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Paraiso Robado. por Seiken

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Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***61***

Violate regreso a las habitaciones que compartía con su amado señor poco después de conversar con Valentine, ella le había dicho que su señor Aiacos le había mandado, pero el decidió no inmiscuirse, no era asunto suyo y no deseaba que la venganza de Minos estuviera enfocada en él o su omega.

Pero ella, aunque su amor sólo le pertenecía a su alfa, no podía dejarles solos a su suerte, imaginándose a ella misma en aquella precaria situación, a punto de ser apartada de su amante.

Todo porque Minos deseaba probar el amor de un omega que pensaba era el suyo, a quien sin embargo, no se le había acercado hasta ese momento, después de varias vidas y muchas más oportunidades para tenerle.

Haciéndole temer en lo peor, ya que de ser cierto lo que se decía, la fiebre del celo no le afectaba como a los demás, como a cualquier alfa cuyo omega no debía ser el suyo, sino por el contrario, su actuar era como si fuera su compañero elegido.

Uno especialmente cruel, un castigo más que un premio de la diosa Hera, pero se preguntaba si Minos siempre había sido de aquella forma, si no en el pasado era el hombre sensato que todos los mitos describían como un buen emperador, la clase de hombre que pasaba a la historia.

El cual de alguna forma, después de la desaparición de su hermano, quien se caso con la madre de Hércules, se convirtió en una criatura perversa, un libertino que perseguía muchos placeres diferentes, tal vez buscando un remplazo por aquel que perdió por su descuido.

Mujeres y hombres, pero en especial efebos, todos ellos parecidos a su hermano menor.

Como los muchachos que tomaba para su placer, los que según su amado alfa eran o pudieron ser una copia de Radamanthys de sobrevivir lo suficiente, sin duda, Minos estaba obsesionado con su pequeño supuesto hermano.

Violate trataba de pensar en lo que se decía en el inframundo, como de pronto los espectros que le servían a Minos comenzaron a correr la voz de que su señor deseaba a un omega y que cada uno de los que se atrevieran a interponerse en su camino lo pagarían muy caro.

La noticia había sido demasiado repentina, de un momento a otro los soldados de Minos proclamaron que el primer juez del inframundo tomaría un omega para sí, alguno que habitaba el inframundo.

Aiacos por un momento se vio preocupado, tal vez pensaba que ella era el nuevo proyecto de Minos y estaba dispuesto a pelear por mantenerla a su lado, Violate recordaba bien que le ordeno permanecer con él, no alejarse hasta que ese demente nombrara a su próxima víctima.

Que no fue ella, ni siquiera Bennu, sino Radamanthys, el segundo juez del inframundo, al que según decía su alfa, el propio Minos eligió para esa tarea en particular, como si no quisiera alejarse de su hermano aun después de la muerte.

Aunque Minos lo derroco, traicionándolo para mandarlo fuera de Creta, o eso decían los mitos, los que siempre eran erróneos, porque muchas personas decían que había un Minotauro, que Pasifae había enloquecido para yacer con un toro blanco, pero eso era mentira, el monstruoso ser jamás existió y quien fue exiliada fue ella, tal vez para que Radamanthys tomara su lugar en su lecho.

Sin embargo, lo que si existió fue la fastuosa construcción laberíntica en Creta, la que estaba amurallada, creada más que para que no pudieras llegar al interior, quien fuera que morara la mansión que ocultaba en su centro no pudiera salir nunca.

Muchos pensaban, aun aquellos que servían en el ejercito de Minos, que se trataba de un loco, de un hombre absurdo con extraños ideales de justicia, siendo el quien tenía la última palabra sobre la de sus aliados.

Pero ella no creía que Minos fuera un demente, sino por el contrario, creía que nunca había conocido a nadie que tuviera un control de sus emociones tan grande como el suyo, aunque no desearan admitirlo era un hombre juicioso y reflexivo, alguien a quien temer.

Un hombre que cuando actuaba ya tenía medidas cada una de las consecuencias de sus actos, seguro de su victoria y de los posibles obstáculos que tendría, su único punto débil se trataba del visible afecto que sentía por el segundo juez.

Algunos decían, que era su hermano, Minos decía que se trataba de su omega, su tesoro y que cualquiera que quisiera interponerse en su camino lo pagaría con su vida, con la tortura en los peores círculos del inframundo.

Su amado alfa pensaba que era cierto, que cualquiera que fuera lo suficiente absurdo para interponerse en el camino de Minos lo pagaría muy caro, y no deseaba que ella sufriera las consecuencias de su momentánea simpatía por Radamanthys, por lo cual, estaba solo.

Violate ingreso en su habitación, quitándose la ropa con relativa calma para ingresar en su alberca, cerrando los ojos cuando el agua caliente comenzó a relajar sus músculos, Aiacos la veía en silencio, seguro de lo que su pequeña omega hizo a sus espaldas.

Estaba molesto, pero mucho más preocupado aun, porque sabía que Minos nunca realizaba un reto, ni una amenaza en vano, era un hombre realmente terrible y esta criatura, estaba dispuesta a vengarse por el tiempo separado del que decía era su omega.

Aiacos respirando hondo, seguro que tendría que reprender a su amada se quitó la armadura también, desnudándose sin que ella se diera cuenta, recordando la conversación que tuvo con el mismo Minos, quien antes de acercarse a su hermano, de buscarlo y mandar su mensaje a todos los círculos del inframundo lo visito cuando estaba cumpliendo su deber.

**********

Sus pasos eran lentos, como los de un animal de presa buscando una víctima, Aiacos le observo fijamente deteniendo su tarea, dejando que una de las almas torturadas del inframundo permaneciera a la mitad del salón del juicio.

— Siempre he querido saber algo Aiacos y me gustaría que me respondieras en este momento, si no es mucha molestia.

Aiacos apretó los dientes, no era cosa de todos los días que Minos se dignara a visitarte en los salones, mucho menos vestido con su túnica de juez, sin su casco, sus ojos grises brillando con una emoción que le causo escalofríos.

— ¿Qué deseas Minos?

Minos lanzo el alma a uno de los círculos, mostrando una de sus falsas sonrisas de pronto coloco una mano en su hombro, esperando tal vez asustarlo.

— Quisiera saber que tan grande es tu amor por Violate, que tan lejos llegarías para mantenerla segura.

Aiacos apretó los dientes, molesto y un tanto asustado, Minos gustaba de infligir dolor a sus víctimas, era conocido por todos, pero nunca antes había mostrado interés en alguno de los espectros, siempre eran efebos hermosos aquellos que sufrían su afecto momentáneo.

— Podría pelear contigo para mantenerla segura Minos, eso lo sabes muy bien.

Minos asintió alejándose momentáneamente, palmeando de pronto, de nuevo sonriéndole con aquella mueca desquiciada, era sin duda un hombre enfermo, se dijo Aiacos, de pronto preguntándose porque deseaba saber si protegería a su compañera, su dulce omega.

— En ese caso no te meterás cuando realice la justa por mi omega, no es verdad.

Al ver su sorpresa Minos llevo sus manos detrás de su espalda, mirándolo de reojo, esperando que le preguntara quien era ese omega del que le hablaba, sus ojos fijos en los suyos, como un gato a punto de saltar sobre un canario.

— ¿Tu omega?

Pregunto, en ese momento aun desconocía del destino que tendría Radamanthys, por lo cual podía ser cualquiera, aun Violate, a quien amaba por sobre todo.

— Sabes, he esperado mucho tiempo por el día en que por fin pueda tenerle entre mis brazos, por el día en que por fin me reconozca, pero ya no soporto más esta tortura, no estoy dispuesto a verle entregarse a ese alfa inferior una nueva vida, ya no más.

Minos al ver que comprendía que sus palabras eran una condena, un decreto de un hombre inflexible, asintió, parecía complacido de que entendieran su mensaje, riéndose entre dientes.

— Yo estoy enamorado, él es mi perdición y mi tesoro.

Aiacos supuso en ese momento que aquellas palabras debían significar algo dulce, no una condena, ni mucho menos aquel oscuro deseo que ensombrecía las facciones del juez Minos, quien sin duda era una espectro leal a la causa de su dios Hades, poderoso y demasiado sensato, quien disfrutaba del respaldo de su dios desde el inicio de las Eras.

— Mi pecado, mi ruina y por un momento, también fue mi sangre, pero ya no más me temo, aunque siempre será mi pequeño hermano menor, mi dulce Radamanthys, mi omega.

Su hermano, acaso había perdido la razón, Radamanthys era sin duda el juez favorito de su dios Hades y en un principio fueron hermanos, no podía ser su omega, aunque tal vez de aquella forma era que buscaba placer en otros recipientes, porque su sangre alguna vez estuvo mezclada, entrelazada.

— Pero tu comprendes este sentimiento no es verdad Aiacos, tú conoces cual es el dulce amor que inflama tus sentidos cuando estas en compañía de tu omega, la ternura sazonada de lujuria, el deseo encarnado en esta preciosa joya que ha sido creada para ti.

Aiacos supuso en ese momento que con forme pasaba el tiempo, las vidas, el tabú que su deseo por quien fuera su hermano, quien era un omega, iba diluyéndose, desapareciendo poco a poco, hasta ese día en el que por fin aceptaba su deseo impuro.

— Tu y yo somos alfas, lo correcto es que seamos acompañados por nuestros omegas, pero sólo tú conoces esa dicha y aunque sabes cuan doloroso es perderle, no comprendes el dolor de no ser correspondido por tu tesoro, verle en los brazos de alguien más, porque tu dulce omega es un ingenuo que se deja envolver en las mentiras de un ave de rapiña.

Minos parecía molesto de pronto, casi enloquecido, Aiacos supuso que hablaba de Valentine, pero podía ser cualquiera, con el primer juez de las almas nunca se sabía, porque si bien era un hombre sensato, en la venganza era un monstruo impredecible.

— Pero también comprendes que el deber de un alfa es proteger a su omega…

Por lo cual temió por la seguridad de su amada joya y estuvo a punto de preguntarle si acaso deseaba pelear con él, comenzar una guerra de dos jueces por su placer, pero no lo hizo, Minos no le dejo hacerlo.

— Por eso quería saber que tan importante era Violate para ti, porque si te interpones entre nosotros, ella podría pagarlo.

**********

Pero ahora que sabía que se trataba de Radamanthys deseaba mantenerse al margen, solamente le advirtió del deseo de Minos, pero nada más que eso, sin embargo, su amada joya actuando en contra de sus órdenes, decidió tomar un bando, ese era el de Valentine, quien a pesar de su poder, dentro de pocas horas estaría muerto.

— ¿Qué has hecho mi pequeña?

La justa estaba anunciada para cuando dieran las primeras horas del amanecer en el inframundo, uno que duraba varios meses, para de nuevo sumirse en una eternidad de sombras.

— Valentine tenía que saberlo, mi señor, no es justo que sean separados cuando ellos se aman, pero me pregunto, la arpía es en realidad el alfa de Radamanthys o es el grifo, cuál de los dos es aquel destinado a potar el collar del Wyvern.

Eso no importaba en ese momento, Minos ya había tomado la decisión de tenerle como su compañero, sin importar cuan fiero fuera Radamanthys en su batalla, ni su amor por su arpía, ni que este fuera de hecho su alfa, si acaso el grifo estaba equivocado, una vez que el juez de los condenados había tomado una decisión, esta generalmente se cumplía.

— Minos fue a verme de nuevo, destruirá a cualquiera que se interponga en su camino para conquistar a su omega, lo mejor es que no te interpongas, no quiero perderte.

Le advirtió su amado señor, recordando la última visita de Minos, unas cuantas horas antes, sus hilos agitanase a sus espaldas como tentáculos invisibles.

Se veía mucho más afectado, como si pensara que Valentine se alejaría de su señor sin pelear, por lo que había visto de ese extraño espectro, daría su vida por su omega, por quien pensaba era su compañero.

**********

Minos se cruzó de brazos , estaba molesto y de pronto lo ataco, usando sus hilos, seguro que él había sido quien le advirtió a Radamanthys de su deseo, por aquella razón visito a Pandora y lo ataco a él, dándole la oportunidad de mantener segura a su arpía de momento.

— Creo que no lo entendiste la primera vez Aiacos, por eso quiero que me escuches de nuevo.

Minos sostuvo su cuello una de sus manos, apretando con fuerza, ahorcándolo, esperando que su colega le atacara, pero Aiacos no se movió, logrando que el hombre de cabello blanco sonriera satisfecho.

— Tuve un hermoso sueño, en el cual nos visitaba nuestro padre y me confirmaba que mi Radamanthys ha sido creado para mí, que esa miserable criatura desea robárselo de mi nido.

Aiacos se preguntaba porque se estaba comparando con un ave, sintiendo que Minos liberaba su cuello, relamiéndose los labios, blandiendo una daga frente a sus ojos, riéndose entre dientes.

— Pero que si lo destruyo, podre conocer la felicidad, la misma clase de dicha que tú tienes Aiacos, lo que yo llamo justicia y amor.

Minos guardo su daga, alejándose de Aiacos, quien respiro hondo apretando los dientes, observando al desquiciado alfa, que esperaba recibir su apoyo, en el caso de que los soldados de Radamanthys quisieran proteger a su omega.

— Ahora, te ofrezco mi amistad a cambio de tu ayuda o mi venganza de oponerte a mí, Aiacos.

El hombre de cabello negro asintió, conocía muy bien a Radamanthys, pero mucho mejor a Minos y comprendía muy bien que no deseaba estar en la mira del primer juez, quien era la mano derecha de Hades y el hijo favorito de Zeus.

— ¿Quieres que te ayude a destruir a Radamanthys?

Aquella pregunta enfureció a Minos, quien volvió a atacarlo, sosteniéndolo de su túnica, apretando los dientes, él no deseaba destruirlo, lo amaba y deseaba protegerlo de cualquier daño, ese era su deber, no el de esa criatura que engañaba a su amado hermano menor con su debilidad, con esa actitud sumisa cuando él controlaba los hilos de su destino.

— ¡Yo soy su alfa! ¡A quien le están robando su paraíso es a mí! ¡No a esa criatura! ¡No a Radamanthys! ¡Mi Radamanthys! ¡Mi omega!

Minos estaba tan desesperado que aun él sintió piedad por el, mucho más al verle caer de rodillas, golpeando el suelo con fuerza, respirando hondo cuando sus presentimientos, el creciente dolor de su pecho y la soledad que amenazaba con desquiciarlo se hacían cada vez mayores.

— Yo lo descuide, solo lo descuide esa ocasión y ahora esa criatura desea destruir mi vinculo, mi lazo con mi omega, mi paraíso.

Susurro, casi enloquecido, recordando esa única vez que le dio la espalda, sintiendo como el mismo Aiacos trataba de ayudarle a levantarse, recibiendo su ayuda.

— Mi deber es protegerlo y nadie, jamás, nunca jamás, volverá a evitarme que cumpla mi tarea.

**********

Aiacos despertó de su ensoñación, de pronto sosteniéndola de la cintura se apodero de sus labios con fuerza, silenciando cualquier duda que tuviera, ingresando en el agua en donde comenzó a recorrer cada una de las cicatrices de su omega, compadeciendo a Minos, el dolor que debía estar sintiendo si de verdad era el alfa de Radamanthys.

***62***

— ¿Lograste domesticarlo?

No entendía porque deseaba saberlo, pero no respondería esa pregunta, ni siquiera era necesario, supuso, Shion sabía que lo había hecho, que Manigoldo ya era suyo, pero no le gustaba su expresión, como si el estar a su lado fuera un castigo, cuando él no pensaba que fuera de esa forma, su conejito estaría seguro del veneno y eso era lo único importante.

— Un buen alfa no habla de eso con otros alfas.

Le respondió, ningún caballero lo hacía, mucho menos preguntaba por los resultados de la primera noche de una pareja de alfa y omega, o cualquier clase de pareja, esos asuntos generalmente se mantenían en secreto.

— Tú no eres un buen alfa, ni siquiera eres el suyo.

Shion era muy poderoso y el odio que mostraba por Manigoldo era un asunto que debía atender, no dejaría que la rosa lo matara, tampoco su momentáneo aliado, ese muchacho que se creía con el poder para cuestionar sus acciones, cuando él mismo deseaba al compañero de su conejito, pero en su caso ni siquiera existía un motivo que justificara sus acciones, como si deseara matarse con el veneno de la sirena.

— No, tal vez no lo soy, pero está mejor conmigo que con Albafica.

De eso estaba seguro Aspros, Shion sonrió, no lo sabía de cierto pero su amigo ya no tendría por qué mentirse por más tiempo y cuando diera con él, porque lo buscaría por todo el mundo de ser preciso lo regresaría al santuario para que ellos pudieran empezar su vida juntos.

— Al menos Manigoldo ya conoce su lugar.

Como su rosa lo haría muy pronto se dijo en silencio, tendría que usar aquella técnica de control mental, pero todo eso era culpa de Manigoldo, si el día de su primer celo hubiera aceptado el amor de su alfa no hubieran entregado a Cid al dios del sueño, ni lastimado al segundo, ni tendría que atacar a su rosa para que le amara, para que le hiciera compañía.

— Pero te advierto esto Shion.

De pronto Aspros parecía sumamente serió, como si fueran enemigos y no aliados, sorprendiendo a Shion, quien se preguntaba porque de pronto mostraba hostilidad en contra suya.

— ¿Me advertirás algo a mí?

Tuvo que preguntar, sin comprender la razón de aquella advertencia cuando ambos compartían la culpa, el sentimiento de saberse despreciados, el dolor de ver a su amado en los brazos de alguien más.

— Si lastimas a Manigoldo, te matare y nada de este mundo podrá evitarlo, ni siquiera tu lengua de plata ni la fe ciega de ese pobre anciano.

Su maestro no era un pobre anciano, simplemente lo conocía bien, sabía que nunca se atrevería a lastimar a su rosa, que le amaba tanto como para dar su vida para que otro santo de piscis naciera, por lo cual simplemente se encogió de hombros, esperando que no tuviera que lastimar al primero, pero si no tenía otra opción, lo haría para asegurar el amor de Albafica.

— Pensé que éramos aliados.

Y lo eran, ambos llevaron a Cid a la emboscada, abrieron las puertas del santuario a los dioses gemelos, pero solo porque debía proteger a su omega del veneno, como lo haría de los celos enfermizos de Shion de Aries.

— Sólo si no lastimas a mi conejito.

No lastimaría a su conejito, no le veía el caso una vez que ya estaba en los brazos de Aspros, el depredador que por fin había capturado a su conejito, quien esperaba sufriera lo que le quedaba de vida una vez que comprendiera que su rosa no le amaba, que su mentira había sido descubierta y que no era más que un omega.

— Muy bien, yo no lastimare a tu conejito, pero si ves a su alfa, detenle por mí.

Shion sabía que Albafica regresaría por su cangrejo, si no lo capturaba antes de eso, utilizaría su amor ciego por ese omega para poder capturarlo y regresarlo a su jardín, en donde solamente él podría hacerle compañía.

**********

— A... chan...

Al mismo tiempo en los sueños de Manigoldo estos estaban enfocados en la primera noche que durmió en el templo de su rosa, cuando lo llevo a su templo para protegerlo de Aspros, vigilando su sueño hasta el amanecer, que los saludo a ambos en la misma habitación, el en la cama de su alfa y su compañero en una silla cercana, mirándolo fijamente con una expresión que le hizo sentirse incómodo.

— ¿Dormiste bien?

Fue la pregunta del menor, quien sonrió al ver que por fin había despertado, Manigoldo se rasco la cabeza sentándose con las piernas cruzadas en la cama de su compañero de armas, estaba descalzo y no tenía su armadura de entrenamiento pero por lo demás, estaba completamente vestido.

— Sí, pero creo que tú no lo hiciste, te ves muy cansado.

Le respondió a punto de levantarse de la cama, notando como Albafica llevaba sus manos a sus rodillas, observando el suelo con detenimiento, algo avergonzado por dejarle ver que no había dormido en toda la noche, pero estaba tan emocionado de tenerlo consigo que simplemente quiso admirarle todo ese tiempo.

— Quería asegurarme que pudieras dormir...

Susurro avergonzado, escuchando como Manigoldo se detenía a su lado, mirándolo fijamente antes de sentarse en el suelo, a sus pies, observándolo con detenimiento, admirando su rostro como si fuera la primera vez que le observaba, tal vez así fuera, antes de eso no era más que un ladronzuelo y ahora se trataba de su alfa.

— Gracias por estar pendiente de mi sueño, pero aun así debo regresar con mi maestro, seguramente debe estar preocupado por mí.

Le informo, sonriendo con esa expresión que tanto le gustaba, la que a veces podía ver le dedicaba a sus secuaces, a los otros dos omegas que deseaban obtener una armadura dorada y también usaba con Aspros.

— Tu maestro es un buen hombre, él me agrada.

Manigoldo asintió, era un buen hombre, sabio y poderoso, también se trataba de un omega que les había dicho que hallar a su alfa era una sensación maravillosa, que sólo ellos podrían soportar el deseo que desencadenaba su perfume natural, que lo desearían con el mismo ardor y pasión, pero que no serían cegados por la lujuria.

— A mí también, es el único que piensa que podre tener una armadura dorada, no quiero defraudarlo.

Sage estaba seguro que heredaría su armadura, era poderoso, podía abrir portales al Yomotsu, estaba orgulloso de su entrenamiento y de su don, le había enseñado que la vida era digna de disfrutarse.

— Yo defraude a mi padre, supongo.

Se quejó de pronto Albafica, llevando su mano al collar en su cuello, el que Manigoldo había dicho que era suyo, pero sólo porque ya no lo deseaba, no porque quisiera ser su compañero.

— ¿A qué te refieres con eso?

Manigoldo le pregunto, llevando una de sus manos a su mejilla, pero fue rechazado por el menor, quien se alejó unos cuantos centímetros, ansioso por sentirlo pero comprendiendo muy bien que podía lastimarlo con ese simple roce.

— Él quería que te regresara tu collar, peleamos mucho por eso, pero deberás comprender que era mi única esperanza de pertenecerle a alguien, sí lo tome nunca fue con una mala intención.

Le confeso, recordando sus peleas constantes, su molestia cada vez que le decía que su don podría matarlo, como no le creía y pensaba que no deseaba que tuviera felicidad, pero tenía razón, su sangre mataría a su compañero.

— Al final él tenía razón, yo solo arruine tu oportunidad para tener un compañero de verdad.

Le explico cubriendo su rostro con ambas manos, tal vez de no haberlo conservado Manigoldo ya tendría un compañero, en ese caso sería feliz y Aspros no lo hubiera atacado, pero su cangrejo, aunque solo en su imaginación llevo sus manos a sus muñecas para ver su rostro, tratando de sonreírle.

— Habría sido Aspros y no es él, mi maestro dice que mi alfa resistirá la fiebre del celo y tú lo haces.

Le explico, comprendiendo que Albafica sí lo hacía, tan grande era su control que pudo apartarse de un solo movimiento cuando de nuevo lo toco, esta vez levantándose de su asiento, alejándose unos cuantos pasos, respirando hondo para disfrutar un poco más de aquel maravilloso perfume de su cuerpo.

— Pero no quiero que me elijas únicamente por eso, quiero que me desees, porque me amas o me necesitas...

Le explico Albafica, deseaba que Manigoldo lo quisiera, que le amara y lo necesitara como él ya lo hacía, no sólo porque su collar estaba en sus manos, que lo eligiera por su propia voluntad, no porque el destino lo puso en su camino, ni porque la diosa Hera lo quisiera de esa forma.

— Porque yo lo hago, yo te deseo de verdad, pero sé que nunca podremos estar juntos.

Manigoldo se sonrojo inmediatamente, eran las mismas palabras que el admirador secreto de Kardia le escribía, al menos, eso pensó cuando Albafica se desesperó un poco más, recargándose contra una de las columnas de aquella habitación, la que estaba algo maltratada, con muchas marcas de puños en el mármol.

— ¿Me deseas?

Le pregunto Manigoldo, levantándose de un salto, era mayor que Albafica, no creía que ese pequeño santo supiera de que le estaba hablando, era demasiado joven para eso, se dijo, aunque él tampoco estaba muy seguro de que tanto se suponía que debían hacer con su alfa, pero no debía sentirse como él se sintió con Aspros, no debía existir el temor ni el miedo, tampoco la vergüenza.

— Sí, quisiera estar contigo a todas horas, pero no creo que eso te guste.

Manigoldo sonrió de medio lado, prácticamente ya estaba con él a todas horas, o por lo menos, bastante tiempo cuando lo seguía a los campos de entrenamiento, admirándolo desde lejos, sus ojos fijos en los suyos, en cada movimiento que realizaba.

— Mañana veré a Kardia y a Cid en el campo de entrenamiento y si quieres puedes acompañarnos, prácticamente ya lo haces.

Le informo, llevando sus brazos detrás de su cabeza, logrando que Albafica le sonriera por fin, dándose la media vuelta para corroborar que no hubiera escuchado mal.

— ¿Estás seguro?

Le pregunto, con una gran sonrisa en su rostro cuando Manigoldo asintió, acercándose unos cuantos pasos en su dirección.
— Sí, ellos se preguntan porque nos sigues todo el tiempo, parece que lo haces por esto, por el collar que pensaba me robaste para que pudieras tener un compañero.

Aquello lo dijo tomando el collar entre sus dedos, admirando de nuevo la figura que le adornaba, comprendiendo que tal vez era una imagen conjunta, la muerte y la rosa, suponiendo que él era la calavera, una imagen bonita si le preguntaban.

— Eso hice, yo quería un compañero, eso era lo único que deseaba, nunca he querido hacerte daño.

Le explico, sonriendo al ver que Manigoldo ya no estaba tan afectado como en la noche anterior y que le creía cuando decía que no deseaba estar sólo.

— Ya lo haces, sí tú tienes el collar en tus manos nadie más podrá acercarse a mí, como Aspros lo hizo.

Manigoldo no deseaba a nadie más, tampoco estaba seguro si deseaba a su alfa, pero al menos, si ya tenía un compañero no podrían hacerle daño, esas eran las reglas, nadie podía robarle a un omega su paraíso.

— Shion dijo que Aspros pidió tu mano en matrimonio, pensaba que estarías en su templo haciéndole compañía, no en el mio.

Le explico, tratando de mantenerlo informado, aunque suponía que esa noticia no le agradaría, pensando que tal vez su maestro lo entregaría a géminis.

— ¿Aspros?

Pregunto de pronto, pensando en lo peor, en la posibilidad de que su maestro hubiera dicho que sí, que sería el compañero de Aspros.

**********

Una pesadilla que en ese momento se estaba volviendo realidad, mucho más aun cuando sentía el cosmos de Aspros rodearlo, sus dedos recorriendo su mejilla, su nariz, maldiciéndose en voz baja por haber tenido que usar su fuerza para someterlo, agradeciendo al mismo tiempo que Shion se había marchado dejándolo solo con su conejito, esperando que no le tuviera miedo por siempre.

— Manigoldo...

***63***

Kardia al ver que los barrotes de hielo resistían sus ataques, decidió calmarse un poco, llevando su mano a su corazón, no porque le doliera sino porque sentía el dolor de su alfa, como este intentaba llegar a él utilizando su vínculo, el lazo que los unía por voluntad de la diosa Hera.

**********

Hola.

Muchísimas gracias a YUE, MORIDAKAY, LETHEB, YUKU ICHIHARA, PRINCESSICE. SUSEY, LOISCESLES, MARIELA, SASHA y ESTERBOZ.


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