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Rock you like a hurricane por Athena Selas

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Septiembre 2012

El automóvil deportivo Mercedez-Benz R172 color blanco se adentró en los elegantes y adinerados barrios de Highgate en Londres. El clima en aquella tarde de sábado era agradablemente soleado, a pesar de que se habían pronosticado lluvias para aquel día de verano. La dorada y quemante luz del sol remataba los primorosos paisajes verdes del distrito londinense alejado de la zona urbana, así como la característica arquitectura gregoriana de los barrios de aquel exclusivo punto de Inglaterra.

 

Julian Solo iba al volante de su automóvil; a su lado estaba Kanon con la mirada distraída en el paisaje boscoso a través de la ventana del copiloto. El Rey de los Mares mantenía la mano izquierda sobre el muslo del griego y solamente la quitaba de esta cómoda posición cuando tenía que utilizar su brazo para maniobrar la palanca de cambio del deportivo.

 

— Estoy muy feliz de que estemos compartiendo tiempo juntos, Kanon — comentó Julian apretando cariñosamente la pierna de su acompañante.

 

El griego giró su rostro y sus ojos esmeraldas regalaron al joven magnate una muy breve mirada cordial. El Rey de los Mares tenía suficiente con eso y continuó conduciendo hasta llegar a su destino después de una agradable comida en uno de los restaurantes favoritos de Solo. La conversación de la sobremesa se había extendido por horas hasta que Kanon se dio cuenta del tiempo transcurrido y recordó que debía regresar a casa cuanto antes, pues tenía que alistarse para otro compromiso en menos de una hora.

 

A veces Julian se preguntaba por qué lo volvía loco su Dragón de Mar si existían un millón de posibilidades para él entre las que destacaban súper modelos y actrices voluptuosas quienes eran un trofeo digno de presumir; o bien, también podía elegir el amor puro y desinteresado de Sorrento. Si lo pensaba bien la respuesta era puro y simple ego.

 

En el pasado, la nodriza que solía cuidar de él durante su niñez le advirtió que había cosas en esta vida que el dinero no podía comprar y por ello debía prepararse para pelear por ellas con otros medios y, por lo tanto, debería estar listo también para el fracaso si llegara a suceder. Kanon Dídymoi era uno de esos raros trofeos que su dinero únicamente había podido halagar, alabar, enaltecer y adorar, pero nunca realmente conseguir. Así de implacable era la voluntad y el corazón del griego.

 

A su vez, Julian sentía una obsesión parecida pero más crónica por la señorita Saori Kido.

 

— Llegamos — anunció el billonario apagando la carrocería después de estacionarla en paralelo a la acera frente al edificio residencial donde vivía Kanon.

 

— Eres un gran tipo, Julian, es una suerte tener un amigo como tú en estos días.

 

— ¿Amistad? — El Rey de los Mares emitió macabras carcajadas que nacieron desde lo más profundo de su pecho; luego sus ojos color aguamarina brillaron casi con demencia — Tú y yo somos muchas cosas, Dragón de Mar, pero no solamente amigos.

 

En un instante, Solo tomó por el mentón al otro y le plantó un hambriento beso que originalmente pareció ser a la fuerza, pero para alivio del Rey de los Mares, el solista comenzó a responder a su demandante caricia con la misma vehemencia.

 

El beso del joven magnate era sumamente voraz y no permitió a Kanon retroceder ni un solo centímetro lejos de él. Pronto, la humedad de la caricia se intensificó por iniciativa del mismo Julian, complacido de finalmente poseer esa boca después de haber soportado más de un año sin haberla devorado.

 

Cuando sus labios se separaron para darse un respiro, el cantante colocó su mano en el hombro derecho del otro para empujarlo suavemente hacia atrás, regresándolo a su asiento.

 

— Quiero ver ese tatuaje de dragón marino que tanto me gusta — ronroneó Julian con una sonrisa pícara tatuada en su rostro y sus ojos se dirigieron hacia el costado izquierdo del cuerpo de Kanon —. Ahora mismo.

 

Sin tomarse la molestia de pedir permiso, el cual no creía realmente necesitar sobre algo que consideraba su propiedad, el Rey de los Mares tomó el borde de la camiseta color índigo de su acompañante y la levantó hasta dejar descubierto medio torso del cantante. Ávido de deseo, contempló la cabeza de aquel magnífico dibujo de la criatura mitológica grabado sobre la piel oliva del griego; el resto del cuerpo del dragón se perdía en la curva de su cadera de manera incitante hacia su espalda.

 

Luego, Julian volvió a besar a Kanon mientras acariciaba el perfecto abdomen del cantante, deslizando sus dedos hasta tocar directamente el tatuaje que tanto le gustaba, y así continuar el recorrido de su atrevida mano por la espalda baja de su acompañante, siguiendo el trazo del dragón marino sobre aquella piel que lo comenzó a excitar demasiado rápido.


 

Radamanthys ya había llegado demasiado lejos como para dar media vuelta y regresar a casa. Se sentía completamente fuera de lugar yendo a buscar a Kanon para aclarar muchas cosas que habían suscitado el deterioro de su relación en unos segundos. A decir verdad, no estaba en su naturaleza ir tras alguien de esa manera.

 

La situación lo estaba volviendo loco. Había repasado cien veces la escena que originó el conflicto sentimental de él y su pareja. Si tan solo hubiera sido menos sincero, sus últimas dos semanas hubiesen sido perfectamente plácidas llenas de trabajo en el día y de Kanon por las noches.

 

Wyvern supo que el rompimiento había sido cosa seria cuando el griego no regresó a su departamento después de algunas horas. Luego vino la incomunicación por parte del pelilargo que lo estaba matando lentamente, pues el cantante nunca contestó ninguna llamada que proviniera de la oficina o del móvil del abogado; tampoco contestaba sus mensajes de texto y Radamanthys sospechaba que los borraba antes molestarse en leerlos primero.

 

— Señor Wyvern, buenas tardes — le saludó con amabilidad el recepcionista del edificio de lujo del barrio de Highgate, reconociendo de inmediato al visitante tan frecuente de uno de los residentes más famosos del lugar.

 

— Buenas tardes, ¿Está el señor Dídymoi en casa?

 

— Justo acaba de llegar hace unos momentos. Adelante —

 

El rubio respiró hondamente, recuperando el aliento. La fortuna le sonreía aquella tarde, pues al parecer el griego no había ordenado a los empleados de la residencia prohibirle la entrada al departamento y, además, el siempre impredecible Kanon estaba en casa.

 

— Gracias — se despidió antes de dirigirse al pasillo de ascensores.

 

Momentos después estaba dentro del elevador esperando llegar al séptimo piso del edificio. En menos de un minuto, el sonido de una campanilla antecedió la apertura de puertas y el rubio caminó con firmeza por el corredor.

 

Giró hacia el ala derecha del piso, donde estaba el departamento de su pareja y, cuando su campo visual cambió de frente, inesperadamente apareció la figura del griego a quien había extrañado tanto por los últimos quince días. Estaba de pie delante de la puerta, mirando con curiosidad los accesos de seguridad electrónicos de la entrada.

 

Radamanthys odió que su propio cuerpo lo traicionara, pues su pecho se comprimió y la garganta se le secó al ver de nuevo al hombre que se había empeñado en conquistarlo tan perseverantemente.

 

— Kanon… — alcanzó a mascullar con la garganta cerrada debido a la impresión, sintiéndose patético en el intento —. ¡Kanon! — insistió ahora con mucho mayor volumen, autoridad y claridad.

 

La figura lo escuchó y, aunque pareció dudar por unos instantes, giró su rostro hacia aquel que lo había llamado.

 

De alguna manera cuando Radamanthys contempló al otro hombre sintió inquietud pues algo no estaba bien con Kanon. Para empezar no vestía como solía hacerlo con prendas típicamente asociadas a la estrella de rock que era; aquella tarde el griego estaba ataviado con un pantalón de vestir color negro bien planchado ligeramente entallado; llevaba también una sobria camisa color vino, la cual llevaba fajada pulcramente. Sus zapatos, al igual de su cinturón, eran negros y de muy buen gusto posiblemente adquiridas en un almacén exclusivo. Sobre su brazo izquierdo llevaba colgando un abrigo largo color azabache, seguramente preparado por el erróneo reporte del clima de aquel día que había anunciado lluvia.

 

— ¿Kanon? — repitió Wyvern, paralizándose por dentro debido la actitud tan impasible del pelilargo quien únicamente lo estaba mirando con curiosidad ¡Y el rubio no sabía qué sentir al respecto! La reacción que esperaba de su pareja era explotar en una sarta de gritos e insultos hacia él, la mayoría seguramente en griego.

 

Otra anormalidad que el rubio encontraba en el nuevo aspecto del cantante era la ausencia de piercings en su rostro. La verdad, no se detuvo a pensar demasiado en ello porque ya había visto a su pareja sin estos accesorios, normalmente cuando viajaba en avión y prefería quitárselos antes que meterse en problemas con la rigurosa seguridad de los detectores de metal en los aeropuertos; o también cuando entraba y salía de los centros de rehabilitación, por mencionar un par de ejemplos.

 

Los ojos esmeralda del griego no reflejaban demasiadas emociones hacia Wyvern, incluso parecían desconocerlo.

 

— ¡Maldita sea, Kanon! No te quedes ahí parado como un estúpido

 

El pelilargo permaneció en silencio en su lugar, imponente.

 

El rubio no soportó más esta nueva estrategia de tortura emocional y caminó hacia su pareja con impaciencia. Al plantarse frente a él, Kanon no retrocedió ni un ápice y al tenerlo tan cerca, Radamanthys tuvo una inexplicable sensación de extrañeza hacia el otro. Incluso llevaba una loción diferente a la usual, la fragancia se le hacía elegante y limpia, la cual le llenó todos los sentidos.

 

— Deja de hacer esto, idiota — espetó Wyvern a unos centímetros de distancia de su rostro, tanto, que el rubio sintió la respiración del peliazul sobre la suya.

 

Su racionalidad se nubló con el aliento de Kanon nuevamente tan cerca de él; sin embargo, el griego no se conmovió ni un ápice con la cercanía de sus cuerpos. Desesperado, el rubio acortó las distancias de sus bocas, plantándole un violento beso a su pareja, tomándolo por la nuca con la intención de no dejarlo escapar de él

 

Sintiéndose estúpido cuando no hubo respuesta por parte del peliazul, Radamanthys soltó la cabeza del otro y se dispuso a separar sus labios de aquellos que no le correspondieron. Un segundo antes de terminar con aquel beso, finalmente vino la respuesta del griego quien reinició la caricia tomando el completo control de la situación. Rodeó con su fuerte brazo derecho los anchos hombros del rubio, mientras que la palma de su mano izquierda se posó sobre la mejilla del abogado, el abrigo de lana que el griego llevaba doblado sobre el brazo le hizo cosquillas en el cuello.

 

Cuando los labios del pelilargo comenzaron a abrazarse ansiosamente con los suyos, Wyvern supo que algo no estaba bien y cuando sus lenguas se encontraron, Radamanthys supo con certeza que aquel individuo no era Kanon.

 

— ¡SAGA!

 

El rubio, aturdido por tanta confusión, alcanzó a percibir la risita que soltó el individuo desconocido entre sus bocas mientras continuaba besándolo. Haciendo uso de toda la fuerza de sus brazos, el inglés se arrancó del agarre del otro con suma violencia.

 

Ahí estaba el verdadero Kanon a unos metros de ellos dos y estaba furioso.

 

Radamanthys detestaba perder el control de las situaciones y definitivamente aquella ocasión lo había superado desde que decidió salir a buscar a su pareja. Todas sus emociones eran un vórtice demasiado veloz que le provocaba una frustración gigantesca.

 

— ¡Saga! ¡Tú! … — la mirada esmeralda del cantante era fuego abrasivo hacia su mellizo quien, sorprendentemente, continuaba adusto con una sonrisa que se curvaba casi imperceptiblemente en sus labios llenos del calor del beso de Wyvern.

 

— ¿Saga? ¿Tu hermano mayor? — exclamó el rubio cuyo desconcierto parecía ir en aumento.

 

Ahora los ojos coléricos de Kanon se dirigieron hacia el abogado, esa mirada hacía daño inmediato al contacto y Radamanthys se impuso a aquella rabia que quería doblegarlo.

 

— Nunca mencionaste que tu único hermano era también tu gemelo idéntico — habló en su defensa el rubio, tan confundido como enfadado.

 

Saga parecía absolutamente entretenido con el drama que había desatado y permaneció mudo, expectante.

 

— ¡¿Quieres explicarme qué demonios haces aquí, Radamanthys?! — espetó con incordio la estrella de rock.

 

— Necesitamos hablar, Kanon — rugió autoritario el inglés.

 

— Yo no lo creo y será mejor que le largues antes de que llame a seguridad. Esos imbéciles de recepción me van a oír, me encargaré que nunca vuelvas a pasar ni siquiera la primera reja — respondió con un tono de voz que helaba la sangre —. Y tú, hermano, se supone que iría a recogerte al aeropuerto hasta dentro de una hora, pero no podías perderte una oportunidad de ser odiosamente impertinente conmigo ¿Sabes qué? Regresa por donde viniste, dile al cejón que te lleve si se atreve.

 

— ¿Cuál es el problema, hermano? — finalmente habló Saga cuya voz era más profunda que la de su gemelo, misma que ya era lo suficientemente grave y aterciopelada. Además, su inglés sonaba muchísimo más extranjero que el de Kanon. Radamanthys lo maldijo entre dientes, si tan solo Saga hubiera abierto la boca, el rubio habría sabido inmediatamente que no era su pareja de quien se trataba.

 

— Cierra la boca y los dos desaparezcan de mi vista ahora — bramó amenazante el cantante.

 

— Lo siento, Kanon, pero ojalá hubieses visto la expresión de este sujeto, era suplicante. Parecía desesperado.

 

— ¿Ah sí? ¿Y luego qué? ¿Hubieras dejado que te arrastrara hasta mi departamento y fornicara contigo sólo porque te daba lástima? —. La respuesta que Kanon obtuvo de su mellizo fue una risa insolente. Luego, los ojos llameantes de la estrella de rock se clavaron en el rubio como dagas envenenadas. — Y tú, cejas, estoy seguro que un niño de cuatro años sabría distinguir mejor que tú, grandísimo imbécil. ¿Somos tan parecidos Saga y yo en verdad? ¡No me digas! Te ibas a dar cuenta de que él no soy yo hasta que le quitaras la ropa y no hubieras visto los tatuajes donde se supone que deberían estar ¡Oh no, seguramente habrías pensado muy inteligentemente que esta mañana yo había ido a la clínica a retirármelos!

 

Kanon levantó sus brazos con las palmas abiertas a la altura de su cabeza como advertencia de que su paciencia había sido superada por completo. Incluso su rostro había enrojecido por tanta ira acumulada.

 

Así, caminó hacia la entrada de su hogar, pasando entre los otros dos de largo. Ingresó su huella digital y el código de acceso con apremio para acceder al departamento y entró sin la menor intención de dejar a alguno de sus dos visitantes pasar. Antes de cerrar la puerta en las narices de Saga, Kanon lanzó una severa advertencia a Wyvern.

 

— Escúchame, cejas, sé que tienes la clave de acceso al departamento, no tuve tiempo de cambiarla pues he estado demasiado ocupado, pero sí te atreves a entrar te juro que te lanzare toda mi vajilla en la cara. No te atrevas a provocarme, idiota — acto seguido el gemelo cerró la puerta con un sonoro portazo.


 

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Diciembre 2009

 

El joven Albafica estaba agotado debido a la larga y ardua sesión fotográfica en la que había participado por días. Hastiado por el trabajo tan fatigoso y repetitivo, fue directo al hotel donde se estuvo alojando por más de un mes en Londres.

 

A decir verdad, el joven de cabellera celeste aborrecía su trabajo, únicamente había entrado en el mundo de la moda por mera casualidad. Su verdadero sueño era convertirse en un experto en botánica, pero para ello debía ingresar a alguna buena universidad comenzar sus estudios apropiadamente.

 

El patriarca Shion le había rogado quedarse en Grecia y realizar sus estudios superiores ahí mismo cuyos gastos el Santuario se las arreglaría para solventar; Albafica no quiso aceptar ese trato, pues no estaba en su naturaleza abusar de la bondad de sus seres amados.

 

En el pasado de Albafica, justo cuando se encontraba a unos meses de terminar sus estudios de bachillerato en Athenas, un cazador de talentos lo contactó y le ofreció un contrato por tres años para ejercer como modelo con un sueldo nada despreciable, lo suficiente para independizarse y ahorrar para pagar su estancia en la universidad en Italia con la que había soñado por los últimos cinco años. Aceptó el trabajo en cuanto recibió su diploma de estudios y luchó contra la sobreprotección de Shion para poder partir de casa y enfrentarse al mundo real él solo.

 

Había sido difícil, pero logró adaptarse a la vida independiente por los últimos dos años; sin embargo, el modelo siempre buscaba la oportunidad para escapar a casa y pasar tiempo con su amada familia en el Santuario.

 

La época navideña estaba en su apogeo, por lo que el hermoso joven estaba ansioso por pasar aquellas fechas con sus seres queridos. Quiso aprovechar su breve estancia en Londres para convencer a Kanon de ir a Grecia con él, pues la estrella de rock no había pisado su tierra natal por años.

 

— ¿Qué tal van las cosas con Minos? — preguntó Kanon a Albafica en medio del almuerzo que estaban tomando juntos en el apacible restaurante del lujoso hotel en el que se estaba hospedando el modelo en la zona de Westminster.

 

El joven de cabellera celeste torció el gesto incómodo y levantó una taza de té frente a sus labios, el cual bebió para aclararse la garganta debido a las reacciones de su cuerpo al recordar al egocéntrico abogado con el que había tenido dos citas en el último mes.

 

— Salimos un par de veces más y no funcionó, al menos para mí. Él llevaba las cosas demasiado rápido y no me sentía a gusto con eso.

 

Kanon emitió una risita maliciosa ante aquel despliegue de pudor, muy clásico en el más joven de los dos.

 

— ¿Eres virgen, verdad Albafica?

 

El modelo dio un respingo por la impresión de aquella pregunta y la punta superior de sus orejas enrojeció adorablemente.

 

— Eso no te incube, Dídymoi — amonestó el modelo severamente ofendido.

 

— Me sorprende que en el mundo de la moda hayas ascendido tan rápido sin habérsela chupado a nadie. Supongo que la belleza te abre puertas naturalmente, todo lo contrario a lo que te enseñó ese anciano decrépito de Shion.

 

— ¿Quieres cerrar la boca? ¿O acaso tu fama y tu talento se deben solamente a favores sexuales? ¡No seas absurdo, te lo ruego!

 

— Pues me tiré por muchos años a Julian Solo, eso debe contar.

 

Escandalizado, Albafica no le dirigió la palabra a su pariente por algunos minutos, disgustado por aquellos temas tan íntimos que Kanon disfrutaba hacer tan públicos. Luego de disfrutar su apetitoso platillo Beef Wellington, el modelo abordó el tema que quería tratar aquella tarde con el cantante.

 

— ¿Vendrás a casa conmigo? Aún hay asientos disponibles para el vuelo de esta noche a Athenas.

 

— De ninguna manera. Tengo planes para Navidad y Año Nuevo y no tienen nada que ver con los estirados del Santuario.

 

— ¿Embriagarte y no salir de algún burdel de mala muerte mientras te metes sustancias ilegales es mejor que ver a tu familia en estas fechas? ¡Eres impresionante! No puedo creer que tú y Saga hayan salido del mismo útero materno.

 

Kanon, por unos segundos, pareció herido por la eterna reincidencia en su vida de ser comparado con la grandeza de su hermano gemelo. Luego, comenzó a emitir sonoras carcajadas con tanta fuerza que incomodó a los comensales de las mesas más cercanas a ellos.

 

— Eres muy joven todavía para recordar el lado oscuro del gran Saga. Te recomiendo que le preguntes a Shion y a Dohko por qué mi hermano no puede pisar algunos países del mundo o por qué nunca podrá acercarse demasiado a la señorita Saori sin importar lo maravilloso que sea ahora como mano derecha del patriarca ¡Oh y si ves a Aioros en Navidad oblígalo a decirte por qué estuvo tan cerca de la muerte hace trece años!

 

A Albafica le tembló el labio superior y sus ojos se ocultaron detrás de su flequillo por unos instantes. No había sido su intención lastimar a Kanon de esa manera.

 

El almuerzo se desarrolló tenso y en silencio a partir de ese momento hasta el final.

 

La despedida de los dos fue fría y el joven modelo no se atrevió a promover mayores emociones debido a la actitud tan defensiva que el mayor adoptó posterior a la mención de su hermano gemelo en la mesa. Un seco "Feliz Navidad" y un apretón de manos fue lo último que Kanon dedicó a Albafica antes de salir de la recepción del hotel.

 

Una desesperante picazón interior por la ola de sentimientos de nostalgia, rabia y culpa abrumaron por completo a la estrella de rock quien tomó un taxi muy cerca del hotel. Su nula tolerancia a estas sensaciones le causó un urgente deseo de sexo o drogas en ese mismo momento. Preferiblemente ambas cosas a la vez.

 

El griego miró de reojo al conductor del taxi quien era un hombre mayor calvo de actitud sumamente amable que además portaba orgulloso su vieja sortija de matrimonio. No era una opción para su voraz apetito.

 

Kanon buscó su celular y comenzó a analizar su lista de contactos, pero la verdad sólo buscaba un solo nombre: Wyvern Radamanthys

 

"¿Estás libre esta noche? ¿Estás libre ahora?" redactó con velocidad el SMS el cual envió de inmediato y los minutos que el rubio tardó en contestar le supieron eternos.

 

Cejas: Ahora no estoy en Londres ¿Todo está bien? ¿Te ha pasado algo?

 

Dídymoi Kanon: ¿Dónde estás?

 

Cejas: En Bélgica ¿Qué sucede?

 

Dídymoi Kanon: Qué lástima, tendré que masturbarme pensando en ti, no pienso ir tan lejos por un polvo.

 

Cejas: No vuelvas a molestarme por estas tonterías en medio del trabajo

 

Cejas: Idiota

 

Dídymoi Kanon: Ya empecé a tocarme ¿quieres que lo grabe para ti?

 

Era de esperarse que el serio abogado no contestara más a sus mensajes de texto.

 

— Ni hablar — suspiró Kanon dentro del taxi.

 

Entonces volvió a buscar en sus contactos el teléfono de una guapa groupie londinense que había conocido unas semanas atrás en un evento cuyos invitados principales fueron miembros del más importante club de fans de Poseidon Marinas en la Gran Bretaña. La mujer contestó el teléfono de inmediato.

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Notas finales:

Y con ustedes: Saga. Ya moría por su debut en esta historia. Quisiera agradecer a una amiga quien me ayudó a afinar los detalles de su "look". Espero haber acertado descriptivamente en el contraste que supone su presencia con la de Kanon y en realidad lo estúpido e impulsivo que fue el cejón al confundirlos.
¡Ah! Soñé con escribir esta escena finalmente y siento que me sabe realmente a poco cuando la releo.

 

Otra cosa; solamente he descrito insinuaciones de la vida sexual de Radamanthys y Kanon ¡caray! Ya quiero poder describir de lleno una noche de ellos, pero a la vez me siento nerviosa de poder arruinarlo.

 

Gracias por leer ¡Me gusta mucho recibir sus percepciones de la historia! Por favor, no se abstengan de hacerme llegar cualquier comentario, pregunta o propuesta respecto a este fanfiction.


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