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Mi Señor por CaedesDarkParadaise

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Frank Longbottom se enamoraba todas las noches.

Del mismo hombre.

Pero no partiendo de la realidad sino de un sueño.

Siempre era lo mismo.

…l despertaba al pie de un acantilado, confuso y adormilado, apenas con la conciencia en la mente producto del brusco despertar.

Aquello le pasaba continuamente, pero un momento mas tarde se daba cuenta de que habia sido por una voz ronca y penetrante susurrándole al oído.

Frank chillaba asustado mientras se levantaba de un salto.

- ¿Porque te asustas?- le dijo.- ¿Has vuelto a tener pesadillas, cariño?

Frank jamás había visto un hombre más atractivo que este. Tenía el cabello oscuro, un poco largo, peinado hacia atrás; una barba poblada pero recortada de forma que esta hacía que la mirada de cualquiera fuera directamente a sus atrayentes ojos marrón claro. Vestía una camisa blanca remangada, la corbata azul zafiro desarreglada y pantalones negros.

Era un hombre hermoso.

Frank noto que el sonrojo de sus mejillas aumentaba y la risa del hombre brotó de sus labios sorprendiéndolo.

- ¿Te has vuelto a sonrojar, pequeño?- rió.- Uhmm. ¿Te encuentras bien? El médico dijo que el embarazo a veces provocaba sueños extraños.

Frank sintió de repente un mareo apabullante.

¿Embarazo?

Bajo los ojos hacia el abultado vientre que parecía querer explotar pero que en un principio no había notado.

¿Cómo era posible?

Estuvo a punto de volver a chillar de horror. Se tocó la tripa por encima de su camiseta con delicadeza, explorando con sus dedos, temiendo que en cualquier momento fuera a romperse, y otras manos levantaron la camisa de improvisto para acariciar la zona que él tocaba.

- Nunca te agradeceré todo lo que has hecho por mí, pequeño.- El hombre le agarró de la cintura para colocarlo lentamente sobre su pecho, y extrañamente para Frank, fue uno de los lugares más cómodos y tranquilos en los que había estado alguna vez.- No deberías levantarte tan rápido o te marearas. Según el libro del embarazo que me regaló mi hermano debes procurar la tranquilidad y ser menos inquieto.

- ¿Te has leído un libro de embarazo?- le preguntó sorprendido.

- Todas las noches cuando dormías.- Frank jadeo.- Te confieso que estoy asustado.- dijo de pronto.- Por eso lo leí. No quiero que os pase nada.

Entonces Frank pudo leer la mirada que le dirigía.

Una llena de amor y devoción que le partió el alma en dos, y quiso llorar de alegría a pesar de que nunca hubiera tenido tantos sentimientos encontrados en su vida con una sola persona. Y el pecho de Frank se hinchó con un dolor desconocido pero no desagradable ni mucho menos dañino.

- A veces pienso qué hubiera pasado si mi cabezonería hubiera ganado a mi corazón.- Le acaricio la mejilla.- No te habría buscado, y me habría perdido el nacimiento de nuestro Neville.

"Neville"

- ¿A qué te refieres?

El hombre bajó su cabeza y le beso sus labios suavemente.

- Se que no te gusta que hable de eso. Fue un mes doloroso para ti pero quiero decirte que yo sufría igual que tú.- murmuró contra sus labios.- Era un muerto en vida tanto que mis amigos pensaron que me estaba muriendo. No podía vivir sin ti.- le apretó contra sus brazos.- No puedo ni quiero vivir sin ti. Jamás.- declaró.- Tendrán que separarme de ti en un duelo a muerte porque no será de otra forma.

- Yo...

- Te he dejado sin palabras, ¿eh?- se carcajeo.- Es una de mis cualidades. Ya lo sabes.

- Por-Por Supuesto.- Aquel hombre le acarició la tripa nuevamente.- ¿Que fue lo que te enamoro de mí?

- ¿Hablas enserio, amor?- le observo de frente con una sonrisa en sus labios.- Diría que todo de ti, pero no es cierto, porque hay cosas que a veces me irritan como la manera de ponerte en peligro sin ni siquiera buscarlo.- Frank torció la boca, avergonzado.- Me has vuelto un paranoico, tanto que a veces tengo que revisar dos veces la mansión para saber que estás ahí. No deberías escaparte para ver a tus amigos si los ves todos los viernes para vuestra cena anual. Y creo que a mis amigos les ocurre lo mismo.

- Soy impulsivo.- agacho la cabeza.- Y sé que no puedo remediarlo pero es así como me criaron, y no sé como lo hago. Mi padre tenía la misma cualidad para encontrarse con problemas sin buscarlos.- le explico.- Claro que después los solucionaba con soltura, y por eso mismo era la mano derecha del Rey Gryffindor.

- Pero tú no debes seguir sus pasos, Frank.- le regaño.- Te pondrás en peligro de muerte. ¡Y qué haré yo sin ti!

Frank abrió los ojos con sorpresa.

- Lo siento.

- Por favor.- susurro.- No te pido que dejes de ser auror porque te encanta serlo; solo vuelve a mí. Aunque ocurra lo más indeseable, vuelve a mí.

El pelinegro estaba tan conmovido por sus palabras que se giró hacia él poniendo su tripa como una pequeña barrera entre ellos pero traspasable.

"¿Esto es sentir amor?"- pensó.- "…l me ama a mí"

Rodeo el cuello del hombre con los dos brazos y lentamente posó sus labios en los de él.

- Mira en lo que me has convertido.- soltó de pronto.- Yo, el que vivía como si no hubiera mañana, libre de toda atadura; ahora soy tu más fiel esclavo.

"…l me ama a mí"

- Volveré a ti.- prometió.

Y de los ojos de Frank, al despertar, brotaban lágrimas de tristeza porque al fin y al cabo solo era un sueño.

Un sueño que jamás se haría realidad.




- ¡Frank! ¡Despierta, Frank!- una mano se posó en su hombro haciendo que saltara.- Estabas en el limbo, y ahora debemos estar más atentos.

Arthur le envió una mirada de advertencia, y Frank se recuperó de sus pensamientos.

- ¡Hágale caso a su amigo, señor!- El cocinero, un hombre mayor llamado Argus Filch se adelantó dos pasos con la cuchara en una mano y el cazo en otra. Otro pinche de la cocina se adelantó más sonriente al igual que el otro.- Yo mando en esta cocina, no quiero peleas ni platos sucios. ¡Preparar la cena! ¡A trabajar!

Los dos pinches levantaron una ceja hacia Argus con incredulidad.

Y Arthur y Frank vieron como se marchaba lejos de la cocina con una pequeña gata entre sus brazos.

- ¿Es el cocinero?- le preguntó Frank al primer pinche, quien solo asintió con pesar.- Oh, entonces bien.

- Os acostumbrareis.- dijo el segundo con voz dulce.- Aunque aún no se cómo se las arregla para llegar dos minutos antes que Molly. Si ella le descubre es capaz de matarlo.

- Por cierto.- comenzó el primero.- Me llamo Robert Wood y mi querido acompañante es Zacharias Finnigan.

- Oh, cállate.- resoplo Zacharias.- Llamadme como queráis. Soy el cocinero principal, lo único que os pido es que terminéis los platos a tiempo y ser uno solo en la cocina. No os entretengáis con cualquier cosa hasta que termine la cena. Cada plato debe estar a tiempo. ¿Está bien?

Ellos dos asintieron.

- ¡Sois hermosos!- les halago Robert.

Estos dos se sonrojaron.

- Perfecto.- aplaudió, ignorando lo anterior que dijo Robert.- Empecemos.

- Yo puedo lavar los platos sucios y lo que dejéis regado.- les informo Frank un poco avergonzado.- Mi especialidad son las ensaladas y los postres. En los platos normales estoy perdido.

- ¿Sabes hacer postres?- le interrogó Zacharias.- ¿Cuáles?

- Todos los que el libro de recetas de Wonka puede hacer.- respondió Arthur por él.- Es todo un experto.

Frank le fulmino con la mirada.

- Tampoco es para tanto.

- Entonces podrías hacer una tarta de chocolate con fresas para la cena.- empezó Robert ilusionado.- Será el plato especial.

En qué lío se había metido.

Se suponía que ellos estaban infiltrados en el reino para derrotar a su rey no para endulzarle la cena, y al parecer Arthur se dio cuenta muy tarde porque le miró con una disculpa infinita.

- Claro.- contestó bruscamente.

No podía negarse.

- ¡Manos a la obra!

Dos horas después la cena, caliente y deliciosa, estaba a punto de servirse en el comedor. Y Frank esperaba ansioso a que la hora de la reunión llegase para volver a ver a sus amigos y les contasen a Arthur y a él alguna información obtenida.

Frank volvió a su trabajo de colocar fresas en la pirámide de la tarta, parecía sabroso y tuvo la tentación de probarlo.

Pero le daría una indigestión si volvía a pensar que era para mortífagos malvados.

Era una lástima.

- Nosotros iremos a servirles la cena.- le dijo Zacharias a Robert y a Arthur.- Quédate a terminarlo, Frank.

Los ojos de Arthur se dirigieron a él con asombro.

- Yo...- titubeó Arthur.

- Si, tú.- le indicó Robert.- ¿Quien más? Vamos, compañero.

Y los tres desaparecieron por la puerta tras un asentimiento de Frank.

Rezaba para que su amigo no se delatara a sí mismo. Sabía que era un buen auror y entrenador de aurores pero no buen actor.

Cada vez que oía un ruido miraba hacia la puerta con la esperanza de que fueran los merodeadores.

De pronto entró Peter, pálido y tembloroso, y Frank se temió lo peor.

"Los habían descubierto"- fue lo primero que pensó.

- Pete, ¿Que te ocurre?- Frank le abrió una silla con preocupación.- ¿Ha pasado algo con el tal Crouch?

Peter abrió la boca pero finalmente acabó cerrándola.

- No es nada.- sonrió.- Cosas mías. Es que me he acordado que deje encendidas las velas de mi habitación y puedo provocar un incendio. ¡Qué Merlín no lo oiga!- Frank frunció el ceño.- Anda. ¡Qué rico pastel! Has mejorado, Frank. Bueno he terminado mis tareas, nos vemos más tarde.

Y se fue rumbo a las habitaciones del castillo.

¿Qué le ocurrirá?

- Me imagino que en cualquier momento nos lo contará todo.- murmuró para sí.- Habrá que darle tiempo.

Frank continuó haciendo el pastel hasta que vino Robert para llevarse la tarta.

- Esta estupenda.- casi dio saltos.- Vamos. Ellos tendrán que saber quién hizo este fabuloso pastel.

- A ellos no les importara.- Robert arrugó los labios.- Me conformo con que les guste. Me quedo aquí.

El pinche se fue con un encogimiento de hombros.

Y al igual que Peter, su amigo Remus entró tembloroso pero no de algo que le turbara sino de furia.

- ¡Cómo demonios puede ser tan arrogante!- rumió.- ¡Estoy harto de los Lords!

- Remus, cálmate.- le tranquilizó Frank o más bien lo intento.- ¿Te refieres a Malfoy? Querido, no debes hacerle caso. Tú continúa con tu trabajo, y tendrás que tragarte tu orgullo por mientras.

- Pero...- Frank le echó una mirada penetrante.- Por James.

- Por James.- continuó.

Remus le propino un beso en la mejilla antes de salir a fuera para aplacar su rabia.

- Otro.- suspiró.- ¡Merlín, sálvanos!

Una vez terminada la cena, los dos pinches y Arthur volvieron, el último más rígido. Le felicitaron por el postre que había hecho y ayudaron a lavar los platos. Estos decidieron de pronto irse a sus habitaciones, y solo Arthur y Frank se quedaron en la cocina a la espera de que volvieran los merodeadores pero ninguno daba señales de vida.

El nerviosismo empezó a invadir a Frank.

- No puede ser.- susurró Arthur.- Ninguno ha entrado.

- Tranquilo.-le dijo intentando no mostrar preocupación.- Vendrán.

Y un patronus corpóreo se deslizó por la puerta en forma de zorro, uno muy característico pues este tenía un collar con una "M" en el pecho.

Era de Fabian.

- Los gemelos Prewett.

Arthur asintió y se levantó de un salto.

- Iré a ver que necesitan.- le explicó ante su pregunta silenciosa.- Quédate aquí a esperar a los chicos. Volveré pronto.

Salió corriendo por la puerta de la cocina sin esperar a que dijera nada más.

Esperaba que no ocurriera nada.

Adoraba su reino y lo protegería cueste lo que cueste porque era el lugar donde sus padres se conocieron y él se crió. Nadie le haría volver a atrás en su propósito.

Si los mortífagos querían atacarlos, que vinieran.

Ellos lucharían a muerte.

Entonces tendría que incumplir el trato que le hizo al hombre de sus sueños porque no sabía si iba a salir vivo de ello.

Y jamás le conocería.

Pero no extrañas lo que no conoces.

Tendría que conformarse con soñar.




Rodolphus Lestrange era hijo del patriarca, mano derecha y legendario asesino Reagan Lestrange, pero él creía que era mucho más que eso.

Era un hombreriego, activo anti-sangre pura y lo último pero no menos importante.

Era hermano mayor.

…l había intentado proteger a su hermano Rabastan toda su vida.

De su padre y madre, sobre todo.

¿Qué niño tendría que protegerse de sus propios padres?

Ellos.

Rodolphus se había encargado de enseñar valores y moral a su pequeño hermano cuando sus padres hacían todo lo contrario.

Este había crecido con sus enseñanzas, y Rodolphus creía que después de todo no lo había hecho tan mal.

Después de todo, Rabastan lo tenía a él y él tenía a Rabastan.

Así había sido siempre.

- Vamos, querido.- le dijo Narcissa una vez que Arabella se marchó a su habitación.- Me estoy muriendo de hambre, y creo que necesito una copa de ron.

- Borracha.- cantó Rodolphus.

Narcissa bufó a la vez que se encendía un cigarrillo con elegancia.

- Señora Black.- le avisó su sirviente Xenophilius a Narcissa.- Ya está la cena.

- Gracias, querido.- le sonrió.- Ahora vamos.

Y este se retiró sin decir nada.

- Oh, qué disciplinado consigo mismo.

- Por eso me gusta.- le informo.- Es muy educado, y no se mete en asuntos que no le atañen.

- Bien.- y le retiró el cigarrillo de los labios.- No fumes.

- Pesado.

- ¿Y dónde está Regulus?

- Desaparecido.- le contestó Rodolphus cuando caminaban por el pasillo.- No le molestemos.

- Mi primo está completamente extraño últimamente.- le explico pensativa.- Y se supone que es un Black.

- Black o no, es más humano que cualquiera de sus antepasados.- lo pensó mejor.- O los míos.

- Tienes razón.- asintió.- Me he ocupado de él desde que tenía cinco años. Regulus lo pasó muy mal y apenas recuerda su infancia.

- Vamos a comer, arpía.

Narcissa le dio un codazo.

En cuanto llegaron ninguno de sus amigos se encontraba en el comedor. Los dos se sentaron en las sillas a la espera de que alguno llegara pero solo entro Bartemius con su típica seriedad y minutos más tarde le siguieron Lucius y Ethan.

- ¿Y los demás?- le preguntó Bartemius.- Es raro que Tom no haya venido primero.

- Estará haciendo algo importante.

- Tengo un hambre feroz.- soltó Rodolphus riéndose.- Que nos trae hoy nuestro querido cocinero.

Y los cocineros entraron con las bandejas de comida en los carros aunque uno de ellos jamás lo había visto. Era pelirrojo, atractivo y de ojos chocolate. Estaba tenso y Rodolphus creyó ver que estaba en alerta.

Solo fue un segundo, y al final solo supuso que serían los nervios.

- Este es nuestro nuevo chef, señores.- les presento Zacharias.- Se llama Arthur.

- Encantado de conocerlos, señores.- pronunció con fuerza.

Y estos asintieron lentamente mientras comenzaban a servirles la cena. Decidieron esperar diez minutos a sus amigos pero estos no llegaron a traspasar el comedor por lo que comenzaron a comer.

- Estaba delicioso.- murmuró Rodolphus.

- Gracias, señor.- le agradeció Robert.- Pero hoy tenemos un plato especial.- Rodolphus alzó la mirada.- Un pastel de chocolate con fresas.

- ¡Y qué ocurre que no lo traes, amigo!

- No seas goloso.- le regaño Ethan, mirando de reojo al cocinero pelirrojo.

Rodolphus le miró extrañamente.

- ¿Y mi hermano?

- Y ahora preguntas por él.- rió Lucius.- Has comido perfectamente sin notarle, Rod.

- Ya vendrá.- dijo sin darle importancia.

- ¡Vaya hermano!

El pelirrojo les echó una mirada sorprendida pero no añadió nada más.

"Qué raro"

Un pastel de aspecto delicioso de dos pisos entró por la puerta, y Rodolphus quiso besar a quien lo había hecho.

- Sírveme un trozo, Zach.- le pidió ansioso.

Cuando lo probó quedó totalmente encantado y deseo de comer más. Nunca había probado un sabor tan estupendo como este.

- Está muy rico.- dijo Ethan, quien no era precisamente muy fan de los postres.

- Si lo dices tú, compañero.- Narcissa comió otro trozo con gusto.

- ¿Quién lo ha hecho?- le interrogó Rodolphus a Robert.

- Nuestro nuevo pastelero.- contesto.- Se llama Frank.

- Frank, ¿eh?

- Estamos llenos de nuevas reliquias al parecer.- Y todos miraron extrañamente a Lucius.- No me hagáis caso.

Una hora después cada uno se fue por su lado con la tripa llena y satisfecha.

- Tengo que felicitar al pastelero.- susurro.- No dormiré tranquilo.

Fue con decisión a la cocina pero cuando llegó se encontró a un precioso y pensativo joven de ojos marrón oscuro, pelo negro como un cuervo y labios carnosos.

Este se mordió el labio sin darse cuenta de que estaba detrás de él.

- Así que eres tú quien ha preparado este rico pastel, precioso.- comentó con voz seductora.- ¿Como crees que debo felicitarte?

Frank se quedó rígido.

"…l había escuchado esa voz antes"

- Dime, ¿Cómo debo agradecer tu talento, hermoso?

Era bajito, de aspecto dulce pero Rodolphus notó la fiereza brillar en sus ojos.

"Hermoso"

- Me llamo Rodolphus, ¿y tú?

Frank no podía creer que él existiera de verdad.

Ahí se encontraba él.

De pie con el mismo aspecto pero con distintas ropas y una sonrisa seductora en sus labios.

El hombre de sus sueños.

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