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Paraiso Robado. por Seiken

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Sage había hecho que los tres espectros y los jóvenes lo acompañaran a su templo, quienes le veían en silencio, el muchacho más alto rodeando los hombros del chico de cabello blanco, con esa mirada tan inquietante. 

 

A su lado estaban dos sujetos identicos fisicamente hablando, pero completamente diferente en sus expresiones, uno se veía roto, descuidado, el otro, joven, ansioso, preocupado por quien decía era su omega. 

 

Un soldado rubio, de mirada tranquila, que estaba a lado del más joven, puesto que parecía el más viejo, no quería acercarse a él, tal vez, debido a la tentación de estar a lado de su omega por tantos años, o décadas, perdidos. 

 

-En épocas como esta el Santuario siempre ha sido la punta de lanza, el primer ejército que defiende a la humanidad. 

 

Sage pronunció, sintiendo la reconfortante presencia de Hasgard a sus espaldas, con los brazos cruzados frente a su pecho, preparado para defenderle de ser necesario, pero sabía que eso no era así, esos espectros no venían en pie de guerra, sino en son de paz. 

 

-Lo entiendo, patriarca.

 

Minos, el viejo fue quien respondió, esperando que eso no le molestara a su más joven persona, quien rodeaba el cuerpo de Radamanthys, como si temiera que se le fuera arrebatado y su temor era cierto, podían arrebatarle a su omega en cualquier momento. 

 

-Y me sorprende que no solo dos espectros de rangos bajos se encuentren entre nuestras paredes, bajo la protección de Asmita y el santuario, por supuesto. 

 

Eso llamó la atención de Minos y de Radamanthys, quien había olvidado que mandó a uno de sus soldados leales junto a quien le brindará ayuda en el puente del Inframundo, para buscar un collar, el del más joven, que había encontrado su regalo en compañía de su alfa, en cambio, su soldado leal, había dado con un soldado al que le temia, que le recordaría al Minos que enfrentó en ese puente, de tener sus memorias intactas. 

 

-Sino que ahora, Albafica y Manigoldo, tienen a dos jueces en su templo, así como un visitante de otro futuro, como lo fuera Avenir, que supongo, eres tu. 

 

El viejo grifo asintió, era un visitante, de un futuro que deseaba destruir, detener a como diera lugar, aunque eso significara que él desaparecería en la nada, en lo único que pensaba era en recuperar su paraíso y mantener vivo a su omega, así como, tal vez, recuperar la oportunidad de criar a su hijo, su orgullo, quién le veía con odio, con desprecio, como si de poder hacerlo, simplemente acabaría con su vida en ese mismo instante. 

 

-Sin contar a esos dos niños, que dicen ser el hijo de mi alumno, que está embarazado, y tu hijo, porque tu tambien estas embarazado. 

 

Sage trataba de realizar un resumen de los sucesos que encontró al despertar, una vez que Aspros ya no estaba gobernando el santuario, esperando que pronto, la cordura regresara a esas paredes, dejando solos a su alumno y a su rosa, suponiendo que lo que necesitaban en ese momento era estar acompañados. 

 

-Y esa aterradora energía es Zeus, el dios que no debía despertar, por órdenes directas de nuestra misericordiosa Athena, el dios del mar y Hades, nuestro enemigo. 

 

Habían hecho lo contrario de lo que les indicaron realizar y temía saber quien era el responsable, preguntandose, si el demente muchacho se daba cuenta que Zeus no sólo mataría a los omegas, sino que también, destruiría a cada humano que no sirviera a los propósitos del dios patrono del olimpo. 

 

-Hades será el primero en caer, pero el Inframundo no será destruido, así que debes regresar a tu sitio Minos, eso es lo mejor. 

 

Debían estar presentes cuando buscaran por ellos, cuando mandaran al guerrero de sombras por cada uno de sus hijos, necesitaba que al menos uno de ellos respondiera al llamado de su padre y que mejor que él mismo, quien nunca había puesto en duda las palabras de su padre. 

 

-¿Pero qué hay de Radamanthys? 

 

Minos no deseaba llevar a Radamanthys ante la presencia de su padre, sabía que le odiaba y que deseaba destruirlo, así que no acudiría, porque esa era la tarea más importante de su existencia como alfa, proteger a su omega de cualquier daño. 

 

-¡El no esta seguro en el Inframundo mientras Zeus viva! 

 

Aquiles observaba la preocupación de su padre y no creía en ella, no después de lo que recordaba, cómo murió en sus manos, porque no era más que un mentiroso, seguro de que no estaba seguro en el Inframundo, o cualquier otro sitio, mientras su padre aún respiraba. 

 

-Radamanthys puede permanecer aquí, aunque sea un espectro, sigue siendo un omega y nunca estaré dispuesto a dejar a uno de mis hermanos a su suerte. 

 

Saga respondió, cualquier omega, sin importar su rango o su dios podía acudir al santuario, el les daría cobijo, un lugar donde quedarse, protección, eso era lo correcto. 

 

-Yo quiero ir contigo, Minos. 

 

Radamanthys no obstante no deseaba apartarse de su alfa, no estaba seguro de nada más y estaba asustado de quedarse solo, por lo cual, no lo dejaría marcharse, no sin él. 

 

-Lo mejor es que permanezcas en este sitio, por tu bien, pero… recuerda que te amo, que somos tu y yo, siempre seremos tu y yo, nosotros somos uno. 

 

Minos quiso asegurarle que todo estaba bien, que regresaría a su lado, aunque el mismo no deseaba dejarle solo, como podria después de una semana de recuperar su paraíso, después de saber que sería asesinado y jamas volveria a verlo. 

 

-No, no soy tu sirviente, no soy únicamente un omega, soy un guerrero y no me quedaré aquí, sin hacer nada, ademas, si yo no estoy a tu lado, ese bastardo sospechara de ti, puede llegar a matarte. 

 

Radamanthys respondió con insistencia, sosteniendo a Minos de su ropa, esperando que lo escuchara, que lo llevara consigo, para proteger su espalda, escuchando los pasos de Aquiles, que no deseaba que su omega le dejara solo. 

 

-Aquiles tendrá que permanecer aquí, me temo, eso será lo más seguro. 

 

Pronuncio Radamanthys, volteando a verle, preguntandose como fue posible que su hijo, el heredero de Minos, hubiera llegado a los brazos del enemigo de Zeus y lo que pasaría con él, una vez que el dios diera con ellos. 

 

-No me quedaré aquí, si no estas tu, Minos puede cuidarse solo, ha llegado a viejo muy bien sin ti, madre, puede cuidarse solo. 

 

Eso lo dijo como en una crítica, como esperando que Minos dejara de respirar y así era, sin embargo, esperaba que su omega quisiera protegerlo a él también, que se quedara a su lado en el santuario, donde era seguro de momento.

 

-Si vas al Inframundo, sabrán quien eres, te destruirán. 

 

Aquiles asintió, lo harían porque tenía el aroma de Tifón cubriendo su cuerpo, su cosmos entrelazado con el suyo, era imposible para un dios no comprenderlo y lo mataría, en realidad, creía que al saber lo que sucedería en el futuro, Zeus mismo le pediría a su padre, que destruyera a uno de sus enemigos, antes de que pudiera nacer, como desearía realizar con su amado, que guardaba silencio a su lado. 

 

-Lo se, pero si tu vas solo, te destruiran a ti, eso significa que ni siquiera voy a nacer, así que tu decide, quedate conmigo, manteniendome seguro, o ve con él y destruyeme.

 

Radamanthys guardó silencio, desviando la mirada, suponiendo que no había nada más que pudiera hacer, debía quedarse, por petición de su alfa y de su hijo, que sonrió al verle asentir, olvidando esa necedad de estar todo el tiempo con su padre.  

 

-Esta bien, esta bien, yo me quedaré aquí, pero ustedes dos deben cuidarse, no quiero perder a otro alfa. 

 

Pronunció, acariciando la mejilla del joven Minos, para besar sus labios con delicadeza, gesto que respondió el más joven de los dos alfas, gimiendo en su boca, para apartarse unos pocos centímetros.

 

-No he luchado todo este tiempo para recuperar mi paraíso y que simplemente me maten, yo cuidaré de mi afortunado yo, para que regrese a ti, Radamanthys. 

 

El viejo grifo pronunció solemne, sin acercarse a su omega, para empezar a marcharse, llevándose a su versión más joven, que ya sabía que hacer, cuya ayuda necesitaba para reconstruir lo que Zeus le arrebató. 

 

-En ese caso, no querrás saber quienes son los espectros que habitan el santuario. 

 

Algo en ese intercambio no le gusto a Sage, podía ver que ese omega estaba perdido en su propia mente, algo muy fuera de lugar en uno de los jueces del dios Hades, pero no dijo nada, esperando que quisiera saber más de sus visitantes, tal vez ellos podrían decirle o mostrarle si estaba en lo correcto o no. 

 

-No son… 

 

Radamanthys estuvo a punto de decirle que no eran de su incumbencia, pero no lo hizo, suponiendo que eso sería sumamente descortés con el joven patriarca. 

 

-¿Quienes son ellos? 

 

Preguntó por fin, esperando que le dijeran los nombres para poder retirarse, no le agradaba la actitud ni la mirada del joven patriarca, mucho menos, estar solo en ese sitio. 

 

-Kagaho de Bennu y Sylphide de Basilisco. 

 

Esos nombres le eran familiares e intento recordarlos, sin resultado, suspirando antes de sentir como su hijo tiraba de su brazo. 

 

-Ese nombre… me es familiar… 

 

Pronunció, especialmente el segundo nombre, el del basilisco. 

 

-¿Lo conoces? 

 

Le preguntó Aquiles, tomando nota de eso, de esos dos espectros que podían decirle algo más de su omega antes de que perdiera la memoria. 

 

-Lo leí en alguna parte. 

 

En el libro de su vida, pero esa información no la compartió con su pequeño. 

 

-No te preocupes por nada. 

 

*****

 

-¡Lo has arruinado! 

 

Había olvidado lo ruidoso que era en su juventud, la furia y los gritos que estaba seguro su amado señor no encontraría agradables, especialmente sus cambios de humor, cuando el siempre se presentó como un soldado frio, seguro, hasta cierto punto vanidoso. 

 

-¡Lo arruinaste! ¡Lo echaste a perder! 

 

Eros no dejaba de observarse, gritando, enfurecido, sus llamas saliendo disparadas en todas direcciones, como si esos actos pudieran regresar a su amado señor a donde debería estar. 

 

-Mi señor, mi amado señor atrapado con esa bestia, con ese monstruo. 

 

Susurro entonces, cubriendo su rostro con  ambas manos, preguntandose porque espero, porque no se llevó a su amado del Inframundo cuando pudo hacerlo, porque quiso humillar a Minos en una justa, cuando no le interesaba nada más que tener a su amado señor seguro. 

 

-Y tu, en vez de ayudarme… 

 

Pronunció esta vez observando en su dirección, tratando de comprender que pasaba por su mente cuando quiso darle de esa agua, que aún ese niño de cabello blanco reconoció como un acto en contra de su amado.  

 

-Quisiste darle de esa endemoniada agua… 

 

Esa agua que rompería la psique de su señor, convirtiéndolo en una sombra de lo que fue, uno de esos entes de mirada perdida, sin fuerza, ni voluntad, a lo que más le temía su amado señor era a eso, a verse de esa forma. 

 

-No tengo la fuerza para enamorarlo de nuevo y se que tampoco tu la tienes. 

 

Eros sabía que no era tan fuerte para seguir peleando, que no podía vivir sin su señor, sin su amado señor a su lado, después de ver sus ojos, de ver que había sido olvidado y que su enemigo fue quien fue aceptado entre los brazos de su amor. 

 

-Yo si la tengo, él se merece eso y mas. 

 

Se merecia el mundo entero y se merecía que el luchara por defenderlo, por mantenerlo seguro, aunque su amor no le correspondiera, dejarlo en las garras de Minos era una pesadilla. 

 

-No, no la tienes, y cuando intentes recuperarlo no te recordara, ni siquiera sabrá que exististe alguna vez. 

 

Así había sido cuando lo secuestró de las manos de Minos esa vez, de alguna forma había olvidado que existio, estaba seguro que Valentine había sido asesinado y que ya no regresaria a él, pero aun asi, logro que bebiera del agua que le regresaría a su amor, después de que pudiera reconstruirlo, reparar lo que Minos había roto. 

 

-Que tu debiste ser su alfa y que Aquiles debió ser tuyo, tu hijo, el primero que sobreviviría después de perderlos a cada uno de ellos. 

 

Eros se había dado cuenta que después de todas esas vidas, no existió un fruto de su amor, no hubo pequeños nacidos de su amado, no porque no pudiera embarazarle, sino que, su amado salía al campo de batalla para encontrar su muerte, ser asesinado por las huestes enemigos que consumían su cuerpo, que albergaba vida, sus herederos. 

 

-¿Acaso pensabas que nuestro señor era estéril? 

 

Le pregunto con cierta tristeza, haciendo que comprendiera que habían perdido a su amado y a sus hijos, que era tan inútil que ni siquiera pudo proteger a sus pequeños, todo porque no intentó llevarse a su amado antes de que Minos pudiera arrebatarselo.  

 

-No, simplemente nunca sobrevivió lo suficiente para dar a luz. 

 

Eros había comprendido cuánto le falló cuando le suplico cuidar de la pluma del grifo, de su pequeño doble, ese niño que debió ser suyo, no del primer juez de las almas, que era en su tiempo el gobernante del Inframundo. 

 

-Estas diciendo que… 

 

Asintió, su expresión oculta debajo de su manto, pero Eros, el que apenas acababa de despertar y era mucho más parecido a Valentine, de lo que era el dios del futuro, con la mitad de su rostro destruido. 

 

-Hades mató a nuestros niños, Afrodita le hizo olvidarnos, aun Hefesto, creo que él ha hablado con Minos y nos ha dado la espalda. 

 

No estaba seguro, pero sabía que lo engañarian, que le darían la espalda en cuanto pudieran, para obtener lo que deseaban, sin importarle sus promesas. 

 

-Pero Zeus… el mato a nuestro señor, lo sabes, no es verdad, Minos no lo habría lastimado. 

 

El que solo tenía un ojo pronunció, porque sabía que Minos no dejaría ir a su omega, sin importarle sus deseos, mucho menos lo destruiria cuando apenas lograba poseerle, era absurdo, aunque le hizo creer a Aquiles que él había sido, para poder vengarse del alfa destinado de su omega elegido. 

 

-Aquiles lo recuerda, vio cómo mataron a su omega delante de sus ojos, por eso le doy el agua del olvido, pero su memoria es espléndida, sin duda alguna hace honor a su nombre. 

 

Lo recordaba, como Zeus mató a su omega, como lucho contra él y no pudo derrotarlo e intentó salvar su vida, mantener a su pequeño a salvo de la furia del dios del Olimpo, pero, este se marchó, dejando al niño solo, con la nota que había escrito Radamanthys para él en un momento de lucidez. 

 

Sorprendiendolo, maravillandolo, como su amor cuando fue libre de su maldición, en sus pocos momentos de despertar, fue a verle, por su ayuda, recordandolo a él, a Eros y a Valentine, quien le fallo. 

 

-¡Y así te atreves a aceptar su ayuda! ¡Cuando ese dios quiere lastimar a nuestro amado señor! 

 

Eso no lo podía comprender, porque acudían con Zeus, cuando él deseaba destruir a su amado, matarlo, sin miramientos, lastimarlo, solo porque podía y ellos estaban en sus dominios. 

 

-¿Qué otra opción nos queda? 

 

Pregunto Eros, el más viejo, que le miraba fijamente como si comprendiera algo que él no, que él desconocía, haciendole pensar en que podía ser eso. 

 

-Ir con él, seducirlo, ganarnos su confianza, darle lo que necesita, un alfa que lo ame y respete, que lo deje libre, no un alfa posesivo, que controle cada una de sus acciones, que no lo deje libre nunca. 

 

Eso era lo que más le desesperaba de permitirle quedarse a lado de Minos, al verle actuar como lo hizo, escucharlo decir esas palabras, esa frase del ladrón de nidos, como si él fuera el culpable de su dolor, pero no era su culpa, su señor no sabía de lo que estaba hablando. 

 

-Yo era como tu, pensaba igual que tu, que todo saldría bien, que podría recuperar a mi omega, pero eso nunca pasó, nunca… 

 

Eros lo recordaba bien, el pasado, como esperaba recuperar a su amado, como busco la forma de ingresar en el Inframundo, de salvarlo de su alfa, pero fue derrotado, no pudo recuperar a su amado señor de los brazos de la muerte, de Minos, que si bien no lo mató él, no hizo nada para evitarlo.

 

-Y aun asi espere regresar, para arreglar mis errores, pero, mis hijos, los que yo cuide, me han dado la espalda. 

 

Todos le habían dado la espalda, cada persona que pensó le brindaria ayuda, empezando por su madre, terminando por sus hijos, lo habían abandonado a su suerte, evitado que salvará a su amor. 

 

-Tifón, con él entiendo que me desprecie, yo destruí a su familia, no evite que esos horrores sucedieran, pero con Aquiles, no es sido más que un padre para él y aun así, me ha dado la espalda.

 

Aun Aquiles, el pequeño grifo, lo traicionó, le dio la espalda, aunque siempre fue amoroso con él, siempre cuidó de él, le enseñó a disparar, a pelear, esperaba que no lo traicionara, pero, había heredado todo de Minos, supuso, aun su oscuridad, su traicionera sangre. 

 

-¿Que esperas lograr sirviendo a Zeus? 

 

Le pregunto Eros, después de que el que solo tenía un ojos guardara silencio, esperando escuchar sus palabras, observandole, fijamente, sin entender aun la razon detras de su pacto, su trato con Zeus, el dios que mató a su amado. 

 

-De el, nada, pero si matamos a la diosa Hera, los lazos serán destruidos, los omegas serán libres y de esa forma, mi amado señor no estará atado a Minos, podrá ser libre de su alfa, para estar conmigo. 

 

Esa era su última oportunidad supuso, matar a la diosa Hera, para liberar a su amado de su dominio, del lazo que lo unía a esa criatura, escuchando las palabras de un soldado que lo visito, que le ofreció lo que tan desesperadamente necesitaba. 

 

-Es la única forma… 

 

Susurro, llevando sus manos a su espalda, suponiendo que tenía razón su aliado, su joven versión de sí mismo, no podría realizar los actos necesarios, así que debía quitarlo del camino, si no podía convencerlo de ayudarle, como Minos pudo convencerse a sí mismo de obedecer. 

 

-¡No es verdad! 

 

Eros sintió de pronto un golpe por detrás de la espalda que lo lanzó contra una columna, un golpe a traición, realizado por el soldado leal a Zeus, que tambien estaba buscando su caída, la destrucción de los lazos, la muerte de la sirena, que era uno de los favoritos del dios que fingía servir, comprendiendo como el dios del amor, que no recibirian su justo pago, cuando esa guerra terminara. 

 

-Y después de verlo, tan fiero, tan hermoso, tan noble, me doy cuenta que no puedo dejarlo ir, no puedo sacrificar mi futuro, a cambio de tu presente, Eros… 

 

Sin mas se acerco a él, pateando su cabeza, quitándole su casco, observando el rostro que odiaba tanto, el del causante de su dolor por ser tan débil, por permitir que le quitaran a su amado. 

 

-Tú habrías hecho lo mismo. 

 

Susurro, haciéndose a un lado, para que Aspros pudiera atacar a su versión más joven, sintiendo un cambio minúsculo en la creación, que no se vería reflejado hasta que no regresara a su dimensión, a su tormentoso futuro sin su amado señor, sin embargo, esperaba quedarse allí mismo, y si lograba lo que se proponia, liberaría a su joven e idiota pasado para que disfrutara de las mieles de su victoria. 

 

-¡La otra dimensión! 

 

Aspros lo encerró en esa dimensión, inconsciente, derrotado, pero cuando lo liberara, tendría lo que deseaba, a su amado señor entre sus brazos, como él tendría a su cangrejo entre los suyos. 

 

-Así que espero lo comprendas… 

 

*****

 

-¿Que se supone que estas planeando? 

 

Le pregunto Tifon, siguiéndolo con un paso lento, preguntandose porque visitarian a los otros dos espectros. 

 

-No es justo que nuestro padre este solo, que se quede solo después de todo lo que ha hecho por nosotros. 

 

Pero no se explicaba que tenían que ver esos dos intrusos para que su padre substituto recuperara a su amado señor. 

 

-Sin Minos estorbando, podemos hacerle ver que lo ama. 

 

*****

 

Hola, muchas gracias por leer esta historia, espero que este capitulo sea de su agrado y me disculpo por la demora. SeikenNJ


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