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Paraiso Robado. por Seiken

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Camus al ver ese intercambio, como el arquero abrazaba a la espada, desvió la mirada, tratando de no pensar en su propio omega, en su ternura, en sus besos o sus caricias, aunque no pudo, no dejo de pensar en su escorpión que se había marchado con Kanon, para protegerse de él. 

 

Pero era imposible, se daba cuenta que nunca dejo de pensar en él y que cada vez, se convencía de la razón por la cual Kardia era un mejor omega, el si era su destinado y no Milo, que ya no esperaba por él, le había dado la espalda, porque era lo que se merecía. 

 

Camus se había marchado del santuario, era un alfa y estos podían salir a donde quisieran sin tener que pedir un permiso especial del patriarca, sin llevar compañía que se asegurara que estuviera seguro. 

 

Había pasado poco tiempo relativamente, desde que Hyoga le informo que no lo vería más, había encontrado a su alfa, en su mejor amigo, un muchacho de cabello verde, que casi todos habían esperado que fuera un omega, un alfa oculto en la isla andrómeda, cuyo maestro, había escapado las leyes de Lemuria, porque no habitaba el santuario. 

 

Era divertido que Albiore fuera un omega y su alumno un alfa, un omega que tenía varios pretendientes, o eso habia escuchado, pero no había aceptado a ninguno, aludiendo que la isla andromeda no aceptaba alfas en sus tierras, pero segun creia, Misty estaba interesado en ese soldado, aun el mismo Afrodita.

 

Recordaba que Shun dejó claro que ningún alfa sería aceptado en esa isla, donde él protegia a sus habitantes, la mayoría omega, de cualquier intruso, el joven santo de Andrómeda que era el alfa de su alumno, el cisne. 

 

Hyoga a su vez tuvo varios pretendientes, uno de ellos el fénix, otro el kraken, siendo él a quien aceptó al principio en su cama y aunque se sentía culpaba, por usar el cariño que su alumno le tenía, quiso escapar de su destino en sus brazos. 

 

Pero no le amaba, como no amaba a Surt y creía, que solo pensaba en Milo, en su traición, en su mentira, en su falta de honor, creyendo que eso era lo que le dolía, no que le dejara solo, sintiendo una tristeza sorda, casi todo el tiempo, tal vez, así era como su omega se sentía, después de comprender que su alfa no lo amaba. 

 

Tras cinco años lejos del santuario decidió regresar, cubierto por una capa negra, que ocultaba su rostro en las sombras, deteniéndose en el templo donde sabía que su omega vivía con alguien más. 

 

Ingresando en el templo, observando dos camas separadas por un biombo, cuyas sábanas eran los testigos de la traición de Milo, nunca se molestó en aceptar que no era culpa de su escorpión, que él hizo posible que le dieran la espalda. 

 

Sin siquiera pensarlo se sentó en la cama que sabía era la de su omega, suspirando, para recostarse un poco en ella, recargándose en la almohada, como si se imaginara las piernas del escorpión, donde en ocasiones descansaba su cabeza, para después sentir sus dedos, acariciando su cabello, siempre con una sonrisa. 

 

Camus estuvo así unos minutos, para después levantarse, regañandose mentalmente, ese escorpión no era el suyo, no lo amaba, no lo necesitaba a su lado, no era aquel de los diarios que inflamaria su corazón. 

 

Quiso marcharse, pero, no pudo hacerlo, acercándose a una habitación donde podía escuchar unas voces, de unos niños pequeños, asomándose en ese cuarto para verlos, los gemelos de Milo, que podía ver jugaban con aire congelado. 

 

Eran niños, pelirrojos, su instinto le dijo que esos niños eran suyos, eran sus gemelos, de los que no sabía nada, ni siquiera sus nombres, a quienes trato de acercarse, pero, escucho unos pasos a sus espaldas, reconociendo ese aroma inmediatamente. 

 

-¿Qué estás haciendo aquí? 

 

Preguntó Milo, con una voz dura y fría, observandolo fijamente con una expresión dolida, llevando una mano a su brazo, como hacía cuando no deseaba tratar algún asunto o cuando le pregunto una última vez si lo amaba. 

 

Una pregunta que no respondió en su momento, tiempo antes de que le negaran su collar, el que pensaba era su pase a la libertad, pero, Camus pensaba que quien le había hecho daño era Milo, así que no respondió en un principio, regresando su mirada a los niños pelirrojos que se esmeraban en ocultarles. 

 

-Acabo de regresar al santuario.

 

No pensaba que se mereciera otra clase de respuesta, logrando que Milo negara con la cabeza, desviando la mirada, posándola en sus gemelos, que seguían jugando a crear figuras de nieve en sus habitaciones, bajando la temperatura de esa habitación, tanto que en ocasiones debía usar una brigo para solo verlos.  

 

-No eres bienvenido en este lugar. 

 

Eso le dolió un poco, pero no lo reconoció como tal, pensando que era ese sentimiento de haber sido traicionado, que dejaba una promesa rota, mirándole fijamente con una expresion fria, distante, viendo el dolor en el rostro de Milo, que tenia un collar colgando de su cuello, al menos, podía ver unos hilos, que le parecieron familiares. 

 

-¿Como se llaman? 

 

Era una pregunta inofensiva, queria saber como se llamaban, suponiendo que tendría un nombre de la constelación de géminis, de los famosos gemelos de troya, o uno de ellos se llamaría Kanon, como el mentiroso que enredó al escorpión, convenciendolo de sus buenas intenciones, de apartarlo de su lado. 

 

-Skat y Albali. 

 

Eran dos estrellas de su constelación, lo sabía, porque cada uno de ellos reconocía las estrellas que les daban poder y les daban vida, Shion había pasado muchos años enseñandole todo acerca de su armadura, de Ganímedes, tratando de convencerlo de que era un destino honorable, honroso, algo bueno, pero, nunca lo creyó. 

 

-Pero a ti no te importa eso, ni siquiera fuiste a la justa, por alguna razon pense que si acudirías. 

 

Milo dijo aquellas palabras casi con lágrimas en sus ojos, porque después de su reclamo, de exigir una oportunidad para recuperar a su omega, no lo acepto, no acudió a humillarse a sí mismo, no caería en los juegos de Kanon. 

 

-Yo… 

 

Milo escucho unos pasos acercarse lentamente, era Kanon, que por alguna razón les daba la oportunidad de apartarse, o de hacer lo que tuvieran que hacer, sin llamar la atención de sus gemelos, ni de nadie más. 

 

-Marchate, no quiero verte aquí, tampoco quiero que te acerques a ellos. 

 

Camus así lo hizo, simplemente se marchó, se apartó del escorpión y de los gemelos pelirrojos, que seguían jugando en ese cuarto, corriendo y brincando, riendo a carcajadas, apartándose con un paso lento, para después acudir con Shion, que le tenía una misión, sumamente importante. 

 

-¿Qué te ocurre? 

 

Escuchó que le preguntaban, sacándolo de sus meditaciones, de sus dolorosos recuerdos, pensando que Milo debía odiarlo para ese momento, así que si podía salvar su vida, haría todo lo posible por lograrlo. 

 

-Nada, recordaba a Milo y a mis gemelos… 

 

Kardia suspiro, recargándose en la mesa, odiando cada minuto sin hacer nada, preguntandose que tanto esperaban. 

 

-No te preocupes, cuando matemos a Shion, tendrás una nueva oportunidad para hacer las cosas bien y no comportarte como un completo imbécil. 

 

Camus asintió, porque eso había sido, al apartarse de Milo y al escuchar las mentiras de Shion. 

 

-Así que ánimo. 

 

*****

 

Afrodita esperaba recibir el agradecimiento de Minos, comprar el perdón de su hijo al darle lo que más deseaba, al omega que la bruja Hera había elegido para él, entregarlo de una forma en que pudiera corresponder a sus afectos. 

 

No esperaba que después de sus esfuerzos, pronunciará semejantes palabras, semejantes insultos, que les dijera a esos dos guerreros con potencial ilimitado la verdad, que la única forma de librarse de Aspros, era matando a su único hijo amado. 

 

-¿Como puedes ser tan cruel? 

 

Preguntó molesta, dolida, elevando su cosmos de color azul, haciendo que un centenar de mariposas volaran alrededor suyo. 

 

Al mismo tiempo que Albafica colocaba a Manigoldo a sus espaldas, comprendiendo que esa mujer era una diosa volátil y cómo les ofreció ayuda, podía poner en peligro a su omega, uno embarazado, que ya había sufrido demasiado. 

 

Por el que regresaría Aspros, apenas tuviera una oportunidad, apenas pudiera ser libre, porque pensaba que era ciertas sus palabras, esa locura no se terminaría hasta que fuera libre de las flechas.

 

Recordando la locura del hombre de cabello negro, el que quiso matar a su hijo, con el que se enfrentaron de momento, el alfa de Aquiles, quien lo desprecio, de una forma que un alfa no haría nunca, suponía que debido a las flechas del dios del amor. 

 

Que contó una parte de su historia, pero suponía que había partes que no había compartido, huecos, como el hecho de no decirles que el sufrimiento de su omega había sido causado por su culpa.

 

-¿Como puedes sugerir que destruyan a mi único hijo? 

 

Minos mantuvo su distancia, sin prestarle demasiada atención a las mariposas que sobrevolaban por todas partes, escuchando las preguntas de Afrodita, que actuaba como si hubiera sido derrotada, como si sus actos fueron los de una buena madre, los de una diosa piadosa, pero sabía, que no era así. 

 

Unicamente actuaba por caprichos, como una pluma que la mueve el viento a donde sea, cambiando de rumbo, dando piruetas, sin voluntad propia, esa hermosa diosa no era más que una marioneta, como sus victimas y nadie que pudiera considerarse una marioneta, podía generar en él una pizca de simpatía. 

 

-¡Al que más amo de todos ellos!

 

Afrodita iba elevando su cosmos con forme pasaban los segundos, las llamas azules quemando muebles, las mariposas estallando al chocar en contra de cualquier superficie, destruyendo el templo de Manigoldo, que seguía detrás de Albafica, que no se atrevía a interrumpirlos.

 

-¡Cuando yo te he brindado ayuda! 

 

Minos esta vez elevo su cosmos, moviendo sus manos para que sus hilos fueron apagando cada una de las mariposas, como si de una telaraña se tratara, escuchando los gritos de la diosa, que al ver que sus mariposas morían, sin dañar al hombre acabado enfrente de ella, no hizo más que enfurecer un poco más. 

 

-¡Hice que esa fea criatura olvidara a mi propio hijo!

 

Ella odiaba a ese omega que había acudido a ella para pedirle amor, suplicando por sus bendiciones y al mismo tiempo hizo que su hijo, su amado hijo se prendara de él, que se postrara a sus pies, que le abandonara, para seguirle a donde fuera.

 

Apartandolo de los brazos de su alfa, un alfa al que había ayudado sin que se lo pidiera siquiera, dándole una poción que le ayudaria a olvidar su pasado, que lo dejaria como una hoja en blanco, como arcilla, listo para ser moldeado por su alfa. 

 

-¡Para que te acepte en sus brazos! 

 

Manigoldo elevo su cosmos, pero no para lastimar a la diosa o interrumpir la discusión, sino para que sus fuegos fatuos también comenzaran a chocar en contra de las mariposas que comenzaban a salir de su templo, las que estallaban al tocar cualquier superficie. 

 

-¡Yo no te he pedido eso! 

 

Minos grito al escuchar esas últimas palabras, cuando la diosa del amor le dijo que solamente quebrado su omega le amaría, actuando como si él hubiera querido eso, porque no sabia que olvidaria su pasado, él creyó que se trataba de una poción de amor, que la mente de su omega seguiría siendo la misma. 

 

-Lo que tu hiciste fue destruir su mente, dejarlo vulnerable para que tu hijo o cualquier otro puedan atacar a mi omega. 

 

Pero se calmó, no deseaba destruir a nadie, no quería que se dieran cuenta de su presencia en ese templo, sin embargo, qué más podía hacer, cuando la diosa del amor no dejaba de gritar, de tratar de destruir todo a su paso, como un torbellino, sin importarle nada más que su momentáneo deseo por mantener a su endiablado hijo a su lado. 

 

-¡Si te acepta en este momento es porque yo le hice olvidar! 

 

Afrodita empezó a reírse entonces, encontrando graciosas las palabras del mortal que no se daba cuenta que no sería correspondido por su omega si ella no hubiera hecho su trabajo, sin que ella obedeciendo las órdenes de Zeus, le diera una forma de olvidar su pasado, de ser una criatura sumisa. 

 

-¡Es la única forma en la cual te corresponderá! 

 

Albafica comprendía la insidia en esas palabras, cuán terribles eran en realidad y cómo debía sentirse ese alfa, al escuchar que la misma diosa del amor le decía que su omega no lo amaría, poniéndose en su lugar, en lo que habría pasado si Aspros no hubiera perdido la razón, si su cangrejo siguiera enamorado de géminis, ignorándolo a él, si le diera la espalda por una ilusión. 

 

-¡Olvidando su desprecio, su desagrado, lo mucho que le repugnas! 

 

Así que como un favor especial, por la información que había recibido y porque deseaba saber qué más tenía que decirle, elevo su cosmos, usando las rosas que él había plantado alrededor de esa casa, para que nadie pudiera interrumpirlos. 

 

-¡Eso no es verdad! ¡Tu mientes! 

 

Minos atacó a la diosa del amor, observando como el templo de cáncer estaba rodeado por la ponzoña, comprendiendo que estaban solos, a salvo, debido a la bondad de la Rosa de Athena, que se limitaba a observar esa discusión. 

 

-¡Radamanthys me habría amado de no existir Eros! 

 

Grito seguro, porque era cierto, si no hubiera bajado la guardia, si Eros no hubiera secuestrado la voluntad de su omega, le amaria, le querría como su alfa y eso pasaria, eso sucedería en esa vida, sin importar lo que tuviera que hacer, a quien tuviera que matar, ´si el no podia conquistar su paraíso, entonces, lo haría otro igual a él. 

 

-¡No miento y lo sabes, tú omega te desprecia, tu hijo te desprecia, aun tu padre te desprecia, cada uno de ellos lo hace porque sabe la clase de monstruo del que te tratas! 

 

Minos rodeo el cuerpo de Afrodita con sus hilos, ella no era una diosa poderosa, su influencia en los mortales no era directa y no tenía poder alguno para la batalla, en el pasado era protegida por Ares, por el mismo Hefesto, que le había dado la espalda, aún su belleza, pero, si su atacante no la deseaba, su poder era nulo. 

 

-¡Y espero que esa fea criatura sufra hasta el ultimo dia de su vida! 

 

Minos sabía cuánto sufrió su omega y cuanto le falló, así que escuchar a esta diosa deseandole dolor a su amado, que era la criatura más hermosa que jamas habia visto, le lleno de rabia, le hizo enfurecer, apretando los dientes, así como sus hilos, que iban quebrando de a poco la armadura de la diosa del amor, su piel, deseoso de escucharla gritar a causa del dolor. 

 

-¡Maldita bruja enferma!

 

Manigoldo quiso defender a esa diosa, porque era un ente divino, pero Albafica lo detuvo, elevando un brazo y negando con un movimiento de su cabeza, manteniéndose apartado, porque recordaba que ella sólo se preocupaba por sí misma, que no le dejó dañar a su hijo, aunque comprendía que era la única forma de proteger a su omega de su enemigo y aunque lo salvó de Shion, estaba seguro, que de ser necesario, ella haría que cayeran en sus manos. 

 

Comprendiendo lo que decía Sisyphus, si Shion daba con él, su omega estaría muerto en pocas horas, así que, no debían interferir, ayudarla no les daría nada, no los compensaria por sus actos, sin contar, que ella era leal a Zeus, el dios que deseaban destruir.

 

Era un enemigo menos si moría en las manos de Minos, si no lo hacía, de todas formas seguía siendo su enemigo, uno que tenían que destruir y ya no era el momento de ser bondadosos, al menos, ese sentimiento ya no existía en su corazon, nadie más que su omega se merecía su cuidado, o su amor. 

 

-¡No eres más que un animal! 

 

Ella gritó cuando cortaron sus alas, de las cuales brotó sangre roja que baño el suelo, observando los ojos de Minos, que ya no tenían atisbo de cordura, deseaba destruirla y la rosa no le ayudaría, la que simplemente le veía, deteniendo a su omega para no le brindara su ayuda. 

 

-Tal vez lo sea, pero eso no cambia el hecho de que si matan a Eros, todas sus víctimas estarán libres de sus flechas, ellos estarán libres de Aspros y el cangrejo no morirá, Eros no se robara a sus hijos, cuidando al divino, abandonando al que no era más que un humano.

 

Minos al ver que no le ayudarian, siguió apretando el cuerpo de Afrodita, haciéndola bailar, disfrutando de esa imagen, como una diosa se sometia ante su poder, aunque no debía cantar victoria, ella no era tan fuerte, se lo había dicho Hefesto, cuando le dio una condición para brindarle ayuda, el mismo dia que fue a pedirle piedad, a pedirle que le diera la tan ansiada muerte, el dios de la creación mecanica quería que su esposa fuera destruida y eso haría, todo por su omega.

 

-¡Guarda silencio! 

 

Ella gritó, sintiendo como sus articulaciones comenzaban a quebrarse y su cuello iba tomando una postura extraña, Minos deseaba romperlo, era la forma más fácil de quitarle la vida a cualquiera. 

 

-¿Acaso miento Afrodita? ¿Acaso puedes decir con seguridad que hizo todo lo posible por salvarlos? 

 

Preguntó sin esperar una respuesta, quienes deseaba que escucharan esa información eran los padres, el alfa y el omega que veían su batalla sin hacer nada, el alfa comprendiendo que ella era su enemigo, el omega, obedeciendo a su alfa, confiando en él, una actitud que tendría Radamanthys, una vez que Eros fuera destruido, si no era por él, por sus aliados. 

 

-Pudo salvarlo, pudo llevarse a esos niños a un lugar seguro, pero permaneció en la escena de su crimen, quemando el cuerpo del omega, permitiendo que se llevaran el cuerpo del alfa, que pudo haber salvado… 

 

Manigoldo no sabía de qué estaban hablando, pero podía imaginarse aquella batalla, esa muerte, llevando una mano a su vientre, donde apenas crecían los niños que daría a luz, uno de ellos un gigante con poderes divinos, el otro un mortal, una criatura frágil que no era de mucha ayuda para un dios, supuso. 

 

-En realidad, permitió que los mataran, porque pudo actuar mucho antes que eso, pero no lo hizo, porque le divierte el dolor humano.

 

Albafica rodeo el cuerpo de Manigoldo, desviando la mirada cuando la diosa del amor volvió a gritar, sintiendo como los hilos machacaban su cuerpo, sin poder hablar, pero, observando a Minos, quien era una copia de su padre, una pluma de cuervo, una gota de agua en la lluvia, preguntandose, si no era por eso, que se trataba de su favorito. 

 

-De la misma forma que se atrevió a enfrentarse a mi antes de arrebatarle de mis dominios, porque no lo apartó del Inframundo y ahora entiendo la razón de eso, de su mentira.

 

Ella cerró los ojos, dejando de luchar, permitiendo que los hilos quebraran sus huesos, pero, aún estaba viva, escuchando las palabras de Minos, que debía matarla, que no aceptaría su regalo de paz, él deseaba la vida de su hijo, que a su vez, no descansaría hasta poseer a su omega. 

 

-Porque si hay algo que Eros disfruta más que el amor de mi omega, es humillarme. 

 

Minos escucho como eran destruidos los últimos huesos del cuerpo de la diosa del amor, observando cómo su cuerpo se desvaneció convirtiéndose en pequeñas mariposas, que destruyó con sus hilos, agradeciendo la sangre de Zeus que corría en sus venas, el conocimiento aprendido, que le daría lo que más deseaba en ese mundo, aunque no lo tuviera él mismo. 

 

-Porque me odia más de lo que ama a Radamanthys. 

 

Minos susurro para si mismo, observando como una esfera en llamas ingresaba en ese templo, inmune al veneno de las rosas, tal vez, porque este se quemaba antes de tocarlos, viendo cómo de entre ese fuego interminable, unos hilos salían disparados, idénticos a los suyos, los que le rodearon, como él hizo con Afrodita. 

 

-¡Eres tu! ¡Sabía que eras tu! 

 

Un joven de cabello blanco, corto y ojos amarillos grito, tratando de cortarlo en mil pedazos, sorprendiendo a Minos, que no podía creer lo que sus ojos le mostraban, su hijo, lo único que le quedaba de su omega, vivo, furioso, pero vivo. 

 

-¿Aquiles? 

 

Minos aunque no pudo evitar que los hilos rodearan su cuerpo, empezó a luchar con ellos, pronunciando el nombre de su heredero, al que se imaginaba muerto, la sangre en el templo, el cuerpo de su omega, las palabras de su padre, todo eso le hizo creer que también se lo habían robado. 

 

-¡Maldito bastardo! 

 

Y aunque estaba contento, feliz de verlo vivo, su hijo no estaba para nada contento, él intentaba destruirlo, tal vez por la muerte de su omega, por no protegerle como debía. 

 

-¡Te mataré! ¡Juro que voy a matarte por lo que le hiciste a mi madre! ¡Por destruir a mi omega! 

 

*****

 

Shion tenía a todos sus soldados a su lado, el viejo y el joven les observaban con seguridad, seguros de que Minos no perdería la oportunidad para destruir a su enemigo, que era ese el momento en el cual podían despertar a Zeus, adelantar por algunos meses su despertar. 

 

-Por fin, el momento ha llegado… 

 

*****

 

Un dios ha caído, pero otro más está por regresar, uno que solo traerá destrucción y dolor a nuestros omegas y sus alfas, el encuentro entre padre e hijo por fin a sucedido, tal como debería pasar. En fin, nos vemos en el siguiente capitulo, muchas gracias por sus lecturas, comentarios y estrellas. 


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