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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

Paraíso Robado.

 

Resumen:

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

***8***

 

— Mi señor Minos.

 

Lune se anuncio hincándose delante del escritorio, o lo que quedaba de este, observando también como aquella habitación parecía el campo de alguna batalla, suponía que todo era obra del Wyvern, del supuesto hermano mitológico del emperador Minos.

 

— ¿Qué deseas?

 

Minos estaba sentado en su silla, sin prestarle atención a la destrucción a su alrededor, su codo recargado contra uno de los brazos de madera, su barbilla contra sus nudillos, sus piernas cruzadas, su mirada fija en un libro que tenía en su regazo, el cual ojeaba con demasiado desinterés, era la misma imagen de la pereza y el hartazgo.

 

— Es sobre Radamanthys, trato de acudir con nuestro señor Hades con su caso, pero no fue recibido, dicen que nuestro señor no ha salido de su cuarto en días.

 

El hombre de cabello blanco sonrió, mirándole de reojo, la sonrisa lobuna plasmada en su rostro, Radamanthys debía estar desesperado, por supuesto que lo estaba se dijo en silencio, su avecilla no tenía la suficiente fuerza para enfrentarle y el tampoco.

 

— ¿Dónde está ahora?

 

Pregunto pasando de nueva cuenta la hoja del libro grueso que sostenía en sus manos, escuchando como Lune se removía en su lugar, su señor sabía que Radamanthys forzosamente, a pesar de su celo debería estar en los salones del juicio, realizando su deber o en compañía de Pandora.

 

— En los salones del juicio, pero ha hecho que Valentine le acompañe, sabe que no debe dejarlo solo, esa basura no es tan fuerte como usted mi señor, no tiene oportunidad alguna de mantener su dominio sobre el Wyvern.

 

Minos supuso que trataría de hacer algo como eso, proteger a ese sucio pajarito manteniéndolo vigilado, creyendo que así no lo atacaría o que podría derrotarlo.

 

— Aun así, de alguna forma siempre logra derrotarme.

 

Lune no supo que decir, en eso tenia razón su señor Minos, de alguna forma Valentine siempre se le adelantaba, parecía que el segundo juez del inframundo sentía predilección por los espectros pequeños y dóciles, justo como la harpía o el basilisco.

 

— Yo me pregunto porque es eso, acaso Radamanthys es más inteligente que yo, tal vez aquel pajarito tiene la bendición de Afrodita o del mismo Eros…

 

Minos cerró el libro con fuerza, levantándose de su asiento, haciéndole una señal a Lune para que lo acompañara, su rostro mantenía aquella sonrisa que te helaba la sangre, que a veces le hacía preocuparse por su propia vida, pensando que tal vez de pronto lo atacaría.

 

— Llévale este pergamino a la harpía y este otro a mi hermano, si realmente ama a esa criatura no le hará enfrentarse a mí.

 

Los dos pergaminos fueron depositados en las capaces manos de Lune, quien trago un poco de saliva al pensar en lo que le haría el Wyvern si tomaba como una ofensa personal el contenido de las cartas, tal vez lo destruiría, pero al menos sería rápido, con Minos el castigo podía durar una eternidad.

 

— Ahora retírate.

 

Lune asintió escuchando como Minos abría dos puertas de par en par, comprendía que no debería seguir a su señor, que debía entregar los mensajes, no obstante, su curiosidad pudo mucho más que su sentido común o su instinto de supervivencia.

 

Muy lentamente, asegurándose de no producir ninguna clase de sonido ingreso en el cuarto que Minos mantenía cerrado, el que muchos decían era su salón de juegos, unos que siempre condenaban a una pobre alma desdichada.

 

— ¿Te has portado bien en mi ausencia pequeño?

 

A la mitad del cuarto un muchacho de unos dieciséis años, de cabello rubio y ojos café claro, miraba a Minos suplicante, pronunciando algo, o al menos lo trato porque una mordaza cubría su boca, la que estaba llena de saliva, tal parecía que llevaba muchas horas con ese instrumento en su boca.

 

— Eso dices, pero estoy seguro que en lo único que piensas es en escapar de mis cuidados, pero esta vez no hay nadie al que le importes más que a mí.

 

El muchacho tenia los brazos atados detrás de la espalda, sus piernas estaban abiertas, parecía que estaba sentado en un triangulo de madera, el que estaba cubierto por un liquido blancuzco.

 

— Pero esto es tú culpa, sabes que no debes contrariarme y aun así insistes en ello.

 

Su espalda estaba cubierta por marcas rojas, seguramente como resultado de los placeres de su señor, quien recorrió con las puntas de sus dedos los muslos del muchacho, quien pudo tener un cuerpo escultural de haber sobrevivido lo suficiente, no es que estuviera muerto, pero seguramente dentro de poco lo estaría, Minos jamás los conservaba por demasiado tiempo.

 

— Te le pareces mucho, cuando el tenía tu edad era exactamente como tú, ese bastardo que piensa que puede jugar conmigo y que yo voy a permitirlo.

 

El efebo se retorció cuando Minos recorrió sus nalgas, casi introduciendo sus dedos, aun con la armadura en su cuerpo, relamiéndose los labios cuando el terror se marco en sus facciones, casi como si creyera que dentro de poco ya no existiría mas.

 

— Pero como tú lo has comprendido, nadie puede escapar de mis hilos ni de mis brazos y el pronto lo entenderá también, aunque es demasiado estúpido para eso.

 

De pronto los hilos cargaron al muchacho, liberándolo del potro y Lune pudo escuchar un gemido de dolor mezclado con el miedo, al mismo tiempo que Minos lo acercaba a su rostro, casi como si quisiera besarlo, quitándole con cuidado la mordaza.

 

Lune espero escuchar una súplica o una maldición, cualquier clase de sonido, pero el muchacho aterrado del primer juez del inframundo no se atrevió a ello, mirándolo de pies a cabeza como si se tratase de un demonio.

 

— Mi hermano vino a visitarme, me insulto, destruyo mis posesiones y me dijo que cortaría cada parte de mi cuerpo con el cual osara tocarlo.

 

Bajo la luz que iluminaba aquella habitación Lune podía ver moretones, cortadas, líneas rojas que parecían ser el beso de los látigos y tal vez del fuego, no estaba seguro del todo, el jamás había estado interesado en aquella clase de placer.

 

— ¿Cuáles crees que serían esas partes?

 

Le pregunto sosteniéndolo del cabello, para observar mucho mejor el terror en aquellos ojos, un color erróneo en el que pudo ser uno de los efebos que más se le parecían, aunque carecía de su fiereza, la que destrozaría con placer hasta no dejar más que un amante complaciente ansioso por servirle, necesitado de su protección, que nunca quisiera alejarse de su lado.

 

— ¿Mis manos? ¿Mi lengua? ¿Mis dientes? ¿Mi sexo? ¿Mi piel? ¿Los hilos y el fuego? ¿Tal vez el látigo?

 

El muchacho temblaba recordando algunos de los placeres que infringió en su cuerpo, Minos recordaba sus jadeos y después sus gritos, el pequeño mocoso era débil, demasiado cobarde como para soportar sus juegos por demasiado tiempo, Radamanthys lo haría mejor, su orgullo era inquebrantable y el no sentía placer, si sus amantes no sentían dolor.

 

— El desconoce la existencia de esta habitación, el es muy estúpido para comprender cualquier cosa del deseo y es su culpa que yo tenga que divertirme con ustedes, por lo que deberías odiarlo a él.

 

Los hilos fueron cortando cada una de las ataduras, dejándolo caer de pronto al piso, en donde permaneció temeroso, temblando como si se estuviera muriendo de frio y tal vez así lo era, el pobre infeliz tenía una imagen patética a los pies de su señor, suponía que aquella sería la imagen que tarde o temprano tendría Radamanthys.

 

— Si el aceptara su lugar en mi cama ninguno de ustedes tendría que soportar mis caricias, pero él no quiere amarme y en vez de eso, se entrega a una sucia avecilla que besa el suelo que pisa, cuando mi hermano debería recibir los besos del látigo, las caricias de las llamas, el flageló de mi afecto.

 

Minos tembló con anticipación imaginándose a Radamanthys a sus pies, desnudo y jadeante, cubierto de las marcas de su afecto, sus ojos fijos en los suyos, el miedo reflejado en el amarillo de sus orbes, las que lo despreciaban tanto.

 

— Sintió asco al saber que yo lo deseaba, puedes creerlo, como si fuera incorrecto que yo desee a un omega de élite a mis pies, que quiera hijos poderosos y un esclavo irrompible, no como ustedes que apenas soportan un poco de mi amor.

 

El muchacho al ver que Minos levantaba ligeramente un pie lo beso, restregando su mejilla contra este, suplicándole sin atreverse a pronunciar sonido alguno, porque no se le había concedido el permiso, que lo perdonara, que ya no siguiera con su tortura.

 

— Pero el problema es que ya me aburriste, esperaba mucho mas de ti, además, no puedo tener mis habitaciones ocupadas con un beta, cuando un omega viene en camino…

 

El joven de cabello rubio al escuchar esas palabras trato de suplicarle piedad, pero los hilos rodearon su cuello, evitándole pronunciar cualquier clase de sonido, alejándolo de Minos, quien de pronto, de nuevo, lo dejo caer al suelo, dándole la espalda.

 

— Pero como me fuiste divertido por un tiempo te dejare escapar si no miras hacia atrás, si llegas a la puerta antes de que suena la siguiente campanada que anuncia la presencia de Aiacos en la sala del juicio.

 

El muchacho observo la puerta y después al juez Minos, quien solamente se relamió los labios, dándole la espalda para que pudiera escapar.

 

— Anda, puedes irte de aquí, a menos que desees permanecer a mi lado lo que resta de tu vida.

 

El joven se levanto con demasiada dificultad, jadeando al verlo parado en la entrada, las puertas abiertas, sus piernas temblaban, apenas podía moverse, pero intento escapar, corriendo en dirección de Lune con algo parecido a la esperanza en sus ojos, Minos volteo sonriendo de medio lado y de pronto, sus hilos fueron detrás del muchacho, atravesándolo con ellos, cubriendo al intruso con sangre al mismo tiempo que sonaba la primera campanada.

 

— Es mucho más divertido cuando creen que pueden escapar, así les robas la esperanza… a propósito, sabes que la curiosidad mato al gato.

 

Pronunciaron de pronto, esquivando el cuerpo en el suelo como si se tratase de basura, parecía que no estaba molesto porque lo viera, sino que le daba lo mismo, Minos de nuevo se sentó en su silla, relamiéndose los labios, esperando porque Lune decidiera abandonar su cuarto de juegos.

 

— Lo siento mi señor, no quise interrumpirlo.

 

Minos con ayuda de sus hilos se sirvió un poco de licor, revolviéndolo con cuidado de no derramar el liquido ambarino en su túnica, la que parecía inmaculada, como si no hubiera asesinado a su anterior proyecto a sangre fría.

 

— No importa, no creo que ninguno de ustedes desconozca que me gusta infligir dolor a mis amantes, soy la clase de hombre que solo siente placer a través del dolor de otro.

 

Lune asintió, lo que había visto era suficiente para estar agradecido de no ser uno de sus amantes, sentía escalofríos y hasta cierto punto piedad por el Wyvern, tal vez no resistiría demasiado tiempo antes de quebrarse, y si eso pasaba, acaso no se molestaría su dios Hades por eso.

 

— ¿Su hermano resistirá su afecto mi señor?

 

Tuvo que preguntar, aun no entendía porque deseaba a Radamanthys, pero estaba agradecido de no ser él quien tuviera que resistir el afecto de Minos, sin importar cuanto lo admirara.

 

— No le tengas lastima, el es fuerte y resistirá, quien dejara de existir es Valentine, esa harpía tiene enemigos poderosos, la misma Pandora quiere que sea destruido y es por eso que me prestara a su perro guardián para que yo pueda divertirme.

 

Era difícil no hacerlo, aunque también estaba la posibilidad de que Minos no pudiera llegar a él, que el Wyvern consiguiera burlarse de nuevo de su supuesto hermano, en ese caso, no deseaba saber de qué sería capaz Minos.

 

— Tratara de hablar con ella, pero Pandora odia mucho mas a Valentine de lo que yo lo hago, esa estúpida niña piensa que le está haciendo un favor a su hermano al separar al mío de la harpía, por quien su lealtad podría desviarse, pero esa tonta no conoce a Radamanthys como yo lo hago.

 

Aquello logro que Minos se riera entre dientes, esa mujer ilusa creía que la lealtad de Radamanthys no era inquebrantable, no comprendía que tan absurdo podía ser, cuánto dolor podía soportar, solo para mantener una promesa, su tan vanagloriada nobleza.

 

— El no traicionaría a nuestro señor por nada, después de todo le dio su palabra de servir bajo su mando como seguramente le dio su promesa a esa avecilla de dormir en su cama.

 

Minos guardo silencio por algunos momentos, revolviendo el licor.

 

—  Sólo por eso me desprecia.

 

Finalizo, seguro que muy pronto tendría a su hermano menor en sus brazos.

 

***9***

 

Al principio las palabras de Oneiros tuvieron demasiado sentido, su mente estaba nublada, el deseo y el dolor evitaban que pudiera pensar con claridad y el ver que Manigoldo en realidad amaba a esa condenada sirena casi lo enloqueció.

 

Quiso creer que se trataba de un omega, Shion no dejaba de vociferar eso, casi como si quisiera convencerse, hacer que su deseo se hiciera realidad pronunciando esa mentira, una que creyó con la misma fiereza con la cual perseguía a Manigoldo, esperando que pudiera domarlo y Sage en ese momento le diera la bendición.

 

Aspros sabía que Sisyphus era inocente, que solo protegía a su diosa de los dioses gemelos que habían atacado a su patriarca y hasta ese momento creía que aun podía verse en el espejo, aun sentía orgullo de sus acciones.

 

Pero ahora que había llevado a Cid a esa trampa la mera idea de traicionar a uno de sus aliados, de haberle permitido a los espectros atacar el santuario, asesinar a su patriarca por su túnica y el cuerpo de Manigoldo en su cama, porque sabía que una vez que comprendiera sus acciones nunca podría perdonarlo ni darle su afecto dejando solo un cuerpo sin aquello que deseaba de su conejito, ni siquiera él mismo podría hacerlo al entregar a su amigo al matadero, ayudarle a ese dios a que pudiera secuestrar a su omega, sólo porque el suyo no lo amaba.

 

— Cid.

 

Cid había logrado apartarse de aquella mujer extraña, ambos se encontraban hombro con hombro, listos para defenderse de los cuatro dioses del sueño, Oneiros esperaba que cumpliera su promesa, le había dicho que si le ayudaba a ingresar en el santuario, Sage ya no interferiría en su búsqueda por su omega, que portaría la túnica de patriarca y que Shion también tendría a su amado, lo único que debían hacer era llevarle a la espada a un sitio en donde pudieran capturarle.

 

— Regresa al santuario, corres peligro aquí.

 

Tal parecía que no estaba dispuesto a cumplir su promesa, era una lástima porque aquella decisión llego demasiado tarde, la traición les había dado la oportunidad para destruir a uno de los ancianos, aun faltaba el otro, quien caería con la misma facilidad, su confianza en su alumno era tan ciega que no se daría cuenta que el sería el instrumento de sus aliados para destruir el santuario de Athena.

 

Los dos corrían peligro en aquel sitio, esos espectros parecían ser poderosos, en especial aquel con el cabello blanco, el que no dejaba de mirarlo y había dicho que le pertenecía, tal vez por lo que consideraba era una maldición, al ser un omega creía que eso sería su infortunio, estar siempre bajo la mira de un alfa.

 

— No digas estupideces Aspros, tú no tienes ninguna oportunidad para enfrentarte a ellos por ti solo.

 

Aspros sujeto a Cid del brazo, relamiéndose los labios antes de escuchar una explosión a su costado, la pelea había comenzado y no dejarían que le advirtiera lo que su hermano mayor deseaba con la espada, siempre era mucho más divertido que lo comprendiera de primera mano y a veces les dejaba ver como se divertía con ese hermoso hombre.

 

Suponía que debería conformarse con jugar con el segundo, ese alfa de cabello azul y mirada perturbada, el que de pronto había cambiado de opinión, parecía que después de todo si tenía conciencia.

 

— Lastima que tú le perteneces a mi hermano, así que me tendré que conformar con este otro.

 

Phantasos ataco al santo de Géminis, seguida de Morfeo e Icelus, ellos le darían tiempo a Oneiros para que tomara a su espada, Cid al ver que le ignoraban apretó los dientes y se enfoco en el cuarto de ellos, quien parecía cautivado por su presencia en ese campo de batalla.

 

—  Mi dulce espada, parece que por fin podemos reunirnos.

 

Cid entrecerró los ojos y se preparo para iniciar el combate, escuchando como Aspros peleaba con los otros tres, notando como las técnicas de esos espectros estaban hechas de tal manera que se complementaban.

 

— Actúas como si yo debiera conocerte, pero no he tenido el desagrado de hacerlo aun.

 

Esas palabras tenían demasiado significado para un omega, el reconocer significaba que había encontrado a su alfa, al dueño de su collar, al que debía compartir su vida a su lado, su amo y señor.

 

— A pesar de que aún conservo tu collar, mi omega.

 

Cid jadeo al escuchar esas palabras, era imposible que ese espectro tuviera su collar, era simplemente absurdo, pero aun así, el santo de capricornio sabía que le pertenecía, era el que abandono en su tierra natal, en la casona de sus padres, esperando liberarse de aquella pesada carga.

 

Tal vez lo que él sentía en ese momento era lo que Manigoldo sintió al ver su collar en las manos de Albafica y como su amigo en ese momento, Cid supo que debía recuperarlo, le enfermaba que ese espectro tuviera una parte de su alma en sus manos.

 

— No sé cómo lo obtuviste, pero vas a regresármelo.

 

Pronuncio, al mismo tiempo que Aspros intentaba derrotar a los tres dioses del sueño usando sus técnicas e ignorar las voces que susurraban en su oído, Youma no dejaría que se le escapara, este santo ya le pertenecía.

 

Sólo faltaba un empujón, un secreto que pudiera destruir su resolución de perder al cangrejo, el manto de patriarca y recuperar su honor, pero por el momento no sabía que era aquello que podía ofrecerle.

 

— Porque lo haría mi espada, cuando esto significa que debes ser mío.

 

Oneiros se relamió los labios antes de elevarse en el cielo, sus hermanos estaban jugando con ese otro santo, quien parecía caer presa de sus técnicas, después de todo cuando ellos peleaban juntos eran invencibles, pero no deberían distraerse con él sino ayudarle a capturar a su espada, quien convoco la espada excalibur en su mano, de la cual deberían deshacerse primero.

 

— Este no fue el trato.

 

De pronto Youma no sabía a quién se refería, a él o al santo dorado, o a otro ser, el que los visitara unas cuantas noches antes con sus endemoniadas flechas, su tercer aliado, cuya flecha de nuevo al pasar las horas volvió a clavarse en el corazón de Aspros, funcionando como lo hacia la manzana dorada de la discordia, devorando poco a poco a su víctima.

 

Esas flechas actuaban de muchas formas, en ocasiones forzaban a una persona a enamorarse de otra, en otras ocasionaban que la lujuria naciera en los corazones de los afectados, prendándose de cualquier infeliz que se cruzase en su camino, pero en otras más, cuando era el propio arquero quien las disparaba, incrementaban el sentimiento de amor o lujuria en su víctima, el que poco a poco iba transformándose hasta llegar a la locura.

 

Este era el caso de Aspros, la flecha que había sido clavada en su corazón, encajándose en su cuerpo de a poco, aumentaba el deseo por Manigoldo, a quien pensaba que amaba por sobre todo, menos su propio deseo, orillándolo a realizar cualquier clase de acto con tal de poseerlo.

 

Momentos antes había logrado despertar del trance que la endemoniada flecha le había provocado, pero al ingresar de nuevo en su cuerpo, violándolo con su maldición, el deseo e impotencia de verse rechazado por su amor, por culpa de la sirena borraron cualquier clase de sentimiento noble de su mente, de pronto, el destino de Cid ya no le importaba tanto comparado con el simple hecho de poseer a su cangrejo, quien esperaba para ese momento ya habría recibido las ordenes de Hakurei de alejarse de su verdugo, de aquel miserable traidor.

 

Con el dolor de la flecha vino también la distracción y de pronto, sin que Cid pudiera creerlo, los tres espectros del sueño lo atacaron al mismo tiempo, su cuerpo se elevo en el aire, sangre broto de sus heridas, chocando estrepitosamente contra el suelo, en donde parecía estar inconsciente.

 

— ¡Aspros!

 

Sus ojos de pronto cambiaron de color, ya no se veían como en el pasado sino que carecían de toda clase de brillo, exceptuando un pequeño tinte rosado, el cual era imperceptible.

 

Aspros trato de levantarse de nuevo, sin embargo, era el turno de Oneiros de mostrar un poco de su poder, quería sorprender a su omega, mostrarle cuan poderoso era realmente, que tan lejos llegaría con tan solo tenerlo en sus brazos.

 

Muchos decían que se trataba de la maldición impuesta a los hijos de Zeus, la que era despertada por los omegas, pero eso no era cierto, aquella solo se trataba de una simple excusa para que hombres débiles como Aspros, los que liderados por su orgullo y sus bajas pasiones, utilizaban para disculpar sus actos.

 

El no era un humano, el se trataba de un dios y no creía que sus acciones pudieran ser condenadas, después de todo, sus deseos al ser dioses simplemente eran designios, parte del destino, inamovibles, reglas universales que debían cumplirse.

 

Oneiros deseaba a la espada por lo que la tendría, sin importar a quienes tuviera que traicionar o con quien debiera aliarse, en este caso, el mismo dios del amor, quien desconocía porque le ayudaba, que ganaría de unirse a su causa, otro dios que carecía de armada, pero como él tenía el poder suficiente para conseguir lo que deseaba.

 

Eros era el hijo de la guerra violenta y la lujuria disfrazada de amor, Oneiros era el hijo del sueño y de la muerte, nacido de su padre que fue fecundado por su tío, en acto que desafiaba las reglas del Olimpo.

 

— No le prestes tanta atención, lograras que me ponga celoso.

 

Aspros se levanto con lentitud, estaba malherido y Cid noto algo extraño en su mirada, no parecía el mismo, era como si un aura diferente lo cubriera de pronto, sus ojos estaban vacíos, su rostro oculto en las sombras de su cabello, por un momento quiso preguntarle que estaba pasando.

 

Un momento que pareció una eternidad, ya que de pronto le dio la espalda caminando entre los espectros que simplemente lo dejaron pasar, Aspros había cambiado de opinión, entregaría al omega a su respectivo dueño, a cambio el tendría a Manigoldo y las túnicas de patriarca, su deber era proteger a su compañero, no separar a Cid de su Alfa.

 

— Las flechas son mucho más poderosas de lo que pensé…

 

Susurro Phantasos, al mismo tiempo que Cid comprendía que lo habían traicionado, llevándolo con este espectro que decía ser su alfa, quien colgó su collar en su cuello, símbolo de que le pertenecía, no a Sisyphus ni a Regulus, sino a un sucio espectro que de pronto le extendió una mano, esperando que simplemente caminara hacia él.

 

— Pero como no hacerlo, son tan poderosas como el cinturón que destruyo Troya para la diversión de los dioses del Olimpo.

 

La pelea que siguió a esa declaración fue larga y dolorosa, los dioses menores del sueño estaban sorprendidos al ver que semejante poder era blandido por un mortal vida tras vida, comprendiendo más que nunca porque su hermano mayor deseaba tanto a ese mortal, porque buscar su collar, la alianza con el dios del amor y estaba dispuesto a desobedecer a su padre, todo por tenerle a su lado.

 

Cid yacía hincado, respirando hondo, su brazo había sido cortado, estaba perdiendo demasiada sangre que se derramaba en el campo de batalla, destruido hasta sus entrañas con el cosmos de los cinco guerreros que hasta ese momento se habían enfrascado en una batalla mortal, que termino llevándose su brazo y creía que también su vida.

 

Oneiros aterrizo junto a Cid, recorriendo su mejilla con las puntas de sus dedos, notando como poco a poco el santo dorado comprendía que lo habían llevado como un pago, que su compañero de armas le había traicionado, aun no entendía porque, pero lo que podía intuir era que se debía a ese maldito collar de nacimiento, esa maldición que había portado con dolor toda su vida, escuchando lo maravillosa que era de los labios de los alfas, pero nunca de ningún omega.

 

Al fin comprendía un poco del miedo de Manigoldo, el monstruoso sentimiento de saber que su cosmos, sus habilidades, ni siquiera su vida valía tanto como su maldición, la que lo convertía en un juguete de los dioses que se divertían con su infortunio.

 

Se preguntaba si era por eso que Sisyphus no lo amaba, porque su alfa se trataba de un espectro, leyó mal sus movimientos, quiso imaginarse el deseo y el amor donde nunca existieron.

 

Lo habían traicionado, Sisyphus no lo amaba, Regulus tampoco podría hacerlo, el pequeño león solo estaba confundido, su espada fue arrancada dolorosamente de su cuerpo y ahora, si es que sobrevivía a la pérdida de sangre, su verdadero alfa, un espectro, uno de sus enemigos, había llegado a reclamarlo.

 

— No entiendo porque siempre tienes que hacerlo tan difícil, mi espada, pero no te preocupes, curare tus heridas en el santuario.

 

Cid apretó los dientes y fijo su vista en la del espectro, quien simplemente sonreía, seguro de su victoria, quien de pronto vio como Aspros se había detenido y observo su derrota en silencio, observándolos de reojo.

 

— Me prometiste un collar.

 

Le recordó y era cierto, le había jurado que le daría un collar que podría hacer pasar por el de Manigoldo, puesto que en efecto, aquel que colgaba del cuello de Albafica era el de su omega, un cangrejo para una rosa.

 

— Es todo tuyo, disfruta de ese omega, como yo disfrutare de mi amada espada.

 

***10***

 

Hakurei al escuchar que esos muchachos se marchaban de su templo respiro hondo, tratando de calmar su molestia, convenciéndose que solo estaba haciendo lo correcto, sentándose a un lado de su gemelo, sosteniendo su mano con delicadeza, preguntándose quien pudo atacarlo, porque dos espadas, pensando sin quererlo en Itia, el alfa de su hermano.

 

***

 

Me gustaría saber que opinan de la historia, como va hasta el momento que Oneiros ha capturado a su espada y Aspros marcha en dirección de su conejito para reclamarlo, mientras tanto Minos ya se deshizo de su remplazo y espera tener a su hermanito en su cuarto de juegos, ademas, que parejas prefieren de las que mencionare y porque razón lo hacen.

 

Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica.

 

Aunque por el momento Minos, Aspros, Oneiros y Regulus tienen muchos votos a su favor.

 

Pero que hay de los otros alfas, Albafica, Degel, Sisyphus o Valentine, ellos haran lo que sea para proteger a sus amados, pero lo lograran...

 

Bueno aquí les van unas cuantas preguntas que decidirán el rumbo de la historia, o modifiquen algunos puntos de la misma...

 

¿A quien prefieren?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

¿Conocen algo del universo Alfa/Beta/Omega o les gustaría que fuera explicando algunas cuantas cosas del mismo?

 

Muchas gracias, bonito principio de mes y nos vemos el próximo jueves.


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