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Paraiso Robado. por Seiken

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-¡Hasgard! 


Ese grito era pura desesperación, pues, Sage veia como lastimaban a su alfa, que aunque era poderoso, no era tan fuerte como para enfrentarse a Itia, que atacaba con saña, casi la misma que usaba su propio hermano en su contra. 


-¡Hasgard! 


Volvió a gritar, distrayéndose, recibiendo otro fuerte golpe de su hermano, que le dejaba ver como lastimaban a su alfa, actuando cada vez, como un completo extraño, alguien que no reconocía en lo absoluto. 


-Lo ves hermano, tus mentiras hacen que Hasgard sufra las consecuencias de tus actos.


Sage estaba a punto de chocar en contra de unas rocas, observando como Itia estaba a punto de darle un último golpe a su alfa intentando asesinarlo, sin embargo, alguien lo sostuvo en su caída, evitando que sufriera mucho daño, al mismo tiempo, que una serie de flechas se encajaba en el cuerpo de Itia, que gritó de dolor, dejando ir a Hasgard, que cayó de rodillas, cubierto de sangre. 


-No te dejaré matar a mi amigo ni lastimar al patriarca. 


Ese era Sisyphus, que se veía un poco diferente, un poco más agresivo, como si la pacífica aura que lo rodeaba, que lo elevaba a la categoría de un santo en todas sus facetas, hubiera desaparecido, por una por mucho más agresiva. 


-¿Se encuentra bien? 


El se encontraba en los brazos de Cid, que lo cargaba con delicadeza, notando el menor tamaño que poseía, a su edad, era un muchacho delgado y bajito, aun le faltaba mucho por llegar a su estatura o a su masa física de adulto, haciéndole sentir algo vulnerable. 


-Pequeño… 


Sage acaricio la mejilla de Cid, que le sonrió, dejandolo pisar el suelo, colocándolo detrás de él, al mismo tiempo que Hakurei apretaba los dientes, elevando su cosmos, su deber, su misión era regresar a su hermano al santuario, entregárselo a Itia, que a su vez, se quitó una de las flechas que tenía encajadas, dejando que su sangre cayera al suelo. 


-¡Más insectos! 


Pronunció furioso, observando como el muchacho que había vendido por las espumas de Afrodita se encontraba a lado de otro más, un santo de sagitario, mientras él se trataba de un santo de capricornio, los dos protegiendo a Tauro, y a su cangrejo, que carecía de una armadura que lo defendiera por el momento. 


-¡No te dejaremos tocar a nuestro patriarca y cuando terminemos contigo, con ustedes, salvaremos a Manigoldo de ese monstruo! 


Cid pronunció, esperando algún ataque de Hakurei, que elevaba su cosmos, dispuesto a matarlos, al igual que Itia, que no se detendria hasta recuperar a su omega y matar a su rival, a ese gigante tan feo, tuerto, débil. 


-¿Porque no dejan de interponerse entre yo y mi omega? 


De nuevo esa locura, se dijo Sage, sintiendo tanto desagrado por el viejo patriarca antes que el, que si las miradas mataran, él ya estaría muerto, habría perecido en un solo momento, apenas un instante, sin embargo, Hasgard se levantó, recuperándose de sus golpes, al menos, eso parecía. 


-Tu eres un alfa, lo sientes en tu alma, Sage no es tu omega y tu omega, seguramente siente este rechazo, siente este dolor, esta molestia, no puedes ver, que no son uno, que no serán uno y que solo has logrado que mi patriarca, te desprecie. 


Hasgard siempre había creído que los vínculos eran sagrados, pero sobretodo lo demás, que nadie tenía derecho alguno a tocar a un omega o cualquier persona, sin su consentimiento, por eso compro el collar del pobre omega, el que nunca tocó, para mantenerlo a salvo. 


-Sabes que no te corresponderá, porque su corazón le pertenece a su alfa, yo soy su alfa y estoy orgulloso de eso, como tu omega, seguramente se sentirá complacido de saber que un guerrero tan fuerte es su compañero. 


Viendo como el milagro ocurría frente a su ojo, como la perla cambiaba en las manos de Asmita, como el suyo cambio de forma apenas lo toco, el collar que en ese momento portaba en su cuello, como muestra de orgullo, al ser seleccionado por Sage.


-Pero el dolor que debe sentir en este momento debe ser tan terrible, que seguramente su corazón se estruja, junto al tuyo, cuando tu buscas a un omega que no te corresponde. 


El mejor hombre de todos, el más amable, el más gentil, el más fuerte y más inteligente, el mejor de todos los seres de ese planeta, tan hermoso como una mañana de invierno, aun en su vejez, haciéndole agradecer a los dioses el estar a su lado. 


-Lo dices porque deseas poseer el cuerpo de Sage, quieres su pureza, su juventud para ti, maldito mastodonte. 


Sage negó eso, no era puro, no era joven tampoco, era un hombre viejo y su amado no era un mastodonte, era un adonis, poderoso, alto, perfecto, tan amable como lo fue en el pasado, así que no podía permitir que le insultara. 


-Es inútil Hasgard, a Itia no le importa su omega, no le importa que en este momento sienta su rechazo a través del vínculo y lo único que desea es realizar su voluntad, como Shion, como Aspros, como mi hermano que ha decidido darme la espalda por el demonio de mi juventud. 


Su omega no tenía sentimientos, su omega que era delgado como Sage, que tenía casi el mismo color de cabello, pero con unos brillos metálicos, cuyos ojos reflejaban su soledad, su desesperación era escondida detrás de esa sonrisa falsa y su poder, aunque le pareció fascinante, no era tan estremecedor como el de su cangrejito testarudo, tampoco era dócil como el joven lemuriano que se negaba a entregarse a él, que no lo haría, sin pelear o tal vez, preferiría entregarse a la muerte que a él. 


-¿Porque no puedes callarte? ¿Porque no puedes ser mi omega? 


Casi le gritó, estallando su cosmos, al mismo tiempo que Hakurei volvió a atacar a Sage, que era defendido por Cid, quien respondió con su excalibur, como Sisyphus atacó al soldado de cabello negro con sus flechas, sin piedad alguna. 


-¿Porque ese mocoso tiene que ser mi omega? 


Pregunto, chocando contra el cuerpo de Cid, que recibió el golpe de Itia, sosteniendo sus puños con sus manos desnudas, dejando un surco en el suelo con sus pies, al mismo tiempo que Sage lo atacaba con sus fuegos fatuos.


-¡No lo acepto! 


*****


Aquiles llevó una mano a su pecho, sintiendo una punzada de dolor, sintiendo como Tempestad lo sostenía de los hombros, pensando que desde que llegaron a esa época, ese dolor iba empeorando, creyendo saber de qué se trataba. 


-¿Estas bien? 


Le pregunto con una expresión angustiada, escuchando los pasos de su padre que se agachaba para ver al joven de cabello blanco, con ojos amarillos, que cerraba los ojos, llorando sin darse cuenta que lo estaba haciendo. 


-Estoy… estoy bien… 


Susurro, aunque no lo estaba y creía que era culpa de su collar, de ese alfa de cabello negro, pero no dijo nada, solo se recargo en el pecho de Tempestad, que estaba angustiado, dejando que ese otro alfa, el padre de su amado, despejara su rostro del cabello plateado. 


-Es el lazo verdad… 


Aquiles negó eso, apretando los ojos con fuerza, no era el lazo y tampoco era su alfa, no era justo que ese sujeto espantoso fuera su alfa, que su alfa lo rechazara, no necesitaba un alfa, no necesitaba eso de los lazos y si por el fuera, los destruiría todos. 


-¡No! ¡No es mi alfa! 


Tempestad y Albafica compartieron una mirada apenada, pero no dijeron nada, siendo la rosa quien rodeó al menor entre sus brazos, como se imaginaba que un padre lo hacía con un hijo, tarareando una de las canciones que le gustaban a Manigoldo, notando como el pequeño omega se acurrucaba en su pecho, calmando un poco su llanto.


-No es justo… no es justo… 


*****


Yato había tratado de huir de esa construcción desde que llegaron, al menos, desde que vio que Regulus sostenía su collar entre sus sucios dedos, como si fuera suyo, cuando no lo era, no podía serlo. 


El prodigio consentido del santuario, admirador de Cid de capricornio, que menospreciaba a los omegas y que le dio la espalda a Manigoldo, por quien deseaba ir, aunque solo fuera un niño, un aspirante sin armadura. 


Pero si leo ya tenia su armadura y ya era lo suficiente maduro para pelear, el tambien podia hacerlo, no necesitaba de nadie más, porque nadie, ni siquiera su alfa, parecía interesados en salvar al señor Manigoldo, que le había dicho mucho de las abejas y las flores, que trataba de enseñarle que su alfa sería un sueño hecho realidad. 


Igual que Kardia, el tambien decia que su alfa sería un sueño, pero más que sueño era una pesadilla, o eso pensaba, caminando en los pasillos de ese castillo, deambulando solo, sin darse cuenta que alguien más lo seguía. 


-Maldición, debe haber una salida por aquí. 


Se quejo, cuando dio una vuelta y se dio cuenta que estaba en el mismo pasillo que unas horas antes, estaba perdido y esa construcción era como un laberinto sin fin, sin salida, haciéndolo enfurecer, tanto que golpeó la pared, lastimando sus nudillos en el proceso. 


-¿A dónde quieres ir? 


Yato suspiro con furia, desviando la mirada, tenía unos doce años, al menos estaba pronto a cumplirlos, pero ya detestaba con ganas al niño prodigio que sostenía su collar como si fuera suyo. 


-No te metas en donde no te importa niño prodigio. 


Regulus se sorprendió mucho al escuchar esas palabras, porque nadie nunca le hablaba de esa forma, siempre lo trataban como si fuera un adulto y hasta el se había olvidado que se trataba de un niño, que no hace mucho su padre murió en manos de un espectro. 


-Pero a dónde quieres ir, porque te alejaste de los demás… 


Yato apretó los dientes, enojandose por esa necedad, ladeando un poco la cabeza, para estirar de pronto su mano, decidiendo que deseaba su collar de vuelta, Regulus no tenía derecho alguno a traerlo en sus manos, no era suyo. 


-Regresame mi collar. 


Le ordenó, extendiendo la mano, viendo como Regulus en vez de dárselo lo pegaba a su pecho, como escondiendo su collar de él, negando con su cabeza, diciéndole que no lo haría con ese movimiento inseguro. 


-No… 


Susurro, tragando un poco de saliva, pensando que ese collar era suyo, había cambiado cuando el todo esa perla y había evitado que lastimara a Yato, que apretó los dientes, entrecerrando los ojos, enojandose un poco más por eso. 


-Ahora es mío. 


Eso no era cierto, era su collar, era su propiedad, era su regalo de la diosa Athena y sin el no podría encontrar al alfa que se suponía que lo estaba buscando, como dijo el señor Manigoldo que pasaba, recordando la forma en que se le endulzaban los ojos al recordar su primer beso, al recordar al señor Albafica. 


-¡Eres un ladrón, eso es lo que eres! 


Se quejó, lanzándose en su contra, pegandole en el rostro, para que soltara su collar, al cual se aferró, pero no elevo su cosmos, no deseaba hacerle daño, en vez de eso, empezó a correr, no muy rápido, porque Yato podía seguirle el paso, tratando de lastimarlo, utilizando su cosmos como le habían enseñado que se hacía. 


-¡Devuelvemelo ladrón! 


Regulus negaba eso, cada vez que le pedía que le regresara su collar, lo negaba, no se lo daria, era suyo, lo sabia, aunque no comprendía muy bien que pasaba despues de eso, Illias nunca estuvo muy interesado en decirle cómo encontrar a su omega, además, era un beta, Hakurei no les decía nada a los alfas más jóvenes, los dejaba descubrir su destino por sí mismos y le daba vergüenza hablar con Sage, que siempre estaba disponible para cualquiera de los habitantes del santuario. 


-¡Eres un ladrón! 


Grito Yato, atrapando a Regulus en el pasillo que estaba fuera del cuarto que estaban utilizando como punto de reunión, llamando la atención de Albafica, que apenas había logrado calmar a Aquiles, que dormía en su regazo. 


-¡No! ¡Este collar es mio! 


Albafica no pudo dejar de pensar en su pasado, como peleaba con su cangrejo para mantener consigo su collar, notando que Yato golpeaba con los puños cerrados a Regulus, usando toda la fuerza de la que disponía y este le dejaba golpearlo, manteniendo el collar con él, como él hizo en el pasado.


-¿Qué está pasando? 


Pregunto, acudiendo en auxilio de Regulus que apenas tenía unas cuantas marcas en el cuerpo, apartando a Yato que se retorcía en sus brazos, tratando de recuperar el collar en las manos del joven prodigio de leo, un niño apenas, de la misma edad que Yato. 


-¿Porque no le quieres regresar su collar? 


Tal vez si alguien le hubiera preguntado eso en el pasado se habrían librado de esconderse en las sombras, porque él habría dicho fuerte y claro que se trataba de su collar, pero nadie le habría creído y su padre, siempre le advirtió del peligro que su sangre significaba para su omega. 


-Regulus, responde. 


Regulus tenía los ojos rojos, como si quisiera llorar, pero se controlo, mostrando el collar que era de Yato, que en sus manos había tomado otra forma, porque el unicornio se calmó inmediatamente, como Manigoldo hizo al ver la forma que tenía su collar en sus manos, el dia que lo llevó a su templo, después de que Aspros le forzará a aceptar sus caricias. 


-Es mi collar, se supone que cuando el collar de un omega cambia y toma una forma diferente, quiere decir que ese collar también es suyo… 


Regulus no estaba muy seguro de que lo que pronunciaba estuviera en lo correcto, era muy joven, aún admiraba a Cid y le hubiera gustado ser su alfa, pero, en sus manos estaba el collar del aspirante, que había tomado una forma bonita cuando pudo tocarlo. 


-Que somos compañeros… 


Tenía la misma seguridad que él tuvo en el pasado, se daba cuenta de eso, pero se preguntaba, porqué motivo, que le hacía decir aquellas palabras, que también reconocía de su omega, al menos, esa era la forma en que lo explicaba su bonito cangrejo. 


-Que debemos estar juntos… 


Yato no entendía del todo que estaba pasando, pero seguía en silencio, notando como su collar había cambiado de forma, apartándose cuando Regulus dio un paso en su dirección, para alejarse de nuevo. 


-Eso lo dijo Manigoldo, se lo dijo a Yato…


Yato recordaba esa ocasión, fue cuando lo encontró en el sitio especial donde los omegas se escondían durante sus celos, unos cuartos que se suponía eran seguros, pero Manigoldo decía que eran una trampa, porque solo funcionaba si los alfas decidían no ingresar en él, al menos, esas fueron sus palabras. 


--Así que debe ser cierto. 


Albafica sabía bien que su omega no tenía tacto la mayor parte de las veces, pero que siempre trataba de ser amable con los más jóvenes, con los que sabía eran omegas, como el aspirante a caballero de pegaso, quien pensaba, pronto empezaría a estudiar bajo la tutela de Dohko, pero no estaba del todo seguro. 


-Es cierto, pero, un buen alfa le regresará al omega su collar y esperará a que éste regrese a él, porque si te comportas como un testarudo, creeme, no le gustara. 


Se sentía demasiado hipócrita al decirle esas palabras a Regulus, cuando él no regresaría su collar, pensando que solamente podrían apartarlo de sus manos muertas, tragando un poco de saliva, esperando que el joven Regulus no actuara como él. 


-No, sigue siendo mio. 


Sin embargo, una flecha se enredó en la cuerda del collar, clavandose al otro lado de la habitación, disparada por Aquiles, que estaba cansado de esas tonterías, los collares no eran nada, eran menos que nada y debian entenderlo. 


-No será tuyo, si ese mocoso de alla no te lo da, además, de que diablos sirve un collar, de nada, solo son caprichos de los dioses, no significan nada. 


Tras decir eso, arranco el collar de la pared, para lanzarselo a Yato, que lo cacho en silencio, porque tampoco le gustaba escuchar esas palabras del omega de cabello blanco, cuyo rostro de nuevo estaba oculto. 


-Y tenemos cosas más importantes que hacer, que discutir sobre una de estas malditas piedras. 


Pronunció molesto, apartándose de ellos, caminando en los pasillos para alejarse de todos, ni siquiera deseaba estar en compañía de Tempestad, necesitaba estar solo, para pensar, para recordar su pasado, sus motivos. 


-Odio estos malditos collares.


Como detestaba a su padre, que siempre llevaba su collar como si fuera un maldito trofeo, como si estuviera orgulloso de su cacería, haciéndolo enfurecer con todos los alfas, especialmente el suyo. 


-Y a los alfas… 


Aquiles se sentó en uno de los bordes de una ventana demasiado grande, que parecía haber sido construida por gigantes, abrazando una de sus piernas, recordando que su omega le decía que ser uno de los suyos era algo bueno, como si realmente lo creyera y en algunas ocasiones, hasta parecía contento, pero solo eran sueños de su yo más joven, más estúpido, que deseaba enorgullecer a su alfa, por lo cual entrenaba muy duro, pero al final mató a su omega, recordaba el charco de sangre y como no lo busco, ni siquiera ingresó en el templo, como si no valiera nada. . 


-Odio esto… 


Y lo que más odiaba era llorar por eso, desear tener a su omega por más tiempo, aunque vivieran encerrados en el Inframundo, aunque no supiera que su padre era un monstruo, soñar con cambiarlo todo, para tener una familia. 


-Odio esto… 


*****


El pequeño en sus brazos, con su primer celo sucediendo en su templo se quedó dormido apenas sintió su cosmos, había estado tranquilo durante horas, días, en realidad, hasta que terminó su celo, uno que había sucedido como todos los primeros celos. 


Asmita se había concentrado en mantenerle seguro, en calmarlo con su cosmos, cumpliendo su palabra de no tocarle, porque era un omega que no lo deseaba, porque era un hombre de honor, porque solo era un niño, por tantas razones, que no importaba enumerarlas. 


Sin embargo, suponía que como todo lo bueno, este pequeño paraíso también tenía que terminar, porque escuchaba al omega moverse, con demasiado sigilo, como si creyera que después de ese celo que habían compartido, sería capaz de dañarle de alguna forma. 


-Dame mi collar. 


Asmita como todos los alfas en su caso quiso conservarlo, pero suspirando, lo apartó de su cuello, para ofrecerlo, no deseaba perder su perla, pero no pelearia por conservarlo, nunca lo haría, porque el omega era quien debía decidir la velocidad de su cortejo. 


-Tómalo, no intentaré conservarlo, pero los dos sabemos lo que esto significa. 


Kagaho arrebató el collar de las manos de Asmita con fuerza, con algo de violencia, apartándose rápido de su lado, casi corriendo, sin decirle nada más, deteniéndose de pronto, antes de cruzar la salida de ese templo. 


-Te quiero… 


Susurraron, el mismo alfa que le había protegido durante esos días, que solo le había calmado con el poder de su cosmos, con su presencia, que no intentó conservar su collar y evitó que le hicieran daño. 


-Y algun dia, probablemente estemos juntos. 


Kagaho trago saliva de nuevo, regresando con el hombre rubio, para besar sus labios con delicadeza, acariciando sus mejillas, sin poder creer que su alfa era un caballero de oro, un santo dorado, que se sorprendió al sentir sus labios sobre los suyos. 


-Gracias… 


Pero, no dijo nada más, solo se marchó utilizando su cosmos, llevándose su collar, haciendo que un fuerte peso cayera sobre sus hombros, un sentimiento de abandono que casi hace que corriera detrás de él.


-Algun dia… pero no hoy. 


Aunque cada vez se sentía peor al permitir que separaran a la rosa del cangrejo, porque ahora sabía, que los lazos que unían a un alfa y un omega eran verdaderos, eran físicos, de una forma en la que no podía comprenderlo. 


-Que los dioses me perdonen. 


*****


Unos días antes Dohko había seguido al espectro durante varios días, manteniendo su rastro, de alguna manera que no lograba comprender. 


-¿Porque no dejas de correr? 


Preguntó a las puntas de los árboles, colocando sus manos en sus caderas, esperando escuchar algún sonido del espectro de cabello claro. 


-No quiero hacerte daño, pequeño… 


*****


Muchas gracias a tod@s l@s que me dejaron comentarios, les agradezco mucho que lean esta historia y espero saber que opinan. 


SeikenNJ. 


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