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Paraiso Robado. por Seiken

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Radamanthys soñaba ajeno a la conversación de Minos con su padre, sintiendo aún los estragos del agua del olvido en su mente, que al esconder tantas vidas, sacó a flote algunos instantes, que estas mismas aguas habían perdido en su mente, en su alma, en cada célula de su cuerpo, pues, un efecto secundario que nadie conocía, pues, nunca nadie había sido víctima de esas mismas aguas, más de una vez. 

 

Recordando como él mismo después de un año de haber sido atacado, cuando regresaron para ver el progreso de ese poblado, Radamanthys caminaba tratando de ser sigiloso en el templo de la diosa del amor, el que había sido sellado por su padre, donde casi pudo ser mordido por ese senador, ingresaba de nuevo en el templo de Afrodita, escapando de sus guardias, todos ellos omegas, que lo cuidaban de cualquier daño después de casi ser violado por un senado. 

 

Pero él se imaginaba que aquello que cuidaban en realidad era su virtud, porque casi la desperdiciaban y al ser el hijo del emperador, eso era lo que más importaba de él, de lo contrario, nadie querría tomarlo como su compañero, o esas habian sido las desagradables palabras de Gracchus cuando le pregunto la razon detras de ser el unico principe protegido por omegas desarmados y no soldados comunes. 

 

Rezaba por conocer a su alfa elegido por los dioses, por ser reconocido, pero ese alfa que pensaba era el suyo, ni siquiera en ese momento parecía prestarle atención y había escuchado que se desposaría con una mujer bellísima, con una princesa de piel avellana, cabello negro ondulado, ojos verdes, toda una visión para una vista cansada. 

 

El templo estaba oscuro, solo unas aves habían logrado ingresar en su interior, podía escucharlas batiendo sus alas, escapando de su presencia, logrando que diera un salto al principio, pero después se controlará, buscando la estatua que había visto esa ocasión, porque si no existía, eso quería decir que su imaginación no le estaba jugando una mala broma, que ese soldado que lo salvó matando al senador, existió realmente, pero si existió realmente era un gigante, con mirada de fuego, alas en la espalda, mucho más parecido a los dioses o las leyendas que a un simple mortal. 

 

Radamanthys llegó hasta el altar, que limpio con uno de sus dedos, porque estaba lleno de polvo, una capa gruesa, nadie había estado allí en mucho tiempo, tal vez ni siquiera aquel que lo salvo, por lo que se sintió completamente miserable, creyendo que lo que le habían dicho era cierto, tan solo eran alucinaciones, pesadillas de un omega débil que casi había sido violado por un alfa, al menos, esas eran las palabras de su maestro, a quien odiaba más que a nadie en ese mundo, porque solamente le veía como un omega, no era nada más y no aspiraría a nada más. 

 

-Tu no aprendes, aún tomas riesgos innecesarios, como venir a este templo para suplicar por un alfa. 

 

Radamanthys volteo rápidamente, para verle allí, tan imponente como lo recordaba, aunque también era difuso, estaba demasiado oscuro, su rostro era una mancha negra, como si una capa de sombras lo cubriera del mundo a su alrededor, lo que sí pudo ver fue que le apuntaba con una flecha, como si quisiera matarlo con ella. 

 

-No suplico tan solo por un alfa, busco amor, un compañero que me ame como soy, que me acepte con todas mis fallas, con mi poca belleza, pues como puedes verlo, no tengo la imagen que un omega debe tener y con forme pase el tiempo, solo empeorara. 

 

La sombra por unos instantes estuvo a punto de disparar su flecha, pero la guardo, manteniéndose en ese sitio, sin moverse un solo centímetro, haciéndole creer que se trataba de una estatua, porque podía ver aun en las sombras, que era un hombre hermoso, un dios o algo parecido, por las alas en su espalda, por el fuego en su cabello y ojos. 

 

-No dejo de crecer, soy mucho más alto que muchos alfas de mi edad, tambien soy mucho más fuerte que ellos, no tengo paciencia, soy demasiado agresivo, soy un necio, no soy más que un omega descarriado, un omega que ha perdido la razón, al menos eso dicen de mi, pero no creo que sea algo malo… 

 

Radamanthys no sabia que era lo que esperaba obtener de llegar a ese templo y ver con sus propios ojos al gigante que salvó su vida, únicamente deseaba darle las gracias, saber que no era un demente, pero al estar frente a él, ver esos ojos, sentir en ellos una inmensa soledad, escuchar esa crítica tan dura, quiso explicar sus acciones, porque visitaba a la diosa Afrodita, porque ella era la diosa del amor, solo ella podía darle lo que deseaba, al menos, eso era así en su mente, en su inocencia. 

 

-¿Y piensas que Afrodita lo puede conceder? ¿Que tu le importas? 

 

Esa pregunta le dolió mucho, porque si ella no podía apiadarse de su caso, entonces quien, sin embargo, no pudo responderle a su salvador, llevando una mano a su brazo, desviando la mirada, tragando un poco de saliva. 

 

-Te dire algo de Afrodita, de primera mano, a ella le gusta ver sufrir a los humanos y usa a su hijo para eso, enamorando a uno de quien jamás le corresponderá, a éste de alguien más, o a este muchacho tan puro, tan noble, enamorado de la peor de las personas del mundo, alguien feo, pero no fisicamente, alguien retorcido, perverso, que le destruirá, únicamente por pura diversión, te lo juro, para divertirse con el sufrimiento de esta maravillosa criatura. 

 

El gigante pronunció aquellas palabras con demasiado desagrado, como si conociera a la diosa en persona y le despreciara, llamando la atención de Radamanthys, que aún se mantenía alejado, observandole de reojo, preguntándose porque esa criatura, odiaba a la diosa del amor, que le había hecho para que sintiera eso. 

 

-No puede ser tan cruel, ella es amor, ella es pasion… 

 

La criatura de nuevo le hizo pensar que se trataba de una estatua, hasta tuvo que acercarse unos pasos a ella, notando como retrocedía, desviando su mirada, distrayéndose unos momentos, permitiendo que tocara su brazo, que era cálido, firme, suave, no era granito como se lo imagino en un principio, para nada, se sentía como si fuera humano. 

 

-Ella es la diosa de la lujuria, no del amor, y aunque se necesita de cierta lujuria para formar un vínculo como el que mencionas, el amor no puede forzarse, ni siquiera en los alfas y omegas, porque es como las alas de una mariposa, si llegas a tocarlas, si tan siquiera tratas de encaminarlo, el amor se corromperá, es efímero como las llamas, debe ser alimentado constantemente, porque con una pequeña briza puede apagarse. 

 

Radamanthys trago un poco de saliva, escuchando esas palabras pronunciadas por ese gigante que no se atrevía a rechazarlo, pero cuyo rostro no podía ver, apenas podía ver una armadura de color azul, o eso pensaba, porque estaba tan oscuro, que no podía ver nada más que eso. 

 

-¿Porque me salvaste? 

 

Por fin podía ver sus ojos de fuego, con un pequeño corazón, con una imagen demasiado extraña, que le hizo tragar un poco de saliva, porque sabía que él quiso salvarlo de ese alfa, pero deseaba saber cuál era la razón de ello, porque alguien que pudiera describir el amor con semejante simpleza, no podía ser un ente corrupto, era imposible que lo fuera. 

 

-Te he visto visitar todos esos templos, suplicando amor, cariño, pidiéndole a la diosa que te conceda afecto, nada más y ella respondió tu plegaria, pero no de una forma justa, ella quiere que te enamores de la peor persona, un monstruo que te destruirá, y para eso me ordenó dispararte con una de mis flechas, pero no puedo hacerlo, tu nobleza me ha cautivado, tu belleza y tu fuerza. 

 

El gigante acaricio su mejilla, esperando que comprendiera lo que le estaba diciendo, pues, se encontraba el mismo perdidamente enamorado de este príncipe omega, que le miraba con esos ojos amarillos, que no era vanidoso, ni orgulloso, que era señalado únicamente por buscar afecto y lo había obtenido, pero de un dios, no de un humano. 

 

-Hace un año lo comprendi, tu me dominas, a mi que soy un dios y aunque no sea humano, no sea un alfa, tengo todo mi amor para ofrecertelo, si tu me aceptas. 

 

Su voz era extraña, como si estuviera conformada de dos entidades, como si tuviera un eco, haciéndole estremecer. 

 

-¿Me amas? 

 

Pregunto con suma inocencia, sin entender lo que ese dios le decía, sintiendo los labios de la entidad sobre los suyos, con la mayor de las delicadezas. 

 

-Con locura y estoy aquí para tí, si me aceptas. 

 

Radamanthys no pudo escuchar la respuesta que le dió a esa criatura, pues se despertó con un estrépito en su habitación, escuchando como muebles y otros artículos eran lanzados al suelo, sentándose en la cama, para ver a Minos, como estaba recargado en un escritorio y como todo a su alrededor estaba destrozado. 

 

-¿Qué ocurre? ¿Qué está pasando? 

 

Le pregunto acercándose a Minos, rodeando su cintura con ambos brazos, sintiendo como se estremecía, volteando para acariciar su mejilla, sus cejas, con ternura, pero con una sombra en sus ojos, como de sospecha. 

 

-Nada mi dulce hermano, nada que Minos no pueda solucionar. 

 

E inmediatamente beso sus labios, pero no era un beso delicado, como de amantes primerizos, sino que parecía tratar de dejar una marca en él, dejar un mensaje, aunque de todas formas le disfruto, ignorando ese extraño sueño. 

 

-Ya lo hice una vez, puedo destruirlo una segunda ocasión.

 

Susurro apretando su cuerpo contra el suyo, respirando hondo, como si hablara de un enemigo, un ser especialmente repulsivo, asustandolo con esa actitud, porque no comprendía del todo a que se refería con eso. 

 

-Pero debes estar hambriento, ven, comamos un poco y asi podre explicarte qué lugar es este, que esta pasando, mi dulce hermano, mi omega. 

 

*****

 

Manigoldo abrió los ojos cubierto de moretones, adolorido, sintiéndose el peor de los inútiles por no poder evitar que Aspros tomará el placer de su cuerpo, sintiendo de nuevo el cosmos de esa criatura, aún estaba presente en esa habitación, pero tampoco evitó que lo violaran. 

 

“No pude hacer nada, no tengo un cuerpo físico con el cual pueda defenderme o defender a cualquier otro, sin embargo, si puedo al habitar el tuyo, hacerte inmune al veneno y el pago que requiero es mínimo”

 

Manigoldo se mantuvo en la misma posición, sabia de que pago le estaba hablando, quería uno de sus pequeños, que segun decia eran de dos padres, uno de Albafica y el otro de Aspros, pero no sabía cual de los dos quería para él, así que, simplemente guardó silencio. 

 

“Puedo elegir al vástago de Minos, pero primero fui a verte, para darte algo que tu deseas, que hará feliz a tu alfa, cuando esta guerra termine”

 

Se preguntaba porque deseaba uno de sus hijos, pero era obvio, eran portadores de cosmos, sus hijos tenían que serlo, asi que por eso necesitaban de ellos, además, Tifon tambien queria un alfa que lo protegiera de cualquier clase de peligro, sin importarle nada más, ni la tierra, ni la gloria, sus opciones eran limitadas, uno de ellos era Minos, que era capaz de enfrentarse a su propio padre por su omega, el otro Aspros, que cegado por el dios del amor haria lo que fuera para mantener seguro a su conejito. 

 

-Lo haré, lo haré, acepto ser tu madre, pero debes prestarme un poco de tu cosmos, sino, no sobrevivire lo suficiente para darte a luz. 

 

La criatura al escuchar esa respuesta simplemente ingresó en su cuerpo, quemando su cuerpo, al menos, asi se sintio, como si miles de llamas incendiaran cada una de sus células, haciéndole quejarse, para después, desaparecer, como si no hubiera sido más que una ilusión, tomando uno de los dos cuerpos creciendo en su vientre, pero no sabía con exactitud cuál de los dos había sacrificado. 

 

-Perdon… 

 

Susurro, llevando sus manos a su vientre, sintiéndose rejuvenecido, al mismo tiempo que sus heridas se curaban, como si nunca hubieran estado presentes, la criatura que daría a luz, esa cosa, le había dado lo que le pedía, su cosmos, su energía y tal vez, la inmunidad que tanto ansiaba. 

 

-Perdonenme, realmente lo siento… 

 

Haciéndose un ovillo poco después, abrazando sus rodillas, para esconder su rostro entre estas, llorando por lo que había hecho, al entregar a uno de ellos como oveja de sacrificio, únicamente para estar con su omega, pero también, comprendiendo que si Aspros sería violento con el cada vez que compartieran su lecho, no resistiria demasiado y no quería que sus bebés murieran, que fueran abortados debido al daño recibido por su omega. 

 

-Lo siento tanto… 

 

Susurro una ultima ocasion, escuchando los pasos de Aspros acercandose a él, sentándose en la cama, para maravillarse que sus marcas de amor, de su deseo por su omega, ya se hubieran curado. 

 

-Lamento ser tan brusco mi conejito, pero tu me hiciste enojar, llamando por ese veneno, cuando lo estábamos pasando tan bien, debes comprender, que no es correcto, porque yo te amo, porque esos niños son míos, porque tu eres mio, asi que por favor, ya no me hagas enojar, no me gusta lastimarte. 

 

Manigoldo por un momento quiso decirle que el disfruto de cada momento de esa tortura, pero guardó silencio, no quería que volvieran a empezar, que Aspros volviera a golpearlo, porque sabía que géminis no estaba midiendo su fuerza, que era tan poderoso como los mismos dioses, que tarde o temprano terminaría matándolo, a él, pero antes a sus hijos. 

 

-No disfruto haciéndote daño, y lo sabes muy bien. 

 

Aspros decía no disfrutar lo que le hacía, Manigoldo pensaba que si lo hacía, por eso guardó silencio, notando como géminis suspiraba.

 

-Bien, me disculpo por esto, por lo que sea que te tenga enojado conmigo, conejito, pero yo te amo y soy el padre de esos niños, de mis gemelos, así que me disculpo y trataré de ser mucho más paciente contigo de ahora en adelante.

 

Manigoldo desvió la mirada, recordando los dos combates que acababan de pasar, para después asentir, dandole por su lado, pero sin pedirle perdon, eso nunca lo haría, porque si tuviera una nueva oportunidad para escapar, eso haría, sin dudarlo un solo instante.

 

-¿Y bien? 

 

Le pregunto con una sonrisa que le hizo preocuparse, una expresión enojada al mismo tiempo que acariciaba su mejilla, sus dedos demasiado cerca de su cuello. 

 

-¿Y bien que?

 

Manigoldo respondió, sin moverse, ni desviar la mirada, suponiendo que Aspros esperaba algo, pero no sabía que con exactitud.

 

-Es tu turno, dime que te vas a comportar como es debido. 

 

Le insistió Aspros, besando el dorso de su mano, sus mejillas y su frente, apartándose unos momentos para escucharle decirle que lo sentía, que lo que fuera que hizo no volvería a pasar. 

 

-Voy a comportarme, no quiero perder a mis bebes. 

 

Fue lo más cercano que pudo pronunciar que sonara como una disculpa, como lo que Aspros deseaba escuchar, sin embargo, este sostuvo su mentón, relamiendo sus labios, un poco molesto. 

 

-Nuestros bebes. 

 

Se sintió con la necesidad de recordarle, besando sus labios cuando Manigoldo asintió, como si fuera un buen niño, uno que se comportaba como era debido, al fin. 

 

-Si, nuestros bebés. 

 

Apenas se atrevió a preguntar, porqué de pronunciar más palabras, estaba seguro que le insultaria, que le diría todo lo que sentía en ese momento y como es que amaba a su rosa por sobre todas las cosas. 

 

-Te prepare un baño, estoy seguro que deseas tomar uno muy largo. 

 

Manigoldo asintió, suponiendo que el baño terminaría con sexo, con las manos de Aspros recorriendo su cuerpo, así que no estaba demasiado emocionado por ello. 

 

-Supongo...

 

*****

 

Albafica colocó a Yato detrás de él, como si fuera una barrera, incendiando su cosmos, Kardia y Degel compartieron una mirada, para inmediatamente después hacer lo mismo, sintiendo como Camus también se preparaba para el combate. 

 

Aquiles tragaba un poco de saliva para apuntar su flecha hacia ellos , apretando los dientes, Tempestad, o en todo caso Tifón, se mantenía quieto, sin moverse, observando de reojo al guerrero del rostro desfigurado, como si algo en él llamara su atención. 

 

-¡Aquiles! 

 

Su hermano volteó a verle, algo confundido, sin saber muy bien que deseaba Tempestad, que señalo con un movimiento de la cabeza al sujeto que protegía al niño, el que tenía cabello celeste, más una cicatriz desagradable en el rostro. 

 

-¡No dejes que el bastardo cornudo lastime a ese soldado! 

 

Aquiles asintió inmediatamente, notando como Tifón le daba la mano a Hera y los dos se marchaban, suponía que para buscar la vasija que contenía el espíritu de Zeus, quien estaba en ese sitio, únicamente porque se había cansado de la vida, de perseguir humanos o lo que fuera que llamara su atención y el mismo se puso a dormir en el sitio donde creció. 

 

-Claro que no hermano, el hijo de puta de Shion, no tocará a ese soldado mientras yo viva. 

 

Esa conversación no pudo pasar desapercibida por Kardia, que se preguntó la razón de eso, pensando que eso era demasiado raro, primero aparecia Camus, que se veía casi idéntico a Degel, pero de cabello rojo y ahora, ese Tempestad, que se parecía demasiado a Manigoldo, si este fuera pelirrojo. 

 

-Ese cosmos es aterrador y no se cual de los tres es el peor. 

 

Se quejó divertido, Camus asintió, pensando que sin duda alguna, el peor cosmos que pudieron sentir fue el de Zeus, cuando se elevó, congelando su sangre, haciéndole temer en lo peor. 

 

-Fue el de Zeus. 

 

Pronunció Degel, que tambien le habia sentido, observando a Camus, notando como ese mero cosmos y ese nombre le hacían temblar, comprendiendo bien el significado del terror, pero también de la valentía, porque este guerrero peleria por ellos, a pesar del peligro en el que se encontraba. 

 

-Zeus no va a lastimar a mi familia, eso nunca lo permitiré. 

 

Quiso explicarles camus, lanzando su aurora boreal, pues, la batalla ya había comenzado, los tres santos dorados mas fuertes de cada generación, contra cuatro guerreros de Athena y un aprendiz, el joven unicornio que no se dejaria atemorizar, así como Aquiles, que esperaban le hiciera honor a su nombre. 

 

-¡No tienen una sola oportunidad contra nosotros! 

 

Escucharon gritar al muchacho albino, que disparó al menos cien flechas antes de terminar esas palabras, e inmediatamente se acercó a Albafica, en donde este guerrero esperaba el golpe de Shion, que esperaba realizar su técnica favorita, para que sirviera a sus propósitos. 

 

-Quiere usar el satan imperial, si te maldice, estamos acabados. 

 

Y como si leyera el futuro, Shion quiso realizarla, sintiendo una lluvia de flechas doradas caer sobre su cuerpo, gritando debido al dolor que sentía, escuchando la risa estrepitosa de ese albino, cuya mirada estaba fija en él. 

 

-¿Quien se supone que son ustedes dos? 

 

Albafica quería saberlo, porque el pelirrojo que dijo ser Tifón, le era demasiado familiar, su rostro, sus manierismos, cada centímetro de ese guerrero le hacía pensar en el hogar, en su cangrejo. 

 

-Aquiles y Tifón, pero si quieres saberlo, debes preguntarselo a nuestro padre, no de sangre, pero si quien nos crió. 

 

Y en el cielo pudo ver un gigante alado, con una armadura parecida a la del dios de la guerra, una criatura que volaba con alas monumentales, que se veía estaban maltratadas, un gigante con una cicatriz profunda en su rostro, a la altura de la nariz, cuyo rostro no estaba oculto, pero aparentaba ser tan viejo como el tiempo. 

 

-Eros… 


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