Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Paraiso Robado. por Seiken

[Reviews - 236]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Paraíso Robado.

Resumen:

En el santuario de Athena la perfección del amor se confirmaba con el nacimiento de niños deseados y el paraíso era pertenecer a quien amabas, pero cuando eso no ocurría, bien podrían decir que el paraíso se te había sido robado.

***16***

Manigoldo estaba encerrado en una celda, que parecía ser su recamara, la que compartiría con su alfa, su mirada estaba fija en un espejo, observándose sin poder reconocerse, preguntándose en donde se encontraba su amado, que pensaría de verle en aquel estado y si estaría muy enojado por haberle traicionado, por no poder evitar que Aspros le poseyera.

Al menos vestía su ropa común, la que siempre usaba en sus misiones o cuando salía del santuario a Rodorio o cualquier otro sitio, se dijo en silencio, casi como si tratara de convencerse que había algo bueno en todo eso, pero la verdad era que no sentía más que temor, desesperanza, justo como en esa aldea, porque bien sabía que su vida se le había sido arrebatada por un capricho.

Su amor, su futuro, su felicidad, todo aquello que tenía, de lo que gozaba, le había sido robado cruelmente, sus amigos, su maestro, su alfa y su libertad, logrando que se preguntara que debía hacer en ese momento, que pasaría de ahora en adelante con él.

Pensaría en terminar con su tormento si no comprendiera que Albafica perdería la razón de saber que había escapado de su carcelero de aquella forma tan cobarde, todas sus enseñanzas no habrían valido de nada y su rosa estaría sola en ese mundo, sin que nadie más velara de su seguridad.

Manigoldo tenía unos incontrolables deseos de llorar en ese momento, pero no lo haría, se dijo, tratando de levantarse de su cama, la que Aspros ya había estrenado el ultimo día de su celo, traicionando una docena de reglas del mismo santuario al hacerlo.

Porque ya tenía un alfa, había encontrado su paraíso como les gustaba llamarlo, pero que más daba sus deseos cuando ellos no eran más que objetos vendidos al mejor postor, yeguas de cría para dar a luz otros alfas que pudieran demostrar que eran los hijos del dios Zeus, algunos betas, que seguramente tendrían libertad, o desdichados omegas que heredarían su infortunio.

Respirando hondo, se dio valor para salir de su habitación, escuchando el sonido de algunos pasos, ese era Hakurei, a quien odiaba más que a nadie en ese momento, preguntándose porque se ensañaba con él, porque siempre se dedicaba a exigirle que abandonara sus sueños, su libertad, solo para ser la propiedad, el juguete de su favorito.

Porque Aspros era su favorito, si no era más que un mentiroso y un egoísta, un ser despreciable que no se merecía perdón alguno, se dijo al verle con las ropas de su maestro, con su casco, al que daban por muerto solo porque se trataba de un omega, de eso estaba seguro.

—¿Pero que estas portando Manigoldo?

Le pregunto caminando en su dirección, para detenerse a pocos centímetros, mirándolo de pies a cabeza con decepción, como si la ropa que siempre había utilizado no fuera la adecuada, llamando la atención de Aspros, quien sorprendido como él se preguntó lo mismo, era la ropa que siempre habían utilizado.

—¿Qué hay de malo con lo que lleva puesto?

Pregunto su alfa, el no deseaba conversar con Hakurei e intento marcharse, si Aspros no hubiera sostenido su muñeca, obligándole a detenerse a su lado, rodeando su cintura con uno de sus brazos, pegándolo a su cuerpo, para ser rechazado inmediatamente, cuando le empujo con fuerza, obedecería, no buscaría a su alfa, pero no dejaría que usara su cuerpo a su antojo cada vez que lo deseara.

—Es su gran día, no puede estar vestido de esta forma…

Claro que podía, no era su boda real, esa seria con Albafica, cuando pudieran librarse de esta condena y ese día, el haría todos los ridículos preparativos de los que hablaban muchos omegas, pero no con Aspros.

—Como un buen omega, debe arreglarse para su compañero y creo que mi hermano jamás uso la fina ropa que le regalo su pobre alfa para su propia boda.

Aspros sonrió al pensar en aquella posibilidad, en verlo ataviado solo para él, haciendo que retrocediera, era absurdo, porque según creía, esa ropa se usaba cuando el omega era virgen y puro, cuando jamás había tenido un alfa en toda su vida, no cuando se trataba de un omega con un alfa destinado, al que ya se le había entregado de muchas formas posibles, o un omega al que le obligarían a contraer nupcias con un alfa que ya le había domesticado.

— Itia, que era el alfa de mi hermano, sufrió demasiado en sus manos, nunca le acepto y era como Manigoldo, le rechazaba sin comprender que se trataba de su compañero elegido por los dioses, mentía sin comprender la razón de su crueldad o del amor de su alfa.

Su maestro había sufrido lo mismo que él, se dijo Manigoldo, apretando los dientes, para después soltarse de Aspros, deseaba marcharse de aquella sala, no usaría ropa especial, ni se arreglaría para ese alfa enloquecido, no era su compañero y no merecía los sacrificios que realizaría por él.

—¡A donde crees que vas!

Pronuncio Aspros, capturándolo de nuevo, usando la fuerza para obligarle a regresar, esta vez provocándole dolor, uno que Hakurei ignoro negando con un movimiento de su cabeza, como si su actuar fuera el incorrecto, logrando que su desprecio por ese anciano miserable empeorara aún más.

—Manigoldo, tu maestro nunca uso su ajuar de omega, pero tú debes hacerlo para honrar nuestras tradiciones, como supongo que de ahora en adelante dejaras crecer tu cabello, te verías mucho más hermoso de esa forma.

El santo de cáncer no pudo quejarse ni pronunciar una sola palabra, porque inmediatamente, como si Hakurei ya lo tuviera planeado, le mostro una horrible pieza de ropa, colorida, creada con telas preciosas que habían resistido más de doscientos años, las que eran cargadas por dos soldados del santuario sin rango alguno, pero tenían mucha más libertad que él, los que parecían admiraban a su alfa, por la forma en que le observaban.

- ¿Honrar sus tradiciones? ¿Es parte de sus tradiciones que violen al omega o lo golpeen? ¿Qué mi alfa amenace a mi maestro para que no me niegue a el?

Pregunto, pero los dos soldados parecían sordos a sus problemas, seguramente creyéndolo un omega demente, Hakurei simplemente utilizo su misma actitud de siempre, la que le decía que él estaba mal, que era un mentiroso y Aspros, su rostro se puso libido, como si deseara silenciarlo por la fuerza.

—Mi hermano también decía muchas mentiras desagradables, una de ellas que Itia deseaba violarlo, que lo haría si le dejaba solo en sus celos y yo le creí, pero ahora me doy cuenta de lo cruel que en verdad fui, que un omega debe estar a los pies de su alfa, porque solo así estará a salvo.

Manigoldo no pudo ocultar su sorpresa, el desagrado que sentía por Hakurei, quien ignoro sus preguntas, descartándolas como si se tratara de la locura de un omega, escuchando una pequeña risa de Aspros, quien suspiro, encontrando ridículos los esfuerzos de su conejito, nadie creería en lo que decía, para ellos no era más que un omega enloquecido que trataba de hacerse la víctima, cuando negaba su deber de nacimiento.

—Pero como Itia, tú lo has tomado con mucha paciencia, como un alfa debe hacerlo cuando su omega ha perdido la razón y trata de negar su naturaleza.

Hakurei seguía elogiando a Aspros, quien rodeo su cintura, restregando su mejilla con la suya, para después, besarle con delicadeza, como si se estuviera burlando de sus intentos por hacerle entender al anciano que su hermano estaba en peligro.

—Mi omega aceptara el ajuar de novia, Hakurei, ambos estamos honrados al recibir semejante regalo y lo agradecemos de corazón.

Fue su respuesta, logrando que Manigoldo desviara su mirada, deseoso de quemar ese vestido, pero no le veía el caso de pronto, tratando de recordar alguna de las misiones en las que logro disfrutar la compañía de su alfa.

—Ve a ponerte ese hermoso vestido Manigoldo, quiero que todo el santuario comprenda que tan dulce y perfecto es mi conejito, la razón de mi desesperado intento por seducirte.

Manigoldo asintió, tomando el ofensivo vestido entre sus manos, preguntándose si no se suponía que alguien debía ayudarle a realizar esa odiosa tarea, escuchando unos pasos, los de un pequeño que ya había visto antes, un omega que aspiraba a poseer una armadura, creía que Yato era su nombre.

—Yato te ayudara a vestirte Manigoldo, esos feos trapos no son acordes a la vestimenta que debe portar un omega.

Le insistió Hakurei, viéndole marchar, al mismo tiempo que el niño, que era un omega, lo seguía con una expresión que bien decía que pronto se realizaría una ejecución, esa sería la suya, al menos, sus hermanos comprendían que él no deseaba ser el compañero de Aspros.

—Y tú, Aspros, sal de aquí, no es correcto que un alfa este a lado de su omega, durante los preparativos a su gran día, además, tengo algunos consejos que darte, respecto a cómo deberás tratar a tu omega, ahora que parece que por fin aceptara los designios de los dioses.

Aun para Aspros la actitud de Hakurei era extraña y bien sabía que el anciano maestro, el justo alfa, estaba siendo manipulado por Shion, pero estaba seguro de que su actuar a pesar de no sufrir ese repentino golpe, sería el mismo, le ayudaría a obtener el amor de su omega, y generalmente decían que esta venia después del primer hijo.

—Por supuesto venerable maestro, siempre estaré agradecido con usted, me dio a mi conejito.

Quien, al cerrar la puerta de su habitación compartida con Aspros, golpeo la pared inmediatamente, escuchando un jadeo sorprendido del aspirante, quien dejo el vestido en el suelo para correr a verlo, notando las marcas, huellas que no debían estar presentes al encontrar a su compañero.

—¿Es cierto entonces? ¿Ni siquiera aquí tenemos libertad?

Manigoldo abrió los ojos, sin saber que decirle al aspirante, quien de pronto comenzó a llorar por él, como si le doliera la situación en la que se encontraba, tallando sus ojos con fuerza, logrando que el cangrejo se desesperara.

—¡Solo guarda silencio y deja de llorar!

Yato trato de hacerle caso, mirándole con los ojos rojos, logrando que se agachara a su altura, colocando ambas manos en sus hombros, diciéndose que eso era lo que Sage le habría dicho, su maestro le habría hecho sentir mejor de alguna forma.

—Mi maestro es un hombre muy fuerte y cuando despierte, esta locura se terminará, te lo prometo, además, mi alfa no me dejara solo, no debes llorar por mí, ni por ti, este sigue siendo un paraíso para nosotros, los omegas.

Aunque Manigoldo no lo creía de esa forma, no era posible que lo fuera en ese momento, su maestro no despertaría y a él lo unirían con un demente, que esperaba la luna de miel para seguir lastimándolo.

—Debo ponerme ese ajuar, mi alfa me espera para nuestra ceremonia de unión y no quiero hacerle esperar más tiempo.

Le dijo, su expresión tan seria como podía, vistiéndose con un ropaje que suponía que su maestro le habría prestado, pero no lo creía, si eso era un regalo de ese Itia, su maestro no lo querría portándolo, sino que le daría la libertad de usar lo que deseara, aunque suponía, que su alfa si apreciaría el poder verlo vestido con algo como eso.

—Mi alfa es hermoso, el más hermoso de todos los hombres del planeta y aunque no lo fuera, si estuviera lleno de cicatrices o estuviera tullido o fuera enano, o con una enorme nariz llena de verrugas.

Pronuncio riéndose al ver la expresión de desagrado del joven omega, quien seguía realizando su deber, siendo un muchacho obediente, que necesitaba escuchar que no todos los alfas eran como Aspros, justo las palabras que su maestro le diría, aunque la descripción de un alfa poco agraciado tampoco era muy alentadora.

—Aunque mi alfa no fuera hermoso, o poderoso, de todas formas, sería tan perfecto para mí, que ignoraría esos atributos, porque él me hace sentir perfecto, deseado y el me ama, el me ama con todo su corazón, con toda su alma, mi alfa regresara por mí, no me dejara con este demente, sin importar lo que pase, nuestro vinculo no podrán romperlo nunca.

Yato sonrió al escucharle, imaginándose lo hermoso que eso debía ser, sentir la conexión de su lazo a través del espacio y del tiempo, ese deseo por estar a su lado, por ser suyo, sonrojándose de pronto.

—¿Cómo era él?

***17***

—¿Cómo era él?

Escucho que le preguntaban, el joven omega que peinaba su cabello tratando de crear algo parecido a un tocado, antes de colocar un adorno algo exótico con muchos adornos de metales preciosos, el que formaba un armonioso conjunto con su colorida ropa de bodas, la que se ceñía a su cintura y cubría parte de su rostro.

—Digo… como es tu alfa, el señor Albafica.

Manigoldo sonrió al escuchar esa pregunta, como poder explicar lo que Albafica era para el en esos momentos y lo mal que le hizo pasar en su juventud, todas esas ocasiones que fue a golpearle para recuperar su collar.

—Como puedo explicarte lo que Albafica es para mí…

Susurro recordando su primera noche juntos, también, era esa la primera vez que Albafica se comportaba de una manera territorial con él, cerrando los ojos, recordando muy bien aquella misión, la que fue sencilla, una de sus primeras peleas, en la cual pudo disfrutar de su compañero utilizando sus puños para moler a golpes a uno de sus enemigos, la primera vez de muchas formas.

Una que estaba grabada en su memoria, riendo de pronto, con esa sonrisa burlona por la que le recordaban, muchas veces con muy poco afecto, en especial sus enemigos.

*****

Manigoldo no podía creer lo que veía, la forma de pelear de Albafica, creyendo que se trataba de un guerrero pacifico, que no conocía el enojo ni la ira, pero al verle, se dio cuenta que era mucho peor que el, preguntándose porque nunca respondió a sus constantes intentos por arrebatarle su collar.

Ese era el último de sus enemigos, no sabía cuánto tiempo había pasado, pero se encontraba con su mano recargada en su barbilla, sus ojos como platos, observando aquella batalla, sonriendo cuando el último de los que le habían dicho a Albafica que no se metiera en su diversión, caía ensangrentado al suelo, sin vida.

—Eres mucho peor que yo, no es que me queje, pero no les diste ni una sola oportunidad.

Albafica no se había despeinado, su mirada era una casi salvaje y Manigoldo no sabía porque razón parecía que su alfa se comportaba como todo un animal, de ser posible esa descripción en su rosa, quien, relamiéndose los labios, camino algunos pasos en su dirección, deseoso de tomarle por las mejillas y besarle, su cangrejo lo comprendió en ese instante, riéndose entre dientes.

—¡Dijeron que me matarían, si no me hacía a un lado y dejaba que tomaran al dulce omega en celo, iban a violarte!

Le grito, ignorando su odio ciego por aquellas criaturas despreciables, maldiciendo su sangre envenenada, porque en ese momento como deseaba reclamar el cuerpo de su omega, mostrarles a todos que le pertenecía, pero no lo haría, no era un animal y jamás se portaría de esa forma.

—Debemos hospedarnos en una taberna, no dejare que nadie te haga daño.

Esa actitud territorial era nueva y demasiado extraña, demasiado excitante, pensó Manigoldo encogiéndose de hombros, se moría de hambre, deseaba comer algo, tal vez darse un largo baño en alguna laguna cercana, para después dormir unas horas, muchas horas, en compañía de su alfa.

—Como tú digas, yo me muero de hambre.

Respondió, quitándose su armadura, siguiendo a su alfa, sin percatarse que su celo había comenzado algunas horas antes, sin entender lo que Albafica le había dicho, como esos espectros deseaban violarlo, usando su debilidad.

—No te alejes de mí, Manigoldo, no quiero que te lastimen.

Manigoldo no le hizo caso, era un santo dorado, no necesitaba que le protegieran, pero aun así le gustaba estar con su alfa, quien pidió comida en la barra, junto algunas bebidas, sin dejar de mirarle en la esquina remota en donde se había sentado para descansar un poco, sintiendo que su cuerpo comenzaba a calentarse, sin darse cuenta tampoco que sus feromonas llamaban la atención de otros alfas.

—¿Eres un omega?

Escucho que le preguntaban, un hombre de apariencia adusta, recargándose contra la madera, con una mirada que hablaba del deseo que sentía por él, preguntándose en donde se encontraba Albafica en ese momento.

—Piérdete.

Pero el alfa, se acercó a él para sentarse en la mesa, su mirada perdida en su cuerpo, sin tocarlo, pero haciéndolo sentir nervioso, en especial al ver que otros más, comenzaban a verle, notando su condición, logrando que se sonrojara de pronto, sin saber cómo reaccionar.

—Si, eres un omega, y uno muy bonito.

Manigoldo se sonrojo inmediatamente, tratando de levantarse, no le gustaba como le hablaba ese individuo, que usaba un bastón con algo que parecía ser oro en la punta, además, al juzgar por sus ropas, se veía que se trataba de un hombre poderoso, que le sostuvo de la muñeca.

—Los omegas aquí son muy raros y si aceptaras ser mío, te recompensaría muy bien, te daría todos los lujos que siempre has deseado.

El cangrejo se petrifico de pronto, cuando comenzó a dibujar pequeños círculos en su muñeca, levantándose, notando que aquel hombre de cabello negro era tan alto como el, aunque tenía una apariencia parecida a la de un sacerdote.

—Puedo ser muy bueno contigo, lo digo en serio.

Manigoldo quiso golpearle, pero no podía hacerlo, porque seguramente lo mataría, solo trató de soltarse, retrocediendo otro paso, que ese hombre avanzo en su dirección, esperando su respuesta, cualquiera que fuera.

—Aléjate de mí omega, te lo advirtió, no soportare que sigas tocándolo.

El hombre rico al ver que un hombre muy hermoso acababa de llegar portando una bandeja con bebidas y comida, simplemente sonrió, con desprecio, notando que se trataba de un alfa, uno que decía era el compañero de ese exótico muchacho de cabello corto.

—Te diré algo, deja ir a este omega, se nota que tu no podrás hacerlo feliz, ni siquiera te vez como un alfa, tampoco parece que tengas los bienes que yo estoy dispuesto a darle, hazle un favor y déjalo libre.

Esas palabras seguramente le dolieron a su alfa, porque no pudo responder nada, solo elevar su cosmos, demostrando que, si no podía complacerlo, si no podía darle lujos, si podía mantenerlo seguro.

—Lárgate antes de que decida cambiar de opinión.

Todos los betas y uno que otro alfa, los que estaban presentes, simplemente se marcharon, menos el hombre poderoso que soltó a su omega, pero no se daría por vencido, su desprecio firme en su rostro.

—Alfas como tú no comprenden lo que es mejor para omegas como el, y tarde o temprano te arrepentirás de haberlo atado a ti, sea lo que seas.

Le advirtieron a su alfa, quien de pronto se mordió el labio, al escuchar lo que el temía cada día de su vida, de pronto ya no tenían apetito, mucho menos Manigoldo, lo único que deseaba era estar en compañía de su alfa, seguro en su habitación.

—Vayamos a dormir, yo ya no tengo hambre.

Albafica asintió, advirtiéndole a los presentes que no podían acercarse a su omega con su mirada, cuidando sus espaldas, hasta que cerraron la puerta de su habitación, en donde Manigoldo pudo ver cuánto le habían dañado aquellas palabras.

—Lo que dijo no es cierto, lo sabes, tu eres mi alfa.

Su rosa negó aquello, cerrando los ojos, deseoso de maldecir su suerte, a punto de caer al suelo presa de su dolor, de saberse el mayor peligro para su omega, cuyo celo seguía su curso.

—Yo solo soy veneno.

Le dijo con una voz quebrada, cubriendo su rostro, seguro que tarde o temprano mataría a su pequeño cangrejo, quien le miraba con preocupación, sosteniendo sus muñecas para poder ver su rostro, ignorando a su mente consciente para besar sus labios con delicadeza, siguiendo su instinto, sintiendo que su rosa se petrificaba, seguro que le mataría con ese pequeño contacto.

—Yo te amo.

Albafica respondió recorriendo su mejilla con delicadeza, sintiendo su piel por primera vez en toda su vida, sonriendo al ver que tan cálido era, la suavidad de su lindo cangrejo, pero de nuevo se alejó, su omega había matado a su padre esa primera noche juntos, cada uno de los suyos no era más que una viuda negra, pero el no, el no mataría a su cangrejo, aunque cada célula de su cuerpo le pidiera hacerle suyo.

—No… no seas cruel Manigoldo.

Su cangrejo le ignoro y de nuevo, le beso con fuerza, tratando de fundirse en él, sentirlo al fin, después de dos celos a su lado, soportando la tentación, escuchando el gemido de Albafica, quien llevo lentamente sus manos a su cintura, descubriendo con un jubilo indescriptible que su cangrejo no resentía su veneno.

—Albachan… por favor.

Apenas pudo pronunciar, sintiendo las manos de su rosa recorriendo su espalda, besando sus labios, con hambre descontrolada, girando para poder sentarse en su cintura, desabrochando su ropa con delicadeza, siempre tratándolo con el mayor de los cuidados.

—Nunca hemos hecho esto.

Le advirtió, apenas soportando la tentación de seguir besando sus labios, sin comprender muy bien lo que hacían, pero seguro que su cangrejo estaba preparado para recibirlo, su humedad reaccionando al deseo por su alfa, lubricándole de manera natural.

—Por favor, por favor… Albachan.

No encontraba las palabras para hacerle ver cuánto le deseaba, pero si sus manos, que trataban de abrirse paso entre su ropa, abriéndola, besándole, recorriendo su cuerpo, todo el, ansioso por ser suyo, por sentirlo en él.

—Albachan…

Su alfa se rio, encontrando graciosa su elocuencia, relamiéndose los labios antes de besar su ombligo, encajando sus dedos en su cadera, para poco después besar su entrepierna e ingresar dos dedos en su humedad, la que salada le esperaba en su interior.

—Por favor…

Manigoldo gimió sin pudor alguno al sentir la lengua de su alfa en su intimidad, abriéndose paso en su cuerpo, procurando su placer al mismo tiempo que le asaltaba sin remordimiento alguno, riéndose al escuchar sus gemidos, sus extrañas suplicas, sus jadeos, dándose cuenta de que se trataba de un amante sumamente vocal.

—Albachan… Albachan… por favor…

Albafica sabía que debía esperar, brindarle más placer, recorrer cada parte de su cuerpo, pero su cuerpo ya no lo soportaba, sus instintos primarios le pedían hacerse con su cangrejo, y eso hizo, como si se tratase de un salvaje se hundió en su compañero, sintiendo que cada una de sus células gritaban de placer, teniendo que detenerse cuando de pronto las manos de Manigoldo se posaron en su cuello, besándole con hambre, saboreando su extraña esencia.

—Mani… Manigoldo… mi cangrejo…

Susurraba moviéndose en su interior, atacándole sin piedad, hasta que de pronto encontró su próstata, sin saber que debía buscarla, escuchando un gemido mucho más fuerte de su cangrejo, quien de pronto vio estrellas, sus ojos fijos en los suyos, pronunciando ahora gemidos, jadeos, su placer en aquella habitación que de pronto se había convertido en el paraíso.

—Albachan… Albachan… Albachan…

Para Albafica era la gloria, sumiéndose en su amado, derramándose en su cuerpo, siendo recibido por el, escuchando su placer, viéndolo, para perder el sentido en sus brazos, despertando la mañana siguiente para escuchar el cálido sonido de su corazón, el tic, toc de la vida, encontrando que yacer con su omega, era el paraíso.

—Buenos días…

Susurro, despertando a su cangrejo, quien solo rodeo su cuello con delicadeza, cerrando los ojos para no dejar de sentirle en su cuerpo, quejándose cuando se alejó de sus brazos, pero solo lo necesario para continuar con sus placeres, ignorando su cansancio o su hambre, lo único que necesitaban en ese momento era sumirse en su omega, sentir a su alfa.

—Manigoldo…

*****

—Manigoldo…

Susurraron, el demente que se decía su alfa, una vez que hubiera escuchado todo lo que Hakurei deseaba decirle, ignorando al niño omega en esa habitación, encontrando perfectamente hermoso a su conejito, vestido con aquella ropa vistosa, de colores llamativos y telas preciosas, notándole mucho más hermoso aún.

—Ya llego el momento de la ceremonia, el inicio de nuestro primer gran día.

Ese no era su gran día, ese día no era para nada bueno, su gran día había sido ese que poblaba sus recuerdos, se dijo en silencio, levantándose para caminar en dirección del patíbulo, o así se sentía.

—Albafica vendrá por mí, él no me dejará solo y esto no durará por siempre, no soy tu omega, jamás lo seré, aunque trates de obligarme a ello.

***19***

Degel seguía tratando de comprender lo que había pasado hasta esos momentos, sin saber a quién debía creerle, a la máquina de Hefesto o al santo que decía venia del futuro, uno de ellos le había brindado ayuda, el otro deseaba a su omega, pero, aun así, no estaba seguro de a quien debía escuchar.

*******

Mil perdones por la tardanza, pero no he logrado tener tiempo para seguir con esta historia, que no será abandonada, ahora, se que hice una votación, pero esto fue lo que pienso es mejor para continuar con la historia, que ahora será actualizada dos veces a la semana, una de ellas, el lunes o martes, otra el jueves o viernes, espero que aun sigan conmigo, les deseo lo mejor y nos vemos pronto.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).