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Paraiso Robado. por Seiken

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-No puedo dejar de pensar en el dolor de Albafica, en su rostro y en su cabello… 
 
Habían pasado algunas horas en completa soledad, si olvidaban a Camus, que estaba sentado en el borde de la ventana, observando el paisaje, ajeno a sus pensamientos o temores, tal vez, inmerso de los suyos propios. 
 
-Trata de descansar un poco, tu corazón está demasiado acelerado y no quiero que tengas una recaída. 
 
Kardia estaba acostado sobre sus piernas, sus manos arriba de su pecho, tratando de dormir como se lo habían ordenado, pero simplemente no podía, no dejaba de pensar en Albafica, mucho menos en Manigoldo, que estaba encerrado en el santuario. 
 
-¡Matare a Aspros cuando dé con él si se atrevió a tocar un solo cabello de Manigoldo! 
 
Degel de nuevo elevo su cosmos frío, para que el cuerpo de Kardia se enfriara, él también estaba asustado, pero nada podían hacer, más que reagruparse y mantener el corazón de su omega estable. 
 
-Esperaremos un poco más y cuando hablemos con Albafica, sabremos que podemos hacer por nuestros amigos. 
 
Kardia estaba a punto de quejarse, pero no pudo hacerlo porque su alfa comenzó a cantarle una de las canciones de su tierra natal, con una voz tranquila, melodiosa, que siempre lograba tranquilizarlo, hacerle pensar en ese viaje que habían postergado a su patria.
 
-Me gusta esa cancion… 
 
Camus volteo a verle con una expresión confusa, porque recordaba esa voz, y esa cancion, sabia como se llamaba, “Korobéiniki”era su nombre, lo sabía porque alguien le cantaba eso, lo recordaba, pero al mismo tiempo estaba tan borroso, que solo pudo acercarse más a esos dos guerreros, para escuchar mas de esa voz. 
 
Degel le hizo un sitio, para que se sentara con ellos y continuó con su canción, encontrando gracioso que los dos al escucharle se veían más tranquilos, casi como si estuvieran a punto de quedarse dormidos.
 
Camus resbalandose en su asiento, hasta recargarse en su hombro, con los ojos cerrados, al mismo tiempo que Kardia, usando sus piernas como una almohada, descansaba por fin de un día sumamente doloroso. 
 
Siguió cantando un rato más, pensando en el joven recargado en su hombro que se comportaba como si nunca hubiera recibido ninguna clase de cariño, pero había bajado sus defensas con ellos, demasiado rápido tal vez. 
 
-¿Cómo es que Shion dio contigo? 
 
Los santos de acuario tenían la tradición de encontrarse uno a otro, el más viejo le enseñaba al más joven, lo guiaba y lo protegia, le ayudaba a conocer a su corazón, ellos buscaban la forma de salvar a su descendiente del amor de Zeus, aunque lo que sentía el dios no era para nada parecido a lo que significaba ese sentimiento. 
 
-¿Quién fue tu maestro? 
 
Tenía tantas preguntas que sabía nunca tendrían respuestas, no, al menos que se las sacara a Shion a golpes, pero ese Shion estaba muerto, vieron cómo desaparecía en la nada, aunque, no lo sabían con seguridad, solo que por pura suerte, la sangre envenenada de Albafica, que competía en toxicidad con la sangre de la Hydra, no fue usada en su contra.
 
-Kardia seguramente se enojara conmigo, pero voy a protegerte, como si fueras un niño mío, el niño que no nació. 
 
Degel entonces al ver que Camus empezaba a tener una pesadilla rodeo sus hombros con su brazo, elevando su cosmos un poco más, para rodearlo con él, reiniciando su canción, como si fuera una canción de cuna, logrando que el guerrero de Acuario se calmara y pudiera dormir. 
 
-Los dos se ven tan pacíficos cuando duermen. 
 
Pronunció con una sonrisa, porque era gracioso, los dos tenían un sueño muy ligero, pero se tranquilizaban cuando les cantaban, como si fueron dos niños pequeños, negando eso con un movimiento de su cabeza, se dijo que era absurdo, aunque Kardia tenía razón, era idéntico a él físicamente, menos en el color de ojos, cabello y uñas, que eran rojas, como las que decía su omega que tenía su madre. 
 
-No temas, vamos a cuidarte. 
 
*****
 
-Perdimos a ese imbécil, el muy estúpido se dejo asesinar por Hefesto, de entre todos los dioses y ahora, su versión más vieja simplemente ha desaparecido. 
 
Un Shion de unos veinte años pronunciaba furioso, su armadura era dorada, la de Aries, que le pertenecía por derecho, a sus espaldas se encontraban un Shion anciano y el que era apenas un muchacho, los tres, estaban irremediablemente locos, perdidos en su propia mente, en su deseo por la rosa. 
 
El hombre mayor vestía como el patriarca del santuario de Athena, una túnica blanca, con un tocado verde, un casco dorado, él había ordenado a Camus matar a Kardia, así como a Degel, al menos, encerrarlos, para que pudieran mantener a Hera en su prisión, pero el mocoso traicionero no quiso obedecer. 
 
Aunque le habían dejado leer el diario de Degel, para que se enamorara perdidamente de ese escorpión, creyendo que él debía ser su omega, no el iluso Milo, que tenía dos pequeños gemelos, una copia idéntica de su alfa, del mismo Camus, que eran protegidos por el estúpido Kanon, un beta, que quiso engañarlo, su hermano era el alfa, la historia tendía a repetirse. 
 
Mu seguía negándose a su afecto y aun recordaba el asco que sintió, el desprecio en su rostro, cuando le dijo que estaba dispuesto a convertirlo en su omega, pues le había educado para obedecer y él era, de alguna forma, descendiente de Albafica de Piscis, al menos tenía la misma sangre que su rosa, pero para él no era suficiente eso, él necesitaba al verdadero, a su amado Albafica.
 
El mismo había realizado muchas acciones para lograr que su futuro estuviera atado a su amado, para ganarse el beneplácito de Zeus, así como de su estirpe, y aunque era un muchacho todavía, deseaba realizar los actos necesarios para ser recompensado, cambiar el pasado, cuando ese maldito cangrejo seguía interponiéndose entre su amor y él. 
 
Quién hubiera pensado que un omega embarazado podía matar a su alfa elegido por los dioses, bueno, al menos al que él había elegido para él, al buen Aspros, en un combate que lo debilitó tanto que con unas rosas, un poco de sangre, pudieron matar a la alimaña, así como a su descendencia en ese horrible cuerpo, que para ese momento era alimento de gusanos, si es que quedaba algo de él. 
 
Albafica se mató al ver lo que había sucedido, todo porque le dio tiempo de reaccionar, pero con el Satán imperial, con la flecha que había robado, lograría lo indecible, lo improbable, se burlaría de los dioses, sin embargo, de no funcionar eso, tenía el regalo de la diosa Afrodita, el cinturón de oro que le otorgaba el deseo de quien lo mirara. 
 
Y mientras el joven a su derecha siguiera con vida, tenían oportunidades interminables para intentarlo, especialmente, con su versión más joven pero el más viejo de los tres, quien portaba el cinturón, quien tenía la flecha, pero en ese momento, estaba furioso porque el último de sus clones había sido destruido, cuando casi lograba su cometido, pero vio con demasiado asombro, que el antiguo patriarca, el que estuvo antes que el mismo Sage, no amaba a su omega, sus ojos, su corazón, le pertenecían al hermano de su maestro y a quien mejor que él, para hacerle regresar a su hogar. 
 
-Itia rechazo a su omega, es lo único que nos interesa en este momento, así que niño, mandaras a tu maestro por Sage, le ordenaras traerlo al santuario y asesinar al toro, no importa como, Hakurei debe traerlo antes de que el viejo patriarca lo encuentre por sus propios medios, necesitamos de su ayuda, la compraremos con el hermano de tu maestro, solo para eso sirven los omegas. 
 
El joven Shion se marchó rápidamente, ansioso por servirles y por fin ser correspondido por su rosa, tan inocente como lo fue en su pasado, cuando su maestro le hizo creer que era un alfa, que podría poseer a su rosa, antes de matar a tantos santos dorados, únicamente, porque el estúpido cangrejo, ese necio, se negaba a aceptar al compañero que eligió para él, llegando a pensar, que la única forma de librarse del cangrejo era matándolo antes de que Albafica llegará al santuario. 
 
-Es tan buen chico, siempre tratando de servir a los dioses, pero aún no sabe que Albafica morirá por culpa de ese sucio cangrejo. 
 
Pero si lograban adelantarse a los hechos podrían poseer a su hermoso, especialmente si su mecenas cumplia su palabra, como bien sabían, que siempre hacía.
 
-Pronto, todos nuestros esfuerzos al fin darán su fruto. 
 
*****
 
Camus se quedó dormido junto a Degel, que rodeaba su hombro para darle alguna clase de sentimiento de seguridad, sus lentes a punto de caer de su nariz, pero manteniéndose por pura arte de magia. 
 
Degel era miembro de una familia de sangre azul, un noble, podría decirse, pero decidió como Kardia buscar aventuras en el santuario, especialmente después de conocer a su maestro. 
 
De esa forma podía escribir, leer, no solo ruso, tambien griego e inglés, aunque siempre que estaba con su amado, que tenía el placer de sentir su cuerpo, terminaba mencionando una serie de palabras en su idioma natal. 
 
Eso hacía que Kardia se sintiera mucho mas exitado, pues le gustaba ese idioma, como sonaba cuando lo pronunciaba su alfa, que su sola aura le hacía sentir seguro, especialmente como en ese momento, en el que sentía el peso de su mano en su hombro. 
 
Camus había olvidado casi toda su niñez y ni siquiera cuando su alumno le preguntó por ella pudo responderle, pero en ese sitio, sintiendo ese cosmos y ese calor, tras escuchar esa canción en su idioma natal, pronunciado como se hacía en ese siglo, sus recuerdos empezaron a regresar, como si fuera una neblina. 
 
Podía verse a sí mismo jugando en la nieve, creando un muñeco y después una pequeña nube de copos que caían sobre su cabeza, en la puerta de la casita en donde vivía con sus padres, su omega le veía en silencio, sosteniendo una taza de algún líquido caliente, vestido con muchas pieles, porque aún no se acostumbraba al frío de Siberia.
 
-Camus, ven adentro, tu padre ha hecho tarta de manzana. 
 
Camus regresó corriendo, el estaba vestido con ropa sencilla, que no era tan abrigada como la de su omega, que ingresó en el interior de su hogar, quitándose un sombrero de piel blanca, unos guantes, así como su abrigo, que dejó en un perchero. 
 
-Sí mamá… 
 
Camus inmediatamente al entrar, cerró la puerta, cerrándola como su padre le había enseñado, para que el frío no pudiera ingresar a su hogar, corriendo a abrazar a su omega, su mamá, quien estaba algo redondo, porque esperaba un pequeño hermano o hermana, al menos, eso era lo que le habían dicho sus padres. 
 
-Pon la mesa Camus, tu omega está cansado y sabes que no debe esforzarse demasiado. 
 
Su omega estaba colocando la mesa, pero Camus apresurandose, aunque todavía era muy pequeño para contar su edad con los dedos de ambas manos, empezó a colocarlos, con ayuda de su omega, pero ayudándole, como decía su padre que los caballeros siempre debían hacerlo y él era un caballero. 
 
-Ahora tomen un lugar en la mesa. 
 
Camus le ayudó a su omega a sentarse, quien sonrió, pero frunció el ceño en dirección de su alfa, quien le había dicho que siempre tenía que ayudarle a su omega, o a cualquier omega a sentarse, porque no podía ser descortés, eso era de alfas salvajes, sin modales o buen gusto. 
 
-Solo quiero que Camus sepa tratar a su omega cuando tenga edad suficiente, manzanita, no puedes enojarte por eso. 
 
Su omega suspiro, comiendo la tarta que su alfa había preparado, más la taza de té endulzado con miel, suspirando cuando termino, pues ya era tarde, debían acostarse pronto, para iniciar otro duro día de trabajo. 
 
-Camus, es hora de dormir. 
 
Camus obedeció, acompañando a su padre para que le ayudará a tomar su lugar en su cama, cubriéndolo con una piel de algún animal que había casado, sentándose a su lado, para quitarse sus lentes y limpiarlos con un pañuelo. 
 
-¿Quieres escuchar tu canción? 
 
Solamente asintió, escuchando la tonada que tanto le gustaba a su padre cantarle a él y a su omega, decía que se trataba de un poema, que le recordaba momentos felices que tal vez, algún día se los contaría. 
 
-Ahora duerme bien, copito de nieve, mañana saldremos a cazar. 
 
Camus trato de dormir, pero esa noche se sentía diferente, estaba asustado y no dejaba de escuchar un grito, como de un animal, un ave, un sonido que no le gustaba, así que se levanto e intento ir con sus padres, quienes aún estaban de pie, despiertos, su omega sentado en un sillón, su alfa guardando algunas cosas, no sabía para qué, pero se veían preocupados.
 
-Deberíamos marcharnos mientras aun puedo moverme. 
 
Su padre detuvo sus tareas, recargándose en uno de los muebles, como si hubiera escuchado a su omega, pero no quisiera responderle, comprendiendo bien sus palabras, su advertencia, llamando su atención, cuando negó eso, haciendo que su omega se levantara del sillón, recargándose en su espalda. 
 
-Ellos asesinaron a Manigoldo, tarde o temprano vendrán por nosotros. 
 
Nunca había escuchado ese nombre, mucho menos los había visto pelear, por eso quiso escuchar cada una de sus palabras, comprendiendo bien que su padre quiso acostarlo temprano para que no viera eso, y aun así, lo hacia, creyendo que eso era importante. 
 
-Fue Albafica quien lo hizo. 
 
Su padre dejó sus lentes en el mueble, dando la vuelta, pronunciando esas palabras con tristeza, ese nombre, como significaran algo más, algo sumamente importante, pero que a sus pocos años de vida, no lograba entender del todo. 
 
-Porque alguien lo obligó. 
 
Su padre, que tenía cabello verde, asintió, rodeando la cintura de su omega, con delicadeza, porque ya tenía algunos meses de embarazo, uno complicado, por sus problemas cardiacos, los que Camus sabía que tenía y la razón por la cual siempre tenía que estar pendiente de su madre. 
 
-El jamás habría levantado una sola mano en su contra, primero hubiera muerto…
 
Su padre de nuevo asintió, acariciando la mejilla de su omega, llevando sus manos a su vientre, aún faltaban unos meses, pero ya pronto nacería su hermano o hermana menor, el tercero de ellos, porque decían que el primero murió. 
 
-¿Pero quién más habría hecho eso?
 
De nuevo podía ver el dolor en el rostro de su omega, que se negaba a creer esas palabras, defendiendo a ese Albafica, como si su padre estuviera equivocado, acariciando su rostro, que seguía siendo suave, sin marca alguna de la vejez. 
 
-Debieron obligarlo a eso, lo sé, el jamás le habría hecho daño. 
 
Su omega insistió en esas palabras, no sabia la razón, pero le gustaría comprender de qué estaban hablando, quién era ese Manigoldo y porque parecía que les dolía tanto su muerte. 
 
-Albafica se mató después de matar a Manigoldo, lo sabes muy bien. 
 
Su omega negó eso, separándose de su padre, para observar el paisaje a través de la ventana, recargando sus manos contra los cristales, con un fuerte suspiro. 
 
-Alguien mató a Aspros.
 
Ese era otro nombre que jamás había escuchado en su corta vida, pero que era pronunciado con desagrado, casi con odio, al menos, por su omega, cuya uña roja siempre le había parecido muy bonita, pues era como las suyas, del mismo color. 
 
-Y después quemó a Manigoldo… 
 
Su padre caminó hasta donde se encontraba su omega, tratando de abrazarlo de nuevo, tranquilizarlo, pero no pudo, porque su omega no lo dejo, apartándose, como si estuviera enojado con él. 
 
-No sabemos qué pasó, Kardia, no podemos llegar a conclusiones sin eso. 
 
Camus dio un paso más, saliendo de su habitación, pero aun oculto de la mirada de sus padres. 
 
-Aun así con Shion como patriarca y nosotros fuera del santuario, considerados como desertores, sabemos que vendrán por nosotros, lo que hemos hecho es un acto de traición, especialmente por llevarnos a nuestro copo de nieve. 
 
Su omega estaba angustiado, lo sabía, porque su uña brillaba de ese bonito color rojo, como las llamas, como cuando cortaba árboles, leña para mantenerse calientes, que después su padre cargaba hasta su hogar, con un poco de su ayuda. 
 
-No podemos dejarlo en el santuario, ellos lo entregarían a Zeus. 
 
Camus no entendía a quien entregarían a Zeus, pero sabía que sus padres temían por la seguridad de esa persona, tal vez por eso se ocultaban en siberia, para huir de ese monstruo, de ese Zeus. 
 
-Lo se Degel, lo sé bien, pero deberíamos buscar otro lugar seguro, ya llevamos demasiado tiempo aqui, podrían dar con nosotros, con él.
 
Su padre, un alfa de cabello verde acarició la mejilla de su omega, besando sus labios, tratando de hacerle sentir seguro, elevando su cosmos apenas un poco, sin darse cuenta que el había escuchado esa discusión, que se acercaba lentamente a ellos. 
 
-No podemos viajar contigo en ese estado, es demasiado peligroso. 
 
En dos o tres meses su omega daría a luz, se lo habían dicho y era por eso que se mantenían ocultos en ese sitio, lejos de todos, en el frío, en la soledad, para que su escorpión pudiera dar a luz, después de eso, partirian lejos, para seguir ocultos. 
 
-No importa mi salud Degel, lo que más importa en este momento es Camus. 
 
Y como si los hubiera invocado, repentinamente escucharon una explosión, sintiendo como la madera, el cristal, como cada pedazo de la pared a las espaldas de sus padres era destruida, por algún enemigo que los había buscado por años. 
 
-¡Kardia, toma a Camus y vete! 
 
Kardia comenzó a buscarlo, cargandolo en sus brazos, escuchando otro estallido, viendo como esta vez  una serie de hilos brillantes rodeaba el cuerpo de su padre, como si fueron los tentáculos de un pulpo, o algo parecido. 
 
-¡Degel! 
 
Su omega elevo su cosmos, cortando los hilos que rodeaban a su padre, que elevo su cosmos de la misma manera, atacando a quien desde las sombras sonreía como un demente, escuchando otro voz, sintiendo otro estallido. 
 
-¡Polvo estelar! 
 
Otro guerrero atacó a su omega por la espalda, quien apenas pudo esquivar ese golpe, esa técnica, observando a un hombre de cabello verde, que le veía con demasiado asco, con náuseas, como si su omega fuera algo despreciable. 
 
-Son tan repugnantes cuando están embarazados, como vacas redondas y asquerosas, justo lo que son. 
 
Su omega lo abrazó con fuerza, al menos con un brazo, apretando los dientes, escuchando como su padre se enfrentaba con ese guerrero de armadura negra, con esos ojos pálidos que nunca podría olvidar, mucho menos esos lilas, con ese horrible sentimiento en ellos. 
 
-Entrégame a Ganimedes y olvidaremos su traición, aun puedo perdonarlos.
 
Su omega respondió con otro golpe, usando su uña como si fuera una navaja, cortando lo que quedaba de su casa, así como el cabello del hombre de cabello verde, que les veía con desagrado. 
 
-¡Alejate de mi Camus, maldito Shion! 
 
*****
 
Camus despertó angustiado, llevando una mano a su rostro, no conocía al guerrero de los hilos, pero si al segundo, era el patriarca, era el mismo Shion que le enseño como debía tratar a los omegas, como reconocer a su alma gemela, comprendiendo que todo era una mentira. 
 
-Santo… cielo… 
 
Camus se levantó de un salto, tratando de comprender lo que había visto, lo que había escuchado, esos recuerdos en su mente que regresaron con esa sensación, con esa calidez y esa canción que había olvidado. 
 
-No… no puede ser… 
 
Preguntándose si era cierto, si era real aquello que había visto, porque de ser así, de ser ciertos sus recuerdos, eso quería decir que esos dos, que los guerreros que Shion mandó a matar, al menos, a separar, eran sus padres. 
 
-No es cierto… 
 
Su omega y su alfa, su omega… había tratado de seducir a su omega, que le miraba sorprendido, con una ceja arqueada, su padre le veía mucho más sereno, sin odiarlo, ni juzgarlo, a pesar de sus horribles actos. 
 
-¿Estas bien? 
 
Kardia fue el primero en levantarse, caminando hacia él con las manos extendidas, como si pensara que de un momento a otro quisiera atacarlo, pero ya había hecho suficiente, por lo que se alejó, tratando de pensar con claridad. 
 
-¿Tuviste una pesadilla? 
 
No creía que fuera una pesadilla, por lo que negó eso, eran más bien recuerdos, de un pasado imposible, porque él vivía en la actualidad, doscientos años en el futuro, era imposible lo que veía, además, ni siquiera parecía existir una fecha para su nacimiento. 
 
-No estoy seguro… 
 
Degel se acomodo sus lentes, compartiendo una mirada con Kardia, que suspiró con cierto fastidio, bajando las manos cuando vio que no quería atacarlos, pero que se apartaba a cada paso que ellos daban. 
 
-¿Quieres decirnos que sucedió en eso? 
 
Tampoco deseaba decirles nada, porque sonaría a una locura completa, una patraña, porque tenían doscientos años de diferencia, el nació en Siberia, Shion se lo dijo, pero el no era un hombre de fiar, tampoco un buen patriarca, solo un mentiroso obsesionado con un pobre alfa, que había perdido a su omega, su belleza, su hogar, todo, solo por el deseo impuro del patriarca, del futuro patriarca, que pudo ser quien asesinó a sus padres, si eso era cierto, él y un espectro, uno de cabello blanco. 
 
-Puedes confiar en nosotros, a pesar de tu locura momentánea, haremos todo lo que esté en nuestras manos y más que eso para ayudarte, nosotros vamos a salvarte. 
 
Camus dejó de retroceder, desviando la mirada, observando los ojos de Kardia con detenimiento, la mirada de Degel, tragando un poco de saliva, porque sabía que no podrían creerle, así que lo mejor era guardar silencio absoluto. 
 
-Fue un mal sueño… soñé con la muerte de mis padres, lo se, porque no me habrían abandonado… 
 
Kardia y Degel compartieron una mirada angustiados, sin comprender muy bien la clase de futuro que tendrían, la clase de santuario en donde Camus creció. 
 
-¿Quiénes eran ellos?
 
*****
 
Chicas y chicos, espero que este capitulo les haya gustado, como siempre, espero saber su opinión, nos vemos en el siguiente capítulo, mil gracias. 
 

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