Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***7***
Degel hizo una señal a Kardia para que regresara a su lado, y este, aunque obedecer a un alfa estaba en contra de todos sus principios, lo hizo, Luciano era un peligro para él, para su alfa, pero, aun así, lo que pronunciaba no tenía sentido alguno, o, por el contrario, el extraño pelirrojo tenía información que ellos carecían.

—¿De qué diablos hablas?

Kardia pregunto a una distancia segura de Degel, su uña brillando, dispuesta a lastimarlo, Luciano entrecerró los ojos, los celos apoderándose de su sentido común, encantado por eso, por esa furia, recordando un poco de su escorpión y como le dio la espalda para marcharse con ese mentiroso.

—Una guerra, la última guerra Santa, en la que participaran Zeus y Hera, los dos dioses supremos del Olimpo, algo parecido a un divorcio cósmico en el cual nos obligan a pelear para poder divertirse y que tú debes ser Ganimedes, no yo.

Ninguno de los dos comprendió muy bien de que hablaba Luciano, no conocían la palabra divorcio, ni podían imaginarse que sus vidas solo fueran usadas para el divertimento de los dioses, ni mucho menos Kardia, sabía quién era Ganimedes y que tenía que ver con su alfa.

Pero Degel si lo hizo, conocía la leyenda, alguno de ellos era el copero del dios Zeus, cuyos deseos y sentimientos eran protegidos por su armadura, para que no pudiera conocer a su omega.

Y aunque lo hiciera, no lo comprendería hasta que fuera demasiado tarde, cuando ya no hubiera nada que hacer porque Zeus estaba despierto, buscándolo para darle su lugar en su reinado, el que era tan malo como aquel de un omega domesticado por un alfa que no era el suyo.

Al ver que su adversario comprendía sus palabras sonrió apenas, una mueca casi imperceptible en su rostro de otra manera inexpresivo, relamiéndose los labios, seguro que Kardia desconfiaría de su compañero si supiera la verdad, que tal vez le amaba para liberarse de la maldición.

Un engaño, una mentira de su alfa, el que no era el verdadero porque no le amaba como él, como su Milo, aquel traidor, no era su verdadero omega, porque lo que sentía por él no se comparaba con ese fuego que le quemaba al pensar en su Kardia, el verdadero escorpión destinado para él.

-Mi nombre es Camus, vengo de otra dimensión, pero no solo eso, de un futuro distante, de la siguiente guerra santa, la que hemos ganado y en donde mi maestro, un hombre virtuoso que comprende mi dolor me a enseñado la verdad, como a veces los dioses burlándose de los alfa, deciden que sus omegas nazcan en eras diferentes a las suyas.

Degel sentía pena por ese alfa, pero no tanta como para no dañarle de dar un paso en falso en contra de su escorpión de nuevo, ya que, si se atrevía a levantar un solo dedo, a mirarle de una forma extraña, lo mataría sin dudarlo.

—Estas delirando, no eres más que un mentiroso y un embustero.

Respondió Kardia, caminando un paso en su dirección, pero siendo detenido por Degel, quien llevo un brazo a su pecho, para evitar que se alejara de su cuidado, llamando la atención de su omega, quien le observo con una extraña expresión.

—La maldición existe, por eso estaba tan feliz de verte, porque fue la primera vez que yo sentí algo más que ese gélido peso en mi pecho, el que se estaba comiendo mi alma, tu eres mi corazón en más de un sentido Kardia, me salvaste de mí mismo.

Kardia volteo a ver de nuevo a Luciano, quien decía llamarse Camus en ese instante, un sujeto de cabello, uñas y ojos rojos, quien no parecía sentir nada, cuyo inexpresivo rostro hacia que se le helara la sangre.

—Tu dañaste a todos esos omegas, pero en especial al primero, por eso no tendré piedad la siguiente ocasión que pueda hacerte daño, te juro que te matare, en memoria de mi sucesor.

Sintiendo piedad por aquel otro escorpión, pero si recordaba los desvaríos que le conto en su celda, estos hablaban de una guerra santa, ambas armaduras eran iguales, no había forma de estar equivocados.

—Estas diciendo que…

Degel asintió, él pudo ser Ganimedes, pero no lo era, su amor por su omega le salvaba de la maldición, pero este santo de acuario, deseaba utilizar a su amado Kardia como una cura, obligarlo a entregarse a él, algo que no permitiría mientras aun estuviera vivo.

—Mi amor por ti me protege, pero ese guerrero no tiene corazón, él debe ser el amante de Zeus.

Kardia retrocedió un paso, suponiendo que por eso este Camus trato con tanto ahínco de amar a un omega, cualquier omega, aun él, para escapar de Zeus, pero aquellos actos no eran más que una muestra de su falta de sentimientos, de lo ruin que podía ser, aunque su temor era real, el amor que dijo tenerle a sus omegas era falso, por eso el que decía tenerle también lo era.

—Eres un monstruo…

Susurro, elevando su cosmos, dispuesto a darle un poco de paz al matarlo, pero Degel suponiendo que lo mejor era obtener toda la información de la que podían echar mano, detuvo de nuevo a su escorpión.

—Nos dirás todo lo que sabes, o yo mismo te matare…

Camus no les tenía miedo y no actuaría como un cobarde, mucho menos retrocedería, caminando en dirección de los dos amantes, notando que Kardia le veía como si fuera un monstruo, Degel como una amenaza.

—Mátenme, me da lo mismo vivir o morir en esta era, en realidad, me harían un favor.

De pronto sostuvo la muñeca de Kardia llevándola a su pecho, para que su aguja al rojo vivo tocara su corazón, sonriendo al ver que no se atrevía a matarlo, apretando los dientes de pronto para derribarlo, tratando de infligirle todo el dolor que esos pobres omegas habían sentido, en especial el primero, al que no hacía más que despreciar cuando le dio su vida entera a cambio.

—¡No tendré piedad! ¡Te mantendré vivo para que Zeus venga por ti y te destruya!

Camus en el momento en que Kardia trataba de cortarlo, usando la misma clase de técnicas que su amado Milo, sostuvo su muñeca, para robarle un beso de sus labios, gimiendo al sentir aquel contacto, siendo repelido por su alfa, pero con un sentimiento de triunfo al ver que le amaba, sus sentimientos eran reales.

—¡Te fuerce a ser su omega!

No era indiferente a ese contacto, aunque su escorpión si lo era, es más, odio que le tocara, lo supo cuando su aguja se clavó en su costado, sin matarlo, pero causándole demasiado dolor.

—Eres hermoso…

Kardia se alejó limpiando sus labios, deseoso de tomar la vida del bastardo que se atrevía a tocarlo sin su permiso, apretando los dientes, escuchando los pasos de Degel, quien esta vez atacaba a Camus por tocar a su amado escorpión, nadie más que el tenía derecho de hacerlo, siempre y cuando tuviera su permiso para ello.

—¡Nadie toca a mí Kardia!

Gritó presa de la furia, tratando de lastimar a ese alfa que pensaba podía tocar a su compañero, alejarlo de su lado y que él lo permitiría, cuando su escorpión era su corazón, su vida, su cordura.

—No es tu Kardia, es mío, es mi omega y tu solo te estas mintiendo, porque no deseas aceptar la verdad, que los dioses se han burlado de nosotros, a ti dándote un compañero que no mereces y a mí, haciéndome nacer siglos después, cuando mi amado no es más que un recuerdo.

Un recuerdo, pensó Kardia, un recuerdo de quien, de que, deteniendo a su alfa, debían comprender que estaba pasando, Sage los había enviado para eso y sin más, Degel, al sentir sus brazos en los suyos dejo de atacar, acomodando sus lentes nuevos, escuchando un extraño caminar, como de alguien cojeando.

—No es conveniente que lo maten, este alfa debe sobrevivir a esta era, aunque eso no les guste.

Era Hefesto, al menos, una réplica del dios que se movía a través de lo que parecía ser un autómata como los de los libros que Degel había visto alguna vez, un gigante forjado en oro, metal con forma divina, que de vez en cuando expulsaba vapor, y en el centro de su pecho, un giroscopio de fuego morado le mantenía en pie, alimentando su cuerpo.

—Mi querida madre está a punto de despertar, estoy seguro que deseara hablar con ustedes, pero en especial con este Ganimedes.

Camus negó aquello, él no era Ganimedes, no lo aceptaba, se dijo levantándose con demasiada dificultad, observando a la criatura de metal retorcido mentirle, maldecirlo con esas horrendas palabras, él no era el amante de Zeus, no lo sería nunca y no le importaba a que dios tuviera que rendirle tributo, jamás dejaría de buscar la manera de escapar de aquel destino.

—¡No soy Ganimedes!

Grito con furia, sin aceptar aquel monstruoso destino, seguro de que debía haber alguna forma de hacerle ver a Kardia que él era su alfa, que Degel era el destinado amante de Zeus, protegido por la diosa de la sabiduría en persona.

—Debemos darnos prisa, mi madre no es tan fuerte para esperarlos todo el tiempo que deseen.

Kardia se rio entre dientes encontrando la desesperación de ese santo de acuario muy divertida, pero Degel estaba muy serio, mucho más que de costumbre, sus pensamientos algo confusos, recordando las palabras de su maestro, el cómo le dijo que todos los acuarios eran alfas, todos los santos que alguna vez portaron esa armadura eran hijos de Zeus.

Pero que el verdadero Zeus era una criatura perversa, una sombra oscura que odiaba a la humanidad y que buscaba la forma de destruirla, que había seleccionado a varios de los guerreros más fuertes del planeta, alfas, betas y omegas, para pelear en las guerras santas.

Pronunciando que su diosa Athena era una entidad benigna, pero que buscaba ser la patrona de la humanidad protegiéndola del peligro, uno creado por los mismos dioses, por un momento pensó que ella era quien generaba los males que la humanidad debía temer, solo para divertirse, saciar su sed de sangre y amor.

Advirtiéndole que jamás debía pronunciar aquella verdad, eso lo dijo cuándo su maestro traiciono al santuario, antes de matarlo, pero ahora que veía a los demás dioses, que sentía la presencia de su Kardia a su lado, se preguntaba si acaso tenía razón y él, en su fe ciega, ignoro la advertencia de su maestro.

Quien busco por todos los medios hacerle despertar su corazón, en especial, cuando Kardia llego a su cuidado, siendo él quien le localizo, casi muerto, su corazón lastimando su cuerpo humano, convenciendo a Sage que él podría cuidarlo con su cosmos helado.

Sonriendo cuando se dio cuenta de su amor a primera vista, explicándole que se trataba de su corazón y que debía cuidarlo, sintiendo verdadero pesar al ver que su escorpión seguía rechazándolo.

Dejándolos dormir juntos el día que casi lo mata, el fuerte omega en su regazo, aferrándose a él como si fuera la vida misma, de la misma forma en que él había hecho toda su vida, desde que pudo verle aquel primer día.

—Tú tienes un omega, pero no es mi Kardia.

Le advirtió, siguiendo al gigante de metal, sorprendiendo a Kardia, quien no deseaba darle la espalda a Camus, si ese era su verdadero nombre, quien, caminando lentamente detrás de ellos, supuso que lo mejor era contarles un poco más de los omegas.

—Zeus creo a los primeros dos omegas como regalos a sus hijos favoritos, arrebatándoselos a Hefesto, los que jamás descansarían, pero tendrían la compañía de sus amados, de dos criaturas hechas a partir de sus deseos, para hacerles compañía eternamente.

Una criatura hecha para amar a su alfa y la otra para resistir sus tormentos, dos de las creaciones de Hefesto, a quien le obligaron a entregar a sus hijos, como le forzaron a contraer nupcias con una mujer que jamás podría quererlo, pero de la que estaba prendado, un castigo para ambos.

—Pero Hera, cansada de sus constantes infidelidades, de la presencia del copero en su reino, decidió destruir a Zeus y casi lo logra, pero no pudo, fue derrotada.

La máquina seguía caminando, todo ese tiempo produciendo un sonido como de relojería y de vez en cuando un chirrido del vapor que le ayudaba a moverse, siendo expedido por los orificios de su cabeza, haciendo que a veces pareciera un penacho.

—Sin embargo, al ver el amor de su hijo favorito por su espada y predecir aquel que tendría su otro vástago, decidió crear a los omegas, para seducir a los hijos de su esposo, cada uno de ellos, llevarlos a su lado, creando un ejército como el que jamás se ha visto, el que crece con cada nueva generación.

Kardia estuvo a punto de gritarle que cerrara ese gran pico, esa cosa que tenía por boca, cuando de pronto el gigante de metal ataco a Camus, disparándole un proyectil con una forma extraña que dio contra su rostro.

—Eso será suficiente.

Pronuncio el dios creador, siguiendo su camino, Kardia se preguntó si habían matado a Camus, pero pudo ver que, en su boca, de pronto, como por arte de magia había sido colocado un bozal, una máscara que le evitaba pronunciar cualquier sonido, la que trataba de quitarse con desesperación.

—¿Qué diablos es eso?

Degel sostuvo al pelirrojo, cuya mirada carmesí estaba fija en la maquina con odio y desesperación, permitiendo que su hermano de maldición, el santo de aquella época le sostuviera unos segundos, antes de alejarlo con un codazo.

—¿Eso es necesario?

El gigante no les respondió, no era necesario, pero ese humano comprendía demasiado de los alfas y de los omegas, tanto, que bien podía convencer a esos dos de no creer en sus palabras, en darle la espalda a su madre y de momento les necesitaban.

—Síganme si es que quieren ver a su madre.

***8***

Valentine en ese momento se alejó de Radamanthys, quien esperaba una orden aun de rodillas, relamiéndose los labios, estaba nervioso e inseguro, esperando que su alfa pudiera perdonarle por su desconfianza.

El pequeño alfa abrió un ropero que estaba cerrado siempre bajo llave, la caja de premios de su señor, un armatoste que detestaba pero que aun así utilizaría para darle a su omega lo que necesitaba de su persona.

En ese armario había esposas, cadenas, látigos y otros instrumentos que podían causar dolor, los que Valentine siempre que podía ignoraba, siendo sus favoritos un antifaz negro que cubría los ojos de su señor, unos lienzos de tela que siempre debían ser remplazados y un fuete, una delicada pieza de cuero negro, que apenas marcaba la piel de su señor.

Para el busco un antifaz de medio rostro de color carmesí con varios grabados negros, los que eran plumas retorcidas que parecían estar afiladas, una extraña pieza que encontró en una de sus múltiples vidas, creyendo que era más que adecuada para ellos, notando como su omega tragaba un poco de saliva, comprendiendo muy bien lo que estaba a punto de suceder.

Quien al verle seleccionar sus juguetes tembló con anticipación, esperando escuchar cualquier clase de orden de su amado alfa, quien dejo una por una de sus herramientas en una mesita de noche, esperando porque su omega pudiera apreciarlas.

Regresando a su lado entonces, quitándose la armadura, guardándola junto a la de su señor, sonriendo al pensar que sin duda esas dos surplices se veían perfectas una a lado de la otra, riéndose entre dientes cuando su señor gateo en su dirección, llevando su mejilla al dorso de su pie, restregándola contra este.

— Ya sabes que hacer.

Su señor asintió y comenzó a desvestirle con demasiada lentitud, en ese momento tenía prohibido tocarlo, Valentine se lo había dicho en más de una ocasión, cuando recibía uno de sus castigos, los que eran contados, él no podía tocarlo hasta que le hiciera ver que tan importante era para él.

— Matare a todos los que intenten alejarlo de mí, nadie quedara en pie cuando termine con mi castigo.

Radamanthys continuaba con su tarea, aun de rodillas, desvistiéndole con demasiada lentitud hasta que no portaba ninguna prenda, su cuerpo delgado, pero musculoso dispuesto pero prohibido para él.

— No porque usted sea mío, sino porque intentan destruir su nobleza, manchar su honor y arrebatarle la esperanza, dejar una cascara hueca en donde antes se encontraba el hombre más hermoso que yo he visto.

Radamanthys recorrió su anatomía a unos cuantos centímetros de distancia, sin atreverse a pronunciar cualquier sonido, sus ojos fijos en los suyos, esperando una nueva orden, la que vino con Valentine sosteniéndole del cabello con fuerza, tanta que le causo dolor.

— ¿Qué es lo que deseas mi señor?

Le pregunto de pronto, lamiendo su cuello para encajar sus dientes en su hombro, riéndose cuando Radamanthys en vez de quejarse gimió, sintiendo un placer sinigual, estremeciéndose cuando su arpía llevo dos dedos a sus labios, aquellos que lamio con rapidez, humedeciéndolos con su lengua, sonrojado al sentir de pronto un nuevo beso y una nueva mordida.

— No has respondido mi pregunta.

Radamanthys abandono los dedos de su alfa, los que recorrieron su pecho con delicadeza, deteniéndose al final de su espalda, por encima de las caderas, escuchando otro gemido cuando recorrió su barbilla con su lengua

— Complacerlo.

Aquella respuesta recibió otra recompensa, la que vino con la forma de un antifaz negro que no le dejaba ver que le tenía deparado, haciéndole gemir de nuevo, temblar con delicadeza, relamiéndose los labios.

— En ese caso, acuéstese en la cama mi amado señor.

Radamanthys retrocedió con lentitud, sin poder mirarle, recostándose en la cama con lentitud, escuchando los movimientos de su arpía a su alrededor, completamente ciego, ignorante de lo que pasaba.

— Y no guarde su voz, ya sabe que me gusta demasiado poder escuchar su placer.

Valentine al ver que su señor se recostaba en la cama, relamiéndose los labios sostuvo una de las muñecas de su amado, besándola primero para después colocar un grillete conectado a una cadena, la que sostuvo de la cabecera de la cama.

Radamanthys al sentir el frio del metal se retorció en su cama, volteando en aquella dirección, como si pudiera ver a Valentine, o su sonrisa pícara cuando se alejó de su amado para encadenar su otro brazo, inmovilizándolo de momento.

Comprendiendo muy bien que, si su señor deseaba liberarse, con un simple movimiento de sus brazos lograría destruir aquellas cadenas, pero era un omega obediente, a pesar de ser un guerrero poderoso escuchaba sus órdenes cuando estaban a solas, las que eran contadas y todas enfocadas al disfrute de su amado señor.

Valentine se alejó entonces, buscando el primer juguete que usarían con su señor, el que se trataba de un anillo dorado como su cabello, el que podía contraerse o abrirse con un ligero mecanismo.

— ¿Valentine?

Como le gustaba escuchar ese tonó de voz suplicante, verle desnudo en su cama, la confianza y el amor que le ofrecía, permitiéndole complacerlo, hacerle el amor de la forma en que lo deseaba.

— Aguarde mi señor, yo sé que desea de su fiel arpía, yo sé cómo brindarle placer.

Susurro acariciando su entrepierna con delicadeza, abriendo sus piernas con cuidado, recibiendo un gemido de su señor, quien se retorció cuando sintió el anillo frío rodearle, apresando su sexo en la base, comprendiendo muy bien que no podría venirse hasta que Valentine se lo permitiera.

— Se ve tan hermoso, rosado y perfecto, como una deliciosa fruta que solamente yo puedo consumir.

Radamanthys jadeo de nuevo cuando su arpía lamio su vientre, siguiendo un rastro sinuoso a su pecho, entreteniéndose con uno de sus pezones al mismo tiempo que colocaba una pinza en su gemelo, la que tenía una cadena que la sujetaba a su gemela, la que de pronto tomo su lugar resbaladizo por la saliva de su amante, escuchando su gemido de dolor, así como de placer, observándolo retorcerse en su cama.

— Aun falta otro juguete mi señor.

Le informo besando sus labios con hambre al mismo tiempo que sostenía un arnés, tal vez un bozal, que coloco con demasiado cuidado en la boca de su amado señor, el que estaba hecho de un tubo de cuero que mordería en algunos minutos, cuando su placer fuera incrementándose, cuando sus temblores también lo hicieran.

— Pero sabe que si usted realmente quisiera soltarse puede hacerlo, estos juguetes no tienen la fuerza para mantenerlo quieto, no es así.

Pronuncio jalando delicadamente de las cadenas que colgaban de sus pezones al mismo tiempo que llevaba su otra mano a su entrepierna, recibiendo un estremecimiento de su señor, así como el fugaz intento de liberarse, retorciéndose cuando intento decirle cuanto lo deseaba.

— Solo que usted es un buen omega que escucha a su alfa y no se soltara de aquellas cadenas hasta que yo se lo ordene, no es cierto, porque sabe que tan decepcionado estaría con usted si no controla sus instintos.

Radamanthys asintió, lo que menos deseaba era importunar a su alfa, a su hermoso alfa que de pronto le dejo solo en aquella cama, su sexo aprisionado por un anillo, sus pezones sufriendo la tortura de aquellas pinzas, su boca salivando al tener ese cilindro entre sus dientes, sus ojos cerrados, pero tratando de aguzar sus sentidos para escuchar los placeres que su arpía tenía deparados para él.

— Así que comencemos con su castigo mi amado señor.

Susurro, girándolo repentinamente, torciendo sus brazos sobre su cabeza, inmovilizándolo un poco más al mismo tiempo que levantaba sus caderas, abriéndolo para él al colocar sus rodillas entre sus piernas.

— O debería decir premio.

Le pregunto amasando sus nalgas, recorriéndolas con las puntas de sus dedos, abriéndolo para el con delicadeza, sonriendo al ver que su omega se estremecía, abriendo sus piernas un poco más e intentando levantar la cadera para mostrarse ante su señor, quien llevo su lengua a su entrada, recibiendo un hermoso gemido de su señor.

Radamanthys al sentir la lengua de su amado alfa, de su fiel arpía se estremeció, relajando su cuerpo, tratando de controlarse para no quebrar aquellas cadenas como era su costumbre, retorciéndose cuando su lengua iba cada vez más profundo y las manos de su alfa de sus nalgas pasaron a sus muslos, abriéndolo para él.

— Le gusta esto mi señor, mis manos en su cuerpo, mi lengua en su humedad.

Su señor asintió, de poder hablar le diría que le encantaba, que deseaba mucho más de sus delicadas manos, de su lengua, de su sexo que podía sentir chocar en contra de su muslo, pero se limitó a gemir cuando su arpía comenzó a recorrer su erección con delicadeza, moviendo de vez en cuando el anillo, besando su espalda con suavidad, deteniéndose cada tanto tiempo para cerciorarse que su omega estaba disfrutando de sus placeres.

Llevando de pronto ambas manos a su pecho, moviendo ligeramente las pinzas que mordían sus pezones, recibiendo otro fuerte gemido de su señor, quien sólo disfrutaba de su cuerpo caliente sobre él suyo, sus labios recorriendo su cuello, las marcas que sabía iba dejando en su piel.

Retorciéndose cuando de pronto, con una mano en su pecho y otra en su sexo el placer que sentía iba incrementándose, su deseo por tocar a su arpía cada vez era mayor, pero intentaba no hacer ningún movimiento brusco, aun cuando su arpía volvió a cambiar sus posturas.

Sabía que prefería ver su rostro, su placer y él deseaba poder tocar a su arpía, necesitaba verle, sus ojos de fuego devorarlo con el deseo sobrecogedor en su mirada, sus labios mordiéndolo, lamiendo su piel, recorriéndole como era su derecho.

— Es tan hermoso, tan perfecto, mi señor, usted es tan hermoso.

Radamanthys seguía luchando para no moverse, sintiendo como Valentine presionaba sus nalgas, aferrándose a su cadera, mordiendo su cuello y su hombro, dejando vivas marcas de sus placeres, prueba fehaciente que le pertenecía, que lo había seleccionado a él para compartir su lecho, una de las marcas de su amor, del deseo que sentían los dos.

— ¡Quiero escucharlo, no silencie sus gemidos!

Pronuncio de pronto liberándolo de la mordaza, escuchando un cantico de gemidos, sus muñecas aun atrapadas en los grilletes, su cuerpo ansioso por su alfa, retorciéndose para que el contacto fuera mayor, sus piernas tratando de guiarle a poseerle de una buena vez.

Su sexo apresado por el anillo, presionando su semilla, atrapándola en su cuerpo caliente, incendiado por esa perfecta criatura que le amaba, a él, al que se consideraba como el menos agraciado de los omegas.

El que comparándose con su alfa, no era tan hermoso, no era pequeño y su apariencia asustaba a cualquiera menos Valentine, su dulce arpía que le deseaba como nunca, quien se alejó de pronto para tirar de las pinzas en sus pezones, escuchando un fuerte gemido, el que casi era un grito de placer al mismo tiempo que tiraba de sus grilletes, pero deteniéndose a tiempo para no romperlos ni arrancarlos de su cama.

— ¡Por favor! ¡Valentine! ¡Por favor!

Suplico, momento que su arpía utilizo para liberar su sexo del anillo recibiendo su semilla en su mano, la que llevo de pronto a sus labios, probándola para después dársela a su omega, quien limpio sus dedos con obediencia, apreciando su sabor, succionando con fuerza.

— ¿Quieres que te haga mio?

Le pregunto, pero Radamanthys negó aquello, no deseaba que le hiciera suyo, porque ya le pertenecía, e intento explicárselo, pero de pronto sus labios fueron silenciados por los de su arpía, que introdujo su lengua en su boca, colocándose entre sus piernas.

— ¿No deseas que te haga mio?

Radamanthys volvió a negar aquella respuesta, relamiéndose los labios, sintiendo como los movimientos de su arpía aumentaban de ritmo, pero no lo penetraba, deseaba escuchar que lo deseaba, pero aquella pregunta era errónea, porque ya era suyo, ya le pertenecía.

— ¡Soy tuyo mi alfa! ¡Yo ya soy tuyo! ¡Soy tuyo!

Le explico, gimiendo cuando su arpía volvió a morder su hombro, esta vez con suficiente fuerza como para cortar su piel, escuchando como los grilletes chirreaban apenas unos segundos, pero su omega no los rompía porque le había dicho que no lo hiciera.

— Quiero…

Susurro, esta vez con algo parecido a la timidez, llamando la atención de su arpía, cuyo cosmos estaba elevándose sin control, rodeando a su amado con su energía vital, quien seguía besando sus labios, tratando de pegarse a su cuerpo al mismo tiempo que no trataba de soltarse.

— Quiero… quiero amor, solo quiero que me ames…

Aquella respuesta fue inesperada, porque su señor ya sabía cuánto le amaba, cuanto le deseaba, aun así, su hermoso dragón le suplicaba por su afecto, logrando que su corazón se incendiara de nuevo a causa del deseo que su alma provocaba en su ser, a causa de lo mucho que le amaba.

— Mi amo, dime que me amas.

Antes de que Valentine pudiera responderle a su amado dragón, a su señor con su única verdad, el hombre rubio entre sus brazos rompió uno solo de sus grilletes, llevando su mano a su cuello para besarle con fuerza, apoderándose de su boca.

— Porque yo lo amo, yo te amo, te amo Valentine.

El hombre con el antifaz rojo se quedó sin habla, sonriendo de pronto al escuchar esas palabras, ver confirmado el amor de su dragón, quien siguió besándolo con fuerza, deseando como nunca antes pertenecerle a su dulce arpía, a nadie más, porque nadie más le amaba como su señor.

— Se mi alfa, se mio y yo seré tuyo, sólo tuyo.

Valentine podía sentir que unas cuantas lagrimas se formaban en sus ojos, todo ese tiempo había esperado por escucharle decirle que lo amaba, por ver confirmado su cariño y en ese momento, en el maravilloso instante en el que fundían sus cuerpos en uno, su amado señor al fin pronunciaba aquellas gloriosas palabras, el afecto que sentía por él, un sentimiento compartido, un cariño que le daba sentido a su existencia.

—Usted sabe que yo lo amo, mi señor, que yo soy su alfa elegido, que moriré antes de ser alejado de su persona.

Radamanthys asintió, esperando que aquellas palabras fueran ciertas pero que jamás se volvieran realidad, dispuesto a seguir a su arpía a donde fuera, con tal de no perderle.

— No dejes que nos separen, no permitas que me roben mi paraíso, no quiero estar sin ti… no lo soportaría.

Pronuncio de pronto su señor, restregando su mejilla contra la palma de la mano de su alfa, quien simplemente sonreía, su cosmos ardiendo, emocionado porque su deseo, su sueño, se hacía realidad.

— Júrame que no vas a dejarme solo.

***9***

Cid despertó sintiendo las caricias delicadas de Oneiros, sus ojos fijos en su rostro, como si en verdad le amara y se preocupara por su bienestar, alejándose inmediatamente al recordar en donde se encontraba, el mismo dolor sordo en su muñeca cercenada, la que aun sangraba de momentos.

**********

Hola, juro solemnemente que esta historia no será abandonada, me gusta demasiado para eso, e intentare actualizar más seguido, espero que les siga gustando.

Apropósito, para el capítulo numero 55 habrá otro especial de media temporada… por decirlo de alguna manera, así que de que pareja les gustaría leer un capitulo completo, ya saben que estoy abierta a sugerencias.

Mil gracias.

Sé que les encantara.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).