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Paraiso Robado. por Seiken

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Acababa de amanecer en el santuario, la luz podía ingresar en la habitacion que compartia con Aspros, quien estaba vestido con su túnica de color oscuro, su casco y su armadura, esa sería la primera ocasión que visitaba el viejo Rodorio en compañía de su conejito, que aun estaba dormido, desnudo debajo de las sabanas. 

 

-Conejito, conejito es hora de irnos… 

 

Manigoldo se frotó los ojos, sentándose en la cama, para ver que Aspros le había preparado su ropa, estaba perfectamente doblada en la silla, para que pudiera vestirse, algo que hizo con movimientos monótonos.

 

-Esa ropa es igual a la tuya Manigoldo, pero de mejores telas, las mejores telas que un patriarca pudo conseguir en tan poco tiempo. 

 

Manigoldo asintió, pensando que preferiría sus viejas ropas, aunque ya estuvieran desgastadas si eso significaba estar libre de Aspros, que se acercó a él, para besar su mejilla, rodeando su cintura. 

 

-Te ves hermoso. 

 

Manigoldo sonrió, al menos, lo intento siguiendo a Aspros que bajaría uno por uno de los escalones en su compañía, algunos omegas le veían con tristeza, otros de vez en cuando se detenían para felicitarlos, desearles una larga vida, muchos hijos, lo que generalmente se pensaban eran buenos deseos para una joven pareja como la suya. 

 

-Están felices por nosotros Manigoldo, porque saben, cuanto espere por este momento. 

 

Manigoldo desvió la mirada, observando a Asmita, no muy cerca, pero no muy lejos, a una distancia prudente, a su lado había una sombra que se veía parecida a Aspros, pero, apenas lo pudo ver unos segundos, para desaparecer en las sombras. 

 

-Podemos apresurar el paso, no me gusta charlar con extraños. 

 

Aspros como era su costumbre, lo ignoro, sosteniendo su mano, para besar el dorso en un acto que suponía era caballeroso, pero para el no significo nada, porque no deseaba recibir más halagos, no si estos no eran para su rosa, cuyo lazo sentía pesado, como un dolor sordo, pero, aún estaba vivo y eso era lo único que le importaba. 

 

-No Manigoldo, como patriarca y como mi consorte, debemos agradecer sus muestras de ánimo, su apoyo incondicional, demostrarles que nosotros estamos para ellos, que agradecemos sus palabras. 

 

Sería un viaje muy largo, se dijo en silencio, tratando de ser amable o jovial, pero la mayoría de las ocasiones, dejaba que Aspros recibiera los halagos, las felicitaciones, no tenía ganas de escucharlas. 

 

-¡Señor Manigoldo! ¡Señor Manigoldo! 

 

Manigoldo reconocía esa voz, era el chiquillo que entrenaba con Yato, el amigo de Sasha, un niño de unos doce años, que se detuvo a pocos pasos, se veía nervioso, preocupado, a su lado estaba la chica, Yuzuriha, una alfa, siempre segura de sí misma. 

 

-Yato ha desaparecido, no lo vemos en varios días. 

 

Manigoldo no sabia donde podia estar, solo esperaba que estuviera a salvo, porque el intento escapar, llevándoselo consigo, pero solo lo regresaron a él, aunque, recordaba claramente que el cosmos de su alfa se acercaba a ellos, seguramente estaba en buenas manos. 

 

-Yato está realizando un entrenamiento especial, estoy seguro que pronto regresara aquí, sin demora alguna. 

 

Junto a su alfa, para liberarlo de esa horrible celda, de su alfa impuesto, así que desacomodo el cabello de Tenma para que se enojara con él e intentara golpearlo, deteniéndose al sentir una mirada sobre ellos, la del patriarca. 

 

-¿Quienes son ellos Manigoldo? 

 

Manigoldo se puso enfrente de los niños, no quería que Aspros les viera bien, no sabía si serían expulsados del santuario o se les negaría una armadura, porque estaba seguro, que de saber que no lo deseaba, que no queria estar con el, ellos no estarían contentos. 

 

-Solo unos aspirantes de caballero. 

 

Aspros asintió, dando un paso en esa dirección, esquivando a Manigoldo, para colocar una mano en el hombro de Tenma, que se encogió, como si esperara un golpe del mayor, al mismo tiempo que la chica le veía fijamente, con una expresión seria, ella era una lemuriana, pronto empezaría a estudiar bajo la tutela de Shion y de Hakurei, eran dos promesas en el santuario. 

 

-Tu eres Tenma, deseas la armadura del pegaso y tu eres Yuzuriha, cuando regrese Shion entrenaras bajo su tutela. 

 

Como patriarca tenía que conocer a cada uno de los aspirantes, al menos, quienes eran los que tenían más posibilidades de alcanzar sus metas, pero, también recordaba que esos dos siempre estaban a lado de otro más, un chico de cabello cafe. 

 

-Falta uno de ustedes… 

 

Antes de que Manigoldo pudiera evitarlo, Tenma asintió, confiando en el patriarca, sin entender del todo lo que pasaba con Manigoldo, solo que antes estaba con Albafica de Piscis y en ese momento, caminaba a lado del santo de géminis, decían que se trataba de su omega. 

 

-Yato, él desapareció hace unos días y estamos muy asustados, Yuzuriha y yo lo hemos buscado por todas partes, creemos que se lo llevaron porque es un omega, igual que yo, su celo estaba próximo. 

 

Aspros ladeo la cabeza, observando al niño enfrente suyo, que temía por la seguridad de su amigo, que era el otro niño con el que escapó su conejito, a quién mandaría a buscar en cuanto antes, no podían permitir que un omega del santuario sufriera en las manos de algún espectro, o de alguien indigno. 

 

-Lo mandare a buscar, no temas por eso. 

 

Manigoldo no quiso hablar, sabía que Aspros podía molestarse mucho con él, porque ese niño escapó con él, si podían culpar a alguien de su desaparición, era a él, aunque estaba seguro que su alfa cuidaria del pequeño, como lo hizo con él en el pasado. 

 

-Pero, dime una cosa, porque no tienes un collar. 

 

Tenma inmediatamente se sonrojo, Manigoldo sabía que ellos eran huérfanos, seguramente tuvo que venderselo a un pervertido o un degenerado, pero no dijo nada, simplemente guardó silencio, no deseaba meterse en problemas o meter a esos niños en problemas. 

 

-Lo vendí, necesitaba el dinero y lo vendi. 

 

Aspros asintió, dándole unas palmaditas en la cabeza a Tenma, antes de seguir caminando, con una rara sensación en sus dedos, como de un hormigueo, volteando a ver al niño, que los seguía con la mirada, ojos brillantes, esperanzados, confiados en su patriarca. 

 

-Debemos hacer un censo, saber quienes son alfas, quienes betas y sobretodo, quienes son omegas, debe haber muchos escondidos a simple vista y no podremos protegerlos si no sabemos quienes son, pareciera que es un acto común vender sus collares. 

 

Manigoldo trato de seguir en silencio, pero no pudo, censar a los omegas para después colocarles un distintivo, como si fueran animales, asi sabrian quienes es un omega, aunque no deseara encontrar a su alfa todavia, ademas, si no existieran personas como Aspros, no tendrían porque vender sus collares. 

 

-No somos animales, ni cosas, porque necesitas saber quien es un omega y además, si no existiera alfas dementes que compran los collares de niños indefensos, no tendrían porque venderlos, serían tratados como lo que son, regalos de la diosa Hera. 

 

Aspros asintió, sin molestarse con sus palabras, ni con él, deteniéndose unos momentos antes de salir del Santuario, para dirigirse a las concurridas calles de Rodorio, pensando en ese niño de pegaso, para después, sacudir su cabeza, como si así pudiera olvidarlo. 

 

-Son regalos de los dioses, joyas de valor incalculable, los alfas no podemos ir por el mundo sin saber cuántos regalos tenemos, obviamente es la misma cantidad de alfas, pero que tal si no lo es, si son menos y por eso, muchos omegas se confunden al elegir un alfa que no es el indicado para ellos, como los encargados de su protección, debemos saber cuántos, quiénes son y con quien deberían unir sus vidas, quien debe cuidarles, porque tu lo has dicho Manigoldo, son tesoros de los dioses, no deben ser tratados como cualquier baratija, como basura. 

 

Aspros no espero a escuchar lo que pensaba de esas palabras y simplemente siguió su camino, pasos que el siguió sin decir nada, llevando sus manos a las bolsas de su pantalón, pensando que ese viaje sería por demás, molesto, si los aldeanos se mostraban tan emocionados como lo estuvieron algunos habitantes del santuario. 

 

-Quiero unos bollos de higo, de una tienda cercana. 

 

La anciana, ella sabría de quién se trataba y si veía a su alfa, podría darle un mensaje, lo sabía, porque ella guardó su secreto, ella sabía que eran compañeros, que se amaban, les había dado su bendición, porque habían escapado de su hogar, de la misma forma en que ellos pensaban hacerlo en ocasiones, para poder estar juntos. 

 

-Una docena de ellos y otros panes. 

 

*****

 

Kagaho pensó en regresar al Inframundo, abandonar esa tierra de dementes, sin embargo, recordaba que el basilisco le ayudó a encontrar su collar, que intentó ayudarlo como nadie había hecho nunca, sin contar a ese alfa de cabello rubio, y le daría la espalda, pero, recordaba que un soldado de Athena comenzó a perseguirlo, uno de armadura dorada, cabellera castaña. 

 

-Me pregunto si estara bien… 

 

Susurro, avanzando sigilosamente, moviéndose entre las sombras, para no ser visto por los santos guardianes de esos templos, que estaban extrañamente vacíos, como si no hubiera ni una sola alma en ellos. 

 

-Pero… no, no es mi problema. 

 

Se dijo a sí mismo, ingresando en el templo de libra, escuchando una voz, de un soldado joven, que hablaba con otro, que no respondía a sus palabras, como si no lo escuchara, llamando su atención, haciendo que se acercara a esa habitación.

 

-Eres tan hermoso… 

 

Kagaho llevo una de sus manos a su boca, forzandose a no elevar su cosmos, actuando con prudencia, aunque deseaba ingresar a esa habitación y arrancarle ese santo dorado a su amigo, no amigo, sino compañero de armas, aliado, solo porque el tipo rubio le ordenó hacerlo, pero aun asi lo hizo, le ayudo a recuperar su collar. 

 

-Shion es tan buen amigo… 

 

Podía ver a ese soldado de Athena recorrer la espalda desnuda de su aliado con sus manos, con sus labios, besando su cuerpo, escuchando pequeños suspiros del omega en su cama, que se dejaba acariciar sosteniendo una almohada. 

 

-Sabe, conoce lo que es justicia y comprende que tu eres mio, no es así, mi pequeño basilisco. 

 

Kagaho sintió la necesidad de atacar a ese soldado, pero se contuvo, observando más de esas caricias, notando como el alfa estaba vestido con unos pantalones verdes, en cambio, su amigo estaba desnudo, en esa cama, su mirada perdida. 

 

-Pero tengo que irme, prometeme que seras un buen omega y no te marcharas de esta habitación. 

 

Sylphide no le respondió, solo permaneció quieto en esa cama, sin defenderse, sin decir nada o hacer nada, como si fuera un maniquí, roto, sin vida, dejando que ese soldado de athena, antes de marcharse, colocara una cadena en su tobillo, otro regalo de Shion, que necesitaba su ayuda para liberar a Zeus de sus ataduras, que buscara a los otros dioses, después de entregarle la forma de tener a su omega en sus brazos. 

 

-Nos vemos muy pronto, mi pequeño basilisco. 

 

Kagaho se ocultó en las sombras, esperando que ese soldado no se diera cuenta de su presencia en ese templo, quien simplemente se puso su armadura y se marchó, sin prestarle atención siquiera, dejándolo solo con Sylphide, quien seguía acostado en esa cama. 

 

-Basilisco… 

 

Kagaho al ver que no le respondía, se acercó más a él, rompiendo la cadena de su pie con mucha facilidad, cargandolo de los hombros, para que le mirara, notando sus ojos sin brillo, pero ninguna marca en su cuerpo, sin saber si le habían tomado a la fuerza, o no, pero de todas formas, tenerlo desnudo, sin su armadura, en una cama, besando su espalda, con esa actitud, le hacía ver al joven espectro, que ese soldado no era un santo, sino un demonio. 

 

-Ven conmigo, tenemos que regresar al Inframundo. 

 

Sylphide negó eso, no quería marcharse e iba a comenzar a pelear con él, por liberarse de sus brazos, si no lo hubiera atacado, dejado inconsciente, usando su cosmos, pensando en que hacer, a donde ir. 

 

-Maldición. 

 

Solo una persona le vino a la mente, el tipo rubio de cabello largo, el ciego del santuario, el que le dio cobijo durante su celo, era una buena persona, seguramente sabría que hacer, como ayudarlo. 

 

-Te llevare a un lugar seguro, pero te odiare por esto lo que queda de mi vida. 

 

Porque se despreciaba a sí mismo al ir con ese alfa, al acudir con el para pedirle ayuda, pero este soldado le ayudó, no podía dejarlo encadenado en la cama de un alfa, después de lo que le hicieron. 

 

-Espero nos quiera ayudar… 

 

*****

 

Manigoldo llegó a la tienda de pan con una paso apresurado, para empezar a elegir los bollos que deseaba, diciéndole a Aspros cuales eran los que debía pedir, distrayendolo con esa tarea, acercándose a la mujer mayor, que le veía con pena.

 

-Si ves a mi alfa, por favor, dile que estoy a salvo, que no he dejado de pensar en el todo este tiempo y que lo quiero. 

 

Aspros no escucho esas palabras, pidiéndole sus panes a un encargado, un beta bajito que estaba actuando especialmente obtuso, dándole tiempo a la señora de conversar con uno de sus clientes favoritos. 

 

-Se le ve muy bien señor Manigoldo, como mi esposa se veía cuando se embarazo, dio a luz a gemelos, supongo que es su caso, al ser el santo de géminis y el patriarca el padre de esos niños que espera. 

 

Ella pronunció fuerte y claro, sosteniendo sus manos, para aceptar una nota que Manigoldo había escrito, besando sus manos, para después, buscar unos bollos de higo recién horneados, escondiendo la nota en su mandil. 

 

-Me alegro mucho por usted y estaré pendiente de esas frutillas que tanto le gustan, esas moras azules, cuando las vea, preparare unos panes especiales para usted, para celebrar su embarazo y esa vida, esa fuerza que siempre lo ha caracterizado. 

 

Aspros llegó a su lado sin prestarle demasiada atención a la señora mayor, que colocó una rosa blanca, de esas que le gustaban a su alfa en su cabello, suspirando, observando entonces al santo dorado que estaba a su lado. 

 

-El alfa de Manigoldo es un hombre muy afortunado, ganarse su amor y su confianza, es algo que no cualquiera puede hacer, ademas, estoy segura de que cumplira su deber, mantener seguro a nuestra flor, así que… debo desearle toda la suerte del mundo. 

 

Aspros no supo qué responder ante aquellas palabras, no sabía si el alfa de quien hablaban era el, o Albafica, así que solo asintió, con una sonrisa fingida, pensando, que no volverían a visitar esa tienda, no le agradaba en lo absoluto la actitud de la vieja tenderá. 

 

-Les deseo una vida feliz, hijos sanos y muchos momentos calidos, tu y tu alfa, se merecen todo lo mejor de este mundo. 

 

Manigoldo asintió, sosteniendo a Aspros del brazo, para besar su mejilla, tranquilizandolo inmediatamente, sonriendo, pensando que la señora mayor si que tenía agallas, además, de que era la primera que le decía que su alfa lo buscaria, que cumpliria con deber, aunque estaba Aspros a su lado. 

 

-Lo se, Aspros es un buen hombre, me hará feliz. 

 

La señora asintió, cruzando sus brazos delante de su pecho, con una sonrisa algo burlona, señalando a Aspros de pies a cabeza. 

 

-Por supuesto, todos los omegas del pueblo y uno que otro por ahi, esta muerto de celos, preguntandose cómo lograste atrapar a Aspros, al mejor de los santos dorados, el patriarca, eres un chico con suerte pequeño, nunca lo dudes, porque aunque lo dudes, la suerte no te abandonara. 

 

*****

 

Al mismo tiempo Hasgard vigilaba esa tienda, al otro lado de la calle Sage tambien lo hacia, esperando el momento en que Aspros diera un pie fuera de la tienda, los habían seguido desde que pisaron la entrada de Rodorio, ajenos a su presencia. 

 

-Ahora quiero comer en una posada no muy lejos de aquí, un poco de guisado de ternera. 

 

Pronunció Manigoldo al salir de la panadería, comiendo un bollo dulce, del que le ofreció a Aspros, pero este no lo aceptó, tomando la flor, para romperla entre sus dedos, como si hubiera recibido un insulto de la señora mayor. 

 

-Te fascina humillarme no es verdad. 

 

Manigoldo no entendió sus palabras, creía que Aspros no se había dado cuenta de sus intenciones, al visitar esa tienda en específico, además, la amable señora siempre dijo que su alfa, se suponía que eso era géminis en ese momento. 

 

-No te entiendo… 

 

Pronunció, notando por el rabillo del ojo una figura de cabello blanco, demasiado familiar, pero vestida como uno de los aldeanos, con una capa cubriendo parte de su cuerpo, al otro lado, se encontraba un hombre gigantesco, que reconocería donde fuera. 

 

-Regresamos al santuario ahora mismo. 

 

Manigoldo negó eso, le había prometido un día completo fuera de su celda, además, si estaba en lo correcto, lo mejor era mantenerse en las calles de Rodorio, esperaba que al menos Hasgard quisiera ayudarle, porque no reconocía del todo al joven de cabello blanco, que era casi un niño. 

 

-No, no se que hice mal, pero lo lamento, realmente lo siento. 

 

Manigoldo sostuvo a Aspros de una de sus manos, besando su boca, una y otra vez, tratando de ganarse su confianza y perdón con esas caricias delicadas, deseaba escapar, quería creer que Hasgard le ayudaria, pero, cuando se marchó, simplemente desvió la mirada, en la dirección del desconocido, que ya tampoco estaba en esa calle. 

 

-Quiero empezar a buscar la ropa de nuestros gemelos, me prometiste que veríamos muebles, que comprariamos ropa, por favor, Aspros, yo no se teje, no puedo hacerle ropa a mis niños, por favor, nuestros niños necesitan lo mejor… 

 

Conforme pasaban las horas, en ocasiones veía por momentos al sujeto de cabello blanco, que le recordaba a su maestro, pero, era un niño apenas, simplemente no era él, veía al gigante de cabello blanco, a una sombra y a Asmita, haciéndole pensar, desear, que ellos quisieran ayudarle, pero, ya no confiaba en los demás, no después de que lo abandonaron a su suerte. 

 

-¿Lo has disfrutado conejito? 

 

Manigoldo asintió, en sus manos tenía un saco con unas prendas para bebe, en colores azules, morados y blancos, los dos primeros eran muy costosos, pero Aspros los compró para él, diciendo que solo estaba haciendo lo mejor para su conejito, para sus gemelos. 

 

-Si, gracias, ha sido un dia agradable. 

 

El pueblo ya estaba desierto, cada habitante había regresado a sus casas y Manigoldo deseaba creer que pronto sería libre, que Asmita y Hasgard lo ayudarian, así que sonreía, como no lo había hecho desde que esa locura comenzó, llamando la atención de Aspros, que lo acorralo contra una de las paredes, sosteniéndolo de la cintura. 

 

-Te ves radiante conejito. 

 

Manigoldo al sentir que Aspros empezaba a acariciarlo, sin pudor alguno, buscando ingresar dentro de su ropa, empezó a luchar con él, ese día no deseaba complacerlo, mucho menos en ese sitio, a la mitad de Rodorio. 

 

-No, no hagas esto… no arruines este dia… 

 

Aspros se separó con una mirada cruel, furioso por ese rechazo, observando en dirección de la tienda de bollos dulces, suponiendo que era momento de que su conejito recibiera una lección, por humillarlo, por no aclarar que el era su alfa, no la rosa, pero sobre todo, por negarse a él, después de ser tan amable, de siempre ser tan gentil, cuando no ganaba nada más que su rechazo. 

 

-Esa vieja decrépita le dirá que te vio a la rosa, no es verdad, ustedes estaban hablando en alguna clase de clave que desconozco, pero no podrá advertirle a esa gota de veneno lo que deseas decirle, porque, su tienda, dejará de existir con ella adentro. 

 

Sin darle la oportunidad de responder, o de defender a esa mujer, Aspros atacó esa tienda con un golpe de cosmos, escuchando un grito de Manigoldo, que vio cómo el joven de cabello blanco, desviaba esta técnica con una de sus manos, después de ver con sus propios ojos, que tan bajo había caído al que pensaba nombrarlo patriarca. 

 

-Alejate de Manigoldo lentamente Aspros, ya has hecho demasiado y aun me siento gentil como para no juzgarte sin conocer las razones de tu locura. 

 

Manigoldo reconoció esa voz inmediatamente, era su maestro, pero, apenas era un niño, Aspros quiso sostenerlo de la cintura, para llevarse a su conejito de allí, sin embargo, volvieron a atacarlo, esta vez, su propia sombra, apartandolo de su omega, peleando con el, traicionandolo, cuando él había hecho todo lo que estaba en sus manos para mantenerlo seguro, feliz, y solo deseaba a su omega a cambio. 

 

-¡Hasgard! 

 

Hasgard atacó a Aspros como si fuera una estampida, al mismo tiempo que Asmita le quitaba cada uno de sus sentidos, sin darle una sola oportunidad al santo de géminis de defenderse, quien cayó de rodillas, sosteniéndose del suelo, buscando a su conejito, dejando descubierta su espalda para que Sage pudiera verla con sus propios ojos, una flecha del dios del amor, de Eros, que se clavo un poco más profundo, desapareciendo en su cuerpo, fundiéndose con él. 

 

-Manigoldo… conejito… mi conejito… 

 

Manigoldo retrocedió varios pasos, jadeando cuando su maestro lo sostuvo de sus brazos, colocandolo a sus espaldas, a punto de utilizar el camino hacia el yomotsu, para transportarlo a una celda, sin embargo, en ese momento fueron atacados, por dos cimitarras, por Dohko de libra, que acompañaba al viejo Shion de apariencia joven, cuya mirada estremeció a cada uno de los presentes. 

 

-Yo me llevaré a Aspros conmigo, ya que lo han traicionado. 

 

Y sin más, se marcharon, usando el cosmos aterrador del anciano, que construyó una celda con cristales de cosmos, sonriendo, evitando que Aspros pudiera moverse y recibiera su castigo. 

 

-Manigoldo…

 

El cangrejo apenas podía comprender qué estaba pasando, preguntandose si era libre, al fin, si era libre de Aspros, si acaso su pesadilla había terminado, preguntandose tambien, donde se encontraba su rosa, porque no estaba con ellos. 

 

-¿Te encuentras bien? 

 

Manigoldo trato de ser fuerte, pero sin más, empezó a llorar, dejando claro que no estaba bien, dejando que su maestro lo abrazara, recordando lo que había pasado en esos pocos días de cautiverio, ese dolor, esa desesperación que sintió, su miedo por su alfa. 

 

-Albachan… Shion está cazando a Albachan… 

 

Fue lo único que pudo responder, permitiendo que Sage le rodeara con sus brazos, que lo arrullara como cuando era niño, notando cada una de las marcas, los moretones, las mordidas, lo que Aspros le había hecho. 

 

-Tranquilo, tranquilo, ya he mandado a alguien por el… 

 

*****

 

Bueno chic@s al fin rescataron a Manigoldo, pero Shion se llevó a Aspros consigo, con malas intenciones, ahora, quien deseaba ver más de Asmita y Kagaho, lo tendrán, porque el fénix negro confía en él lo suficiente para pedirle ayuda a Asmita. Espero que les haya gustado este capítulo, muchas gracias por sus comentarios, estrellas y lecturas. Nos vemos luego. SeikenNJ. 


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