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Paraiso Robado. por Seiken

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Para Defteros no había mucho sentido en sus palabras, en sus preguntas, era obvio que no dejaría que lastimara a su omega y que haría lo que estuviera en sus manos para defenderlo, porque ese era su deber, al ser su alfa, al ser un caballero, él tenía que defender al más débil, como lo era el tipo de cabello blanco, que Lune quería que defendiera. 
 
 
-Si tuvieras un omega, sabrías que eso es lo correcto. 
 
 
Eros tuvo un omega, se dijo en silencio, perdiendo la compostura, al ver que seguían defendiendo a su enemigo, evitando que Minos fuera castigado por sus crímenes y eso le hacía cometer errores, recibir cada vez un poco más de daño. 
 
 
-Que mantenerlo seguro es tu único propósito en la vida. 
 
 
Defteros al no ser rechazado por ser la estrella de la desgracia, el segundo nacido, conoció por primera vez el significado de la alegría, de la felicidad, se enamoro mucho mas de la belleza de cabello largo y ojos morados, que protegía a su señor, un acto de honor que admiraba. 
 
 
-¡Yo tuve un omega y el se fue! ¡El me abandono! 
 
 
Fue la respuesta de Eros, que recibió un poderoso golpe de Defteros, quien encajó su puño en el costado del joven dios del amor, que llevo su mano a su costado, sin saber muy bien que estaba pasando, por que ese mortal era tan poderoso. 
 
 
-¡No lastimaras a mi omega! 
 
 
Su omega, que aún sostenía el cuerpo de Minos, escucho como este comenzaba a moverse, o eso trataba, observando a Defteros con sorpresa y después a Eros, como era acorralado, pero se recuperaba demasiado rápido. 
 
 
-Es un dios… no sirve de nada el cosmos en contra de ellos… 
 
 
No servía si no había otro dios a sus espaldas protegiendolos, así que no tenían demasiadas oportunidades para derrotar a su enemigo, escuchando como no muy lejos, sucedia otro combate, sintiendo el cosmos de Radamanthys. 
 
 
-Mi pequeño hermano… 
 
 
Susurro, viendo como alguien atravesaba la pared de ese templo sosteniendo el cuerpo de otro ser, que era perseguido por las flechas interminables de Aquiles, que no tenia una armadura, pero que podría tenerla de crecer a su lado. 
 
 
-Radamanthys… 
 
 
Tanto Eros como Minos dijeron el nombre de su amado, como una exclamación de sorpresa, al verle golpeando al viejo Eros, que iba retrocediendo un poco cada vez, pues su omega tenía el cosmos de Hades, de alguna forma se había convertido en un dios, un dios omega, que era tan furioso como cualquiera de los alfas. 
 
 
-Radamanthys… 
 
 
Minos se levantó con ayuda de Lune, quien seguía siendo protegido por su alfa, que peleaba sin piedad, siendo un demonio de fuego, de furia, que no le daba tregua al joven dios del amor, que al ver a su señor atacandolo sin piedad, no supo qué hacer. 
 
 
-¡Lastimaste a mi hijo! 
 
 
Fue la respuesta de Radamanthys, cuando le preguntaban porque razón estaba traicionando a su amado, al dios que daría todo por un poco de su afecto, sin embargo, nada de lo que pudiera decirle podría comprar su piedad, porque Radamanthys había visto el daño que le habían hecho a su pequeño, sabía que Aquiles no podía estar a su lado, era peligroso. 
 
 
-¡Tu lastimaste a mi pequeño!
 
 
Era su omega, ya fuera que decidiera estar con Minos, o separado, su deber era proteger a su pequeño, al niño que crecía en su vientre, apenas unas células, pero suyo al fin y al cabo, un muchacho que estaba roto, que había sufrido en las manos de quien decía amarlo, así que no podía permitir que ese error sucediera de nuevo. 
 
 
-¡Y no te dejaré hacerlo de nuevo! 
 
 
Minos veía la belleza de su omega y desearía ayudarle, pero no podía, estaba débil, no obstante, no se daba cuenta que al suceder ese enfrentamiento, alguien más se recuperaba de su dolor, del daño sufrido en las manos de sus enemigos y despertaba. 
 
 
-¡No lastimaras a mis amores! 
 
 
Eso ultimo lo dijo mirándolo a él, con una sonrisa, haciéndole sentir mariposas en el estómago, emocionado por eso, por estar a su lado, porque le había aceptado, aunque no se lo merecía. 
 
 
-¡No lo permitiré!
 
 
Aquiles al ver al joven Minos recostado en el suelo, cubierto de sangre, de heridas, fue a su lado, para ayudarle a Lune a sentarlo, esta vez sin odio, sin desprecio, sin saber qué decirle, cómo disculparse por sus palabras. 
 
 
-Yo… yo lo siento… 
 
 
Pronunció, pero Minos únicamente sonrió, abrazándolo con toda la fuerza de la que constaba, que no era demasiada, pero aun asi lo hizo, sintiéndose dichoso porque su hijo le había perdonado, porque su hijo ya no le odiaba. 
 
 
-Yo lo siento más… mucho más, por no poder protegerte. 
 
 
Por no poder proteger a su omega, que seguía peleando sin tregua con Eros, con el ladrón de nidos, que no parecía comprender aquello que estaba pasando, mucho menos, cuando Minos le lanzó una daga dorada a su omega, quien la sostuvo, comprendiendo bien que era esa arma, para que servia. 
 
 
-Y el sufre, el sufre por no poder cuidarte, tu padre te quiere, te ama, mi pequeño, tu eres su orgullo, eres su orgullo. 
 
 
Aunque no era justo que él dijera esas palabras, pero aun asi, lo dijo, porque Aquiles tenía que saberlo, saber que era amado, que su alfa lo quería, que se sentía orgulloso de su nacimiento, qué más daba que fuera omega, alfa, beta, hombre, mujer, era su hijo, era su sangre, era su orgullo. 
 
 
-Eres nuestro orgullo y nuestro tesoro.
 
 
En ese momento Aquiles comenzó a llorar, abrazando a su padre, que respondió con afecto, observando a su omega, como peleaba con furia, con destreza y belleza, por defender a su polluelo, por defenderlo a él, tal vez, al menos, él deseaba creer eso, que su omega lo amaba. 
 
 
-Nuestro polluelo. 
 
 
Su polluelo, su pequeño, el fruto de su amor, de su afecto por su omega, que era poderoso, que era hermoso como ninguno, se dijo, sintiendo como Lune le dejaba en las manos de su pequeño, para acompañar a Defteros en su combate, usando su látigo para sostener uno de sus brazos, apartandolo de ese sujeto moreno. 
 
 
-Mi polluelo.
 
 
*****
 
 
Sylphide llegó hasta uno de los templos destruidos por el cosmos de Aspros, escuchando las pisadas de Dohko, que lo seguía con lentitud, como si fuera un tigre y el, lo que fuera que comían los tigres, pensó el espectro, volteando a verle, tratando de encender su cosmos. 
 
 
-¿Porque no puedes dejarme en paz? 
 
 
Le preguntó elevando su cosmos, observando una sombra oscura moviéndose a las espaldas de Dohko, quien suspirando de nuevo abrió los brazos, tratando de que fuera a ellos, como si en realidad lo creyera. 
 
 
-Eres mi omega. 
 
 
Respondió, molestandose cuando Sylphide no quiso ir con él, cuando retrocedió de nuevo, sosteniendo una de sus armas, de la armadura de libra, que juzgaba las acciones de su dueño, encontrandolas erróneas, tanto, que lo abandonó de pronto, armándose de nuevo en el cielo, antes de regresar al templo de libra. 
 
 
-Eres mio… 
 
 
Pronunció, elevando su cosmos, esperando el momento en el cual pudiera atacar a Sylphide, quien antes de responder a esa amenaza, vio al propio Minos, el viejo grifo, estirando sus alas, para atacar a Dohko por la espalda. 
 
 
-¡Apartate de ese niño! 
 
 
Era mucho menor que su hijo, que su pequeño Aquiles, y veía su rostro, veía su miedo, reconociendolo en su propio omega cuando quiso pelear con él, cuando quiso apartarlo, y aunque se trataba de un hipócrita, lo sabía muy bien, se decía que si protegía a este omega, tal vez podría perdonarse por no hacerlo con su hijo, con su compañero. 
 
 
-Un buen alfa no hace lo que tu estas haciendo… 
 
 
En ese momento Valentine se reiría de él supuso, porque de esa forma en que ese guerrero perseguía a Sylphide, así lo hizo con su omega, pero, el amaba a su compañero, a su pequeño hermano y este, Radamanthys, jamás se vio tan asustado. 
 
 
-Lo se bien, porque no soy un buen alfa. 
 
 
Pronunció retrocediendo cuando Dohko lo atacó, respondiendo a sus golpes, sus ataques, defendiendose, atacando, buscando la forma de proteger al soldado de su hermano, quien le veía sin comprender sus acciones. 
 
 
-Y reconozco uno cuando lo veo.
 
 
*****
 
 
Hakurei sin duda alguna era un demonio demasiado poderoso, era un soldado curtido en el campo de batalla, un soldado invencible, que podia hacerle mucho daño, si no actuaba con cautela. 
 
 
-Tu y yo traicionamos a Manigoldo. 
 
 
Pronunció Asmita, esperando que Hakurei le explicara porque peleaba por defender a Dohko, porque no se daba cuenta de que tan bajo cayeron, qué tan crueles fueron al darle la espalda al cangrejo. 
 
 
-El único que lo traicionó fue Sage, al hacerle creer que podía elegir a cualquier alfa, que podía rechazar a Aspros. 
 
 
Quien lo apartó de su omega, su dulce toro, aunque se trataba de su hermano, aunque eso no fuera justo, Sage lo traicionó, lo engañó y le quitó a su amado, así que, de alguna forma tenía que pagar su traición en su contra. 
 
 
-Yo era su hermano… yo era su hermano y el me traiciono… 
 
 
Susurro de pronto, limpiando la sangre de su boca, observando a Asmita, pero no ha Kagaho, quien aprovechando la distracción de Hakurei, utilizó una de sus técnicas secretas, un golpe de energía psíquica, que destruye la voluntad de sus enemigos, al mostrarles algo que no deseaban ver, un infierno en sí mismo. 
 
 
-¡Ilusion Diabolica! 
 
 
Hakurei ignoró la presencia del pequeño omega, creyendo que era demasiado débil, pero no era asi, el era poderoso, él era fuerte como ninguno y su técnica, su ilusión, lo golpeó en el momento preciso, mostrándole una imagen que seguramente lo volvería loco. 
 
 
-Que… 
 
 
Hakurei llevó sus manos a su cabeza, saliendo del Yomotsu, observando una imagen nítida, como si fuera la realidad, un suceso que nunca sucedió en su pasado, que le hizo temblar, retroceder, caer de rodillas, cerrando los ojos, con demasiado dolor. 
 
 
-Fran… 
 
 
Susurro, viendo más de aquellas imágenes, que eran tan dolorosas que no soportaba lo que veía, tratando de quitarla de su mente, cerrando los ojos, pero no podía dejar de ver esa pesadilla, esa dolorosa imagen que nunca paso. 
 
 
-Francisca… 
 
 
Al cerrar los ojos era aún peor, casi podía oler ese aroma, escuchar los sonidos y los quejidos, sentir ese dolor, el dolor de Francisca, sintiendo como su cabeza estaba a punto de estallar, con tanto dolor y desesperación, que no sabía si eran reales o no, si en realidad sucedió eso, o solo era una pesadilla. 
 
 
-¡Francisca! 
 
 
Asmita estaba preparado para el contraataque de Hakurei, sintiendo como Kagaho sostenía su mano con delicadeza, buscando su contacto, escuchando los gemidos de Hakurei, antes de que perdiera el sentido, en el mismo templo donde Sylphide fue abandonado con Dohko.
 
 
-¿Qué fue eso? 
 
 
Asmita quiso saberlo, pero Kagaho guardó silencio, no deseaba decirle que era como compartir su dolor, hacerles ver su dolor más profundo, una ilusión, un recuerdo o una pesadilla. 
 
 
-Una ilusión. 
 
 
Respondió buscando a Sylphid, escuchando como dos guerreros se enfrentaban entre sí, las explosiones, los estruendos, la batalla que se realizaba no muy lejos. 
 
 
-¿Donde esta Sylphid? 
 
 
*****
 
 
Tifón era el único que lograba seguir el ritmo de Aspros, eran dos monstruos de un poder inusual, de un poder como nunca antes habían visto uno, pero, aun asi, Degel y Camus se abrieron paso entre los escombros, buscando a Kardia, que estaba en el suelo, con sangre en su boca, ardiendo debido a su fiebre. 
 
 
-¡Kardia! 
 
 
Degel estaba angustiado, seguro de que no debió dejar ir solo a su amado, a pesar del poder divino en su cuerpo, parecía que no lograba resistirlo del todo y necesitaba que lo enfriaran inmediatamente. 
 
 
-¡No temas, ya estoy aquí! 
 
 
Kardia abrió los ojos, sintiéndose humillado, pero sonrió al ver a Degel a su lado, quien le sonrió, acariciando su mejilla, empezando a enfriar su cuerpo con su cosmos, besando el dorso de su mano una y otra vez. 
 
 
-¿Piensas que soy un omega roto? 
 
 
Le pregunto, recordando las palabras de Aspros, que aunque sabía eran una mentira, quería escuchar de los labios de su alfa que no lo era, que se trataba de un omega como cualquier otro, que podían lograrlo, porque Camus estaba con ellos, sin saber qué hacer. 
 
 
-¿De que estas hablando? 
 
 
Su mirada fue tal, que no tenía porque decirle nada más, sabía que era lo que estaba pensando, así que negó eso, no era un omega roto, era un omega perfecto, era su omega, su corazón, su amado corazón que le veía con una expresión triste. 
 
 
-No eres un omega roto, eres mi omega y tu eres perfecto asi como eres. 
 
 
El cuerpo de Kardia iba recuperándose con el curativo cosmos congelado de su amado, que sosteniéndolo en sus brazos, le ayudó a sentarse, imprimiendo más de ese cosmos, curando a su omega, que se limitaba a ver el combate de Aspros con ese extraño. 
 
 
-¿Donde están ellos? 
 
 
Camus sabía de quienes estaban hablando y empezó a buscarlos, encontrando a Albafica tratando de abrir una celda creada con centellas, sus manos quemadas por ese cosmos, y Manigoldo quebrado, de rodillas, sin moverse siquiera, con la apariencia que él tendría de aun existir Zeus, después de que este le hiciera daño, lo violara sin descanso. 
 
 
-No puedo sacarlo de allí… 
 
 
Susurro Albafica que extrañaba su veneno, apretando la tierra debajo de sus dedos, sintiéndose aún más inútil que en el pasado, cuando no pudo evitar que violaran a su omega, cuando Manigoldo le suplico piedad a Aspros, cuando se dio cuenta, que no valía nada como alfa. 
 
 
-Ni siquiera eso puedo hacer… 
 
 
Pero Camus no creía que nadie pudiera lograr abrir esos barrotes, eran energía pura, no podían ser destruidos así como así, era imposible, sin embargo, no dijo nada, solo se quedo a lado del alfa quebrado, con el rostro malherido. 
 
 
-No soy más que un inútil… 
 
 
*****
 
 
Tifón iba perdiendo poco a poco espacios, recibiendo cada vez más golpes, algunos tan fuertes que le causaban dolor, que le hacían sangrar, haciéndole ver, que sin la serpiente no podría derrotar a ese guerrero, que tal vez, no tenía la fuerza para destruir a Zeus, de aun seguir con vida. 
 
 
-Ouficus… 
 
 
Llamó a la serpiente, que como si fuera un hechizo se presentó en el campo de batalla, para evitar que Aspros encajara su puño en el costado de su compañero, preguntandose donde se suponía que estaba Aquiles. 
 
 
-¿Dónde está el pequeño grifo? 
 
 
Solo cuando Aquiles no podía escucharlos era que le llamaba de esa forma, porque sabía que le molestaba, aunque era el hijo del grifo de Zeus, no deseaba escucharlo, porque pensaba que el fue quien asesinó a su omega, pensaba que el fue quien le abandonó en ese templo, tenía tantos pensamientos tan extraños, que le hacía temer que solo fueron mentiras elaboradas para borrar la realidad. 
 
 
-¿Y tu omega? 
 
 
Queria saber donde se encontraba el omega de Tifón, a quien deseaba ver, como todo niño huérfano, como él con la espada, que era tan poderosa como calida, quien seguramente le haría responder algunas preguntas, una vez que esa batalla terminara. 
 
 
-Encerrado, este bastardo quiere destruir a mi alfa, frente a los ojos de mi omega. 
 
 
Eso era cruel, aun para él, muy poco imaginativo, pero, muy cruel y él había tratado de asesinar a la diosa Athena en su pasado, antes de conocer a Tifón y al pequeño grifo dorado. 
 
 
-Eso es demasiado cruel… 
 
*****
 
Hola chic@s, les deseo lo mejor del mundo y a tod@s l@s que esten en cuarentena, espero al menos servirles de entretenimiento. 
 
Muchas gracias por sus lecturas, sus comentarios y sus estrellas.
 
L@s adoro.
 
SeikenNJ. 

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