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Mi Fantasía. por 691396

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Notas del capitulo:

He aquí el Cap. II jejejeje

 

Capítulo II

 

 

El azabache se quedó con el celular pegado al oído, estaba estático, no sabía ni podía responder a la interrogativa que le planteaba el rubio.  Rayos, ahora sabía que había hecho mal al tratar de seguirle el juego a ese zarco y pensar que él le trataba de idiota cuando en realidad el idiota había sido él al tratar de ganarle en un juego en el que estaba claro, él era la presa y el otro como buen cazador no iba a darse por vencido.

- Aló gatito ¿Sigues allí? –preguntó con sorna.

No contestó ¿Cómo demonios había conseguido su número de celular alguien tan idiota como ese rubio?  Al parecer y después de todo no lo era tanto, tal vez una máscara para engañar a los demás y que no sospecharan de su –trastornado -verdadero yo.

Retiró el celular de su oreja y lo apagó, no quería escucharlo, no debía de escucharlo o de lo contrario le enfermaría más de lo que ya estaba.

-Enfermo –masculló con cólera- ¿Ahora que se supone debo de hacer?

El resto de lo que le quedaba al día lo pasó encerrado, ya ni siquiera comió; hasta el apetito se le había ido debido a la preocupación que le causaba aquella llamada; pasó la noche en vela tratando de pensar en lo que haría de allí en adelante; no podía darse el lujo de ser un descuidado al menos no con alguien como el rubio.  El era más listo así que tendría que idear un plan y pronto, si quería salir bien librado, pero ¿qué hacer al respecto?  Tenía claro que debería de portarse distante, indiferente, pero al mismo tiempo no le conocía; entonces ¿De qué forma debería contra atacar?  No lo sabía y era lo que más le quitaba el sueño.

La mañana llegó y el azabache se apresuró a levantarse para llegar a la Universidad, puntual, como solía ser en todo; se dirigió a la parada de autobuses sin siquiera haber probado bocado alguno, no tenía hambre a pesar de llevar casi doce horas sin comer.  El metro llegó y el Oji noche se subió lo más rápido que pudo para alcanzar un lugar, lamentablemente todo iba lleno no tenía más remedio que irse de pie y por si fuera poco iría como sardina enlatada por la cantidad excesiva de personas.

Uchiha se apresuró a sostenerse de un pasamanos libre para no caerse mientras sentía como era empujado con ímpetu al paso de la gente.  La sombra de una persona se vio pasar sigilosamente entre la multitud sin ser reconocida y entre el tumulto de individuos aprovechó para hacer lo suyo.

- ¡¿QUÉ DEMONIOS?!  -gritó, como no era costumbre en él, pero lo valía al sentir como le habían metido mano por detrás hasta llegar adelante con total libertad, masajeando todo lo que querían y encima de todo pasearon la lengua por todo el perfil derecho de su cuello mientras que casi le metía un dedo por detrás, cosa que no le fue posible debido a la ropa que llevaba puesta.

Estaba que se lo llevaban los mil demonios de la cólera que tenía al haber sido tocado y saboreado con total descaro y sin su consentimiento.  Al grito del oji-negro todos voltearon a verlo para saber qué le sucedía, por lo estrecho nadie se percató de nada.

-Asqueado –y apenado –sacó un pañuelo para limpiarse el rastro de saliva que le habían dejado en el rostro y con la mirada empezó a buscar algún sospechoso para entonces sí; darle una buena paliza para que aprendiera a respetar, claro, eso suponiendo de que sobreviviera.  Los dos pozos negros del menor se movían rápidamente para hallar al culpable y allí estaba; divisó una cabellera rubia que sobresalía de las personas, la vio directamente para asegurarse si era él y efectivamente…era el retrasado.  El zarco regresó el rostro para ver hacia donde se encontraba el azabache; terminó de darse la vuelta para agarrarse de otro pasamanos y en silencio leyó los labios del rubio para comprender lo que le decía.

-Eres mío gatito –mientras se saboreaba los labios con la lengua y luego llevaba uno de sus dedos a la boca para saborearlo-

La expresión de asco que ese acto le extrajo fue épica, más gracias a la repetida frase, no había duda; había sido él y solamente él.  Uchiha sintió correr un escalofrío por todo su cuerpo haciendo que se sonrojara de rabia o de impotencia, dejaba a lo último la vergüenza.  Estaba allí, parado como idiota debido a que no podía reaccionar; se suponía que iba a maltratar al culpable y de ser posible asesinarle, pero, pero…al ver de quien se trataba simplemente no pudo moverse, especialmente al ver la lujuria y malicia que se paseaba por el rostro del oji-azul, le resultaba tan intimidante, tanto así que por primera vez su fría apariencia había sido derrumbada ante la hostilidad y el poder que ejercía el rubio sobre él.

Era increíble, por un momento el Uchiha estaba siendo dominado con la sola presencia del zorro, porque era tan engañoso como uno; no teniendo más opción, volteó el rostro evadiendo la penetrante mirada de esos zafiros.  Era tan inquietante, tan curioso; el menor poseía ojos tan negros como una noche sin luna ni estrellas y sin embargo... los ojos del rubio mostraban mayor obscuridad que los de él; era…por demás curioso.

El azabache trató de cambiarse de sección, más a donde fuera que se dirigiera era seguido; sentía por momentos que lo estaba acorralando, estaba tan desesperado, que lanzarse del bus podría resultar una buena opción.  Por fin una parada, aprovechó para perderse entre la multitud que bajaba y subía de tal forma que logró que el otro le perdiera el rastro; eso suponía algo bueno, pero también algo malo, al final de cuentas tendría que llegar a la Universidad y sin lugar a dudas allí, se volverían a encontrar inevitablemente.  El resto del viaje lo pasó sin mayor novedad más que llegar tarde.

-Estúpido zorro, todo por su culpa –le insultaba por su retraso-

Ya había perdido una clase por culpa de ese rubio acosador, tendría que ponerse al día, el problema era que su compañero era precisamente de quien huía y por nada del mundo quería cruzar palabra; podría pedirle las notas a cualquiera de la clase, si, mejor haría eso, aunque tuviera que aguantar coqueteos molestos.

De verdad odiaba ser de primer año, aún más que el zorro mañoso lo fuera también, tenían las mismas malditas clases y por supuesto, tenía que verle la cara en éstas.

- ¿Realmente crees que puedas huir de mí gatito? –la pregunta le hizo voltear los ojos ¿Qué no podía dejarlo tranquilo al menos un momento? Mejor aún ¿Le costaría mucho cambiarse de carrera? O de universidad o de país…

Podía escuchar sus propios dientes friccionar, aún más al ser acorralado contra una pared, tenía cierto temor ante lo que podía hacer el otro, pero su rabia ganaba; la mano que se atrevió a agarrar su trasero fue el detonante ¡Oh! Pequeño rubio, no sabías en lo que te metías.

 


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