ya bajo la hinchazón y dejo de tener esos colores tan llamativos, ahora solo es un suave color purpura con toques azules.

Definitivamente, mi peor semana. Lo único bueno es que tengo a KiBum que me ayudo a cuidar SunHee y organizo unas cuantas reuniones para la semana próxima, que espero, sea mejor que esta.

Sorbí un poco de mi café, agradeciendo de la tranquilidad de mi oficina, sintiéndome un poco más aliviado al aligerar mis pensamientos esta mañana con KiBum, aunque sentía mis mejillas enrojecer al recordar cuando la camarera se acero a nosotros preguntándonos si estábamos bien, toda la cafetería tenía sus ojos puestos en nosotros, haciéndome sentir avergonzado, aunque en ese momento era lo que menos me importaba.

Dos golpes interrumpieron mi tranquilidad, la suave voz de Dayan fue amortiguada por la puerta.

Joven Lee, ¿Puedo pasar?

Adelante.

Con su permiso

La chica de castaños cabellos apareció, manteniéndose erguida a espaldas de la abierta puerta. A pesar de los años, seguía siendo tan formal como la primera vez que apareció por aquí, buscando una oportunidad que no le pudimos negar con KiBum.

— ¿Qué ocurre?

—Tiene una visita. Su madre ha venido a verlo.

Mi madre.

Suspire. Con mamá siempre nos hemos llevado bien, ella igual estuvo apoyándome cuando decidí irme de la casa y eso es algo que agradezco demasiado. Sin embargo, en este último mes no hacíamos más que discutir por un tema que para mí ya estaba cerrado y discutido. Pero claro, ella no lo ve así y terminamos enojándonos.

Espero que esta vez no sea así.

—Dígale que suba.

— No es necesario —apareció, tan pulcra como siempre- Hola hijo.

El silencio apareció, Dayan nos miró a ambos y, silenciosamente, hizo una venia y se retiró cerrando la puerta, dejándonos solos.

—Madre —me balancee en la silla de cuero, recostándome en el respaldo y cruzando mis brazos— ¿Qué necesitas?

Ella frunció el ceño, acercándose y sentándose en el sofá frente a mi escritorio. Miro el dobladillo de su falda y mordió su labio inferior. Comprendí que de nuevo traería a colación el mismo tema. 

—Hijo, sé que ya hemos hablado de esto. —rodé los ojos. Hemos hablado más que bien de esto- No puedes seguir así, enojado toda tu vida por cosas del pasado. Debes ir a ver a tu padre, te aseguro que él está muy arrepentí…

—No lo hare, —la interrumpí, sentí como mi tono se volvió más bajo y rasposo— no iré a ver a esa persona que ya no considero mi padre después de todo el daño que me hizo. ¿Arrepentido? —Bufe, descruzando mis brazos y mirando hacia el ventanal— No lo creo, su orgullo es demasiado para pedirle disculpas a su “marioneta” —mire su amargo rostro— Una mera herramienta que va a seguir utilizando hasta que se muer…

— ¡Lee TaeMin! —se levantó del sofá, apretando sus manos en puños— Yo no te crie para que hables así.

—Mamá, tengo trabajo —-tome unas hojas del escritorio, ordenándolas sin un motivo.

Y de nuevo volvió el silencio. Cada vez que nos veíamos ocurría lo mismo. Ella diciéndome que vaya a ver a… él, y yo negándome. Sin llegar a nada más que discutir. Los únicos momentos donde no tocaba el tema, era cuando estaba SunHee o KiBum presente.

Si, era orgulloso, pero aún me encontraba resentido, humillado y lastimado. Y eso no era algo que se me fuera a pasar en unas cuantas semanas o meses. No después de haberme sentido de esa manera durante años.

—Hijo —fue la primera en hablar, acercándose y deteniendo mis frenéticas manos, suavizando su voz— sé que es difícil para ti perdonar a tu padre después de todo lo que hizo. Pero, todos merecemos una segunda oportunidad, incluso él. Desde que nació mi nieta no lo has visto ¿no crees que ya es hora de hacerle una visita? Estoy segura que te escuchara.

— ¿Escuchar? —Y solo ese comentario me quito la poca tranquilidad que estaba tratando de tener. La mire, poniéndome de pie, apoyando las palmas en la mesa- Él no sabe lo que esa palabra significa, mucho menos sabe lo que es conversar con su hijo. Siempre cuando yo quería hacerlo el me ignoraba diciéndome que no tenía tiempo para cosas insignificantes, entonces ¿porque debería hacerlo yo? ¿Por qué debería conversar con alguien que nunca tuvo el tiempo para mí, su hijo? —Sonreí, escupiendo cada palabra con resentimiento— Aunque pensándolo, la única manera que podíamos tener una conversación era si el tema relacionaba a sus malditos Hoteles…

Y el escozor en mi mejilla hizo detenerme, mirando aquella rustica pintura colgada en la pared antes de volver a mirarla. Tocándome la caliente mejilla para comprobar que lo que había pensado si era verdad: mi madre me había dado una cachetada. En todo este tiempo nunca habíamos llegado a esto, siempre era algo verbal entre nosotros, y esto me dejo más que sorprendido.

Su mano fue bajando lentamente, y sus ojos estaban brillosos por las lágrimas contenidas que no demoraron por caer por sus comisuras, bañando sus rosáceas mejillas. Algo se encogió dentro de mí al verla llorar por primera vez en mucho tiempo, desde que ocurrió aquel accidente.

—TaeMin ¿por qué no comprendes? Porque no puedes avanzar y perdonar. No sabes cuánto me duele verlos en esta absurda disputa, no, —negó leve— más me duele ver que los ojos de mi hijo están perdidos en un abismo, cegados por el odio y orgullo. —Sollozo, cubriendo su rostro con ambas manos, amortiguando sus siguientes palabras— No sabemos cuánto le queda, hijo. Y Tú no haces más que…

Y sus palabras ya no pudieron continuar, muriendo en su garganta para dale paso a los sollozos que subieron estremeciéndole su cuerpo. Yo no quería esto, pero quizás tenía que pasar para que uno de los dos cediera ante estas constantes disputas entre nosotros.

—Mamá… -rodee el escritorio y me acerque. Mi brazo se estiro para tocarla pero, algo me detuvo, quedando suspendido en el aire.

—Y-yo… —prosiguió, destapando su rostro y mirándome. Sin pensarlo, me abrazo— Lo único que he deseado todo este tiempo es tu felicidad, amor. La tuya y la de mi preciosa nieta. Pero primero necesitas enfrentar a los fantasmas del pasado; a tu padre y al otro que tú sabes muy bien quien es —se separó, tomando mis manos entre las suyas, imponiendo una cálida sonrisa en ese rostro lloroso— me entere que se vieron hace una semana y se asociaron.

—Y-yo, yo no, Eso… —sentí como la sangre me subía a las mejillas.

—No necesitas darme explicaciones, eres mi hijo y sé que podrás resolver esta nueva oportunidad que te ha dado la vida.            Amor, piénsalo. Y por favor, ven a la casa a ver a tu padre, si no puedes por él, hazlo por mí y deja que SunHee lo conozca. Estoy segura que tu padre estará muy contento de oírla —acerco su mano hacia la mejilla golpeada, y la acaricio suave— Lo siento por esto, pero era la única forma que te callaras. —hizo una pausa— Prométeme que lo pensaras.

Me miro con esos ojos aun envueltos por lágrimas, anhelando una respuesta positiva de mi parte pero me quede en silencio por varios segundos. No podía prometer algo que no sabía si cumpliría, pero tenía que responder algo para tranquilizarla. Quizás tenía razón y era hora de dar el siguiente paso.

Supe que yo sería el que cedería.

—Está bien —la sonrisa en su rostro creció, esperando a que prosiguiera— Mamá, lo siento, no quería que lloraras.

—No te preocupes. —Acuno mi rostro entre sus cansadas manos— Eres mi hijo y sé que a veces sueles cometer errores. Pero para eso estamos los padres, para corregirlos  guiarlos. —Beso mi frente, acariciándome las mejillas con sus pulgares para después soltarme— Cuídate. También a SunHee. Pronto los iré a ver. Nos vemos amor.

Me dio una sonrisa y yo solo la observe hasta que su silueta desapareció por la puerta, volviendo a parecer el silencio por la fría oficina.

Volví a rodea mis escritorio y me deje caer en la silla de cuero, masajeándome las sienes. A pesar de todo este tiempo, mi padre aún era un capítulo de mi vida que nunca podría cerrar, no si seguía escapándome de él.

Desde que tengo memoria, él nunca se comportó como un padre. Cuando era niño eran escasas las veces que se encontraba en casa ya que si no andaba en una cena o evento, se encontraba viajando para extender su preciada cadena de Hoteles. Y claro, yo al ser su único hijo, estaba destinado a que todo eso pasara a mis manos y me hiciera cargo.

Nunca asistí a una escuela, mi educación fue en casa bajo la tutela de estoicos profesionales que me enseñaban estrictamente con el fin de ser el mejor y destacar en todo; órdenes del señor Lee, mi padre. Y yo no sabía el porqué, hasta que escuche a mi padre hablar con uno de mis tutores.

“Tienes que enseñarle bien ¿Me escuchaste? Por algo te contrate y te pago, así que no quiero ningún error en su enseñanza. Nada de jueguitos ni perder el tiempo, por algo no lo inscribí en esas mediocres escuelas públicas. Ya que él será el futuro de los Hoteles Lee, todo lo que tengo pasara a sus manos cuando sea mayor y quiero que pueda administrar dignamente mis hoteles”

Nunca hubo una conversación en la que él no me hablara sobre las gestiones, asociaciones, contratos y estrategias de cómo movernos en el mundo comercial. Yo solo lo escuchaba, sin interrumpirlo, haciendo todo lo que me decía sin preguntarme si me gustaba o no; en ese momento, nació la marioneta. Su marioneta.

Cuando cumplí quince, fue mi ingreso hacia ese mundo capitalista. Acompañándolo a cualquier lado que él me decía. Sin embargo, lo que menos espero mi padre ni yo, es que a los veinte lo conocí, a él, al hijo de los Hoteles Choi. Aquella empresa que aún se encontraba en ascenso y no eran demasiado reconocidos, si no, más del montón como los tacho mi padre. Pero eso no fue impedimento para que yo me enamorara del futuro heredero: Choi MinHo.

Desde el primer momento, hubo atracción entre nosotros, un algo que nos alejaba de ese mundo problemático. Y sin demorarnos mucho, comenzamos con una relación a la que mi padre, claro está, se opuso. Diciendo que yo merecía a alguien mejor, alguien que fuera más reconocido y prestigioso y que pudiera ser un digno administrador con experiencia y buen status social.

Pero yo no terminaría con MinHo. Así que decidimos vernos a escondidas. Paso un año, convirtiendo a mi madre en cómplice de nuestra secreta relación, ayudándonos mucho inventándole escusas a mi padre cuando yo no me encontraba en casa. Un tiempo después, ya no teníamos la necesidad de ocultarnos porque a mi padre le llego una deleitable oferta para expandir los Hoteles Lee en China, cosa que él, como avaro, no rechazo. Estuvo tres años viajando contantemente hacia dicho país, y como resultado, nunca lo veíamos.

Sin embargo, aún recuerdo esa tarde cuando regreso, trayendo consigo la peor noticia que me podía dar.

“Hijo, te traigo buenas noticias. En un par de meses, te casaras con él hijo de los Hoteles Gang. Su unión nos abrirá una puerta de posibilidades, dándonos mayor prestigio y agrandando el capital de la familia. Sé que así será. Además, el joven Gang es un excelente e inteligente joven. No como ese con el que andabas. Deberías estar agradecido de esta oportunidad que te ha traído tu padre, TaeMin”

Solo en ese momento se comportó, como él dijo, como un padre. Pero yo no lo vi así. Y salió a flote todo lo que había contenido en mi vida. Discutí con él por primera vez, elevando mi voz cuando le dije que estaba enamorado de otra persona y que no iba a dejar que vuelva a imponer sus deseos egoístas en mí. Y sonrió. Torcido, petulante, acompañado de una escueta carcajada. Y me di cuenta que mi padre sabía todo sobre mi relación con MinHo y que lo había dejado pasar sola para satisfacer mi capricho pasajero  de adolescente enamorada, pero ahora debía dejar los juegos y corresponder a mis obligaciones como heredero de los Hoteles Lee.

Me negué, y me amenazó diciendo que si no le hacía caso iba a llevar a la ruina a los Hoteles Choi. Yo no quería eso, no podía permitirlo.

Me dio dos días para terminar toda conexión con MinHo y comprometerme.

Esos dos días fueron los mejores que tuve. Arrendamos una cabaña en la playa y, como muchas otras veces, consumamos nuestro amor bajo la luz de la luna, que en ese momento era tan brillante como el sol. Su tenue luz era como una túnica que nos brindaba protección y serenidad, siendo la única espectadora de nuestro gran amor y pronta separación, claro que Minho no sabía que ese día yo terminaría todo lo que habíamos formado en cuatro años. Promesas, esperanzas, un futuro juntos, todo quedó en nada.

“Siempre te amare, nunca lo olvides” fue la promesa que le hice en silencio y la que grabe en mi corazón.

MinHo no me busco.

Pasaron dos meses y comencé con síntomas que eran ajenos a mi cuerpo. Vómitos, fatiga, mareos eran el pan de cada día, y decidí asistir al médico. El médico me dio su hipótesis, pero decidió hacerme exámenes para comprobarlo. Tres días después, cuando fui por los exámenes, me entere que un pequeño ser crecía dentro de mí. Fue la mejor noticia.

Pero mi felicidad no duro demasiado cuando decidí contarles a mis padres. He ahí mi error. Mi madre lloro de alegría y me felicito, pero de mi padre solo recibí una fría cachetada y las palabras más crueles que me haya dicho y, como ya había mencionado, me fui de la casa sin importarme el matrimonio arreglado que había hecho mi padre. Gracias a la ayuda de KiBum pude comprar mi apartamento con los ahorros que tenía.

Quise buscar a Minho pero era demasiado tarde. Me dijeron que se había ido del país.

Corte toda conexión con ellos, bueno, excepto con mi mamá que me llamaba continuamente para saber mi estado, pero todo a escondidas de mi padre. Mi padre le prohibió visitarme, diciéndole que no tenía por qué visitar a un extraño malagradecido. Claro que no fue mi madre quien me lo dijo ¿Cómo lo supe? Porque en una conversación que tenía por teléfono con mamá, nos sorprendió, quitándole el artefacto de sus manos y gritándomelo con su furiosa voz.

Después de eso corte comunicación con mamá. Hasta que un mes después recibí la noticia que mi padre había tenido un accidente automovilístico. Corrí al hospital y lo vi ahí, en una camilla conectado a varias máquinas; no volvió a despertar.

A mis veinticuatro años, por ser el único hijo, me volví el presidente de la gran cadena de Hoteles Lee y KiBum se volvió el vicepresidente o, como le decimos nosotros, el “vice”. En ese entonces tenía cuatro meses de embarazo. 

Asumí el cargo, mi embarazo siguió su curso y mi papá no volvió a despertar. Por eso mamá insiste que lo vaya a ver. No se sabemos si vuelva a despertar o si simplemente nunca lo hará y llegara el momento en que fallezca. Y si llegase a pasar eso, ella no quiere que yo me quede con todo ese odio contenido porque lo único que me hace es sufrir y no dejarme avanzar. La última vez que lo vi fue cuando nació mi hija ya que yo me atendí en el mismo hospital que él estaba.

De eso han pasado siete meses.

Sacudí mi cabeza, no debía seguir pensando en sucesos pasados. Me incorpore mirando la hora del reloj digital de mi escritorio, nueve de la noche. Espero que KiBum haya logrado dormir a SunHee. Tomando mi abrigo, camine hacia la puerta.

Los pasillos solitarios y alguna que otra oficina con una tenue luz encendida, fueron mis acompañantes mientras llegaba hasta el elevador. Estaba esperando, cuando el recuerdo de su rostro irrumpió en mis pensamientos, recordando lo que había pasado hace una semana ahí. Pero lo ignore cuando el ascensor llego, me subí.

Una semana. ¿Qué estás haciendo?

Llegue al estacionamiento encontrándome con el desolado lugar, siendo mi auto color negro el único ahí.

Las calles serenas y la luna deslumbrante, lograron darme tranquilidad en mi camino hacia mi apartamento. Cuando llegue, una agradable sensación me recorrió el cuerpo al bajarme, pero asumí que fue por la suave brisa. Subí a mi piso y vi que la luz se encontraba encendida. Busque mis llaves y abrí la puerta. Y para mi sorpresa, ahí en la entrada del comedor, estaba SunHee sentada, con un juguete entre sus manos. No se dio cuenta de mi presencia hasta que hice sonar las llaves que un colgaban del cerrojo. Balbuceo, y con una hermosa sonrisa me recibió.

— Hija, porque sigues despierta. —saque las llaves de la puerta y la cerré. Acercándome a ella— ¿Dónde está el tío KiBum? —La tome en brazos, abrazándola, llenándome de su esencia— Tendrías que estar durmiendo, amor.

—Pabbr… Pa —dijo riéndose, pero no me miraba a mí.

—SunHee, papá está aquí. —sonreí, le bese su mejilla pero no dejaba de mirar hacia otra dirección— ¿Qué es lo que te pone tan contenta?

—TaeMin.

Todo se detuvo. Mi sonrisa desapareció y un entumecimiento me recorrió la espalda haciéndome quedar en estupor. Si no reconociera esa voz tan bien viese llamado a la policía inmediatamente, y no me viese quedado como una estatua, pero este no era el caso. Esta situación me recordó a lo que paso hace una semana. Me gire y lo vi, estaba afirmado en el umbral del comedor, con esa sonrisa que mostraba sus perfectos dientes blancos, provocando que mi corazón desembocara fuertes golpes en mi pecho.

—M-MinHo tú, tú, ¿Qué haces aquí?

*

*

*

 

 

 

Notas finales:

¿Que les parecio? D: 

jajaj Minho sorpendiendo a Tae hasta en su propia casa xD

El Papá de Tae fue muy malo u.u que opinan ¿se merece alguna oportunidad?

Espero no haber cometido errores y la redaccion este bien :x si es asi me dicen! toda critica constructiva es bienvenida ~.~

Si tienen alguna duda, sujerencia o lo que sea me dejan un RW c:

Y... ¡Feliz año nuevo! (aunque aun quedan algunas horas xd) pasenlo bien con su familia o amigos ~+.+~ ¡Nos leemos en 2016!

 

 


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