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Rock you like a hurricane por Athena Selas

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Rock you Like a Hurricane

 

Capítulo 19

 


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Noviembre 2011

 

Finalmente Kanon había sido de alta en el centro de rehabilitación después de largos meses de tratamiento. Su avance había sido formidable y sin ningún traspié. De este modo, el cantante se convirtió durante sus últimas semanas en un modelo a seguir para otros pacientes y lideró las últimas sesiones de terapia en grupo, brindado a todas efusivas motivaciones para seguir adelante.

 

Los profesionales del establecimiento prepararon con gusto el protocolo de conclusión para el griego, el cual constaba de ánimos, felicitaciones, aliento para salir al mundo real como una nueva persona, pero sobretodo: advertencias. El equipo a cargo de Kanon se encargó de abordar aquello con sutileza, pues el pelilargo enfrentaría desafíos que pondrían a prueba su sanación y que incluso podrían poner en peligro su vida si recaía el día de mañana o algunos años después en sus fatales adicciones. Reiteraron al cantante que no se encontraba solo en esta continua prueba y siempre podría visitar a sus médicos y terapeutas cuando lo requiriese.

 

Kanon se hallaba tan absorto en su propia alegría que tomó muy bien todo aquel paquete de despedida y la espera para su día de salida le supo sumamente lenta, pero no eterna así que allí estaba en el último minuto que pasaría en su habitación asignada: vistiendo vaqueros negros, una playera de colección de Judas Priest y calzando unos botines. En su pequeña maleta llevaba sus pocas pertenencias personales y algunos regalos y recuerdos de parte de compañeros o empleados del lugar. Entonces, suspiró con una sonrisa y cruzó la puerta.

 

Personalmente, la estrella de rock se encontraba profundamente satisfecho por haber logrado finalizar aquel durísimo tratamiento por sí mismo, estaba radiante de seguridad y orgullo, pero el broche de oro de aquel episodio de su vida estaba por llegar.

 

Radamanthys lo esperaba en la recepción y lucía sumamente apuesto a propósito aquella tarde de sábado. Kanon apresuró el paso y se dejó atrapar entre los brazos del otro y entonces se besaron con plena libertad y no dentro del almacén de escobas.

 

— Estoy orgulloso de ti, Kanon — le susurró el rubio al oído y el griego dejó salir una burbujeante risa satisfecha.

 

Juntos caminaron hacia el automóvil de Wyvern pese a que el cantante aún no hubiese podido terminar de despedirse de todos en el lugar, pero al Géminis se le quitó esa nostalgia cuando se percibió dentro de aquel Mazda tan conocido por él y en, general, dentro del mundo real nuevamente, pero esta vez al lado del abogado y aquello le sentaba de maravilla a su nueva vida.

 

Radamanthys había reservado todo su restaurante favorito de comida griega en Londres por un par de horas y Kanon gozó aquellos momentos profundamente: saboreó y bebió cuanto quiso, y a su vez habló y bromeó con el otro maravillosamente y, en medio de este sopor de dicha, ambos se dirigieron al departamento del rubio unas horas más tarde.

 

Kanon sintió un inexplicable nerviosismo mientras ascendían por el elevador hacia la puerta de Wyvern, por lo que se sostuvo del brazo de su pareja y recibió un cálido agarre de apoyo por parte del otro. Entraron a la casa y al encender las luces, todo parecía exactamente igual, sólo un poco más aseado de lo usual y con un maravilloso olor a limpio. El inglés no le dio mucho tiempo de inspeccionar detalles menores porque lo arrastró con apremio hacia la habitación y el cantante se tensó ligeramente, pues no esperaba dar aquel paso con tanta prisa y sin juegos previos; sin embargo, cuando cruzaron el umbral de la puerta a oscuras y Radamanthys encendió la luz, Kanon abrió los ojos sorprendido y volvió a sonreír.

 

La cama de Radamanthys ahora era más grande, era de tamaño queen size y contaba con juego de sábanas y colcha nuevos, así como maravillosos y mullidos cojines y almohadas, todo de color negro y plateado. Había sendas mesitas de noche con su respectiva lámpara a cada lado de la cama y sobre esta se encontraban respectivamente dos pares de pantuflas y batas listas para usarse. Sobre una de las mesitas se encontraba, además, dispuesto un florero con un hermoso ramo de rosas de diversos colores.

 

— ¿Quieres vivir conmigo a partir de hoy, Kanon? — preguntó sumamente serio el inglés, denotando su inquietud, mientras fruncía el ceño.

 

El griego de adentró a la habitación remodelada manteniendo la boca abierta en una perfecta letra "o" y al escuchar aquello miró al otro directo a sus ojos ámbar y parpadeó rápidamente.

 

— ¿Estás bromeando, verdad?

 

A cambio recibió una dura mirada por parte del otro a lo que el griego bufó con malicia y empujó a Wyvern hasta tirarlo sobre la cama y, presuroso, se posicionó encima de él.

 

— ¡Estaría loco si te dijera que no! —. El Géminis lo miró brevemente con sumo afecto, se apoderó de los labios de su pareja mientras sus manos jugaban con la rubia cabellera ajena y al mismo tiempo las manos de Radamanthys aprovecharon para acariciar la cintura del cantante.

 

Aquella primera noche no hicieron el amor, pero sí durmieron muy juntos, casi abrazados, y Kanon no recordaba haberse sentido másseguro al dormir desde hacía mucho tiempo.

 

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Agosto 2013

 

A bordo de un taxi londinense, Saga se encontraba inmerso en recuerdos de su propia vida con el motivo de tomar fuerzas y hacer frente a aquel reto: entrevistarse con Radamanthys Wyvern, el ex novio de su mellizo. Al haber recibido la visita de Albafica en el Santuario tiempo atrás, dentro de Saga se removieron sentimientos y culpas contra las que no pudo lidiar fácilmente, aunados al par de llamadas de Valentine Harpy sobre las que continuó desconfiando.

 

Al principio, decidió ignorar el evento y enfocarse en sus ya de por sí estresantes tareas como mano derecha del patriarca Shion; sin embargo, no fue capaz de sofocar a su inquieta consciencia, por lo que intentó comunicarse Kanon para convencerse de que su gemelo se encontraba con bien a pesar de su rompimiento sentimental.

 

Al cabo de dos semanas, pudo ponerse en contacto con él a través de una videollamada y su hermano menor parecía fantástico: sus energías eran tan sarcásticas y soberbias como de costumbre. Saga, satisfecho por cerciorarse del bienestar de su mellizo, a unos segundos de concluir la comunicación presenció cómo, sin previo aviso, unos individuos desconocidos rodearon a Kanon y arrancaron su computadora de la mesa donde estaba colocada y la botaron descuidadamente en cualquier otro sitio del lugar donde su gemelo se encontraba. La cámara le mostró al Géminis mayor una habitación de hotel desordenada, con restos de comida rápida y paquetes de cigarrillos esparcidos por doquier, así como de botellas de bebidas alcohólicas y cerveza, pero lo que más perturbó a Saga fue mirar esparcidas también pastillas de sustancias desconocidas y utensilios peligrosos como cuchillos y jeringas usadas o aún selladas; Kanon recuperó su computadora portátil en cuanto pudo mientras insultaba enérgicamente en inglés a sus acompañantes quienes se reían toscamente de la situación, entonces el hermano menor se puso frente a la cámara por unos segundos, alegó que tenía que asuntos que atender y terminó la llamada sin permitir a Saga replicar absolutamente nada.

 

Entonces, ahora sí que su consciencia no le permitió tener ni un minuto de descanso a tal grado que su trastorno de identidad disociativo comenzó a dispararse y sólo a base de medicamentos y terapia le fue posible estabilizarse.

 

— La sede de Elysium en Londres, señor — anunció el conductor del taxi, arrancándolo de sus cavilaciones.

 

— ¡Ah! Sí, gracias — reaccionó el griego y preguntó la cantidad a pagar preparando las libras esterlinas que recién había cambiado en el aeropuerto por euros.

 

Momentos después, llamó por teléfono móvil a Valentine quien contestó en seguida y le solicitó al Géminis que lo esperara afuera, pues lo escoltaría dentro de las oficinas él mismo. Minutos después, ambos hombres se encontraron y se saludaron estrechando sus manos con displicente cordialidad.

 

— Gracias por haber decidido venir, señor Dídymoi.

 

— Honestamente no estoy seguro de lo que estoy haciendo.

 

Ambos hombres se adentraron al edificio, pero no utilizaron el camino cotidiano para llegar al último piso del edificio, sino que Valentine guío a su invitado rodeando el edificio para entrar por una puerta de servicio trasera. Cruzaron por las cocinas y utilizaron los elevadores de mantenimiento.

 

— Parece ser que no soy bienvenido en los territorios de Hades y no puedo cruzar por la puerta principal — puntualizó Saga sardónico, pero impasible.

 

— Te ofrezco una disculpa por tener que utilizar los elevadores de servicio, pero el motivo no tiene nada que ver con nuestro presidente ¿Sabes qué tan frecuentemente tu gemelo idéntico visitaba estas oficinas cuando vivía con el señor Radamanthys? Te diré que con bastante frecuencia como para que la mayoría de los trabajadores recuerden su rostro porque además es una superestrella e imagino que queremos evitar que los chismes de oficina te confundan con tu hermano y el rumor o incluso fotografías, lleguen más allá de las puertas de este edificio — argumentó el hombre de cabellera rosa con calma.

 

Saga suspiró suavemente.

 

— Entiendo, eres un hombre cuidadoso, Harpy —. Y continuaron el camino en silencio hasta alcanzar el último piso y a través de un pasillo gris y vacío, llegaron ante las puertas de madera barnizada de la sala de juntas adyacente a la oficina del director de aquella sede.

 

Valentine se comportó como un gran anfitrión y acomodó a su invitado en la sala, la cual estaba climatizada para calurosos días de verano como aquel. Saga, acostumbrado a climas mucho más ardientes en Grecia, vestía de manera formal con pantalón gris y una camisa verde oscuro sin corbata que resaltaba sus ojos color esmeralda, además, llevaba su largo cabello suelto sobre su espalda. El asistente del director le ofreció de comer y de beber, comentándole que su jefe lo vería dentro de treinta minutos. Esto a Saga le impacientó, pero no tenía más opción, así que aceptó tomar el almuerzo ahí mientras leía el periódico.

 

Los minutos pasaron con pesadez, Saga terminó de comer y ahora se encontraba acomodado en el amplio sillón al fondo de la habitación mientras bebía un aromático Early Gray, aprovechando que aún estaba caliente, mientras leía la sección de finanzas de The Telegraph, entonces la puerta principal se abrió lentamente y Valentine antecedió a Radamanthys, quien cerró la puerta tras de sí con mucha prisa. El asistente parecía acalorado, seguramente le había costado convencer a su jefe de recibir al mellizo de su ex pareja.

 

Saga se puso de pie, inhaló aire profundamente y se acercó a los dos hombres, luego comenzó a interpretar su papel como el hombre diplomático que era.

 

— Buenas tardes, señor Wyvern, soy Saga Dídymoi. Alguna vez tuvimos el placer de encontrarnos con anterioridad, pero nunca fuimos presentados debidamente —. El griego extendió su mano y esbozó una sonrisa de confianza.

 

Radamanthys, al hacer contacto visual con el pelilargo, sintió cómo su estómago y sus entrañas se hicieron gelatina y comenzaban deshacerse dentro de él en una incómoda sensación que le provocó apretar la mandíbula y los puños con fuerza. Incluso el parecido de la voz de Saga con la de Kanon, provocó a su respiración descontrolarse ligeramente. Dándose cuenta de cómo su superior trastabillaba, Harpy carraspeó para evitar un aturdimiento mental por parte del inglés.

 

— Wyvern Radamanthys — reaccionó alargando su mano y estrechándola por unos segundos con el griego —. Las únicas veces que nos vimos Kanon nos sacó a ambos del lugar y la última vez que coincidimos me amenazaste respecto a no ponerme en contacto con tu gemelo. Escúchame, si es algo respecto a eso quiero decirte que no tengo intenciones de… —

 

— Por favor, señor Wyvern, no vengo a volver a amenazarlo de ninguna manera. Aunque temo decir que sí vengo a hablarle sobre mi hermano.

 

— ¿Él está bien? — Radamanthys se mordió la lengua como autocastigo al reaccionar como resorte con tal tono de preocupación.

 

— Kanon… está bien, sí — confirmó aunque dubitativo con su respuesta.

 

— Valentine, puedes retirarte — ordenó el inglés. Su asistente contuvo la respiración con enfado, pero no replicó y se retiró con celeridad.

 

— Toma asiento, por favor, Saga — invitó el abogado mientras se encaminaba hacia un mueble colocado al fondo de la sala donde café, té y galletas estaban listos para servirse. — ¿Té o Café? ¿Agua quizás? — preguntó al griego quien rechazó amablemente la bebida.

 

La verdad Radamanthys quería hacer tiempo unos metros lejos del otro. El monstruoso parecido de Saga con Kanon le había acelerado el pulso y elevado la temperatura. Tanto así que si el inglés no estaba hiperventilando era porque su orgullo aún era más grande que toda aquella situación. Mientras se preparaba un café, aprovechó darle la espalda al griego para respirar profundo, apretar los ojos, invocar por control mental y, finalmente, con la taza humeante sobre una bandeja se dirigió hacia el sillón para encarar al pelilargo.

 

— ¿Qué asunto te ha traído desde Grecia a Londres? No creo que sea solamente para decirme que tu hermano está bien— comenzó a acorralarlo con su labia de abogado.

 

— El motivo de mi visita es reconocer que me equivoqué aquella mañana en Athenas cuando intervine de manera inadecuada entre tú y mi gemelo. No debí haberle revelado sobre tu boda de manera tan abrupta, mi excusa para justificar tal comportamiento previo podría ser mi agobio causado días antes por la quiebra de la Fundación Athena y mis sospechas de que el presidente Hades se encontraba detrás de eso. Lamento mis acciones, Radamanthys —

 

Wyvern escuchó al otro con atención mientras apuraba el café contra sus labios ¡Dioses, lo que daría por tener whisky ahí mismo!

 

— Aprecio el gesto, Dídymoi —. Soltó la taza y la puso sobre un portavasos de mármol pulido que tenía esculpido el símbolo de Elysium. — Esa mañana las cosas fueron un desastre, pero Kanon iba a enterarse tarde o temprano y… —

 

— ¿Eres acaso un ser tan miserable, Wyvern? — reaccionó Saga con veneno.

 

— ¿Disculpa? —

 

— Quiero escucharlo de tu boca ¿Tus intenciones siempre fueron botar a mi hermano de último momento antes de tu boda?

 

— No comprendo cuál es el punto de…

 

— Te hice una pregunta puntual, ten respeto hacia ti y a mí y contéstala directamente — Saga no parecía alterado en sus facciones, pero su voz era un bramido lo suficientemente autoritario.

 

— No siempre fue de esa manera, pero si lo quieres así entonces lo admito: cuando comencé a salir con tu hermano no lo tomé en serio. No quería nada a mediano ni a largo plazo con él — respondió con el ceño fruncido y la espalda recta sin mostrar sumisión ante el Géminis quien cerró los ojos con dolor al escuchar aquello. — ¡Me creí demasiado fuerte y listo cuando en realidad sólo fui un pobre idiota y luego un cobarde! Me enamoré de Kanon en un parpadeo y quise un futuro a su lado, pero no deseaba romper el statu quo de mi vida inmediatamente y pospuse enfrentarme a mi propio compromiso hasta que fue demasiado tarde —

 

Saga escuchó aquello con atención y meditó las palabras del rubio con detenimiento.

 

— Sospecho que Kanon volvió a las drogas y a las malas compañías. Sé que Julian Solo le pidió matrimonio y él aceptará en cualquier momento.

 

Radamanthys sintió como la garganta se le secaba y una espada imaginaria atravesó su pecho dolorosamente, por unos segundos olvidó respirar.

 

— ¿Por qué vienes a decirme todo esto, Dídymoi?

 

— Porque debes valer la pena, aunque sea un gramo de ti. No tengo idea de por qué eligió a un peón de tan alto rango de Hades como tú, sabiendo las rivalidades que nuestros clanes han sostenido por siglos, y seguramente eso le tenía sin cuidado. Sólo sé que has sido el único hombre al que se ha entregado de la forma en que lo hizo y debo dejar de querer entender el por qué, sino simplemente aceptarlo. Kanon está demasiado herido todavía y lo esconde en una cortina de orgullo, esa es la verdad. Y hoy entiendo que tampoco la tuviste fácil y te ahogaste en un vaso de principios, lealtad y tus verdaderos sueños. —

 

Wyvern se mostró demasiado turbado ante tales declaraciones, pero mantuvo su postura corporal firme.

 

— ¿A qué has venido en realidad, Saga Dídymoi?

 

— Mi hermano necesita cerrar este ciclo y tú también, por salud mental de ambos.

 

— ¿Qué quieres decir?

 

— Él vendrá en septiembre a Inglaterra, seguramente sabes que su banda cerrará su gira en este país y ofrecerán siete conciertos en Londres. Ustedes dos tienen que hablar con mesura y a solas. Si aceptas encontrarte con él bajo esas condiciones, Valentine y yo te garantizamos hacer ese encuentro posible.

 

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Sinceramente Kanon no sabía qué era lo que había hecho aquella ocasión para provocar a Julian. Desde que había aceptado portar el anillo de compromiso, a pesar de que no fuera en su mano izquierda, su mecenas ahora se encontraba presente en su vida como nunca antes. Como aquellos momentos en los que el joven millonario se había tomado unos días libres del trabajo para acompañar a la banda por su gira en Estados Unidos.

 

Todos los miembros estaban encantados con las presencia de él, excepto Kanon a quien cada vez le incomodaba más la presencia de Julian, pues comenzaba a hostigarle sus despliegues impredecibles de afecto: desde sus sutiles miradas, pasando por cenas románticas y flores; hasta sexo inesperado en su camerino en medio de un ensayo.

 

La banda y el equipo técnico estaban en medio de un ensayo previo al concierto que realizarían en menos de veinticuatro horas en Phoenix, Arizona. Algunas decenas de trabajadores de luces y sonido se hallaban en el Talking Stick Resort Arena realizando los procedimientos rutinarios previos al espectáculo. Kanon subió al escenario a realizar pruebas de audio de su voz y se dejó llevar por la calma del recinto vacío y cantó por un par de minutos con la pista de alguna de las canciones de Poseidon que se escuchaban sutilmente a través de las bocinas de tecnología de punta de la arena, al hacerlo agitó sus caderas y su melena seductoramente, bailando para sí mismo únicamente. Cuando decidió detenerse no tardó en encontrar los ardientes ojos aguamarina de Julian sobre él mientras le aplaudía en solitario desde alguna de las gradas de las primeras filas.

 

El millonario no quiso aguardar ni siquiera cinco minutos y arrastró al Géminis hacia su camerino y comenzó a devorarlo con ansiedad aún si el cantante quiso resistirse en poco.

 

Julian dejó semidesnudo a su prometido y rodeó su cintura con la piernas de Kanon para después cargarlo y sentarlo sobre un tocador en esta posición, luego masturbó a Kanon con ayuda de un lubricante mientras lo besaba y minutos después vació casi todo el contenido del tubo en la entrada anal del gemelo y no esperó ni un segundo más para invadirlo con su propia erección en medio de gruñidos y jadeos propios del acto sexual.

 

El cantante terminó por rendirse y dejarse llevar, cooperando con movimientos pélvicos para facilitar el coito mientras se aferraba con ambos brazos al cuello del millonario.

 

Comenzó a sentir desesperación al no poder excitarse con el acto y es que por el momento aquello le resultaba una invasión incómoda que estaba lejos de alcanzar el punto más erógeno de su cuerpo. Esperaba que Julian se diera gusto pronto y lo dejara masturbarse con calma a solas.

 

Lamentablemente la imagen de cierto inglés cruzó su mente como un flashazo involuntario. Sabía que no era la situación adecuada para pensar precisamente en él y simplemente odiaba no poder olvidarlo, especialmente cuanto copulaba con Julian, pero era como un acto reflejo de su propia mente inquieta y llena de inseguridades en pleno acto sexual, así que comenzó a pensar en Radamanthys haciéndole el amor. Imaginó cómo el rubio lo hubiera llevado al camerino lo más discretamente posible y con bastante propiedad, casi convenciendo a todos de que sólo quería hablar con el cantante a solas; después, cómodo con la privacidad, comenzaría a besarlo deliciosamente, permitiendo a ambos dedicar muy largos minutos a disfrutar el contacto de sus bocas y las caricias iniciales, al principio tímidas, pero comenzando a subir de tono exponencialmente y después perderían algunas prendas de ropa por la temperatura en ascenso de sus líbidos. El cantante soltó una risa imaginando cómicamente cómo seguramente el rubio se desesperaría intentando desabrochar las botas altas de Kanon, aunque casi siempre el inglés se tomaba su tiempo para hacerlo y así, ambos excitados, comenzarían con los roces a sus zonas genitales.

 

En pleno acto sexual con su prometido, Kanon cerró los ojos y deseó que el autor de las embestidas fuera Wyvern. La fantasía no tardó en surtir efecto y al engañarse a sí mismo y recordar el olor del inglés, el peso de su cuerpo sobre el suyo, sus músculos, los sonidos impúdicos de su boca y el grosor y largo de su miembro viril dentro de él, le arrancaron al gemelo el primer gemido del acto. Absorto en la fantasía, la respiración se le aceleró y mordió sus labios para contener su excitación. Sus manos se deslizaron por la espalda de su amante y recordaron las líneas de la espalda fuerte, ahora sudorosa, y cuando alcanzó los glúteos del otro enterró sus dedos en aquella gloriosa piel y suspiró encantado apretándolos mientras esa misma cadera se enterraba en él consecutivamente.

 

Sólo así pudo entregarse al acto, disfrutar de un orgasmo al cabo de los minutos y no regresó a la realidad hasta que el Rey de los Mares lo besaba en los labios y acariciaba el anillo de compromiso que colgaba de su cuello.

 

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Tenma había tomado su decisión al fin y se la hizo saber a Ikki de inmediato: se quedaría con Hades. El Fénix esbozó una sonrisa autosuficiente y soltó un par de risas que hicieron al chico de cabellera castaña fruncir el ceño.

 

— Resultaste tan idiota como predije, no me equivoqué—. Fueron las palabras que le dedicó al muchacho, pero el mayor aún no estaba dispuesto hacer su movimiento final.

 

Ikki no había desaprovechado el tiempo y estudió a la familia Heinstein: su rutina, su comportamiento y sus potenciales debilidades emocionales. Con el correr de los meses, entendió que los verdaderos titiriteros detrás de ambos hermanos eran Thanatos e Hypnos: los consejeros de la familia quienes prácticamente los habían criado a ambos con ideas poco ortodoxas, pero efectivas para aislarlos del resto del mundo y evitar influencias ajenas. Los padres de Pandora y Hades habían muerto en un accidente cuando el menor apenas era un bebé. El Fénix comprendía que en esa situación Hades era lo único que Pandora tenía y por ello lo protegía con semejante obsesión. Sentía cierto parecido con ella en ese ámbito, pues a pesar de la fría fachada de Ikki, él también perdía la razón cuando de proteger a su hermano menor Shun se trataba.

 

El joven Tenma era el secreto de Hades que Pandora guardaba celosamente para el gusto de su hemano: sin embargo, si Thanatos e Hypnos se enterasen de todo aquel drama… ¡Que los Dioses protegieran a los herederos de los Heinstein!

 

El Fénix realizaba sus propias cavilaciones, paseándose por sus pasillos favoritos: el ala del castillo que le correspondía a Pandora, cuando cruzó a través de una sala dentro de la cual la hermana de Hades se hallaba realizando pruebas de vestido de novia.

 

La estancia estaba inundada por doncellas del castillo y empleadas de la boutique de alta costura que habían transportado grandes cajas que contenían los codiciados y hermosos vestidos blancos.

 

Pandora se encontraba de pie sobre un pedestal de terciopelo rosa probándose un vestido que ella y sus doncellas admiraban a través de un espejo largo y bien pulido traído de alguna habitación del castillo. Esta visión provocó que Ikki dejara de respirar por unos segundos y después le costara recuperar el aliento.

 

Pandora lucía una pieza de corte de sirena fabricado con tela de finísimo encaje blanco, la prenda se entallaba a su privilegiada silueta hasta las rodillas donde comenzaba el vuelo de la falda hasta formar una cola de unos dos o tres metros de largo. El corte de aquella prenda resaltaba la cintura breve de ella, así como el generoso busto que lucía tentadoramente apretado en el escote.

 

Todas las mujeres exclamaban ensoñadoras lo bellísima que lucía la mujer porque además la luz naranja de media tarde favorecía aún más a la primorosa visión de la futura esposa.

 

Los ojos violáceos de ella captaron enseguida la mirada de Ikki y los labios de Pandora temblaron por un segundo.

 

— ¿Comentarás lo ridícula que me veo? El blanco nunca me ha gustado en realidad — lanzó defensiva.

 

— De hecho te ves bastante bien, por más que disfrute fastidiarte sería una blasfemia no admitirlo.

 

— Gracias — respondió Pandora sin mucha emoción porque la verdad una conversación tan cordial con Fénix la hacía sentir rara y de repente sintió mucho calor el cual rogaba la luz del sol disimulara, pues su piel se teñía fácilmente con la temperatura.

 

— ¿Te casarás con ese vestido?

 

— Probablemente sí.

 

— Si con eso Wyvern no regresa del mundo de los muertos vivientes el día de tu boda, entonces nada lo hará reaccionar.

 

Ikki cerró los ojos y bufó suavemente, retirándose despacio, pero con seguridad. La verdad planeaba comentar a Pandora que finalmente saldría del castillo en unos días, pero sus cambios de conducta hacia ella le hacían necesitar más espacio entre los dos.

 

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Albafica se encontraba utilizando su computadora portátil en el estudio de la casa. El verano estaba por terminar en Ámsterdam y, por lo tanto, la temperatura debía de haber bajado ligeramente: sin embargo aquel año, en medio de la temporada de lluvias, la temperatura apenas había descendido, por lo que el ex modelo vestía ligeramente con pantalones ajustados color caqui, una playera blanca de tirantes ajustada a su silueta delgada y encima portaba una camisa que le iba algo holgada y que probablemente pertenecía a Minos.

 

El joven de cabellera celeste escribía un ensayo importante sobre la investigación que él y algunos compañeros de la universidad estaba realizando sobre un matorral espinoso recientemente descubierto por ellos en el desierto del Sahara y que además tenía propiedades antisépticas. Absorto en su tarea, leyendo las notas de la práctica de campo donde la habían hallado y de los resultados de laboratorio, el futuro botánico desarrollaba sus conclusiones con cuidado mientras tecleaba suavemente y, además, consultaba varios libros de taxonomía avanzada. Habían transcurrido tres horas sin distraerse de su labor, cuando un suave toque sobre su hombro lo arrancó de su misión.

 

— ¡Minos! — exclamó sorprendido de su propio embelesamiento con el ensayo.

 

El noruego le sonrió con cariño, ese gesto que solamente Albafica podía arrancarle.

 

El estudiante de botánica parpadeo lentamente y comenzó a estirarse felinamente en su silla, no sin antes guardar apropiadamente el avance de su trabajo en la computadora. Minos, encantado, esperó con paciencia que el otro concluyera sus acciones para después inclinarse hacia el rostro del griego y depositar un beso en su frente y luego sobre sus labios, el cual duró un par de minutos.

 

— ¿Cómo va esa investigación? — preguntó su pareja quien se hallaba medio desvestido, pues apenas había arribado a casa del trabajo. Sólo llevaba puesto todavía el pantalón del traje negro y una camisa gris claro a medio desabotonar, además estaba descalzo.

 

— Bien — comentó sin importancia el de cabellera celeste, luego tomó al otro por los brazos y lo miró con decisión. — ¿Qué querías contarme en cuanto llegaras? — exigió.

 

Griffon soltó una risa maliciosa, se acomodó un mechón de cabello hacia atrás y dedicó al otro una mirada de diablillo, abrazándolo por detrás y besando la coronilla de su cabeza, aprovechando para aspirar el olor del otro, siempre dulce, pero con un deje de sabor a herbolaria.

 

— ¿Tienes algún plan para la noche del 22 de septiembre? — preguntó el noruego con tranquilidad.

 

— Minos, no te pases de listo y no cambies el tema.

 

— No estoy cambiando de tema ¿Entonces estas libre para la despedida de soltero de Radamanthys esa noche?

 

Albafica giró sobre su silla, alejándose del otro para mirarlo de frente, arqueó una ceja sin decir una palabra exigiendo más explicaciones.

 

— Será una gran noche. Ya hemos hecho los arreglos Aiacos y yo para contratar el lugar, es sin duda un sitio alucinante en el corazón de Londres con una mezcla de música increíble, bebida de calidad, instalaciones muy cómodas y convenientes, seguridad impecable, compañía adecuada para la ocasión…—

 

El joven botánico volvió a arquear la ceja, pero esta vez con un tono peligroso en su movimiento.

 

— Y Kanon vendrá, por supuesto, es la estrella principal de la despedida de soltero del estirado cejón.

 

El joven griego puso los ojos en blanco y suspiró resignado de las diabluras del abogado.

 

— ¿Y tanto el uno como el otro tienen conocimiento de su encuentro en tal evento?

 

— No todavía, pero me lo agradecerán.

 

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Notas finales:

Primero que nada quiero comentar que se terminaron las secuencias de tiempo confusas. Terminé de narrar el cómo Kanon y Radamanthys llegaron a ser pareja. Así que ahora me dedicaré a contar únicamente el "presente" de ambos e intentaré desenmarañar el nudo argumental en el que he metido a esos dos y a los demás ¡Sí! El final está tocando la puerta de esta historia.

A lectores y comentaristas: les envío un abrazo y las mejores vibras ¡Gracias por continuar leyendo!


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