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Paraiso Robado. por Seiken

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Esa pregunta era tan fácil de responder, pero al mismo tiempo lo torturaba compartir la verdad, especialmente, con el pequeño Aquiles presente, con Tempestad malherido, pero suponía que de todas formas perdían, sin importar sus esfuerzos, ya que Camus estaba presente, la guerra de todas formas ocurriría. 

 

-Debemos llevarlo a un lugar seguro, por favor, no podemos dejarlo en la intemperie… 

 

Eros sabía que Aquiles estaba enamorado de Tempestad, que este le correspondía, que trataban de ocultarlo, pero, eran niños, creyendo que habían encontrado la clave de la existencia, el secreto de todo lo divino, pero donde ellos estuvieron alguna vez, él ya había pisado. 

 

-Tempestad es nuestra única oportunidad para salvar el futuro, o en mi caso, el pasado, debemos llevarlo a un lugar seguro. 

 

Albafica estaba a punto de negarse, pero su desesperación conmovió su corazón, tal vez lo mejor era buscar un lugar seguro, escucharía lo que tenían que decirles y después, marcharía al santuario, debía proteger a su omega antes que nada. 

 

-Tengo un taller muy cerca de aqui, es donde construyo mis maquinas, es impenetrable. 

 

Con esa información, suponían que ya estaba zanjado ese asunto, porque lo mejor era encontrar un lugar donde protegerse, un sitio seguro, para escuchar lo que había sucedido en el pasado que ellos conocían. 

 

-¿Que paso con la serpiente? 

 

Regulus sabía que eran dos criaturas aquellas que iban a nacer, uno de ellos era Tifón, que estaba casi muerto, el otro nacería de Cid, era la serpiente y queria saber si había nacido, como el que estaba frente a ellos, casi muerto. 

 

-Se quedó atrás, para que nosotros pudiéramos tener esta oportunidad, para que podamos ganar más tiempo. 

 

La serpiente era el decimotercer caballero dorado, al principio luchó por el santuario, creyendo sus mentiras, después comprendió las mentiras de la diosa Athena e intentó detenerla, no obstante, perdió su templo, perdió su honor para muchos, lo mantuvo para otros. 

 

-Es un gran guerrero que nos dio una oportunidad para sobrevivir y me gustaría que estuviera aquí, él podría curar a Tempestad mucho mejor que esas aguas, pero alguien debía sacrificarse. 

 

Aquiles estaba seguro de lo que decía, nadie sobrevivía a los hilos de Minos, a su locura, por lo que seguramente ya estaba muerto, pero no lo estaria, si lograban su propósito, si evitaban el renacimiento de Zeus, si evitaban esa locura, tal vez, nadie tendría que morir, o sufrir. 

 

-Pero estamos perdiendo tiempo, tenemos que irnos ya. 

 

Albafica no se movía, sintiendo la mirada de Yato como lo acusaba de darle la espalda a Manigoldo, no tenía que decirlo, tenía razón, él no era un buen alfa y de nuevo perdía tiempo valioso y por alguna razón, esperaba que él los acompañará. 

 

-Te lo diré en el camino, pero debemos irnos, y sobre todo, reagruparnos. 

 

Esas palabras hicieron el truco, con esa promesa Albafica estaba de acuerdo en marcharse de allí, suponiendo que lo mejor era apresurarse, porque parecía que había más enemigos que Shion o Itia. 

 

-La guerra que se aproxima, si no encontramos la forma de vencer a Zeus, destruirá el mundo que conocemos y durará siglos. 

 

Esa guerra no había estallado en la época de Camus, pero suponía, que después de marcharse habían liberado a Zeus, quien había destruido a su familia, a su omega, tal vez a todos los omegas. 

 

-Y toda esta pesadilla ha sucedido porque Shion está obsesionado de ti, igual que la guerra de Troya empezó por la obsesión de varios hombres, por la belleza de Helena. 

 

Otra razón más para odiar su belleza, aunque Eros no era quien para hablar de culpas, porque si recordaba bien las leyendas fue obra de Afrodita ese extraño enamoramiento, todo por una manzana dorada. 

 

-Shion el viejo vino a este mundo siguiendo la belleza de la rosa, de su dulce Albafica, después de ser rechazado por Mu, que era su alumno, quien estaba casado con un toro de nombre Aldebarán, el fue el primero en caer víctima de su obsesión. 

 

Camus les interrumpió, recordando que Shion le ofreció a Mu ser su alfa, pero el santo de Aries ya tenía un compañero, además, de que se trataba de su alumno desde su niñez, desde que tenía unos seis o cinco años, así que lo rechazó, pues su oferta era tan incorrecta en tantas formas. 

 

-El encontró la forma de forjar clones, copias exactas de sí mismo, una técnica aprendida por Zeus, de esa forma lograba burlarse de Hera, cuando buscaba compañía mortal o inhumana, cualquier cosa que reflejara sombra, así que muy probablemente aquel que murió, no es el verdadero Shion, cuida su cuerpo, porque de recibir alguna clase de daño cuando estaba divido, puede morir. 

 

Lo sabía, porque recordaba haberlo escuchado de los labios del mismo Zeus, en alguno de sus sueños, o cualquiera diría pesadillas, porque eran tan vívidas, tan reales, que en ocasiones juraba que la sangre recorría su cuerpo, pero no estaba allí, solo la sensación de haber sido destruido. 

 

-Y la única razón por la cual deseaba a Mu, fue porque decía que tenía sangre de su rosa, era uno de sus descendientes, esa razón era suficiente para perseguirlo, hasta matarlo, a él, a su alfa, aun a su vástago. 

 

El mundo que habitaba Camus, era diferente al que habitaban Aquiles y Tempestad, porque en su dimensión, la guerra inició en el siglo dieciocho, en su dimensión, aún no estallaba, pero terminaría sucediendo, supuso, a menos, que pudieran detenerlo. 

 

-Eso en que responde mi pregunta. 

 

Albafica ya no era un hombre paciente, ya nada le importaba y no tenia tiempo que seguir perdiendo, por lo cual, empezaba a molestarse, a sentir que todo ese tiempo lo había desperdiciado esperando, cuando pudo ir por su omega, sin demora. 

 

-Y la razón por la cual tuvo que regresar a este mundo, a esta época es por que tu ya no existes en el nuestro, tu mueres instantes antes de que tu omega de a luz, mueres al quitarte la vida, creyendo que tu omega, asi como tu descendencia han muerto. 

 

Eros lo recordaba bien, porque esa fue la primera vez que sintió el significado del arrepentimiento, cuando vio esa tragedia provocada por su deseo de mantener a su amor  a su lado, creyendo que Aspros era el alfa de su alma, pero siempre había sido Minos, así que, mientras iba relatando su historia, iba recordando los sucesos de aquel dia, cinco años antes de recoger a su segundo hijos, siete meses en el futuro, a partir, de ese mismo dia. 

 

 -Antes de empezar, quiero que sepas que siento mucho lo que hice, el daño que provoque, pero al menos, cada dia de mi vida, durante casi veinte años los he pasado tratando de corregir mis acciones, aunque se que no es posible, el daño que hice fue demasiado para poder ser perdonado. 

 

*****

 

El fuego se extendía en el santuario de Athena, destruyendo edificios, construcciones, se realizaban tantas batallas que podías escuchar como el piso se cimbraba, gritos de furia y de dolor se entremezclaban entre sí, muestra del holocausto que sucedía frente a sus ojos. 

 

Eros buscaba al soldado que había maldecido con su flecha, por fin había encontrado una cura, esperando que así, el omega que había sometido a esa tortura pudiera conocer el descanso. 

 

Pues sabía que no era ese el alfa destinado de su alma, sino Minos, con el que estaba encerrado, en el Inframundo, como un prisionero, porque quiso humillar a Minos, porque se tardó demasiado tiempo en salvarlo. 

 

Frente a él podía ver una batalla de mil días, un enfrentamiento entre dos guerreros, uno joven, apenas un muchacho, de cabello verde, con una mirada que le recordó a los abismos, a las almas condenadas en el círculo de la lujuria en el Inframundo, que le hizo temer por la vida del otro guerrero, de cabello celeste, corto, con vendajes cubriendo la mitad de su rostro, que parecía sangrar. 

 

Era un guerrero poderoso como nunca antes había visto uno, pero el joven, lo era mucho más y lentamente iba ganando terreno en ese combate desigual, lastimando al guerrero celeste, que tomando una rosa blanca, la lanzó contra el menor, encajando el tallo en su corazón, haciéndole sangrar y enfurecer. 

 

-¡El conejito carga con los hijos de Aspros, tiene su mordida, ya se comporta como debe hacerlo! 

 

Le gritó, quitándose la rosa, para destruirla con su mano, con su cosmos, utilizando el polvo estelar, logrando que ese guerrero retrocediera, sangrando, quien como en respuesta hizo que todas las rosas venenosas empezaran a soltar su polen, matando a varios soldados, al mismo tiempo, que usaba su propia sangre derramada como una tormenta. 

 

-¡Eso es una mentira Shion! 

 

Shion comenzó a reírse, de una manera estrepitosa, haciendo desesperar al mayor, que seguía usando su sangre, el veneno de las rosas, cada una de sus técnicas, que parecían inútiles, porque ese joven era un demonio, tan poderoso como un dios. 

 

-Está embarazado de Aspros mi dulce Albafica, con siete meses, el maldito esta enorme, parece una vaca o una ballena, da nauseas de tan solo verle tan hinchado, como si fuera a explotar. 

 

La expresión de Albafica fue una de completo horror, pero aún faltaba más, porque pudo escuchar un grito, el de un varón, llamándolo, acercándose lentamente a donde se encontraban, haciendo que desviara su mirada apenas unos segundos. 

 

-Manigoldo… 

 

Acto que Shion utilizó para atacar al guerrero de cabello celeste, no con su muro de cristal o cualquier otra técnica, sino con algo que parecía atravesarlo, con una línea delgada de cosmos a la altura de la frente. 

 

-¡Satan Imperial! 

 

El grito llamó la atención del que llamaba por Albafica, quien se acercó lo suficiente para ver a Shion sonreír, al guerrero llevando ambas manos a su cabeza, como si le doliera demasiado, una escena que tuvo que ver, porque el dolor presente en esos pobres mortales le recordaba el que sintió, el dia de su muerte. 

 

-¡Albachan! 

 

Manigoldo sonreía, corriendo en dirección de Albafica, sosteniendo sus mejillas, porque parecía que no se habían visto en demasiado tiempo, besando sus labios, o eso intento, cuando el guerrero no se movía, pero su ojo antes azul, ahora tomaba una coloración roja. 

 

-Matalo. 

 

Shion ordenó inmediatamente, sorprendiendo a Manigoldo que desvió la mirada, sintiendo como algo atravesaba su pecho, sorprendiendolo con ese golpe, mucho más, porque se trataba de una rosa bañada con la sangre de Albafica, la que empezó a ingresar en el cuerpo del omega, que retrocedió sin comprender lo que pasaba. 

 

-¿Fica? 

 

Manigoldo retrocedió, llevando su mano a su pecho, quitándose la rosa sangrienta, escupiendo sangre casi inmediatamente, su mirada fija en él, como si no pudiera creer lo que había hecho. 

 

-¿Porque? 

 

Manigoldo trastabilló unos pasos, antes de caer al suelo, con una expresión que hablaba justo del dolor que sentía al ser atacado por su amada rosa, que le veía en silencio, para atacarlo de nuevo, con más rosas, que se clavaban en su cuerpo, como dagas o flechas. 

 

-Mani… Manigoldo… 

 

Albafica sabia que no sobrevivirá a esas rosas, mucho menos a su sangre y como si fuera una maldición, de nuevo regreso en si, para ver a su amado de rodillas, con sangre en la boca, con un embarazo avanzado. 

 

-¡Manigoldo! 

 

Grito, cayendo de rodillas, junto a él, sin saber siquiera que podía decirle, escuchando los pasos de Shion, como se acercaba a él, empujando el cuerpo de Manigoldo con su cosmos, como si se tratase de un montón de basura. 

 

-Al fin estamos libres de él mi rosa, por fin regresaras a mi jardín, para que los dos estemos juntos por lo que nos queda de vida. 

 

Albafica trato de acercarse a Manigoldo, pero sintió de nuevo esta técnica golpearlo, aun de rodillas, sosteniéndose de la tierra bajo su cuerpo para no caer, porque se encontraban en el jardín de rosas, observando a su omega en el suelo, cubierto de sangre, sin moverse. 

 

-Vámonos, es hora de partir. 

 

Albafica no debería rechazar su orden, pero lo hizo, asun de rodillas, observando el cuerpo de su omega, como su collar empezaba a parpadear, como lo hiciera el de su madre, el de Lugonis, pasando de la piedra a la hermosa calavera que colgaba con orgullo de su cuello, comprendiendo que su amado estaba pereciendo, aún sumido en el satan imperial.

 

-Manigoldo… 

 

Sin saber que hacer, porque había perdido a sus bebés, a su omega, sosteniendo una rosa en sus manos, una cuyo tallo estaba especialmente afilado, escuchando la orden repetirse en su cabeza, comprendiendo que esta técnica le obligaría a obedecer a su enemigo. 

 

-Levántate y ven conmigo. 

 

Volvieron a repetirle, esperando que obedeciera, pero ante la mirada sorprendida de Eros, ese horror, no hacia mas que empeorar, porque Albafica sosteniendo la rosa, se la clavó en el cuello, atravesándolo, para matarse con ella. 

 

-Manigoldo, esperame… 

 

Desvaneciendose poco después bajo la mirada sorprendida de Shion, que corrió a intentar salvar su vida, pero no pudo, ya era demasiado tarde, la pérdida de sangre había sido demasiada, especialmente cuando su corazón se quebró al pensar que su omega había muerto, quedando de rodillas. 

 

-¡Albafica! 

 

Shion abrazo el cuerpo del guerrero con fuerza, llorando su muerte, concentrando cosmos en su mano para intentar destruir el cuerpo del omega, que estaba en el suelo, también malherido, muchos pensarían que muerto. 

 

-Albafica… Albafica. 

 

Eros pudo ver como Shion cargaba el cuerpo de Albafica con ternura, para llevárselo de allí, como si esa muerte no hubiera sido causada por sus propias manos, confundiendo demasiado al dios del amor, que se acercó al omega, que aun respiraba. 

 

-Aun vives… 

 

Pronunció, acomodandolo de tal forma que se sentara, comprendiendo como el guerrero, que estaba a punto de morir, tragando saliva, porque le reconocía, era al pobre omega del que había enamorado al que pensó era el alfa de su amado. 

 

-No debía suceder así… 

 

Eros lo sabía y era su culpa, todo eso había sido su culpa, pero no se atrevía a decir nada, solo a tratar de socorrer al omega, que llevó una mano a su propio vientre, para cortarlo de un solo golpe, haciendo que jadeara.  

 

-Siento que aun se mueven… que aún tratan de vivir… 

 

No sabía que esperaba que pasara, pero suponía que trataba de salvar la vida de los niños en su vientre, al sacarlos de allí el mismo, un acto que había visto realizar alguna ocasión al mismo Asclepio para salvar a niños, cuando su madre moría antes de que nacieran. 

 

-Espera… te ayudaré… 

 

Eros tragando saliva, abrió un poco más la herida del omega moribundo, notando como la sangre envenenada iba recorriendo un poco más de su cuerpo, desde su corazón, que había sido atravesado por esa rosa, pero también se había quebrado cuando su alfa lo atacó. 

 

-Cuida de ellos… 

 

Apenas podía escuchar las palabras pronunciadas por esos labios, del omega moribundo, observando dos bebés, que pensaba no se movían, preguntándose cómo era que ese guerrero le pedía a un completo extraño que cuidara de sus hijos. 

 

-¿Como… 

 

Manigoldo sonrió, mostrándole la flecha dorada que tenía en su mano, así que lo sabía, que él había sido el culpable de su dolor, se dijo en silencio, pensando que no tenía derecho a llorar, pero lo estaba haciendo. 

 

-Me lo debes… 

 

Eros asintió, limpiando con uno de los lienzos de su ropa los rostros de los bebés, notando como uno de ellos apenas se movía, estaba demasiado débil, el otro un poco más activo, pero no lo mencionó, de qué serviría martirizar a ese omega mucho más de lo que ya lo había hecho. 

 

-Quiero que se llamen… se llamen… Tempestad… y Temporal… 

 

Eros trataba de cerrar la herida de Manigoldo, con la poca agua de la fuente de afrodita que le quedaba, pero no fue suficiente para regresarle la salud, únicamente para cerrar sus heridas. 

 

-Tempestad es el pequeño con el cosmos brillante… el hijo de mi alfa, el del cosmos más débil, el que seguramente se parecerá a mi cuando crezca, se llamará Temporal. 

 

Poco después, Manigoldo dejó de respirar, pero antes sonrió una última vez, acariciando las cabezas de sus pequeños, aún ensangrentados, dejándolos al cuidado de aquel que le había causado tanto dolor, siguiendo a su alfa en la muerte. 

 

*****

 

-Le di un funeral adecuado, incinere su cuerpo, después de todo lo que había hecho, no podia dejarlo asi, aunque antes trate de mantener calientes a esos niños, intenta protegerlos, pero uno de ellos, Temporal, no aguanto esa noche, estaba muy débil, era muy pequeño, era tan solo bebé, el otro tenía cosmos divino, algo le mantuvo con vida. 

 

Albafica apenas comprendía lo que se le había relatado, cómo el con sus propias técnicas había asesinado a su omega, cuando le buscaba en un santuario destruido, observando al niño pelirrojo, sin entender muy bien porque tenía ese color de cabello, porque se parecía a Manigoldo. 

 

-Uno de los niños era tuyo, el me lo dijo, el del cosmos más brillante, el que sobrevive, el que sobrevivirá. 

 

Eros esperaba que Albafica volcará toda su furia en su contra, se lo merecía, porque él había destruido sus vidas, porque las destruiría en el futuro, ya que si nada cambiaba en los próximos siete meses, su omega moriría antes de dar a luz. 

 

-Lugonis… mi omega era pelirrojo… 

 

Susurro acercándose al muchacho que yacía en esa cama, inconsciente, acariciando su mejilla, recorriendo su rostro con sus dedos, llorando, por lo que se le había sido relatado, por ver a un hijo suyo vivo, después de lo que le había dicho Luco, que ningún hijo de su sangre podría llegar a término, un secreto que Manigoldo guardaba para él, creyendo que así no sería lastimado. 

 

-Le emocionaba conocerte, como le emociona ver a su omega, piensa que si podemos encerrar a Zeus, podemos evitar que ustedes mueran, si matamos a Shion mucho antes, de que el pueda matarlos a ustedes. 

 

Eros conocía esos planes, y tenía los propios, tal vez con la fuerza que tenía en ese momento, con la sabiduría adquirida durante esos años, podría salvar a su amado señor, antes de que Minos pudiera matarlo. 

 

-Eso no explica porque has hecho, qué ganas separandonos. 

 

Albafica todavía necesitaba comprender las acciones de Eros, porque maldecir a Aspros para que se obsesionara de un omega que no era el suyo, quien desvió la mirada, observando al joven de cabello blanco. 

 

-Pensaba que Aspros era el omega de Radamanthys de Wyvern y como yo lo amaba, quise apartarlo de mi señor, pero me equivoque, nunca fue el, era Minos, su propio hermano, el juez de las almas que gobierna el Inframundo con mano de hierro. 

 

Así que solo había sido un error, por una equivocación lo separaron de su omega, de su amado cangrejo, lanzándolos a las fauces de una bestia que lo destruiría, solo por eso, por un omega, destruyeron su felicidad. 

 

-Debería matarte en este instante… 

 

Susurro, notando por el rabillo del ojo como Tempestad comenzaba a recuperarse, era un muchacho fuerte, hábil, al menos, eso había hecho bien, el proteger a su niño, nacido de su cangrejo, pero si no hubiera estado él, seguramente ellos hubieran logrado educarlo. 

 

-Puedes hacerlo si eso deseas, pero antes, debes permitirme ayudarle a Tempestad a derrotar a Zeus, con su ayuda mataremos a Shion, el joven, y también recuperaremos a mi amado, antes de que su alfa lo asesine. 

 

Suponía que en el relato que le contaban, el no permitió que eso pasara, que había actuado como un demente, permitiendo que sus emociones lo dominaran, provocando la muerte de su omega, cuando parecía que Aspros ya no estaba presente, así que asintió, no lo mataría en ese momento, pero si no lograba recuperar a su cangrejo, en ese caso, no deseaba estar en los zapatos del dios del amor cuando terminara con él. 

 

-Cuando Shion de contigo, si logra usar el satan imperial, en ese momento tu cangrejo dejará de existir, el omega de Tempestad morirá y tu te mataras como un maldito cobarde. 

 

Aquiles jamás pensaba en lo que decía y eso siempre los metia en problemas, pero en vez de provocar la ira de Afrodita, este asintió, si cometía algún error, quien moriria seria su omega. 

 

-Por eso me ayudaran a matarlo antes de que sea tarde. 

 

Tempestad en ese momento abrió los ojos, recuperando la atención de Aquiles, que sostenía su mano entre las suyas, sonriendo al verle, como si deseara besar sus labios. 

 

-Si algo he aprendido muchacho, esconder tu amor, solo te causa dolor… 

 

Entonces Aquiles beso los labios de Tempestad, llorando debido a la emoción que sentía, de tan aliviado que se encontraba. 

 

-Pensé que te iba a perder… 

 

*****

 

Kardia estaba recargado en su mano derecha, observando a Camus de reojo, que se encontraba lo suficiente lejos como para escuchar sus palabras, llamando la atención de Degel, que se sentó a su lado, observando también al pobre muchacho, condenado a ser el amante de Zeus. 

 

-¿Qué ocurre? 

 

Le pregunto, recargándose en su hombro, escuchando un suspiro de Kardia, que beso su frente, rodeándolo con su brazo, aun recargado en la palma de su mano. 

 

-No dejo de pensar que ese chico es identico a ti, pero en pelirrojo, pero que mi madre, mi omega era pelirroja, tenía ese color de cabello, ese color de ojos, hasta de uñas, pero… 

 

Degel no interrumpió a su escorpión, que siempre se dejaba llevar por su instinto, el que casi nunca le fallaba. 

 

-Olvídalo, es demasiado extraño… no tiene sentido, porque ese muchacho no puede ser nada nuestro, un tataranieto o algo asi… aunque siempre pensé que de tener un hijo se vería como él, de ser niño… 


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