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Paraiso Robado. por Seiken

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Minos no pudo ver a quien le hablaba desde las sombras, únicamente escuchar esa voz, que le parecía demasiado familiar, preguntandose, quién se atrevía a insultarlo de esa forma y sobre todo, quien se atrevía a ingresar en su nido, en su cuarto, donde se encontraba dormido su omega. 

 

-Estas tan seguro de las bendiciones de Zeus que pondrás en peligro la vida de tu omega.

 

El grifo de muchas batallas pronunció con burla, al ver que su yo más joven no entendía las palabras pronunciadas por el, cómo hacerlo, hasta ese momento se sentía superior a todos los demas, cegado por su propio orgullo, haciendole enfurecer, aunque, aun se mantenía en las sombras, moviéndose de tal forma, que pareciera solo un eco, un fantasma, no un ser corpóreo. 

 

-¿Quién está ahí? 

 

Minos atacó, usando sus hilos, pero el escapo de ellos, moviéndose de tal forma que de nuevo se encontraba a las espaldas de su yo más joven, usando su cosmos, la sangre de Zeus y un regalo que le otorgaron, con el cual podía moverse a su voluntad, pasar desapercibido, sin ser visto por sus enemigos. 

 

-Necesitaba ver si era tan estúpido como para creer en ese bastardo traicionero.

 

Había pasado los últimos doscientos años planeando la venganza sobre Zeus y después, sobre Eros, de llegar a cumplir sus sueños, su omega no perderia la razon, su nido no estaria vacio, su hijo sería educado por él, tendría su paraíso, pero para matar a su padre, necesitaba ayuda de sus otros dos hijos. 

 

Aquellos que nacieron cuando el cosmos del dios del Olimpo fecundo a sus omegas, uno de ellos la rosa venenosa, la más fuerte de todas, cuya toxina era comparada con la de la Hidra, o era por mucho peor, de allí que pareciera que nada podía contrarestarla. 

 

El segundo era el arquero, quien era el favorito de la diosa Athena, por lo cual sus sentimientos estaban bajo control, no obstante, después de ser liberado para que pudiera salvar a su omega, su cosmos, sus deseos, su corazón ardiente, estaba libre para destruir cuanto deseara, para seducir a su omega. 

 

Y el, que pensaba era hijo de dos humanos comunes, también había sido creado con el cosmos del dios del Olimpo, del señor del rayo, del lujurioso Zeus, que pensaba usarlo a su antojo toda su vida. 

 

Como su padre quiso comérselo, a Zeus y a sus dos hermanos, pero como ellos pudieron destruir a Chronos, los últimos hijos de Zeus lo matarían, porque así recuperarían su paraíso, lo sabía porque había buscado las respuestas a sus pesares durante los últimos siglos, encontrando una forma de usar sus dones, su fuerza, en contra de su enemigo, quien deseaba destruir a todos los omegas y era el benefactor de Shion, de Oneiros, tal vez, del propio Eros, porque no podía imaginar quién más le habría dado el agua del olvido que se llevó su cordura. 

 

-¿Quien eres? 

 

El anciano se presentó en silencio, dejando que viera su figura, su silueta en esa habitación oscura, pero, no podían ver su rostro, su casco se lo evitaba a Minos, quien parecía furioso, aunque también, escuchar esas cuantas palabras, esa información, le hicieron calmarse, deseaba saber más, como él querría entenderlo todo, de estar en su lugar. 

 

-Si estás tan seguro de sus bendiciones respóndeme esto. 

 

El más joven comprendió que hablaban de Zeus, del anciano Zeus, un hombre poderoso, de cabello blanco, pero con arrugas en su rostro, cabello grisáceo, sin vida, una sombra del dios que fuera en su juventud, cuando destruyó a su padre. 

 

En cambio ellos eran jóvenes, eran poderosos, eran invencibles o eso creía, si peleaban juntos, hombro con hombro, para defender su paraíso, a su omega, aunque habían sido traicionados por su propio padre, el primero cuando este le enseño una variación del satán imperial a Shion esperando que así las rosas de Athena fueran suyas, el segundo, cuando Zeus distrajo a Sisyphus con unos rayos de luz solar para que Phantasos pudiera enamorarlo, y así pudiera yacer con la espada después de destruir al dios menor del sueño  y el, cuando se vistió con su forma, diciendo que elegiría un alfa para su primogénito, asustando a Radamanthys, para matarlo poco después, culpando a Eros de esas acciones, pero el sabia, que el ladrón de nidos no mataría a su compañero, era el único acto que nunca podría realizar. 

 

-¿Si los deseaba juntos porque no le dió una señal a tu padre? 

 

Podía ver como Minos por primera vez se preguntaba eso, sí su padre estaba de su lado, si cumpliria todos sus deseos, por ser su primogenito, porque razón su padre no le ordenó al emperador que debían estar juntos, que los uniera en una suntuosa ceremonia, recordando que en su pasado, él estaba seguro que Zeus le había dado la espalda. 

 

-¿Porque le hizo creer que él condenaba tu amor por tu omega? 

 

Minos escuchaba a ese extraño, encontrandola sumamente parecida, como un eco de su propia voz, preguntándose quién era él, porque le estaba diciendo todo eso y preguntándose también, porque Zeus no le ordenó a su padre humano que los uniera, porque este se veía tan seguro de que serían castigados por los dioses. 

 

-Asterión era un buen padre que tenía miedo que sus dos hijos fueran  condenados por los dioses.

 

El viejo grifo pronunciaba cada palabra con lentitud, como si pensara que Minos era un muchacho especialmente estúpido, buscando que comprendiera lo que le decía, se lo imaginara con esa mente que sabía era muy brillante, pero, su orgullo evitaba que lo aceptara.

 

-Pero tu prefieres creer que él tenía celos de tu amor, que deseaba arrancarte la felicidad de tus manos, que te odiaba, que te despreciaba.

 

La sombra iba caminando en esa habitación, rodeando a Minos, que le veía en silencio, atendiendo a cada una de sus palabras, imaginando lo que le decía, aquello que pudo ver su padre, para condenar su amor cómo lo hizo. 

 

-Nunca te atreviste a pensar que los dioses, que el mismo Zeus le advirtió de lo que pasaria si permitía que estuvieran juntos. 

 

El viejo grifo se lamentaba por ello, porque se dió cuenta de su error muy tarde, se daba cuenta que no era más que un iluso que quiso creerle al señor del Olimpo, que también era el dios de las mentiras. 

 

-Y aun ahora, sigues siendo tan estúpido como para creer en la buena voluntad del dios que odia a los omegas. 

 

Le dijo con frialdad, furioso, pero aún así, no elevaba demasiado la voz, porque Radamanthys estaba en esa cama, no muy lejos de ellos, aunque ese cuarto era inmenso, tan grande que podía pasar desapercibido. 

 

-¡Sal de una buena vez! 

 

Minos lo atacó entonces, haciendo que saliera de ese cuarto, apartandolo de su omega para lanzarlo contra una pared, al otro lado de la puerta, escuchando una risa, un sonido demencial, que también estaba cargado de dolor. 

 

-Eres un estúpido que se deja engañar por Zeus, que permitirá que maten a su omega y roben a su hijo.

 

El grifo pronunció, desplegando sus alas para descender en el puente, donde había peleado con su omega, pero en su pasado, fue la primera ocasión que pudo poseerlo, antes de que Valentine quisiera evitarlo, pero no pudo, él era mucho más fuerte, pero nunca tuvo una oportunidad de ganarse el perdón de su omega después de eso, no como este Minos la tenía. 

 

-Zeus, el cambia forma, utilizara tu rostro para engañar a tu omega, para convencerlo de huir. 

 

Lo recordaba bien, la misión y el dolor de llegar al templo de su padre que le contó la demencial mentira de que su rival había matado a su omega, junto a su hijo, ver su cuerpo pálido, con un agujero en su pecho, como si le hubieran arrancado el corazón, fue suficiente para perder la conciencia y no despertar hasta que se dió cuenta que estaba cubierto de sangre, había matado a cientos, pero no había logrado destruir a su asesino, pero, estuvo cerca, demasiado cerca. 

 

-Te mandara lejos, a secuestrar a su esclavo favorito, su víctima favorita y tu lo haras, matarás a sus padres, arrancaras a un niño de los brazos de sus padres, para entregárselo al demente del santuario, aquel obsesionado con la rosa de Athena.

 

Pero si mataba a Zeus, nada de eso pasaría, su omega no moriría y en ese momento, sabía que podía recuperar el amor de Radamanthys, si lograba destruir al enemigo de sus hermanos, a quienes les contaría sus planes, cuando fuera el momento adecuado. 

 

-Mientras que Zeus dará caza a tu omega, lo matara usando tu forma. 

 

Le dijo lentamente, pronunciando cada palabra, cada sílaba con lentitud, para que Minos comprendiera el dolor que le deparaba el futuro, se diera cuenta de la clase de destino que tendría. 

 

-Y tu regresaras para ver un templo vacío, sin tu omega, o tu Aquiles, porque Zeus es un dios celoso, no deseaba compartir tu lealtad. 

 

Minos entonces se quitó el casco que mantenía su rostro en las sombras, mostrándose ante sí mismo para que viera lo que ocurriría con el, de seguir escuchando las mentiras de su padre, el dolor, la desesperación, la locura de perderlo cuando, a pesar de haber perdido la razón por culpa del último intento del ladrón de nidos por recuperarlo y apartarlo de su lado, lo tenía para él.

 

-Tu… 

 

Minos dió unos cuantos pasos hacia atrás, retrocediendo hasta chocar contra la misma puerta, respirando hondo, sin comprender lo que veía, temiendo hacerlo, porque eso significaba que no había nada más que dolor para él en su destino. 

 

-Si, yo…

 

Susurro, esperando que comprendiera lo que veía, comprendiera como esos alfas hicieron, la clase de destino que le deparaba, sí no actuaba con prudencia, si no dejaba de escuchar las mentiras de su padre.

 

-Un estúpido que se dejó influenciar por Zeus, quien mató a mi omega, a nuestro pequeño hermano, nuestro Radamanthys. 

 

Habían pasado muchas décadas desde ese dia, y a partir de ese momento empezó a buscar la forma de asesinar a su enemigo, de bañarse con la sangre de su padre, como este lo hizo con su abuelo, y este a su vez, también lo hizo, cada uno destruyendo a quien lo creo, para ocupar su lugar, el únicamente para vengar y proteger a su omega, asegurarse de que su paraíso aún existiera, encontrando la forma de salvar otros dos paraísos, otras dos vidas que serían cegadas por la locura, por la intercesión divina de Zeus. 

 

-Zeus, que protege a Eros, que le ha dado su bendición para robarme a mi omega y a nuestro hijo, nuestro Aquiles, después de quebrar su mente en mil pedazos, cuando intente borrarme a mi de su existencia. 

 

Eros le daría a beber el agua del olvido, una tercera ocasión, quebrando su mente, destruyendolo antes de que Zeus tomara su vida, tal vez por eso, Hefesto quiso escucharlo, porque esa traición, ese acto imprudente, le hizo enfurecer, su hijo, su único hijo, destruido por aquel ladrón de nidos en quien confío. 

 

-¿Porque me estás diciendo todo esto? 

 

Minos fue el único que quiso saber las razones detrás de sus actos, ni Sisyphus, ni Albafica preguntaron porque debian creerle, solo aceptaron sus palabras, su dolor, como muestra de su buena fe, en cambio, él mismo desconfío de sus intenciones. 

 

-Porque vivo en el peor de los infiernos, en la peor soledad, en el dolor de perderlo, de no estar presente cuando nos necesitaba más. 

 

De tan solo pensar en el dolor que sufrió su omega, el miedo y la desesperación que sintió, era suficiente para que su enojo aumentara, para que en su mente una muerte dolorosa se hiciera realidad, porque podía ver como Zeus era destruido, miembro por miembro, después de ser bañado con la ponzoña de la rosa, sabía cómo matarlo y eso haría, todo por defender a su omega, por mantenerlo a su lado. 

 

-Solo estas mintiendo, somos el favorito de nuestro padre. 

 

El grifo entonces golpeó el rostro de Minos, escuchando un quejido, pero no dejo de golpearlo, hasta que lo mantuvo quieto, contra una de las paredes, sus dientes apretados, su enojo vivo, su fuerza mucho mayor que la de su joven y estúpido pasado, porque el tiempo le había hecho más poderoso, tal vez, su dolor alimentaba su cosmos. 

 

-Zeus no tiene favoritos y si lo tuviera, no tendría sangre humana por sus venas. 

 

Su favorita siempre había sido Athena, y aun ella pereció bajos sus manos, que podía esperar un mortal, nacido de una humana, más que ser una herramienta de su padre, una que no deseaba compartir, porque sabía que su amor era mucho más grande que cualquier lealtad que sintiera por él, que cualquier agradecimiento y tuvo, la estúpida idea de matar a su omega, cuando le dijo más de una vez, que no le importaba a que dios debía desobedecer, el no se detendría hasta tener su paraíso en los brazos de su omega. 

 

-Y sabes que es peor, esperar, esperar por doscientos años para verle de nuevo, para que reencarnará, pero sin Hades, ya no hay espectros, no hay reencarnaciones, mucho menos, cuando nos hemos encontrado, hemos estado juntos y hemos creado vida… 

 

Había esperado por él, por su omega, pensando que volvería a nacer y que podrían empezar de nuevo, siendo él un espectro de doscientos años, una alma vieja, sabría cómo seducir a un joven Radamanthys, antes de que el ladrón de nidos se interpusiera en su camino, pero, no fue así, su omega no volvió a nacer y despues de doscientos años lo comprendía, ya jamás le volvería a ver de nuevo. 

 

-Nuestro omega no va a regresar, nunca lo hará y tú no morirás, porque eres uno de los sirvientes favoritos de Zeus, otro esclavo, nada más que eso.

 

Minos parecía no querer comprender lo que le decía y eso hacía que el viejo grifo enfureciera un poco más, elevando su cosmos, sin comprender como podía ser tan estúpido como para creer en las mentiras de Zeus, pensando, que tal vez, no debía dejarle la importante misión de cuidar de su omega. 

 

-Soy el primer juez de las almas.

 

Pronunció, casi seguro, pero el grifo únicamente se rió de él, no era más que un sirviente, uno que no tendría su premio al final de su jornada, de sus esfuerzos, porque matarían a su omega y no soportaba ese dolor, preguntándose, porque no podía creer en sus propias palabras, cuando los otros dos alfas si lo hicieron. 

 

-Solo eres un esclavo, pero también eres su hijo y tenemos la forma de matarlo, de salvar a nuestro omega, nuestro Radamanthys. 

 

El viejo Minos comenzaba a cansarse de la necedad de su viejo yo, aunque, no estaba del todo seguro si debía confiar en sí mismo, porque no parecía dispuesto a escucharlo, no comos los otros dos alfas, sus hermanos, únicamente porque eran hijos de Zeus. 

 

-No soy un esclavo. 

 

De nuevo esa locura, ese orgullo que le costaría todo cuanto deseaba, esa necedad que comenzaba a encontrar sumamente fastidiosa, tanto, que se preguntaba, si siempre fue así, si no fue culpa suya, que su amado compañero perdiera la vida. 

 

-Que no sepas que eres un esclavo, no significa que no lo seas.

 

Era mucho más fuerte, mucho más sabio, él sabía cómo proteger su paraíso y podía ver, que su yo más joven, no creía en sus palabras, dudaba de ellas, de su buena voluntad, tal vez, no actuaría como lo necesitaba su Radamanthys. 

 

-Esto es una locura. 

 

Lo era, sin duda lo era, también se trataba de una pesadilla, una de la que no podía despertar, pero aún tenían una oportunidad, aún tenían una forma de salvarlo, pero solo, si este Minos deseaba escucharlo, comprender lo que pasaba en cada vida, porque ese mundo, no era el único que visitaba y en cada uno de ellos, un acto imprudente de su pasado le costaba la vida de su omega, así que, debía evitarlo a toda costa, sin importar nada más que la seguridad de su Radamanthys. 

 

-Es una pesadilla, de la que tengo que despertar… 

 

*****

 

No había forma alguna en la cual Itia y Hakurei pudieran derrotar a los cinco guerreros que se enfrentaban con ellos, lentamente iban retrocediendo, esquivando los ataques de los santos, de Defteros y de Cid, que eran los más agresivos, el primero peleaba como lo haría un salvaje, el segundo, odiando al alfa que deseaba lastimar a Sage, a quien no dejaría que tocaran en contra de su voluntad, nunca, jamas lo permitiria. 

 

Repentinamente una pared de cristal se elevó, separando a Hakurei y a Itia de sus enemigos, era Shion, el viejo patriarca más poderoso de la historia, quien se daba cuenta que no había forma de derrotar a sus enemigos, mucho menos, cuando se trataban de cinco santos dorados, entre ellos el mismo Defteros, gemelo de Aspros de geminis. 

 

-Debemos irnos, no van a vencerlos en este momento. 

 

Hakurei obedeció debido al satán imperial que lo hacía un sirviente sin mente, Itia quiso negarse a marcharse de ese sitio, pero no pudo, cuando el ataúd de cristal no le dejó seguir peleando. 

 

-Zeus necesita tu ayuda, Itia, el es tu dios y debes obedecerlo, porque sabes que se trata de un dios misericordioso, que te dará lo que deseas. 

 

El patriarca quiso discutir con ellos, pero no lo hizo, porque Zeus le había prometido que tendría a su cangrejo y le creía, confiaba en sus palabras, en sus promesas, así que, simplemente siguió a Shion, quien se marchó con sus dos aliados, dejando solos a sus cinco enemigos. 

 

-Malditos cobardes. 

 

Hasgard cuando por fin sus enemigos se marcharon, cayó de rodillas, respirando hondo, cubierto de sangre, pero satisfecho al ver que Sage estaba a salvo, de momento, pero a salvo. 

 

-¡Hasgard! 

 

Sage trato de levantarlo, pero Hasgard negó eso, solo necesitaba descansar un poco, sin embargo, lo que importaba era que su amado estaba vivo, a salvo, se dijo, acariciando la mejilla de su compañero, sorprendiendo a cada uno de ellos. 

 

-¿Te encuentras bien Sage? 

 

Sage asintió, sosteniendo la mano de Hasgard, que le sonrió con cariño, llamando la atención de cada uno de los presentes, Defteros, que seguía sintiendo algo llamándolo desde el Inframundo, Cid que no entendía lo que pasaba y Sisyphus, que sabía del afecto que el gran toro le tenía a Sage, que era un muchacho en ese momento, un omega, su amigo un alfa. 

 

-Estoy bien, gracias a ti, a todos ustedes… 

 

Sage inmediatamente se levantó, para revisar a Cid, buscando alguna marca, alguna herida, estaba a salvo y parecía, que Sisyphus lo había reconocido, como sabía que su joven alumno deseaba que pasara. 

 

-¿Te encuentras bien? 

 

Sisyphus sostuvo la mano de Cid, besándola, antes de que su espada pudiera responder su pregunta, pensando en responder por él, pero no lo hizo, esperando escuchar las palabras de su amado, quien asintió, aunque no estaba del todo seguro. 

 

-Si, lo estoy, patriarca Sage. 

 

Sage vio la forma en que Sisyphus sostenía la mano de Cid, como este no estaba del todo conforme, pero no dijo nada, observando a Defteros, que se veía muy angustiado.

 

-Defteros… 

 

Defteros desvió la mirada, porque era su hermano quien estaba lastimando al cangrejo, al alumno de Sage, aunque este lo consideraba como su hijo, porque fue él quien lo trajo al santuario, quien le dio una nueva oportunidad de tener una vida en un lugar que se suponía era seguro. 

 

-Mi hermano ha perdido la razón…

 

Fue lo único que alcanzo a pronunciar, sintiendo vergüenza, pesar, todo por las acciones de su hermano mayor, por permitir que estas pasarán, al darle la espalda al cangrejo, cuando pudo evitar que lo violaran. 

 

-Lo siento mucho, realmente lo siento. 

 

Sage negó eso, cubriendo su rostro con una de sus manos, tratando de pensar en que hacer, escuchando cómo Cid, daba un paso en su dirección, sabía que tenían que hacer, tenían que salvar a Manigoldo, eso era lo más importante. 

 

-¡Tenemos que ir por él, no podemos dejarlo solo, con ese demente!

 

No podían y no lo harían, su pequeño niño no se merecía lo que le habían hecho, nadie lo hacia y en su santuario, mientras él fuera patriarca, nadie sufriría esa condena. 

 

-Necesito su ayuda para regresarle el orden al santuario. 

 

*****

 

Hol@ chic@s, espero les guste el capítulo y como siempre, espero saber su opinión, para mí cada uno de sus comentarios y estrellas me es muy importante, los leo, los respondo y me inspiran a seguir escribiendo. Muchísimas gracias, nos leemos luego. SeikenNJ. 


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