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Paraiso Robado. por Seiken

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-¿Porque lo hiciste? 


Lune no le pregunto a Byaku, le exigió que le dijera porque habia traicionado a Minos, porque decirle de su pasado, del ladrón de nidos que su señor deseaba destruir, sin embargo, el espectro de ojos negros, se mantuvo en silencio, seguro de sí mismo, de sus acciones. 


-¿Porque le dijiste que existía? 


Byaku sonrió de lado, seguro de sus acciones, recargándose en la pared, observando a su señor, que sostenía su cabeza, sentado enfrente de su escritorio, ajeno a su conversación, esperando el veredicto de su hermano. 


-Porque temo lo que pasara cuando Radamanthys sepa, después de siglos, que existió Valentine, que le amo y que Minos lo mato, si lo sabe en este momento, no se sentirá traicionado, si lo sabe por sí mismo, la mentira caerá con el peso de mil soles. 


Lune no pudo negar que eso era cierto, porque sabía que una mentira pesaba demasiado y tal vez, la mentira del ladrón de nidos, al esconder su verdadera personalidad, su verdadera forma, podía perder la confianza de Radamanthys.


-¿Y si no es perdonado? 


Cuya memoria estaba corrompida, porque no recordaba el amor que le tenía, ni el desprecio que sentía por Minos, un acto injusto, pero, que podía funcionar al favor de su señor y así, no tendrían que vigilar las acciones de Aiacos y Violate, que parecían arrepentidos de su decisión. 


-Sufrire un castigo sin fin, ejemplar, pero, espero que su omega pueda perdonarlo, el lazo es fuerte, tu lo sabes, no es verdad Lune y también sabes, cuanto pesa una mentira, mientras más tiempo pase sin decirse. 


Lune retrocedió, llevando una mano a su pecho, preguntándose si hablaba de lo que pensaba que estaba hablando, sintiendo un corte en su pecho, destruyendo su ropa, que siempre cubría su cuerpo de pies a cabeza, así como su armadura, era de los pocos espectros que nunca tenía otra clase de vestimenta, cubriendo una perla, de color rojo, como las llamas. 


-Llevo unas vidas conociendo tu secreto, sé que Minos también lo sabe y te protege con sus alas, así que me preguntaba, porque te protegia de los alfas, porque te hizo pasar por un beta, cuando eres un omega, cuando deseaba a su omega con desesperación. 


Lune no dijo nada, tragando un poco de saliva, desviando la mirada como si quisiera marcharse, pero Byaku lo sostuvo, esperando que le explicara la razón detrás de ese comportamiento, de ese secreto que habían guardado. 


-Mi señor Minos supo que yo era un omega cuando me reclutó, algunos alfas me habían acorralado y el los mato, despues me regaño, me dijo que no podía permitirme ser débil, que era poderoso, que usara eso para defenderme. 


Lo recordaba bien, porque después de matar a sus atacantes, le hizo sentir peor que una basura, para después llevárselo al inframundo, donde empezó a servir bajo su mando, sin embargo, al ser su segundo al mando, tener a las monjas y al pequeño espectro a su mando, siempre estaba fuera del alcance de cualquier alfa. 


-Nuestro señor Minos piensa que ningún alma debe apartar una pareja creada por los dioses, eso es en lo único en que cree, tal vez, porque él fue apartado de su omega, no lo se, pero es alguien a quien respeto, por eso esperaba que su omega le amara, se lo merece. 


Byaku también lo respetaba, daria su vida por él, todo lo que era y eso significaba, tratar de darle la oportunidad para que su pareja, su omega destinado, pudiera perdonarlo, que pudieran iniciar desde cero, borrando a Valentine de la ecuación, el no se comparaba a Minos, en nada, no era poderoso, no era sabio, no era hermoso, no era como el grifo, que si no podía ser comparado como el sol, si como la luna. 


-Y haber escondido que te tratas de un omega, te ha separado de tu alfa, pero no puedes dejar esa fachada, porque eso significaba perder el respeto de algunos espectros, el terror que les provocas, no es verdad. 


Era cierto, pero tampoco deseaba buscar al alfa que los dioses habían elegido para el, asi que no le importaba mantener esa mentira por más tiempo, sin embargo, suponía, que eso no pasaría con Radamanthys, cuando comprendiera que existió alguien mas que amo con locura, el ladrón de nidos. 


-Espero que no hayas cometido un error, porque, nuestro señor Minos jamás podrá perdonarte por eso. 


Minos se encontraba sentado en una silla, enfrente de su escritorio, sosteniendo su cabello, tirando de él con fuerza, casi tanta como para arrancarselo, temeroso de sus acciones, preguntándose porque lastimo a su omega, sin embargo, solo esperaba que Radamanthys no fuera demasiado duro, que no le odiara, esperando angustiado por ser perdonado por su omega, que seguía leyendo los libros de sus vidas, encerrando en su habitación. 


-Será perdonado por su omega, porque dicen que su vínculo es tan fuerte que siempre termina atrayendo a la pareja destinada a encontrarse, como los planetas, como la gravedad, es inevitable. 


Lune nunca había pensado que un beta hablara de esa forma de un vínculo, pensando que tal vez, el mismo Byaku se sentía envidioso de lo que podían poseer, de la noción de tener una criatura hecha para el, que le amaría, que lo desearía, que incendiaria su deseo. 


-Aun ahora, tu alfa debe de sentir tu presencia, tal vez hasta te busca para unirse contigo, siguiendo tu rastro, percibiendo tu cosmos, atraído a ti, como un planeta, o un cazador, que no se detendrá, como nuestro señor Minos, no se detuvo, hasta encontrarte. 


Esas palabras le parecían especialmente extrañas, le sonaban mucho más como una pesadilla que como una promesa dulce, por lo que no dijo nada, apretando el látigo en sus manos, pensando que desde hacía unos años, sentía algo, un sentimiento como de fuego, como de llamas, una criatura salvaje, desconocida, buscandolo, pero, en el interior del Inframundo estaba a salvo. 


-Si lo dices de esta forma, suena mucho más a una maldición… 


Se quejó Lune, sintiéndose nervioso, como si estuvieran esperando el nacimiento de algo, alguna tempestad, o algún acontecimiento fuera de sus manos, preguntándose, si así se sentían en las salas de espera, recordando que Minos decía que su omega estaba embarazado, sin embargo, era demasiado pronto para saberlo con certeza. 


-Tu dímelo, tú eres el omega, yo solo soy un beta, ajeno a estos juegos divinos. 


No estaba seguro de que responder, así que no lo hizo, simplemente guardo silencio, esperando que Minos fuera perdonado, porque temía lo que pasaria, si era repudiado por su omega y el juez de las últimas décadas regresaba con furia renovada, con esa locura que a sus soldados les hacía esconderse, temblar debido al temor que le tenían. 


-Hablas demasiado, solo guarda silencio. 


*****


Unos dias antes Dohko comenzaba a desesperarse, especialmente al sentir el aroma de su omega no muy lejos de él, quien seguía huyendo, tratando de atacarlo de vez en cuando, pero demasiado débil para lograr dañarlo, escuchando un sonido estridente, como de un cuerpo cayendo entre las ramas. 


Corriendo hacia donde se encontraba el omega, que en ese momento tenía unos quince años, tal vez dieciséis, el que rodeaba su torso con sus brazos, apretando los dientes, sudando, su cuerpo negándose a responderle. 


-¡Alejate! 


Le suplico esta vez, respirando con dificultad, sus feromonas aumentando en intensidad, tal vez, porque se estaba acercando a él, con el collar en su cuello, su veneno perdido en el celo, supuso Dohko, quien colocó una mano en el hombro de la belleza de cabello gris, que yacía en el suelo, presa de su propio celo. 


-¡No me toques! 


Le respondió, alejándose hasta quedar junto a un árbol, su espalda contra la corteza, observando como Dohko se quitaba la armadura, sonrojándose todavía un poco mas, cerrando los ojos, no deseaba verle. 


-¡Te ordeno que te marches! 


Dohko negó eso, acariciando su mejilla de nuevo, con las puntas de sus dedos, para después, sosteniéndolo del cabello, obligarlo a mirarle fijamente, acariciando su cuello, como pidiéndole que se quitara su armadura. 


-Si te dejo ahora, un alfa puede atacarte, si me quedo a tu lado, me asegurare que nadie te haga daño… 


El espectro negó eso, escupiendo su rostro, llevando sus manos a los hombros de Dohko, como si quisiera apartarlo de su cuerpo, respirando con mayor dificultad, como si no quisiera percibir su aroma, la fragancia de su alfa. 


-No, porque tu eres quien desea hacerme daño. 


Le respondió, golpeando su rostro con su mano abierta, rasguñando su mejilla, sin embargo, Dohko sostuvo su muñeca, para llevar su mano a su boca, lamiendo su palma, escuchando un gemido del espectro, que se retorció en sus brazos. 


-¡Apártate! 


Dohko escucho esa orden, sin embargo, en vez de obedecerle, beso sus labios, ingresando su lengua en su boca cuando quiso quejarse, sintiendo sus esfuerzos por apartarse, que iban disminuyendo de intensidad cada segundo, hasta que se separó, admirando al espectro jadeante, al que liberó, apartándose de él. 


-Esta bien, si tu deseas que yo me vaya, me iré… 


Sylphide al sentir ese beso, esas caricias y después, ser liberado, se preguntó si ese alfa estaba jugando con él, quien se cruzó de brazos, apenas vistiendo unos pantalones verdes, con unos zapatos de color oscuro, gotas de sudor recorriendo cada uno de sus músculos. 


-Solo lárgate. 


Le ordenó, sin moverse de la posición en la que lo dejó, recargado en el suelo, en una postura lánguida, como si no pudiera ponerse de pie, respirando con lentitud, por la boca, tratando de no percibir más de esa esencia que lo estaba seduciendo, era un alfa, era demasiado atractivo, pero también, se trataba de su enemigo, no se dejaría derrotar. 


-Con una condición. 


Dohko le respondió, seguro de sí mismo, algo divertido, al ver que el espectro no podía moverse, apenas si podía sostenerse en esa postura tan seductora, en realidad, todo en él podía seducirlo, inflamarlo con ardiente deseo. 


-¡Maldito! 


Dohko se rio, sosteniendo al omega del mentón, acercando sus labios a su oído, admirando su aroma, que era simplemente exquisito, notando como se estremecía, como su sonrojo únicamente aumentaba, viendo, que su humedad comenzaba a escaparse de entre sus prendas. 


-Quitate la ropa y déjame admirar tu cuerpo, compruebame que mi cercanía no te excita, solo asi me marchare...


Sylphide negó eso, como supuso Dohko, era obvio que no podía moverse debido al celo y que lo deseaba, cada segundo que pasaba a su lado, su humedad era mucho peor, sus temblores, su deseo, lo deseaba, ambos lo sabían. 


-Eres un maldito, porque no me dejas en paz. 


Un hombre mucho más santo, le dejaría escapar, supuso Dohko, pero él no lo era, él se trataba de un santo dorado que se creía un beta, pero, este omega le había demostrado lo contrario, era un alfa y deseaba a este joven, que le veía como si se tratase de un demonio del averno. 


-Esta bien, no me deseas, lo entiendo, solo es tu celo y me marchare, te dejare solo pequeño basilisco, pero si me necesitas, solo enciende tu cosmos y te dare la mejor experiencia de tu vida. 


Sin más, se marchó, dejando solo a Sylphide, que se encontraba completamente confundido, pero, por fin, respiró hondo, tratando de moverse, sosteniéndose de los árboles, hasta llegar a una laguna, que no estaba demasiado lejos de donde se encontraban, quitándose la armadura, sumergiéndose en el agua, creyendo que eso podría curar su malestar. 


-Maldito santo dorado… 


Se quejó, llevando una mano a su entrepierna, empezando a acariciar su cuerpo, cerrando los ojos, gimiendo suavemente, tratando de olvidar la existencia de ese alfa, su aroma, su calor, su fuerza y sus músculos.


-Aunque era muy atractivo… 


Eso lo dijo con una sonrisa divertida, derramándose en su mano, gimiendo un poco más alto, esperando que con eso pudiera sentirse mejor, regresar al inframundo, donde su señor Radamanthys le daría cobijo, sin embargo, cuando abrió los ojos, vio al santo dorado, al otro lado de la laguna, cruzado de brazos, con una sonrisa satisfecha. 


-Eso fue muy sexy… 


*****


Defteros tenía una misión, esa era proteger a la rosa venenosa, pero había perdido su rastro cuando se lo llevaron a un castillo, que después de unos minutos, simplemente desapareció como la rosa misma, dejándolo sin pistas para seguir con su tarea. 


Por un momento, volvió a sentirlo, aquello que le llamaba, que sentía se encontraba en el Inframundo, pero, se preguntaba si debía acudir, si eso era lo mejor, sin embargo, ya no sabia que era lo mejor, no despues de ver cómo la locura se apoderaba de la mente de su hermano. 


Se preguntaba si matar a ese Shion serviria de algo, pero bien sabía que no, no lo haría, porque suponía, que era como una hierba mala, cuando cortabas unas hojas, pero el tallo principal estaba aún vivo, esta planta volvía a crecer y asi lo haria ese Shion, simplemente regresaría a ese mundo. 


Defteros se preguntaba si era correcto abandonar su misión y concentrarse en su hermano, tal vez en esa sensación proveniente del Inframundo, porque si fallaba, al no ser una misión encomendada por la diosa Athena, al ser el la estrella de la desgracia, no importaba, o eso pensaba. 


-Si tan solo pudiera hablar con Sage… 


El anciano patriarca siempre sabia que hacer, era un hombre sabio, gentil, que lo escuchaba todo el tiempo, el unico que conocía de su sensación, la que le dijo que tal vez se trataba de un omega, de su vínculo llamando por el, pero se preguntaba, porque esa sensación provenía del Inframundo. 


-El sabria que hacer… 


Porque pensaba que Asmita no había sido un buen patriarca, porque un hombre justo no arriesgaría la vida de uno de sus soldados, sin importar sus razones, en las manos de su enemigo, no habría condenado a su hermano a la locura, una acción, por la cual no podría perdonarlo nunca. 


-El… 


De pronto lo sintió, el cosmos de Sage, de Hasgard, Sisyphus y Cid, los cuatro ardiendo con fuerza, junto a un cosmos desconocido y el de Hakurei, en ese momento se estaba llevando a cabo una batalla, lo mejor era acudir a ella. 


-Sage… 


*****


Oneiros se sentía burlado, traicionado por sus hermanos que le dieron la espalda, por el dios del amor que no le brindó su ayuda, estaba mal herido, sangrando, pero se mantenía con vida, comprendiendo que en ese momento, el arquero borraba todo lo que había logrado, todo avance, todo deseo que la espada podía sentir por el. 


Preguntándose si el arquero mataría a la serpiente, pero, como no sintió el cosmos de de su enemigo, supo que no fue así, que el bastardo era tan noble que dejaría que su hijo fuera criado por su espada. 


Su hijo, el hijo de un dios, que sin embargo, se estaba desangrando en uno de los múltiples templos de Afrodita, en donde vio a Eros la primera vez, quien para su sorpresa le vio acurrucarse en el suelo, con hilos de sangre formando un charco debajo, en la loza de marmol. 


-Eres un traidor… 


Se quejó, observando sus manos manchadas de sangre, porque Eros le dijo que le brindaria su ayuda, pero le dio la espalda, Eros, cuyo rostro estaba cubierto por su casco, quien no se veía nada pacífico, ni amable, sino, muy enojado. 


-Y tu eres un inútil, te di una flecha para que la espada de amara, pero decidiste desperdiciarla, no es verdad. 


Oneiros negó eso, no la necesitaba, su omega lo amaría como el de Eros le amaba a él, pero este, le aventó una botella, con ambrosía, el alimento de los dioses, que le ayudaría a curar sus heridas. 


-Quería lo que tu tienes con ese mortal, amor sincero. 


Eros estalló en furia, incendiando su cuerpo, destruyendo parte de ese templo, para calmarse poco después, pensando en las aguas del olvido, con las que le habían robado la memoria a Radamanthys.


-Mi madre le ha dado las aguas del olvido y esta con su alfa, sabes lo que eso significa, no es verdad, lo que esa maldita perra traidora me ha hecho. 


Oneiros sintió que sus heridas se iban cerrando, pero aún estaba demasiado débil, sin embargo, comprendía lo que pasaría, su amor por él sería olvidado y Minos tenía una oportunidad para seducirle. 


-Todos mis esfuerzos, todo lo que logre construir, el amor que logre obtener, se ha perdido, ya no soy un dios piadoso, alguien que siempre está ahí, ya no soy nada, en cambio, su alfa, Minos, sigue siendo su alfa, su alfa destinado, aquel por el cual rezaba en los templos de mi madre, lo que yo deseaba evitar, sucedió. 


Sus advertencias a su padre en la primera vida, creyendo que solo se trataba de un muchacho perverso, no de su alfa, las flechas que había disparado para librarse de aquel que pensaba era su alfa. 


-¿Qué piensas hacer? 


Pregunto, solo por curiosidad, porque no le importaba demasiado el destino del dios del amor, únicamente su deseo por la espada, que en ese momento ya se encontraba en compañía de su alfa, aquel con el que soñaba todas las noches, al que esperaba dispuesto, haciéndole enfurecer. 


-Me temo que si Minos ha logrado su cometido, si ha logrado recuperar su lazo, cuando estuve a punto de romperlo, no me queda otra opción más que usar el mismo viejo truco de mi madre. 


Tenía un frasquito colgando de su cuello, como en el pasado colgaba la perla manchada de su señor, que suponía era portada por Minos como un trofeo, tomando la forma del hijo que tendrían, su legado.


-Usare las aguas del olvido, para que me ame de nuevo y olvide a su alfa. 


Una trampa de la diosa Hera, porque cada vez que recuperaba a dos almas destinadas, una mas nacía, de tal forma, que siempre existía uno de ellos, aunque cada vez, en menor cantidad, de alli, que cuando estuviera lista para la guerra con Zeus, tendría a todos sus hijos en su jardín, ya no habría más alfas, ni más omegas, pero, su amado desaparecería, al unirse con su alfa. 


-Pero… el ya te olvido una vez, antes de esto, si vuelve a tomar esa cosa, su psique se romperá en mil pedazos. 


Nadie esperaba que las aguas del olvido se utilizaran en un mortal más de una vez, sin embargo, ese espectro ya las había soportado dos veces, una tercera ocasión, destruiría su mente, borraría su ser, por completo. 


-No tengo otra alternativa, no lo dejare con Minos.


Sin embargo, no quería llegar a eso, porque en ese caso, de todas formas perdería a su señor, no obstante, Minos, que solo era un humano, el hijo bastardo del dios Zeus y Europa, no lo derrotaría, el se merecia el amor del hijo de Hefesto, el mismo dios le había prometido su mano. 


-El no se lo merece… 


*****


Era una verdadera batalla de mil años, los tres jóvenes guerreros de la esperanza, enfrentándose con Itia y Hakurei, para proteger a su patriarca, quienes juntos eran casi invencibles, no por nada, uno de ellos era un patriarca, el otro, pudo serlo. 


Los tres santos dorados protegían a su patriarca, que ya había sufrido demasiado daño, el mismo que era mantenido detrás de Hasgard, que usando una de las técnicas de Tauro mas poderosas, habia construido una defensa perfecta, que no sería rota, a menos que le quitaran la vida. 


Siendo esa la misión que Cid y Sisyphus se habían propuesto, cada uno de ellos enfrentándose al poderoso cosmos de sus enemigos, Itia, tratando de llegar con su cangrejito, Hakurei permitirlo, sin embargo, de pronto, un cosmos de fuego se hizo presente, era Defteros, que se unió a ellos, apenas vio que era lo que estaba pasando. 


-¿Quien eres tu? 


Sisyphus pregunto, confundido, al igual que Hasgard, porque ese guerrero de piel morena y colmillos afilados, era idéntico a su buen amigo Aspros, no obstante, Sage al verlo sonrió, sintiéndose aliviado. 


-¡Defteros! 


El guerrero nacido bajo la estrella de la desgracia asintió, no dejaría que lastimaran al patriarca, eso nunca, pero, se preguntaba si el patriarca le perdonaría, de lastimar a su hermano mayor. 


-El ya no es mi hermano, pero no quiero que lo mates. 


Le anuncio, seguro de que había algo que hacía que su hermano actuara de esa forma y temía saber qué era eso. 


-Muy bien, anciano Hakurei. 


*****


Hola, espero que les guste este capitulo, como lo mencioné, actualizaría hoy, ahora una pregunta, que creen que haga nuestro tigre exhibicionista, ser un caballero o no, ademas, quien creen que es el alfa de Lune. Nos vemos en el siguiente capítulo. 


SeikenNJ


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