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Polos opuestos por gorgobina

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Aquí os traigo el nuevo capitulín, aunque he de decir que creo que no le quedan muchos más a esta historia, pues está avanzando más rápido de lo que yo había calculado.

Aún así espero es os guste, pues me he divertido mucho escribiéndolo, y he de decir que a la escena final le he puesto mucho cariño :P. También puede que en algunas partes sea algo confuso ^^', pues según que cosas se me mezclaban con otras y me costaba bastante escribirlas, pero ahí va el resultado. Espero que os guste.

CAPÍTULO 11: ¿Triunfará el amor?

El puñetazo que Shura le profirió a Saga fue tan fuerte que incluso hizo retroceder al geminiano a la vez que se tocaba la mejilla adolorida con la mano.

-      ¡Bastardo de mierda! ¡¿Se puede saber qué haces besando a mi novio delante de mis narices?! – gritó muy enfurecido el español.

-      ¿Todavía sigues pensando que el hermano es más decente? Yo después de ver esto casi creo que Kanon es bueno – le susurró Milo a Camus.

-      Me redimo en mi declaración – dijo Camus – El hermano es aún peor, pero eso no quita que el otro siga siendo un imbécil. Así que, simplemente, me abstendré de tener trato alguno con cualquiera de los dos.

-      Qué radical… - opinó Milo.

Saga, sorprendido, continuó tocando su mejilla adolorida a la vez que miraba muy fijamente a Shura.

-      Ey, tranquilízate chico… No tenía ni idea de que Aioros era tu novio, de lo contrario nunca hubiera hecho algo así. Pero debo pedirte disculpas entonces, me siento terriblemente avergonzado – se disculpó el geminiano muy cortésmente.

Todos miraban a Saga, pues aún seguían sorprendidos después de lo ocurrido. Pero Camus, en especial, y a pesar de que le hubiera dicho eso a Milo, no podía dejar de analizar al geminiano, pues sentía algo en él fuera de lo común. Su porte y elegancia eran indiscutibles, era atractivo y tenía una voz muy masculina, serena y harmoniosa, y a pesar de lo sucedido hacía unos instantes, parecía tener buenos modales, e incluso su disculpa había sonado realmente sincera.

-      Tiene que haber una explicación a todo esto. No creo que simplemente lo haya hecho por joder – le dijo Camus a Milo.

-      ¿Eso crees? – le susurró Milo, pues a pesar de todo, llevaban todo el rato hablando en susurros para que los demás no les escuchasen – Lo cierto es que yo tengo muchas teorías, a cada cual más retorcida…

-      Explícate.

-      Mi primera teoría es que por algún motivo en particular, Kanon le debería una Shura por algo sucedido en el pasado y le hubiera pedido a su hermano que montara toda esta parida para hacerle daño.

-      No lo creo, Kanon ha estado todo el día muy mal. No puede haber estado fingiendo.

-      Camus… Eres demasiado inocente, no sabes de lo que la gente es capaz cuando quiere vengarse.

-      … Bueno, ¿y la segunda teoría?

-      Idea de Saori. Que hubiera pactado con este chico para que alejara a Aioros de Shura.

-      Son teorías demasiado retorcidas, Milo. Sinceramente, creo en que debe haber una historia detrás de todo esto, pero nada que ver con una venganza.

-      Lo siento, mi mente es retorcida – respondió Milo, con una sonrisilla.

Mientras, todos los demás seguían observando a los protagonistas de la contienda: Saga, Shura y Aioros. Kanon, por su parte, se sentía terriblemente avergonzado de su hermano, pero prefería abstenerse de todo porque no quería tener que involucrarse en los asuntos de su gemelo.

-      ¡¿Y te atreves a hacerte la víctima?! – siguió Shura, demasiado enfurecido y fuera de sí, poseído por una furia bestial - ¡Por mucho que no lo supieras, ¿te atreves a ir por ahí besando a quien se te antoje?!

El capricorniano estaba tan enfadado que trató de abalanzarse sobre Saga, pero Aldebarán le retuvo, y como era mucho más grande y más fuerte que él, pudo hacerlo sin problemas.

-      Cálmate Shura, no llegarás a nada con la violencia. Déjale explicarse – le recomendó el taurino.

Al español, a pesar de sentirse impotente, no le quedó más remedio que hacer caso a su amigo y calmarse. Aioros, por su parte, que aún seguía sorprendido por los acontecimientos, se acercó a Saga bastante sonrojado, pues a pesar de todo, no todos los días te besa un desconocido muy apuesto.

-      Oye, escucha… - dijo el sagitariano, muy nervioso – No sé de qué me conoces, pero te aseguro que por más que lo logro no intento recordar quién eres. Ni tan solo lo hice cuando vi a tu hermano por primera vez, y como tampoco me había hablado de que tuviera un gemelo…

-      ¿Así es como tratas a tu hermano, Kanon? ¿Dejándolo en el anonimato? – preguntó Saga de brazos cruzados, mirando directamente a su gemelo.

-      Tranquilo Saga, a ti no te hace falta que hablen de ti. Ya acaparas la atención de todo el mundo siempre allá a dónde vas tu solito – respondió el geminiano menor, algo molesto.

-      Vamos… Me harás quedar como un vanidoso delante de tus amigos – sonrió Saga de forma encantadora.

-      ¿Y no es así como eres? – le recriminó Kanon.

La sonrisa del gemelo mayor se ensanchó más y cerró sus ojos a la vez que seguía de brazos cruzados.

-      Ay la envidia… Qué mala que es… Es tu peor defecto, mi querido hermanito menor.

Kanon apretó sus puños con fuerza, pues su hermano comenzaba a mosquearle mucho y le estaban entrando unas ganas terribles de pegarle un puñetazo. Pero no, no iba a caer en su trampa, eso era lo que él quería y no pensaba dárselo, así que simplemente dio media vuelta y se fue del pasillo.

Aldebarán también observó con detenimiento a Saga. Aquello no le gustaba nada, y algo le olía muy mal, así que también se fue, siguiendo a su mejor amigo, para animarle y brindarle su apoyo.

-      Cielos… Parece que he creado un poco de mal rollo sin buscarlo… - se lamentó Saga, a la vez que rascaba su cabeza – Todos parecen querer irse de la fiesta.

-      O-Oye, pero… Respecto a lo que hablábamos antes… - intervino Aioros, algo desconcertado pues ese chico le provocaba esa sensación.

-      Ah sí, perdona – se disculpó el geminiano, y buscó algo en sus bolsillos – Toma.

Le entregó una fotografía, que el sagitariano miró atentamente, y enseguida sus ojos se abrieron como platos.

-      Oh dios mío.

-      Déjame ver – le pidió Aioria, que le quitó la fotografía de las manos.

Shura, Camus y Milo se le unieron para mirarla también. Al notar como la cara de Shura estaba tan cerca de él, y que sus brazos se rozaban, comenzó a temblar un poco.

En la fotografía en cuestión, salía Aioros de pequeño, cogido de la mano de otro niño que se veía claramente que era Saga.

-      ¿Entonces tú eres ese Saga? ¡No puedo creerlo! – exclamó Aioros muy emocionado, que se abrazó al geminiano.

Shura se quedó flipando, mientras que los demás se quedaron observando y sin saber qué decir.

-      Lo lamento, me ha invadido la emoción – respondió el sagitariano, mientras se separaba lentamente de Saga algo avergonzado.

-      ¿Entonces puedes desvelarnos ya el maldito misterio? – preguntó Aioria, que se sentía realmente intrigado, al igual que los demás.

-      Saga es mi amigo de la infancia. Cuando éramos pequeños siempre estábamos juntos, éramos prácticamente como uña y carne – respondió el castaño mayor, muy contento y sonriente – Quizá tú, Aioria, no le recuerdes porque eras demasiado pequeño.

-      Pues no, no le recuerdo en absoluto – respondió el leonino con frialdad.

-      ¿Y el beso? – preguntó Shura, que seguía muy serio.

-      Ahm… Eso… - respondió Aioros, algo avergonzado y rascando su cabeza – Bueno… Digamos que Saga y yo tuvimos un pequeño romance cuando éramos niños…

-      ¡¿Qué?! – preguntaron todos los demás al unísono, asombrados.

-      Y lo pasamos muy bien… - le susurró Saga a Aioros al oído, de forma muy picarona, cosa que hizo enrabietar a Shura de nuevo.

-      ¡Pero no penséis nada raro! – exclamó el sagitariano, bastante sonrojado – Teníamos unos cinco años… Era simplemente un amor infantil e inocente, tan solo nos dábamos unos *picos de vez en cuando…

-      Okey, esto es raro – dijo Milo.

-      Sí… - le siguió Camus.

-      ¡Pero de eso hace mucho tiempo! – exclamó el sagitariano, haciendo aspavientos con las manos.

-      Pues por lo visto tu amigo no opina lo mismo… - contestó el español, mirando con recelo a Saga.

-      Ey, yo no sabía que Aioros tenía novio – se defendió el geminiano.

-      Pues ahora ya lo sabes – dijo Shura, que cogió a su novio de la mano y lo atrajo hacia él – No quiero que vuelvas a acercarte a él.

-      Está bien, está bien, tranquilo.

Mientras, Aioria miraba disimuladamente a Saga. Si el geminiano seguía interesado en Aioros…podría ser la baza perfecta para separar a su hermano de Shura. Y cuando el capricorniano estuviera triste por la ruptura, él podría entrar en escena para consolarle, y ya se sabe que cuando alguien está débil y triste por una ruptura…es más fácil de seducir.

-      ¿Pero en qué estoy pensando? Ya me estoy volviendo igual de retorcido que Saori… - pensó el leonino.

Y hablando de la loca yandere, precisamente se encontraba no muy lejos de allí, oculta entre uno de los pilares del pasillo y espiándolos muy de cerca. Lo había visto absolutamente todo. Desde la escenita del beso con Aioros, hasta la discusión con todos los demás, e incluso se había enterado de la historia infantil entre esos dos. Y no, no le había gustado nada.

-      Ese maldito… - susurró, mientras miraba con odio a Saga a la vez que apretaba su puño muy fuertemente – Tengo que quitármelo de en medio como sea. Si seduce a Aioros, será un obstáculo más en mi camino para conquistarle, y no me lo puedo permitir.

Poco rato después, todos habían entrado ya a sus respectivas clases, pues no podían permitirse saltárselas, y la cosa había quedado tal cual como la habían dejado. Saga, al parecer, asistía a la misma clase que su hermano gemelo, cosa que alivió a Shura pues no tendría que aguantarle en clase.

Sin embargo, al acabar la jornada escolar, el gemelo mayor esperó a Aioros en la puerta de su clase.

-      Oh, hola Saga – saludó el castaño, sonriente.

-      ¿Otra vez tú aquí? – preguntó el capricorniano, muy mosqueado y con cara de pocos amigos.

-      Ey, que Aioros sea tu novio no quiere decir que no pueda ser su amigo y hablarme con él – le reprochó Saga – Al fin y al cabo, le conocí antes que tú.

Shura se enrabietó y apretó sus puños fuertemente.

-      Calma Shuri, Saga tan solo es mi amigo – trató de tranquilizarle el sagitariano.

-      Un amigo demasiado cercano… - respondió el español, cruzándose de brazos y mirando hacia otro lado.

-      ¿Sabes que no es nada cool mostrarse como un novio tan celoso? – le picó Saga.

-      Mira, no me mosquees más porque te juro que… - amenazó el capricorniano.

-      Ya – interrumpió Aioros se forma radical y severa, pues no le estaba haciendo ninguna gracia la situación – Parad.

Sus dos acompañantes le miraron completamente callados.

-      ¿Qué querías, Saga?

-      Bueno, me acabo de enterar de que eres el encargado de la disciplina – dijo el geminiano, con una sonrisilla – Esperaba que pudieras enseñarme el instituto, ya que acabo de llegar nuevo, y ya de paso que pudiéramos charlar un rato juntos y ponernos al día, pues hacía mucho que no nos veíamos… Pero visto el panorama, no sé yo si va a ser posible – añadió Saga, mirando de reojo a Shura.

Aioros se giró hacia Shura.

-      ¿Te importa que me quede un rato con él?

Shura suspiró, se descruzó de brazos y se levantó de la pared donde había estado apoyado.

-      Está bien, haz lo que quieras – respondió el español, ya desistiendo – Me iré con Aioria, así le acompaño a casa.

-      Gracias amor.

El sagitariano cogió a su novio de la cintura, y le dio un dulce beso en los labios. Luego se separaron, y mientras que Shura salía del instituto, ellos se adentraban.

El español se posicionó en la puerta de entrada, y se fumó un cigarrillo mientras que esperaba a su pequeño cuñado. El trío de espías, cuando ya estaban saliendo por la puerta, se sorprendieron muchísimo al ver que Shura les esperaba.

-      ¿N-Nos espera sin mi hermano? – preguntó Aioria, sorprendido.

-      Qué extraño… - dijo Camus, al que aquello no le daba buena espina.

El castaño se adelantó rápidamente hacia el español, mientras que los otros dos trataban de seguirle el ritmo.

-      Shura… ¿y mi hermano? – le preguntó Aioria.

-      Se ha quedado enseñándole el instituto a Saga – respondió el español, a la vez que daba la última calada y tiraba el cigarro al suelo y lo pisaba – Y al parecer tienen muchas cosas que contarse.

-      Pero…

-      Déjalo, Aioria – dijo Shura, dando a entender que no quería hablar de ello – Te he esperado por si querías que te acompañara a casa, pero si prefieres ir con tus amigos lo entenderé, no pasa nada.

El castaño miró rápidamente a sus dos amigos, y luego le sonrió a Shura.

-      No, no, si Camus y Milo ya se iban por su cuenta, ¿verdad chicos? – preguntó Aioria, muy sonriente.

Sus dos amigos se quedaron flipando, pues eso era totalmente falso. Estaba claro que Aioria quería deshacerse de ellos para irse a solas con Shura, y no sabían si sería bueno permitir eso.

-      Pero… - trató de decir Camus.

-      ¡Hasta mañana, chicos! – se despidió el leonino muy sonriente, y se fue con su cuñado.

-      Será cabrón… - dijo Milo, aunque medio en broma pues en el fondo todo aquello le hacía gracia – Nos abandona por su enamorado.

-      Esto no va a acabar bien… - comentó Camus, ajustándose sus lentes con el dedo.

-      ¿Cuál es tu conclusión?

-      Saga tratando de seducir de nuevo a Aioros, Shura rebotado porque le haya dejado solo y yéndose con Aioria… Aioria tratando de aprovecharse de la situación para conquistar a Shura… Y no creo que a Saori le haya hecho mucha gracia lo de Saga.

-      Tienes razón…

-      ¿Hablabais de mí?

Los dos se sobresaltaron y se giraron los ojos abiertos como platos. Detrás suyo tenían a Saori, que tenía los brazos puestos en la espalda, y les miraba con sonrisa inocente.

-      Ah… Hola… - dijo Milo asustado.

-      C-Creo q-que aún no-no-no nos conocemos – tartamudeó Camus, al que la sola presencia de Saori y el saber que los había escuchado le acojonaba.

-      Ya veo que Aioria os lo ha contado… - siguió la virginiana, con una sonrisa espléndida – Un gusto conoceros, pero espero que sepáis guardar el secreto.

-      C-Claro… - respondió el escorpiano.

-      Ah, y en cuanto podáis, decidle a Aioria que mañana tengo que hablar con el urgentemente.

-      Vale – respondió el acuariano.

Saori ensanchó su sonrisa, y luego se despidió a la vez que entraba apaciblemente al instituto.

-      ¡E-Espera! ¿Dónde vas? ¡Las clases ya han terminado! – trató de detenerla Milo, pues en el instituto ya solo quedaban Aioros y Saga, y temía que las intenciones de la virginiana fueran hacerle algo al geminiano.

-      Lo sé, pero… He olvidado algo en mi taquilla... – respondió Saori, con otra sonrisa encantadora – Hasta mañana, chicos…

Cuando la virginiana subió las escaleras de entrada, se cruzó con Shaina que justamente las bajaba para salir. Saori le dirigió una mirada asesina, y luego continuó su camino como si no hubiera pasado nada, mientras que Shaina se quedó petrificada, y se giró para quedársela mirando.

Milo torció el labio y corrió hacia Shaina para cogerla de la mano y sacarla del instituto.

-      Aléjate de ella…

-      Pero… Me ha mirado con cara asesina – dijo Shaina, desconcertada, y señalando hacia atrás – Daba realmente miedo.

-      Lo sé, mejor vámonos de aquí, yo no quiero saber nada de lo que ocurra ahí.

-      ¿Pero por qué? ¿Qué va a pasar?

-      Nada, no te preocupes.

Los dos llegaron hasta Camus cogidos de la mano.

-      Bueno Camus, nosotros nos vamos, así que nos vemos mañana.

-      Está bien… - respondió el acuariano, suspirando.

-      Hasta mañana, Camus – se despidió la ariana con una sonrisa.

La parejita también desapareció, y el francés se quedó completamente solo en la entrada del instituto. Suspiró, y se dirigió hacia su casa solo. Sabía que tenía que ser así. Él era un alma solitaria, y el amor no estaba hecho para él, prefería dedicar su vida entera a sus libros, y disfrutar de ver a sus seres queridos felices. Con eso le bastaba y le sobraba.

Mientras, en otro lado de la ciudad…

Aioria y Shura se habían pasado todo el camino sin hablar, en absoluto silencio. El capricorniano, por su parte, no podía parar de pensar en que Aioros y Saga estaban solos por el instituto, y Aioria estaba muy nervioso tratando de pensar sobre qué podían hablar.

-      O-Oye Shura… ¿E-Estás bien? - le preguntó el leonino, con mucha timidez.

-      Supongo… - respondió el español, con mirada perdida hacia el frente.

-      S-Sé que esto de Saga ha sido algo inesperado, y ha tratado de burlarse de ti… P-Pero yo estoy de tu parte… - trató de hablar el castaño, que no podía parar de tartamudear y sentía como sus mejillas enrojecían levemente – Estoy seguro de que yo en tu caso hubiera reaccionado igual…

-      Me alegra oír eso – respondió el capricorniano, con una sonrisa.

Aioria desvió su mirada sonrojado, y sintiendo cómo su corazón latía muy rápidamente.

-      Y-Y quiero que sepas que pase lo que pase tienes todo mi apoyo… - añadió el leonino, acabando de ponerse ya completamente rojo, y mirando hacia el suelo pues la vergüenza le invadía completamente.

-      Eres muy amable. Agradezco mucho tu apoyo, enano – dijo Shura muy sonriente, pues realmente valoraba el apoyo que su cuñado estaba intentando darle, y le revolvió el cabello a Aioria cariñosamente.

-      ¡Eh, no soy un enano! – se enfurruñó Aioria, que miró a su cuñado mosqueado, a la vez que sus mejillas estaban completamente rojas.

Shura se sorprendió al verle así, y no pudo evitar sentir una ternura infinita hacia él.

-      Claro que eres un enano. Mira, mido dos palmos más que tú – Shura acercó a su cuñado hacia él, y comprobaron que el leonino tan solo le llegaba hasta el pecho.

Aioria comenzó a ponerse muy nervioso por la proximidad que había entre los dos.

-      Eso es porque tú eres una torre – le reprochó el leonino, que no era capaz de mirarle a los ojos.

-      Vamos, no te preocupes, aún te queda mucho por crecer, así que estoy seguro de que algún día me alcanzarás.

-      Eres cruel – respondió Aioria, que le dio un golpecito en el pecho y se separó de él para continuar caminando.

Shura esbozó una sonrisilla, y se posicionó a su lado para continuar también. Cuando llegaron a la casa de los castaños, se pararon en la puerta, y los dos se quedaron mirando, sin saber muy bien qué hacer.

-      Muchas gracias por acompañarme… Has sido muy amable – dijo Aioria, algo sonrojado.

-      No hay de qué – respondió Shura, rascando su cabeza, algo desconcertado también porque no sabía qué hacer.

Aioria alzó la vista para mirarle a los ojos, y descubrió que el español también le estaba mirando. Los dos cruzaron miradas y las retuvieron, sin saber muy bien qué hacer.

El leonino volvió a sentir su corazón latir con fuerza y le entraron dudas. ¿Qué pasaría si…tratara de ir un paso más allá? ¿Le rechazaría Shura? No lo sabía, pero en esos momentos le estaban entrando unas ganas terribles de lanzarse y besarle.

-      N-No sé si deba hacerlo… - pensó, mientras miraba avergonzado a Shura, y el español hacía exactamente lo mismo, en silencio - ¿Sino por qué me mira así? ¿Acaso está esperando algo?

El leonino dio un pasito disimulado hacia el frente, tratando de decidirse, y estando casi convencido de lo que iba a hacer.

-      B-Bueno, se está haciendo tarde, así que creo que será mejor que me vaya – dijo el español, sonriente – Nos vemos mañana, Aioria.

-      …V-Vale, hasta mañana – respondió el castaño, muy desconcertado.

El español se marchó rápidamente de la casa, y cuando ya estaba lo suficientemente lejos de ella, llevó una mano a su boca mientras miraba incrédulo al suelo.

No le quedaba duda. Lo que llevaba sospechando desde hacía mucho tiempo había resultado ser cierto, y es que su intuición, pocas veces le fallaba. Lo había visto en sus ojos. Aioria estaba interesado en él, y lo peor es que poco le había faltado a él mismo para dejarse llevar.

Se odiaba por sentirse así, no sabía si lo ocurrido hoy con Saga y Aioros había agravado la situación que ya llevaba produciéndose desde hacía un tiempo, y esta era, simplemente, que estaba comenzando a sentirse atraído por Aioria, y eso no era nada bueno. Él quería a Aioros, muchísimo, y no podía permitirse un desliz así, aún menos con su propio hermano, lo que ya podía causar la catástrofe total. Iba a tener que controlarse, y mantener a raya sus pensamientos y sus impulsos.

-      Mente fría, Shura… Mente fría – se dijo a sí mismo.

En ese momento, en el instituto…

-      Este es el aula de ciencias – explicó Aioros, a la vez que abría la puerta y se la mostraba – Aquí solemos hacer las clases de química.

-      ¿Y nunca nadie ha explotado el laboratorio? – preguntó el geminiano, sonriente.

-      No Saga, no… - respondió el sagitariano, sonriendo, y cerró la puerta para continuar con el recorrido por el pasillo.

Mientras caminaban, Saga observó a su amigo de reojo. Lo cierto es que seguía siendo tan apuesto como lo recordaba, incluso ahora, al haber crecido y al haberse estilizado, lo era mucho más. Su personalidad, en cambio, se había vuelto más moderada. De pequeño le recordaba muy travieso, alegre, y despreocupado, y aunque no había perdido su alegría y su energía, le notaba un tanto más distante, moderado y determinado.

Desde que se enteró de que Aioros asistía al mismo instituto que su hermano, no dudó ni un momento en cambiarse. Y lo más gracioso es que se enteró por casualidad…

Flashback:

-      Eh Kanon, ¿salimos de compras esta tarde?

-      Ni quiero ni puedo – respondió ariscamente el gemelo menor, que estaba sentado sobre su cama afinando su guitarra eléctrica.

-      ¿Cómo que no puedes? – preguntó Saga, zarandeando a su hermano, a la vez que intentaba ponerle carita de cordero degollado.

-      Ya he quedado con mis amigos, vete tú con los tuyos.

-      ¡Pero es que quiero comprarme un jersey, y quería saber tú opinión acerca de él!

-      Como si yo supiera mucho sobre moda… - masculló Kanon – Deja ya de darme la lata, puedes pedirle consejo a alguien mucho mejor.

-      Oye, ¿y con qué amigos sales? ¿Son guapos? – le preguntó Saga, acercándose mucho a él.

-      No te interesa – respondió el gemelo menor, poniendo su mano en la cara de su hermano y apartándole de su lado.

-      ¡Vamos, no seas malo y cuéntamelo!

Kanon suspiró irritado. Le odiaba, y más cuando se ponía así. Pero si encima no se lo contaba, era capaz de estarse toda la tarde molestándole.

-      ¿Pues con quién va a ser? Con Shura y Aldebarán.

-      ¿Otra vez? Siempre sales con los mismos, qué aburrido…

-      Bueno, hace poco se nos ha unido un chico al grupo, Aioros…

Ese nombre hizo inmediatamente eco en la cabeza de Saga. Aioros, Aioros… Ese nombre le sonaba demasiado.

-      ¿Aioros…?

-      Sí.

-      ¿Cómo se apellida?

-      ¿Y yo que sé? No tengo ni idea. Déjame ya en paz un rato.

El gemelo mayor se apartó de su hermano para dejarle afinar la guitarra tranquilo, y para que no se mosqueara más, mientras que trataba de hacer memoria con ese nombre.

Luego, disimuladamente, cogió el móvil de su hermano de encima de la cama sin que se diera cuenta, y comenzó a revisar sus contactos en Whatsapp. Cuando encontró el nombre de Aioros, miró la fotografía, y sus ojos se abrieron como platos.

¡Sí, era él! ¡Su amigo de la infancia con el que tuvo una especie de romance infantil! A pesar de que fue corta, recordaba esa etapa de su vida con mucho cariño, y no le importaría volver a verle… Además, por qué negarlo, de que, viendo la foto, Aioros se había puesto guapísimo con los años, y quizá pudiera conseguir algún rollete…

Dejó de nuevo el móvil en la cama sin que su hermano se diera cuenta, y salió disparado de la habitación. Kanon se desconcertó mucho al verle irse tan rápido, aunque en el fondo le alivió, sin embargo, lo que escucharía a continuación no le iba a gustar nada.

-      ¡Mamá! ¡¿Puedo cambiarme al instituto de Kanon?!

-      ¡¿QUÉ?! – gritó Kanon, sobresaltándose, y salió como una bala de su habitación y llegó al cuarto de sus padres, donde Saga estaba con su madre - ¡NO! – se opuso rotundamente el gemelo menor.

La madre los miró desconcertada a los dos. Tanto por la petición de su hijo mayor como por la oposición rotunda del pequeño.

-      P-Pero cariño… ¿Por qué te quieres cambiar de instituto así de repente? – le preguntó a Saga, perpleja.

-      Porque no me gusta el mío, y me haría mucha ilusión conocer gente nueva, y, además, así podré estar con mi hermanito – respondió el geminiano menor, con una sonrisa encantadora, y rodeó los hombros de su hermano con un brazo.

-      ¡Quita! – gritó Kanon, y le apartó de él de forma arisca - ¡Mamá, no quiero que venga conmigo! ¡Me hará la vida imposible y no parará de molestarme!

-      Kanon, ¿cómo puedes decir eso de tu hermano? Si él te quiere mucho.

-      ¡Eso es mentira!

El gemelo menor miró a su hermano, y vio cómo le hacía ojitos a su madre. Estaba claro, cuando ponía esa cara, su madre no podía resistirse y le concedía todo lo que pidiera. Estaba acabado, y tal cual como empezó, Saga acabó cambiándose al mismo instituto al que acudía su hermano pequeño.

Fin flashback.

Saga esbozó una sonrisilla al recordar lo fácil que había sido convencer a sus padres para cambiarse. Lo malo era que él no sabía que Aioros ya tenía novio, y eso no entraba dentro de sus planes, pues, precisamente, él se había cambiado a ese instituto para tratar de reconquistar al sagitariano y tener un rollete con él pasajero que le hiciera recordar buenos tiempos, y con el que divertirse.

Desde luego, no era como que estuviera enamorado del castaño, pues lo suyo fue un amor infantil muy inocente, y ya habían pasado muchos años. Tan solo le atraía físicamente, pero para nada quería algo serio, pues siempre había tenido como una especie de fobia al compromiso, así que las relaciones serias no estaban permitidas en su vida.

-      Oye Aioros…

-      Dime Saga – respondió el griego, sonriente.

-      ¿No te han sentado mal los celos de Shura? Quiero decir, si es tu novio, se supone que debería confiar plenamente en ti.

-      Bueno, lo cierto Saga es que, viendo lo que ha ocurrido, entiendo perfectamente que se sienta intranquilo – respondió el sagitariano, mirándole como diciendo “no tienes remedio” – Por mucho que yo no quisiera, no tienes ningún pudor en abalanzarte sobre mí.

-      Eso es cierto, piensa que estamos solos, y en cualquier momento podría pasar cualquier cosa – dijo el geminiano con una sonrisilla, y pillando desprevenido al sagitariano y sin dejarle responder, le acorraló entre la pared y él – Quizá tu novio no haga tan mal en desconfiar.

-      ¡¿Qué estás haciendo, Saga?! – preguntó Aioros incrédulo, y notando todo el cuerpo del geminiano pegado contra el suyo.

-      Vamos… Por un pequeño desliz no pasará nada… - respondió el gemelo mayor con una sonrisilla.

-      No, en serio, para Saga – le rogó el castaño, tratando de apartarle – Te has hecho una idea equivocada de mí. Te aprecio mucho porque eres mi amigo de la infancia, pero yo ahora estoy con Shura y solo le quiero a él.

-      No estoy hablando de querer – le dijo Saga, y luego se acercó al oído de Aioros – Estoy hablando de atracción – le susurró, y luego cogió una de las manos del sagitariano y la pasó por su propio abdomen, por encima de la camisa, para que le acariciara.

El sagitariano apretó fuertemente los ojos mientras sentía todo su cuerpo temblar de excitación. Le dolía admitirlo, pero Saga era muy atractivo y estaba demasiado bueno. Eso, sumado a lo que le estaba obligando hacer, estaba haciendo que le entrara un calor inmenso, y sentía sus mejillas más ardientes que nunca.

-      Para Aioros, detén esto, no puedes ceder. Tú amas a Shura.

El castaño abrió los ojos y trató de apartarle de nuevo, pero le era imposible. El geminiano era como un roca inamovible. Maldita sea, ¿cómo podía tener tanta fuerza?

-      Deja de resistirte Aioros o me excitaré más… Y sé que en el fondo lo deseas…

-      No… - respondió el castaño, en un hilillo de voz.

El geminiano se acercó al cuello del sagitariano, y comenzó a pasar sus labios por él de forma muy sensual, y depositó pequeños y dulces besos en él. El castaño sintió más excitación por momentos, tanta, que comenzaba a serle muy difícil resistir y controlarse.

Ergo de repente, se oyó un golpe sordo y Saga cayó al suelo desmayado. El castaño se quedó incrédulo al ver frente a él a Saori, con cara de pocos amigos, y sosteniendo una sartén en alto.

-      ¡Maldito playboy! – exclamó la virginiana, muy furiosa.

-      Sa-Sao…ri – consiguió esbozar el castaño - ¿D-De dónde has sacado esa sartén? – preguntó el sagitariano, señalándola.

La japonesa miró desconcertada la sartén, y luego la dejó caer al suelo, creando un sonido espantoso. Sus mejillas se encendieron automáticamente y comenzó a entrelazar y desentrelazar sus manos con nerviosismo, y temblando. Estaba haciendo el cambio.

-      Y-Yo… Mejor no quieras saberlo – respondió con falsa timidez. Si le contara que había extraído esa sartén de su arsenal de armas…

-      B-Bueno… - dijo Aioros, rascando su cabeza de forma nerviosa, pues se sentía realmente avergonzado con lo que acababa de ocurrir – En parte te lo agradezco, me has salvado. Si no hubieras llegado… No sé lo que hubiera ocurrido.

-      E-Es que he visto que te estaba acosando… - dijo Saori con mucha vergüenza – Y he creído conveniente intervenir.

-      Lo sé, y realmente ha sido lo mejor que has podido hacer – confesó Aioros – Sin embargo… ¿Lo que acaba de suceder…podría quedar entre nosotros? Si Shura se enterara…se pondría muy triste.

-      P-Por supuesto, puedes confiar en mí.

-      Gracias Saori, te prometo que eres la mejor – respondió el sagitariano, con una gran sonrisa – Espero no perder nunca a una amiga tan valiosa como tú.

Acto seguido, el castaño se agachó para comprobar el estado de su querido amigo un tanto pervertido, mientras que Saori notaba como sus mejillas teñían de rojo, aunque esta vez de forma real, pues el cumplido de Aioros la había halagado muchísimo. No había duda de que iba por muy buen camino, y es que, poco a poco, se estaba ganando la confianza de su senpai.

-      No reacciona… - dijo el sagitariano, preocupado, pues no paraba de palmear las mejillas de su amigo y ni aun así reaccionaba. 

-      Espera un minuto… - le pidió Saori, y salió dispara dahacia alguna parte.

Un par de minutos después, regreso con un gran barreño lleno de agua hasta los topes.

-      Esto le despertará – afirmó la virginiana.

-      ¡E-Espera Saori! – la detuvo el sagitariano, alzando una mano al frente – Si hacemos esto aquí, se pondrá todo el pasillo perdido de agua.

-      Ups… Cierto…

-      Es buena idea, pero le llevaremos al servicio.

Aioros cogió como pudo a su amigo, y fueron al servicio de chicos. Saori se rehusó un poco a entrar, pero el sagitariano la convenció de que no había nadie por los alrededores y de que no pasaba nada.

Una vez dentro, el sagitariano colocó a su amigo en las duchas y lo preparó para darle una ducha de agua fría. La japonesa le observó con atención, y pensó que podía aprovecharse de la situación antes de despertar a ese maldito playboy.

Miró de reojo el barreño que ella misma había llenado de agua, lo cogió con disimulo, pues Aioros estaba de espaldas a ella, y se lo echó todo por encima, quedando completamente empapada.

El sagitariano se giró, sobresaltado por el sonido del impacto, y vio a su amiga, empapada completamente, y como la camisa era blanca, se le transparentaba completamente y dejaba ver su sujetador rosa a la vez que remarcaba sus enormes pechos.

El castaño se sonrojó y miró hacia otro lado, avergonzado.

-      Sa-Saori, ¡¿qué acaba de pasar?! E-Estás completamente mojada.

-      Yo… - respondió Saori tímidamente - ¡Qué vergüenza, lo siento! ¡Estaba intentando vaciar el barreño y sin querer, como pesaba tanto, se me ha caído encima!

-      E-Está bien, no te preocupes – respondió Aioros, tratando de no mirarla, y comenzó a desabrocharse su propia camisa – Te prestaré mi camisa.

La japonesa le miró incrédula, a la vez que se sonrojaba al ver el torso desnudo y completamente musculado de su senpai. Comenzó a excitarse, y aún lo hizo más cuando él se le acercó para darle su camisa.

-      Ten, quítate esa y póntela. Prometo que no miraré – respondió Aioros, tratando de no mirarla.

-      V-Vale…

Saori se desabrochó su camisa, y la tiró al suelo, quedando completamente su sujetador al descubierto. Miró al griego, que aguardaba impaciente por que se la pusiera para poder mirar, pero en vez de eso, hizo ver que se resbalaba accidentalmente y los tiró a los dos al suelo, cayendo ella encima de él.

-      Lo siento, soy tan torpe… - se disculpó, terriblemente avergonzada.

-      No pasa nada… - respondió Aioros, que luego al mirarla se dio cuenta de que estaba solo en sujetador - ¡Coñ*!

El sagitariano trató de apartarse rápidamente y se giró de espaldas a ella para no verla. Saori infló sus mejillas, a modo de rabieta infantil, pues pensaba que surgiría algún efecto, pero lejos de eso, Aioros había querido alejarse rápidamente de ella.

Suspiró, y se levantó para colocarse la camisa. Desde luego, tendría que ingeniárselas mejor, porque de momento su senpai no estaba muy receptivo.

-      Ya puedes mirar, Aioros – dijo desganadamente.

Cuando el castaño volvió a mirarla, se sintió aliviado de verla vestida. Luego, sin demorarse más, mojó la cara de su amigo con agua fría, y éste despertó casi al instante.

-      ¡Mierda, qué frío! – exclamó Saga, levantándose de golpe.

-      ¿Te encuentras bien? – le preguntó el sagitariano, que aún seguía un poco preocupado por el golpe que había recibido su amigo.

-      Sí… Aunque veo que tú ya te has preparado para la acción… - dijo de forma pícara Saga, al contemplar el torso desnudo de Aioros.

Saori apretó sus puños enrabietada, al parecer aquél hombre no iba a desistir hasta el final.

-      Saga, no tiene gracia, y ahora te lo digo muy en serio – dijo Aioros, al cual ya habían cabreado, y era incapaz de mostrar su sonrisa.

-      Ey, no hace falta que te pongas tan serio así de repente.

-      No, escúchame, por favor, porque voy muy en serio. Eres mi amigo, y quiero poder estar bien contigo y pasarlo bien juntos, pero debes entender que estoy con Shura, y no quiero nada contigo, ni le voy a ser infiel. Así que vete olvidando de esas ideas que tienes conmigo.

El geminiano le puso ojitos a Aioros, pero la ira del sagitariano parecía implacable, y ni siquiera eso logró conmoverle. Se había puesto radicalmente serio con él, y no iba a desistir en su decisión.

-      Está bien… - respondió Saga, suspirando – Lo capto. No volveré a acosarte más respecto a ese tema, podemos ser simplemente amigos.

-      Me alegra oír eso – respondió Aioros, de nuevo sonriente.

Poco después, le explicaron un poco a Saga lo ocurrido, pues el geminiano aún no sabía por qué se había desmayado, y Aioros se vistió con una camisa de recambio que tenía en su taquilla, antes de salir los tres del instituto.

Un rato después…

Al volver a casa y tumbarse en la cama, Aioros cogió su teléfono móvil para llamar a su novio, pues después de lo ocurrido, necesitaba oír su voz.

Shura: ¿Diga?

Aioros: Hola cariño – saludó el castaño con una sonrisa.

Shura: ¿Ya has vuelto a casa?

Aioros: Sí, le he enseñado todo el instituto a Saga y luego nos hemos ido a casa. Pero…te echaba de menos, y quería oír tu voz.

Shura: Yo también te echo de menos…

Aioros: ¿Todavía sigues enfurruñado?

Shura: No, ya no.

Aioros: Me alegro, amor. Bueno, solo quería decirte que te quiero mucho, y que sepas que no te cambiaría por nada del mundo. No tienes de qué preocuparte, porque eres el único para mí, y solo deseo estar contigo.

Shura: Para de decirme esas cosas, o al final me obligarás a ir a tu casa a comerte a besos y a hacerte el amor lentamente.

Aioros: Lo esperaría ansioso <3 – respondió el sagitariano, pícaramente.

Shura: Yo también te quiero. Nos vemos mañana y…agradezco tu llamada. Me ha tranquilizado.

Aioros: Eso era lo que pretendía. ¡Hasta mañana, mi amor!

Shura: Hasta mañana, pequeño…

Cuando el capricorniano, en su casa, colgó el móvil, se tumbó en su cama con los brazos extendidos, y dejó que una lagrimilla resbalara por su mejilla. Luego, impulsivamente, cogió uno de sus cojines y lo estampó violentamente contra el armario.

Estaba furioso, se odiaba a sí mismo, no tenía razones para desconfiar de Aioros porque él le amaba y le había dejado claro que era el único. Él también amaba a Aioros, y sin embargo no era el único, estaba cayendo en la tentación de su propio hermano, y aquello era imperdonable.

-      ¡Basta! – pensó, con rabia - ¡A partir de ahora me olvidaré de Aioria, Aioros es el único para mí!

~~

 

Al día siguiente, las cosas parecían haberse calmado. Saga, tal y como había prometido, dejó de acosar a Aioros y tan solo se limitó a ser su amigo, cosa que Shura agradeció. Además, el español había decidido volcarse en Aioros más que nunca, y comenzó a ser un poco más distante con Aioria, cosa que el leonino no entendió.

-      No lo entiendo – dijo Aioria, a la vez que se llevaba un trozo de carne a la boca.

Como tenían que hablar, había quedado con Saori para almorzar juntos a la hora del recreo, así que los dos se habían sentado bajo en cerezo con sus bento y habían comenzado a comer.

-      ¿Qué no entiendes? – preguntó Saori, dando un bocado a su onigiri.

-      Hasta ayer estaba muy bien con Shura, y había un montón de acercamientos. Incluso estuve a punte de besarle… - explicó el leonino – Pero hoy nada. Me trata muy distante, como si solo fuéramos simples conocidos para nada cercanos.

-      Quizá es que realmente lo de que estaba interesado en ti eran puras paranoias tuyas…

-      Anda, no seas cruel – se quejó el griego – Porque mi hermano no te haga caso no quiere decir que me tengas que hundir el ánimo a mí.

Saori le miró de reojo con cara asesina, y, disimuladamente, se acercó a él y le pegó un empujón, por lo que al leonino se le cayó el bento al césped y, con él, toda su comida.

-      ¿Pero qué haces? ¡Me he quedado sin comida! – se lamentó el castaño.

-      Eso por ser tan insensible conmigo – dijo la japonesa mosqueada, y continuó comiendo como quien no quiere la cosa mientras le miraba aún con cara asesina – Así que ahora muere de hambre.

-      Insensible dices, si eres tú la que no tiene sentimientos aquí. Haces cosas crueles sin pensar en los demás.

-      ¿Quieres que te deje sin descendencia? – amenazó la virginiana.

El leonino no respondió, y miró enfurruñado cómo Saori comía sus onigiri tan tranquila. En un momento en el que la japonesa iba a llevarse uno a la boca, Aioria se le acercó y le pegó un bocado.

La virginiana se sonrojó al ver a su “futuro cuñado” tan cerca y su corazón comenzó a latir rápidamente a causa de la sorpresa, pues no se lo esperaba.

-      ¿Se puede saber qué haces, desgraciado?

El leonino la ignoró, y continuó masticando a la vez que desgustaba.

-      Hmm… Está realmente rico – concluyó.

-      Acabas de morder mi comida – continuó la virginiana.

-      Y tú me has dejado a mí sin la mía, así que ya estamos en paz – respondió el leonino, encogiéndose de hombros – Pero dime, ¿lo has hecho tú? – añadió, a la vez que se limpiaba con un papel los granitos de arroz que le habían quedado alrededor de la boca.

-      Sí, lo he cocinado yo… - respondió la virginiana a regañadientes, pues su acompañante comenzaba a estresarla.

-      Oh, por cierto, tienes un granito de arroz en la boca – observó el leonino, y se acercó a ella para pasar su dedo pulgar por los labios de la virginiana, y así limpiárselo. Saori quedó muy sorprendida, y no pudo evitar volver a sonrojarse – Desde luego, quieres ir muy de femenina, pero en el fondo no lo eres. Hay que ver, mira que no limpiarse mientras se come…

-      Definitivamente quieres morir hoy – dijo la japonesa con voz de ultratumba que asustó al leonino, y le pegó un fuerte golpe en la cabeza.

-      ¡Ay! – se quejó el leonino, llevando sus manos a la cabeza - ¡Qué bruta!

-      ¡¿Y qué confianzas son esas?! ¡Que nos estemos ayudando mutuamente no te da derecho a tenerlas!

-      Está bien, está bien… - respondió el leonino, y luego la miró de reojo con una sonrisilla en los labios – Desde luego… Es reconfortante ver cómo conmigo te comportas de forma tan natural…

-      Obvio, tú tan solo eres un inútil al que uso para mis propósitos, nada más. Así que me da igual como me veas, siempre y cuando no cuentes nada de todo esto. De lo contrario tendría que matarte.

-      Anda, no seas tan exagerada…

-      Estoy hablando absolutamente en serio – respondio Saori, mientras daba un sorbo a su cantimplora, la cual contenía té verde. Acto seguido, recogió sus cosas y se levantó – Y hablando de matar… Me has recordado que debía hacer algo. Nos vemos luego.

-      Está bien.

La virginiana comenzó a alejarse mientras que Aioria la observaba. Realmente daba bastante miedo, y su sentido del humor era muy negro y hasta daba repelús, pues… ¿Bromear tan seriamente con matar a alguien? Aún así todavía tenía esperanzas, y es que, al ir conociéndola más, podía intuir que Saori debía tener algún lado bueno en algún rinconcito de su corazón. O al menos…eso esperaba.

En ese momento, corrió una brisa algo fuerte que levantó la falda de Saori y dejó entrever sus braguitas rosas con fresas.

-      ¡Se te ve la ropa interior! – gritó Aioria con picardía.

La virginiana se tapó rápidamente, sujetando la falda con sus manos, y luego se giró hacia Aioria con una mirada de odio. Acto seguido cogió una piedra y se la lanzó. El leonino la esquivó de puro milagro.

-      ¡Eh! ¡No seas tan agresiva! ¡Podría haberme hecho mucho daño!

-      ¡Ojalá te lo hubiera hecho! ¡Por pervertido! – gritó Saori, y se alejó rápidamente.

Aioria la miró con temor. Estaba claro que si se iba con tanta prisa sería porque estaba tramando algo. ¿Quizá debería seguirla?

Mientras, dentro, Saori corrió a su taquilla, cogió un montón de cosas de su interior, y las metió discretamente en su mochila. Desde lo ocurrido el día anterior, se había marcado un propósito, y ése era, eliminar a Saga.

Aunque el geminiano hubiera prometido no volver a acercarse a su senpai, no podía perdonarle lo ocurrido, y por si acaso, prefería ser prevenida y acabar con él.

Sabía que el geminiano se había quedado hablando con el tutor en el aula, así que esperó hasta que saliera, y cuando Saga ya iba a bajar las escaleras, le pegó un empujón y salió corriendo. El geminiano trastabilló un poco, pero pudo cogerse a tiempo a la barandilla gracias a sus magníficos reflejos y no se pegó el golpe del siglo que podría haber acabado fatalmente.

-      Uff… - suspiró el geminiano – Por poco…

Miró hacia arriba, pero no vio a nadie, así que se quedó muy desconcertado. Saori, se había escondido en el piso de arriba, y, pasados unos minutos, bajó lentamente y vio como el gemelo mayor se alejaba por el pasillo tranquilamente.

-      ¡Maldita sea! ¡No conté con que tendría reflejos! – masculló la virginiana, enrabietada.

Visto esto, tendría que pasar al plan B. Volvió a seguir al geminiano, y vio que entraba al servicio. Así que cuando éste se metio en uno, llenó una cubeta de agua, se subió a un tabureta, y lanzó todo el agua dentro, por lo que el geminiano quedó empapado.

-      ¡¿Pero qué…?! – esbozó Saga.

Seguidamente, y como un rayo, Saori apagó la luz del baño y, con ayuda de un destornillador, quitó el interruptor de la luz y dejó al descubierto todo el hueco con los cables. Su idea era que Saga, al salir empapado, fuera a encender la luz, y como estaban los cables, que metiera ahí los dedos y muriera electrocutado.

Efectivamente, el geminiano salió del baño empapado y fue directo a las luces, pero a medio camino se detuvo.

-      Mierda, no debería tocar las luces así o me puedo electrocutar…

Saga salió del baño sin encender la luz, y se fue directo a los vestuarios para cambiarse.

-      ¡Me cago en la…! – se quejó Saori, pues su plan seguía fallando.

A lo largo de la hora de recreo, la virginiana trató de matar a Saga de más formas, como, por ejemplo, envenenando su comida, pero todas fallaban porque el geminiano, inconscientemente, esquivaba todas sus tácticas y se libraba.

Pocos minutos antes de que terminara la hora del recreo, Saga deambulaba por el pasillo rascando su cabeza nerviosamente.

-      ¿Pero qué me pasa hoy? Es como si alguien me hubiera estado jugando malas pasadas… Incluso cuando he intentado comerme el almuerzo, un chico que venía corriendo me lo ha tirado al suelo sin querer… - pensó el geminiano, preocupado.

Mientras, Saori, estaba escondida tras una de las columnas del pasillo.

-      ¡No puedo creerlo! – pensó Saori, muy rabiosa - ¡Ni siquiera sabe que le estoy acechando, y aun así se libra de todas con facilidad! ¡Es como si la propia muerte no quisiera llevárselo! ¡¿Quieres morirte ya de una vez?!

Solo le quedaba una última táctica, y ésta ya no podía fallar. Sería más tediosa, y tendría que mancharse, pero si lo hacía rápido podía salir todo bien.

-      Maldición… No pensaba en que tendría que recurrir a esto, pero… - pensó la virginiana mientras salía de su escondite con un cuchillo escondido en la espalda.

Se fue acercando lentamente al gemelo por detrás, preparándose ya y calculando su ataque para que fuera rápido y conciso. Pero cuando alzó el cuchillo en alto, una mano atrapó su muñeca, a la vez que otra le tapaba la boca, y la alejó del geminiano sin que éste se diera cuenta de nada.

La arrastraron hasta un cuartucho muy pequeño, que parecía ser el de la limpieza, y se encerraron allí. El que acababa de chafar sus planes, parecía ser Aioria.

-      ¡¿Qué haces, imbécil?! ¡Estaba tan cerca! – dijo Saori, rabiosa, y observó que Aioria le había quitado el cuchillo y lo tenía en la mano - ¡Devuélveme mi cuchillo!

Saori se abalanzó a cogerlo, pero Aioria fue más rápido y lo tiró fuera, por la pequeña ventanita que había en el cuartucho.

-      ¡¿Estás loca, Saori?! – preguntó Aioria, incrédulo – Te he seguido durante todo el rato porque creía que no tramabas nada bueno. ¡Y vaya que he hecho bien! ¡Intentabas matar a Saga!

-      ¡Pues claro que sí! ¡Ese infeliz no va a irse de rositas! ¡Me ha intentado robar a mi senpai, y debe pagarlo caro! – chilló Saori con toda la furia que era capaz de albergar en su interior.

Aioria abrió los ojos como platos, pues si chillaban tanto podían descubrirles, y le tapó la boca a la vez que la acorralaba contra la pared.

-      Saori… No estás bien de la cabeza… Necesitas ir a un psiquiatra. Esa tendencia criminal no es nada bueno.

-      ¡No necesito ningún psiquiatra! – gritó la japonesa, e intentó apartarle - ¡Quítate de mi camino, tengo que ir a matar a ese desgraciado!

El leonino observó que la virginiana estaba totalmente fuera de sí. La furia la había consumido, y en esos momentos no pensaba en otra cosa que en matar al geminiano.

-      No – dijo rotundamente el castaño, e intenta aparentar seriedad, aunque en el fondo estuviera muy asustado de ver a Saori así y de estar encerrado en un cuarto tan pequeño con ella. Se posicionó contra la puerta, y extendió los brazos a ambos lados – No vas a salir de aquí.

-      ¡Apártate te he dicho! – ordenó Saori, que se abalanzó contra él, pero como no pudo hacer nada, comenzó a pegarle golpes en el pecho - ¡Quítate de una vez!

-      No pienso moverme de aquí – respondió el leonino, profiriendo muecas de dolor, pues la japonesa le estaba haciendo daño, pero sin tener intención de moverse de allí.

-      ¡Te odio! – exclamó la virginiana, que comenzó a llorar desconsoladamente, pues sentía muchos sentimientos cruzados; Impotencia, por no ser capaz de hacer nada, rabia por no poder tener a Aioros, pues en el fondo sabía que el sagitariano no la quería, pero no quería admitirlo. Sed de sangre, por querer matar a Saga…

Se quedó llorando en el pecho de Aioria, apoyando sus manos en él, y, finalmente, el leonino la abrazó, y la acarició el cabello mientras que la japonesa seguía llorando, hasta que se calmó.

Una vez más tranquila, continuó abrazada a Aioria con los ojos cerrados.

-      ¿Te encuentras mejor? – preguntó el leonino, con temor.

-      No, sigo odiándote, pero… Gracias por calmarme. Eres el único que ha conseguido hacerlo hayándome en ese estado.

-      Me alegra oír eso.

Saori suspiró, y miró al castaño a los ojos.

-      ¿Qué piensas hacer con Shura?

-      … He resuelto confesarle mis sentimientos. En el fondo creo que es lo mejor. Si los acepta bien, y sino… Me resignaré.

-      ¿De verdad vas a conformarte con eso?

-      Es lo correcto, Saori. Y lo sabes. Tú deberías hacer lo mismo.

-      Lo sé… - respondió la virginiana, desviando su mirada con desgana.

Aioria sonrió, y le acarició el cabello de nuevo.

-      Eso sí, prométeme que no volverás a hacer una locura como esa.

-      … Está bien – se resignó Saori.

-      Me alivia oír eso – dijo Aioria, sonriente – Y ahora venga, salgamos de aquí.

El leonino abrió la puerta, y dejó paso primero a Saori de forma caballerosa. Enseguida sonó el timbre de clase, y los dos se despidieron para irse a sus respectivas aulas.

Antes de marchar, la japonesa se giró y contempló con una sonrisa cómo Aioria se alejaba con un andar elegante. El leonino no lo sabía, pero en el fondo se parecía tanto a su hermano en muchas cosas… Y le dolía tener que hacer eso, pues en el fondo le estaba cogiendo cariño, pero iba a tener que traicionar su confianza y la palabra que le había dado, ya que… Si no jugaba sucio, nunca podría conseguir a Aioros de forma limpia.

~~

 

Esa misma tarde, después de que las clases acabaran, Camus terminó de hacer sus deberes en su habitación, se desperezó un poco, y bajó a la cocina a por un zumo de naranja, su favorito.

-      Camus – le llamó su madre, desde el sofá.

El acuariano se acercó al comedor, mientras bebía su zumo, y observó a su madre estirada en el sofá, con sus lentes y leyendo un libro.

-      Dime mamá.

-      ¿Podrías ir al supermercado a comprar unas cosas? Me hacen falta para la cena, pero me duele un poco la cabeza y no tengo ganas de ir. Apenas puedo leer. ¿No te importa?

-      Claro que no, mamá – respondió Camus, sonriente.

-      Muchas gracias, cariño. Cómo me alegro de que la vida me haya dado un hijo tan bueno como tú, y no un gamberro de esos que deambulan por ahí.

Su madre se levantó para coger dinero de su monedero y escribirle a su hijo en una lista las cosas que tenía que comprar, mientras que Camus no pudo evitar pensar en Kanon ante esa descripción de gamberro que acababa de hacer su madre.

-      Toma. Aquí tienes la lista, y el dinero – le dijo su madre, entregándoselo todo – De nuevo muchas gracias, cariño.

-      No hace falta que me las des, mamá. Tómate algo para el dolor y descansa.

-      Eso haré, no te preocupes.

El acuariano se puso su gabardina gris, pues ya iba vestido con un jersey de cuello alto blanco, unos pantalones negros y unas botas marrones. Enseguida salió de la casa, y no demoró en llegar hasta el supermercado pues estaba cerca de su casa, y además no quería retrasarse.

Al entrar cogió una cesta, e hizo un plano mental de donde se encontraban las cosas que necesitaba para ir cogiéndolas una por una en orden y acabar antes.

Al acercarse a las verduras para coger unos tomates, no se fijó en que un chico se cruzaba por su lado para después quedársele mirando. Éste no era otro que el mismísimo Saga, al que también habían mandado a comprar.

El geminiano no se había dado cuenta de quién era, simplemente le observó de espaldas, ataviado con su gabardina gris, el jersey blanco, los pantalones negros y las botas marrones.

-      Hmm… Qué buen gusto para vestir… - pensó el geminiano, embelesado – Y qué melena aguamarina… También tiene un trasero que no deja nada que desear…

Saga, embelesado con el chico, se acercó a él para pegarle un pequeño empujoncito y que se le cayeran algunas cosas de la cesta.

-      Oh, disculpa, qué torpe soy – dijo, agachándose para recogerle las cosas, aunque sonriendo internamente pues esperaba que su plan funcionara.

-      No se preocupe, no pasa nada.

Los dos fueron a coger el mismo producto, y sin querer rozaron sus manos. Luego se miraron sonrojados, pues la proximidad entre ellos era demasiado cercana, aunque se dieron cuenta algo tarde de quién era el otro.

-      ¡Sa-Saga! – exclamó el acuariano sorprendido, y se apartó rápidamente con las mejillas rojas.

-      ¡T-Tú! – dijo el geminiano, impresionado - ¡Yo a ti te he visto! ¡Estabas ayer entre los amigos de Aioros!

-      Sí… - dijo el francés secamente, y comenzó a recoger de forma rápida, pues, aunque el día anterior hubiera discutido con Milo que el geminiano le parecía refinado y que creía que poseía algo especial, seguía desconfiando de él por ser hermano de Kanon, y prefería no guardar demasiada cercanía con ninguno de los dos.

Saga se había quedado petrificado, y observaba a Camus recoger en silencio. Ahora que le observaba más de cerca, se había fijado en que el acuariano era realmente una belleza. Esa ropa le quedaba de escándalo, además de que su estilo de vestir era realmente elegante, y tenía las piernas largas y muy bien estilizadas. Y esas lentes… No a todo el mundo podrían quedarle bien, pero lo cierto era que al francés le quedaban divinamente, y además le daban un toque intelectual irresistible. Si se paraba a fijarse en los rasgos de su rostro, su cara era muy fina, sus labios rosados y finos, su nariz respingona, su piel blanca y delicada como la porcelana, y sus zafiros…tan profundos y azules como el mismísimo océano.

Cuando Camus terminó de recoger, antes de que pudiera levantarse, Saga le cogió de las dos y manos y le miró embelesado. El acuariano se sobresaltó, y comenzó a sonjarse más por la cercanía y la forma en la que le miraba el geminiano, además de no entender nada. ¿Qué demonios le pasaba ahora a ése?

-      ¿Q-Qué haces…? – preguntó el francés, tratando de mantener la compostura, y mirándole con cara de pocos amigos.

El geminiano reflexionó unos instantes, mientras miraba de una forma tan profunda al acuariano que llegó incluso a intimidarle.

-      ¿Cómo te llamas? – preguntó Saga, pausadamente, y sin apartar la vista de esos zafiros.

-      Me llamo Camus. Camus Courtois.

El griego asintió, y se levantaron los dos al unísono. Quedaron algo dudosos, sin saber muy bien qué hacer, hasta que Camus decidió cortar aquello, pues hasta él se sentía confuso con aquella situación.

-      Bueno… Perdona, pero no puedo retrasarme más, ya nos veremos por el instituto – dijo el francés con cortesía, aunque en el fondo esperaba no tener demasiado trato con él.

-      Claro…

Camus dio media vuelta y se alejó lo más rápido que pudo. Sentía su corazón acelerado y sus mejillas sonrosadas.

-      ¿Qué mosca le habrá picado? – pensó Camus, algo mosqueado.

Mientras, el exquisito nombre francés hacia eco en la cabeza del geminiano, recordando la suave y dulce voz que lo había pronunciado. No pudo evitar dejar de mirar al francés hasta que desapareció por otro pasillo del establecimiento.

Camus Courtois… Sin duda la belleza más exquisita que había visto en su vida, y qué ojos… Qué profundidad…

Notas finales:

¡Bueno, qué decir! Ha sido un capítulo más largo que los anteriores ^^, y además creo que ha estado lleno de emociones.

Ya veis que a Saori comienza a írsele mucho la pinza y, de no ser por Aioria, hubiera ocurrido una catástrofe en el instituto. No he podido evitar reírme mientras relataba cómo Saori se empeñaba en matar a Saga, pues veía al geminiano como el "puto amo" librándose de todas sin esfuerzo alguno X'D. Si es que...ya sabemos que Saga es fabuloso y extraordinario jajaja (al menos para mí, le tengo mucho cariño a ese personaje). 

Lo bueno de todo esto, es que Aioria parece haber reflexionado, y se va a confesar a Shura por las buenas, y si éste le rechaza la dejará en paz, pero Saori... Parece que eso va a costar más, próximamente veremos qué más planes aguarda nuestra yandere psicópata. Por cierto, he de decir que, por si no entendéis las conductas de Saori, las formas de matar que tiene, etc, me he basado mayoritariamente en el juego de Yandere Simulator, pues la protagonista hace todas esas cosas. Eso sí, claro, adaptando yo un poco el personaje. 

Y en fin... Mejor paro ya de hablar de este capítulo, porque ha estado tan cargado que podría tirarme horas comentándolo, pues ha sido muy espeso. Solo añadir que sí, la escena de Saga y Camus la he escrito con mucho cariño, pues para los que leéis mis historias desde hace tiempo, ya sabréis que tengo algunas historias con esta pareja, una sobretodo que es muy especial :), y les tengo un cariño infinito. 

¡Sin más, espero que os haya gustado, y nos vemos en el próximo capítulo <3! ¡Gracias por leer!


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