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Polos opuestos por gorgobina

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Sé que he vuelto a tardar un pelín, pero al menos ésta vez no ha sido tanto ^^'.

Espero que disfrutéis del capítulo :D.

CAPÍTULO 10: Planes maquiavélicos.

Después de esa conversación en la que el leonino les había confesado a sus dos mejores amigos que estaba enamorado de quién creía como su peor enemigo, los tres volvieron a clase.

El resto de horas, Aioria no pudo atender demasiado a la clase ya que estaba inmerso en una nube de pensamientos de la que no sabía salir. Pensaba en Shura, y en lo mucho que le gustaba, y a su vez pensaba en su hermano, y en el daño que le podría hacer si llegara a saber de eso o peor, si él mismo intentara robarle a Shura.

Estaba metido en un gran dilema del quiero y no puedo, y no sabía cómo salir de él. Porque lo que más ansiaba era poder confesarse a Shura, que él fuera sabedor de sus sentimientos y pudiera darle una respuesta, pero eso provocaría una pelea con su querido hermano y hacerle daño, y encima que ahora habían conseguido arreglarlo todo y estar bien…

-      Aioria Kafkis – nombró la profesora.

El castaño salió de su ensoñación y se levantó rápidamente de la silla.

-      ¿Puede explicarnos cuál es el argumento del libro que teníamos para hoy?

-      C-Claro…

Aioria comenzó a ponerse nervioso y buscó con la mirada el libro, que tenía a su lado en la mesa. Pudo leer Drácula, de Bram Stoker. Lo cierto es que realmente sí se lo había leído, tal y como les habían mandado de deberes, pero entre lo de Shura y el lío que tenía en la cabeza en esos momentos, se había quedado totalmente en blanco y no sabía que responder.

-      E-Esto… Drácula, sí…

-      ¿Acaso no se lo ha leído? – preguntó la docente, cruzándose de brazos.

-      Sí, claro que lo he leído, es solo que…

-      Entonces explíquenos su argumento.

Milo miraba a su amigo con preocupación. Quería ayudarle, pero lo cierto era que él sí que no se había leído el libro, había tenido mejores cosas que hacer que eso.

Buscó con la mirada al acuariano, y enseguida éste entendió la situación. No hicieron falta las palabras ni los gestos.

-      Profesora, doy fe de que Aioria se ha leído el libro, pero es que ahora mismo no se encuentra muy bien – alegó Camus, levantándose de la silla él también - ¿Me permitiría explicar a mí el argumento?

-      Está bien – respondió la profesora – Aunque Aioria… Si no se encuentra bien, debería pasar por la enfermería.

-      No, no… Puedo quedarme aquí, pero gracias – contestó el leonino, que miró con agradecimiento a su amigo, y acto seguido se sentó.

-      Entonces, Camus, deslúmbrenos.

-      De acuerdo.

El leonino llevó sus manos a la cabeza, mientras escuchaba de fondo cómo su amigo explicaba el argumento del libro. Aquél día nada estaba yendo bien, solo deseaba poder irse a casa y descansar un rato.

Horas más tarde…

Al acabar todas las clases del día, los tres amigos salieron del aula suspirando.

-      Gracias por lo de la clase de literatura, Camus – le agradeció Aioria, con mirada sombría y dándole una palmada en el hombro.

-      No hay de qué. Estabas en un aprieto y necesitabas ayuda, no hace falta que me lo agradezcas. Además, no creo que tu querido amigo Milo estuviera en condiciones de ayudarte.

-      Oye, ¿qué pasa ahora conmigo? – preguntó Milo, enfurruñado.

-      No te habías leído el libro, ¿o me equivoco en mi suposición? – preguntó el acuariano, escrutándole con la mirada.

-      Pues no, pero para algo existe la improvisación, mi querido Camie.

-      Es imposible improvisar si ni tan siquiera has tenido la decencia de leerte un triste resumen del libro por internet.

-      ¿Crees que iba a desperdiciar mi tiempo en eso? Oh, vamos Camus, era el libro de Drácula. Nadie es tan tonto como para no saber decir algo sobre eso.

-      Me dais dolor de cabeza – interrumpió Aioria – Parecéis una pareja de casados discutiendo – añadió, mientras se acercaba a la zona de las taquillas y abría la que le correspondía.

-      Bueno, lo cierto es que todavía estamos en proceso de descubrir la orientación sexual de Camus… - dijo Milo, con una sonrisilla picarona.

-      ¡Para ya, Milo! ¡Te dije que dejaras el tema! – gritó Camus, mientras que sus mejillas comenzaban a adquirir automáticamente un tono rosado.

-      ¡Eh! ¡Te estás poniendo rojo! – exclamó el escorpiano, que se acercó al acuariano y comenzó a tirarle de las mejillas de forma burlona.

-      ¡Eres imbécil! – le gritó Camus, a la vez que apartaba bruscamente las manos de su amigo de su cara - ¿Acaso necesitas que llame a Shaina de nuevo?

-      No, mejor que no… - contestó Milo, cambiando su semblante burlesco a uno más serio – La otra vez ya me llevé un buen sermón y una hostia…

-      Pues ya sabes.

-      Chicos… - musitó Aioria.

-      ¿Qué ocurre? – preguntó Milo, que se acercó al leonino y apoyó un brazo en las taquillas, por lo que pudo ver una nota en sus manos - ¿Y eso?

-      No tengo ni idea, parece que me han dejado una nota.

-      No me da buena espina – respondió el francés muy serio, a la vez que ajustaba sus lentes.

-      ¿Por qué? ¿Acaso Aioria no puede recibir una carta de amor? – preguntó el escorpiano, de forma picarona.

-      … Nunca ha recibido una – respondió Camus, mirándole con los ojos entrecerrados.

-      Pues siempre hay una primera vez para todo. Vamos, ábrela – incitó al leonino.

El castaño miró la carta detenidamente, y finalmente se decantó por abrirla. Dentro, se podía leer lo siguiente:

Necesito hablar contigo. Te espero a las 15:30

debajo del cerezo del patio. ¡No faltes!

-      Yo tenía razón. Parece que le han citado para una declaración – afirmó el escorpiano.

-      Aún no lo sabemos con certeza. La carta no demuestra ninguna intención, simplemente le cita en un sitio para hablar.

-      ¿Vas a ir, Aioria? – le preguntó Milo, ésta vez mirándole a él.

-      No lo sé, es dentro de cinco minutos… - dijo el castaño, a la vez que consultaba la hora en su reloj – Pero…

-      Pero a ti tampoco te hace gracia – continuó Camus, completando la frase de su amigo.

-      No mucha, la verdad.

-      ¿Reconoces la letra? – le preguntó el escorpiano.

-      No.

-      Déjame ver.

Aioria le entregó la carta a su amigo, que la observó detenidamente. No presentaba ningún rasgo fuera de lo común, exceptuando que la letra estaba escrita en bolígrafo rojo y que la letra parecía la de una chica.

-      Yo creo que le estás dando muchas vueltas tontamente – concluyó Milo, mientras le devolvía la carta al castaño – Yo iría, le preguntaría qué quiere y ya está.

-      Está bien, pues iré – respondió Aioria, ya desesperado, que cerró la taquilla de un portazo y se dirigió a la salida – Os veo mañana.

-      Vale.

El leonino desapareció de su vista, y los dos intercambiaron una mirada rápida.

-      Sé lo que estás pensando, Milo. Y la respuesta es no.

-      ¿Por qué no? No sería la primera vez que lo hacemos, y hace falta documentar esto.

-      No pienso espiar a nuestro amigo.

-      ¡Venga, no seas soso!

Milo cogió a Camus del brazo y prácticamente lo arrastró bruscamente con él.

Mientras, en otra parte…

Aioria se dirigía hacia el cerezo del instituto con la carta en la mano. Debía admitir que se encontraba algo nervioso ya que no tenía idea alguna de quién podía ser la persona que le había citado ni sus intenciones.

Si se trataba de una confesión, tal y como había predicho Milo, iba a encontrarse en un gran aprieto ya que se vería obligado a rechazarla.

Todavía no sabía cómo saldría lo de Shura, pero tenía claro que no iba a renunciar a él y que, en esos momentos, no podía pensar en nadie más.

Cuando ya estaba llegando al cerezo, vio a lo lejos a una chica de cabello lila que esperaba bajo él. Observó que no había nadie más alrededor, y dada la hora, solo podía ser ella quién le había citado.

Al acercarse y observarla más de cerca, debía admitir que era muy guapa. Su cabello lilqa le caía liso hasta la altura de los muslos. Su piel casi parecía hecha de porcelana, pues era muy blanca y fina. Era de muy baja estatura y bastante delgaducha, aunque sus proporciones eran realmente buenas.

Sus labios rosados y finos, contrastaban con su piel inmaculada, y tenía dos bellas esmeraldas por ojos. En definitiva, era una chica realmente bella, y le iba a doler demasiado tener que rechazarla si aquello era realmente una confesión.

-      Perdona… ¿Ésta carta es tuya? – le preguntó Aioria al llegar, a la vez que le mostraba la nota en sí.

-      Oh, sí… - respondió la virginiana con timidez, y en un hilillo de voz.

-      Y… ¿De qué querías hablar? – preguntó él.

-      Ahm… Verás… Cómo decirlo… Esto no es fácil para mí… - dijo Saori, mientras entrelazaba sus manos, haciendo parecer que estaba nerviosa, y moviendo sus pies rítmicamente, aunque en el fondo estaba muy tranquila y sabía perfectamente de qué quería hablar con su cuñado.

-      Tranquila, tómate tu tiempo… - le rogó Aioria, poniéndose aún más nervioso, pues ahora estaba ya convencido de que aquella chica quería declarársele.

-      Verás, tengo un problemilla… Y creo que tú podrías ayudarme con él por lo que he observado.

-      ¿Qué problema?

-      Estoy enamorada de tu hermano mayor, Aioros.

-      Vaya… Así que al final ha resultado que es una admiradora más de mi hermano. Desde luego siempre se lleva a las mejores – pensó el castaño - ¿Y… en qué puedo ayudarte con eso?

-      No quiero ser entrometida, pero antes por pura casualidad he escuchado que estás enamorado de su novio, Shura.

-      E-Esto… - respondió el leonino a la vez que se sonrojaba, y además muy sonrojado. ¡¿Les había escuchado antes?!

-      No te preocupes, no hay nada de qué avergonzarse – le dijo Saori, que ya no parecía hacerse tanto la tímida, y sonreía abiertamente.

-      P-Pero verás… No te conozco de nada y esto es algo embarazoso… - dijo Aioria, rascando su cabeza con nerviosismo.

-      No pasa nada, tan solo había pensado en que formaríamos un gran equipo para separarlos.

-      ¿C-Cómo? ¿Separarlos?

-      Claro… Nuestros intereses coinciden a la perfección. Yo quiero estar con tu hermano, y tú quieres estar con Shura. Si trabajamos en equipo podemos lograr nuestro objetivo juntos.

-      P-Pero… Yo no deseo hacerle daño a mi hermano…

-      No le harás daño, encontrarás a una pareja mejor para él, y tú podrás estar con Shura. ¿No te haría eso feliz?

-      S-Sí…claro que me haría feliz, pero aun así…

-      ¿Es que acaso no quieres estar con Shura? ¿Entonces qué pensabas hacer a partir de ahora? ¿Aguantarte sin más y ver como ellos son felices mientras que tú no?

El castaño miró a Saori con temor. Su rostro había cambiado por completo. Ya no era la chica tímida y vergonzosa que le había hablado al principio. Ahora era alguien con una expresión sombría, fría y maquiavélica en la mirada, que parecía tener las ideas muy claras y no iba a parar hasta conseguir su objetivo.

-      Tampoco pensaba quedarme de brazos cruzados, pero…

-      ¿Entonces? ¿Qué problema ves? – preguntó la virginiana, con una sonrisa pérfida en los labios - ¿Aceptas el trato? Los separamos, y tratamos de hacerlos felices a cada uno. No es nada malo.

El leonino vio cómo Saori le tendía su mano para cerrar el trato, pero dudó antes de hacer nada. Era cierto que la separación les dolería, pero tal y como había dicho Saori, más tarde él podría hacer feliz a Shura y ella haría feliz a su hermano, y todos acabarían contentos y felices. Visto así no estaba nada mal, todos salían ganando…

-      Acepto – respondió Aioria, a la vez que estrechaba la mano de Saori.

-      Bien, futuro cuñado. Debemos poner un plan en marcha entonces – dijo Saori, con una gran sonrisa maléfica.

-      ¿Cómo procedemos, entonces?

-      Por ahora, lo primero que tienes que hacer es acercarte más a tu cuñado y coquetearle para ver cómo reacciona… - respondió Saori, con una sonrisilla.

Mientras, no muy lejos de ahí, Milo y Camus habían contemplado toda la escena desde la seguridad de unos arbustos que los tapaban. Las caras de los dos parecían un poema de lo muy asombrados que estaban.

-      Espera… ¿Qué acaba de pasar? – preguntó Camus, incrédulo.

-      La chica esa ha cerrado un pacto con Aioria para separar a su hermano y a Shura… - musitó Milo.

-      Pero…

-      Sí, Camie, sí. Está loca.

-      ¡Más loco está Aioria por aceptar ese trato!

-      Lo sé, tenemos que hablar con él. O sino esto va a acabar muy mal.

-      ¿Y ya nos escuchará? La chica esa le ha comido tan bien la cabeza que parece muy convencido de lo que va a hacer.

Milo lanzó un suspiro, y luego miró a su mejor amigo. El temor se reflejaba en sus ojos.

-      Vamos a intentarlo, al menos.

Minutos más tarde, en otro lugar de la ciudad…

Después de aquella tan interesante conversación con la virginiana, y sin sospechar que sus amigos le habían estado espiando, Aioria volvió a su casa.

Cuando entró por la puerta, le invadió un grato olor a guiso que le advirtió de que su hermano estaba cocinando algo muy rico. Sonrió, y acto seguido dejó sus llaves sobre el mueble del recibidor.

-      ¡Ya estoy en casa!

-      ¡Bienvenido Aioria! – oyó gritar a su hermano desde la cocina.

-      ¡Huele muy bien! ¿Qué estás cocinando? – preguntó el leonino, mientras pasaba al comedor.

-      Estofado de carne y patatas – le respondió su hermano, desde la cocina.

Pero desgraciadamente, el castaño menor ya no escuchaba al sagitariano, pues se había topado en el comedor con alguien que llevaba muy presente en la cabeza desde hacía días, y al que no esperaba ver en ese momento.

-      ¡Ey Aioria! ¿Qué pasa? ¿Todo bien? – le preguntó Shura, mientras chocaba su mano con la de él de forma amistosa. Últimamente, al haber adquirido más confianza, se habían acostumbrado a hacerlo.

-      S-Sí… - respondió el leonino, notando como sus mejillas se sonrojaban – Maldita sea, ¿en serio, Aioria? ¿Tenías que sonrojarte ahora? – pensó el castaño, maldiciéndose a sí mismo y a su cuerpo - ¿C-Cómo es que estás aquí, Shura?

-      Hoy como con vosotros, tu hermano me ha invitado. ¿No te importa, no? – preguntó el capricorniano con una sonrisa.

-      N-No, claro que no… - musitó Aioria, sonrojándose todavía más, al ver la blanquecina sonrisa del español. ¿Cómo diablos iba a importarle que se quedara a comer? ¡Si le había hecho una ilusión tremenda!

-      Guay – respondió Shura, que continuó con su tarea anterior de poner la mesa.

Aioria se alejó un poco para dejar su cartera en el sofá, mientras que no podía evitar hacer un repaso con la mirada a su cuñado. Los pantalones entallados del uniforme se le ajustaban a las largas piernas que se veían de escándalo así, además de que le marcaban todo el trasero, y la camiseta de manga corta ajustada marcaba todas las perfectas proporciones del torso y los brazos del español. Se podría decir que era como un Adonis.

-      Aioria, no te quedes ahí parado – le regañó Aioros, que había entrado al comedor para ir dejando algunos platos en la mesa.

-      C-Claro… - respondió muy avergonzado el leonino. Se había quedado embobado mirando a Shura, y no se había dado cuenta de lo que pasaba a su alrededor. Solo esperaba que su hermano no hubiera notado este hecho.

Comenzó a sentir un calor repentino, fruto seguramente de haber estado observando con tanto detenimiento al español, así que comenzó a remover un poco su camisa para ventilarse, y finalmente optó por desabrocharse unos cuantos botones de ella, dejando a la vista parte de su pecho.

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Sus ojos verdes le traicionaron, y no pudieron evitar posarse en el agraciado hermano pequeño de su novio. No era la primera vez que pasaba, pero intentaba luchar contra esos impulsos.

Era muy difícil ignorar que Aioria también era muy apuesto, y, a pesar de que sus facciones fueran más aniñadas, su grácil cuerpo heleno también destacaba y era muy grato a la vista, como el de su hermano mayor. Algunos pequeños rizos en su cabello castaño, de una tonalidad más clara que la de su hermano, le hacían muy adorable a la vista, sus pestañas eran un poco más largas que las del heleno mayor, y el tonificado cuerpo moreno… Ese que ahora dejaba vislumbrar apenas un poco a través de la camisa abierta…tampoco tenía nada que envidiar al de Aioros.

Sacudió la cabeza y apartó la vista inmediatamente. No podía ser, ya había vuelto a caer. No había sido la primera vez que se fijaba en Aioria, y seguramente tampoco sería la última, pero debía controlar aquello.

No era como si no quisiera a Aioros, era obvio que le quería muchísimo y no había sufrido todo lo que había sufrido para estar con él en vano, pero seguía siendo muy difícil ignorar a Aioria, cuando era igual de atractivo que su hermano. Seguía estando ahí, y no podía evitar fijarse frecuentemente.

-      ¡A comer! – exclamó Aioros, con mucha alegría, a la vez que llevaba la gran olla de estofado a la mesa.

-      Huele muy bien – dijo Aioria, que casi se relamía los labios al ver que había preparado su hermano.

-      Pues espero que tengas hambre, porque hay mucha comida.

-      Cariño, pareces una abuelita haciendo comida de más. Solo te falta el delantal – le picó Shura, mientras se sentaba en la mesa.

-      Me da igual lo que me digas, seguro que te encantará y además llenarás hasta arriba la panza – siguió Aioros con la broma, no dejándose avasallar por su novio.

-      Yo no estoy gordo – contestó el español, entre risas.

-      Después de comer este estofado sí.

Los tres acabaron por sentarse, y el sagitariano comenzó a repartir los platos. Shura se había sentado en una punta, Aioros a su lado, y Aioria en la otra punta, por lo que el leonino y el capricorniano habían quedado frente a frente.

-      ¡Que aproveche! – les deseó el sagitariano.

-      Igualmente – respondieron los otros dos.

Fue una comida tranquila, en la que se dedicaron a comer sin hablar, y a mirar la televisión que estaba de fondo. Aioria miraba a su cuñado, a veces sin disimulo alguno, deseando que éste se diera cuenta de su insistencia, y sin tener idea alguna de que, precisamente lo que intentaba el español, era no mirarle.

-      Mírame… Por favor, mírame… - pensó Aioria, mientras que no podía despegar sus ojos esmeralda del capricorniano – Si tan solo me miraras…

En ese momento, Shura no pudo resistirse a alzar la vista hacia su joven cuñado, y sus ojos se cruzaron con los del leonino. Aioria se sonrojó, sorprendido de que le mirara, y apartó su mirada rápidamente.

El español no pudo quedar más sorprendido con aquél nuevo descubrimiento, y se quedó bastante desconcertado. ¿Por qué Aioria se había sonrojado cuando le había mirado?

Apenas unos segundos después, el leonino volvió a fijar su mirada en él, así que ambos las mantuvieron durante unos segundos.

-      ¿Qué diablos está pasando? – pensó Shura, mientras seguía mirando fijamente a los ojos de su cuñado, sin mostrar ningún disimulo por ninguna de las partes.

-      Qué vergüenza… - pensó Aioria – Pero debo aguantarle la mirada. Tiene que quedarle claro que tengo un interés en él. Sino el plan nunca podrá avanzar.

-      Ya he terminado de comer – informó Aioros muy feliz, que se levantó, cogió su plato, y se marchó a la cocina para dejarlo.

Al no estar el sagitariano, se creó un momento incómodo, ya que los dos seguían lanzándose miraditas disimuladas, pero a la vez no se decían nada con palabras. Finalmente, el español decidió cortar aquello tan extraño y también se levantó.

Aioria llevó una mano a su boca mientras sentía como sus mejillas comenzaban a sonrojarse de nuevo, y es que había estado aguantando toda su vergüenza durante un buen rato, pero eso le había valido para hacer un descubrimiento muy importante, y es que Shura había mostrado cierto interés en él, o al menos eso creía.

~~

Minutos más tarde, después de haber acabado los tres de comer, Aioros y Shura decidieron quedarse en el salón viendo una película, así que Aioria subió a su cuarto para hacer sus deberes.

Antes que nada, encendió el ordenador y se conectó a Skype además de revisar su cuenta de Facebook y de Twitter. Enseguida recibió una notificación de Skype que le indicaba que Milo y Camus querían hacer una videollamada con él.

Aceptó, y se peinó un poco el cabello con la mano antes de que sus amigos le vieran.

-      Hola Aioria - le saludó Milo con una sonrisa, aunque enseguida su rostro se volvió serio. Camus por su parte ni saludó, solo se dedicó a mirar fijamente a la cámara.

-      Hola chicos, ¿qué hay? – preguntó el leonino con una sonrisa alegre, aunque se sentía un poco desconcertado por ver a sus amigos tan serios.

-      Necesitamos hablar contigo sobre algo – dijo Camus muy seriamente.

-      Chicos… Me estáis asustando. ¿Ha ocurrido algo? – preguntó Aioria, comenzando a asustarse.

-      Lo cierto es que debemos confesar que no nos hemos podido resistir a escuchar tu conversación con tu supuesta admiradora – confesó Milo.

-      ¿Con Saori? – preguntó el castaño, incrédulo.

-      Sí… Y no nos ha hecho mucha gracia todo lo que hemos escuchado – siguió el acuariano.

-      Bueno… Tampoco os lo toméis mucho a pecho. Puede parecer malo, pero a fin de cuentas… Saori tiene razón, todo acabará bien.

-      ¡Aioria, reacciona, maldita sea! – gritó Milo enfurecido - ¡Esa chica te ha lavado el cerebro! ¡¿Cómo va a ser bueno separar a una pareja?! ¡¿Es que te has vuelto loco?!

Camus desvió la mirada, algo incómodo. El escorpiano siempre se lo tomaba todo a cachondeo y estaba haciendo bromas, pero cuando se enfadaba ardía Troya entera, y si encima chocaba con la furia del león, era mejor salir corriendo.

-      Ahora no eres capaz de entenderlo, Milo. Pero cuando todo haya acabado lo harás.

-      Definitivamente, estás majara – masculló Milo, mientras le daba un golpe a la mesa y se hacía hacia atrás en la silla, mirando hacia otro lado, enfurecido.

-      ¡Deja ya de recriminarme! ¡Ni siquiera sabes cómo me siento! – gritó Aioria, al cual los reproches de su amigo ya comenzaban a hervirle la sangre - ¡Si quisieras mucho a alguien y no pudieras tenerlo me entenderías!

-      No Aioria, ni aun así entendería lo que tú quieres – continuó Milo, que volvió a sentarse bien y se acercó a la cámara con mirada fija – Por el amor de Dios, quieres quitarle el novio a tu hermano, pretendes romper una relación – explicó el escorpiano pausadamente, para tratar de hacer entender a su amigo – Y por si no fuera poco harás daño a tu hermano. Y ya para rematar, ni siquiera sabes si Shura está interesado en ti, cosa que es poco probable, ya que para algo ya está saliendo con tu hermano.

-      No hables sin saber… - respondió el leonino fríamente.

-      ¿Y qué se supone que debo saber, entonces? – dijo Milo, cruzando una pierna sobre otra y entrelazando sus manos sobre la mesa, mientras miraba directamente a su amigo.

-      Creo que le gusto a Shura.

-      No es posible… - intervino Camus, por primera vez después de un buen rato de haber estado de observador de la discusión entre sus dos amigos.

-      ¿En qué te basas para saber eso? – preguntó Milo.

-      Yo… Bueno, hoy se ha quedado a comer a casa, y me he dado cuenta de que me mira mucho... – confesó el leonino, sonrojándose al mismo tiempo que lo decía.

-      ¿Te has dado cuenta de que pueden ser simples paranoias tuyas al estar obsesionado con él? – dijo el escorpiano.

-      Milo… Frena, no seas tan duro – le regañó Camus, pues consideraba que el tema debía ser tratado con delicadeza, y Milo ya le estaba metiendo demasiada caña al leonino y estaba siendo muy agresivo verbalmente con él, lo que podía acabar dañando sentimentalmente al castaño - ¿Estás seguro de eso, Aioria?

-      Te lo juro, Camus. No daba crédito. Ha estado la mayor parte del tiempo mirándome.

-      Esto es extraño… - dijo el francés, reflexionándolo.

-      Bueno, suponiendo el caso de que le gustaras – dijo Milo - ¿Qué más da eso? Quiero decir, está con tu hermano, y puedes hacerle daño.

-      ¡No le haré daño! – se defendió Aioria – Bueno… Puede que un poco, pero para eso estará Saori, para conquistarle y evitar todo su sufrimiento. Será feliz con ella, es una chica maravillosa.

-      Ja, una chica maravillosa dice… - rio Milo, pues ya no sabía realmente si reír o llorar – Y la acaba de conocer apenas hace unas horas, ¿sabes? – se burló, hablando más bien para sí mismo.

-      Paso de tus absurdos comentarios – dijo Aioria, muy fríamente, y a la vez muy cabreado.

-      Bueno, ya que tanto dices que tu hermano será feliz con Saori… ¿Lo crees firmemente? – preguntó Milo, mirando de nuevo a su amigo.

-      Sí. Está claro que ella está muy enamorada de él, sino no se molestaría en hacer todo esto.

-      Sí, sí, es muy bonito que la loca esa esté tan enamorada de tu hermano hasta el punto de cometer toda esta locura psicópata y a la vez arrastrarte con ella, pero... ¿Cómo es posible que creas que tu hermano será feliz con ella…si es homosexual?

Ante eso, el leonino no pudo hacer más que callarse. Ya había reflexionado sobre eso, y era lo que no acababa de cuadrarle en toda aquella historia.

-      Podría ser bisexual y no saberlo – respondió Aioria en su defensa.

-      Lleva un montón de tiempo enamorado de Shura – intervino esta vez Camus, que realmente apoyaba el alegato de Milo – Y antes de eso nunca le había gustado nadie más. No creo que sea bisexual.

-      Precisamente es una buena razón, porque lleva mucho tiempo enamorado de Shura ha estado ciego, se ha centrado solo en eso, y no ha podido ampliar su abanico de posibilidades – dijo Aioria – Por eso, quizá pueda acabar gustándole Saori.

Milo y Camus se quedaron callados y mirando fijamente a Aioria, que comenzaba a sentirse terriblemente incómodo con todo aquello.

-      Bueno… ¿Decid algo, no? – preguntó el castaño.

-      Haz lo que quieras, Aioria – dijo Milo, con pasotismo, pues realmente ya estaba cansado de esa discusión – Paso de decir nada más, si tú quieres seguir con esta locura, adelante. Al fin y al cabo, tú y solo tú vas a ser responsable de tus actos, y de las consecuencias que estos acarreen.

-      Exactamente – dijo el leonino, muy convencido.

-      Tengamos la fiesta en paz, entonces – pidió Camus, al que no le molaba nada todo el mal rollo que se había creado entre sus dos amigos – Y que cada uno piense y actúe como crea conveniente.

-      Sí… Realmente va a ser lo mejor para todos – respondió el escorpiano.

Después de tan intensa discusión, los tres amigos intercambiaron algunas palabras más, pero como el ambiente ya se había tensado por lo de antes, decidieron dejar la conversación y acordaron en verse al día siguiente en el instituto.

Aioria terminó de hacer algunos deberes que tenía acumulados, y después se quitó la camisa del uniforme, quedando con el torso desnudo, y cogió su pijama pues iba a ir a la ducha ya.

Al girar el pomo de su puerta y abrirla, se encontró de frente con el capricorniano, como si éste justo hubiera estado a punto de abrir la puerta de su cuarto también y él se le hubiera adelantado.

-      Shu-Shura… - el leonino no pudo evitar sorprenderse, pues no esperaba tal aparición nada más intentar salir de su habitación.

-      Lo siento… - se disculpó el español, al que la vista le traicionó y no pudo evitar posar su mirada sobre el tonificado torso del castaño – Venía para despedirme, me voy ya.

-      Oh, está bien. Nos vemos mañana – respondió Aioria sonrojado, pues también había presenciado como Shura le ojeaba el torso. Por muchas cosas que dijera Milo, estaba convencido, no eran paranoias suyas, el capricorniano le observaba muy detenidamente.

Los dos se estrecharon la mano amistosamente, y acto seguido, Shura se marchó lo más rápido que pudo de allí. Aioria necesitó unos segundos para recomponerse, pero finalmente logró llegar al baño para ducharse.

Cerró la puerta a la vez que echaba el pestillo, y se apoyó de espaldas a ella, lanzando un largo suspiro. Llevó una mano temblorosa a su pecho, pues el corazón le latía a mil por hora y sentía sus mejillas ardiendo.

-      Shura, vas a ser mío.

Al día siguiente…

Aioria se dirigía al instituto como cada mañana, aunque últimamente lo hacía sin la presencia de su hermano, pues al ir éste siempre con Shura, tampoco quería hacerles de aguanta velas.

Ese caminito hacia su institución le dio tiempo para seguir reflexionando sobre lo que había pasado el día anterior, y sobre los pasos que iba a tener que dar a partir de ahora, pues que Shura hubiera demostrado un interés por él, tampoco quería decir que fuera a ser fácil separarle de los brazos de Aioros.

-      Aioria, vives en la inopia últimamente.

El castaño alzó los ojos del suelo, y se encontró con los ojos intimidantes de Camus. Inconscientemente ya había llegado al instituto, pero inmerso en sus pensamientos, ni se había dado cuenta.

-      Tan solo estaba pensando… - respondió el castaño, en un hilillo de voz.

-      ¿En Shura? – preguntó Milo, con una sonrisa socarrona.

-      Milo, dijimos que tendríamos la fiesta en paz. No más bromas ni burlas – ordenó Camus.

-      Eh, yo estoy muy tranquilo, y tampoco pensaba decir nada más. ¿Pero es que acaso no puedo preguntar simplemente eso? Además, es obvio que sí estaba pensando en eso.

Camus rodó sus ojos, signo de que se sentía molesto, pues Milo estaba irritable desde el día anterior.

-      Cuando dejes de estar tan irritable, avisa – le pidió el acuariano.

-      ¿Yo, irritable? – preguntó el escorpiano, incrédulo – Si eres tú el que siempre se está quejando y lleva esa cara de amargado – añadió, con una sonrisilla – Te saldrán arrugas a muy temprana edad.

-      Bueno… Al menos has mostrado una sonrisa, ya ha vuelto parte del Milo verdadero – respondió Camus.

-      ¿Acaso hay un yo falso por ahí? – preguntó Milo – Porque si es así dímelo, que no vivirá para contarlo.

El acuariano no pudo evitar que se le escapara una sonrisa ante las tonterías de Milo, y al final los tres acabaron riendo, pues Aioria tampoco había podido resistirse.

-      Cuantas risas por aquí, ¿alguien ha contado un chiste gracioso?

Los tres se sobresaltaron al ver repentinamente a Aioria y Shura, cogidos de la mano y a su lado. Aioria miró a su cuñado, y éste hizo lo mismo, así que los dos cruzaron miradas y acto seguido las desviaron, avergonzados. El único que fue testigo de eso fue Milo, que como siempre, seguía igual de observador y meticuloso con todo.

-      Milo, que como siempre está diciendo bobadas – explicó Camus, en vista de que Aioria se sentía demasiado avergonzado para contestar en presencia de Shura, y de que su amigo Milo se había quedado callado repentinamente.

En ese momento, sonó el timbre y todos miraron hacia la puerta del instituto, por la cual ya comenzaban a entrar todos los estudiantes.

-      Bueno, parece que es hora de entrar – dijo Aioros – Y no sería muy buena idea hacerlo, teniendo en cuenta que os está vigilando el encargado de la disciplina – añadió el sagitariano bromeando, pues él estaba tan feliz, alegre y lleno de energía como siempre.

Los demás asintieron entre risas y entraron, Shura y Aioros yendo delante, y el ex trío de espías detrás, por lo que Aioria no podía quitarle ojo a su cuñado.

De repente, notó una mano que le cogía del brazo y le arrastraba hacia atrás, por lo que se separó del grupo obligadamente. No se sorprendió demasiado al ver que era Saori, pues ya se imaginaba algo así.

-      ¿Qué ocurre? – le preguntó el castaño.

-      Quería saber si haces progresos con Shura – le explicó la virginiana.

-      Bastantes, a decir verdad.

-      ¿En serio? ¿Tan pronto? – preguntó Saori muy sorprendida, y comenzaron a brillarle los ojos de emoción – Cuenta.

-      Bueno, pues he estado observándole, y me he dado cuenta de que me mira mucho. Casi podría decir que todo el tiempo.

-      ¡Uo, eso es genial, Aioria! – exclamó Saori muy contenta, a la vez que daba saltitos de emoción. El leonino no pudo evitar fijarse en que sus enormes pechos saltaban rítmicamente y se maldijo - un poco por haberse fijado en eso - ¿Qué miras? – preguntó de repente, y muy fríamente Saori.

-      ¿Eh? Nada… - respondió el leonino, sonrojándose.

-      No vuelvas a mirarme los pechos – amenazó la virginiana, a quién su lado yandere-psicópata ya comenzaba a salir a la luz.

-      Solo ha sido un acto reflejo, lo juro – se excusó Aioria, demasiado sonrojado y nervioso – Ya sabes que me gusta Shura, no me van esas cosas.

-      Más te vale – dijo la virginiana tajantemente, aunque al ver que comenzaban a pasar alumnos por su lado, cambió su expresión psicópata por una totalmente inocente, y con una sonrisa encantadora – Bueno mi querido futuro cuñado, ya seguiremos hablando de esto, pero de momento ya sabes cómo tienes que proceder – añadió, dándole unas palmaditas en el hombro al griego.

-      S-Sí, claro… - tartamudeó Aioria, pues a pesar de que estaba aliado con ella, no quitaba que le diera realmente miedo el verla cambiar de psicópata a persona encantadora tan repentinamente y como si no hubiera pasado nada.

-      Nos vemos luego, entonces – se despidió la virginiana, y comenzó a alejarse por el pasillo, meneando su falda de un lado a otro.

-      ¡E-Espera, Saori! – gritó el leonino, alzando una mano al frente.

-      ¿Sí? – preguntó la virginiana, que se giró hacia él con una mirada muy seductora que volvió a desconcertar totalmente al castaño.

-      ¿Has hecho tú progresos con mi hermano?

-      Aún no, pero… No te preocupes, de una forma u otra acabará cayendo a mis pies – aseguró Saori, y luego volvió a alejarse de espaldas a él mientras se despedía con la mano – Ciao.

Mientras que Aioria iba a su clase, Saori también se dirigía a la suya, pero tuvo la grata sorpresa de que justo cuando iba a entrar, el sagitariano salía por la puerta.

-      Encargado de la disciplina, ¿tan pronto decides irte de clase cuando aún ni siquiera ha comenzado? – le preguntó la virginiana de forma seductora.

Aioros se sorprendió muchísimo, pues nunca había visto a Saori tan lanzada, pero aun así esbozó una encantadora sonrisa.

-      Parece que alguien se ha levantado menos tímida esta mañana – dijo Aioros, a la vez que revolvía cariñosamente el cabello de la pelilila.

El cuerpo de la virginiana tembló de pies a cabeza, y sus mejillas se tiñeron de rojo automáticamente. Ojalá su senpai no parara de hacer eso nunca.

-      Bueno… Supongo que ya hay más confianza, pero ahora que lo has recordado… - dijo Saori, que aprovechó su sonrojo para ponerse tímida de nuevo, y comenzó a balancear sus pies, haciendo ver que estaba nerviosa, y agachó su cabeza como si estuviera avergonzada.

-      Ey, no hace falta avergonzarse de nuevo, claro que hay confianza – respondió el sagitariano, muy contento – Es más, me gusta mucho más esta nueva Saori.

Los ojos de la virginiana se abrieron de repente, sorprendidos. ¿Había dicho que eso le gustaba? Entonces a partir de ahora debería esforzarse mucho más.

-      Tú siempre tan amable… - respondió Saori, emocionada por las palabras de su senpai, y se abrazó a él repentinamente, pues… Él había dicho que tenían confianza, ¿no? Así que podía permitirse hacer eso.

-      Por supuesto, tú siempre lo eres conmigo – contestó el castaño, acariciándola el cabello.

Saori hundió la cabeza en el pecho de Aioros, pues notaba como todo su cuerpo temblaba bajo las caricias del sagitariano, y no estaba pudiendo evitar sonrojarse.

-      Bueno… - dijo Aioros, separándose de ella repentinamente – Voy al servicio, ves entrando a clase.

-      Puedo acompañarte – dijo Saori, no queriendo separarse de él para nada.

-      No hace falta… Luego nos vemos – insistió el sagitariano, a la vez que comenzaba a alejarse, hasta que desapareció.

La virginiana se quedó mirando hacia el punto por donde había desaparecido, con una expresión muy triste. Instantáneamente su rostro pasó de la tristeza al enfado, pues las cosas con Aioros no estaban saliendo tan bien como ella había planeado.

Al entrar a clase, ubicó al capricorniano al final, como siempre, y le lanzó una mirada fulminadora, tanto, que si sus ojos mataran Shura ya estaría frito en estos momentos, y acto seguido se dirigió a su sitio como si no hubiera pasado nada. El español, por su parte, ni se dio cuenta de este hecho pues había estado entretenido mirando por la ventana.

Horas más tarde…

Había llegado la hora del recreo, y como siempre, todos se ubicaban bajo el cerezo del patio del instituto para comer sus almuerzos y charlar. Ésta vez, se les habían unido y Aldebarán y Kanon, pues algunas veces preferían ir independientemente por su cuenta, pero ésta vez habían decidido unirse al grupo.

Mientras todos charlaban entre ellos, reían, y comentaban las cosas acontecidas durante el día, Kanon había preferido abstenerse y se encontraba marginado en un rincón, mirando su móvil y comiendo su bocadillo de forma silenciosa.

-      Eh, Camus – se le acercó Milo, con una sonrisilla en los labios.

-      ¿Qué ocurre ahora? – preguntó Camus, sin despegar los ojos de su libro, pues estaba en una parte muy interesante, y de seguro su amigo solo se le había acercado para decirle cualquier gilipollez, como siempre.

-      Kanon está muy solito, ¿por qué no vas a hacerle compañía?

Sí, se había acercado por una gilipollez.

-      No me apetece, ¿por qué no vas tú?

-      Vamos, seguro que tu compañía le es más grata que la mía.

-      ¿Peleándonos como nos peleamos cada día? – preguntó Camus alzando la vista hacia el escorpiano, y con los ojos entrecerrados – Yo creo que no.

-      Vamos… No seas antisocial.

-      Prefiero serlo a hacer algo que no quiero.

-      Jo… Qué aburrido… - dijo Milo, poniendo voz de niño pequeño e inflando las mejillas de forma muy infantil.

Enseguida vieron como el español se acercaba a su amigo, y se sentaba a su lado para preguntarle qué le pasaba, pues él también estaba preocupado.

-      Kanon, te veo muy alejado del grupo hoy. ¿Ocurre algo?

-      No tiene importancia Shura, no te preocupes – respondió el geminiano, sin cambiar esa expresión perdida que se había instalado en su rostro.

-      Vamos, sabes que soy tu amigo y puedes contarme lo que quieras. No me gustaría no ser conocedor de que te pasa algo pudiendo ayudar.

-      El problema está en que no puedes hacerle nada – insistió el griego – No es algo que tenga solución, por eso, no te preocupes.

-      ¿Cómo quieres que no me preocupe si llevo viéndote todo el rato con esa expresión tan sombría?

-      No es algo malo que me haya sucedido, es más bien un hecho que no puedo cambiar… - dijo Kanon, tratando de expresarse como podía – Da igual, si, al fin y al cabo, pronto lo descubrirás.

-      ¿En serio? – preguntó el español, muy sorprendido.

En ese momento, y sin que ninguno lo esperara, sonó el timbre, hecho que hizo que la expresión del rostro de Kanon se agravara.

-      Sí. Demasiado pronto al parecer…

Todos se fueron levantando poco a poco del césped, pues ya les tocaba ir a clase, lo quisieran o no, y comenzaron a dirigirse ordenadamente hacia la puerta de la institución.

Nada más entrar, les alarmaron un montón de gritos, mayoritariamente femeninos, que provenían del fondo del pasillo.

-      ¿Habéis oído eso? – preguntó Shura, muy sorprendido.

-      Sí – respondieron a la vez Aioros y Aioria, por lo que se miraron un poco extrañados y confusos.

-      No comprendo cuál podría ser el motivo por el que tantas chicas juntas griten al unísono y de una forma tan escandalosa en medio del pasillo – opinó Camus, mientras ajustaba sus lentes.

-      Ni idea, pero… ¿Quién se apunta a venir conmigo? – preguntó Milo, con una sonrisa traviesa.

-      Todos, ¿no? Es obvio que queremos saber – se unió Aioros – Y, al fin y al cabo, soy el encargado de la disciplina, si hay un desorden general deberé hacerme cargo.

-      No hará falta que vayáis a ver… - dijo Kanon, en un hilillo de voz, y mirando hacia el suelo muy seriamente.

-      ¿Y eso? – quiso saber Aldebarán.

El geminiano señaló hacia el frente, y todos miraron hacia esa dirección. Pudieron ver a un gran grupo de chicas, que iban siguiendo a un chico, pues éste iba al frente de todas ellas.

Observaron que el nombrado, era de estatura altísima. Vestía unos zapatos de salón negro muy elegantes que repiqueteaban contra el suelo cada vez daba un paso sobre él. Además, iba provisto de un elegantísimo traje negro y camisa blanca que se le ajustaban perfectamente a su proporcionadísimo y tonificado cuerpo.

Una larga melena lisa y de color entre azulado y violeta le caía en cascada por toda la espalda hasta casi llegar a los muslos, y sus ojos verdes, que podrían compararse a dos bellas esmeraldas, eran enigmáticos, hipnóticos, y profundos. Por último, esa bella sonrisa que llevaba dibujada en su rostro y que les dedicaba a esas chicas que habían suspirado por él nada más verle, le hacía demasiado encantador e irresistible.

Solo había un único problema a esta maravillosa aparición, y que rondaba por la cabeza de todos los presentes que estaban contemplando la escena.

-      Es…idéntico a Kanon – dijo Camus, quién creía que sus ojos le estaban jugando una muy mala pasada. ¿Alguien idéntico al geminiano? ¡No, por favor!

-      K-Kanon… ¿Ese es tu hermano gemelo? – preguntó Aldebarán, girándose hacia su amigo en busca de respuestas.

-      Sí… - respondió el geminiano, lanzando un largo suspiro con un amargo sabor a frustración.

-      Nunca nos dijiste que tuvieras un gemelo – dijo Shura.

-      Precisamente porque prefería evitar que este momento llegara. Por eso estaba tan raro antes – le explicó al capricorniano – Mi hermano se acaba de apuntar hoy a este instituto.

-      ¿Por qué no querías que este momento llegara? – quiso saber Milo.

-      No es que me lleve mal con mi hermano, pero… Tenemos diferentes formas de ver la vida.

-      Bueno, entonces debo suponer que el hermano será más decente… - murmuró Camus por lo bajo, por lo que solo le escuchó su querido amigo escorpiano.

-      ¿Ya está saliendo tu vena antisocial de nuevo? – le preguntó Milo, con una sonrisilla.

-      No, pero si ahora encima tengo que aguantar a un segundo Kanon, al menos me alegro de que sea un poco más decente – respondió el acuariano.

El hermano gemelo de Kanon se les iba acercando poco a poco, y cuando les vio, pareció sorprenderse mucho. Inesperadamente, sus ojos se centraron en Aioros, y para sorpresa de todos, corrió hacia él.

-      ¡Casi no puedo creerlo! Me habían dicho que estabas en este instituto, pero… ¡Casi parece un milagro verte de nuevo, Aioros! – exclamó Saga, muy entusiasmado mientras se acercaba a él sin ningún pudor.

-      ¿P-Pero quién eres tú…? – preguntó el sagitariano confuso, pues no entendía de qué demonios le conocía, pero no pudo acabar su frase ya que el geminiano se le acercó y le plantó un beso en los labios sin miramiento alguno.

La cara de sorpresa de todos estaba como para pintar un cuadro entero, pero el gesto de boca torcido de Shura, y sus ojos verde bosque llenos de ira se clavaron en Saga.

Notas finales:

Sé que me vais a matar por la intriga con la que he dejado esto X'), pero aún así espero que os haya gustado, y pronto descubriremos cómo es que Saga conocía ya a Aioros y por qué le ha besado jaja 

¡Besos y abrazos!

PD: He de agradeceros todo el apoyo que me dáis, en serio, os valoro muchísimo, a pesar de lo muchísimo que tardo en actualizar por falta de tiempo, siempre seguís ahí, leyéndome, así que no podría estar más agradecida TT. Mil gracias, de verdad <3. Tengo unos lectores que valen oro. 


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