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Paraiso Robado. por Seiken

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Radamanthys sostenía la muñeca del arquero elevandolo algunos centímetros del suelo, pues, eran casi de la misma estatura, observando sus ojos, su cabello blanco, su expresión, el portador del cosmos que reconocía pero cuyo dueño jamas habia visto. 

 

-Mi señor...

 

Radamanthys volteo ligeramente al escuchar esas dos palabras de esos dos guerreros, los dos cubiertos en llamas, al menos su cabello, su rostro oculto en las sombras, a quienes no reconoció, nada en ellos le era familiar. 

 

-Madre… 

 

Regreso su mirada al muchacho que cargaba, evitando que lastimara a ese soldado de cabello blanco, cuya expresión lo estremeció, al único que reconocía a pesar de esa apesadumbrada apariencia, de verse tan acabado, tan débil, era su alfa, un hombre viejo, al menos su alma, acabado, desesperado, una imagen que le rompio el corazon, pues, sabía que se trataba de Minos, su Minos. 

 

-¿Como me has llamado? 

 

Radamanthys de nuevo observo el rostro del muchacho que sostenía de la muñeca, que no trataba de liberarse, viendo que lloraba, gruesas corrientes de agua de sus ojos, aunque tambien sonreia, como si estuviera feliz de verlo. 

 

-Madre… eres mi omega… soy yo, tú aquiles. 

 

Radamanthys se observó a sí mismo, su vientre, aun estaba plano, sin señal alguna de que hubiera vida creciendo en su interior, pero ese cosmos, esa apariencia, su instinto le decía que era cierto, así que lo dejó pisar el suelo, acariciando su mejilla con delicadeza. 

 

-Aquiles… 

 

Susurro cada letra con lentitud, como si le costara trabajo asimilar esa información, quien sonrió, abrazándolo con fuerza, suspirando al sentir su calor, llorando un poco más fuerte, perdido en sus brazos, ignorando sus armas, sus intenciones por vengar a quien le diera la vida, por el momento. 

 

-Soy tu Aquiles… 

 

Aquiles se apartó un poco, podía ver que era unos centímetros más bajo que su omega, de la estatura de su padre y de pronto lo recordó, lo que decía Eros de su apariencia, era una pluma del grifo, era idéntico a su alfa, solamente sus ojos eran aquellos parecidos a los de su omega y siempre pensó que le odiaría por ello, por esa apariencia que tenía. 

 

-Soy yo, tu hijo… aunque… aunque me parezca demasiado a mi alfa, yo soy tu sangre. 

 

Radamanthys no pudo entender en un principio porque era tan malo que se pareciera a su alfa, y aunque momentos antes había sucedido un combate, en ese momento había paz, la misma paz de las tormentas, pero paz al fin y al cabo. 

 

-Tienes sus ojos, son como los de un ave de presa… 

 

Tenía la expresión que recordaba le causaba temor, aquella que tendría un demente, su cabello también era blanco, cortado sin cuidado alguno, el que acarició con sus dedos, pensando que debían arreglarlo, su hijo no debía ser tratado como cualquiera, era el heredero de dos jueces de las almas, era mucho más importante que un príncipe, además, tenía su sangre, su cosmos corriendo por sus venas. 

 

-Su cabello, como la luz de la luna… 

 

Aquiles quiso apartarse, pero no se lo permitieron, porque Radamanthys aun lo sostenía de la muñeca y no pensaba soltarlo, en vez de eso, volvió a abrazarlo, obligándolo a recargarse en su pecho, acariciando su cabello, rodeando su cintura, haciendo que se estremeciera, aferrándose a su cuerpo. 

 

-Pero lo demas lo heredaste de mi, eres identico a mi, mi Aquiles, mi pequeño Aquiles… 

 

Sus recuerdos estaban borrosos, revueltos, pero estaba seguro de que siempre quiso un heredero, un hijo propio que naciera de su cuerpo, del amor que le tenía a su pareja y aunque no estaba seguro que ese fuera el caso con Aquiles, estaba seguro que deseaba ser madre, que deseaba cuidar de su pequeño, que parecía haber sufrido demasiado. 

 

-¿Qué hay de mi? 

 

Preguntó el dios Eros, tratando de acercarse a su señor, quien aun sosteniendo a Aquiles en sus brazos, retrocedió unos pasos, porque no lo recordaba, esa mirada tan fría, esa voz tan dura, esa apariencia, nada le era conocido y al mismo tiempo su silueta era similar. 

 

-Eres… eres el ladrón de nidos… 

 

Era como si fuera una parte de Valentine, a quien recordaba en esos momentos como una silueta distante, su cosmos cálido, su sonrisa amable, su voz delicada, su movimientos suaves, la parte que nunca había visto, la oscuridad, el odio, la ira y la furia, todo lo que su alfa elegido no era, aún su cosmos era agresivo, haciéndole pensar que tanto él como Aquiles estaban en peligro. 

 

-¡Ladrón de nidos! 

 

Eros estaba indignado, sin comprender porque su señor, después de apenas unos días le llamaba de esa forma, observando a Minos, quien seguramente era el culpable de lo que sucedía en ese instante, le habían dado el agua del olvido, pero, no creía que su lazo se hubiera reparado tan fácilmente. 

 

-¿Acaso no recuerda a su fiel Valentine? ¿A su alfa elegido? ¿Al que iba a salvarlo del demente elegido como su compañero? 

 

Minos apenas podía moverse, debido al temor que sentía de ser rechazado por su omega, una vez que el ladrón de nidos se encontrara en su presencia, el más viejo de ellos apretaba los dientes, esperando el momento en que quisieran apartar a su omega de su lado, para ofrendar su vida y evitar ese acto. 

 

-El… lo recuerdo, era amable y era suave, era cálido… Valentine era lo que yo deseaba en mi alfa, lo que es Minos sin la locura corrompiendo su espíritu, la enfermedad que tu implantaste en él cuando me separaste de su lado por tantos siglos, al susurrar palabras en el oído de mi padre, al convencerlo de que era un pecado su amor por mi, lo se, lo leí en los libros, en el de mi padre. 

 

Eros, el viejo, no decía nada, solo se mantenía inmóvil, observando como Aquiles no intentaba ayudarle, como tifón le había dado la espalda, como su omega, su amado señor se negaba a verlo como realmente era, tal vez, hasta preferiría quedarse en ese sitio, con Minos, en vez de su alfa elegido. 

 

-Pero él murió… él murió… tu envase murió cuando clavaron esa daga dorada en su cuerpo, mi alfa elegido murió para salvarme del demente que había tomado lugar en la psique de mi alfa, murió destruyendolo, pero te dejo a ti a cambio. 

 

El más joven atacó a Radamanthys, se lo llevaría consigo y le daría del agua para que pudieran empezar de nuevo, sin embargo, el más viejo lo detuvo, con un movimiento de su brazo, acercándose unos pocos pasos a Radamanthys, ignorando las expresiones de todos los presentes, la mirada sorprendida de Manigoldo, que no entendía nada de lo que estaba pasando, la postura defensiva de Albafica, que estaba a punto de atacar de ser necesario para defender a su aliado, de ambos Minos, que iban moviéndose como ellos, para contrarrestar cualquier clase de movimiento de sus enemigos. 

 

-No se que ha hecho contigo mi señor, pero te ha manipulado para que no confies en mi, convenciendote de esta locura que me dices, que no tiene sentido alguno, pero… pero yo voy a recuperarte, puedo recuperarte si bebes de esta botella que tengo aquí, es ambrosía, es la única forma de que recuerdes sin romper tu psique. 

 

Radamanthys observó ese vial en las manos de Eros, así como lo hizo Aquiles, escuchando como Minos, ambos, atacaban al dios del amor, chocando contra el más joven y otro más, Oneiros, el dios menor del sueño, que le ayudaría a su aliado, a cambio del corazón de su espada. 

 

-Solo un trago, un pequeño sorbo y regresaras a ser tu mismo. 

 

El viejo grifo no podía permitir que destruyeran la psique de su omega frente a sus ojos, pero Eros era poderoso, él era quien estaba tratando de evitar que llegará en auxilio de su amado, al mismo tiempo que Oneiros detenía a su versión más joven. 

 

-¡Ayudenos, por piedad, no dejen que beba de esa botella! 

 

Albafica y Manigoldo se observaron entre sí e intentaron evitar que Radamanthys aceptara ese vial, que lo tocara, pero cuando quisieron acercarse lo sintieron, el cosmos de Aspros, como nunca antes lo habian sentido, haciéndoles pensar que se trataba de un dios, que algo había pasado, distrayéndose de momento. 

 

-Bebé de ese vial y serás tú de nuevo. 

 

Radamanthys sintió el peso de la botella, vio su resplandor y por un momento pensó en beber ese líquido, sin embargo, Aquiles, al ver que Eros quería hacerle olvidar de nuevo, aunque sabía que podía romper la psique de su omega, golpeó el frasco con sus manos, haciendo que se rompiera en el suelo, derramando ese odiado líquido. 

 

-¡No lo bebas! 

 

Esta vez fue Aquiles quien se situó delante de su omega, que aun lo abrazaba, porque esa botella era el mismo líquido que bebía todas las noches antes de dormir, ese liquido que era el del agua del olvido, aquello que rompió a su omega y lo dejó vulnerable para que Minos lo matara.

 

-Así que los dos… los tres, están dispuestos a traicionarme, por el grifo, por ese alfa desquiciado, ese demente… ese monstruo. 

 

Tifón ya había visto suficiente de eso y aunque estaba agradecido con Eros, lo que más deseaba en ese mundo era proteger a su omega, mantenerlo a salvo y ese cosmos, esa presencia era la de Aspros de géminis, lo sabía, porque lo había visto, le había ofrecido su cosmos a cambio de darle a luz, porque de lo contrario, ese guerrero lo destruiría antes de dar a luz. 

 

-Padre… 

 

Pero Eros negó eso, no era su padre, ya no, de ninguno de los dos, porque le habían traicionado, le habían dado la espalda y se negaban a ayudarle a salvar a su omega, que le había olvidado, que se negaba a aceptar que había regresado por él, diciendo que Valentine estaba muerto, sin escuchar siquiera que tenía que decir. 

 

-No soy el padre de unos traidores y Zeus tiene razón, debemos destruir esos lazos, ese terrible acto que realizó Hera, sólo así te haré ver que sigo siendo yo, cuando tu alfa ya no domine tus pensamientos, porque… sigues siendo un omega. 

 

Inmediatamente después retrocedió varios pasos, escuchando un relámpago, que dio en su cuerpo, pero no lo destruyó , simplemente se lo llevó de allí, del Yomotsu, al igual que se llevó a su yo más joven y a Oneiros, apartandolos del campo de batalla, los necesitaban para que pudieran abrir su tumba. 

 

-¿Se han marchado? ¿Nuestro padre nos dejó atrás? 

 

Tifón guardó silencio, al mismo tiempo que Aquiles caía de rodillas, golpeando el suelo del Yomotsu, sintiendo las caricias de Radamanthys en su espalda, que limpiaba sus lágrimas con delicadeza. 

 

-Estás a salvo, estas con nosotros, con tu alfa y conmigo. 

 

Aquiles por un momento pensó en atacar a su alfa, que no se atrevía a acercarse a él, mirándole fijamente con una expresión de absoluta tristeza, su progenitor mirándole con una expresión de dolor, para apartarse, suponiendo que no deseaba verle. 

 

-Pero tu alfa era Eros, tú lo habías elegido para ti… 

 

Radamanthys negó eso, su alfa no era Eros, sino Valentine, cuya muerte aún pesaba sobre la cabeza de su alfa, de Minos, un acto por el cual nunca podría perdonarlo, un acto que le dolia mucho más que la violación o la humillación, pero ese alfa no era el mismo que le hacía compañía en ese momento, era como si al morir su alfa elegido, el que había tomado el lugar de su alfa destinado también lo hubiera hecho. 

 

-Mi alfa elegido era Valentine, mi alfa destinado es Minos, tu padre, y aunque supongo que tu creación no fue un momento dulce… eso no te define a ti, eso no nos definirá. 

 

Aquiles simplemente se dedicaba a escuchar sus palabras, unas que Manigoldo compartía, aunque Temporal no fuera fruto de su amor por su alfa, fuera el resultado de la locura de Aspros, no lo haría cargar con ese pecado, era su hijo y lo protegería al igual que a Tempestad. 

 

-Así que… por favor, dinos, que es lo que necesitas en este mundo, a qué has venido, que deseas evitar que suceda… 

 

Radamanthys necesitaba saber qué ocurría, que sucedía por la mente de Aquiles, cuya oscuridad iba perdiéndose, apenas un poco, cuyas lágrimas no dejaban de brotar, pero al menos, ya no deseaba destruir a su alfa, que en ese momento, eran dos de ellos. 

 

-Nosotros, tus alfas y yo, te ayudaremos.

 

Tifón al ver que su omega comenzaba a debilitarse, decidió regresar a su templo destruido, usando su cosmos para traer consigo a los padres de su amado, cuyo omega aun lo rodeaba con sus brazos, donde los esperaba un muchacho de cabello blanco, junto a un gigante tuerto, que les veía sorprendidos. 

 

-Venimos por la cabeza de Zeus, eso no ha cambiado. 

 

Fue lo que alcanzo a responder, antes de sentir ese cosmos aterrador, ver como una línea de energía pura se elevaba y como el cielo se abría, como si de una explosión se tratara, comprendiendo que estaba viendo, era Zeus, era el dios patrón del Olimpo. 

 

-Yo se como arrebatarla de su cuello. 

 

Ese era el viejo grifo, que aunque trataba de mantenerse apartado, sentía que uno de sus sueños de la vejez se cumplian, de tan solo ver a su omega y a su Aquiles, juntos, como siempre debió ser. 

 

-Pero necesito ayuda de los últimos hijos de Zeus, Minos, Albafica y Sisyphus. 

 

*****

 

Aspros con ayuda de su otra dimensión llego al sitio donde se encontraba la urna del padre de los alfas, una urna blanca, con sellos de la diosa Athena cubriéndolo, pero estaba agrietado, a punto de abrirse, al igual que el sello de papel que cubría la tapa de la urna. 

 

-Así que esta urna es lo que encerró a Zeus… 

 

El dios regente del Olimpo que había sido engañado por sus propios creyentes, traicionado por su propia hija, por la favorita de todos ellos, al no despertarlo cuando se lo pidió, al encerrarlo en una zona custodiada, protegida por diferentes soldados de diferentes dioses. 

 

-El dios engañado por sus hijos, traicionado por aquellos en quienes confiaba, como yo fui traicionado, aun por mi conejito. 

 

Había sido amable, había sido delicado, le había dado todo lo que podría desear un omega esperando como su conejito, pero, no fue suficiente, nada de lo que hizo era suficiente para él e intentó matarlo, atacandolo por la espalda, para ir a buscar a la sirena, morir en sus manos.

 

-Pero te levantarás, te alzaras triunfante dios Zeus, para brindarle paz a este mundo, para otorgarnos nuestros omegas, arreglar lo que Hera arruinó. 

 

Aspros tenía el poder suficiente para retirar el sello y convocando su cosmos, apretando los dientes cuando la energía del sello comenzó a quemar su mano, su brazo, sostuvo el papel casi roto, para tirar de él. 

 

-Padre de los dioses, se libre para que tu reino nunca tenga fin. 

 

Del interior de la urna una fuerza como la que nunca había visto fue liberada, elevándose en el cielo, los relámpagos estallando enloquecidos, los que llamaban a sus aliados, a los dioses que deseaban servirle, que habían esperado pacientes por su regreso. 

 

-¡Yo soy! 

 

Gritó una voz que pudo escucharse en todo el mundo, en cada uno de los portadores de cosmos, haciéndole estremecerse, sonreír, aunque cayó al suelo, debido al poder que sentía, el cosmos aterrador del padre de los dioses, que se materializó frente a sus ojos. 

 

-¡Zeus! 

 

El padre de los dioses aún vestía como un dios de su época, de su tiempo, con una toga, su pecho descubierto, sandalias, su cabello gris debido a las canas le llegaba a la cintura, su barba a la mitad de su torso, creciendo hirsuta, sus ojos grises, como si hubiera relámpagos en ellos. 

 

-Y ha llegado el momento en que los traidores obtengan su merecido. 

 

El primero sería el dios del Inframundo, quien debía mantener a Tifón encerrado en sus dominios, pero le dejó vagar a su antojo. 

 

-El primero en caer será Hades, mi traicionero hermano. 

 

Aspros asintió, sin atreverse a pronunciar un solo sonido, observando como Zeus le veía fijamente, llevando una mano a su cuerpo, posandola en su hombro. 

 

-¿Quién eres tú? 

 

Aspros no supo cómo responderle a esa deidad cuyo cosmos era tan poderoso como ninguno que hubiera visto, viendo cómo su armadura blanca, era cubierta por una túnica, la del patriarca del ejército de Zeus. 

 

-Aspros. 

 

Zeus asintió, le hubiera gustado que sus hijos le acompañarán, pero ellos estaban corrompidos por sus omegas, a quienes obedecían, por una razón que no alcanzaba a comprender. 

 

-Aspros, tu serás el regente de la tierra, de los humanos dignos y el verdugo de los indignos. 

 

Aspros llevó una mano a su pecho, en forma de saludo, observando a Zeus, que tomó su centella, dispuesto a vengarse. 

 

-Tu dominio sobre los mortales no tendrá fin y puedes poseer a cada omega del planeta, alfa o beta, no me importa, sólo déjame a las tres rameras que han embrujado a mis hijos. 

 

Aspros no sabía de quienes estaban hablando, así que asintió, pensando que tendría a su conejito para él, deteniéndose, cuando Zeus sintió un cosmos familia. 

 

-Y deberás traerme a Ganimedes, llevó mucho tiempo sin disfrutar de sus caricias. 

 

*****

 

Camus sintió el cosmos aterrador de Zeus elevándose, como si se tratase de una bomba atómica estallando en el mismo centro de la creación, una de esas armas que los humanos sin cosmos habían creado, un sentimiento que lo llenó de desesperación, así como a cada uno de los presentes en ese templo. 

 

-Zeus… 

 

Kardia y Degel podían ver la columna de luz elevándose en el firmamento, era un cosmos sangriento, desagradable, tan aterrador como ninguno que hubieran sentido antes. 

 

-No temas, nosotros vamos a cuidar de ti, no le dejaremos acercarse a ti. 

 

Camus negó eso, no dejaría que mataran a sus padres por su culpa, por tratar de mantenerlo seguro, así que quiso decírselos, pero sintió un golpe de Kardia, que estaba furioso con él. 

 

-Cierra la boca antes de que me hagas enojar mucho más. 

 

Camus llevó una mano a su mejilla, sintiendo el dolor de su mejilla, la furia de Kardia, quien le daría a luz, un suceso que no había cambiado, así que eso le dio esperanza. 

 

-Debemos destruir a esa bestia por el bien de tu omega y de tus gemelos, así que no digas estupideces. 

 

Cuando asintió, Kardia suspiro, llevando sus manos a sus caderas, suponiendo que lo mejor era regresar al santuario. 

 

-Sabes una cosa, ahora entiendo porque hiciste todo lo que hiciste, ese cosmos es aterrador, realmente monstruoso, será divertido matar a ese dios. 

 

Degel no lo veía con tanta simpleza, sería muy difícil destruir a Zeus, pero él tampoco estaba dispuesto a entregar a su hijo, al que nacería dentro de poco tiempo, en un año o dos, en un mundo donde esperaba que ya no existiera Zeus. 

 

-Kardia tiene razon, sera divertido matarlo, pero si fallamos en nuestra empresa, no te dejaremos solo Camus, no te harán daño. 

 

Camus no sabía cómo sentirse al respecto, si estar feliz como en ese momento, o sentirse culpable de que esos dos guerreros hayan sufrido tanto por su culpa y que podrían morir, debido a su destino. 

 

-De alguna forma lo destruiremos. 

 

*****

 

Defteros ingreso en el Inframundo, deteniéndose en un salón silencioso, deteniendo su mirada en una criatura pequeña, calva, con orejas puntiagudas, quien se sostenía de una guadaña, como si fuera un soldado, un guardia menor. 

 

-Oye tu… 

 

La criatura pequeña le hizo una señal para que guardara silencio, llevando un dedo enfrente de su boca, esperando que así guardara silencio, caminando en dirección suya, preocupándose, porque era un mortal en el Inframundo. 

 

-Estoy… estoy buscando a mi omega… 

 

La criatura calva llevó una mano a su cabeza, suspirando, como si ya supiera que estaba haciendo allí, llevándolo a un escritorio, en donde un espectro de cabello largo, de ojos lilas le observó fijamente. 

 

-¿Eres otro de esos enamorados que buscan revivir a su amor perdido? 

 

Le pregunto demasiado fastidiado, cansado de esos amantes, de esos idiotas que trataban de regresar a su amor de la muerte, creyendo que cualquiera podía salir de alli, que era injusta la muerte, cuando era la única ocasión en donde todos eran iguales. 

 

-No… 

 

Lune esperaba una respuesta más complicada que eso, pero al no recibirla, al no poder ver su rostro debido a la máscara, pero si sentir un escalofrío recorrerle cuando lo vio, decidió que era momento de lanzarlo del Inframundo, pero primero, trataria de hacerlo de forma amable, sólo porque no estaba realizando un escándalo como todos los demás. 

 

-Debes irte, esta tierra no es para los vivos. 

 

Defteros no pudo pronunciar nada, sintiendo una corriente eléctrica al ser tocado por ese espectro, que le observó fijamente, sin comprender qué estaba pasando, pero, lo mejor era mandarlo lejos. 

 

-Debes… 

 

Sin embargo, repentinamente, atacaron el Inframundo, cientos de relámpagos empezaron golpear sus valles, sus colinas, sus ríos, cada zona, con la fuerza devastadora que solamente Zeus poseía, sintiendo como Defteros lo sostenía de los brazos, apartandolo de un relámpago, salvando su vida. 

 

-Eres… eres tu… 

 

Debajo de su túnica morada, estaba su armadura y por encima de esta un collar, el de un omega, el que deseo tocar con la punta de sus dedos, para saber si no estaba equivocado, porque aquello que llamaba su nombre, que le pedía ir en su encuentro, estaba allí, entre sus brazos. 

 

-No lo toques… 

 

*****

 

Sylphide cuando destruyeron a Shion, cuando el anciano de lemuria dejó de existir, no sufrió el golpe del satán imperial, pero aun así, huyendo del alfa fue atacado por un guerrero de  mirada inquietante, de cabello negro y ojos rojos. 

 

-¿Qué está pasando? 

 

Kagaho podía ver como tres heridas se abrían en su piel como si siempre hubieran estado allí y sabía que no lo estaban, porque Asmita lo rodeaba con su cosmos, ese cosmos tan parecido al de Buda, que le dejaba ver sus vidas pasadas, las futuras, cada conexión existente. 

 

-El pasado ha cambiado…

 

Kagaho no entiendo de que le estaban hablando, pero vio como Asmita curaba las heridas de su amigo, que aun estaba inconsciente. 

 

-Y ha este paso, rasgaran el mismo lienzo de la creación… 

 

*****

 

Hola, esta vez no me tarde tanto tiempo en actualizar, espero que les guste y disfruten de esta historia tanto como yo lo estoy haciendo al escribirla, muchas gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas. SeikenNJ. Por cierto, Zeus ha vuelto y esta muy enojado. 


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