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Paraiso Robado. por Seiken

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Zeus llevó una de sus enormes manos arrugadas a su cuello, viendo como su sangre brotaba de este, manchando el agua de esa alberca, mezclándose con aquella de su pecho, debilitandolo todavía más, como lo hacían las aguas de Afrodita, que ya no estaban funcionando, porque la diosa había sido destruida, y solo era agua, agua que parecía tener algo diferente, ese algo era la sangre de Albafica. 

 

-¿Que? ¿Qué es esto? 

 

Minos le veía desangrarse, sorprendido de que el, entre todos sus soldados quisiera matarlo, y su expresión de absoluto terror, era demasiado agradable, especialmente, al saber lo que le había hecho a su Radamanthys, a su pequeño hermano. 

 

-Tu muerte. 

 

Minos usando sus hilos, la debilidad de Zeus, lo sumergió en el agua envenenada, cuyo veneno en esas aguas iba aumentando su potencia, haciéndole reirse, cuando forzó a su padre a ingresar en ella, tratando de ahogarlo en esa piscina. 

 

-Tu muerte querido padre… 

 

Sin embargo, Zeus se recuperó con demasiada rapidez, sosteniendo los hilos con los cuales su traicionero hijo intentaba hundirlo en esa endemoniada agua, elevando su cosmos, que era como algo que nunca había sentido. 

 

-¡Eres un muchacho estúpido sometido a su omega! 

 

Le gritó, usando los hilos como cadenas, para azotar a Minos contra las paredes, lacerando su cuerpo, rompiendo sus huesos, cuando salio del agua, pisando sus dedos, sus piernas, y aun sus costillas. 

 

-¡Soy el dios del Olimpo mocoso! 

 

Le reprendió elevandolo del cuello, viendo como su querido hijo, trataba de luchar contra él, a pesar de tener los huesos destrozados en unos instantes, furioso con él, pero mucho más con ese omega que le dominaba, con su madre, que lo traicionó al crearlo para Minos, como a todos los otros omegas. 

 

-Lastima, tenías potencial… 

 

Y le gustaba mucho, era hermoso, pero, qué más daba, aún tenía a Camus, a su príncipe de hielo, su hermoso Ganimedes, que aun creia que podria huir de su lado, sin embargo, de pronto sintió como una espada se clavaba en su torso, atravesándolo por completo, abriendo los ojos, para voltear con sorpresa, para ver al guerrero que lo trajo de regreso a la vida. 

 

-Muera el rey… 

 

Susurro Aspros, antes de usar su cosmos, el cosmos de docenas como él, cuyas vivencias estaban aún claras en su mente, especialmente aquella del alfa que tuvo su paraíso en compañía de su cangrejo, pero la sirena se lo arrebató de sus manos. 

 

-Larga vida al rey. 

 

Elevando la espada para cortarlo a la mitad, a través del hombro, usando la debilidad del dios del rayo, sus heridas, la distracción que Minos realizó, escuchando como el juez caía al suelo, casi muerto, pero respirando. 

 

-Larga vida al nuevo patrón del Olimpo. 

 

Pronunció, sosteniendo la centella que se encontraba en el centro del cuerpo de Zeus, aquello que lo alimentaba y le hacía invencible, aquello que le daría la fuerza para unir a Manigoldo a su destino, después de asesinar a Albafica. 

 

-Larga vida a Aspros… 

 

Cuando el cuerpo de Zeus perdió el poder de la centella que alimentaba su cuerpo, empezó a reírse, encantado con esa victoria, viendo como el poderoso dios se descomponía, hasta no dejar nada más que una estatua de piedra, que se quebró en pequeños pedazos, en arena fina, en polvo, en basura. 

 

-Y tu Minos… 

 

Minos abrió los ojos, viendo como Aspros al tomar la centella brillaba, su cuerpo se hacia mucho mas fuerte, mucho más grande, parecido al de su padre, sonriendo por su victoria, al mismo tiempo que escuchaba unas alas, observando una figura que odia, era él, el ladrón de nidos, Eros, el que estaba tuerto. 

 

-Eres todo suyo. 

 

Dijo sin más, dejándolo a la merced de Eros, al que le había prometido al omega del grifo, pero sobre todo, crear un lazo que lo uniera con su señor, con Radamanthys de Wyvern, y como con el, primero debía ser un feliz viudo. 

 

-Lamento no llegar a un acuerdo contigo. 

 

Inmediatamente se escuchó un alarido de dolor del joven Minos, haciendo que se diera cuenta que Eros lo torturaria antes de matarlo, como un gato, como un dios, que juega con su víctima antes de destruirla. 

 

-Conejito… no temas… yo te salvaré… 

 

*****

 

El viejo grifo sostuvo su pecho de pronto, sintiendo un dolor como el que nunca antes había sentido, casi tan profundo, como aquel que sintió cuando su omega murió, quien dejó ir a Sylphide, para tratar de sostenerlo, siendo Aquiles, quien evitó que cayera, solo por un reflejo.

 

-No… no puede ser… 

 

Susurro, gritando de pronto cuando un montón de cicatrices empezaron a cubrir su cuerpo, cicatrices viejas, que se sentían como nuevas, como si apenas empezaran a realizarse, deteniéndose, cuando una estrella, como del tamaño de su puño, se pintó a la altura de su corazón, como si hubieran tratado de asesinarlo de esa forma. 

 

-¡Minos! 

 

Aquiles no supo qué hacer, cuando su padre, al que odiaba por sobre todo, se derrumbó en sus brazos, aun vivo, pero demasiado malherido, sintiendo que algo no estaba bien, escuchando los pasos de Radamanthys, que usando su cosmos, el del dios de la muerte, que se le había sido obsequiado junto a su cosmos, evitaba que mataran a su alfa. 

 

-Eros… Eros intentó matar a Minos… 

 

Lo sabía, porque nadie más haría algo como eso y tal vez, deseaba torturarlo por mucho tiempo, hasta que perdiera la razón como las victimas del juez de las almas, lo supo, cuando Minos el viejo, cayó al suelo, cuando podía ver que esas marcas no fueron hechas al mismo tiempo, porque había cicatrices, sobre cicatrices.

 

-Pero antes quiere hacerlo sufrir… 

 

Aquiles negó eso, no podía creer que su padre pudiera ser tan malvado, sin embargo, al ver la mirada de su omega, al ver el daño de Minos, supuso que eso era cierto, que lo estaba torturando, que deseaba hacerlo sufrir. 

 

-Tenemos que ir por el… 

 

Susurro Radamanthys, horrorizado, especialmente al sentir ese cosmos elevándose en el Olimpo, uno tan poderoso como el de Zeus, pero diferente, no era el dios del Olimpo y al mismo tiempo, si lo era. 

 

-El intento matarte… 

 

Pero ya no estaba tan seguro de eso, ya no estaba seguro de nada, solo del amor de Tempestad, de su deseo de ser su omega y del amor que sentía por su omega, que acaricio su frente, tratando de usar su cosmos, como lo hacia Hades con ellos para curar sus heridas, suponiendo que Aquiles, al ser su hijo, sería un espectro. 

 

-El quiso… matarte… 

 

Susurro, agachándose cuando sus piernas no pudieron sostenerlo, sintiendo como el cosmos de su padre iba curando sus heridas, al ser él también un espectro, nacido de un espectro y ahora, nacido del nuevo regente del Inframundo. 

 

-El quiso… 

 

Repitió de nuevo, pero podía ver como su omega lo escondía en ese templo, para enfrentarse con Zeus, como ese dios lo lastimaba, como lo asesinaba, destruyendo su cuerpo y después de arrebatarle la vida a su madre, simplemente se marchaba, él no le interesaba en lo absoluto. 

 

-El… el no fue… 

 

No había sido él, no había sido su padre quien mató a su omega, pero aun así, no lo busco, no los protegió y Eros si lo había hecho, el los educó, sin embargo, algunos recuerdos perdidos iban saliendo a la luz. 

 

-No… no es cierto… 

 

Recuerdos de una dolorosa niñez a lado del dios que le recordaba que era la pluma del cuervo, sangre de su sangre, era el fruto del dolor de su omega, lo único que le quedaba, por lo cual, no lo destruiría, sin embargo, era la muestra de cuan bajo podia caer Minos, su padre, que mató a su omega, que lo destruyo, que destruyó a su amado señor, quien dio su vida por el, asi que, en ocasiones deseaba lastimarlo, pero después, al recordar que su omega le había dado a luz lo perdonaba. 

 

-No… 

 

Otras ocasiones había llegado a confundirlo con su amado señor, ocasiones en las cuales Tifón no estaba presente, cuando estaban solos y Eros estaba demasiado desesperado para poder controlarse, ocasiones en las cuales, terminaba por darle de beber de esa agua, para que olvidara todo, para que sus ojos amarillos, que eran idénticos a los de su omega, no lo miraran con desprecio, ni dolor. 

 

-No… no es cierto… 

 

Porque él se parecía mucho a su omega, era una version mas joven, mas pequeña de su dragón, su rostro, sus facciones, el color de sus ojos, era como verlo vivo de nuevo, bajo su cuidado, si podía olvidar su cabello plateado, sus cejas separadas, podía pensar que se trataba de su amado señor. 

 

-Madre… madre… 

 

Aquiles entonces se aferró al cuerpo de Radamanthys, llorando desconsolado, apenas comprendiendo lo que había pasado y la razón detrás del odio de Eros, de su amor, de su necesidad por que bebiera del agua del olvido todas las noches, para que no pudiera recordar lo que le había hecho más de una vez. 

 

-Mi niño… 

 

Radamanthys no entendía lo que estaba pasando por su mente, pero sí que le habían hecho daño a su pequeño, que no podía permitir que Eros se acercara a su pequeño grifo dorado, que lloraba en su regazo, que debía defender a su bebé de quien pensaba era su aliado, su protector. 

 

-Yo te cuidare… yo te cuidare… no dejare que nada malo te pase, nunca más. 

 

Para eso era su omega, para eso le había dado a luz y esa era una promesa que se hacia, protegeria a su pequeño de cualquier mal, porque ese era su deber. 

 

-Estás conmigo, estas a salvo… 

 

*****

 

Manigoldo llegó a la sala del patriarca tan rápido como pudo, para ver como tres pequeños niños estaban juntos, apartados, Yuzuriha con los brazos cruzados, como si deseara estar apartada de los otros dos, Yato al verlo corrió en su dirección, Regulus mantuvo su distancia, con una postura divertida, porque parecía que deseaba ir detrás de él, de Yato, pero no se atrevía a eso.

 

Pero al mismo tiempo no le quitaba la mirada de encima, como lo hacía Albafica, cuando lo seguía a todas partes, sin entender muy bien que había pasado, pero, suponía que tenía que ver con la traición de Shion, de Hakurei, tal vez, también tenía mucho que ver con el reciente descubrimiento y con el enamoramiento que sabía la pequeña lemuriana tenía con el joven unicornio. 

 

-¿Que esta pasando aqui? 

 

Les pregunto rascándose el oído, esperando a que alguno le dijera lo que realmente había sucedido, pero no parecía que ninguno de los tres quisiera pronunciar un solo sonido, así que fijo su mirada en Yuzuriha, quien se veía mucho más afectada que los demás. 

 

-Yuzuriha… 

 

Ella brinco cuando le hablo, desviando la mirada, como si no quisiera verlo, asustada, avergonzada, como si creyera que había cometido alguna clase de crimen y estaba segura que eso no era así. 

 

-Dime qué ocurrió… 

 

Ella desvió la mirada de nuevo, abrazandose con más fuerza, obligándolo a agacharse para que pudiera ver sus ojos, colocando una mano en su hombro, con lo que esperaba que fuera una expresión amable. 

 

-Lo que hayan hecho Shion y Hakurei no tiene nada que ver contigo, así que por favor, dime que pasa… 

 

Ella al escucharlo quiso golpearlo, pero Manigoldo no lo permitió, sosteniendola de las muñecas con fuerza, para abrazarla poco después, dejando que llorara en su regazo, hasta que pudo tranquilizarse. 

 

-No es justo… no es justo… 

 

Manigoldo ladeo la cabeza, suponiendo que ya sabía que no era justo y eso era la forma que el collar de Yato había tomado, por lo cual, meditando un poco que hacer, tomo la decisión que lo mejor era hablar a solas con ella. 

 

-Por favor, déjenos solos. 

 

Yato asintió, Regulus no obedeció al principio, sin embargo, tomándolo de la mano le hizo salir de allí, para que Manigoldo hablara con su amiga, comprendiera que estaba pasando, porque él era muy listo, era astuto, sabría que hacer para ayudarla. 

 

-Dime una cosa Yuzuriha… 

 

Yuzuriha le observó entonces, aun con lagrimas en sus ojos, notando demasiadas marcas, golpes, que no deberian estar alli, un alfa no golpeaba a su omega, era un acto despreciable, como golpear a una mujer alfa, o a una beta. 

 

-¿Tu amas a Yato? 

 

Ella asintió, cruzando sus brazos delante de su pecho, sin poder ver demasiado tiempo a Manigoldo a la cara, porque sabía que su maestro y el anciano Hakurei habían sido quienes decidieron que el omega frente a ella, debía pertenercele a Aspros, como le dijeron que Yato sería suyo. 

 

-Si… se suponia que seria mio, Shion dijo que así era… 

 

No sabía muy bien qué decirle, pero no dejó que sus sentimientos por Shion salieran a la luz, no era el momento para eso, sin embargo, le molestó esa declaración, porque Shion trataba a los omegas como si fueron cosas sin valor. 

 

-Pero dime una cosa… 

 

Manigoldo quiso sonreírle, para que ella se sintiera mucho mejor, al mismo tiempo que acomodaba su cabello, para que se viera como siempre, haciéndole sonrojar. 

 

-¿Piensas que Yato es un objeto? ¿Que no tiene ningún derecho a opinar? ¿Eso crees? 

 

Yuzuriha le observo horrorizada, porque Yato no era una cosa, no era una vaca ni una mesa, no era un objeto, era su amigo y le molestaba que Regulus, ese santo dorado, se dijera su alfa, cuando su amigo, el niño que quería sobre todo, no le había dicho nada, cuando quería estar a su lado para siempre. 

 

-No… Yato es mi amigo, es nuestro amigo y es un aprendiz valioso, se esfuerza mucho… 

 

Eso hizo que Manigoldo sonriera, satisfecho con esa respuesta, porque no veía a Yato como un objeto y sobre su enamoramiento, no le diría que no podía romper un lazo sagrado, de eso se daría cuenta por sí misma. 

 

-Así que… Shion se equivoca al creer que no podemos hacer nada más que dar a luz… que debemos entregarnos a un alfa, para poder darle hijos sanos. 

 

Ella meditó su respuesta y asintió, eso era incorrecto, pero aun asi, no queria creer que su maestro, que el anciano Hakurei les hubiera traicionado, que hubieran abandonado el santuario. 

 

-El te hizo eso… hizo que te hicieran eso… 

 

Manigoldo no quiso decirle nada al principio, no creía que fuera útil de ninguna forma, torturarla con sus pensamientos acerca de Shion, sin embargo, no hizo falta que le dijera nada, porque ella cubrió su boca, llena de horror. 

 

-Así que es cierto… nos traicionaron… 

 

Era cierto, los habían traicionado, si es que pelear contra Zeus era un acto de traición, se dijo en silencio, acariciando la mejilla de Yuzuriha, suspirando. 

 

-No te preocupes por eso, nosotros nos encargaremos de ellos… 

 

Le respondió, a punto de decirle que podía marcharse, cuando una centella estalló en esa sala, cagandolos de momento, aturdiendolos por el horrendo sonido en esa habitación, haciéndoles pensar que una guerra había comenzado, al mismo tiempo que Manigoldo, como en reflejo protegía a la niña, colocándola detrás de él. 

 

-Conejito… 

 

*****

 

Hola, muchas gracias por sus lecturas, por sus estrellas y por sus comentarios, espero que este capitulo sea de su agrado, muchas, muchas gracias. 


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