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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

 

Paraíso Robado.

 

 

Resumen:

 

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

 

***27***

 

Oneiros libero su barbilla llevando una mano a su entrepierna, sintiendo un ligero estremecimiento de su espada, quien trato de alejarse de su verdadero alfa, el dios del sueño que le había visitado desde siempre, protegiéndolo, entendiéndolo durante su celo, evitando que este pudiera ser doloroso, recibiendo como recompensa el olvido, que su omega no lo recordara, pero ya no estaba dispuesto a esperar más, ya no le dejaría a ese arquero destruir a su amado.

 

— Eres tan hermoso.

 

Susurro recuperando la respiración, limpiando la sangre de su labio que recorría su barbilla, escuchando la sorpresa de Cid al ver que su cuerpo respondía al suyo, esperando ese momento en el cual su amada espada dijera algo hiriente.

 

— Tu solo estas mintiendo. 

 

Pronuncio mirándolo fijamente, convocando su cosmos para alejarlo de una sola patada, sintiendo el dolor de su brazo, la falta de su espada, la humillación que le traía su celo con su debilidad, pero más que nada, el dolor que la distancia que había entre él y su alfa le provocaba.

 

— ¿Crees que escuchare cualquier palabra que te atrevas a pronunciar? ¿Qué me comportare como una zorra solo porque estoy en celo?

 

Pero lo que más le molestaba era que este espectro creyera que podía engañarlo, hacerle caer con simples palabras, convertirlo en un traidor cuando él no lo era, mucho menos Sisyphus que debía proteger a su diosa, la pequeña Sasha que crecería para convertirse en Athena.

 

— ¡Ni soy una zorra, ni soy una mascota, mucho menos un traidor!

 

Cuidarle era una proeza mucho más valiosa que buscarlo, Cid estaba seguro que lograría encontrar la forma de soltarse de aquellas cadenas, no era débil y cuando se recuperara de la falta de sangre, podría convocar de nuevo a su espada, salir de aquella prisión de mármol blanco.

 

— Se que Sisyphus es mi alfa, pero también se que su lealtad es de nuestra diosa y no lo querría de otra forma.

 

Pronuncio Cid tirando de las cadenas, abriendo su muñeca de nuevo, de la cual comenzó a brotar sangre, tanta que podría desangrarse en cuestión de tiempo, notando como la molestia del dios del sueño iba en aumento.

 

— No necesito un compañero y no necesito que nadie, ni siquiera él me sometan a su voluntad.

 

Le advirtió esperando el momento en que Oneiros quisiera atacarlo de nuevo y lo hizo, usando su cosmos lo sostuvo del cuello apretándolo, esperando poder silenciarlo de esa forma, pero Cid sólo trago saliva con algo de dificultad, escupiendo a la cara de su captor, la sangre derramándose en sus sabanas.

 

— Pero si tuviera un alfa, este sería Sisyphus, yo lo reconozco, yo sé que es mi alfa y cuando las guerras terminen, sé que me reconocerá.

 

Aquello lo dijo con demasiada esperanza, logrando que Oneiros apretara los dientes presa de la furia, golpeando la pared a su lado, destruyéndola con su fuerza divina, después de todo era un dios, el más fuerte de todos sus hermanos, casi tan fuerte como su progenitor.

 

— Pero hasta entonces, yo soy un arma, soy uno de los guerreros de Athena, el más leal de todos y no le traicionare solo por un poco de sexo, eso no lo necesito.

 

Oneiros comenzó a reírse soltándolo, apartándose de pronto, seguro que si seguía cerca de su terca espada, no podría controlarse y terminaría tomándolo en ese instante, cuando debía cerrar su herida de nuevo, a pesar de lo resistente que podían ser los santos de Athena, cualquier humano tenía una cantidad finita de sangre.

 

— ¿Estás seguro?

 

Pregunto, sosteniendo la mano de Cid con fuerza usando su cosmos para cauterizar la herida, escuchando el grito de dolor del santo de Athena, quien se retorció por unos instantes oliendo la carne chamuscada de su herida mezclarse con el metálico aroma de su sangre.

 

— Tu cuerpo clama por una cura, yo la tengo y sé que te duele saber que a tu arquero no le importas, que hubieras hecho lo que fuera solo por tenerlo entre tus piernas, pero él no te merece, nadie lo hace.

 

Cuando la sangre dejo de brotar como una fuente, Cid de nuevo estaba débil, recargado en una almohada cubierto de sudor, respirando hondo intentando calmarse, sintiendo como Oneiros de nuevo recorría su mejilla siguiendo una ruta en dirección de su cuello, deteniéndose junto a su corazón, escuchando la fuerza de su latido a pesar de sus heridas.

 

— Ese bastardo solo te hace débil, destruye el filo de tu espada y yo no quiero eso, yo la quiero filosa, mortal, fría, justo como eres ahora.

 

Susurro el dios del sueño besando sus labios, lamiendo su cuello, recargando su frente en su hombro, llevando sus manos a su cintura, disfrutando de su calor y de su aroma natural, aquel que lo enloquecía, del que nunca tenía suficiente.

 

— Tu cuerpo me reconoce, tu cosmos resuena junto al mío, porque yo soy tu alfa, el verdadero señor de tus días y de tus noches.

 

Le explico llevando de nuevo su mano a su entrepierna como si quisiera acariciarlo pero deteniéndose a pocos centímetros de distancia, escuchando un gemido anticipado de su amado omega, de su espada, quien trato de apartarse pero esta vez estaba demasiado débil para moverse siquiera, pero en vez de darle lo que deseaba, lo que ambos añoraban decidió contener sus instintos, separándose de su maravillosa espada.

 

— Puedes violarme, pueden reírse de cómo sometieron con cadenas a un santo dorado, pero no vas a quebrarme.

 

Oneiros escucho esas palabras con una sonrisa alejándose algunos pocos pasos de distancia de su espada cerrando los ojos, conteniendo su deseo diciéndose que no debía tocarlo, porque sabía que de hacerlo no podría detenerse, y de tomar aquello que deseaba su amada espada volvería a temerle, considerándolo solo un monstruo lujurioso y no un dios enamorado de su perfección.

 

— Eso piensas que deseo, reírme de tu infortunio.

 

Susurro, alejándose otro paso, diciéndose que lo mejor era separarse de su amado porque sus instintos le gritaban por reclamar ese hermoso cuerpo, pero aun estaba débil, la sangre y su mano, eran perdidas que debían repararse, pero no en ese momento.

 

— Eres un espectro, ustedes secuestran a los nuestros, entre ustedes no existen los omegas y creen que pueden lastimarnos, que lo permitiremos.

 

Cid pronuncio seguro de sus palabras, escuchando como ese dios se alejaba de su cuerpo con algún extraño propósito, haciendo que recordara aquella vez que Sage hablo con ellos, les advirtió que algo así podía pasar, pero él nunca quiso creerlo.

 

El dios de pronto salio de aquella habitación, dejándolo completamente solo, su celo siguiendo su curso, haciendo que se imaginara a si mismo en otro sitio, y desorientado como estaba, comenzó a recordar aquella ocasión, en la cual Sage les explico su maldición, aunque el decía que se trataba de una bendición de la diosa Hera.

 

************

 

Mirándose a si mismo sentado junto a Kardia y Manigoldo, los tres apenas unos niños, asombrados por lo que Sage deseaba decirles, él era el mayor de los tres, por lo cual sentía cierta responsabilidad por sus compañeros de equipo.

 

Sage parecía serio, su rostro amable les hacía sentir seguros, pero sus ojos estaban fijos en cada uno de sus rostros, esperando que comprendieran la importancia de lo que tenía que decirles.

 

Manigoldo tenía unas vendas en sus brazos, al igual que una en su rostro, según decían había vuelto a pelear con Albafica, por alguna razón que no comprendían siempre estaba atosigando a esa pequeña rosa.

 

Kardia estaba sentado a un lado de Manigoldo, comiendo una manzana, parecía que últimamente era la única fruta que consumía, él acababa de recuperarse de una fiebre muy mala, después de tratar de alejar a Degel de su persona, diciendo que sólo era un ratón de biblioteca.

 

El no causaba problemas, pero gustaba de entrenar con Sisyphus quien le había dicho como mejorar una postura de combate, tratándolo con seriedad y demasiada ternura, haciéndolo sentir importante, en especial cuando su atención estaba fija en él, ignorando a sus dos mejores amigos, Aspros y Hasgard.

 

Cid estaba sentado con rectitud a diferencia de los otros, Manigoldo tenía los brazos delante de su pecho, Kardia estaba recargado en una de sus rodillas con las piernas cruzadas, él trataba de darles el ejemplo, su espalda recta, sus piernas juntas, sus manos en sus rodillas.

 

Tal vez demasiado serio para un niño de su edad, pero aun así, Sage alboroto el cabello de los tres antes de sentarse en su trono, el anciano maestro estaba solo, sin su hermano, aparentemente lo que deseaba tratar con ellos era un asunto privado.

 

— ¿Saben lo que es un omega?

 

Pregunto de pronto esperando recibir su reacción, Cid abrió los ojos con sorpresa, Kardia no parecía conforme con esa pregunta, Manigoldo asintió, él parecía ser el único que sabía de que le estaban hablando y no lo encontraba como algo malo.

 

— Es una maldición.

 

Se quejo Kardia abandonando su manzana a su lado, observando al patriarca como si le estuviera tomando el pelo o pensara que esa mera palabra fuera un mal augurio, Manigoldo le golpeo con su codo molesto, él no dijo nada, no se atrevió a ello.

 

— Pero no es una maldición Kardia, ustedes son omegas y dentro de poco tiempo su primer celo comenzara y tal vez con algo de suerte logren conocer a su alfa, cuando lo hagan lo sentirán en el núcleo de su alma, en su mismo cuerpo, en ese momento no desearan a nadie más y su compañero, este también los reconocerá.

 

Sage les dijo entonces que podían concebir, que reconocerían a su amado cuando lo vieran, que sus collares en algunos casos cuando aun los tenían les indicarían quien era el adecuado, pero si no lo tenían, de todas formas lo sentirían en el núcleo de su ser.

 

Cid al escuchar esas palabras no pudo más que pensar en su amigo, en Sisyphus, quien le hacía sentir como si su mundo fuera mucho más brillante solo con hablarle, con sólo verlo, no era posible se dijo, pero si tuviera que señalar a alguien, su amigo sería su alfa pero no podía estar seguro porque carecía de su collar para comprobarlo. 

 

— ¿Qué hay de los collares como el mío?

 

Pregunto Kardia entonces mostrando el collar con algo de orgullo, Manigoldo le vio con molestia, porque Albafica no deseaba regresarle el suyo y por eso atacaba al hijo de Lugonis, o eso era lo que le había contado cuando quiso saber porque era así con ese niño solitario.

 

Al que tachaba de un ladrón y un mentiroso, la clase de persona con la cual no deseaba tener nada que ver, no era como Aspros, mucho menos como Sisyphus pensó Cid notando que Sage le sonreía a Kardia, asintiendo.

 

— Algunos tienen un collar, otros lo han perdido Kardia, pero si lo tuvieran, el collar los guiaría a su compañero, pero no se preocupen, aunque no tengan collar ustedes reconocerán a su alfa en cuanto lo vean.

 

Le indico Sage, como si comprendiera sus dudas, Manigoldo era mucho más seguro en ese sentido, creía que Aspros era su alfa y por eso quería darle su collar, uno que el cuarto omega del santuario no deseaba entregarle, por alguna razón que nadie comprendía, sí es que lo que decía su amigo era cierto.

 

— ¿Pero porque collares?

 

Susurro Cid, tratando de comprender la razón de que tuvieran collares que los señalaran, preguntándose cuál era la razón para eso y que significaban, además de una herramienta que le llevaría a su alfa.

 

— ¿Todos tienen collares?

 

Pregunto de pronto Kardia rascándose la cabeza, una pregunta que Sage no pudo comprender en un principio, ya que no hablaba de los omegas, sino de todos los ejércitos de los cuales su maestro les había mencionado más de una vez.

 

— ¡No digas tonterías!

 

Le reprocho Manigoldo, ligeramente molesto por esa pregunta, Cid tampoco entendió a que se refería, pero sus pensamientos seguían enfocados en el mayor, en el amable Sisyphus, quien lo recibió en el santuario, podría decirse que lo encontró cuando estaba a punto de rendirse, quedarse a la mitad del camino a su destino.

 

— Digo, hay omegas y alfas en todos los ejércitos.

 

Se explico mejor Kardia, logrando que su atención estuviera fija en el menor de los tres y después en Sage, ansioso por saber la respuesta, su maestro también le había dicho de los otros dioses, en especial de los sanguinarios espectros, seres sin escrúpulos, dispuestos a brindar la oscuridad al mundo, asesinar a cada uno de sus habitantes.

 

Criaturas por las cuales Cid sentía desagrado, un desprecio incomprensible, como si ya les recordara del pasado pero no pudiera precisar bien la razón de ello, sólo que no deseaba toparse con uno por el momento.

 

— Los omegas son muy pocos, cada siglo nacen menos y hasta el momento no habían nacido unos que tuvieran su poder, él último de ellos fui yo, después Lugonis. Deberían estar orgullosos por ello.

 

Trato de explicar Sage, haciéndoles ver que tan valiosos eran, una idea que no le gusto a Cid, porque pensaba que los estaban catalogando a base de su don, no dependiendo de su poder, haciendo que se preguntara si sus compañeros de entrenamiento lo comprendieron de la misma forma.

 

— Pero que hay de los demás dioses, también tienen omegas.

 

Kardia parecía entretenido, demasiado para su gusto, pero aun así no le veía ningún caso a realizar preguntas, sí tenía un alfa llegaría a él, si no lo tenía, entonces podría cumplir con su sueño de afilar su espada, de ser la mejor arma del ejercito de su diosa, de brindarle honor a su maestro, su familia y a él mismo.

 

— Se han conocido casos de omegas en los ejércitos de Poseidón, Eris, Apolo, pero son uno o dos entre todos sus soldados… hasta la fecha no se tiene registro alguno de que haya omegas en el ejercito de Hades u Odín, pero eso se debe a que son muy pocos, mucho más escasos aquellos que demuestran su poder y sobre todo, creo que nunca habían nacido tantos en la misma generación.

 

Quiso explicarles Sage, notando como él no pronunciaba ninguna palabra, sólo se limitaba a escucharle, preguntándose la razón de su silencio, pero era obvia, él no quería ser un omega, él deseaba ser una espada y a su corta edad comprendía que de conocer a su alfa, si en verdad era su amigo, no podría cumplir su sueño.

 

— Entonces ellos no desean a los omegas, no les ven utilidad.

 

Esta vez fue Manigoldo quien llego a esa conclusión, como si los dioses pudieran elegir la cantidad de omegas que nacían en sus rangos.

 

— ¡No seas idiota Manigoldo!

 

Kardia le golpeo entonces, aprovechando esa oportunidad para desquitarse de los otros golpes recibidos de sus manos.

 

— ¿A quién le dices idiota?

 

Le pregunto Manigoldo, casi logrando que comenzara a molestarse con ellos por ser tan escandalosos, por no entender lo que esa información, ese supuesto regalo de la diosa madre en realidad era, porque Cid no creía que fuera un don, sino más bien una maldición.

 

— Me temo que su don, la bendición de la diosa Hera, es tan valioso que existen historias de secuestros en manos de nuestros enemigos, es por eso que deben tener cuidado, protegerse entre los tres, para que ninguno sufra el acoso de un alfa que no desean y que nunca puedan dominarlos, de eso no se trata el amor, ni este vinculo, sin importar lo que puedan escuchar.

 

***28***

 

Itia sostenía su flecha entre sus manos, admirándola como el tesoro que era, la forma de obtener el amor de Sage para él, por fin, después de tanto tiempo sabría lo que significaba la palabra paraíso.

 

El espectro fue resucitado por los dioses gemelos, quienes le dieron el poder para vengarse, solo que no deseaba obtener una venganza, lo que el necesitaba era algo mucho mas valioso aun, un joven omega que lo cautivo desde el primer instante en que pudo verlo.

 

Su belleza, su fragilidad, su inocencia, era la clase de criatura que había esperado toda su vida, el omega perfecto, un poderoso lemuriano que supuso se sentiría agradecido al ser elegido como su compañero, pero no fue así, su pequeño cangrejo no lo amaba, le temía y estaba seguro que algún otro era su alfa.

 

Uno cuyo nombre desconocía, que jamas podría conocer para poder vengarse, para buscarlo en esa Era con el fin de destruirlo, sin embargo, no debía preocuparse por otro alfa, cuando su omega era un hombre tan viejo, aunque de cierta forma grácil.

 

Con esa flecha lograría su propósito, enamorar al escurridizo cangrejo, que no recibió como esperaba su declaración, al que le devolvería la juventud que no quiso compartir con él, pero no lo culpaba, en el pasado era un hombre viejo, pero ahora, con la bendición de aquellos dioses su cuerpo era joven y hermoso, como lo fue alguna vez hacia tanto tiempo que muchos podrían dudarlo.

 

Como seguramente dudarían de la belleza escondida en la vejez de su omega, al que tuvo que lastimar, encajando sus cimitarras en sus costados para que perdiera el conocimiento, entrara en un coma profundo del cual no podría despertar hasta que lo hubiera llevado a un lugar seguro.

 

En ese momento Itia embosco a uno de los guardias comunes para robarle sus ropas, no eran demasiado diferentes a las que uso en un principio cuando era un joven entrenando por su armadura, cuando pensaba que cualquiera de ellas eran una bendición, antes de vestir las doce armas de la armadura de Libra, siendo las espadas sus favoritas.

 

Cuando creía que vivir y en especial morir por su diosa era el mayor de los honores que podrían concederse a un hombre como él, quien envejeció esperando por sentir a su omega, por verle a su lado, pensando que en algún momento de su vida lo perdió al ofrendarse en cuerpo y alma a su diosa.

 

Estaba resignado a una vida de soledad en el santuario, pero de pronto lo vio en Lemuria, en la tierra natal de los gemelos cuyo poder hacía temblar la tierra, uno de ellos era un alfa, el otro un omega que le robo el aliento, su alma y su cordura.

 

Tuvo que llevarlos al santuario, ellos sin duda serían guerreros dotados, santos poderosos, Hakurei sería su sucesor, Sage su compañero, un ejemplo perfecto para los omegas del santuario de lo que podían llegar  a ser con el cuidado adecuado.

 

Primero quiso darle la armadura dorada a Hakurei, pero este dijo haber sido seleccionado por aquella de plata, dejándole a Sage su armadura de oro, convirtiendo al menor de ellos en el cangrejo, el primer omega fuera de Piscis vistiendo una de aquellas armaduras.

 

Itia acepto esa condición pensando que Sage estaría agradecido con él, aquella belleza de cabello blanco que nunca era cortado dijo estar contento, orgulloso, ansioso por demostrar su valor y que no estaba equivocado, deseaba devolver su acto de justicia.

 

Cuando ocurrió el primer celo de su dulce omega, apenas era un muchacho, tal vez demasiado joven como para considerarlo un niño, pero aun así espero a que fuera con él, sin embargo, no quiso hacerlo creyendo que podrían ocultar su celo de su alfa.

 

Pero perdono su rechazo con la calma de cualquier alfa, lo que no pudo comprender en ese momento era que Sage nunca aceptaría ser suyo, el muchacho estaba aterrado de su don, de ser uno con un anciano.

 

Podía perdonarlo por eso, por su deseo de yacer con un hombre joven, sin embargo, no había nada que pudiera hacer para regresar el tiempo ni recuperar la fuerza perdida, él era un hombre mayor, eso era cierto, pero también era sabio, podría guiar a Sage con mejores resultados que cualquier otro alfa que tuviera su edad, por eso la diosa Hera decidió que nacieran con una separación tan grande entre Eras, para que pudiera cuidarlo.

 

Lo que no supuso fue que Hakurei no aceptaría su unión, que lo mantendría alejado de su hermano y aunque fuera por petición de su omega, estaba traicionando su confianza, a los dioses, a todo lo que fuera divino arrebatándole a su amado.

 

Itia aun podía verse como un anciano cuando se detuvo enfrente de un espejo en esas habitaciones, recordando el dolor que sintió al comprender que su omega no lo aceptaría por causa de su edad, las muchas ocasiones en que recorrió su rostro en esa imagen reflejada que se burlaba de su honor, escupiéndole su edad a la cara, su falta de belleza masculina.

 

La forma en que las mariposas se le presentaron, susurrando lo que deseaba escuchar, como la juventud le entregaría a su omega y como les creyó, fue un estúpido al dejarse engañar por Hades.

 

Pero esos dioses, aquellos tres guerreros comprendían el peso que el amor tenía en un mortal o en un dios, esa criatura de fuego le entrego una flecha con la cual podría enamorar a su omega, después de recuperar su juventud perdida.

 

El guerrero de antaño recorrió su rostro frente al espejo, de nuevo era hermoso, como lo fuera en el pasado y estaba agradecido por ello, porque esta juventud no era una ilusión como la del pasado, sino su cuerpo, este había regresado a lo que fuera en algún momento, con su cosmos y la sabiduría de un patriarca.

 

Haciendo que sonriera aun en las sombras, su armadura no era la de un espectro, sino era de color negro con algunos runas con formas de plumas recorriendo el metal que protegía su cuerpo, una armadura tosca, que nadie hubiera logrado reconocer porque hasta ese momento nadie le había visto.

 

Itia dio media vuelta para observar a la criatura en su cama, un anciano moribundo, demasiado delgado y con cabello blanco peinado en una trenza que caía en el suelo de tan largo que era.

 

— Sage.

 

Susurro llevando sus dedos a su mejilla, recorriéndola con cuidado, sonriendo al sentir el calor de su piel, aun estaba vivo y dentro de poco su muchacho regresaría a la vida.

 

— Siempre supe que no serías eternamente mi cangrejito, pero ahora, los dos seremos eternamente nuestros.

 

Sage frunció el ceño como si quisiera alejarse de su tacto logrando que apretara los dientes, respirando hondo, ese cuarto estaba demasiado oscuro y parecía que nadie se atrevería a irrumpir en el, a menos que fuera el otro Lemuriano malagradecido, el hermano mayor de su omega.

 

— ¿Así que me rechazas?

 

Le pregunto cargando el cuerpo inconsciente en sus brazos, aspirando su aroma casi apagado debido a la edad, preguntándose si su pequeño cangrejo le fue fiel, pero suponía que ese era el caso, de lo contrario algún descendiente, cualquier clase de vástago le acompañaría en su padecimiento y pensaba que ese muchacho de cabello azul, nada tenía que ver con su omega, sólo era su alumno.

 

—¿Me has sido fiel mi pequeño cangrejo?

 

Pregunto abriendo su túnica a la altura de su pecho para ver como colgaba una pequeña esfera de color blanco, una perla inmaculada como el cuerpo de su omega, quien parecía, pudo serle fiel por los últimos siglos, tal vez esperando su regreso.

 

— Siempre fuiste un buen omega y aunque insistías en que tu alfa era alguien más, yo se la verdad mi amado Sage, tu no querías entregarte a un anciano que se alimentara de tu juventud, que te hiciera sentir sucio, que no pudiera complacerte, pero...

 

Recorriendo su cabello, libero su rostro de algunos mechones rebeldes pero delicados, que caían con tanta gracia como sólo el cuerpo perfecto de su omega ideal podía poseer, que le evitaban admirar su rostro pacifico en sus brazos, imaginándoselo de unos dieciocho años o un poco menor.

 

— Pero ya no tendrás que preocuparte por eso Sage, tu alfa ha regresado y ahora ya no es un anciano, dentro de poco, tu tampoco lo serás.

 

Inmediatamente después comenzó a caminar en dirección de la ventana con su preciado Sage en sus brazos, saliendo por ella con demasiada facilidad, pensando que cuando regresaran al santuario, porque no pelearía por aquellos dioses toda su vida, reestructuraría las defensas de su hogar, sus pequeños y su omega debían estar a salvo.

 

Itia comenzó a moverse con lentitud, con sigilo, con la destreza del pasado recordando la ultima vez que le solicito a Sage que cumpliera con su deber, que se le entregara a su alfa.

 

************

 

Cuando le hizo llamar a sus habitaciones, no donde dormía, sino donde comandaba a los soldados, a los santos de Athena, él estaba sentado en su trono, no portaba su casco, porque deseaba que Sage viera la sinceridad en sus ojos, quien caminaba con lentitud, su guardia alta, esperando tal vez que lo atacara como si fuera sólo un animal.

 

— ¿Sabes porque naciste omega Sage?

 

Sage puso su rodilla en el suelo, sus ojos fijos en algún punto del mármol, estaba molesto y no podía entender la razón de aquello, ya habían pasado dos celos, el tercero estaba próximo, esperaba que en ese momento, su compañero ya no lo rechazara más.

 

— No gran patriarca, no se porque la diosa Hera ha decidido maldecirme con esta condena.

 

Itia suspiro, levantándose de su trono caminando en dirección de Sage usando su bastón, generalmente no lo necesitaba, pero en otras ocasiones, las viejas heridas de sus batallas, la humedad o el frío le hacían sentir dolor, esa herramienta le ayudaba a soportarlo.

 

— Porque la diosa Hera desea que des a luz hijos poderosos, que dos personas que de otra forma no podrían unirse lo hagan y creen guerreros que superen la fuerza de sus padres.

 

Sage no se movió, escuchando sus palabras, pero Itia sabía que no le estaba prestando atención, no quería comprender su destino, ni aceptar que él era su alfa, pero una vez que cargara un hijo de ambos en sus brazos, que pasaran algunos celos, sabría quererlo como él ya le amaba.

 

— La población esta dividida en tres partes como ya lo sabes Sage, la mayoría son betas, unos pocos son alfas y otros son omegas.

 

Itia quiso tocar a Sage, pero este retrocedió asustado, encogiéndose de pronto, creyendo que lo lastimaría, pero era su alfa, ellos jamas herían a sus compañeros, la diosa Hera hacia imposible que eso pasara.

 

— Un alfa puede fecundar a un beta femenino o un omega, un beta masculino a otro beta femenino pero no a un omega, los omegas no pueden fecundar a otro omega y mucho menos a un beta o un alfa, así como dos alfas no pueden fecundarse.

 

Itia se alejo de nuevo de su cangrejo, quien estaba a punto de levantarse, salir de aquella habitación, mirándolo como si sus palabras no fueran importantes, seguramente ya lo sabía.

 

— La diosa Hera en su sabiduría busca parejas que den los mejores resultados, hijos poderosos, seleccionando a un hermoso omega con un poderoso alfa, siempre es así, el omega es dulce, delicado y sumiso, el alfa es fuerte, astuto y dominante.

 

Itia espero porque Sage dijera cualquier mentira que cuestionara el orden de la creación, pero no se atrevió a decir nada, sin embargo, podía ver como su cuerpo iba tensándose, como ese pequeño testarudo estaba a punto de estallar, creyendo que el destino era injusto, que su don era una maldición, tal vez, que ellos, los alfas tenían la culpa de las reglas impuestas por los dioses, cuando ellos no crearon a los omegas, ellos lo único que hacían era protegerlos.

 

— Tu eres un omega con las características de uno de los tuyos, yo soy un alfa con las aptitudes de mis hermanos, lamentablemente he envejecido, pero aun así se que podre darte hijos hermosos, el fruto de ambos sera de la mejor clase, un alfa o un omega perfecto, como tu lo eres en este momento, eres hermoso, poderoso, tus ancestros fueron grandes Lemurianos, todo eso lo heredaras a nuestros hijos.

 

Los alfas eran fecundadores, los omegas creadores y sólo la unión entre estos daba como resultado un alfa o un omega, permitir que un beta tomara a un omega o dejar que un omega se comportara como un alfa, era el equivalente a permitir que ese regalo se perdiera, un crimen en contra de todo lo divino.

 

— ¡No soy una mula!

 

Pronuncio de pronto, parecía que Sage se sentía insultado por escucharle decir aquella verdad, quien se levanto de pronto, ese muchacho ya no le mostraba respeto alguno, su actitud era irreconocible.

 

— ¡Y usted no es mi alfa!

 

De nuevo aquella mentira se dijo, molestándose al escuchar esa insolencia, sin importar lo que pudiera decirle, Sage seguía siendo un omega necio, que intento salir de aquella habitación.

 

— ¡No te he dado permiso de marcharte muchacho malcriado!

 

Sage se detuvo, pero no regreso los pasos que había avanzado, mirándolo de reojo con una expresión fría, preguntándose si acaso estaba loco, si pensaba realmente que se quedaría en aquel sitio para que pudiera lastimarlo, porque suponía que con celo o sin él, Itia no dejaría de tocarle de permitir que le pusiera una de sus manos encima.

 

— Pensé que me hablaba para algo de importancia su santidad, pero veo que no es así, por lo cual me retiro.

 

Itia se movió de pronto, sosteniendo al mocoso impertinente del brazo para llamar su atención, quien le miraba asustado, sus ojos fijos en los suyos.

 

— Yo no quiero que sea como esto Sage, tu sabes que realmente te aprecio y que solo quiero lo mejor para ti.

 

Sage se soltó, retrocediendo varios pasos, negando aquello con un movimiento de la cabeza, ese hombre sólo deseaba saciar su lujuria, eso era todo.

 

— Lo que usted quiere es violarme durante mi celo para que pueda decirse mi alfa, pero los dos sabemos que no lo es, yo no lo reconozco.

 

************

 

Pero el era su alfa, se dijo con una sonrisa llevando su preciado peso entre sus brazos, pensando como nunca antes que la belleza de Sage había sido deslumbrante y una vez que le regresara su juventud, tendrían los herederos que había soñado.

 

***29***

 

Manigoldo se negó a marcharse a pesar de las órdenes recibidas por Hakurei, no lo dejaría solo en ese horrible templo rodeado por las rosas venenosas, ignorando las advertencias de Shion, el que sabía muy pronto lograría separar al cangrejo de su hermosa rosa de pétalos celestes, sí quería desobedecer a su maestro que lo hiciera, tarde o temprano Aspros regresaría al santuario y con él traería el collar de su omega como el dios menor del sueño se los prometió.

 

***

 

Hola, espero que este capitulo les haya gustado y hasta el momento las parejas originales van ganando, con dos excepciones, Oneiros y Aspros, aunque Minos tiene varios votos a su favor, junto a Regulus.

 

Les tengo las mismas preguntas de antes, las que estoy tomando en cuenta para los sucesos que vienen, pero debo decirles que por el momento, todos tienen las mismas posibilidades de vencer.

 

Así que...

 

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

¿Cuantos de ustedes desearían que hubiera dos capítulos por semana en vez de uno?

 

E intentare actualizar dos veces por semana, una el lunes, otra el jueves, dependiendo de la recepción que siga teniendo la historia.

 

Como saben, sus comentarios me animan a seguir escribiendo.

 

Muchas gracias, nos vemos el próximo capitulo.


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