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No-Hero por sleeping god

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Notas del capitulo:

El tiempo que me tarde... es una verdadera verguenza. Simplemente no hay manera de explicar qué pasó, simplemente me trabe en una parte que por más que intente dejar descansar-bastante diria yo-no quiso y no quiso, aun así espero quedara bien.

Continuo.

"Cuando la realidad decide doblarse, la Fe, Esperanza, y Verdad son las primeras en salir por la ventana."

Spawn

Sombras, mentiras e ilusiones.

Una madre esperando a su hijo a mitad de la noche sin doblarse en llanto. La pareja que se desliza sobre la puerta, pensándose con pesar, sin abrirla. El anciano que se hinca con dolor ante un nombre que el tiempo robo.

Las flores blancas se secan y mueren ante él ¿Por qué observarlas?

No podía entenderlos, pero ahora creía ser capaz. El dolor que afecta a quien comprende sin sentirlo.

Si la espada no temblara, si sus ojos dejaran de negarse a ver y el valor a escapársele, los protegería.

No pierdas, pide. Sonriendo responde: Ya he perdido.

 

Las mejillas que acariciaba estaban frías aun con el sonrojo. Los ojos marrones parecían nublados, sin ninguna razón más que concentrarse en respirar un cálido aliento y volver a chupar su pulgar. Debió sentirse culpable de traer así a Ichigo, directo a su cama, más no podía esperar. Después de informarle de las ganas que tenía de hacerle el amor no se daría por vencido.

Al sacar su pulgar húmedo delineó los labios de su fresa, después los besó suavemente, cerrando los ojos para transmitir ese deseo inconsciente de que comprendiera todo lo que era él.

-¿Qué tienes, Grimmjow?—preguntó una vez que sus labios fueron dejados y el espada no empezaba a desvestirlo, sino que permaneció quieto sobre él. Y ese beso fue tan suave que no parecía suyo. Le había dicho claramente: no soy yo.

-No me gusta el desierto, me di cuenta de eso—comentó, sentándose un momento sin retirar la idea de seguir—No lo sabía. No sabía muchas cosas y estoy feliz por eso.

-Grimmjow…

-Me siento fuerte. Tanto que… estoy asustado—confesó lo que se dijo no diría. Se rompió ante quien quería proteger. Buscaba apoyo en quien le podría romper.

Ichigo le abrazó dulcemente.

-Eres un idiota. No importa que tan fuerte o débil seas, yo siempre voy a ganarte.

-¡¿Ahh?!—se ofendió, casi retirando los brazos de Ichigo.

-Siempre te ganaré, así que no importa contra quien te enfrentes porque voy a ayudarte.

No lograba comprender cómo ese shinigami siempre lucia tan imponente. Le convertía en un niño admirando a un súper héroe.

Si el corazón de Ichigo no temblaba, él se tranquilizaba y podía hacer lo que fuera.

Lo tiró sobre la cama y volvió a posicionarse encima.

-En esto no me ganas—le susurró al oído—¿a menos de que quieras montarme?

-¡Cállate!...Aun no estoy… —no continuó. Ya que perdiera la mente por el placer estaba seguro de aceptar gustoso.

Pensaba en hacerle el amor mientras le besaba y quitaba la bufanda amarilla y le abría la chaqueta. Todo tenía un calor que le recorría las manos desnudas. Su novio tenía los ojos cerrados pero creía que así era más factible que supiera que mantenía vivo a un muerto.

-¿Por qué te estás tardando tanto?—cuestionó  a la forma tan calmada que tenia de retirarle las prendas, teniendo todavía la camisa puesta y a Grimmjow besándole el cuello sin morderlo.

-No te desesperes. Quiero tomarme mi tiempo esta vez…—le jalaron el cabello, viendo el rostro enojado de Ichigo.

-¿Crees que eres el único con caprichos?—le soltó el sedoso cabello—Te extrañé así que… date prisa—sentirlo, se repetía tantas veces en los días que no estuvo, así como ahora, besándolo, tocándolo con las yemas de los dedos, pero ahora que lo tenía realmente quería estar seguro de tocarse hasta hartarse.

Le respondió bajando de la cama, degustando el rostro entre confundido y apenado de Kurosaki. No lo haría esperar más por lo que se sacó la chamarra, la camisa y abrió su pantalón. Quería tomarse su tiempo pero ya tenía una dura erección. Se sentó en el borde de la cama y comenzó a retirarse las botas y los calcetines.

-¿Qué esperas?—preguntó sin ninguna sonrisa—Quítate la ropa.

El shinigami parpadeó un par de veces antes de entender la pregunta. Jamás le contaría lo sensual que se le hizo verlo desnudarse frente a él, tan seguro de que obtendría sexo sin importar que. Después pensó que estuvo mal pedirle apresurarse si quería mimarlo antes.

-Lamento…

-Cállate—ordenó, acariciando una de sus mejillas—No estoy enojado. Quiero cogerte con fuerza hasta que no puedas hablar y al mismo tiempo quisiera abrazarte. Me confundes tanto, Ichigo.

Entregó un beso mientras abrazaba la espalda desnuda de su novio. Tenía la piel de gallina, no sabría si era por el frio o la excitación. Y mientras la punta de su lengua era invitada a salir de su hogar, quiso decirle a Grimmjow que era un idiota, pues a su lado eran los únicos momentos donde no dudaba de nada.

-¿Me desvisto o lo haces tú?—cuestionó Ichigo, reconociendo que ambas cosas le gustarían.

-Eso depende—respondió con una voz excitada por un beso húmedo—¿Te gusta la ropa que traes puesta?

Rieron con las frentes juntas hasta que Ichigo hizo por subirse en su cuerpo, rozando voluntariamente su trasero contra la erección de Grimmjow, dejando que este diera un largo suspiro antes de abrir la camisa lo suficiente para que ataca sus pezones.

Mientras le chupaban golosamente se quitó como pudo los zapatos y los calcetines, después retiró la cabeza del felino para que le viera sacarse todo la ropa del tórax. La mirada azulada de hollow le avergonzaba y excitaba, quizá a eso se refería con confundirlo. Luego se puso de pie, bajando su cierre y lentamente el pantalón junto con la ropa interior. Podía ver cómo su novio contralaba el impulso de bajar el mismo esa prenda. La dejó caer hasta sus tobillos y volvió a centrarse en la cintura del otro y a besarlo con pasión; la pasión de dos semanas.

Las dudas se iban al diablo en los labios que besaban sin experiencia pero llenos de pasión. Descendió sus manos a agarrar una por cada nalga, abriéndolas para que Ichigo pudiera sentir su erección en su entrada.

-Gri… Gri…

-¿Gri?—preguntó con mofa, dando estacadas que no lograba penetrarlo plenamente pero que hacían que se mojara cada vez más con pre-semen.

-Idiota… me dolerá si lo haces así—se defendió con algo de razón aunque deseando ya sentirlo adentro y quitarse los pantalones del tobillo para poder abrir bien las piernas.

-Entonces déjame chuparlo—invitó con una gran sonrisa, besándole la barbilla y tocando suavemente la entrada del chico.

Le abrazó para que, con las cosquillas que le hicieran su cabello en el cuello, entendiera que afirmaba a su petición. Le dieron la vuelta, quedando Grimmjow entre sus piernas y le pidió con una seña de dedos, trazando un semicírculo, que se volteara. Lo hizo, cooperando cuando le pidieron colocarse sobre las rodillas y abrir las piernas, aunque escondiendo la cara en la almohada, cosa que no le ayudo, el aroma de Grimmjow estaba en ellas y quiso chupar ese olor.

-Ichigo—susurró tomando ambos glúteos—La única manera de que te vieras más delicioso sería que tú mismo te abrieras las nalgas.

-Cállate—dijo con su voz apagada por la almohada, comenzando a temblarle las piernas con un deseo que no podía controlar— ¡¿Vas a hacer algo o vas a hablar?!

Mordió sin piedad un glúteo, sacando un grito de dolor del chico que se giró a verlo, sólo así extendió toda su lengua por la entrada del joven que se sonrojó violentamente por ser testigo de eso y la sensación tan placentera que le invadió.

-¡Grimmjow!

No podía responder, tenía la boca llena pero estaba seguro de que Ichigo podía sentir su enorme sonrisa.

Sin embargo el shinigami no daba con esa mueca, sólo con la lengua que se movía tortuosamente dentro de su cuerpo. Mordió la almohada brevemente antes de apretujarla y dejar salir su voz al igual que los movimientos involuntarios que le llevaban a fregar sus nalgas contra el rostro de su novio.

-Y-ya…—pidió en pocos minutos, con la mente nublaba por el placer, la almohada babeada y las piernas temblorosas por la posición cansada pero que negaba a cambiar por ser el ángulo justo.

Grimmjow dio una última lamida para limpiarse la saliva e hincarse.

-Creo que merezco una recompensa antes—comentó con orgullo, la cara afresada del chico no tenía precio, estaba tan sumido en el éxtasis que apenas reaccionaba a sus palabras—Ichigo, ven aquí. Quiero que me la mames antes—le pidió, sentándose con las piernas abiertas para que su chico se acercara a gatas, llegara a entre sus piernas y sujetara su miembro con algo de fuerza—Que obediente.

Apretó un poco más, lo que hizo gruñir al felino.

-No te creas tanto—le dijo aunque empezando a pasear su lengua por la cabeza—Aunque si vuelves a hacerme eso… ¿te basta con una mamada como pago?

Logró hacer reír al pantera, mezclándolo con jadeos. Una fresa agridulce. Le recriminaba y al mismo tiempo elevaba su orgullo.

-¿Quién dijo que no tomaré más de ti?

-¿Qué más quieres que no te vaya a dar voluntariamente?—cuestionó entre lamida y lamida, hasta metérselo en la boca y bajar la mirada, evitando la vergüenza de ser visto desde arriba por los ojos felinos, admirando como lo llevaba a sus mejillas y luego hasta su garganta.

Si bien su fresa no permitía ser visto a los ojos durante esos momentos, sí que podía sentir como mejoraba con cada práctica. Ya no eran únicamente las mejillas del chico, ahora era el cálido interior de una tráquea, la humedad de una lengua que se enrollaba golosa a su falo y la experticia, quizá intuitiva, de delinear la cabeza con la punta de la lengua cada vez que lo sacaba para tomar aliento. Él mismo retiró su miembro de los labios de Kurosaki y lo recostó sobre la cama. Robó primero una serie de besos apasionados, con la permisividad de morder los labios y luego le tomó ambas rodillas, las puso a su costado y dirigió su miembro erecto a la entrada para dejarse ir con facilidad hasta el fondo.

Guardaron silencio.

Grimmjow pensó déjame olvidar pues Ichigo con ello quería recordar para siempre.

-¿Estás bien? ¿Puedo… empezar?—preguntó Jagerjaquez, aferrando bien ambas piernas para mantener esa posición.

-Ya lo has hecho sin preguntar… ah, muévete justo ahí…—rogó un poco al final. Ya que sus piernas estaban inmovilizadas aprovechó sus manos libres para delinear los brazos torneados del peliazul. Sonrió con malicia, dándole a entender que le encantaba su cuerpo.

Ya que le habían indicado el punto preciso, dejó de lado la idea de cogerlo toda la noche. Una parte de él aun quería mimar a su novio, así que su plan se volvió a enloquecer a Ichigo, demostrarle que en eso él podía derrotarlo; que haría de unos minutos y un espacio de un cuarto, un universo entero.

Con saña y precisión comenzó a penetrarlo en un tempo que parecía practicado, concentrándose en ese punto en particular que era la próstata, para muy pronto ver a ese jovencito apretujar sus brazos y después las sabanas, ahogar gritos y luego soltarlos sonoramente, arrepentirse de soltar los brazos y pasar a los hombros sin realmente encontrar el soporte que deseaba. Ya Grimmjow había golpeado esa parte, pero nunca estocada tras estocada, con tanta precisión y tanto tiempo. Su mente se borraba y volvía a encenderse. Deseaba matarlo y amarlo de por vida. Fue un orgasmo profundo y sonoro.

-¡Ah… Carajo… Grimmjow!—tuvo que gritarlo cuando se detuvieron y vio el rostro de su novio sudado y sonriente. Esa sonrisa le decía soy un rey. El antiguo Grimmjow, ese mentiroso y odioso hollow… era jodidamente sexy en la cama—Basta… ya no…

-¿Ya no? ¿No te gusta?—cuestionó con cizaña, sonriendo de más sin atreverse a mover las piernas de Ichigo de esa posición.

El jovencito tomó ese color de fruto cuando descubrió lo mucho que pudo gustarle perder el control. Una vez más, repetía su mente pero su cuerpo, tembloroso y desequilibrado, decía lo contrario.

-¿Otra vez?—volvió a preguntar el espada, agachándose un poco para besarle la perlada frente—Una más, Ichi.

Ichi, repitió Kurosaki en un sonrojo aún más notorio.

-Sí—afirmo, aferrando a su cabeza, antes de volver a perderse, que quería quererlo para siempre.

Nuevamente elevó en el ángulo adecuado la cintura de Ichigo, sujetó las rodillas pegadas a sus costillas y se arqueó lo suficiente para tener el impulso y la zona suficiente para aferrarse a la cama, perder el control de su cuerpo mientras enloquecía a su novio no era algo que se permitiría.

Lo admitía, mintió, le dijo a Ichigo que sería una vez más, sin embargo sería hasta verlo al punto del desmayo, hasta ver en sus ojos ese brillo opaco en el que gustaba reflejarse con todo el egocentrismo del mundo. Al lograrlo, en un grito sonoro del chico y su resoplar cansado, descubrió cuanto necesitaba sentirse en la cima del cielo.

Intentó retirar con una sacudida de cabeza las palabras de Aizen: “Ni tú. Ni yo. Ni los dioses. Pero esa insoportable vacante del trono celestial ha terminado. A partir de ahora… yo me alzaré en la cima del cielo”. Así los convocó, así hablaba, era su manera de pensar, no mentía en ningún sentido. Fue terriblemente fiel a sus ideales.

Aizen. Deseaba retirar esas palabras. Pero Aizen…

Por un minuto, creyó por fin entenderlo.

-¿Estás bien?

Fue curioso que fuera Ichigo quien le preguntara eso a él cuando el adolescente apenas se mantenía despierto.

-Sí, estoy bien—respondió. Sonrió sin darse cuenta que podía usar una máscara sin ser H, y le besó con el calor de quien quiere decir te quiero pero se lo traga.

-Una más—pidió Grimmjow, seguro que no soportaría más tiempo sin venirse.

El pelinaranja dio un fuerte respiro, su mente estaba confundida, su vista nublada, todo su cuerpo temblaba y vibraba de placer. Sólo una parte, escondida en lo recóndito de su corazón, deseaba avisarle que esa sonrisa de Grimmjow le recordó un antiguo enemigo aspirando a ser Dios.

-Sólo una más…

Ya no era tan necesaria un ángulo perfecto, el joven ya estaba en exceso sensible así que podía cogerlo con rudeza, dejando un poco de lado la precisión, abrazarlo con fuerza, besarle el cuello y morderle las mejillas rojas, permitirse saborear las yemas de los dedos jóvenes que le recorrían, siempre recordándole a las estrellas en el cielo nocturno.

Se aferró quizá con demasiada fuerza a la espalda de Ichigo, lo bajó con fuerza en su miembro y se corrió dentro. Kurosaki no tuvo ni tiempo de arañar la espalda de Grimmjow, se desvaneció unos segundos y al recuperarse abrazó a su novio.

-Lo siento—dijo entre jadeos el felino— ¿Estás bien?

El shinigami le miró a los ojos, soportando las lágrimas que querían brotar, se acurrucó al cuerpo del peliazul y dio un suave beso en la mandíbula.

Estaba bien, demasiado bien. Si decía algo quería que fuera un insulto y no una alabanza, razón por la cual mejor guardó silencio.

-Entiendo—respondió Jagerjaquez sin sonar demasiado arrogante, jalando una cobija a la espalda del chico pues sabía que se quedarían de esa manera un rato, sintiéndose, apreciando el universo creado, contando cada una de las estrellas que morían poco a poco, hasta finalmente todo terminar y volver a ser dos entes separados que alguna vez fueron uno.

-Ayúdame a acostarme—pidió Ichigo, una vez sintió sus piernas hormiguear y un interior pulsando por sacar el pene de Grimmjow.

Lo depositó en la cama y se puso a su lado, recibiendo inesperadamente un beso en los labios con rapidez y luego al chico acurrucándose en su pecho, sin mediar palabra hasta caer dormido.

-Ichigo—le llamó cinco minutos después, descubriendo a un humano, un chico joven, perdido en sus sueños—Ichigo, ¿puedo preguntarte algo?—dejó que el silencio contestará—¿Un héroe… puede pedirle a quien quiere proteger… que lo salvé?

Patético, se dijo a sí mismo. Le dio mucho gusto que Ichigo hubiera escogido coger en vez de ver a través de él y darse cuenta como su interior se agitaba nervioso.

 

El cielo se abrió por breves segundos.

Con ternura abrazó el cuerpo dormido de su novio y una sonrisa asomo a su rostro. Retiró unos mechones naranjas de la frente pálida y al acariciarla, el tacto suave le dijo la edad del chico. Tan joven pero prometía arrugas, años, tiempo y vejez.

Su sonrisa desapareció.

 

La noche fue intranquila. El viento seguía soplando con fuerza pero no la suficiente para despejar plenamente el cielo. Durmió poco, y no únicamente por el chico que dormía a su derecha, ocultando una mirada verde, sino porque en el ambiente algo le avisaba que un felino sabía un secreto.

Salió de la cama sin mover a Ulquiorra, dando con esa espalda blanca y adornada por la cordillera que era su columna, hasta taparlo y girar nuevamente antes de salir. En esa espalda se ocultaban unas alas…

 

-Jagerjaquez, ¿puedo pasar?—preguntó Byakuya en voz baja y antes de abrir. No necesitó ser un genio para concluir que Grimmjow más Ichigo y toda la noche juntos era igual a sexo.

-Dame un minuto—le objetó, vistiéndose y saliendo con los pantalones puestos. Se arrepentiría de no haberse puesto también una camisa. Hacia frio—Me extrañaste. Admítelo—comenzó, empujando al noble y bromeando con besarlo.

-¡Ya! ¡Compórtate, maldición!—le regañó sin enojarse mientras caminaban a la sala para no despertar a Ichigo—Me da gusto que volvieras.

-A mí también. Pero hay algo importante que tengo que decirte.

Kuchiki nunca mostraba sorpresa, nadie podía tomarlo desprevenido. Así lo aparentó pues no fue posible ver como su ritmo cardiaco aumentaba.

-Lindo chupetón—espetó pues no llevaba la bufanda y asomaba una marca roja y morada cerca de su clavícula— Ya dime ¿Quién es?

-Eso…—se dijo que no era como si le hubiera bajado el novio pues Grimmjow no lo quiso, en cualquier caso sería su hermano, eso los volvería nueros. Debía aclarar sus ideas.

-Fui yo—dijo Ulquiorra ya levantado, recargado en el marco de la puerta.

El sexto espada permaneció quieto, queriendo imaginándose a ese par hasta que soltó una carcajada. Si se querían, bien, eso le parecía perfecto.

-Y yo que creí que me extrañarían—complementó.

Amanecía. Algo de luz entraba por las ventanas y los rayos arañaban el suelo.

Todo el mundo guardó silencio y tanto Ulquiorra como Byakuya pudieron ver el mundo tomando una dureza asfixiante. Era difícil concentrarse pero lo más claro que podían ver era la sonrisa brillante del sexto espada.

-¡¿Qué está pasando?!—cuestionó Ichigo, vistiendo su pantalón y una camisa de Grimmjow, asomándose a esa sala consumida en el silencio—El cielo… se abrió…

-Sí, lo ha hecho—afirmó Grimmjow, llevando todas las miradas hacia él—Ahora que estamos todos juntos, necesitaré que escuchen con atención lo que tengo que decir porque hay poco tiempo.

Tiempo. Al verlos a ellos quiso tener todo el tiempo del mundo. No, quería que el mundo tuviera todo el tiempo… que existiera.

 

Byakuya se recargó en la pared, mirando al suelo del jardín, a las flores blancas sacudidas por un frio viento.

No viven para siempre, se dijo. Cerró los ojos a una oscuridad digna de alas negras.

Grimmjow aún les daba tiempo de procesar lo que había dicho. Permitía que se consumieran sobre sí mismos. Ignoraba radicalmente el dolor y daba pasos firmes a su meta.

Le recordaba a Aizen.

-Jagerjaquez, ¿podemos hablar un momento a solas?—comentó con los ojos cerrados, después los abrió para ver al par de espadas y a un humano. El silencio los devoraba, excepto a Grimmjow, su sonrisa no desaparecía. Era igual al tiempo.

-Seguro—respondió, levantándose del sillón y dando una caricia a la mano de Ichigo. Supo que no dio con que los nudillos del chico estaban blancos de la presión que le consumía—Vamos al jardín.

Quiso decirle que no quería ver las flores pero accedió, dejando que se adelantara. Quedó con un hollow y un humano, el hueco se retiró, clavando momentáneamente sus ojos esmeraldas con una duda no concretada, como de quien se pregunta cuánto tiempo más vivirá.

El humano recordaba una mesa desbalanceada, una pelota blanca rodando y una mano, su mano, devolviendo todo a su lugar y dueño.

-Kurosaki—interpuso Byakuya—Entiendes lo que Jagerjaquez ha dicho ¿no es verdad?

No respondía. Esa bola blanca giraba por el piso, tropezado con las huellas del otoño.

-Es lo correcto, es difícil pero es lo correcto. No puedo abandonar a Jagerjaquez en esta locura y tú tampoco. Confió en que escogerás el camino que se debe seguir.

La pelota rueda hasta detenerse sola y queda estática. Un recuerdo no es efímero.

-Entiendo, Byakuya—responde. Su corazón tiembla como lo hace el cielo que ha mostrado, brevemente, el mundo al que llegan los muertos, aquel que no debe tocar a la humanidad.

La vida y la muerte deseando tocarse.

 

-Te sugeriré algunas cosas—indicó Kuchiki mientras se acercaba al felino—Se nota que ese plan lo hiciste tú mismo. Vaya que eres ingenuo, Jagerjaquez.

-Sí, gracias.

Se detuvo a unos metros de la espalda desnuda del arrancar, incluso con frio permanecía así.

-¿Quién eres tú y que has hecho con…?

-Tengo miedo—aceptó—Esto es más grande de lo que imagine. Tengo miedo pero te agradezco que estés aquí conmigo. No tendría el valor si no tengo tu ayuda—era sincero mas no podría dar la cara para decir esas palabras.

¿Y si la sinceridad siempre era esa cara que no mostramos?

-Vaya que eres cursi—agregó, viendo las flores—Soy lo más parecido a un amigo ¿Qué más se supone que hiciera por ti?

Sin ninguna silaba, afirmó con la cabeza, ondeando su cabello azul. Dejaba de temblar si había quienes le apoyaran.

Mientras Byakuya  modificaba el plan él miraba al cielo oscurecido con nubes negras, ocultando el crimen de un héroe y el de la humanidad; el tiempo, la muerte.

Los observaba con quietud, extrañándose de lo natural que podía lucir un hollow y un shinigami en un campo de flores blancas, más eso era porque no podía verse a sí mismo al lado de ese shinigami, con una relación más cercana, frágil y tensa. Únicamente se atrevió a mascullar el nombre Byakuya antes de emprender el camino, alzando sus alas negras a los cielos.

Sin un corazón no se puede temblar.

 

-¿Podemos dejar ya de decir y no decir? Me estoy impacientando. Además de que no creas que no me di cuenta que en el borrador no me incluyes.

Es que esto es serio…

-¿Me estás llamando payaso? Puedo ser serio si me lo propongo.

¿De verdad?

-No, dejaré que sigas así nada más porque ya tengo mi H en mi traje. ¡Se ve genial!

Sí… sobre eso… olvídalo. Sí, se ve genial. Bien, al centro de la historia:

 

Hubo un cascabeleo en el ambiente que le hizo dejar que la pelota rodara por el piso; parecía querer quedarse a la mitad de la habitación pero fue un poco más a la derecha. Un poco desequilibrada. Ichigo supo que ya era hora.

 

Una puerta redonda. Se abren las compuestas japonesas y una mariposa negra brotó de ellas, bajo a la ciudad, paseándose con gracia y dejando una estela roja mientras daba su anuncio entre los oídos sordos de los humanos que no podían escucharlo. Su suave aleteo no alertaba a la vida pero sí a la muerte. Llamaba a todos los vestidos de negro, aquellos que servían a quien salió primera de la puerta y anunció:

-No puedo ver el cielo aquí—se quejó Kyouraku, dando el comentario a su teniente y a los demás que venían tras de él—Hagamos esto lo más rápido posible…

-Sé un secreto que no debería saber—comentó un héroe, llevaba la máscara puesta, el traje entallado, la espada desenvainada y su logo en el pecho, justo donde su respiración se controlaba.

 

-De verdad se me ve muy bien el logo en el pecho.

Deja de interrumpir.

-Sí, ya, perdón… ¡Rayos, que bien parecido soy!

… ¿Ya?

Sí, ya. Nada más tomo una… foto… Ahora sí. Ya.

Gracias.

Permanecía sentado en un edificio, viéndolos desde antes de que abrieran la puerta—Sé lo que quieren hacerle a mi mundo—remarcó lo último, apretando los dientes y levantándose—No lo voy a permitir.

Sé secreto que no debería  saber, uno que increíblemente le rompería el corazón a un hollow pero no a un Dios.

-No era necesario que me trajeras—se quejó Kempachi, cruzando el umbral y delatando su falta de interés en el espada—Me encargaré de él para terminar esto pronto.

No lo conocía pero emanaba fuerza. Le hizo tensarse, sujetar la espada con fuerza y abrir los ojos con sorpresa cuando lo tuvo justo al frente sin percatarse. Fue un kidou sujetando al capitán del onceavo escuadrón lo que lo salvó.

-¡Maldito, Kuchiki!—maldijo Kempachi mientras rompía el encantamiento con su fuerza.

-Vamos, Kempachi. Tranquilízate—pidió el capitán comandante—No es necesario que pelemos—mientras pedía calma, Grimmjow miró al capitán del sexto escuadrón y le dedico una sonrisa que no podría ver.

Con esa sonrisa dada a su cómplice se sentía tranquilo, recordando la paz de unas flores blancas bailando mientras un plan era concretado, por eso mismo bajó la guardia y fue encadenado de la misma manera. Por un breve segundo, el tiempo dejó de correr en su mente, igual que la sangre a recorrer sus brazos aplastados contra su tórax. Se detuvo como su sonrisa hacia quien se unía a esas sombras.

-Existe un equilibrio—dijo Kuchiki lo que tenía preparado. Él también tenía un secreto que no pudo decirle a ese que no quería llamar amigo— Si este no se mantiene los tres mundos colapsaran. Es el trabajo de un shinigami mantener ese orden, por eso… Jagerjaquez, no podemos permitir que sigas salvando vidas. Ya has afectado demasiado a ambos mundos y por eso el cielo se ha abierto, debemos repararlo… La gente, una pequeña cantidad de ella, debe morir.

Sé un secreto que no debería saber, se traducía a “Los shinigamis vendrán a matar personas”. Y para Kuchiki fue “Soy un shinigami, aun siendo tu amigo y mentor, soy un shinigami que te vigiló”.

-Nos encargaremos de la tarea, Jagerjaquez. No debes interve….

¿Cómo sabemos que no nos traicionarás?, preguntó en una ocasión a Aizen cuando este era protegido por los menos grandes, esos seres que gustaban de proteger a los suyos.

Yo nunca he hecho nada para que confíes en mí, Grimmjow; fue su respuesta. No se podía traicionar a quien nunca ha sido de confianza.

Incluso Aizen tuvo el tacto de jamás hacer más daño del necesario.

-¡Confié en ti!—fue el gritó que puso Grimmjow ante ese hombre de pelo negro que lo más importante que hizo no fue compartir mujeres con él, sino mostrar que extendería su mano con enojo cuando cayera—¡Me importa una mierda todo eso!

Temblaba con sus codos pegados al tórax, dificultando su respiración y sujetar la espada que pendía como todas sus ideas hasta esa mañana:

Byakuya va a ayudarte.

No tengas miedo.

Todo saldrá bien.

No dolerá.

Ganarás.

-Jagerjaquez—susurró con pesar, controlando el tono de su voz mientras unas alas negras alentaban a su alrededor; más mariposas del infierno llamando a la masacre—Confía en mí. Siempre he visto lo mejor para ti, ahora no es diferente. Que este de este lado no me hace tu enemigo.

Eran sombras, parecían ilusiones de personas negras hablando a la distancia. Sus palabras eran muy fraternales.

-Será lo más indoloro posible, lo haremos rápido. No quiero que lo veas porque te encariñaste con ellos. Te dolerá pelear por esto y perderás, tampoco quiero eso. Por eso… confía en mí como antes, completamente…—como antes de que te alejaras de mí y siguieras tu propio camino. Eso no podía decirlo en voz alta.

-Suficiente, Kuchiki. Hay que empezar—indicó Toshiro, pasando de largo al hollow que se había hincado sin darse cuenta y que aguardaba un silencio parecido a las sombras. Le pasó también Mayuri, Soi Fong y su teniente, Kira, quien brevemente se detuvo a su lado sin mediar palabra hasta seguir, y ese capitán sediento de sangre.

Los demás dioses permanecían en su lugar, sin moverse, mirándole desde las alturas. Sin embargo, ellos tampoco se alzaban en los cielos.

Con una breve línea, como de un lápiz, se borraron vidas en segundos.

El mundo bajo sus pies no lo sabría hasta el día siguiente, y lo que más les importaría era donde estuvo su héroe para protegerlos ¿Lo imaginarían hincado y temblando?

Tuvo que tranquilizarse como cuando la muerte era inevitable, cuando se dio cuenta de que existe el tiempo, y así sentir a esos débiles humanos como listones blancos, con tacto de anguilas, aferrándose a su cuerpo sin saber que rogaban por ser como una flor blanca que desea ser eterna.

Déjate caer. Yo te sostendré, le había dicho un hombre con sombrero durante un entrenamiento demasiado duro. Y así lo hizo.

Su error fue confiar en los otros y no en su propio poder.

Fue a dar al piso en ese entonces y ahora. Él le había preguntado por qué había confiado.

Confiaba porque sonreían ante alguien con un hueco en alma.

Con dudas no se podía ganar. Así que se resignó a esa meta.

-¡Jagerjaquez!—gritó Byakuya cuando ese héroe se atrevió a romper la cadena y sacarse la máscara, aferrándose fuertemente a su espada.

Recordó que Ulquiorra le había dicho que los hollows no tenían corazón pero lo dudo en ese momento. Algo latía con fuerza en ese pecho vacío.

-¡Pendejadas! Repitan eso hasta que se les acabe la voz si quieres pero no puedo creerlo—escupió con odio, sin fijarse en su amigo hasta el final—Confié en ti, Byakuya. Por eso aprendí bien a no traicionar a quienes creen en mí. Voy a protegerlos.

Su espada solitaria se bandería contra un enemigo mayor y aun así sonreía.

Chasqueó los dedos y Kuchiki sintió el vacío de una garganta. Por breves segundos quiso volver a entenderlo, hasta que se aferró a la razón para destruir a quien en todavía confiaba.

Ya no existía un plan ni aliados.

Era solitario y aterrador.

Brevemente el tiempo le dejó hacerse una última pregunta: ¿La esperanza tiene olor a fresa?

Notas finales:

Gracias.


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