Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***55***

Algunos meses antes Sisyphus había solicitado a Sage una misión que lo alejara del santuario, necesitaba calmar su corazón y controlar sus sentimientos, su deseo creciente por su amigo, su compañero de armas Cid, quien siempre estaba a su lado, sonriéndole, entrenando, aun bebiendo.

Pocas eran las ocasiones en las cuales se mantenía en compañía de sus más antiguos amigos, dos de ellos eran omegas, uno tenía un compañero en Degel, el otro perseguía a la rosa y rechazaba el amor de Aspros.

A quien había visto desesperar por su amor durante tanto tiempo que ya no sabía que decirle para que le olvidara, ni él ni Hasgard, quienes tenían que apoyarlo, como sabían el santo de géminis lo haría con ellos.

Eran alfas, los tres, por lo cual siempre estaban juntos, como los dos omegas y Cid, quien suponía se trataba de otro de los hijos de la diosa Hera, pero nunca había presenciado uno de sus celos.

Eso era lo mejor, porque de hacerlo seguramente su amor por él, por su compañero de armas le haría abandonar sus deberes y su diosa lo necesitaba, pero cuando terminaran las guerras, si es que sobrevivía, o cuando su diosa presentara su cosmos, trataría de perseguir una relación con él sin importarle si era un omega, un alfa o un beta.

Esa noche regresaría al santuario y con él su penar, su deseo por estar al lado de Cid, el que cada día era más fuerte, el que le hacía sentir celos de su propio sobrino, quien con forme se acercaba a la madurez trataba de seducir al que pensaba era su compañero.

Dándole regalos, gentiles pruebas de su afecto, las que Cid rechazaba por el bien de su cordura, pero aun así, temía que pronto le solicitaría que dejara de hacerlo, por el bien de su amistad o cualquier clase de hermandad que tuvieran.

Sisyphus estaba sentado en la barra de una taberna, pero ya casi estaba amaneciendo por lo cual necesitaba ir a descansar unas horas antes de regresar al santuario, por lo cual subió, acostándose sobre las cobijas de su cama con la ropa puesta, cerrando los ojos casi en ese instante.

Durmiendo plácidamente minutos después, escuchando el cantar de los grillos, el ulular de las lechuzas y los búhos, pero un sonido extraño lo alerto, ese era el grito de un águila, un animal que no volaba en la oscuridad de la noche, el que hizo que se despertara inmediatamente.

Jadeando cuando vio un piso de mármol parecido al del santuario de Athena, haciendo que se preguntara que estaba haciendo en ese sitio, caminando unos cuantos pasos, para ver con sus propios ojos que no era el santuario de su diosa, sino un sitio como el que nunca antes había presenciado.

Cientos de templos colosales, jardines y fuentes eran lo que cubrían la tierra hasta donde podía ver, suponía que así debieron ser los jardines colgantes, las maravillas del pasado que ya no existían más que en libros de historia.

Pero aquello no era lo que llamo su atención, sino que en las plazoletas, en los patios, había cientos de soldados, hombres y mujeres practicando con varios otros, los que eran observados por criaturas extrañas, tal vez alucinaciones, algunos parecían ser semidioses o lo suponía, porque eran idénticos a lo que describían en los libros de su mitología.

Sisyphus no supo si eso era un sueño, pero comenzó a avanzar siguiendo el único camino disponible, como si los demás no pudiera verlos o ese sueño fueran recuerdos, algo que le había pasado a alguien más, los que simplemente transitaba como un mero actor de aquellos sucesos.

El arquero pudo ver que su ropa era la misma de la antigüedad, su armadura era dorada, la misma del pasado, la que resplandecía mucho más que en el presente, como si estuviera bañada de un poder mucho mayor que el de su diosa de la sabiduría.

De pronto se detuvo en lo que parecía ser una forja e ingreso con un paso lento, buscando algo, eso era dos gigantes, uno de ellos era casi un anciano si esa palabra podía describirlo, porque su cuerpo era tan fuerte como el de un toro, pocas eran las arrugas de su piel, exceptuando en su rostro, el cual seguía siendo masculino.

Cabello blanco se perdía con una barba del mismo color, pero no porque hubiera perdido su tonalidad, sino porque era de este color desde un principio, sus ojos eran casi blancos, con el resplandor de un relámpago iluminándolos.

Su ropa era sencilla, una túnica con bordados plateados, sus brazos estaban detrás de su espalda, sus ojos fijos en el otro gigante, un hombre rubio con rasgos fuertes, musculoso y distante, ojos amarillos, que cojeaba al andar, al mismo tiempo que casi la mitad de su cuerpo estaba cubierto por cientos de cortes que lo desfiguraban.

Vestía las ropas de un herrero, un mandil de piel, muñequeras, así como una toga sencilla con algunas cuantas manchas de tizne percudiendo su superficie.

Sisyphus de pronto se detuvo a lado del gigante de cabello blanco, al que no reconoció en un principio, el que le miro de pronto con una gran sonrisa, una expresión siniestra que le daba un mal presentimiento.

— Hijo mio, al fin te dignas a presentarte ante tu padre.

El arquero no respondió al ver que el dios herrero del Olimpo dejaba caer agua antinatural en lo que estuviera forjando, de la cual broto demasiado vapor que nublo su vista por momentos.

— Pero, ya que estas aquí, espero que no me decepciones.

El herrero del Olimpo tomo la espada por su mango inspeccionándola por algunos momentos, para después dársela a Zeus sin decir una sola palabra, retirándose poco después, cojeando, para seguir trabajando en su forja, creando sus maravillosas obras maestras, entre las cuales estaba un dragón.

— Espero que te guste, un regalo de un padre, para uno de sus hijos.

Sisyphus la recibió con gusto, encontrando hermosa aquella creación de los dioses, blandiéndola varias veces como si supiera como usarla, tal vez en aquella vida si lo hacía, supuso, guardando su regalo en su cinto.

— Duerme esta noche con ella, durante la mañana, tendrás una grata sorpresa.

No sabía a qué se refería con aquellas palabras, pero así lo hizo por algunos momentos, porque no pudo despegar sus ojos de su forma, esa arma era sin duda magnifica, le recordaba a su amigo, su peligrosa belleza, tan fría como el acero, tan hermosa como esa espada.

— Que más grata sorpresa que tú, aunque no eres lo que le pedí a mi padre, solo eres un arma después de todo.

Sisyphus volvió a tomar la espada para observarla a la luz de la luna, su filo era perfecto, la belleza del metal, su frialdad, era sin duda una obra de arte hecha por Hefesto, pero no respiraba, no era cálida y no le haría compañía por el resto de su vida, en la difícil tarea de proteger a la diosa de la sabiduría de cualquier clase de daño.

Un deber que realizaría con gusto, siempre y cuando su única petición pudiera cumplirse, aquella era tener a un ser que le acompañara hasta el fin de los días, hasta que las guerras terminaran, con el resurgimiento de Zeus.

Sisyphus acomodo su espada en la cama, envuelta en los lienzos en los cuales Hefesto se la dio a su padre y se dispuso a dormir, un extraño sueño dentro de otro sueño, que terminaría con él, sólo, en un sucio motel para regresar a su espléndida casa de sagitario, en donde solo le esperaba la inmensa soledad de su existencia.

No culpaba a su diosa por nada, pero a veces deseaba tener una menor responsabilidad o un compañero que pudiera brindarle su calor, un extraño sueño que jamás podría cumplirse.

Pero su despertar no fue como el que supuso, en vez de ver ese sucio cuarto o su espada a su lado, lo que encontró fue un hermoso joven de cabello negro recostado a su lado en donde debería estar su regalo, el cual estaba cubierto por unos lienzos de tela, los mismos que protegían a la espada, los que apenas cubrían un hermoso cuerpo que de otra forma estaría desnudo.

Sisyphus reconoció aquel rostro inmediatamente, aquella belleza que le robaba el aliento, ese era Cid, un ente de carne y hueso, respirando a su lado, durmiendo plácidamente como si siempre hubiera estado con él, como si ese fuera su destino.

El arquero rozo su hombro con las puntas de sus dedos, jadeando al sentir su calor, la suavidad de su piel, admirando su aroma natural, uno dulce, tan perfecto como la espada que en ese momento tenía cuerpo humano, una pacífica apariencia, cuyo corazón latía constante.

Unas cuantas lagrimas brotaron de sus ojos al ver tanta belleza, llevando su mano a la mejilla del hermoso hombre a su lado, quien seguía dormido, inconsciente, una respuesta a la única petición que le había hecho a su padre.

Sisyphus no supo la razón de su anhelo, pero al verle recostado a su lado, tan pacífico y tan hermoso tuvo que besarlo, despertándolo con el aliento de la vida, compartiendo un poco de su alma con ese acto tan sincero, delicado, diferente al de la creación pero con el mismo significado.

La espada al recibir su beso abrió los ojos para posarlos en los suyos, sonriendo poco después para besarlo de nuevo, apoyando sus manos en sus hombros, esperando sentir su calor.

El lienzo de tela descubrió entonces su belleza al caer al suelo y Sisyphus perdió el aliento, sintiendo que su corazón se detenía de pronto, sus ojos fijos en los lilas de aquella hermosa creación, aquel tesoro hecho solo para él.

— ¿Cuál es tu nombre?

Quiso saber, pero la espada hasta ese momento carecía de uno, por lo cual no pudo responder a su pregunta, escuchando como la puerta se abría y el mismo anciano ingresaba en su habitación para constatar que su esposa hubiera realizado su deber.

— ¿Esto es lo que deseabas mi querido muchacho?

Sisyphus asintió, el dios no había dicho su nombre aun, pero el arquero comenzaba a sospechar de quien se trataba, al mismo tiempo que cubría a su espada con su cuerpo, evitando que pudiera verle desnudo, sintiendo un dejo de celos, de posesividad al estar a su lado.

— Lo es, es todo lo que soñé que sería.

Su padre asintió, observando el paisaje por la ventana, en ese momento su tiempo estaba a punto de terminar, pero regresaría otro, por lo cual necesitaba de la ayuda de sus hijos, todos ellos, al menos a los que su esposa trataba de seducir con sus regalos, los hermosos omegas, un ente creado para ellos, el que tenía cada una de las características deseadas en un compañero, aun la necedad o la furia.

— Me alegra, porque tú, como uno de los hijos de Zeus mereces que tus sueños se cumplan.

Algunos deseaban un ser que siempre estuviera con ellos, otros que se les enfrentara en cada decisión, algunos un omega que les hiciera desear cuidarlos, algunos dulces, otros no, pero todos ellos creaciones para seducir a su linaje, basadas en este primer regalo.

El que su esposa usaría en su contra, debía admitir que ella era astuta, usar su primer deseo para pelear contra él, usando la belleza y el deseo a su favor, la lujuria que todos sus hijos heredaron de su padre, al menos, todos los hijos cuyo linaje se mezcló con su sangre.

— El está hecho para ti, es la representación de todos tus deseos hechos carne y sangre, una criatura que reencarnara contigo y te hará compañía, el único omega que no descansara jamás, porque tu papel nunca terminara mi querido muchacho, pero a cambio, esta belleza será tuya hasta el fin de los días, hermoso, ansioso por servirte, dispuesto a obedecer cualquiera de tus órdenes.

Sisyphus de pronto se dio cuenta que esa parte ya no era un sueño y que Zeus estaba hablándole en persona, para que actuara según sus instintos, estos le decían apoderarse de Cid, colmarlo de caricias, de mimos, cuidarlo como su tesoro al mismo tiempo que actuaban cada una de sus lujuriosas fantasías, conociendo muy bien que su espada no se le negaría en nada.

— Un tesoro tan magnifico que un dios de oscuro linaje, cuya creación fue un acto en mi contra, descendiente de la noche, de la muerte y del sueño, lo desea para sí, Oneiros, el que ha buscado a tu omega por tantas vidas como encarnaciones han tenido.

Sisyphus aún tenía a su espada en sus brazos, descansando en ellos con una mirada serena, dejándose acariciar por él, respondiendo a sus manos con un ligero estremecimiento.

— Pero el que haya logrado apoderarse de tu regalo es culpa tuya, porque has desperdiciado el poder que se te ha dado, permitiendo que tu espada ande libre, abandone tu cuidado, comportándote como un humano cualquiera, desperdiciando la oportunidad que te he concedido.

Sisyphus no entendió en un principio que era lo que le decía Zeus, quien sonriendo de medio lado, pensó que su otro hijo era mucho más fácil de manipular, él siempre había actuado como un digno representante de su linaje, en todo, menos esa libertad que le daba a su omega.

— ¿Estás hablando de Cid?

Pregunto de pronto, alejándose de su regalo, esperando que Zeus hablara con claridad, quien volteo molesto, era imposible que uno de sus hijos favoritos quisiera desperdiciar la oportunidad que le habían otorgado.

— Cid, Excálibur, Joyeuse, Tizona... ha tenido demasiados nombres, pero siempre es el mismo, como su amor hacia ti, su deseo absoluto por complacerte, por realizar cualquier hazaña que tú le pidas.

Sisyphus trago un poco de saliva, encontrando terribles las palabras de Zeus, quien decía que su amado Cid, su omega le obedecería en cada ocasión, que carecía de voluntad cuando se trataba de sus deseos, convirtiéndolo en un esclavo.

— El cual estas desperdiciando, ignorando su devoción para cumplir una tarea que no te evita tener un omega, permitiendo que esa sombra se lleve a tu amado, por lo cual, hijo mio, espero que recapacites, sino lo haces, algo que no debe nacer usara a tu amado como medio de entrada a este mundo.

Con aquellas palabras Sisyphus despertó, creyendo que solo se trataba de una pesadilla, regresando al santuario en donde atacaron a su diosa y tuvo que abandonar a su compañero para mantener a Sasha con vida.

***56***

Sylphid se encontraba hincado enfrente de su señor, quien parecía estar excesivamente preocupado, su armadura tenía varias fisuras y estaba seguro que aquellos moretones que tenía en el rostro eran obra de Minos.

Pero aun así no se atrevía a pronunciar ningún sonido por miedo a insultar a su señor, al omega que había tratado de ocultarlo por tantas vidas que nunca le estaría lo suficiente agradecido por ello.

—No puedo abandonar a Valentine, sin mi será destruido, por lo cual te pido esto como un favor personal para mi Sylphid, como lo puedes entender le debo demasiado a Bennu, pero no puedo pagar el gran favor que ha hecho en mi nombre, porque de hacerlo perderé a mi amado alfa.

Sylphid asintió, lo que le pedía no parecía ser demasiado difícil, buscar un collar, salir del inframundo para que Bennu, ese mocoso petulante no sufriera ningún daño, porque parecía que dentro de poco tendría su primer celo e intentaba recuperar el collar que él mantenía alrededor de su cuello, siempre protegido.

—Yo acompañare a Bennu si eso es lo que desea mi señor, no creo que su collar sea muy difícil de encontrar y aunque lo tuviera un hombre poderoso, no podrá evitar que nosotros dos lo recuperemos.

Radamanthys asintió, sirviéndose un poco de licor en un vaso, respirando hondo seguro que su alfa se encontraba en sus habitaciones y suponía que Minos lo que deseaba era matar a su compañero frente a sus ojos, demostrarle cuan débil era en realidad, sin comprender que su amor, el trato que recibía de su alfa era aquello que necesitaba en una pareja, no que le protegieran, porque él podía protegerse a sí mismo.

—Sé que puedo confiar en ti.

Fue su despedida, una que Sylphid acepto, retirándose para buscar al joven Bennu, quien se encontraba cerca de la sala del trono de Hades, aunque este ya no estuviera presente en el inframundo.

—Si quieres tu collar, debemos partir ahora mismo, Bennu.

El joven de cabello negro se molestó en un principio, seguramente le reconocía como uno de los subalternos de Radamanthys, pero esperaba que su señor fuera quien le brindara ayuda, no él.

—Recuperar un collar de las manos de un usurero o de quien sea que lo compro será una misión muy sencilla, por eso Radamanthys me mando a mí, porque seguramente comprenderás que no pondrá en peligro a Valentine, al menos no en estos cinco días que faltan para que su celo se termine.

Sylphid comprendiendo que Bennu no podía confiar en él, de pronto le mostró su collar, uno que tenía una extraña apariencia, un criatura alada envuelta en las sombras de su veneno o eso pensaba el basilisco, ya que nunca había conocido a nadie que pudiera soportar su única protección como un omega al servicio del inframundo.

—No corres peligro conmigo, Radamanthys no me hubiera mandado de otra forma.

Bennu al ver que se trataba de un omega asintió, era un joven impaciente que sentía que su collar había sufrido alguna clase de cambio, podía sentir algo al otro lado, una sensación extraña que nunca antes había notado, como si hubiera alguien esperando por el al otro lado del mundo.

—Hay que marcharnos, no quiero perder más tiempo.

Pronuncio, ignorándolo de otra forma, logrando que Sylphid frunciera el ceño, sin comprender como era que Radamanthys había decidido ayudarle a encontrar su collar, o en todo caso, para que le serviría buscarlo.

— ¿Porque?

Bennu no lo sabía del todo, sólo una fuerza que no podía explicar le pedía que buscara su collar de nacimiento, primero pensó que se trataba de la forma en que Radamanthys de Wyvern sería entregado al primer juez del inframundo, pensando que él pasaría por algo parecido de no tener su regalo en sus manos.

Pero después, hacia pocas horas ocurrió algo que no alcanzaba a comprender, como sí algo tirara de su collar, una fuerza poderosa pero pacifica, un cosmos, algo vivo y caliente, una entidad que le llamaba, que esperaba por él.

Una fuerza gentil al otro lado del lazo que le unía con su alfa, una sensación que no le gustaba, porque no sabía qué hacer con ella, con esa paz, creyendo que como cada ocasión que se atrevió a tener esperanza, se la arrebatarían de las manos.

—Yo salve a Radamanthys de ser domesticado, así que tú cumple con su promesa.

Así que eso había pasado, por eso Radamanthys estaba malherido, su mirada fija en el inframundo, esperando encontrar a Valentine en sus habitaciones, cuando su alfa estaba desesperado buscándolo fuera de su santuario.

—Porque ansias tener tu collar de regreso, Bennu, eso es lo que deseo saber, para que arriesgarte a buscarlo, es solo una roca.

Bennu se detuvo de pronto, dando la media vuelta, era un poco bajo, pero suponía que se trataba debido a que solo era un niño, seguramente no había pasado por su primer celo aun, tal vez era uno o dos años menor que él, quien ya había pasado por un celo y sabía que se podían controlar.

— ¡No es sólo una roca, es más importante que eso y lo quiero de vuelta!

Sylphid supuso que aquella era la mejor respuesta que iba a recibir de Bennu, así que intento seguir con su camino, salir del inframundo cuando su compañero de armas, lo sostuvo del brazo, o intento hacerlo.

— ¡No me toques!

Bennu arqueo una ceja pensando que lo había insultado, pero no era ese el caso, sino que su piel era venenosa, todo él era mortal, sólo Radamanthys había logrado resistir su veneno.

—Soy un basilisco y como la criatura de los mitos, yo soy venenoso, así que no deberías tocarme a menos que desees morir.

Kagaho retiro su mano, comprendiendo la razón por la cual Sylphid no creía necesario buscar su collar, el veneno lo mantenía seguro de cualquier amenaza.

—Eso te mantiene seguro, deberías estar contento.

Sylphid suponía que ese era el caso, pero que pasaba sí él deseaba tener un amante, un compañero, un alfa que pudiera resistir su veneno, cuando ese era el caso saber que nadie podía tocarte sin perecer te hacia realmente infeliz, el desesperaba a causa de su maldición, pero no se lo diría a ese mocoso petulante, no era justo.

—Pues tú no sabes nada, Bennu, no comprendes lo que es saber que tu compañero, si existe, morirá porque tú eres veneno y matas todo lo que tocas.

Bennu no dijo nada más, no estaba dispuesto a discutir cuál de los dos era más infeliz ni cuál de los dos estaba en lo correcto, él quería su collar de regreso y se lo arrebataría de las manos a cualquier alfa que lo tuviera en su cuello, cortando su cabeza.

El mundo era tal como lo recordaba se dijo, escuchando los pasos de Sylphid a sus espaldas, quien se preguntaba cómo se suponía que lograrían hallar ese collar, si Bennu tenía alguna idea de cómo realizaría semejante tarea.

—Yo vendí mi collar en un pueblo cerca de aquí, creo que se llamaba Rodorio.

Bennu lo recordaba bien, su hermano aún seguía con vida y él pensaba que habría tiempos mejores, que con ese dinero podrían aguantar el tiempo suficiente para que consiguiera otro trabajo, pero su hermano se mató antes.

—Supuse que podría recuperarlo y así será.

Sentencio, desplegando sus alas, escuchando que Sylphid hacia lo mismo, siguiéndolo en silencio, suponía que deseaba comprender porque vendería algo como eso, sin embargo, no se atrevió a realizar la pregunta que deseaba.

El basilisco también se sentía extraño, desde su primer celo sentía que debía salir del inframundo, encontrar algo o alguien, una energía extraña que le daba miedo, que asociaba de alguna forma con el rugido de un tigre, o tal vez, un ronroneo.

Volaron varias horas en completo silencio, aterrizando en el techo del campanario de una iglesia en donde podían ver todo el pueblo, los ojos de Bennu fijos en la casa de empeño, imaginándose a su dueño sentado detrás de su costoso aparador, contando sus monedas, la que gano gracias al sufrimiento de los demás, alfas, omegas y betas, que llevaban sus pocas pertenencias con su misma clase de esperanza, tener mejor suerte, para regresar por sus posesiones.

******

—Te puedo dar esta bolsa de monedas por el collar.

Era muy poco, había escuchado que un collar como el suyo valía mucho más, tal vez el doble de lo que le ofrecían, pero el hombre de lentes le observaba sin piedad, preguntándose si esa joya le pertenecía, la cual seguía inmaculada, como suponía que lo hacia su cuerpo.

—Pensé que podría darme más por ella, que valía más dinero.

Susurro, seguro que un omega mayor le había dicho que le habían pagado mucho más por el suyo, el cual ya estaba manchado, pero esa pregunta disfrazada solo hizo que ese hombre sonriera, dejando la cadena en la mesa, sobre el pañuelo en que lo presento.

—Lo hacen, es cierto.

En todo ese tiempo no había tocado su regalo por miedo a estropearlo, las personas que compraban esos tesoros no querrían uno manchado y pagarían mucho más, si el pequeño tesoro entre sus garras era acompañado por el omega.

—Si vienen acompañados del omega, este collar es de alguno de tus hermanos, de alguien que conoces.

Bennu retrocedió jadeando, logrando que el usurero sonriera mucho más, mirándole de pies cabeza como si se tratase de un objeto, una mirada torva que le hizo sentir miedo, no por primera vez en toda su vida.

—Te diré algo, te pagare el doble con una condición, si necesitas más, vendrás conmigo y yo te conseguiré un alfa.

El hombre de lentes dejo dos costales pequeños, del tamaño de un puño en su aparador y espero a que tomara una decisión, Bennu los sostuvo con rapidez, marchándose de prisa, corriendo, comprendiendo que deseaba ese sujeto de él, casi chocando contra un individuo demasiado alto, de cabello blanco que le llegaba hasta la cintura.

******

Bennu aterrizo entonces enfrente de la casa de empeños, seguido de Sylphid, escuchando como varios de los pueblerinos susurraban a sus espaldas, sorprendidos de verlos, tal vez pensando que eran demonios salidos del mismo infierno.

—Vine por mi collar, viejo asqueroso.

Pronuncio entrando, observando como el hombre al que vendió su collar no parecía asustado, por el contrario, tenía otro collar en sus manos, tal vez lo reconocía o tal vez no.

—Lo vendí apenas saliste corriendo de mi tienda, sea lo que seas.

Esa respuesta logro que Bennu enfureciera, su furia estallara y atacara el hombre que se atrevió a comprar su collar, el que lo vendió como si fuera un trozo de basura, el que tenía otra joya en sus manos, esperando a que un omega desesperado aceptara ser vendido también.

— ¡Dime a quien!

Le ordeno, Sylphid cruzo sus brazos, ese mocoso era demasiado violento, pero estaba en su derecho de vengarse, se dijo admirando algunas de las piezas de aquella tienda de baratijas, escuchando los gritos, los golpes, la venganza del menor.

— ¡El santuario!

Aquel grito llamo la atención de Sylphid, quien suponía que ese santuario era el de Athena, Bennu al ver que ya estaba dispuesto a responder sus preguntas, espero que le dijera todo lo que sabía.

—Un hombre del santuario lo compro, uno de sus santos, yo no quería venderlo pero me obligo a eso.

Bennu estuvo a punto de preguntarle cómo podría saber que no le mentía, cuando ese individuo, acuclillado a sus pies, busco una libreta con varios nombres en ella, algunos estaban tachados, otros no, uno de ellos parecía haber sido escrito recientemente.

—Sus collares no valen nada sin el omega al que están atados, yo quería que regresaras, ya tenías un alfa esperándote, pero ese bastardo me obligo a vender tu collar, decía que no estaba en buenas manos, como si las suyas fueran mejores, como si en verdad fueran santos.

Sylphid maldijo en voz alta, era imposible recuperar el collar de Bennu, quien de pronto encajo su brazo en el pecho del usurero, alejándose de su cuerpo inerte, tomando una decisión precipitada, debía ir al santuario.

—Debemos regresar al inframundo, ya no hay nada que hacer.

Bennu negó aquello, no se marcharía sin su collar e intento salir de la casa de empeño para tratar de buscar la forma de ingresar en el santuario, seguido de Sylphid, quien esta vez sujeto su brazo esperando que no estuviera tan desesperado como para intentar burlar la vigilancia de los santos de la diosa Athena cuando solo eran dos de ellos y Hades aún no había reencarnado.

— ¡Acaso estás loco!

***57***

— ¡No es verdad!

Pronuncio de pronto sintiendo un peso en la boca de su estómago, era imposible que Albafica se hubiera marchado, él jamás le abandonaría a su suerte, tampoco era un traidor, él era un buen hombre, mucho mejor que su alfa impuesto.

— ¡Tú le has hecho algo!

******

Hola, muchas gracias por sus comentarios, en especial a Susey, moridakay, Loiceles, Ashir, Letheb y Krona, también Clau, ustedes han hecho que valga la pena seguir escribiendo esta historia, que espero siga gustándoles tanto como a mí y si tienen tiempo, pues déjenme saber que opinan de ella, eso en verdad me anima a seguir escribiendo y posteando estas locuras.

Sobre las preguntas:

¿Quién es su villano favorito?

¿Quién es su pareja favorita?

¿De quién les gustaría leer el próximo capítulo especial?

Mil gracias.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).