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Paraiso Robado. por Seiken

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-Nos odia. 

 

A Minos le dolió demasiado el desprecio del joven omega, del Aquiles nacido de su dragón, que era su orgullo, que debía verlo con admiración, no con odio, ni desprecio, de la misma forma en que le veía Asterión cuando era joven y condenaba su amor por su omega. 

 

-Nuestro polluelo nos odia. 

 

Lo sabia, no tenia que decirle que los odiaba, fue entrenado por Eros, algunos decían que era su hijo, el segundo hijo del dios de la guerra y la lujuria, pero no era así, él solamente se robo a los dos niños después de asesinar a sus omegas. 

 

-Lo se, pero al menos está vivo. 

 

Trato de convencerse de que al menos había una razón por la cual debía estar contento, porque estaba vivo su pequeño robado por el dios, aunque Minos sabía que no estaba satisfecho por ello, como podía, cuando su amado había muerto, cuando su hijo fue robado por ese monstruo, que mas podia hacer que sentirse miserable. 

 

-Fue el verdad, el ladrón de nidos es el que hizo que nos odie. 

 

Minos se detuvo, volteando en dirección del santuario, su amor en esas paredes, solo entre sus enemigos, quienes no sabían que su enemigo era Eros, quien pondría su vida en peligro era él, el dios del amor, no el juez de las almas. 

 

-No te distraigas con eso, debemos destruir a Zeus primero. 

 

Minos recordaba sus errores en el pasado, como hizo todo para ser el emperador, aún traicionar a su amado, pero nunca le dijo cómo se sentía, como planeo la forma de regresarlo a sus brazos, pero al mismo tiempo, no quiso ir a verle, suplicar su perdón y explicarle su dolor. 

 

-No… no, no puedo dejarlo sólo. 

 

Minos se daba cuenta que si bajaba la guardia, si no seguía sus instintos que le gritaban no dejar solo a su pequeño hermano, a su omega, lo perdería, no en los brazos de Eros, sino en los brazos de la locura y después de la muerte. 

 

-¿Que hare si me odia cuando regrese? 

 

El viejo grifo no se atrevió a pensar en esa posibilidad, lo sabía, porque guardaba silencio, observandolo fijamente, sin saber que responder, haciendo que Minos, el joven comprendiera que su plan tenía muchos huecos, que uno de ellos era ese, quien cuidaría de su omega en su ausencia. 

 

-Si nuestro hijo lo entrega a Eros. 

 

Casi le grito, pensando que lo mejor era regresar, pero no podía, porque si regresaba su padre mataría a su omega, pero, eran dos de ellos, dos Minos, porque tenían que estar juntos, podían actuar separados y sabía, sospechaba que si mandaron a Shion, era porque su padre no confiaba en él, lo matarían apenas pudieran verlo. 

 

-¿Si me deja solo de nuevo? 

 

No quería estar solo, no quería vivir sin su omega, asi que comenzaba a pensar en qué hacer, si debía mandarse de regreso, aunque sabía que su yo más viejo amaba a su omega, lo deseaba, pues era hermoso como ninguno y estaba seguro, que caería en la tentación de tocar su cuerpo, de amarlo, si Radamanthys se lo permitía.

 

-Tendrás tiempo de recuperarlo, pero si Zeus no es destruido, no habrá nada. 

 

Minos lo sabía, no se negaba a destruir a su propio padre por salvar a su omega, lo que se negaba a aceptar era que mientras el buscaba la seguridad de su pareja, de su amado, el ladrón de nidos, la serpiente ingresara en ese sitio, para devorar a su dragón, a su cría, para robarle aquello mismo que él amaba. 

 

-No podemos dejarlo solo. 

 

Como había visto hacer a serpientes con los nidos de las aves, cuando los padres abandonaban el nido devoraban a sus crías, o cuando la madre los empollaba, estas se los comían, junto a la madre, dejando al pobre padre solo, sin comprender lo que había pasado.

 

-Tu quedate con él, seguramente sospechan de tu lealtad, yo acudiré y yo me encargaré de Zeus, ya se que hacer. 

 

Lo sabia, tanto que pensaba que su golpe podría adelantarse, que podían matar a Zeus apenas hubiera despertado, usando el cosmos de Tifón, que podía ver escuchaba sus palabras, que le creía y que se daba cuenta que el enemigo de su enemigo era su amigo en ocasiones especiales. 

 

-No creo poder soportar la tentación de tenerle allí, vivo, sano, querré estar con él… 

 

Minos no quería estar demasiado tiempo con Radamanthys, porque verle allí, vivo, tan hermoso, tan fuerte, era una tentación demasiado grande como para poder luchar con ella, porque el desearia estar en su lecho, amarle una última vez y creía que eso era un acto en contra de sí mismo, una traición que no estaba dispuesto a cometer.

 

-Es mi omega, pero fue el tuyo y se que regresaras de donde vienes cuando esto se termine, así que … 



Minos abrió los ojos sumamente sorprendido, sin poder creer las palabras que eran pronunciadas, por su versión más joven, que parecía le dejaría tocar a su omega, amarlo, como si fuera él mismo. 

 

-Eres el único alfa al que le confiaría la seguridad de nuestro omega.

 

Minos entendía lo que deseaba y lo que no evitaria de darse la posibilidad, no que el fuera a buscarla, así que sonrió, con una expresión que claramente decía que lo que pensaba era absurdo, eran el mismo, eran el mismo ser, su omega era suyo, aunque en el futuro había muerto, el del pasado era de los dos. 

 

-Pero… 

 

Minos levantó una mano, mientras más tiempo pasaran conversando, más tiempo tenía Eros para arrebatarle a su omega, a quien amaba por sobre todo, a quien no le dejaría solo, porque no dejaría que borraran su memoria, aunque era absurdo pensar eso cuando fue él quien le dio por segunda ocasión de esa maldita agua, pero en su defensa, creía que era una poción de amor, que no lastimaria a su omega. .

 

-Y el único alfa al que le permitiría tocarle, sólo sí él así lo desea… 

 

Minos asintió, a punto de regresar al santuario, dejando a su yo más joven la tarea de destruir a Zeus, utilizando su confianza, la que aún tenía en esa época, la que el ya no tenía de su padre, quien mandó a Shion a vigilar sus pasos. 

 

-No quiero perderlo, no vamos a perderlo. 

 

Minos empezó a volar en dirección de su padre, deteniéndose cuando el viejo grifo sostuvo su muñeca, evitando que se marchara, pensando en la posibilidad de que pudiera ser asesinado y todo se perdiera, sus esfuerzos, su paraíso, dejando solo a Radamanthys, que comenzaba a quererlo. 

 

-¿Y si te matan? 

 

Minos estaba seguro de que eso no pasaría, pero al mismo tiempo, que sus planes siempre eran demasiado largos, complicados, que lo mejor era actuar como Radamanthys lo hacía, de frente, rápido, de una forma contundente. 

 

-No lo harán, Zeus cree que soy el mismo idiota que le adoraba, pero no es así, yo seré su verdugo. 

 

Se lo había dicho en más de una ocasión, no le importaba a que dios tenía que destruir, con quien se tenía que enfrentar, el recuperaria a su omega y era un sacrificio muy pequeño destruir a su padre, por mantener vivo a su omega. 

 

-Los dos tendremos nuestro paraíso. 

 

El viejo grifo asintió, los dos tendrían su paraíso y cuando regresara a su mundo lo haría a un nido lleno de vida, con su omega a su lado, con su polluelo orgulloso de su padre, tal vez con algún otro huevito en camino, pero, lo haría a los brazos de su omega, de su dragón. 

 

-Y les dirás a los otros, que debemos adelantar nuestro golpe. 

 

Esas palabras sorprendieron a Minos, pero acepto, podía reunirlos, uno de los alfas estaba en el santuario, su omega estaba en peligro, el otro con Hera, podía morir cuando Zeus fuera por su esposa, así que podían adelantarse al dios del rayo, mientras destruía al dios Hades y al dios Poseidón. 

 

-Tres meses es demasiado tiempo, debe suceder antes. 

 

Minos asintió, tenía razón, debían golpear antes de que Zeus pudiera responder a sus ataques, matarlo de una buena vez, con ayuda de todos sus enemigos, de Tifón, de su esposa, de sus hijos. 

 

-Busquemos a la diosa Hera, a los Hefestos, a todos los que odien a Zeus, ellos acudirán, porque Tifón los llamara a su lado. 

 

Así sería, podrian salvar a sus omegas y destruir a su enemigo en común, para poder recuperar el paraíso que les habían robado por los dioses, por seres egoístas que deseaban su desdicha, su felicidad, que les costaría todo cuanto amaban. 

 

-Yo y mis rígidos planes… 

 

Eso lo dijeron ambos, notando que comprendía su forma de pensar, lo que les había llevado a la derrota, pero no podían darse el lujo de perder, no cuando su amado estaba en juego. 

 

-Son nuestra perdición, pero ya no. 

 

Minos el joven dijo, dándole la espalda al mayor, que volteo en dirección del santuario, para elevar sus alas, deteniéndose unos instantes, dejando que sus corazones se calmaran un poco, pues, estaban emocionados. 

 

-Ya no, tienes razón, debemos golpear ahora y golpear tan duro, que no puedan volver a levantarse. 

 

El viejo grifo pronunció, elevándose en el aire, para regresar al santuario, a donde se encontraba su omega, alejándose de si mismo, pensando que llevaría a su omega consigo, en su campaña para que los enemigos de Zeus, se unieran, un trabajo que ya había realizado a la mitad, con las dagas doradas que había robado, con la sangre de la rosa, su padre sería destruido.

 

-Y todo el tiempo, nuestro omega estará a salvo. 

 

Eso lo dijo el Minos joven, preparándose mentalmente para actuar como el hijo favorito de Zeus.

 

*****

 

-Los leones son enemigos de los unicornios. 

 

Pronunció de pronto Yato, cuando escucho las pisadas de Regulus, que estaba escondido detrás de una pared, creyendo que así no lo vería. 

 

-¿Que? 

 

Preguntó Regulus, acercándose a Yato, que aún estaba triste, sentado abrazando sus rodillas, sin mirar siquiera al alfa, que se sentó algo lejos del otro niño.

 

-Lo leí en un libro que Manigoldo me presto.

 

Yato quiso explicarle, mirándolo de pronto, con una expresión que decía claramente que estaba decepcionado de que él fuera su alfa, porque sabía que su compañero estaba enamorado de un omega mayor, de un santo dorado y no entendía su cambio de sentir, cuando toco su collar. 

 

-Los leones cazan unicornios haciendo que claven su cuerno en un árbol, al no poder moverse, los devoran. 

 

Yato le explico, ese libro tenía grabados y Manigoldo le había dicho que su maestro se lo regaló cuando era un niño, era un libro costoso, que le dieron tratando de seducirlo con él, el único regalo que conservo, un obsequio que le dieron a él, para que pudiera entretenerse y el mayor, se lo presto, bajo la condición de que lo cuidara mucho. 

 

-No sabia que le gustara leer. 

 

Fue la respuesta de Regulus, que no sabia que decir respecto a la forma en que los leones cazaban unicornios, porque él no leía demasiado, aunque su padre le enseñó, nunca pensó que los libros sirvieran para cualquier cosa. 

 

-Nadie sabe nada de él, lo tratan como si fuera un idiota o un loco de remate, pero él debería ser el patriarca, el sucesor de Sage, así nos enseñarian que no somos cosas. 

 

Yato se molestó cuando Regulus se vio sorprendido de sus palabras, pensando que Manigoldo no leía, porque lo haría, era un omega, ellos no podían leer, no podía pensar, eran como niños, como cosas, juguetes de los alfas. 

 

-No son cosas. 

 

Susurro Regulus, ahora el estaba nervioso, sosteniendo sus rodillas, preguntandose porque le estaba hablando de Manigoldo, y no era su culpa, él no sabía por lo que estaba pasando el omega de mayor edad, el amigo de Yato, su ejemplo a seguir. 

 

-¡No! ¡Lo entregaron a Aspros! ¡Y el no lo deseaba! 

 

Yato se levantó entonces, enojado por ello, al recordar la tristeza y la desesperación de Manigoldo, la forma en que intentaba huir, como Aspros lo golpeaba, observando su collar, el que lanzó al suelo, ya no lo quería, no lo necesitaba. 

 

-Como me entregarán a ti no es cierto, porque este collar a cambiado de forma. 

 

Regulus lo recogió del suelo, porque cayó a sus pies, observandolo con detenimiento, como si fuera el mayor tesoro del mundo, una bella obra de arte, negando eso, no lo obligarian a entregarse a él y él no lo aceptaría de esa forma, pero creía que los hilos del destino eran reales, su madre asi conocio a su padre y quería creer que ellos se amaron el poco tiempo que estuvieron juntos. 

 

-Tal vez Manigoldo piensa que es una carga pero…

 

Yato lo sostuvo de la ropa todavía más enojado, porque esas palabras, porque eran una mentira, Manigoldo pensaba que era una bendición, que era un regalo de los dioses, sus ojos resplandecían cuando hablaba de eso, se sonrojaba, era como si fuera feliz, completamente feliz hablando de su alfa, de su lazo con él.  

 

-¿Acaso estas loco? 

 

Le preguntó agitandolo, rompiendo ligeramente su ropa, para después golpear su rostro, apartandolo de él, retrocediendo algunos pasos, algunas lagrimas escurriendose en sus ojos, a causa de la tristeza que sentía. 

 

-Manigoldo piensa que esta baratija es un tesoro, que encontrar a tu alfa destinado es un sueño, como si fuera un cuento de hadas. 

 

Estaba dolido por lo que había visto, por el dolor de Manigoldo, por ver que Albafica se tardó tanto tiempo en regresar a su lado, pero, especialmente, al ver que su alfa estaba enamorado de otro omega y solo por el collar, deseaba perseguirlo. 

 

-El creía en eso… 

 

Yato retrocedió varios pasos, para tratar de huir de la presencia de Regulus, que lo siguió, escuchando sus palabras, sin saber que decirle al respecto, era un genio en el uso del cosmos, pero solo era un niño, no sabía qué hacer. 

 

-Yo no… 

 

Yato se detuvo al escuchar esos pasos, volteando en dirección de Regulus que estaba muy cerca de el, tambien angustiado por el dolor de su omega, con el collar en sus manos. 

 

-Ya no lo creo. 

 

Le dijo, seguro, limpiando sus lágrimas, retrocediendo cuando Regulus quiso acercarse a él de nuevo. 

 

-¿Como puedo hacerte cambiar de opinión? 

 

Yato negó esa pregunta, no había forma de hacerle cambiar de opinión, él ya no creía en los alfa, en los lazos divinos y no estaba seguro de querer permanecer en el santuario, si eran tratados como objetos entre sus paredes.

 

-No puedes, nadie puede y no te quiero cerca de mi. 

 

Yato quiso correr, pero Regulus lo evito usando su cosmos, sosteniéndolo de los brazos con delicadeza, sin entender porque no deseaba saber nada de él, se suponía que el collar le haría ver que eran uno, que se amaban, pero eso no sucedió de esa forma. 

 

-¿Porque? ¿Que te he hecho? 

 

Pregunto esta vez Regulus, sin soltar a Yato, que luchaba por liberarse de sus manos, pero el santo de leo no lo dejaba ir, usando su cosmos para mantenerlo a su lado, en contra de su voluntad. 

 

-Hace unos días tu amabas a Cid, lo seguías a todas partes y querías que fuera tu omega, pero ahora ya quieres que sea yo, por ese tonto collar. 

 

Yato le grito, liberándose, dandole un fuerte puñetazo en el rostro, para apartarlo de su lado, apretando los dientes, furioso, porque no lo dejaba ir, no lo dejaba apartarse, escuchando unos pasos acercarse a ellos, un paso lento, de una persona que no le agradaba por el momento. 

 

-Regulus, deja de acosar a Yato, eso no es agradable para nadie, son muy jóvenes, apenas unos niños, aún tienen tiempo para decidir su futuro. 

 

Cid sujeto el hombro de Regulus para que se hiciera a un lado, sin mencionar ni un solo momento el golpe en la mejilla del menor, que parecía sumamente dolido, sin saber qué hacer. 

 

-¡Cid! 

 

Regulus pronunció, esperando que su amigo, a quien quería mucho y por un momento pensó que podía ser su omega, le hiciera ver a Yato que no deseaba hacerle daño. 

 

-Vamos, Regulus, ve con Degel, él está planeando una ofensiva. 

 

Pero Cid no le diría que hacer a un omega tan joven, que había visto la injusticia realizada contra Manigoldo, su dolor y su desesperación, era obvio que no confiara en los alfas de momento. 

 

-Esta bien. 

 

Regulus se marchó, acariciando su mejilla que estaba muy adolorida por el puñetazo de Yato. 

 

-¿Necesitas hablar? 

 

Yato quiso marcharse, pero Cid coloco una mano en su hombro para que no se fuera de alli, podia ver que estaba muy afectado, muy dolido. 

 

-Tal vez no soy el enérgico Manigoldo, pero también soy un omega, podría comprenderte. 

 

Cid quería ser amable, amigable con el joven omega, que se veía lo estaba pasando muy mal, tal vez necesitaba un rostro amigo, alguien a quien pudiera contarle sus penas. 

 

-Odio todo esto de alfas y omegas. 

 

Se quejó , abrazando la cintura de Cid, el que al principio no supo qué hacer, pero despues tambien lo abrazo, tratando de pensar como Manigoldo, que siempre sabía que decir en casos como esos. 

 

-¿Odias a Regulus? 

 

Quiso saberlo, después de unos minutos de silencio, esperando que Yato quisiera responderle. 

 

-Eso pensaba, él es un buen chico. 

 

Yato negó eso, el erudito no era de su agrado, pero no lo odiaba, cómo podría hacerlo si nunca le había hecho nada malo. 

 

-Pero no lo quiero conmigo, yo deseo ser un caballero, quiero luchar… 

 

Quería ser un guerrero de Athena, por eso fue al Santuario a probar suerte, para escapar a su destino como omega y su alfa era uno de los santos dorados, no era justo. 

 

-Y no tienes porque aceptarlo si no quieres, son niños, no comprenden lo que desean aún, es imposible que les obliguen a tomar una decisión. 

 

Yato se apartó, ya más tranquilo, limpiando su rostro con las vendas en sus nudillos y muñecas, sintiéndose un poco menos miserable, porque no le obligarían a dejar de lado sus sueños. 

 

-¿El señor Manigoldo está bien? 

 

Pregunto mucho más serio, tratando de ser valiente y mucho más fuerte de lo que se sentía, pensando en el señor Manigoldo, en su lucha por regresar a lado de su compañero, de su alfa, Albafica. 

 

-No lo sé, pero su alfa ya está en camino, irá a verlo y sabes que solamente eso es capaz de hacer feliz a Manigoldo. 

 

Yato sonrió, eso era cierto, Manigoldo hablaba sobre su alfa con amor, con cariño, ensoñado con su recuerdo, a quien mas queria en ese mundo, después de su maestro, al que deseaba a su lado.  

 

-Aunque al principio detestaba a su alfa, con ganas, le dio varias palizas, como la que tu le diste a Regulus, también quería su collar de vuelta. 

 

Cid le mencionó, recordando como Manigoldo peleaba con Albafica, luchando cuerpo a cuerpo, tratando de arrancarle su collar, furioso, pero, en el presente ellos se adoraban, tal vez, pasaría algo como eso entre el joven unicornio y el león. 

 

-No es cierto… 

 

Yato no podía creer eso, que Manigoldo atacara a su alfa cuando eran jóvenes, mucho menos que deseara quitarle su collar, para dárselo a alguien más, suponía, logrando que Cid sonriera.

 

-Pregúntale a Kardia si quieres, Manigoldo era muy rudo con Albafica… 

 

Cid le aseguro, viendo como Yato ya se sentía mucho más tranquilo, ya sin lágrimas, ni desesperación, solo extrañeza, porque no podía creer que Manigoldo hubiera atacado a su rosa. 

 

-Kardia también… 

 

Yato negó eso también, cruzando sus brazos, pensando que Cid estaba mintiendo, porque haría algo como eso, atacar a su alfa y no podía imaginarse a Kardia dañando a Degel, mucho menos a Manigoldo golpeando a Albafica. 

 

-¿Y tu? 

 

Cid suspiro, él deseaba ser la espada más filosa, y aun deseaba hacerlo, sin embargo, siempre estuvo enamorado del arquero, de Sisyphus, porque se daba cuenta que Regulus no era más que un niño con un ligero enamoramiento con un omega mayor. 

 

-Tampoco quería un alfa, para que lo necesitaba, pero me enamore de mi arquero y quiero ver que puede pasar. 

 

Cid le respondió, esperando que Yato comprendiera eso, que podría no desear a su alfa, o podía luchar por su sueños y tener a su compañero a su lado, pero, que era un niño, un joven omega que no tenía su celo todavía, no era posible que supiera que hacer, que deseaba en el futuro y eso estaba bien. 

 

-La próxima vez que Regulus se me acerque le voy a tirar todos los dientes. 

 

Yato estaba seguro que no deseaba a ese león cerca de él, nunca le había gustado, era un erudito, siempre alejado de los demás y estaba enamorado de Cid, quien veía que no le correspondía, pero, aun asi, no confiaba en su repentino amor por él. 

 

-Les duele más cuando les pateas las joyas de la familia, pero yo no te dije eso. 

 

Kardia al ver que Regulus regresaba acongojado, decidió ir a ver que pasaba y escucho un poco de lo que se decían, encontrando graciosas las palabras de Cid, que trataba de controlar al joven Yato. 

 

-¡Kardia! 

 

Cid pronunció indignado, no estaba de acuerdo con que lastimaran a Regulus, eso era injusto. 

 

-¿Qué? 

 

Kardia simplemente se encogió de hombros, sin inmutarse siquiera. 

 

-Regulus es un buen chico. 

 

Cid lo defendió, aunque no se suponía que debiera hacerlo, sin embargo, ese pequeño era una buena persona, un buen niño, un buen alfa, no debían patearlo, ni lastimarlo, el sabria que no debía cruzar algunas barreras. 

 

-Un alfa debe entender cuando los queremos cerca y cuando no, además, cualquiera que no acepte tus deseos, merece una lección. 

 

Kardia explicó, alborotando el cabello de Yato, que sostuvo su mano, no le gustaba que hicieran eso. 

 

-Es cierto, pero no lo golpees a menos que se lo merezca. 

 

Cid tambien despeino a Yato, que se sonrojo, riendose al ver la expresión de los alfas mayores, aunque le gustaría saber qué le diría Manigoldo. 

 

-Si se lo merece. 

 

Yato pronunció seguro, desviando la mirada, porque no lo dejaba tranquilo y porque de nuevo se robo su collar. 

 

-Ya estamos listos, Degel solicita nuestra presencia. 

 

Camus les informo, observando a los tres omegas, antes de retirarse de nuevo, sin demostrar sus sentimientos, ni su miedo a Zeus, o el temor que sentía porque pudieran lastimar a Milo si fallaban. 

 

-Enseguida vamos.

 

*****

 

Radamanthys llevó sus manos a su cabeza, sintiendo que algo se quebraba en su mente, algo forzaba su lugar en ella, una imagen, un recuerdo de su primera vida, cerrando los ojos, respirando hondo, con algo de dolor. 

 

-Que… 

 

*****

 

Hola, muchas gracias a todos los que siguen esta historia, espero que les guste el capitulo, muchas gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas. SeikenNJ. 


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