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Paraiso Robado. por Seiken

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-¿Tus padres? ¿Quienes son ellos? 
 
Degel intercambio una mirada con Kardia, que se encontraba especialmente tranquilo para lo que acababa de decir Camus, probablemente no sentía la conección que él sentía con ese muchacho, aunque Kardia no dejaba de pensar que ese muchacho era demasiado parecido a su alfa, para ser únicamente un descendiente suyo, porque después de doscientos años, se habría perdido en el tiempo su parentesco. 
 
-Pensaran que estoy loco si les digo quienes son.
 
Camus temía que lo creyeran un mentiroso o un demente, una criatura indigna, porque ya les había hecho demasiado daño, les había engañado, les había mentido, les había traicionado, no podía creerle si de pronto les decía que eran sus padres, nadie le creería. 
 
-Yo ya creo que estas loco. 
 
Kardia con esa simpleza que le caracterizaba, la que en ocasiones compartía con Manigoldo, se rasco la mejilla, encogiéndose de hombros, porque pensaba que el pobre muchacho, que tenía su edad o era un poco mayor que ellos, a decir verdad, pero por alguna razón, les parecía mucho mas joven, después de ser educado por Shion, no podía ser normal, nadie educado por ese loco podría serlo. 
 
-¡Kardia! 
 
Degel reprendió a su omega, porque Camus se veía visiblemente afectado, como si no comprendiera cómo debía sentirse, asustado, acongojado, confundido, parecía que su corazón de a poco iba despertando y tal vez, su escasez de sentimientos, se debía mucho más a una educación cruel, que a una maldición. 
 
-Cualquier pobre alma que sea educada por Shion perderá la razón. 
 
Tuvo que explicarse, porque para él, Shion se trataba de un monstruo, de un grave problema y pensaba, que lo más seguro era que bajo su tutela, los pobres santos dorados de esa generación, debían haber sufrido demasiado, una pena terrible, porque el carnero cornudo que conocían en esa época era una mala semilla, el de esa época seria por mucho peor. 
 
-Pero quienes eran, porque francamente hicieron un terrible trabajo como padres. 
 
Ese también era otro punto que Kardia deseaba comentar, porque quienes fueron los padres de ese niño, de ese muchacho, fueron pésimos al permitir que un monstruo como Shion le conservará, creyendo que se trataban de una deshonra, o no lo quisieron lo suficiente y le gustaría patearlos, o darles un escarmiento, nadie dejaba con un monstruo a un pobre niño indefenso. 
 
-Los mataron, Shion los asesinó, en compañía de un espectro que usaba hilos para dañar a sus enemigos. 
 
No conocían al espectro, pero si Shion había matado a sus padres, eso explicaba muchas cosas, porque si él tuviera un hijo no dejaría de pelear por defenderlo hasta que perdiera su último aliento y llegaría al fin del mundo, con tal de protegerlo del peligro, Kardia tambien lo haría, lo supo porque enfureció inmediatamente, cortando algo con su uña, apretando los dientes, imaginando muertes dolorosas para Shion de Aries. 
 
-¡Maldito infeliz! ¡Deberíamos matar al hijo de puta que conocemos y así no tendríamos problemas con sus futuros yo! 
 
Eso lo grito Kardia en su simpleza, sin pensarlo demasiado, llamando la atención de los dos acuarios, que le veían en silencio, Degel pensando en esas palabras, encontrandolas como una idea brillante, si mataban a Shion, este dejaría de acosarlos, podrían proteger a sus omegas, al futuro, todo lo que significaba algo para ellos. 
 
-¿Qué has dicho? 
 
Pregunto Camus, arqueando una ceja, pensando que eso podía tener sentido, pero no sabia que tanto cambiaría y si eso era una buena idea, Degel acomodo sus lentes, un extraño tic nervioso que tenía cuando pensaba, dándose tiempo para pronunciar cualquier sonido o dándole tiempo a su omega para que terminara de explicar sus pensamientos. 
 
-¡Que matemos a ese imbécil para que deje de fastidiar al mundo! 
 
Kardia respondió con furia, destruyendo algo más, llamando la atención de Camus, que si lo comparaba con su escorpión se daba cuenta que este era por mucho más agresivo que Milo, mucho más salvaje, en cambio, su omega era dulce y dócil, al menos con él, estaba dedicado a su bienestar, era lo que cualquiera podría llamar un buen omega, una noción que trato de sacudir, porque no había buenos y malos omegas, como Shion decía, solo había omegas, cada uno de ellos era diferente, con todo el derecho del mundo de serlo. 
 
-No es una idea tan descabellada. 
 
Esperaba que con eso Degel dejara ese tema en paz, el de sus padres, que le diera un respiro, pero no lo conocía como Kardia lo hacía, ni siquiera al haber leído sus diarios, que hablaban de su obsesionado amor por su escorpión, de su deseo, de su necesidad por tenerlo con él a todas horas y en ese diario hablaba de un embarazo, que tenían que marcharse, por Camus, ese era él, aunque pensaba que se trataba de su enemigo, que estaba dispuesto a apartarlo de su escorpión, nunca se imaginó que se refería a su hijo no nacido, que su padre Degel de Acuario y su omega Kardia de escorpio, deseaban protegerlo del peligro. 
 
-Aunque… eso no responde mi pregunta. 
 
Degel repitió sin darle tregua, esperando con calma que respondiera su pregunta, Kardia cruzó sus brazos delante de su pecho, esperando también una respuesta y no le dejaría en paz, no lo dejarían de cuestionar hasta que comprendieran su pasado, que les dijera que había soñado y no sabía cómo sentirse al respecto, porque sabía que su preocupación por el era real, que deseaba mantenerlo seguro, pero qué pasaba si no le creían, el poco cariño que había recibido de ellos se acabaría y pensaba, que lo necesitaba para soportar su futuro, perdonarse por sus pecados, necesitaba de alguien que lo quisiera. 
 
-No puedo decirles, no me creerán, ni yo mismo me lo creo. 
 
Camus empezaba a desesperarse, como decirles que se trataba de su hijo, que vivia doscientos años en el futuro, que nacería no sabía en cuanto tiempo y que los vería morir, junto al que pudo ser su hermano, o hermana, así que de nuevo negó eso, hasta que sintió las manos de Degel en sus hombros, como le evitaba alejarse un poco más, mirándole con lástima, con piedad, logrando que se desesperara mucho más aún y lo atacará, cortando la semilla de degel con un poco de hielo, respondiendo como lo hacía kardia cuando no soportaba más la presión. 
 
-Confía en nosotros, por favor. 
 
Degel no se molesto al sentir la herida en su rostro que apenas era superficial, mirándole fijamente con una expresión de ternura, como lo hacía con Kardia cuando le suplicaba con fuerza, esa clase de fuerza, que no lo presionara, pero si se comportaba como su escorpión, entonces, estaba a punto de ceder, de darle la información que necesitaba. 
 
-Creo que.. de alguna forma… son ustedes… 
 
Estaba desesperado, ya no soportaba más la presión y lo dijo, les dijo lo que pensaba saber, esperando recibir el odio, la desconfianza de esos guerreros, de sus padres, quienes apenas podían comprender lo que les decía desesperado, seguro que pronto se reirían de él, que lo rechazarian. 
 
-Son ustedes, Shion los mato cuando tenía cinco años… son ustedes. 
 
*****
 
Albafica se apartó inmediatamente despertó Tempestad o dio signos de mejora, no deseaba tocarlo, ni abrazarlo, tampoco quería ver su desprecio porque no podía proteger a su omega, porque se mato en vez de cuidar de ellos, porque era un cobarde, por tantos temores que apenas podía moverse, sin sentirse agobiado. 
 
-¿Que estoy haciendo aquí cuando mi omega me necesita a su lado? 
 
Se preguntó golpeando la pared, destruyendola con la fuerza de su cosmos, de su golpe, escuchando unas pisadas disparejas, como alguien que cojeaba se acercaba a él, deteniéndose para observar el agujero que había hecho, que era bastante grande sin duda. 
 
-Sabes, siempre quise poner aquí mismo una ventana, me has ahorrado el trabajo de derribarla por mi mismo. 
 
Era el dios Hefesto, que le veía de reojo, su rostro estaba lleno de cicatrices, la mayor parte de su cuerpo, del mismo lado donde cojeaba, pero Albafica podía ver que no era feo, al menos, no era tan feo como lo describian en los mitos, aunque no era hermoso como Ares, o Apolo, supuso. 
 
-En ocasiones tienes que apartarte para que tu amor esté a salvo, lo se bien, porque he cuidado de Europa desde que la encontré en esa isla, hasta esto días, desde lejos, porque mi esposa la destruiría, no porque me ame, o me desee, sino porque no será reemplazada, si no soy suyo, no seré de nadie, aunque me odie o desprecie o sienta repulsión por mi fea apariencia. 
 
Albafica no se atrevió a interrumpirlo, ni a decirle que no lo consideraba tan feo, ademas, estaba casi seguro que antes de recibir esa herida en el rostro, su apariencia era casi idéntica a la de ese espectro omega que condenó, al de las cejas unidas y mirada muerta, sonriendo con desesperación, al darse cuenta que Eros le había ocasionado un pesar tan grande, como él se lo había causado a él. 
 
-Así son los corazones egoístas, así es Shion, pude sentirlo, no te dejara ir porque tu fuiste suyo, aunque ya no seas hermoso, aunque nunca lo ames, no te dejara ir, en cambio es capaz de matar a tu omega, con tu propia sangre envenenada, para apartarte de él y poder conservarte.
 
Hefesto le hizo una señal para que lo siguiera y eso hizo, guardando silencio absoluto, notando la fortaleza del dios, como aparentaba ser el único que conservaba la cordura y se comportaba como una persona que ha planeado algo por mucho tiempo, que sabe que hacer, aunque parezca estar cerca de ser derrotado. 
 
-Mi esposa vino a mi a pedirme una cura para tu mal, esta existe, aunque no es algo que recomendaría usar, a menos que decidas ya no tener el veneno que te protege, solo tus rosas lo tendrían, con su polen, pero tu, tu ya no y eso te pone en peligro, te vuelve un poco menos útil en la batalla. 
 
Albafica ya no se mostró emocionado, porque le habían dicho que podía escapar del veneno, sin embargo la diosa que le prometió eso únicamente le uso, si supiera de la promesa de Tifón sabría que tampoco funcionó, no obstante, de pronto se detuvo, al ver una máquina extraña, con algunos cables en ella, mangueras, que vio como las ramas de un extraño árbol de metal. 
 
-Tu sangre es tan peligrosa como la sangre de la Hydra, con la que destruyeron a Hércules, portadora del mismo veneno que derrotó a Tifón la primera vez, y me temo que la única forma de curarte de ese mal, es cambiandola. 
 
Albafica al principio no entendió lo que le estaban diciendo, hasta que escucho otras pisadas disparejas, observando como el mismo dios se acercaba a él, con un paso lento, con una daga dorada en su mano, aquella que mataba dioses, volteando de un lado a otro, preguntandose cuantos intrusos de otra época estaban presentes en su mundo y a que se referian cuando estaban hablando de cambiar su sangre por otra nueva. 
 
-Tengo la daga dorada, pero no es tan fuerte como lo espero, sin embargo, si la sumerjo con tu sangre, estoy seguro que ni siquiera Zeus podrá soportar su poder, esta daga creada por los dioses, con la sangre de la Hydra que corre por tus venas, con ella, podremos asesinar al tirano del Olimpo. 
 
El otro hefesto entonces le mostró un tanque pequeño con sangre nueva, la que pondrían en su cuerpo, que estaba conectada a las ramas de ese árbol de metal, que tenía agujas, que conectarian con las venas de su brazo, quitando el veneno, para colocar una sangre nueva. 
 
-La sangre de mi omega también era veneno y no resistió el mio, que les hace pensar que esa sangre podrá hacerlo. 
 
Era una pregunta justa, que otro más respondería por él, quien se acercaba con un paso lento, un Hefesto nuevo, el mayor de los tres, por pocos siglos, que le veía con una expresión analítica, pero segura. 
 
-No te daremos cualquier clase de sangre Albafica, esta es una invención mía, sangre artificial por decirlo de alguna manera, si bien, en su mayoría es humana, tiene sangre de todos los dioses del Olimpo, desde Athena hasta el propio Zeus, pasando por mi claro, esta sangre, te hara un semidios, podrás vencer al veneno para proteger a tus hijos, a Tempestad y a Temporal, quienes me donaron la sangre que no es divina, todo para proteger a su madre, aun el propio Ficus donó parte de su elixir vital, los tres odian a Zeus, pero mucho más a Shion el viejo. 
 
Su madre, se refería a Manigoldo, quien más podría ser su madre y veía que Hefesto no mostraba piedad, solo esperaba que aceptara ese extraño procedimiento, para robarle su sangre envenenada, haciéndole dudar, por primera vez, si en realidad deseaba deshacerse de ella o no. 
 
-Tu sangre lo mata, tu lo matas, y después te matas, cuando Shion huye, dejando a ese niño o niños, dependiendo que tanta suerte tengan, cuanto se tarde Eros en llegar a socorrerlos, pero siempre ocurre lo mismo, antes o después, usa tu sangre en contra suya, la única forma de salvarlo es abandonandola, como la única forma de matar a Zeus, espero, es con la daga y el veneno. 
 
Los tres esperaban su respuesta, colocando sus manos detrás de su espalda, comprendiendo que no había forma en que se negara a eso, porque deseaba una vida con su omega, sin importar lo que pasara, tenía que destruir esa sangre que lo corrompía, que el robo su paraíso desde su nacimiento, que mató a su padre, que mataría a su familia si llegaba a estar en contacto con ella, si es que sobrevivía más tiempo del que Eros le había dicho. 
 
-¿Que tengo que hacer? 
 
El primer Hefesto le señalo la cama junto al extraño árbol de metal, para que se acostara en ella, al mismo tiempo que los otros dos Hefestos se acomodaban a cada lado de la cama, con una expresión serena. 
 
-Acuéstate aqui Albafica y déjanos todo a nosotros. 
 
*****
 
-No dejas de humillarme Manigoldo y no entiendo la razón de eso. 
 
Aspros pronunció con furia, avanzando en dirección de Manigoldo como si quisiera golpearlo, haciendo que retrocediera como si esperara que lo golpearían, que le harían daño, actitud que de alguna forma, hizo que el alfa en el reaccionara, él mismo lo hiciera, observando los moretones, todo el daño que le había hecho en esos pocos días, sintiéndose completamente miserable al comprender que estaba dañando a quien más amaba en ese mundo. 
 
-Yo no quise hacerlo, pero no puedes dejar que Shion lastime a Albafica, no es justo. 
 
Al ver que Aspros regresaba en si, pronuncio, esperando que comprendiera su temor, lo horrible de aquella situación, porque no podía dejar que Shion lastimara a su alfa, que lo violara, aunque sabia que había vendido a Cid, que había lastimado a su maestro, creía que le querría lo suficiente, que habría un poco del viejo Aspros en él, quien a su vez, no querría lastimarlo. 
 
-El te importa mucho más que yo, no es cierto. 
 
Eso lo dijo sumamente dolido, como si lo estuviera traicionando y tal vez en su mente así era, porque para Aspros él era su omega, debería cuidar de él, amarlo, protegerlo, no pensar en su rival, preocuparse por él como lo hacía y Manigoldo lo entendía, sin embargo, no podía dejar que le hicieran daño a su alfa, aunque ya no le dejarán estar a su lado de nuevo. 
 
-Por favor Aspros, no volveré a pelear contigo, ni a rechazarte, mucho menos a levantarte la voz, pero por favor, evita que lastimen a Albafica. 
 
Manigoldo entonces dio unos pasos hacia Aspros, acariciando su mejilla, con las puntas de sus dedos, esperando ser tierno con el, amable, delicado, notando que el enloquecido alfa se restregaba contra su mano, como si fuera una mascota, un gatito, casi ronroneando al sentir esa caricia, como lo hacía su alfa, cuando estaban en la época del celo. 
 
-Estas diciendo que serás bueno conmigo, si yo soy bueno con la sirena. 
 
Eso lo dijo sosteniendo su mano, con un poco de fuerza, debido a los celos que sentía, pero en vez de decirle que se trataba de su alfa, que era lo normal que sintiera temor por su seguridad, que deseaba protegerlo, trato de manejarlo desde otro ángulo, usando su astucia para él, su ilusión de ser su alfa. 
 
-No, estoy diciendo que mi alfa será bueno con la sirena, porque yo se lo estoy pidiendo, porque su omega se lo pide y no dejara que yo me enoje con él, mucho menos, cuando estoy esperando dos niños suyos. 
 
Aspros al escuchar eso, asintió, estaba de acuerdo, le ayudaría a proteger a la sirena, si el se quedaba a su lado, porque ese era el deber de un alfa, mantener a su omega feliz, si su omega le aceptaba, además, era el patriarca, ya había hecho demasiados actos de traición en contra del santuario, de sus soldados, pero no deseaba pensar en eso, simplemente disfrutar de aquellas caricias.
 
-Nuestros gemelos. 
 
Pronunció entonces, relamiendo sus labios, acercándose un poco más a Aspros, para pegarse contra su pecho, acariciando su cuello, su mejilla y su mentón, esperando que con eso pudiera controlarlo un poco mejor, que si peleaba con él hasta que lo matará, o le provocará un aborto. 
 
-¿De que estas hablando?
 
Pregunto Aspros, emocionado, pensando en gemelos, hijos suyos, nacidos de su omega, de su precioso cangrejo, que le miraba con extrañeza, cubierto de marcas de sus manos, de su brusquedad, de su crueldad con su omega. 
 
-Estoy seguro de que espero gemelos, lo siento en mi cuerpo, así que si quieres ser un buen alfa, harás lo que yo te pida. 
 
Aspros al escuchar esas palabras sonrió, cargando al cangrejo de su cintura, para girar con él en el mismo sitio en donde estaban parados, besando sus labios, para cargarlo entre sus brazos, pegando su frente contra la suya. 
 
-Por supuesto Manigoldo, por supuesto. 
 
*****
 
-Se fue… 
 
Tempestad estaba deprimido, demasiado triste, pensando que su padre, su alfa, se había marchado de su lado, apenas despertó, como si fuera una plaga, una enfermedad. 
 
-Tal vez no quería que lo vieras, está muy malherido, se siente como nuestro padre.
 
Trato de hacerle sentir bien, con una sonrisa triste, acariciando su mano, sentado a su lado, recargando su cabeza contra su hombro, pensando en lo que sentía su amado y su padre, esa tristeza, esa desesperación, que reconocía en Eros, cuando pensaba, o recordaba a su omega, al que le hubiera gustado parecerse. 
 
-Tal vez no le agrado, no le gusta que yo sea su hijo.
 
Tempestad pronunció, sintiendo unos besos en el dorso de su mano, de Aquiles, cuyo alfa le había despreciado y por eso estaba agradecido, no quería tener que pelear con alguien por el amor de su hermano adoptivo, que también había perdido a su omega, porque su padre, el cruel Minos, aún seguía con vida.  
 
-No digas tonterías.
 
Lo regañaron, golpeando su cabeza, suspirando, porque había soñado con ese día, lo habían esperado como se espera la navidad, o cualquier festejo, pero no estaba sucediendo como esperaban que pasara, porque deseaban ver a sus padres, a su alfa y su omega, a su propio omega, pero ya no podían hacer nada al respecto, solo seguir con sus planes, para evitar el despertar de Zeus, o para matarlo de ser posible. 
 
-Ni siquiera te conoce, además, deberías pensar que su sangre es venenosa, es peligroso que te toque. 
 
Quiso hacerlo sentir mejor, esperando que Tempestad lo escuchara, tratando de ser frío, de ser de utilidad para su amado, que le veía con una expresión triste, pero ya no tan desesperada como cuando despertó. 
 
-Probablemente tengas razón… 
 
Respondió con una sonrisa, rodeando los hombros de Aquiles, que se acomodó en ellos, con un suspiro, cerrando los ojos, dejando que su amado lo reconfortara. 
 
-Aunque deseaba poder hablar con él, saber cómo era, pero creo que no quiere saber nada de mi. 
 
De nuevo pronunciaba esas palabras, cuando Albafica no se detuvo hasta saberlo todo, hasta comprender quienes eran ellos. 
 
-No lo creo, se ve que es una buena persona y es poderoso, muy fuerte, además era guapo, la mitad de su cara es muy guapa, casi como tu. 
 
Eso lo dijo con algo de diversión, porque la mitad de su rostro era fea, pero la otra mitad hermosa, tanto que casi llegaba a la belleza de su amigo, de su novio y amante. 
 
-Solo tú dirías algo como eso. 
 
Le regaño, negando esas palabras, con un suspiro, porque ya se sentía mucho mejor, mucho más fuerte y quería pensar que pronto, lograrian realizar sus sueños, que pronto conocerian a sus padres, que tal vez, crecerian con ellos, con Albafica y Manigoldo.  
 
-Es la verdad Tempestad. 
 
Se quejo, con una sonrisa pícara, mirándole de reojo, preguntándose, si llegaban a lograr sus propósitos, si de todas formas, terminarían juntos, como en ese momento. 
 
-Además se quedó contigo casi todo el tiempo, no dejaba de mirarte, aunque creo que piensa que te pareces a tu omega, que debió ser muy hermoso si me lo preguntan. 
 
Eso lo dijo seguro, que su omega era precioso, tan hermoso como Tempestad. 
 
-Pero nadie te lo pregunto. 
 
Tempestad lo regaño entonces, su alfa era hermoso, su omega también, supuso, pero no importaba en realidad, sin embargo, le divertía la forma en que hablaba Aquiles, como si nada le importara, cuando en realidad, era el que mas sufrió de los dos. 
 
-Que grosero eres… 
 
Aquiles se acostó a su lado, quería dormir un poco, porque sabía que ese no era momento para la intimidad, tenían demasiadas cosas que hacer y no había forma en que estuvieran solos, unos instantes. 
 
-Yo solo espero que podamos evitar todo esto, que ellos no mueran, nuestro padre volvería a ser feliz de sobrevivir mi omega. 
 
Eros había sufrido mucho y Aquiles se culpaba por todo eso, por la muerte de su omega, por el dolor de su padre, suponiendo que era la prueba viviente, que no todos los alfas destinados eran buenos, la prueba viviente, de que tan bajo podía caer Minos. 
 
-También quieres verlo. 
 
Susurro, lo sabía muy bien, Aquiles deseaba ver al amado señor de su padre, a Radamanthys. 
 
-No, yo soy idéntico a mi alfa, no creo que le agrade verme, a mi no me gustaría verme. 
 
Respondió, tratando de ignorar a Tempestad, quien suspiro después de escuchar esas palabras. 
 
-Pero eres su hijo, te reconocerá. 
 
En vez de emocionarse, eso le angustió, porque sabía que se parecía a Minos, al causante de su dolor, así que no podía estar contento al verle y si llegaba a despreciarlo, no sabia que haría en ese momento. 
 
-Por eso es que no dejaré que me vea, nunca.
 
*****
 
Sisyphus al fin había tomado una decisión, recuperaría a su omega, lo salvaría de las manos del dios del sueño, pero también de su propio padre, sin importar lo que pasara, sería la clase de alfa que Cid merecía. 
 
*****
 
Hola chicas y chicos, espero que les guste el capitulo, también me interesa saber lo que piensan, y nos vemos en el siguiente, muchas gracias por leer esta historia. 
 

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