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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***59***

Minos salió del baño con pereza dejando que las gotas de agua delinearan sus músculos, emergiendo de su pequeña alberca para ingresar en otra habitación, no su sala de juegos en donde aquellos efebos que se le parecían tanto a su hermano en su juventud lo desengañaban con sus lloriqueos, con su patética actitud sumisa, él no deseaba un amante dócil, quería una fiera que le diera el placer que tanto buscaba en todos sus amantes.

El primer juez ingreso en su lujoso santuario dentro del Inframundo, en donde dormía cada ocasión que se sentía demasiado cansado, la que era una copia de la que hizo construir para su omega en su amada Creta, con una cama enorme de color blanco, cuyas sabanas inmaculadas pronto se mancharían de su semen, de su placer y de la sangre de su omega, no demasiada, sólo lo suficiente para excitarlos.

Ingresando en las sabanas para dormir algunas horas, esperando así encontrar un poco de paz, algo de tranquilidad, cerrando los ojos cuando el sueño llego con demasiada rapidez, imaginando el pasado, lo que pudo haber sido de no ser burlado por el dios Posesión.

******************

Ha media noche la puerta del cuarto construido para su omega se abrió y una sombra de largo cabello blanco ingreso con lentitud, los pocos traidores habían muerto, los soldados leales a su hermano ejecutados, la ciudad yacía en calma, era hora de reclamar a su omega cuyo aroma inundaba esa habitación creada exclusivamente para su hermano.

— ¿Has sido un buen chico en mi ausencia mi querido hermano menor?

Pregunto recorriendo el muslo de su omega, el cual estaba demasiado caliente, el celo seguía su curso natural y a esa hora de la noche, el ardiente deseo era insoportable, pero aun así, Radamanthys al sentir una mano en su pierna se alejó con rapidez.

— No temas hermanito, no te lastimare, ya sabes que yo te cuido.

Radamanthys se detuvo de pronto al verlo a los pies de su cama, sin entender que estaba ocurriendo, porque seguía vivo cuando era obvio que Minos deseaba su poder, lo había derrocado para ser el emperador.

— ¿Por eso me traicionaste?

Minos se quitó la capa que cubría su cuerpo y deposito el símbolo de su poder, su corona en una mesita cercana, respirando hondo, admirando aquel aroma tan familiar, era el mismo que tenía ese omega que cada año lo seducía, al que su padre no le dejaba acercarse.

— Sí, yo cuidare de ti de ahora en adelante Radamanthys, tú vivirás en esta casa que he edificado sólo para nosotros dos.

Radamanthys de momento no entendía de qué hablaba Minos, pero comenzó a retroceder un poco más cuando vio que iba despojándose de sus muñequeras y otras piezas pequeñas de su ropa, como si se estuviera desvistiendo.

— ¿Qué haces? ¿Qué estás haciendo?

Pregunto ligeramente asustado, pegándose a la cabecera de la cama, observando la puerta custodiada por sus soldados y después la ventana, una que estaba demasiado alejada a las espaldas de Minos, una ventana situada a una altura que le evitaba salir por ella sin lastimarse, sin contar que había más soldados apostados en los jardines.

— Desvistiéndome querido hermano.

Radamanthys no comprendió en un principio que le decía, porque estaba despojándose de algunas partes de su ropa hasta que Minos empezó por desabrochar el cinturón de su túnica, acomodándolo en la misma mesita.

— No podemos hacer el amor si estamos vestidos.

Esa respuesta hizo que Radamanthys retrocediera asustado, era mentira, no podía ser cierto que Minos lo hubiera derrocado para eso y levantándose de la cama con rapidez, trato de acercarse a la puerta, escuchando como de pronto desde fuera esta era cerrada con alguna especie de maquinaria.

— No temas hermanito, todo va a estar bien.

Radamanthys jadeo al ver que la puerta no podía abrirse, escuchando los pasos de Minos a su espalda, sobresaltándose cuando sujeto sus hombros, retrocediendo varios pasos de nuevo, su fiebre haciendo que le fuera muy difícil moverse, el calor amenazando con arrebatarle la cordura, además de que la presencia de Minos, su aroma, comenzaba a excitarlo como nunca antes cualquier alfa había logrado hacerlo.

— ¡No!

Lo que Minos deseaba era un pecado, era incorrecto e inmoral, serian condenados por ello y no deseaba sufrir la ira de los dioses, no quería que fueran condenados por esa locura que padecía su hermano en ese momento, pensando que era la fiebre, que era su aroma aquello que le hacía comportarse como un alfa durante una cacería.

— ¿Qué hay de tu esposa? ¿Ella perdonara que tú deshonres su lecho al dormir conmigo? ¿Consentirá que tomes a un omega?

Trato de suplicarle, esperando que lo escuchara, que pensara en el bien de Creta antes de su lujuria, creyendo que Minos estaba dispuesto a escucharlo, que no se atrevería a lastimarlo comprendiendo el temor que sentía de ser tomado en contra de su voluntad, de imaginarse como un omega débil a los pies de un alfa.

— Esa bruja creyente de Afrodita no tiene nada que decir en este aspecto, soy un alfa y ella no es un omega, los dioses quieren que estemos con nuestros omegas.

Le explico notando como sus movimientos eran torpes, al ver que se detenía junto a la cama, que de pronto funcionaba como una barrera infranqueable, como si subir en ella fuera a incendiar su cuerpo en cuestión de minutos.

— ¿Qué hay de sus votos? ¿De las promesas que le hiciste?

Radamanthys al ver que Minos no se detenía, que portaba un lienzo en sus manos trato de escapar a como diera lugar, salir por la ventana sin importarle el daño que recibiría por el golpe, sin embargo, Minos corrió en su dirección sujetándolo de su tobillo, al mismo tiempo que las ventanas se cerraban con el mismo mecanismo que sello la puerta de aquella habitación.

Su cuerpo sintiendo como una corriente eléctrica de placer lo atravesaba, haciéndole gemir al mismo tiempo que Minos sostenía sus muñecas, amarrándolas juntas y llevándolas a uno de los barrotes de la cama, en donde las sostuvo con fuerza.

— No me importan las promesas que le hice ni mis votos, sólo le hice creer a nuestro padre que estaba conforme con esta mentira, Pasífae no me interesa, ni siquiera me complace, ademas, el niño que porta no es mio, no se de quien pueda ser, pero no importa, mis herederos serán tuyos, solo tu tendrás ese privilegio hermanito.

Pronuncio besando su cuello, delineando su torso por encima de la ropa buscando una apertura en su túnica, a la altura de sus piernas, escuchando un delicioso gemido cuando rozo su erección con sus dedos fríos, aspirando su aroma natural, deleitándose con él.

— ¡No lo hagas!

Minos jadeo al sentir como su hermano menor se retorcía debajo de su cuerpo, su sexo ardiente y húmedo, deseoso de sentirlo, su aroma impregnando el ambiente, haciéndolo gemir a causa de su propia excitación.

— ¡Solo es la fiebre!

Suplico Radamanthys, tratando de liberarse con fuerza, gimiendo cada vez que sus cuerpos se rosaban entre ellos, sintiendo el peso y las manos de Minos, su aroma intoxicándolo con un deseo que no debería sentir.

— ¡Tu no deseas esto!

Grito retorciéndose para soltarse de los barrotes de la cama, pero la debilidad de su cuerpo, los lienzos que Minos usaba, los que fueron creados con trozos del pelaje del león de Nemea, el cual era un material indestructible que junto a su cama estaba forjada por metales que decían alguna vez fueron blandidos por Titanes lo evitaron, el mayor había usado a Dédalo para crear esa maravillosa mansión, esos muebles, cada una de aquellas habitaciones, solo para poder mantener quieto a su hermano que aunque parecía asustado no trataba de lastimarlo.

— Tú bien sabes que es lo que deseamos.

Radamanthys se retorció al sentir su cuerpo sobre el suyo, su mano acariciando su entrepierna una vez que pudo flanquear la barrera de su ropa, tocando su piel desnuda por debajo de su ropa escuchando otro gemido y sintiendo como se estremecía debajo de su cuerpo.

— ¿Qué pensaría nuestro padre si aún estuviera vivo?

Le pregunto cuando Minos comenzó a desamarrar su ropa, ignorando que Radamanthys respiraba hondo, temblando en su cama, cerrando los ojos para no ver a su hermano desnudo, aterrado por la idea de que lo convirtiera en su omega, por ser castigado por los dioses al mismo tiempo que su cuerpo traidor se deleitaba con las caricias del nuevo emperador, la fiebre cediendo un poco.

— De hecho, el intento alejarme de ti, pero ya lo vez, no lo permití mi querido hermano, tu y yo debemos estar juntos, sólo así evitare que cualquier sucio alfa te lastime, como te lo prometí.

Minos seguía arrebatándole la ropa, primero con delicadeza, después arrancándola de su cuerpo para dejarlo desnudo ante su mirada hambrienta, despojándolo de su túnica como si se tratase de la piel de un animal de presa, ignorando su temor, besando sus hombros con delicadeza para después llevar una mano a su vientre.

— ¡Te lo suplico mi emperador, te lo imploro, esto ya fue demasiado lejos, no intentare recuperar el trono, me marchare de Creta y jamás volverás a verme, pero no sigas, no lo hagas!

Pero Minos había dejado de escucharle llevando su mano a su intimidad, delineándola apenas con delicadeza, sin entrar aun escuchando un gemido de su querido hermano, quien se retorció e intento alejarlo de su cuerpo con una patada, la cual esquivo pero lo sostuvo del tobillo para abrir sus piernas, las que hasta ese momento habían estado cerradas.

— ¿Desde cuándo necesitamos títulos entre nosotros?

Le pregunto lamiendo su muslo para sumirse en su intimidad, sosteniéndolo de las caderas escuchando más gemidos sonoros de sus labios delicados, sintiendo como se retorcía tratando de liberarse, tal vez preguntándose porque esa piel y esos barrotes soportaban su fuerza, la cual era inmensa.

— ¡Esto es obra de Pasífae, los dos se reirán cuando le digas como gimió el omega, como lo convertiste en un perro, en una zorra!

Ya le había dicho que odiaba a esa mujer, que su padre le uso para separarlos pero su hermano seguía creyendo que le amaba, tal vez por eso creía que solo estaba jugando con él, pero no era así, amaba a su querido hermano cuyo aroma era el mismo de aquel omega, cuyo sabor lo volvía loco.

— ¡No digas eso jamás! ¡Tú no eres un perro ni una zorra! ¡Tú eres mi hermano y mi omega! ¡Y matare a cualquiera que tan siquiera insinué lo contrario!

Le grito ingresando dos dedos en su intimidad, separándose un poco para poder admirar su rostro, besando sus labios con hambre, probando su boca con lujuria, mordisqueando su labio tratando de prepararlo para él deleitándose con sus gemidos, con su cuerpo desesperado por sentirlo, por ser uno con su alfa.

— ¡Te haré pagar por esto! ¡Juro que los dos pagaran por esto!

Minos ingreso tres dedos más relamiéndose los labios antes de besar uno de sus pezones, abriéndolo para él con sus dedos, sus gemidos mezclándose con el rechinar de la cama cuando su hermano trataba de soltarse, lacerando sus muñecas.

— Ella lo pagara, mi querido hermano, ella sabrá qué pasa cuando se burlan de mí y sobre todo de ti, los rumores ya están recorriendo toda Creta.

Su incestuosa relación con su omega sería un acto que pasarían de lado cuando supieran lo que ella hizo, lo que le acusaban de haber hecho, porque la pobre era inocente, el toro blanco pereció mucho antes, apenas salió del mar, pero no la quería más tiempo en Creta y era muy fácil, cuando se es emperador, usar ese poder para obtener lo que se desea.

— Su amor prohibido por ese toro blanco, esa bruja no podrá permanecer en nuestro hogar, ni volver a insultarte.

Radamanthys apretó los dientes cuando Minos introdujo otro dedo y después un quinto, gimiendo cuando ese dolor iba en aumento, la fiebre de su celo incrementándose, pero al mismo tiempo ya no era lacerante, sino que el simple roce de su hermano le hacía ver estrellas, como si una extraña fuerza se hiciera con cada una de sus células.

— Y nuestros hijos serán poderosos, ellos serán semidioses, nuestro linaje jamás desaparecerá, mi querido hermano, mi Radamanthys.

Minos de pronto separo su mano de su humedad, sosteniendo sus caderas de nuevo para que pudiera penetrarlo, su sexo despierto, palpitando, clamando por hundirse en ese delicioso cuerpo, por vaciar su semilla para que comenzara a gestarse un nuevo ser en su omega, un guerrero poderoso que seguiría sus pasos.

— ¡No! ¡Minos! ¡Por favor! ¡No lo hagas!

Pero no lo escucho y se hundió en su cuerpo de un solo movimiento, jadeando cuando por fin era uno con aquel que amaba, escuchando un gemido mitad placer, mitad dolor de su hermano, quien se aferró a los trozos de piel que sujetaban sus muñecas a la cama, mordiéndose los labios.

— He esperado tanto tiempo por esto.

Susurro moviéndose, reclamando su cuerpo, escuchando más gemidos de su hermano debajo suyo, quien seguía con los ojos cerrados, mordiéndose los labios hasta que por fin encontró su próstata, recibiendo un gemido de su hermoso omega, quien abrió los ojos sin comprender lo que ocurría.

— No pelees Radamanthys… no luches contra lo que los dos deseamos.

Radamanthys volvió a negar aquellas palabras, pero antes de que pudiera mentirle, lo beso de nuevo, gimiendo en sus labios, embistiéndolo con fuerza, casi de una forma salvaje, violenta, reclamándolo para él hasta que perdió el conocimiento en sus brazos, con sus muñecas aun amarradas a esos barrotes.

— No pelees, ya sabes que yo te cuido, que yo te protejo.

Susurro, antes de besarlo de nuevo, recargándose junto a él para dormir un poco esperando que su esposa comprendiera lo que hacía, que le dijeran de sus gemidos y jadeos, de su placer, que por fin había reclamado a su omega para él, ya nadie podría separarlos.

— Radamanthys.

*********************

No obstante, Minos despertó cubierto de sudor, jadeando, completamente solo, su hermano en los brazos de esa arpía, tratando de enfrentarse a él para no ser suyo, para que no lo cuidara y no lo protegiera.

— ¡Porque no dejas de atormentarme!

Grito dejando que sus hilos destruyeran su habitación, cubriendo su rostro con ambas manos, respirando hondo, jurando que aun podía sentir el calor de su hermano, su aroma impregnando el ambiente.

— ¿Por qué no puedo ser libre de ti?

De pronto escucho un movimiento a su lado y se dio cuenta que estaba en Creta, ese debía ser un sueño, uno especialmente lucido.

— ¡Ninguno de mis hijos suplica!

***60***

Sisyphus llego a uno de los pueblos que habían sido atacados por los espectros, un lugar fantasmal que llevaba mucho tiempo sin ser habitado, a donde se guarecía cuando su amor por Cid comenzaba a perturbarlo.

Desde aquella ocasión sabía que Cid era su omega, que estaba hecho para él y que debían estar juntos, pero también sabía que su amada espada no tenía la voluntad para enfrentarse a él, que si actuaba conforme a sus deseos, como su corazón se lo pedía, terminaría convirtiéndolo en su esclavo.

Cid no merecía ser un esclavo, ni ser sujeto a sus deseos, el deseaba ser una poderosa espada, su entrenamiento estaba dedicado a ello y él no lo destruiría solo por su afecto, uno que comenzaba a pensar era inmoral, porque de hacer su voluntad lo tendría a su lado a todo momento, dormiría en su cama para estar seguro que nadie se lo arrebatara durante la noche.

Era peor cuando sabía exactamente los lujuriosos actos que deseaba realizar con él, lo mucho que deseaba sentirlo alrededor de su hombría, escuchar sus gemidos, sentir sus estremecimientos y espasmos, resbalar en su humedad para que un hermoso retoño de ambos naciera de sus actos depravados.

Sasha dormía en el interior de una de aquellas casas, no era una noche fría y había conseguido algo con que cubrirla en esa aldea despoblada, sólo en ese momento Sisyphus se atrevió a salir de aquella casa, rodeado por las sombras, atreviéndose a pensar en los últimos acontecimientos, los que giraron alrededor de aquel extraño sueño.

Sisyphus se sentó fuera de la puerta cubriendo su rostro, si tan solo hubiera hablado con Cid de cómo se sentía, tal vez su amigo le hubiera brindado ayuda, pero en vez de permitirle ver cuanto lo añoraba, debía hacerle entender que lo mejor era dejarlo solo, pues no quería convertirlo en su esclavo y estaba seguro que su omega lo aceptaría, primero que perfeccionara su espada, después ya podrían estar juntos, si eso era realmente lo que deseaba.

Sisyphus aun podía recordar aquella noche, el aroma de aquel alfa que lo llamaba en sus celos, el deseo absoluto por rodearle entre sus brazos, fundirse con su cuerpo, el que tuvo que apagar bebiendo en compañía de Hasgard, para que no le dejara cometer ninguna locura.

 

Pero eso lo hizo cuando pensaba que tenía todo el tiempo del mundo, que podía cumplir su deber y cuidar a su diosa, para después conquistar a su deseado omega, cuando sus sueños ya estuvieran realizados, no cortarlos a la mitad de su vida, una que era joven, tanto como la suya, pero para él, mucho más valiosa aun.

Hasgard había dicho algo de permitir que Albafica y Manigoldo estuvieran juntos, pero era un acto cruel en contra de Aspros, si en verdad era el alfa del cangrejo, porque si él sentía la desolación que en ese momento se apoderaba de su alma, tal vez por esa razón pensaba que podía obligarle a aceptar su vínculo.

Bebió hasta embrutecerse, pero eso no le funciono del todo y por un momento quiso ir al templo de Cid, para hacerle ver su amor, sin embargo, su sobrino estaba dormido en las escaleras, montando guardia, haciendo que se retractara, esa no era la forma de presentarse a su amada espada, si lo hacía, terminaría poseyéndola y su amado se lo permitiría.

Al ser un omega carecía de la voluntad para negársele, de eso se habían encargado los dioses y el cómo su alfa debía respetar su decisión, al menos, aquellos eran los pensamientos que torturaban a Sisyphus, quien no supuso que su omega estaba tan enamorado de él que sólo por eso consentiría a sus caprichos, no porque los dioses le obligaran a ello.

Su admiración, su amor, su afecto, habían ido creciendo con forme pasaba el tiempo, haciéndolo desear estar entre sus brazos, darle hijos poderosos, pero sobre todo ser amado por él, con la delicadeza que sabía su arquero usaría con él.

Sin embargo, el miedo a comportarse como un animal, el miedo que sentía de perder el control de sus emociones y convertirse en un monstruo que esclavizara a su amado, eran aquello que le hacía negarse a permitir que sus destinos se unieran.

Así que en vez de anunciarse ante su amado, dio la media vuelta para guarecerse en su propio templo, creyendo que aun habría tiempo para presentarse a Cid fuera del celo, sin embargo, Shion los traiciono, dejo que atacaran a su patriarca y antes de eso, él tuvo que ignorar el deseo que sentía por su omega.

Sage lo comprendería, no porque era un alfa, sino porque era uno de los hermanos de su espada, quien sabría aconsejarle una manera de acercarse a ella, sin lastimarla ni obligarle a nada que no deseara.

No quería un esclavo y por lo que sabía, Sage había aconsejado a Degel como actuar cuando su omega decía odiarlo, cuando lo atacaba para mantenerlo alejado de su persona, cuando todos pensaban que Kardia estaba prendado del cangrejo, sin duda uno de los omegas más masculinos que había visto en su joven vida.

Al que amaba su compañero de armas, por quien Sage no se había apiadado según decían, pero él y Hasgard sabían que no era así, el anciano omega trato de brindarle consejo, ya que Aspros les contó que le dijo que le diera tiempo, que no lo acosara y que no tratara de obligarlo a aceptarlo, eso lo único que lograría sería que su alumno comenzara a temerle.

Porque no había nada que temieran más que un alfa enloquecido por el deseo, ya que sus cuerpos se debilitaban y el deseo que sentían por su alfa, cuando estaban con otro que no era su amado, se convertía en desagrado, después en temor, para al final quebrar su alma cuando la esfera que protegían dejaba de brillar, algunos decían que era porque se había roto el vínculo o aquel que amaban simplemente dejo de existir al sentir su dolor.

Uno que muchas veces decían compartían con su omega, una presión en su pecho como la que sentía en ese momento, un dolor sordo, que le decía que algo estaba muy mal, que su espada lo necesitaba, pero a quien debía proteger, a su espada o a su diosa.

De alguna forma había optado por lo segundo, seguro que el dolor de su omega se debía a que le pensaba un traidor, pero cuando regresara le mostraría que hizo lo correcto, de alguna forma lograría señalar al culpable de su dolor, a Shion, el protegido de Hakurei, quien jamás había mostrado respeto por los omegas y aun el mismo Sage había sido víctima de sus malas palabras.

Creyéndolo débil o incompetente solo porque se trataba de un omega, Sisyphus cruzo sus brazos delante de su pecho, cerrando los ojos para tratar de dormir un poco, sumiéndose en sus recuerdos, regresando en el tiempo a una de sus múltiples vidas, la primera en la cual Oneiros le robo a su espada.

*************************************

— En unos días comenzara mi celo, pensé que te interesaría saberlo.

Cid, aquel nombre era el mismo de su amado y era sin duda quien se le parecía más, ya que su mirada era aguda, sus ojos lilas eran los de un cazador, sus modales eran refinados, el tono de su voz idéntico al que usaba su amigo, su compañero de armas, su omega.

—Podríamos pasar juntos todo este tiempo.

El que de pronto le anuncio ingresando en su templo, notando que seguía practicando su tiro con arco, el que era el mejor de todos, pero aun así, solo para estar a la altura de su compañero seguía entrenando.

— Aunque muchos de mis hermanos comienzan a pensar que se trata de una maldición, una forma de hacernos sufrir, castigarnos por crímenes que no hemos cometido.

Sisyphus dejo de disparar sus flechas, las que habían cortado a la anterior de tan perfecto que eran, decían que podría competir con Apolo y con Eros en arquería, pero él se trataba de un hombre sencillo, sabía que solo estaban exagerando.

— ¿Tú piensas lo mismo?

Aquella pregunta le hizo guardar silencio a su espada, quien arquero una ceja con una sonrisa de medio lado, encontrando aquella idea ridícula, como podía encontrar su destino junto a su alfa una maldición.

— Vine a decirte de mí celo, porque pensé que podríamos estar juntos, disfrutarlo completo, son muy pocos los días en que soy fértil y creí, que tal vez, si actuábamos tus interesantes fantasías, podría lograrlo esta vez.

Sisyphus se rio entre dientes, aquella sí que era una extraña coincidencia, porque lo único que deseaba en ese momento era realizar alguno de sus actos de lujuria, agradeciéndole a su diosa y a todas las deidades la oportunidad que les habían otorgado.

— ¿Y porque no comenzamos en este preciso instante?

Cid se relamió los labios, retrocediendo un poco para deshacerse de su túnica, la que dejo caer al suelo, haciendo que su compañero notara que no vestía nada más debajo de su ropa.

— ¿Tu dime?

Susurro, sintiendo como Sisyphus rodeaba su cintura, sonriendo ante el atrevimiento de su amante, quien recorrió su mejilla con las puntas de sus dedos, esperando que su alfa comenzara con sus placeres.

— Cid, dime por favor que he hecho para merecer tu afecto, no quiero arruinarlo nunca.

Cid recibió a su alfa rodeando su cuello con ambos brazos, besando sus labios con hambre, gimiendo cuando su arquero recorrió uno de sus muslos para indicarle que rodeara su cintura.

— Eres el mejor hombre que he conocido jamás, aunque no me ames, yo lo hago y esperaba que tú me reconocieras.

Sisyphus de pronto se detuvo, sintiendo como Cid besaba su cuello, invitándole a tomarlo como siempre lo deseo, llevando sus manos a sus caderas, para que lo cargara con delicadeza y eso hizo, para llevarlo a su habitación en donde lo recostó en una cama mullida.

— Que tú fueras mi alfa...

Gimió cuando Sisyphus comenzó a besar su pecho, deteniéndose en uno de sus pezones, llevando su mano a su entrepierna, escuchando las palabras que pronunciaba su espada, las que estaba seguro no eran las mismas, para él no tenían sentido.

— ¿De que estas hablando?

Pregunto de pronto, alejándose de Cid, quien le sonrió con tristeza, este era sin duda su amigo, su amado, no aquel con quien tuvo un amor que destruyeron hacia tanto tiempo, el que debería estar a su lado.

— Oneiros me tiene y él es mi alfa, aunque yo deseaba que fueras tú, en verdad lo deseaba.

Le susurro besándolo con delicadeza, mirándolo fijamente a los ojos, como si deseara decirle algo más.

— Yo quería darte un hijo a ti, no a él.

Pero su deber era cuidar a su diosa, sólo que la tristeza en las palabras de Cid le hacían dudar de su decisión, tal vez había sido precipitada, tal vez no debió cargar con el peso de la traición de Shion por sí solo.

— ¿Oneiros?

Pronuncio antes de abrir los ojos después de escuchar el siseo de una serpiente descomunal.

— Cid...

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De pronto los pasos de dos personas acercándose a ellos lo distrajo, levantándose de pronto esperando recibir a Shion o a cualquiera de sus enemigos, no su sobrino, ni mucho menos, Dohko, el que cargaba un bulto envuelto en unas sábanas, que no era otra cosa más que Albafica.

— ¡Maldito traidor!

Grito su sobrino propinándole un puñetazo en la mandíbula, estaba furioso, tanto que podía sentir su cosmos ardiendo, Dohko deposito a su carga en el suelo con cuidado, quien en efecto estaba inconsciente e intento detener a Regulus por los brazos.

— Ya sabes que no es un traidor, así que cálmate, gatito.

Regulus gruño entre dientes, pero se contuvo de atacar de nuevo a su tío, quien se agacho para verificar el pulso de Albafica, pensando en lo peor.

— ¿Qué ocurrió? ¿Qué pasa en el santuario?

Regulus no respondió, furioso como estaba, pero Dohko, suspirando comenzó a explicarle todo lo que sabía, como lo acusaron de atacar a Sasha y después, que solamente Aspros había regresado, sin su omega.

— ¿Cid está muerto?

No era posible, no era justo, se dijo Sisyphus, quien llevo una de sus manos a su cabeza respirando hondo, casi como si estuviera a punto de enloquecer.

— No lo sabemos, pero Asmita piensa que no, las heridas de Aspros son superficiales, cree que algo más paso, que alguien más esta inmiscuido en esto, Cid era un omega, uno de la élite dorada, muchos lo querrían a su lado.

De pronto su sueño tuvo sentido, las advertencias de Zeus, el nombre de Oneiros, el mensaje de Cid, tal vez, aquella criatura, ese dios menor, ese engendro tenía a su omega, de allí ese terrible dolor en su pecho, esa horrible oscuridad absorbiéndolo en ella.

— ¿Qué hay de Albafica?

Pregunto, tratando de soportar la incertidumbre, logrando que Regulus gruñera por lo bajo, sin poder creer su indiferencia.

— Shion lo desea, y eso lo convierte en un peligro latente.

Informo Dohko, inseguro, sin saber si eran ciertas aquellas palabras, Shion era su amigo.

***Sage/Itia/Otros

Violate regreso a las habitaciones que compartía con su amado señor poco después de conversar con Valentine, ella le había dicho que su señor Aiacos le había mandado, pero el decidió no inmiscuirse, no era asunto suyo y no deseaba que la venganza de Minos estuviera enfocada en él o su omega.

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Hola, me he tardado mucho en postear cualquier cosa, primero con los errores de Amor Yaoi, después mi computadora se hecho a perder, pero tengo todo respaldado en mi correo, muchísimas gracias a YUE, MORIDAKAY, LETHEB, YUKU ICHIHARA, PRINCESSICE. SUSEY, LOISCESLES, MARIELA, SASHA y ESTERBOZ.

Este es un regalo tardio de Navidad y temprano de año nuevo, espero que en el siguiente año, el 2017 las actualizaciones ya se regularicen.

Veo que les llama la atención la posible pareja de Bennu, y la historia de Sage, pero cual de las dos les interesa mucho más.

¿Sage o Bennu?

Mil gracias, nos vemos el jueves y como siempre, espero conocer sus opiniones.


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