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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

Paraíso Robado.

 

Resumen:

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

***21***

 

Cuando estaban juntos, en su lecho Manigoldo perdía casi todas sus inhibiciones, pero al mismo tiempo era un amante delicado y amable, sin mucha imaginación en realidad, lo único que le gustaba era que lo tocaran, que le mimaran, que le hicieran ver que tan importante era para con quien compartía su lecho, tal vez, deseaba convencerse que eso no terminaría, que ese pequeño paraíso robado en medio del santuario existiría por siempre, que no volverían a abandonarlo.

 

Tal vez ambos compartían el mismo miedo a estar solos, porque en sus peores pesadillas el regresaba a su prisión y el arranque de pasión suicida que tuvo Manigoldo la primera noche que pudieron estar juntos, nunca ocurría, o tenía un desenlace fatal.

 

En otras pesadillas el santo de géminis, Aspros, nunca actuaba como lo hizo esa noche y su cangrejo se le entregaba a él, abandonándolo en un rincón del santuario con las rosas como su única compañía.

 

Ignorando que era su alfa y que llevaba toda su vida esperando por él, porque le reconociera, peleando por mantener su collar en sus manos, recibiendo la furia del cangrejo cuando eran niños.

 

Escuchándole a su padre decirle que le regresara su collar, que lo mataría, admirándolo desde lejos temeroso de su propio deseo, de haber algo que se llevara la vida de su cangrejo, una sola gota de veneno le quitaría a su amado de sus brazos, esa verdad siempre estaba presente en su alma.

 

Si cometían un error, cualquiera que fuera, su amado cangrejo perecería en sus brazos y esa verdad les hacia guardar silencio, temiendo que los ancianos no fueran tan considerados, que les ordenaran dejar de verse, no querrían perderlos a ambos.

 

Al primero porque Manigoldo perecería envenenado, el segundo porque dejaría de tener sentido su vida sin su omega, simplemente perdería la fuerza para seguir adelante, las ganas de pelear, acabaría con su dolor de un solo movimiento si llegaba a perder a su amado cangrejo.

 

Por lo que, tratando de convencerse que su amor no era un sueño, sosteniendo las muñecas de Manigoldo a la altura de su cabeza lo besaba con fuerza, mordisqueando su labio inferior, saboreando su sangre, siendo él un poco más aventurero en la cama que su contraparte.

 

Su omega prefería caricias amables, ya fuera él quien lo recibiera en su cuerpo o el que se hundiera entre las piernas de su alfa, pero siempre le dejaba disfrutar de su imaginación, actuando sus fantasías con diversión en la mirada.

 

Encontrando que a veces cuando estaba solo en su templo y el celo estaba muy lejano, ideaba situaciones en las cuales podrían estar juntos, pero siempre se daba cuenta que una simple noche de pasión era mejor que cualquier descabellada idea que hubiera tenido con anterioridad.

 

Alimentándose de esos labios, bebiendo de su piel, bañándose en su aroma, sumergiéndose entre sus piernas, nadando en ellas, tal vez como destinados, puesto que ambas armaduras tenían símbolos de criaturas acuáticas, cuyo elemento gobernaba sus acciones.

 

Para ellos no había nada mejor que sumirse en el otro, volverse uno con él, olvidándose de sus temores, usando esa intuición especial de todos los nacidos en sus símbolos, que le ayudaba a predecir aquello que necesitaban en cada momento.

 

Lentamente comenzó a moverse sobre su cuerpo, frotando sus sexos cadenciosamente, recibiendo un ligero estremecimiento de su cangrejo, así como un gemido apagado y después otro, retorciéndose entre sus brazos, como si se tratase de un pescadillo, gimiendo en su oído lánguidamente.

 

Gemidos que poco a poco fueron aumentando al compás de la presión que ejercía sobre su cuerpo, soltando sus manos de repente, para llevar una de ellas a su entrepierna y la otra a su cuello, acercando su rostro al suyo.

 

Introduciendo su lengua en aquella cavidad, danzando con la de su compañero, quien se aferró a las almohadas, arqueando su cuello, como si se lo ofreciera, abriendo las piernas para hacerle paso, indicándole con ese movimiento que deseaba algo más que aquellas caricias.

 

— Paciencia Manigoldo...

 

En respuesta pudo escuchar una pintoresca maldición, así que como castigo, puesto que no le gustaba escuchar esa clase de palabras soeces en su lecho mordió su hombro, dejando otra viva marca en su piel, la que esperaba pudiera ver su rival para que se diera cuenta que ya tenía un alfa, que ese alfa era posesivo y que estaba dispuesto a enfrentársele para no perder a su omega.

 

Manigoldo gimió al sentir la nueva mordida, llevando una mano a su cuello, palpándola con lentitud, retorciéndose cuando su mano viajo un poco más adentro, buscando su entrada, la que se encontraba húmeda, lista para recibirlo, pero no apresuraría su regalo de bienvenida con movimientos bruscos, sino por el contrario, se aseguraría que su omega estuviera listo para él, completamente a su merced cuando decidiera hundirse en su ser, en su carne, volverse uno.

 

— Sólo ten paciencia…

 

Su cangrejo asintió y se dio la vuelta, levantando ligeramente las caderas, abrazando una almohada, para darle más espacio donde moverse, haciendo que Albafica se relamiera los labios delineando la musculosa espalda de su amante, recorriéndola con la punta de sus dedos, hasta detenerse en sus nalgas, las que masajeo con cuidado, siempre con el más profundo cuidado, como si se tratase de alguna de sus hermanas y carceleras.

 

Ingresando primero uno de sus dedos en su cuerpo, el cual fue recibido con ímpetu, con demasiada facilidad, haciendo que contara cuantos días habían pasado de aquel maravilloso regalo de la diosa Hera, dándose cuenta que estaban a la mitad de su celo, por eso su desesperado deseo por ser poseído, aunque no creía que ese fuera el caso, sino por el contrario, su omega lo amaba, lo deseaba y sólo con él se comportaba de esa forma.

 

— Estas tan caliente…

 

Su aroma había aumentado de intensidad, era mucho más dulce aun, excitándolo mucho más, llevándolo casi a la locura, pero se contuvo ingresando otro dedo y después otro, abriéndolo para él, recibiendo sonoros gemidos de su cangrejito, quien era sumamente vocal en su lecho y eso le gustaba, de lo contrario sabría que no lo disfrutaba como él, que estaba fallando en su misión por hacerlo feliz.

 

— Tan apretado…

 

Manigoldo sintió como otro dedo entraba en su cuerpo, apretando los dientes con fuerza, esperando que un quinto hiciera su aparición y lo hizo, el cual recibió con placer, retorciéndose ligeramente cuando su alfa lamio su cuello, probando su sudor, el cual era ambrosia pura, tan delicioso como el aroma de su cangrejo.

 

— Di que eres mío…

 

Manigoldo asintió, era suyo, que más debía realizar para mostrarle que le pertenecía, que no deseaba a nadie más que a él en su cama, fuera hermoso o no, aunque portara una armadura de bronce o fuera un guardia cualquiera del santuario, aun un simple campesino de Rodorio, él seguiría deseándolo.

 

— Yo… yo te amo y por eso soy tuyo… sólo tuyo.

 

Eso era lo único que deseaba escuchar, reafirmar el amor de Manigoldo, su entrega absoluta a él, porque su cangrejo sabía que el único dueño de su corazón no podía ser nadie más, aun su mayor arma cedía bajo su amor y el absoluto deseo que sentía por su compañero.

 

— Yo te amo tanto, Manigoldo.

 

Pronuncio separando su mano de su cuerpo, ayudándole a Manigoldo a girarse, acomodando sus piernas alrededor de su cintura, ayudándole también con una almohada debajo de su cadera, la que dentro de poco tendrían que limpiar, sintiendo que su corazón se desbocaba al verle rendido a su pies, sonrojado y dispuesto a entregársele por completo, apoderándose de su corazón de nuevo.

 

— ¿Estás listo Manigoldo?

 

Su amante como única respuesta se apodero de sus labios, apretando sus piernas alrededor de su cintura, jalándolo en su dirección, dándole con ese movimiento un permiso velado de apoderarse de su cuerpo, hacerse uno en la más vieja de las danzas, la que pensó por un momento que estaba negada para él.

 

El hermoso alfa de cabello azul celeste asintió relamiendo sus labios con lentitud, para después introducirse en su cuerpo de poco a poco, hundiéndose entre las piernas de su omega, quien se aferró a su espalda, disfrutando de aquella sensación, delirando entre sus brazos, permitiéndole llegar tan profundo como pudiera, instándolo a marcarlo con sus dientes y su sexo, quería tener su marca en él, mostrarla a los demás, enseñarles que ya era suyo, que nada podría separarlos, que lo había logrado por imposible que lo creyeran.

 

— A…chan…

 

Apenas podía pronunciar Manigoldo, sintiendo como los embistes de su alfa aumentaban su ritmo, hundiéndose cada vez más profundo y como su cuello era asaltado por su boca, dejando pequeñas marcas en su piel, las que serían visibles por varios días.

 

Gimiendo y jadeando, sus voces volviéndose una como sus cuerpos, aferrándose al placer de la compañía de su igual, de su alfa y de su omega, de aquel ser creado para ellos exclusivamente, por quien harían lo que fuera, aun burlar a la muerte con cada uno de sus encuentros.

 

Su alfa cuando estuvo a punto de finalizar trato de separarse de su cuerpo, pero esta vez Manigoldo no quiso dejarlo marcharse, apretando sus piernas con mayor fuerza, usando sus brazos para anclarse a su espalda, mordiendo su cuello también, del que brotaron unas cuantas gotas de sangre con sabor a metal, amargas, el sabor propio de su alfa, de su peligrosa sangre envenenada.

 

— No… no… quiero… sólo un poco más…

 

Su alfa dejo de luchar por liberarse, recargando su frente contra la de su amante, quien recorría su cabello con delicadeza, esperando que aquel día si ocurriera el milagro, deseaba un pequeño de ambos, una muestra viva de su amor, la que les habían negado hasta ese momento.

 

— Sólo un poco más…

 

Pocos minutos después los dos se quedaron dormidos, Manigoldo con el reconfortante sentimiento de saberse amado, su alfa con el conocimiento de que al menos una persona podía acompañarlo en su eternidad, que su cangrejo lo amaba y que los dos se pertenecían mutuamente.

 

La mañana siguiente Manigoldo despertó solo en la cama que la noche anterior había compartido con su alfa, quien no estaba ni remotamente cerca, sintiendo pánico de momento, como si la noche que habían pasado juntos no fuera más que un sueño quiso encontrarlo.

 

— ¿Albachan?

 

Pregunto primero buscando su ropa, la que según recordaba había desgarrado en su desesperación, su cuerpo aún se sentía caliente, pero ya no era doloroso y eso era una buena señal, la que significaba que había disfrutado de las caricias de su alfa, quien ingreso en aquel cuarto con una toalla entre sus manos, aun semidesnudo, con pequeñas gotas escurriendo por su piel.

 

— El baño está listo Manigoldo, no te tardes, hoy saldremos a Rodorio, tengo algunos asuntos que atender.

 

Al principio quiso quejarse, Albafica sabía lo mucho que le gustaba bañarse con él, pero después, la perspectiva de salir juntos al pueblo ilumino su rostro, formando una sonrisa que contagio al menor, quien le dio la toalla, la que simplemente llevo a su hombro, apoderándose de  sus labios, gimiendo cuando su alfa recorrió una de las marcas rojas de su cuello.

 

— Eso suena como una cita.

 

Aunque no lo dijera abiertamente, lo era, esperaba pasar al menos lo que restaba del celo de su omega a su lado, no podían desperdiciar el tiempo que se les concedía y en cuestión de días, cuando terminara la bendición de la diosa Hera, los niveles de veneno de su sangre serían mortales para cualquiera, aun para su amante.

 

— Me muero por unos bollos de higo y algo de fruta fresca.

 

Albafica lo vio marcharse con una sonrisa, llevando las manos a su cintura, primero debía terminar de vestirse, pero la cama estaba hecha un desastre, lo mejor era que la limpiara primero, no quería que los sirvientes del santuario tuvieran que lidiar con el resultado de sus agradables actividades nocturnas.

 

— También podríamos pasar a tomar una cerveza o dos a la taberna, hace meses que no vamos juntos.

 

Manigoldo se detuvo de momento, recordando los sucesos de la noche anterior, como Aspros proclamo su supuesta posesión sobre su persona, retando a cualquiera que quisiera arrebatárselo, por lo que ese día no deseaba visitar aquel sitio, no quería que Albafica se enterara de lo ocurrido.

 

Porque de saberlo su alfa trataría de hablar con su maestro, pedir la bendición que los haría uno ante los demás o retaría a Géminis por él y Aspros mataría a su alfa, sin embargo, en todo caso eso pasaría si le dejaban permanecer a lado de su rosa, porque él temía que no le permitieran unirse a su Albachan, su veneno le hacía peligroso, su don se perdería si llegaba a morir y creía que esa misma ponzoña, era aquello que no le dejaba quedar embarazado.

 

Ya había hablado o tratado de hablar con su maestro al respecto, el año pasado, cuando termino el celo creyó que por fin lo habían logrado, se sentía diferente, mucho más vitalizado.

 

Por lo que fue a ver a Sage, quien se encontraba en su mesa, sirviéndose algún potaje que siempre preparaba en esa fecha, como si fuera un aniversario de alguna clase, un guiso sencillo, el mismo que le sirvió cuando lo acogió en el santuario.

 

En esa ocasión Manigoldo se sentó frente a su maestro, él nunca debía pedir permiso, siempre tenía un plato en la mesa con su nombre para cuando quisiera ir a verlo, pero aquella ocasión no tenía apetito, estaba demasiado nervioso, no quería que su maestro creyera que solo mentía, que era una excusa para alejarse del alfa que lo asediaba, cuyo nombre no quiso decirle porque dudaba cual sería la postura del patriarca respecto a su relación con Albafica.

 

— Gran patriarca…

 

Susurro después de rechazar un plato del potaje, eso era raro en su alumno, pero mucho más raro aun que le llamara por su titulo, siempre le llamaba maestro, nunca Sage y nunca Patriarca.

 

— ¿Usted alguna vez tuvo un alfa?

 

Sage asintió, él tuvo un alfa pero nunca pudo estar a su lado, pero no le diría eso a su alumno, quien jamás trataba de ese asunto en particular con él o con cualquier otro que no fueran Kardia o Cid, esos tres muchachos eran cómplices desde que conocieron su condición.

 

— ¿Por qué quieres saberlo?

 

Manigoldo guardo silencio por un momento, tratando de pensar como podría decirle la noticia a su maestro, acerca de su amor por Albafica, la verdadera naturaleza de su cuerpo, que su amado era su alfa.

 

— Hay un alfa, yo… yo lo deseo… pero no… no es lo que los demás piensan que debería ser mi alfa.

 

El había pasado por lo mismo, su alfa era un santo de bronce, uno que no era demasiado agraciado ni poderoso, pero tampoco le diría nada a su alumno, le dejaría continuar con su historia, necesitaba que confiara en él.

 

— Yo… él es fuerte y sé que me ama…

 

Intento pronunciar su alumno, comenzaba a rascar su mejilla, estaba demasiado nervioso por lo que podía ver Sage, sus mejillas estaban pintadas de rojo y sonreía con la misma expresión que usaba cuando era un muchacho que había realizado algo por lo cual sería reprendido.

 

— Gran patriarca.

 

Sin embargo no pudo terminar lo que tenía que decirle, porque sin dar aviso, Aspros ingreso en esa habitación vistiendo su armadura, observándolo fijamente con sorpresa, no era la primera vez que se encontraban en las habitaciones del patriarca ya que Géminis era el santo que más cercano a Sage sin contar a su hermano o a él mismo, decían que sería su sucesor, por lo cual, esos desagradables encuentros siempre ocurrían de la misma forma, con él huyendo de su acosador antes de que le pidiera su mano a su maestro.

 

— Manigoldo, te ves hermoso…

 

Manigoldo no supo que decir, sólo se marcho sin dar explicaciones esperando que Aspros no lo siguiera, no obstante una persona si lo hizo, ese era Hakurei, el protector de los alfa del santuario.

 

— ¿Qué edad tienes Manigoldo?

 

Manigoldo se detuvo de pronto prendiendo un cigarro, ese año cumpliría diecinueve, pero eso ya lo sabía muy bien Hakurei, quien se detuvo a su lado esperando su respuesta, como si quisiera comprobar algo.

 

— Diecinueve años.

 

Hakurei asintió colocando ambas manos en los hombros de Manigoldo, como si esperara que con eso le prestara más atención, pero no le interesaba demasiado lo que tenía que decirle.

 

— Eres dos años mayor a tu maestro cuando murió su alfa, ya no eres un niño Manigoldo, lo que haces con Aspros no es correcto, él te ama y podrá cuidar de ti como tu compañero, no entiendo porque no aceptas ser su omega.

 

Manigoldo retrocedió un paso, Aspros no era su alfa, ni siquiera lo deseaba y de no haberlo interrumpido, de no estar a todas horas cerca de su maestro, le diría lo mucho que le desagradaba, le pediría ayuda para liberarse de él, pero simplemente la oportunidad nunca se presentaba.

 

— No entiendo porque buscas la compañía de Albafica durante tu celo, sabes que su sangre es venenosa, que podrías morir de tan solo tocar una gota de su ponzoña y aun así continuas con esta locura… es como si quisieras matarte.

 

Manigoldo quiso marcharse en ese momento, pero Hakurei lo detuvo colocando un brazo delante de su pecho, molesto por su falta de respeto, pero suponiendo que eso era una actitud aprendida de su maestro.

 

— Eres muy valioso Manigoldo, no solo porque puedes ingresar en el Yomotsu, sino porque puedes dar a luz, sí aceptaras el cuidado de Aspros, al ser un santo de géminis tu alfa podrían nacer gemelos, como Sage y yo, los dos tendrían ambas cualidades.

 

Hakurei bajo el brazo suspirando, esperando que con eso aceptara el cortejo de Aspros y que abandonara la seguridad que le brindaba su rosa, pero aun no terminaba con su sermón, porque mirándolo fijamente, escuchando como uno de sus alfas estaba a punto de abandonar la presencia del patriarca pronuncio algo más.

 

— Es muy poco lo que se te pide Manigoldo y ya no eres un niño, no nos obligues a darte la orden de aceptar a tu alfa, porque esta unión debe brindarte felicidad a ti también, lo comprenderás cuando puedas sentir la vida creciendo en tu cuerpo o cargándola en tus brazos, cuando por fin veas que Aspros es el mejor candidato para cualquier omega, en especial uno sin su collar.

 

Manigoldo negó aquello con un movimiento de su cabeza, deseaba tener hijos propios, pero de la rosa que portaba su collar mucho antes de que le conociera, no de Aspros, él no era su alfa, pero su amado estaba condenado a la soledad, el veneno apenas cedía por unos días al año, los otros podía perecer, no solo él, sino sus hijos o ellos matarlo como ocurrió con su amor el día que comenzó a vestir la armadura de Piscis.

 

— Dar a luz, al menos un hijo, es el deber y la misión más alta de un omega.

 

Finalizo Hakurei dándole la espalda, sin darse cuenta de su miedo al ver que Aspros salía de su junta improvisada con su maestro, ni percatarse de que usaba el Yomotsu para llegar al templo de Piscis mucho más rápido.

 

El mismo lugar en donde en ese momento, después de un año, quería esconderle a su alfa los acontecimientos de la noche anterior, porque de saber que había estado a punto de ser alcanzado por Aspros, se culparía por ello y no podrían disfrutar de los últimos días de su celo juntos.

 

— Suena bien…

 

Pronuncio, pero su voz sonaba apagada, casi seca cuando ingreso en el cuarto de baño, como si en realidad no quisiera ir a beber a uno de sus lugares favoritos, llamando la atención de Albafica, quien se limitó a limpiar su templo, recoger la ropa regada y preparar la que su omega se pondría para visitar el pequeño poblado de Rodorio, un juego limpio que siempre guardaba en su templo para ocasiones como esa, en las que no pudieran controlarse.

 

Al terminar, salió a sus jardines, a la entrada de su templo, conociendo de antemano que Manigoldo se tardaría mucho tiempo en salir del agua, durante aquellos días, creía que se volvía uno con ese elemento y decían que la sirena era él, sólo por su belleza o por la forma de su signo, preguntándose si ocurriría lo mismo de haber nacido bajo la estrella de géminis o la de cáncer, en el supuesto de que sus signos estuvieran intercambiados.

 

**22**

 

Kardia y Degel se amaban, de eso no había ninguna clase de duda, lo sentían en su cuerpo, en su corazón, en cada una de sus células, aun su cosmos brillaba en conjunto cuando peleaban.

 

Pero a veces Degel temía lo que hubiera pasado con el de no conocer a su escorpión, si su corazón hubiera muerto junto con sus sentimientos, al incrementarse el frio absoluto de su cosmos, como según creía pasaba con su signo.

 

Si la rosa estaba maldita por el veneno, acuario por la falta de sentimientos, la inhumana apatía que los diferenciaba de los otros santos, según decían, eso alimentaba su cero absoluto como el fuego lo hacía con el cosmos de su escorpión.

 

Degel había despertado temprano, observando como Kardia seguía recargado sobre su pecho con algo parecido a la inocencia, complacido por estar en sus brazos y estaba seguro que nada era tan hermoso como él, ni siquiera el mismo Albafica de Piscis, cuya belleza legendaria había prendado a más de uno.

 

Junto al peso de Kardia en su pecho, había otro mucho menor, aquel maravilloso regalo que le entrego cuando apenas eran unos adolecentes en el mismo momento en que se dio cuenta que él era su admirador secreto.

 

Una esfera de color azul profundo, con algunas betas verdes rodeándolo, una prenda que muchos veían sólo como una prueba de su don o un trofeo que coleccionar, pero aquel que había estudiado ese fenómeno durante mucho tiempo, tratando de comprender la razón de su deseo absoluto por su compañero, lo comprendía mejor que nadie.

 

Esa esfera en su cuello con el color de su cosmos impreso en ella, tan insignificante como era, pequeña, casi del tamaño de una perla, sin un brillo característico colgando de una cadena de un metal desconocido podría pasar desapercibida como una joya cualquiera o tal vez una simple roca de un color llamativo, un mero juguete de niño.

 

Sabía que muchos omegas llegaban a venderlas, algunas cayendo en manos equivocadas, otras olvidadas por el tiempo, pero algunas llegaban a parar con sus legítimos dueños, a los que llamaban Alfas o hijos de Zeus, pero no lo eran, como sus contrapartes, también fueron engendrados por la diosa Hera sin ayuda de su esposo, porque ellos nacían en pares.

 

Condenados a buscar el pedazo de alma que les hacía falta, uno que era custodiado por su contraparte, al contrario de lo que pensaban los filósofos, los omegas nacían completos, eran fuertes, resistentes de una forma en que los llamados alfas no lo eran, porque su alma estaba quebrantada como castigo de la diosa madre, poniéndoles como única condición para disfrutar de sus campos siempre verdes encontrar el trozo de su alma que era custodiada por su omega.

 

Pero al mismo tiempo no había que temer porque su omega la cuidaba hasta el día en que ellos llegaban por ella, la encontraban como a muchos les gustaba decir, creyendo que era el alma del omega lo que era contenido en esa piedrita insignificante, de la cual muchos querían apoderarse sin pudor o moral alguna.

 

Considerándola un trofeo, trastornando el significado de la bendición de la diosa Hera cuando un solo alfa poderoso, llegaba a tener varios omegas en algunas culturas, encerrándolos en serrallos o cárceles, apartándolos de su pareja.

 

En occidente no eran mejores, concertando arreglos nupciales desde su niñez o nacimiento, entregándolos a una pareja equivocada, muchas veces mayores que los omegas, tal vez por muchos años, sin importarle la voluntad de la diosa madre, permitiendo que se realizaran las temidas cacerías.

 

No obstante, en los casos afortunados en los cuales un omega y un alfa lograban encontrarse la dicha era plena, por fin, después de una larga vida de dolor, de pesar, sintiéndose sofocados alejados del otro, llegaban a verse, tal vez por el azar o por designio divino, y sí lograban entregarse el uno al otro podían decir que habían encontrado el paraíso.

 

Recibiendo ese día la bendición del amor de su compañero al mismo tiempo que una pequeña parte de su alma se fusionaba con el otro, en ese collar que portaban desde el día de su nacimiento.

 

El que mostraba con orgullo, comprendiendo mejor que su escorpión que no era una propiedad, que no era un esclavo ni un sirviente, sino un tesoro y un guardián, que los dos se pertenecían o en todo caso, desde su nacimiento le perteneció a Kardia como nunca podría pertenecerle a nadie más.

 

— ¿Qué tanto miras?

 

Shion y Aspros eran un par de estúpidos al creer que podían forzar esa clase de unión con otro ser, como cada uno de los que una vez lo intentaron, lo único que lograban era si bien, por algún tiempo tener a su pareja, que esta terminara encontrándose con su elegido a sus espaldas, si es que ya lo habían encontrado, o si no era así, que su compañero sufriera una amarga angustia al ser obligado a compartir su lecho con alguien que no solo no deseaba, ni llegaría a amar, sino por quien sentía desagrado y hasta temor.

 

— A ti, lo hermoso y lo ingenuo que puedes llegar a ser.

 

Kardia lo ignoro al principio, sonrojándose al instante molestándose por el atrevimiento de su compañero, para después sentir como lo sostenían de la barbilla, mirándolo con una sonrisa condescendiente, la misma que usaba Degel cuando creía que comprendía algo que él no, una que le hacía rabiar.

 

— No te molestes, en realidad no comprendo cómo puedes creer que yo te poseo cuando eres tu quien me posee a mí.

 

Degel inmediatamente volvió a besarlo, aun era muy temprano, tenían mucho tiempo para ellos solos antes de que fueran mandados a llamar, en realidad, creía que Sage no se atrevería a interrumpirlos, conociendo de antemano que debía apaciguar a su escorpión después de su osada decisión de abandonar el santuario, la que era unilateral como dijo su amante.

 

— Lo hiciste desde la primera vez que pude hablar contigo.

 

Kardia respondió al beso con ímpetu, restregando sus piernas contra las suyas, rasguñando su espalda con algo de fuerza, como en venganza por su comentario acerca de su inocencia, riéndose cuando Degel jadeo al sentir sus sexos rozarse debajo de las sabanas.

 

— O verte, eras hermoso.

 

Kardia recodaba aquel día con claridad, lo mucho que odiaba ser ignorado por su joven compañero de entrenamiento, cuántos libros destruyo con el simple afán de ganar su atención y lo emocionado que estaba al recibir las primeras cartas.

 

— Sólo dices tonterías.

 

Respondió, sintiendo como Degel lo volteaba en el colchón, mordisqueando su cuello con delicadeza, dejando una marca que solamente él podría ver, deslizando su lengua sobre su pecho, deteniéndose en su ombligo por unos instantes, recorriendo sus muslos con ambas manos.

 

— Sí… hazlo así…

 

Susurro a medias cuando los labios de su amante rodearon su hombría, apenas un ligero roce, enredando sus dedos en su vello púbico, riéndose entre dientes cuando Kardia comenzó a elevar sus caderas impúdicamente.

 

—  Como tú digas, Kardia.

 

Llevando una de sus manos, la izquierda a sus testículos al mismo tiempo que con la otra rodeaba su sexo, llevándolo a sus labios para que pudiera chuparlo, rodearlos con su boca, apenas la cabeza.

 

Succionando con algo de fuerza, usando su lengua para delinear cada milímetro de su anatomía, devorándolo con calma, como lo hacía con los libros que llegaban a sus manos, entreteniéndose con cada gesto de su amante, con cada insignificante granito de información, para lograr incendiar su cuerpo de la única forma en que era segura para él, todo ese tiempo usando su aire frío para controlar su temperatura corporal.

 

Kardia se limitaba a sostenerse de su cabello, empujando sus caderas al ritmo de sus movimientos, abriendo las piernas para darle mucho más espacio, todo el que deseara, sus ojos abriéndose casi desorbitadamente cuando de pronto, dos dedos humedecidos con el aceite que había conseguido Degel para la noche anterior, se hicieron con su cuerpo.

 

— Eso es tu próstata Kardia…

 

Le informo apretándolo con un tercer dedo, haciéndose lugar un cuarto, abriéndolo con lentitud, con un movimiento de tijeras, el mismo que usaba siempre pero cada ocasión le parecía excitante, nuevo y sensual, haciéndole ver estrellas con tan pocas caricias.

 

— Siempre hablas demasiado, ya sé lo que es…

 

Por supuesto que lo sabía, no era esa la primera vez que le explicaba con detalle cada uno de sus movimientos, usando lenguaje formal, cuando su dulce escorpión se limitaba a decir incoherencias, riéndose cuando lo maldijo con una de aquellas palabras que tanto le gustaban al sentir un quinto dedo.

 

— Te he dicho que puede caber otro dedo más cuando has sido atendido correctamente, pero eso ya lo sabías, no es la primera vez que lo hacemos de esta forma.

 

Degel detuvo de pronto todo movimiento, aun la succión en su hombría, alejándose algunos centímetros de Kardia, los suficientes para verlo temblando, respirando hondo, como si apenas hubiera terminado de un pesado entrenamiento, observándole de reojo con los dientes apretados.

 

Docenas de gotitas recorrían su piel delicada, aun las cicatrices que adornaban su cuerpo, un elixir salado que probo con hambre, su escorpión era delicioso, como el mejor manjar o un trago de agua en medio del desierto.

 

— Me gustas demasiado.

 

Kardia bajo su mirada a su entrepierna, su sexo era grande y grueso, con un color que consideraba muy bonito, tragando saliva cuando Degel se acomodo entre sus piernas, abriéndolo mucho más al sostenerlo por detrás de las rodillas.

 

— Pero eso ya lo sabes, no es cierto, Kardia.

 

Degel espero a escuchar una respuesta suya, pero lo único que obtuvo fue un ligero asentimiento, que le siguió a una fuerte embestida del generalmente calmado santo de cristal, quien apenas podía controlarse en ese momento cuando estaba a su lado y su escorpión tenía esa expresión inocente en su rostro, logrando que se quejara al sentir la embestida, golpeando su cabeza con el puño cerrado.

 

— ¡Eres un bruto!

 

Degel siempre era así cuando estaban juntos, por fuera era un santo controlado, pacifico y sensato, pero por dentro, era todo un pervertido, como el día y la noche, pensó Kardia con algo de diversión, gimiendo cuando su amante comenzó a moverse en su interior, sosteniéndolo con fuerza de las rodillas.

 

— Perdona, pero pronto saldré a una misión y no quiero que me olvides.

 

Kardia sabía que Degel estaba a punto de salir, pero esa excusa era simplemente absurda porque él sería su compañero de misión como siempre, por lo cual, en venganza apretó sus piernas para presionar la hombría de su amante, recibiendo un gemido sonoro de sus labios.

 

— ¿En serio?

 

Pregunto sosteniéndose de los barrotes de la cama, arqueando sus caderas cuando Degel cambio su postura, esta vez sosteniendo uno de sus muslos, aun en su interior, clavándose en su cuerpo, atacando su próstata con ímpetu.

 

— Ya se te olvido que yo te acompañare a esa misión y que por ende no podre olvidarte, porque seguramente no me dejaras tranquilo ni un solo instante de nuestro viaje, Degel.

 

Su amante asintió riéndose entre dientes, porque mentir, ellos eran unos amantes muy inventivos pero su escorpión tenía la culpa de eso, sí no lo quería a su lado a cada instante no debería ser tan atractivo ni seducirlo con cada movimiento que realizaba, mucho menos actuar como lo hizo la noche anterior reclamando su atención en su cuerpo, sin embargo Kardia encontraría esas palabras absurdas, en realidad, sabía que se molestaría demasiado con él si las escuchaba.

 

— Me conoces bien Kardia y creo que ya sabes, que esto es culpa tuya.

 

Kardia se soltó de los barrotes cuando de nueva cuenta Degel cambio sus posturas, esta vez sentándolo sobre sus piernas, jalándolo en su dirección para poder ver sus ojos cuando ambos lograran llegar a su orgasmo, lamiendo su cuello para después besar sus labios.

 

— Si tú lo dices.

 

Susurro encajando sus afiladas uñas en su piel para dejarle marcas que otros pudieran ver, su alfa era tan hermoso que podrían intentar arrebatárselo y quería darles una advertencia antes de matarlos por su osadía, al mismo tiempo que arqueaba su espalda con éxtasis, sintiendo como la semilla de su compañero lo inundaba, mojándolo a él con la suya, los dos temblando, derrumbándose en la cama debajo de los rayos de luz que se adentraban curiosos en su habitación.

 

— Debe ser cierto…

 

***23***

 

Radamanthys despertó pocas horas después, la fiebre de su cuerpo había disminuido considerablemente, ya podía pensar con claridad como lo dijera su fiel arpía, quien yacía a su lado, recargado en su almohada, completamente dormido.

 

***

 

Hola, ya sé que dije que actualizare los jueves y eso hare, sin embargo, los primeros de cada mes, agregare un capitulo extra como agradecimiento a sus lecturas, comentarios y kudos.

 

Además, les tengo unas preguntas.

 

¿Hasta el momento cual es su pareja favorita?

 

¿Por qué les gusta o no el omegaverse?

 

Otra pregunta.

 

¿De los alfa no correspondidos cual es su favorito hasta ahora?


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