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Paraiso Robado. por Seiken

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Disclaimer: Estos personajes no me pertenecen y por lo tanto no gano dinero haciendo esto, solo la satisfacción de recibir sus comentarios, quejas o sugerencias…

 

Avisos:

 

 

Esta historia como todo lo que escribo es del genero yaoi, Slash u homoeróticas, pero si estas en esta página estoy segura que ya lo sabías de antemano, en este universo un tanto dispar al de la serie del Lienzo Perdido de Saint Seiya existen algunos personajes que serán alfas, otros omegas, otros betas, pero se les llamara Hijos de Zeus e Hijos de Hera, pero las partes importantes de la serie estarán intactas en su mayoría, sólo que esta historia se sitúa cuando Sasha aun es una pequeña, por lo que los personajes son un poco menores y todos siguen vivos.

 

 

Hace casi un año estuve investigando sobre el universo Alfa/Omega y me gusto lo que vi por lo que ahora quiero hacer mi propia versión de esto, por lo cual contiene mpreg, pero no se basa exclusivamente en eso sino en la desigualdad del genero de cada personaje,  por lo que si no te gusta el mpreg, puedes leerlo con confianza.

 

 

También quisiera decirles que es un mundo ciertamente oscuro en donde los papeles están definidos desde el nacimiento y es aquí en donde nuestros protagonistas tratan de escapar de su destino al mismo tiempo que cumplen con sus deberes en el santuario o el inframundo y respecto a las parejas tendremos Albafica/Manigoldo, Aspros/Manigoldo, Degel/Kardia, Valentine/Radamanthys, Minos/Radamanthys, Regulus/Cid, Sisyphus/Cid, Oneiros/Cid, Shion/Albafica entre otras.

 

 

Sin más les dejo con la historia, espero que les guste y mil gracias de antemano.

 

 

Paraíso Robado.

 

 

Resumen:

 

 

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

 

***35***

 

Llevaban poco tiempo de viaje pero iban avanzando con demasiada rapidez, justo como se esperaría de un santo dorado, el guerrero pelirrojo los seguía muy cerca pero manteniendo su distancia.

 

Tratando de aprender cada uno de sus movimientos, las sutiles diferencias entre él y Degel, así como entre Kardia y su traicionero amante, deteniéndose cuando ellos lo hacían, avanzando a su paso, siempre oculto en las sombras.

 

Kardia repentinamente al escuchar de nuevo un extraño sonido, como una barita se rompía en alguna parte de aquel paisaje escarpado se detuvo, esta vez fue Degel quien ataco usando su ejecución de aurora, disparándole a donde creía estaba el espía.

 

El guerrero pelirrojo esquivo el golpe de su homologo, pero no así el de Kardia, quien corto su hombro con su uña afilada como una advertencia, relamiéndose los labios al ver que sangraba de la herida.

 

Degel reconoció al guerrero inmediatamente, era el mismo que los había interceptado, lo que significaba que les estaba siguiendo, Kardia también lo reconoció, su cabello rojo y sus afiladas uñas del mismo color, ojos carmesís, carentes de vida o sentimientos.

 

— No eres muy bueno en el sigilo.

 

Pronuncio el alfa, mientras que el omega relamiéndose los labios asintió, caminando un solo paso para atacarlo de nuevo con su uña luminosa, encajándola en su hombro esperando escuchar un grito de dolor.

 

— No me estaba escondiendo.

 

Sin embargo, el intruso no hizo nada, simplemente llevo su mano a su hombro manteniendo la calma, como si no tuviera miedo ni preocupación alguna, logrando que Kardia retrocediera sorprendido.

 

— ¿No sientes dolor?

 

El intruso no respondió en un principio admirando la sangre de su mano para después limpiarla en su pantalón, le dolía era cierto, pero no sentía miedo por un omega, ningún alfa que se respetara a si mismo lo hacía, en cambio, era muy difícil para el controlar el deseo que iba manifestándose poco a poco en su psique al tener al escorpión tan cerca de su cuerpo.

 

— El dolor es solo una señal de tu cuerpo que demuestra que aun estás vivo.

 

Respondió, logrando que Kardia retrocediera otro paso más, esta vez observándolo con desagrado, Degel se interpuso entre ambos, colocando una mano en el hombro de su omega, observándolo fijamente como si se preguntara que debían hacer con él.

 

Pero eran Santos de Athena, su honor les impedía lastimarlo de gravedad o matarlo sin un motivo y hasta el momento no había dado ningún, solo un omega salvaje como Kardia podía moverse como lo hizo, dañándolo sin preguntarse la razón de eso.

 

— ¿Por qué nos sigues?

 

Degel estaba molesto, Kardia podía notarlo por su forma de hablar, él también lo estaba pero porque no pudo asustar a ese intruso de cabello rojo, al que consideraba una mala copia de su alfa, tal vez eran familiares lejanos o parientes de alguna clase.

 

Al ser huérfanos era imposible saberlo con seguridad, lo que sabía era que no le gustaba su expresión, no era que se creyera mejor a ellos o les odiara, no estaba enojado, ni molesto, ni siquiera aparentaba dolor o miedo cuando lo ataco, era como si no sintiera nada.

 

— Yo no los estoy siguiendo, sucede que tenemos la misma misión, encontrar el santuario de la diosa Hera.

 

Kardia bufo al escucharlo, quería matarlo pero no podía porque había jurado nunca lastimar a nadie sin un buen motivo y que se pareciera a su alfa suponía no contaría como uno.

 

Degel deseaba apartar a ese alfa de su omega, no le gustaba como le vio por unos momentos, en el único instante en que mostró emociones, unas tan crudas que casi lo golpearon con ellas, pero solo eran deseo, lujuria y odio, todas esas emociones enfocadas en contra de los dos.

 

Sabía que el deseo y la lujuria estaban enfocadas hacia Kardia, así que el odio estaba dirigido en contra suya, por tener la dicha de un compañero, un omega, ese hombre carecía de una pareja, de eso estaba seguro.

 

— ¿Crees que vamos a tragarnos esas patrañas?

 

Pregunto Kardia recuperándose de la desagradable impresión que le generaba ese hombre de cabello rojo, relamiéndose los labios, estaba nervioso como para tratar de sonreír, pero aun así lo hizo llevando su uña a la yugular del intruso, como si se tratase de una navaja.

 

Moviéndose con rapidez, esquivando a Degel y sorprendiendo al extraño, que no se apartó, ni siquiera le miraba como si no se atreviera a hacerlo, Kardia quiso pensar que por causa del miedo que sentía, su alfa supuso que no le observaba porque de hacerlo, su omega comprendería exactamente cuáles eran sus intenciones.

 

El deseo en sus ojos de fuego que le hacían pensar en la forma de separarlo de su camino, alejarlo de su escorpión y desaparecerlo, pensamientos desordenados que pensó eran los que cualquier alfa sentía por su compañero.

 

Tal vez de esa forma se sentía Albafica cuando Aspros acosaba a su compañero, pero del mismo modo no podía actuar con forme a lo que sentía por el intruso, su deber como un santo de Athena se lo impedía, su honor y el orgullo de Kardia.

 

Quien ya temía lo trataba como un objeto, sí le ordenaba que se alejara de cualquier alfa que mostrara interés en su hermoso escorpión, seguramente sus miedos se verían confirmados.

 

— No son mentiras.

 

Respondió con su mirada fija en su rival, si se atrevía a mirar al hermoso omega no podría controlarse, tal vez actuaria conforme a su odio o su deseo, ya que nunca había sentido algo con tanta fuerza como en aquel momento.

 

— ¿Cuál es tu nombre y a que dios sirves?

 

El guerrero pelirrojo guardo silencio por algunos instantes para después posar su mirada en Kardia, su rostro seguía carente de emociones, por lo cual el escorpión de pronto lo sujeto del cabello, jalándolo con fuerza para que le mostrara el cuello, en donde coloco la punta de su aguja.

 

— Sera mejor que respondas con la verdad, no te conviene darme un motivo para que sonrías por otra boca.

 

Kardia susurro en su oído, recibiendo un temblor que no era por miedo sino por deseo, pero controlo sus instintos alfas para mantenerse quieto sin tocar al escorpión, posando sus ojos esta vez en Degel, quien los entrecerró con cierta molestia.

 

— Mi nombre es Luciano y no le sirvo a ningún dios en particular, porque mi diosa está muerta, pero si escuchara la voz de alguien sería al Amor.

 

Kardia bufo molesto, no creía que ese fuera su nombre, era una coincidencia demasiado extraña que tuviera el mismo que tuvo en el pasado, cuando era un omega condenado a morir joven en la cama de un feo alfa viejo y gordo, sin que su vida mereciera la pena de contarse.

 

Una de las razones por las cuales huyo, teniendo la suerte de ser encontrado por Krest, quien salvo su vida, además de presentarlo con su compañero, quien se acomodo sus lentes pensando en las palabras que pronunciaba el intruso.

 

Luciano decía buscar el templo de la diosa Hera, pero no tenía un omega por lo cual no podría entrar, le servía a la diosa del amor, pero su nombre era Afrodita o Venus, no Amor y ella había desaparecido demasiado siglos atrás.

 

Era imposible que fuera uno de los ángeles de aquella diosa, ya fuera que hubieran logrado esconderse o no, sin contar que seguía admirando a Kardia, de tal forma que de momento deseaba que su compañero se apartara de su lado.

 

Estaba inseguro de cuáles eran sus verdaderas intenciones, pero su escorpión aun seguía tocándolo, ignorando lo que un simple roce de sus manos podía provocarle a un alfa sin compañero, al menos uno que tuviera su psique quebrada.

 

— No te creo, ese no puede ser tu nombre, además… para qué diablos quiere la diosa de la lujuria encontrar el templo de la diosa Hera, eso es absurdo.

 

Luciano sosteniendo entonces la muñeca de Kardia aplicando su cosmos para entumecerla se alejo de su arma, apenas los pasos necesarios para estar seguro, su armadura era extraña, había cambiado con su nuevo poder, uno robado de los dioses, con ayuda del tiempo, los sueños y la furiosa lujuria.

 

— Los ángeles de Afrodita fuimos diezmados por los espectros de Hades muchas guerras atrás, en sus filas únicamente existían dos alfas, uno era yo, el otro un traidor que ahora sirve en el inframundo como un perro rabioso detrás de las migajas de su amo, los demás eran omegas, pero ellos están desapareciendo por lo cual, nuestra diosa ha perdido a su ejército.

 

El sabio guerrero que se compadeció de su dolor le había contado esa historia, uno de sus muchos recuerdos, los que guardaba sigiloso, seguro que serían destruidos o él acusado de herejía por saberlos, aun aquel que se decía su amigo le miraba con recelo, inseguro de su valor o su cordura.

 

— Solo una pareja de alfa y omega pueden ingresar en el templo de la diosa Hera, tú no tienes a nadie, así que no podrás llegar a él.

 

Kardia era inteligente, pero demasiado ingenuo, había varias formas de ingresar en ese templo, las llaves después de todo eran los collares que les regalaba a sus hijos, uno de ellos colgaba de una cabeza que no le molestaría cortar.

 

— Hay una pareja entre nuestras filas, pero no es poderosa y el omega aun no sabe que su alfa le ha buscado por mucho tiempo, casi por diferentes Eras, sólo para poder sentirse vivo.

 

Degel abrió los ojos por unos instantes mostrando su sorpresa, sujetando a Kardia del brazo para colocarlo a sus espaldas, suponiendo y con razón que hablaba de su omega, aquel que había buscado en tantos compañeros, en dos Eras diferentes, para encontrarlo en los brazos de un santo demasiado joven para saber qué hacer con un omega como el que deseaba.

 

La prueba estaba en que Kardia era un omega salvaje, pero no importaba, él trataría de domesticarlo y sabía que lo lograría, sólo debía alejar a ese santo de cristal, que seguramente aun no lograba perfeccionar su aire congelado.

 

— Mantente a mis espaldas Kardia, por favor.

 

Kardia gruño al escuchar esa orden, Luciano sonrió recordando lo que había leído, a ese escorpión en particular le molestaba recibir órdenes y si estaba en lo correcto, en ese momento aun dudaba de la importancia que tenía para su alfa, si era su igual o sólo su omega.

 

— ¿Qué diablos te pasa?

 

Pregunto el omega, dándole la oportunidad a Luciano de acercarse sólo un poco, cruzando sus brazos delante de su pecho, fingiendo sorpresa cuando él no permitiría que su omega estuviera cerca de cualquier alfa, la única ocasión que hizo eso, su traicionero amante, lo cambio por un sucio embustero.

 

— Parece que eres un alfa posesivo, la verdad no te culpo, yo no dejaría que mi omega anduviera libre, es demasiado hermoso para que no se sientan tentados por su belleza.

 

Kardia hizo lo que supuso, aparto a Degel, pero no lo ataco, sólo le observaba fijamente, como si se preguntara de qué agujero del inframundo había escapado y como podría matarlo, con una furiosa mueca que opacaba sus facciones.

 

— Tú no me agradas y no vendrás con nosotros.

 

Quiso ordenarle, pero no podía evitarlo como tampoco podían atacarlo sin una buena razón para eso.

 

— No veo como puedan evitarlo, Kardia.

 

***36***

 

Valentine regreso a la habitación que compartía con su señor, a esa hora, con la tercera campanada retumbando en el inframundo su amado debía estar esperándole en su lecho, ese era apenas el segundo día de su celo y nunca salían de sus habitaciones, entregándose a sus placeres.

 

Lo que le había dicho Violate no era nuevo, él comprendía mucho mejor que su señor la clase de hombre del que se trataba Minos, lo mucho que deseaba lastimarlo, romperlo hasta convertirlo en una sombra del poderoso guerrero que fue alguna vez.

 

Eso no podía permitirlo, el simple hecho de que fuera domado por cualquier alfa enloquecido por la lujuria lograba que su sangre se incendiara, que su furia despertara con el ardor de su pasión por su señor.

 

La criatura más hermosa que jamás había visto, noble, inteligente, fiero, poderoso, una representación de la belleza masculina, la clase de omega que solamente nacía una vez cada mil años y con ayuda de los dioses lo eligió a el por sobre los demás para ser su compañero, su alfa, su dueño.

 

Aun recordaba el glorioso día en el que pudo capturarlo al dejarse derrotar.

 

***********

 

 Valentine se detuvo observando como Radamanthys iba retrocediendo con cada nuevo golpe, al principio sus gruñidos eran excitantes, después, sus jadeos eran música para sus oídos pero al final, sus gemidos, cuando recibía un nuevo golpe le hicieron detener su combate, notando como las mejillas de aquella belleza de ojos amarillos se pintaban de rojo.

 

— ¿Acaso te gusta el dolor?

 

Pregunto sin más, el cosmos de aquel omega como lo supuso ya casi no existía y el templo de la diosa del amor tampoco, solamente quedaba la estatua con el cinturón dorado, la que les observaba con sus ojos muertos, ajena a la destrucción realizada por su combate.

 

— No… no es así…

 

Valentine arqueo una ceja recorriendo la mejilla de Radamanthys con una de sus garras, dejando una marca rojiza en su piel, recibiendo como respuesta un estremecimiento, la vergüenza en el rostro de su enemigo, el espectro de Hades, un omega que estaba en las primeras etapas de su celo.

 

— Pobre criatura… acaso no saben tu secreto y por eso no se atreven a acercarse a ti… o tu fiereza los mantiene alejados, temerosos de tu poder.

 

Le había prometido que no trataría de domesticarlo y eso era verdad, sin embargo, lo que trataría de realizar era socorrer a esta pobre alma en desgracia, padeciendo un celo doloroso, seguro que se trataba de una maldición.

 

Tal vez en su caso lo era, una criatura tan magnífica seguramente asustaba a cualquier alfa, haciéndolo retroceder por el miedo que sentían al verlo furioso, como la criatura de la que había tomado forma su surplice.

 

Valentine relamiéndose los labios beso a Radamanthys, quien gimió al sentir los labios del hermoso alfa sobre los suyos, aquella criatura insignificante pero que le atraía como la miel a una abeja o la sangre a un tiburón.

 

El ángel de afrodita al escuchar el placer de sus labios, llevo una de sus manos a su cuello apretando con un poco de fuerza, encajando las garras de su armadura en su piel pálida, recibiendo otro sonoro gemido, apretando un poco más, ahorcándolo por momentos.

 

— ¿Cuántos celos has pasado sin ser atendido?

 

Pregunto de pronto, observando como Radamanthys caía de rodillas al suelo, apretando la tierra con sus manos, turbado a causa del deseo, peleando con su deber que le decía destruirlo, sintiendo como su celo empeoraba con su cercanía, sonrojado, jadeando sin poder controlarse, al mismo tiempo que gruesas gotas de sudor resbalaban sobre su frente, ingresando en su armadura.

 

— ¡Eso no es de tu incumbencia!

 

Radamanthys hizo aplomo de su fuerza, del poco control que tenía para levantarse con lentitud, sus ojos amarillos fijos en los suyos, esperando otro movimiento de su enemigo, quien relamiéndose los labios de pronto cayó de rodillas, como si se estuviera rindiendo.

 

— ¡Déjame atenderte!

 

El espectro retrocedió al verlo de rodillas, la fiebre del celo que nublaba sus sentidos aumentando con cada instante a su lado, con verlo postrado a sus pies, escuchando su voz, pero también recordando lo que había hecho, sus caricias, sus garras apretando su cuello, cortándole la respiración.

 

— ¡Dame el placer de tu cuerpo y yo seré tu esclavo!

 

Radamanthys trago saliva pero se alejo de las manos de Valentine que trataron de posarse en sus caderas, como si quisiera sostenerse de ellas para poder levantarse o para poder brindarle placer con su boca.

 

— ¿Traicionaras a tu diosa solo por un omega?

 

Valentine no respondió al principio, escuchando los pasos de Radamanthys, como trataba de alejarse de su cuerpo hasta que choco en contra de una superficie fría, la misma estatua de mármol que les observaba sin decir nada, los ojos amarillos del espectro fijos en los suyos, sus mejillas pintadas de rojo, su cabello pegándose a su piel, aquel celo debía ser especialmente doloroso.

 

— ¿Solo por deseo? 

 

Necesitaba de una cura, él podría dársela, pero al mismo tiempo sabía que su lealtad no sería quebrada por algo tan simple como el placer, en cambio la suya no era tan firme, estaba cansado de servirle a la diosa del amor, observar a sus creyentes disfrutar de ese regalo y él padecer a causa de su soledad.

 

— No deseo, por ti…

 

Creía que este espectro se sentía igual, solo, insatisfecho, deseoso de recibir el placer que tanto buscaba pero no se permitía tener, porque ningún sucio alfa se atrevía a soñar con dominar a semejante criatura.

 

— Por tenerte al menos un instante para mí.

 

Tener a ese espectro que no era en nada parecido a los omegas comunes, pero si, a los que eran de una élite muy especial, aquellos poderosos que en ciertas ocasiones eran demasiado raros, fuertes, hermosos, invencibles, aquellos que padecían celos dolorosos, los que estaban ligados con la fuerza de su cosmos.

 

— Por servirte.

 

Pronuncio en un susurro mezcla de lujuria y sumisión, sus ojos rosas fijos en el espectro, quien jadeo al escuchar su voz, el deseo que irradiaba, sin poder moverse, atrapado contra la misma estatua de la diosa del amor.

 

— ¡Pelear para ti!

 

Radamanthys se quito el casco, viendo como el se movía aun de rodillas, acercándose poco a poco, con una súplica en sus labios pero al mismo tiempo, sus ojos eran los de un ave de presa, manteniéndolo quieto a los pies de la diosa de la lujuria, recargado contra sus faldas de mármol.

 

— ¡Pertenecerte!

 

El espectro jadeo sintiendo un estremecimiento apoderarse de su cuerpo cuando por fin pudo atraparlo en su templo, sosteniéndolo por las caderas, su rostro demasiado cercano a sus rodillas, casi como si le estuviera suplicando piedad, al mismo tiempo que su omega le observaba fijamente, sus ojos perdidos casi, sus labios entreabiertos, temblando a causa del deseo, haciendo muy difícil para cualquiera saber quién era la presa y quien el cazador.

 

— Y a cambio…

 

Valentine le prometía placeres ocultos, su voz era delicada, como si no quisiera hacerlo correr, pero al mismo tiempo sus manos eran firmes, el deseo que emanaba su aura era abrumador, como ninguno que hubiera sentido antes, casi como si se tratase de su cosmos, tan fuerte que Radamanthys no supo cómo responder, ni se alejo cuando se puso de pie, apretando su cuerpo contra la estatua de la diosa afrodita con el suyo un poco más pequeño.

 

— A cambio, yo seré tu amo.

 

Le dijo besando sus labios con hambre, aferrándose a su cabello rubio, enredando sus dedos en las hebras húmedas del color del oro del cinturón de la diosa del amor, saboreando el éxtasis prohibido del aroma de aquel omega, que gimió su placer al sentir sus labios, estremeciéndose en el instante que sintió su piel contra la suya.

 

— Yo te daré lo que necesitas, yo cuidare de ti mi amado señor, de tus necesidades.

 

Radamanthys cerró los ojos tratando de pensar con claridad pero una nube de oscuro deseo ato su lengua, borrando sus inhibiciones al mismo tiempo que volvía sus piernas de gelatina, haciendo que perdiera el equilibrio.

 

— De tu placer…

 

Apenas podía sostenerse, pero el pequeño alfa lo sostuvo con facilidad, llevándolo al altar del templo de la diosa del amor, quien seguía siendo un mudo espectador en su propio templo, sin poder hacer nada cuando Radamanthys tomo un asiento en el borde del hasta entonces blanco e  inmaculado altar, sintiendo los besos delicados del alfa de menor tamaño sobre su cuello, sus manos enredándose en su cabello, sus ojos fijos en los suyos.

 

— Dime que necesitas y te lo daré, mi señor, sólo déjeme saber cómo debo complacerlo…

 

Radamanthys en ese momento hizo lo imposible, lo impensable, quitándose su armadura, quedándose únicamente con la ropa negra que vestían todos los espectros, aquella que parecía demasiado ajustada, casi como si estuviera pintada en su cuerpo torneado, excesivamente voluptuoso para ser un hombre de su tamaño.

 

— Lastímame…

 

Apenas se atrevió a susurrar, avergonzado de su secreto, él, uno de los espectros de su dios Hades, uno de sus jueces, un hombre con su poder ansiaba sentir dolor, quería que lo lastimaran, que lo humillaran y domaran, pero al mismo tiempo temía el día que perdiera  su voluntad en las manos de otro, aunque era gracioso porque toda su vida había buscado por un amo.

 

— Quiero que me duela…

 

Valentine supuso desde hacía unos momentos que este omega era afecto al sufrimiento, ni siquiera tuvo que tocarlo para ello, porque cualquiera que se sometiera al dios del inframundo debía codiciar el dolor de cierta forma, pero esta hermosa criatura le suplicaba que lo lastimara, a él, un ángel de afrodita, uno de sus enemigos, quien ya había sido derrotado.

 

— Dijiste que serias mi amo…

 

Susurro apenas controlando su excitación cuando Valentine le quito su camisa con cuidado, sin romperla, lanzándola poco después a uno de los rincones de su templo, el de la diosa afrodita, en donde esperaban encontrar a uno de sus múltiples hijos, pero este había escapado y en cambio, Radamanthys pensaba que por fin había encontrado un alfa que no le temiera, al alfa que le habían prometido.

 

— ¿Acaso no cumples tus promesas?

 

Pregunto aferrándose a la superficie de mármol cuando Valentine comenzó a marcar sus garras en su piel, cortándolo con ellas, relamiéndose los labios cuando aun no había escuchado la respuesta del espectro, preguntándose si lo dejaría seguirlo al inframundo, pelear para él, a cambio lo complacería de la forma en que lo necesitaba.

 

— Aun no me ha dicho si me dejara servir bajo su mando, si me permitirá tenerlo más de una vez.

 

Radamanthys abrió los ojos, estos estaban casi nublados, su excitación era visible para Valentine, quien le rodeo con sus manos portando la armadura, estremeciendo al poderoso omega que desvió la mirada, posándola en los ojos muertos de la diosa del amor y la lujuria.

 

— Te prometo que servirás bajo mi mando, que tu armadura será tan negra como la mía y que cada vida…

 

Valentine sonrió, recostando a su omega en su cama de mármol escuchando ese delicioso gemido que interrumpió su discurso, presentándolo casi como si se tratase de un sacrificio para un dios antiguo, subiéndose arriba de su cuerpo, separando sus piernas con sus rodillas.

 

— Porque nuestro dios Hades nos concede la inmortalidad, estaremos juntos… sólo si cumples tu promesa…

 

Aquellas eran sin duda las palabras más dulces que jamás había escuchado pensó Valentine, cortando la piel del torso de su omega, pellizcando con fuerza uno de sus pezones, lamiendo el otro para después morderlo, escuchando como Radamanthys gemía bajo el azote de sus manos.

 

— Lo haré mi señor, si usted cumple la suya, nunca me separare de su lado…

 

Susurro jalando sus pantalones para que estuvieran a la altura de sus rodillas, deslizándolos por sus largas piernas para desnudarlo ante sus ojos, como si se tratase de un banquete, una ofrenda para un dios, no para afrodita sino uno mucho más voraz, insultando a la diosa del amor al transgredir la pureza de su templo, al mismo tiempo que él se apoderaba de la de este espectro, cortando su piel, mordiéndolo, moviéndose con fuerza, casi marcando su cuerpo con el suyo.

 

Haciéndolo gemir y gritar, derrotándolo sin necesidad de enfrentársele realmente o tal vez fue él quien fue derrotado, pero de ser así, eso paso apenas poso sus ojos en los de esta criatura, el primer instante en que lo vio ya le pertenecía.

 

**********

 

— ¿Mi señor Radamanthys?

 

Pregunto esperando encontrarlo en sus habitaciones, a esa hora del día o de la noche, en el inframundo sólo había oscuridad, su amado señor siempre dormía en su cama o durante sus celos, le esperaba para que pudiera aliviar su dolor, brindándole uno diferente.

 

— ¿Mi amado señor?

 

Uno que no le gustaba administrar del todo, pero así se aseguraba que no sufriera ningún daño verdadero, como el que sabía Minos le provocaría, si permitía que esa inmunda bestia lo tocara.

 

No obstante, al ver que su amado no se encontraba en sus habitaciones supuso lo peor, tal vez lo habían atacado en medio de su celo, por alejarse de su amor tan solo unos minutos, por pensar que Minos querría destruirlo antes de arrebatarle a su señor.

 

— No tema, mi señor Radamanthys, Valentine lo protege…

 

***37***

 

Oneiros al ver que Cid había perdido la consciencia se acerco apenas unos centímetros a su espada para poder admirarle, era hermoso, cabello negro, piel blanca, un rostro de rasgos delicados, nadie podría comparársele jamás.

 

***

 

Hola, perdón por la tardanza, pero les juro que esta historia no sera abandonada pero el trabajo no me ha dejado actualizar, en fin, espero que este capitulo les haya gustado y hasta el momento las parejas originales van ganando, con dos excepciones, Oneiros y Aspros, aunque Minos tiene varios votos a su favor, junto a Regulus.

 

Les tengo las mismas preguntas de antes, las que estoy tomando en cuenta para los sucesos que vienen, pero debo decirles que por el momento, todos tienen las mismas posibilidades de vencer.

 

Así que...

 

¿Hasta el momento que pareja es su favorita?

 

¿Cuántos quieren que Aspros, Oneiros, Minos o Shion tengan un poco de paraíso?

 

¿Cuantos prefieren a Degel, Albafica, Sisyphus o Valentine?

 

¿Cuantos de ustedes desearían que hubiera dos capítulos por semana en vez de uno?

 

E intentare actualizar dos veces por semana, una el lunes, otra el jueves, dependiendo de la recepción que siga teniendo la historia.

 

Lamentablemente el trabajo no me dejo actualizar el lunes ni este jueves, pero aquí les dejo el capitulo de la semana, sobre el capitulo especial, gano aspros, eso no quiere decir que este decidido quien sera el compañero de Manigoldo por lo que resta de la historia, ya que Albafica tiene muchos mas votos que aspros en ese aspecto, ahora, sobre los capítulos especiales, haré dos de ellos, uno de Aspros/Manigoldo y otro de Sisyphus/Cid.

 

El capitulo 35 sera el que tenga uno de los dos capítulos especiales y el 36 el siguiente, ahora, cual quieren leer primero. La votación termina hasta que publique el capitulo 34.

 

Perdón por la espera.

 

Como saben, sus comentarios me animan a seguir escribiendo.

 

Muchas gracias, nos vemos el próximo capitulo.


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