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Polos opuestos por gorgobina

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Siento haber tardado tanto en escribir este capítulo, pero es bastante largo y no tenía mucho tiempo para escribir entre exámenes y las vacaciones, pero al fin he conseguido acabarlo.

Es el penúltimo capítulo de esta historia, así que espero que lo disfrutéis y...¡nos vemos en el último!

Dolor, y únicamente más dolor. Había perdido la cuenta de la de días y noches que había pasado en su cama, llorando, y llorando hasta no poder más, hasta que se le desgarrara el alma…

Nunca creyó que esto alguna vez llegaría a ocurrir. Que Shura le traicionaría de esta forma. Le amaba tanto…y, a pesar de todo, aún seguía haciéndolo, y era ésa la raíz de su dolor. Amarle, pero saber que no puedes hacerlo porque has sido traicionado. Porque la persona a la que más querías te ha engañado con tu propio hermano.

Quería gritar. Profirió un llanto ahogado contra la almohada y empezó a pegarle puñetazos a ésta, a la vez que trataba de desgarrarla con las uñas. Tan solo quería morirse, era imposible soportar aquél dolor que desgarraba su pecho.

~~

 

Los demás del grupo, por supuesto, también habían estado informados de lo sucedido, y tampoco daban crédito a los hechos ocurridos. Shura y Aioria, facilitándole las cosas al sagitariano después del dolor que le habían causado, decidieron alejarse del grupo, a pesar de que los dos también estuvieran pasando por un infierno.

El hermano menor, Aioria, también se había encerrado en su habitación desde lo sucedido, consumido por el dolor y los remordimientos, odiándose cada día por el dolor causado a su adorado hermano mayor, y Shura, por otro lado, era incapaz de seguir viviendo. Vagaba por los pasillos del instituto como un alma en pena, sin hablar con nadie, y cuando estaba en casa, también se encerraba en la oscuridad de su habitación para reflexionar, autocastigarse por lo sucedido, y planificar mil maneras en las que podría suicidarse para que Aioros se pudiera cobrar de alguna manera el daño que le había hecho.

~~

 

-      El grupo definitivamente está en las últimas, tío. – comentó Kanon, que estaba con Aldebarán y algunos más, aguardando a que los demás llegaran al instituto.

-      Está claro que esto va a significar su perdición. – respondió el taurino.

-      Yo todavía sigo sin poderme creer lo que ha sucedido. – dijo Saga, muy serio y reflexivo – Cuando despertó, fue…abrumador.

-      Cuéntanoslo. – le pidió el acuariano, bastante acongojado.

Flashback.

La noche de la famosa fiesta, Kanon, con la ayuda de su más fiel compañero Aldebarán, consiguió llevar a Aioros hasta la casa donde vivían los gemelos y le dejó durmiendo en el cuarto de invitados.

A la mañana siguiente, le explicó a Saga lo único que sabía de la noche anterior, y que Aioros al parecer había bebido demasiado para encontrarse tan terriblemente mal. El gemelo mayor le pidió que le dejara a él el mando de la situación, y se encerró en la habitación de invitados, aguardando, hasta que el sagitariano despertó.

A éste, muy aturdido, le tomó cosa de varios minutos darse cuenta de dónde estaba y de lo que había pasado la noche anterior. Seguidamente, fue ver a Saga, y romper en llanto mientras se abrazaba a él fuertemente.

-      Ey, ey, ¿qué te pasa, Aioros? – preguntó el geminiano bastante asustado, pues no esperaba que el castaño, nada más despertar, se echara a llorar desconsoladamente.

El castaño no podía parar de llorar, habían vuelto a su mente todas las imágenes y los sentimientos vividos la noche anterior, y era tanto su dolor que las lágrimas y su propia tos le impedían hablar. El gemelo le acarició la espalda y le dejó continuar llorando hasta que, por fuerza, el sagitariano terminó calmándose.

-      ¿Qué ocurre, Aio? ¿Por qué te has puesto así de repente? – le preguntó, muy sorprendido, a la vez que le había apartado cogiéndole de los hombros para así poder mirarle a la cara.

-      Es Shura… - respondió Aioros, al que las lágrimas continuaban cayéndole por las mejillas.

-      ¡¿Le sucedió algo a Shura?!

-      ¡No…! – negó con su cabeza el castaño, destrozado - ¡Me puso los cuernos con mi hermano!

El geminiano quedó sin habla, y le soltó un momento los hombros al castaño, bastante impactado.

-      ¿Te fue infiel…?

-      Sí.

-      ¿Y por eso acabaste…tan borracho? ¿Quisiste…emborracharte? – preguntó Saga, bastante congojado.

-      ¿Qué…? – cuestionó Aioros, confuso – No, yo… No bebí.

-      ¿Entonces que hiciste para acabar así? Estabas tan mal que Kanon y Aldebarán tuvieron que traerte aquí.

-      No… No lo recuerdo. – respondió el sagitariano, llevándose las manos a la cabeza – Sé que… Me enteré de aquello y…me fui…al baño a llorar… Saori… C-Creo que Saori estaba conmigo, pero no recuerdo nada.

-      Saori le dijo a mi hermano que habías bebido y por eso te llevaron a casa.

-      Vaya, entonces sí que no recuerdo nada, realmente… Puede que el dolor me cegara… - respondió el castaño, realmente destrozado.

Saga sintió una enorme tristeza por su amigo, y le estrechó entre sus brazos fuertemente para darle cobijo.

Fin flashback.

Después de la narración de Saga, todos miraban cabizbajos hacia el suelo, muy apenados con lo que acababan de escuchar. Había sido un duro golpe para Aioros, y no le sería fácil salir de ésa. Aunque lo cierto era que Kanon y Aldebarán se encontraban en un gran dilema, pues eran conscientes de que el sagitariano tenía toda la razón y era la única víctima en esta historia, pero, por otro lado, eso no quitaba que Shura fuera su amigo, y tampoco querían dejarle de lado a él.

-      ¿Qué está pasando aquí? Esto casi parece un entierro.

Todos se giraron muy sorprendidos al escuchar la voz del sagitariano. Éste acababa de llegar y se les había unido al grupo, aunque su voz era apagada, y tenía la cara muy demacrada, con ojeras y mirada sombría, además de que se le marcaban más los rasgos de la cara. Al parecer había adelgazado un poco.

-      A-Aioros… - musitó Saga, impactado al ver el estado de su amigo.

-      Escuchad, ya tenemos suficiente con que yo parezca y me sienta como un muerto viviente, así que no os compadezcáis de mí, y dad un poco de alegría al grupo por mí, ¿sí? Al menos, hasta que yo me recupere de esta, o…decida mandarlo todo a la mierda.

-      Por favor, Aioros, no digas esas cosas… - le pidió Camus, acongojado, pues el castaño había dado a entender que suicidarse entraba en su abanico de posibilidades.

-      Vamos Camus, tan solo era una broma, dejadme ser sarcástico al menos. – dijo Aioros – No pienso suicidarme, amo demasiado la vida como para hacer eso, y tampoco le haría eso a mis padres. Pero es obvio que me va a llevar un tiempo recuperarme, así que os pido paciencia, por favor.

-      Por supuesto. Sabes que nos tienes aquí para lo que necesites. – añadió Aldebarán.

-      Muchas gracias.

Poco después, se les unieron Milo y Shaina, y cuando sonó el timbre vieron pasar a Aioria y Shura, que habían venido por caminos independientes e iban cada uno por su cuenta, pasar por delante de ellos y entrar al instituto. El sagitariano no pudo evitar mirarles, aunque enseguida desvió su mirada de nuevo, mosqueado consigo mismo por haberles prestado ni que fuera un segundo de su atención.

Minutos más tarde entraron todos a sus clases, y Shaina no se despegó ni un minuto de Aioros, pues no quería dejarle solo cuando entraran en clase. Al hacerlo, el castaño no pudo evitar dirigir una mirada hacia el fondo de la clase, donde Shura automáticamente decidió hacer lo mismo, y cruzaron la mirada durante unos instantes.

-      No, Aioros, te harás más daño. – le dijo Shaina, empujándole un poco para sonsacarle de su ensoñación mirando al español – No le dediques ni un minuto de tu tiempo y ve a tu sitio.

-      Tienes razón, Shaina…

El sagitariano obedeció, y se dirigió a su asiento sin rechistar y sin dirigir una sola mirada al capricorniano. Éste último, por su parte, sintió como una gran fuerza le oprimía el pecho, y cobijó su rostro entre sus brazos que tenía apoyados en la mesa.

-      Esto es insoportable… - pensó Shura – No soy lo suficientemente fuerte para aguantarlo. Como esto siga así voy a tener que volver a faltar a clase.

Finalmente, el docente llegó, y Aioros se sintió algo aliviado, pues pensó que concentrarse en la clase y hacer sus tareas lograrían sacar a Shura de su mente, pues, al fin y al cabo, él siempre había sido muy buen estudiante y amaba ser trabajador y eficiente.

Más, sin embargo, no fue así. No podía dejar de pensar que Shura estaba detrás suyo y que podía estar mirándole. Discretamente, decidió girar un poco su cabeza y miró de reojo, comprobando que, a pesar de sus creencias, Shura tan solo tenía el rostro escondido entre sus brazos.

-      De nuevo con sus antiguas costumbres de no prestar atención… Como siga así volverá a suspender asignaturas… - pensó el heleno, aunque enseguida dio un breve respingo, al darse cuenta de algo - ¿Pero en qué estoy pensando? ¿Qué más me da a mí lo que le ocurra a ese? ¡Debería darme absolutamente igual, él ya no es nada para mí!

La clase prosiguió, y al acabar, Aioros salió corriendo para reunirse de nuevo con sus amigos, pues al menos, cobijarse en ellos le hacía sentirse mejor y comprendido.

Nada más salir al pasillo, se encontró con Kanon, que venía solo pues se había adelantado a Aldebarán para comprar su almuerzo en la cafetería. Observó de reojo que Shura salía justo en ese momento de clase, y una idea cruzó su mente.

Rápidamente, se acercó al heleno, bajo la atenta mirada del capricorniano que, al tenerlos justo delante, no podía evitar el mirarles.

-      Ey Kanon. – saludó al geminiano, tratando de mostrarse medianamente feliz.

-      ¿Qué hay, Aioros? Has salido pronto. – respondió Kanon.

El sagitariano volvió a observar al español de reojo, que aún seguía por ahí cerca.

-      ¿Me permites hacer una cosa? Solo será un momentito.

-      ¿Cómo? ¿E-El qué? – preguntó el gemelo menor, desconcertado.

El castaño cogió al geminiano por la cintura, y le plantó un beso en los labios. Tanto Shura como Kanon quedaron impactados con el hecho, aunque por distintas razones. Kanon, porque no esperaba que el sagitariano hiciera eso, sin contar que nunca había besado a un hombre, y Shura, porque tampoco lo esperaba, pero además no le estaba sentando muy bien ver como Aioros besaba a uno de sus amigos, por lo que inmediatamente decidió largarse de aquél lugar.

El sagitariano se dio cuenta y decidió poner fin al beso.

-      Lo lamento Kanon, pero gracias por ayudarme. Quería hacer una pequeña venganza contra Shura, no podía irse de rositas así como así. Parece que ha surtido efecto porque se ha ido enseguida. – comentó Aioros, mientras miraba hacia el sitio por donde había desaparecido el español.

Al darse cuenta de que su acompañante no hablaba, le observó fijamente, y pudo ver que el geminiano le miraba con los labios fruncidos, mirada fija, y toda la cara roja como un tomate.

-      Aioros… - masculló entre dientes, con los puños fuertemente apretados.

-      Uy, ¡¿qué te ocurre?! ¡Tienes toda la cara roja! – exclamó el castaño, alarmado.

-      ¿Tú qué crees? – preguntó el geminiano, sonrojándose más - ¡Nunca había besado a un hombre! ¡Y lo has hecho sin consultarme!

-      Kanon… ¿No me digas que…te ha gustado? – cuestionó Aioros, anonadado, al ver el creciente sonrojo de su amigo.

-      Calla y déjame solo. Me reuniré después con vosotros. – respondió Kanon, llevando una mano a su rostro para tapar sus mejillas sonrojadas, y huyó rápidamente de allí.

Aioros se quedó viendo como se iba y con un gran interrogante en su mente. ¿Qué le había pasado al geminiano? ¿Tanto le había afectado su beso?

-      ¡Aioros!

El sagitariano se giró hacia donde provenía el llamamiento y observó con una sonrisa como venían los demás.

-      Hemos visto a Kanon irse hace un momento. ¿A dónde ha ido? – preguntó Aldebarán.

-      Amm… No lo sé. Ha dicho que luego se reuniría con nosotros. – respondió el castaño – Creo que será mejor que no les cuente nada de lo que acaba de pasar… - pensó para sus adentros.

-      Hmm… Vale.

En otra parte del instituto…

Kanon había huído hacia un rincón de la fachada del edificio donde no había nadie. Se apoyó contra la pared y soltó un largo suspiro. Notaba sus mejillas muy calientes.

-      ¡¿Pero qué es esto?! – se preguntó muy alarmado, a la vez que se dejaba caer sentado en el suelo y apoyado en la fachada, y se tapaba rápidamente su entrepierna con las manos. El beso de Aioros le había calentado tanto que había conseguido despertar ciertas cosas – No, no, no, esto no está pasando… Esto no está pasando… - trató de autoconvencerse - ¡No me gustan los chicos, me gustan las chicas! ¡Y menos con el ex de un amigo! ¡Que no, que no, que sólo habrá sido por la impresión y porque no me lo esperaba!

Pero inevitablemente le vino a la mente el tacto de los suaves labios de Aioros sobre los suyos y el pulso se le aceleró de nuevo.

-      ¡¿Por qué me tiene que pasar esto a mí?!

Y en los baños de la institución…

¿Por qué le tenía que pasar eso a él? Eso era lo que se preguntaba Shura, que al ver el beso de su amigo con Aioros, había huído a los baños para que nadie le viera en pleno estado de ansiedad.

Se dejó caer en el suelo, y llevó sus manos a la cabeza, mientras esa terrible escena se repetía una vez tras otra en su mente. Lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos, y comenzó a hiperventilar un poco.

-      No, no puede ser que estén juntos… - se susurró el español, para sí mismo – Si Kanon no es gay… No, probablemente Aioros lo haya acordado con él para que yo lo viera y así hacerme sentir mal… Qué bien lo ha conseguido, pero me lo merezco, no tengo derecho a reprocharle eso.

En otra parte del instituto…

-      Bueno, pues vayamos al patio a comer los almuerzos, ¿no? – propuso Milo, que rodeaba la cintura de Shaina con su brazo.

-      Sí, ya vendrá Kanon cuando quiera. – añadió Aldebarán.

-      Pero… ¿Y Saga? – se atrevió a preguntar Camus, que lo primero que le había alarmado había sido no ver al geminiano en cuanto se había reunido con sus amigos.

-      Creo que se ha quedado hablando con el profe. – respondió Aldebarán.

El acuariano se quedó ahí parado, pensativo, a la vez que sus amigos comenzaban a dirigirse hacia el patio.

-      Voy a ir a buscarle. Nos unimos luego. – dijo el francés, a la vez que se dirigía apresurado en la dirección contraria, hacia las clases.

Los demás le observaron con una sonrisa, pues ya para nadie pasaba desapercibido lo que había entre esos dos. La sonrisa de Milo se ensanchó.

-      Ánimo, Camus. – susurró el escorpión.

El francés prácticamente corrió hacia las escaleras y subió al primer piso, donde estaba ubicada la clase del gemelo mayor. Tenía unas ganas terribles de verle, y más todavía cuando ni siquiera habían hablado de lo que había sucedido el sábado.

Mis sentimientos por ti son sinceros. Estoy realmente enamorado de ti, así que quiero hacer las cosas bien. No pienso hacer nada, ni besarte hasta que no estemos saliendo.

 

Las palabras del geminiano de la noche de la fiesta no habían parado de rular por su mente desde entonces.

-      ¡Y será cretino! – pensó Camus - ¡Encima de no hablarme del tema, ni siquiera me dejó darle un beso!

El acuariano se sentía muy indignado, y, a su vez, un tremendo deseo ardiente recorría su cuerpo de la cabeza a los pies. Frenó de golpe cuando vio al geminiano cruzar la esquina y entrar al pasillo, justo en la dirección contraria, es decir, viniendo hacia donde estaba Camus.

Saga se dio cuenta de su presencia y, aunque todavía estaba en la otra punta del pasillo, esbozó una encantadora sonrisa y le saludó con un elegante gesto de mano.

El francés le observó atentamente, con los puños fuertemente apretados y el corazón palpitando furor. Cerró sus ojos un momento, exhaló un profundo suspiro, y luego los volvió a abrir para avanzar a paso apresurado hacia adelante, muy determinado.

El geminiano seguía sonriendo a mesura de que se iban acercando el uno al otro, pues se sentía feliz de que el acuariano hubiera ido a buscarle para ir al patio juntos. Cuando ya estaban el uno al lado del otro, paró su andar.

-      Gracias por venirme a buscar, Camus. El profesor me ha entretenido unos minutos después de clase. – le explicó el geminiano, que a pesar de todo quería agradecerle su amabilidad.

Pero el acuariano no había aminorado la marcha ni un segundo, y prácticamente después de que Saga consiguiera terminar su frase, se acercó todavía más, rompiendo la distancia entre ellos, le cogió fuertemente de la corbata, y unió sus labios con los de él.

Saga quedó anonadado, al sentir sus labios en contacto con los del bello francés, pero consiguió cerrar sus ojos a tiempo. Camus tiró más de la corbata del geminiano, para pegarlo lo más posible a él. Los dos comenzaron a besarse muy pasionalmente, en una bella danza que compartían sus labios. Tanto tiempo esperando aquél momento… Los dos lo ansiaban todo del otro. Saga aferró entre sus manos con fuerza los brazos de Camus, y no pudo reprimir sus deseos de acariciarlos, al igual que los hombros, el cuello, las mejillas, ese cabello aguamarina… Hasta que terminó por abrazarlo fuertemente mientras se besaban, y el acuariano hundió sus manos en el cabello de geminiano.

Fue como si el mundo se hubiera detenido mientras ellos dos se besaban, en la soledad de aquél pasillo de la primera planta del instituto Atenas.

-      Espera, espera Camus. – pidió el geminiano, separándose de él y cogiéndole las dos manos entre las suyas, las cuales llevó a sus labios para besarlas. Saga tenía los ojos brillosos, relucientes por la emoción del momento – Te prometí que no te besaría hasta que no estuviera saliendo contigo.

-      ¿Tú crees que ya es necesario eso? – preguntó el francés, irónicamente – Además, yo he sido quien te ha besado, para empezar.

-      Y ha sido… increíble. – suspiró el heleno, con las mejillas sonrojadas.

Instintivamente, los dos buscaron los labios del otro, y volvieron a fundirse en otro pasional beso. Escucharon unos pasos cerca del pasillo, y rápidamente se introdujeron en el aula más cercana, pues no hubiera sido muy ético que un profesor les pillara besándose de tal forma.

Echaron el pestillo a la puerta del aula para que nadie pudiera entrar, y aguardaron hasta que vieron al docente pasar de largo.

-      Por qué poco… - suspiró Saga.

Camus observó de forma sensual al geminiano, y enseguida se dirigió a las ventanas del aula para echar las persianas abajo, por lo que el aula quedó bastante oscura, salvo unos tenues rayos de luz que entraban entre los huecos de la persiana.

Al estar el acuariano de espaldas, el gemelo mayor no pudo evitar repasar su figura de arriba abajo, y fijarse en el trasero del acuariano, que ya no le pasó desapercibido la primera vez que se encontraron. Y qué piernas más largas y estilizadas… Sacudió su cabeza un par de veces, y se sentó encima de una de las mesas para tratar de calmarse, aunque la situación de estar allí a solas con Camus no ayudara mucho.

El acuariano se acercó a él de nuevo, y se le posicionó enfrente. Le rodeó el cuello con los brazos y le dio otro beso en los labios, esta vez dulce y más lento, a la par de profundo. Las manos del francés viajaron hacia la chaqueta del traje del geminiano, y le obligaron a quitársela, cosa que aceleró la respiración del geminiano.

Acto seguido, bajó sus labios al cuello del geminiano y depositó suaves besos en él, haciendo suspirar de placer al gemelo, y sus manos le desabrocharon un par de botones de la camisa para poder tocar ese torso firme, suave y tostado del heleno que tanto había deseado.

-      ¿Es que no piensas hacer nada? – preguntó Camus, en un susurro, con sus labios pegados al cuello del geminiano.

Éste tragó saliva, muy agitado.

-      No sé si deba hacer esto. – respondió.

-      ¿Acaso no quieres que ocurra?

-      Cielos, Camus. – suspiró el heleno, mientras notaba como su corazón se aceleraba exageradamente – Si te dijera cuánto te deseo, yo…

-      ¿Y a qué esperas?

El gemelo besó de nuevo pasionalmente al acuariano, tanto, que sus labios se besan con mucho furor, y sus lenguas se introducían en la boca ajena para jugar con la otra. Saga, muy agitado, bajó de la mesa e intercambió papeles con su amante, pues subió ésta vez al francés encima del mueble.

Le desabrochó la camisa, y dejó que sus manos repasaran con pasión y posesión aquél torso blanquecino como la porcelana, con el que había soñado y ansiado día y noche. Camus hecho su cuello hacia atrás, y unos primeros gemidos aparecieron cuando notó los besos de su amado en su cuello, y más tarde por todo su pecho.

Suspiró, y acarició el cabello de Saga, que de mientras se quitó su propia camisa y la lanzó al suelo. Acto seguido bajó las manos por toda la espalda del acuariano, y cuando llegó al trasero, lo acarició, y acercó más a Camus hacia él. Aun no se podía creer que fuera a hacerlo con su bello acuariano, estaban siendo demasiadas emociones en un solo rato.

El francés, que se sentía como si estuviera en una nube, cogió al geminiano de la barbilla para darle otro beso en los labios, y luego, a pocos centímetros, le miró fijamente a los ojos.

-      Saga, por Dios… Quítate ya esa ropa.

El heleno asintió, muy impresionado y fascinado con la ferocidad y pasión del acuariano. Poco le faltó para quitarse sus pantalones junto con la ropa interior, y Camus, lógicamente, decidió hacer lo mismo.

El francés quedó maravillado con las vistas del desnudo de Saga. ¿Podía ser más perfecto? Estaba seguro de que el cuerpo del geminiano había sido esculpido por los propios ángeles, y hasta el propio Miguel Ángel hubiera gozado de hacer de Saga su David.

El geminiano contempló embelesado a Camus, y se acercó para acariciar de aquél cuerpo cada rincón. El acuariano sintió escalofríos al sentir las manos del otro por todo su ser, hasta que llegó a cierto punto donde comenzó a arrancarle algunos gemidos. Cogió la cabeza de Saga y la atrajó hacia su pecho, a la vez que mordía sus labios, tratando de reprimir los gemidos.

El gemelo besó con dulzura el pecho de Camus y alzo su vista un poco para ver el rostro del francés sumido en placer por que le estuviera masturbando. Se excitó aún más al ver aquél rostro, y se agachó, cogió a su amado por el trasero, y le acercó más a él para poder introducir en su boca el miembro del acuariano.

El francés se aferró fuertemente a la mesa, y trató de no gritar a pesar de que era una tarea muy difícil. No podía describir con palabras el placer que estaba sintiendo.

-      S-Saga, si sigues, yo… - dijo, entre jadeos, casi sin respiración.

El geminiano paró con su felación, y le cogió de la mano para guiarle hacia la mesa del profesor. Tumbó allí a Camus, y le abrió de piernas completamente.

Saga no pudo evitar sonrojarse. Era toda una tentación poder tener al acuariano de aquella forma, y en esos momentos se encontraba inmerso en la lujuria. Acarició las largas piernas de Camus, que tanto le habían fascinado siempre, y las besó con dulzura.

-      ¿Estás preparado? – le preguntó al francés.

-      Más que nunca.

-      Dolerá un poco, pero seré gentil, mon amour. – dijo el geminiano, de forma sensual, a la vez que le recorría de arriba abajo con sus manos las piernas.

Luego llevó sus dedos a la entrada del acuariano, y durante un buen rato estuvo tanteándola, de forma que iba a poco a poco introduciéndose, con mucha calma y sin querer hacer daño al acuariano, que trató de aguantar el dolor como pudo.

Cuando estuvo preparado, le cogió de las caderas, y puso la punta de su miembro en la entrada.

-      Voy a entrar. – anunció Saga.

El acuariano asintió rápidamente y cerró sus ojos. Poco a poco, Saga fue introduciéndose, y los ojos de Camus fueron apretándose más y más.

-      ¿Está dentro? – preguntó Camus, con los ojos fuertemente apretados.

-      Lo está, mi amor. – respondió el geminiano.

-      Bien. – suspiró el francés - Deja que me acostumbre poco a poco.

El gemelo volvió a salir poco a poco, y luego se introdujo de nuevo, notando cómo se abrían más las paredes.

-      ¡Ah! ¡Eso ha dolido! – se quejó el acuariano.

-      Lo lamento. – se disculpó.

Saga se inclinó hacia el rostro de Camus, y le besó en los labios. Luego entrelazó sus manos con las del acuariano, y comenzó otro lento vaivén. El francés siguió gimiendo del dolor, hasta que terminó por acostumbrarse y comenzó a disfrutarlo.

Saga dirigió sus labios al cuello del acuariano, y depositó allí miles de dulces besos y mordidas, a la vez que embestia cada vez más rápido. El acuariano siguió gimiendo más fuerte, incapaz de controlarse, y acariciando todo el torso y espalda del geminiano sin parar.

-      Sal. – le pidió al geminiano.

Éste, sin comprender, se retiró. Camus lo tumbó en la mesa, y se colocó encima de él, e introdujo el miembro de Saga dentro suyo de nuevo. Los dos gimieron al contacto, y el geminiano cogió al acuariano de las caderas para ayudarle a marcar un ritmo más rápido.

Los dos, ya empapados ligeramente en sudor, con los corazones palpitando a mil por hora y con sus gemidos entremezclándose en una dulce harmonía, llegaron al orgasmo.

El acuariano se dejó caer en la mesa junto al heleno, sin poder parar de jadear a causa de la falta de aire.

-      Ha sido increíble. – comentó Saga, que todavía seguía sin creer lo que acababa de pasar.

-      Opino lo mismo. – respondió Camus, que apoyó su cabeza en el pecho del geminiano.

Saga le observó, y comenzó a acariciarle el cabello aguamarina.

-      Camus.

-      Dime. – respondió el francés, que acariciaba embelesado el torso húmedo del heleno.

-      Te amo.

El acuariano cerró los ojos y sonrió, complacido.

-      Necesitaba poder decírtelo, al fin.

Camus alzó su rostro, y besó los labios de su amado.

-      Je t’aime aussi.

En otra parte del instituto…

-      ¿Créeis que van a tardar mucho esos dos? – preguntó Aldebarán, que miraba con impaciencia hacia la puerta de instituto.

-      Yo creo que ya no van a venir. – respondió Milo, con sonrisa pícara.

-      ¿Crees que se están enrollando? – cuestionó el taurino, nuevamente.

-      Es lo más probable. – afirmó, ésta vez, Shaina.

Aioros jugueteaba con las hebras del césped, inmerso en sus pensamientos, aunque seguía escuchando la conversación. Le alegraría muchísimo saber que Camus y Saga estaban juntos al fin y se amaban, pero en parte, no podía evitar sentirse triste, pues eso le hacía recordar su relación con Shura y automáticamente se venía abajo.

-      No, debes dejar ya estos pensamientos atrás, Aioros. – se dijo a sí mismo – Si no lo haces, esto se hará una espiral interminable de la que cada vez te será más difícil escapar. Debes dejar el pasado atrás y mirar al futuro con nuevos ojos.

-      Lamento la tardanza.

Alzó la vista para ver que el gemelo menor acababa de llegar y se les había unido. Éste le lanzó una mirada asesina, y luego la desvió, dejando muy confuso a Aioros.

-      Al fin apareces, tío. ¿Dónde te habías metido? – le preguntó el taurino.

-      He ido a echar una calada sin que me vieran. Lo necesitaba.

-      Ah, ya veo.

-      ¿Sabes que es posible que tu hermano se esté liando con Camus en estos momentos? – le dijo Milo, pícaramente.

-      ¿En serio? Bueno, viendo lo que ya hemos podido observar todos durante estos días, no sería nada sorprendente.

Transcurrió la hora del patio, y Camus y Saga ya no aparecieron. Cuando estaba a punto de sonar el timbre, Kanon le hizo una señal a Aioros para que se apartara a un lado con él y así poder hablar.

-      Oye Kanon, yo… Siento que estás resentido por lo de antes. – le dijo el sagitariano, apenado.

-      Pues claro que lo estoy. – dijo el geminiano, cruzándose de brazos – Me has besado sin consultarme, al menos podrías haberme avisado de tus planes de venganza. Además, Shura también es mi amigo…

-      Lo sé, siento haberte inmiscuido en mis planes de venganza sin decirte nada.

-      No te preocupes, lo hecho, hecho está. Solo te pediría que para la próxima vez que necesites mi ayuda en algo, me consultes antes, por favor.

-      Claro. Ruego me disculpes de nuevo.

El castaño observó detenidamente al griego. Le notaba extraño, pues le desviaba la mirada continuamente, trataba de no cruzarse con sus ojos, y tenía los pómulos ligeramente sonrojados.

-      Kanon, ¿acaso tú…? – trató de preguntar Aioros.

-      ¡No! – gritó el geminiano, a la defensiva, pero seguidamente se aclaró la garganta y trató de calmarse al contemplar que su reacción había sido demasiado agresiva – Mejor…no preguntes nada y dejemos el tema aquí. Nadie necesita saber nada más de esto, que quede entre tú y yo.

-      Está bien.

El sagitariano observó a su amigo, aún confuso, pero el oír que alguien le llamaba le distrajo.

-      ¡Aioros! – exclamó Saori, con una sonrisa en los labios, que se acercaba hacia ellos a paso ligero y saludándole con la mano.

-      Creo que será mejor que me vaya. Nos vemos. – se despidió Kanon, que acto seguido se fue.

No había casi nadie por los alrededores, ya que el timbre acababa de sonar y todos los alumnos habían comenzado a entrar a la institución.

-      ¿Qué ocurre, Saori? Vamos a llegar tarde a clase. – le dijo el griego, preocupado.

-      Espera. – le pidió la japonesa, que le cogió de la mano para detenerle – Llevo todo el rato buscándote porque necesito hablar contigo de algo muy importante y a solas. No lo estropees todo ahora que al fin he dado contigo.

-      Está bien, te escucho. – la animó el castaño, con una sonrisa - ¿Qué es eso tan importante?

La virginiana se separó un poco de él, y le miró atentamente.

-      Estoy embarazada.

Aioros abrió los ojos como platos, y la miró totalmente incrédulo.

-      Pero… ¿C-Cómo…de q-quién? – consiguió balbucear el sagitariano.

-      De ti.

Ahora sí que se le vino el mundo encima. Se tambaleó un poco y tuvo que apoyar sus manos en las rodillas.

-      ¿Qué estás embarazada…de mí? – preguntó el castaño, casi sin aliento.

-      Sí. ¿Recuerdas la fiesta? Pasaron muchas cosas.

-      Pero Saori, eso es completamente imposible. Yo…soy homosexual. Es imposible que tú…y yo… - explicó Aioros, sonrojado.

-      Estabas muy borracho. ¿Acaso recuerdas algo de la fiesta?

-      Lo cierto es que pocas cosas… Tengo algunas lagunas, hay cierta parte de la noche que la tengo muy borrosa.

-      Probablemente fue en ese momento, ya que ibas completamente ebrio.

El sagitariano la miró muy preocupado. No podía creer lo que estaba oyendo, era realmente estupefaciente.

-      C-Cuéntame…cómo pasó.

-      Estaba en el servicio de mujeres lavándome las manos. Entraste tú, muy ebrio, y me atacaste.

-      Es totalmente surrealista, Saori. Yo nunca haría tal cosa. Y menos…perdóname si ofendo, pues no es mi intención, pero es lógico que no me atraes ya que mis gustos son otros.

-      ¡Pues piensa lo que quieras, pero lo hiciste! – gritó la japonesa, ya muy harta de que el sagitariano no parara de replicarle y tratara de buscar otras explicaciones para deshacerse del tema.

Aioros se sorprendió mucho, pues nunca había visto a Saori tan alterada.

-      Disculpa, estoy cuestionando tu palabra, cuando está claro que eres mi amiga y no me dirías algo así si no fuera verdad. ¿Pero entonces, cómo es que no te defendiste?

-      Bueno…respecto a eso… - comenzó Saori, que llevó coquetamente un mechón de su cabello detrás de la oreja, y le miró con las mejillas sonrojadas – Es que tú me gustas desde hace mucho tiempo, senpai.

El castaño la miró anonadado. ¿Todo aquél tiempo Saori había estado enamorada de él y ni se había dado cuenta?

-      Lo siento, Saori… Ni siquiera me había dado cuenta durante todo este tiempo… - respondió el sagitariano, avergonzado de sí mismo – Debes de haberlo pasado muy mal.

-      No te preocupes, no era culpa tuya. – respondió, con una sonrisa.

-      Pero… Sabes que no puedo darte lo que quieres. Nuestros gustos no son los mismos.

-      Pues siento decirte que deberás amoldarte a la situación. – dijo Saori, con tono molesto - ¿No pensarás dejarme en la estacada y esperando un hijo tuyo?

-      No, no… Claro que no, Saori. – respondió Aioros, que rascaba su cabeza, nervioso – Es solo que aún me cuesta creer todo esto. ¿Estás convencida de que estás embarazada? Quizá sea un error.

-      Me he hecho cinco tests y todos han dado positivo.

-      Hmm, ya veo… Entonces es verdad, realmente está pasando…

-      Sí.

Aioros la continuó mirando preocupado, y luego suspiró.

-      Está bien, viéndonos en esta situación no nos queda de otra. Debo asumir las consecuencias de mis actos, y no pienso dejarte en la estacada con algo en lo que he tenido mi parte de culpa. Me haré cargo del niño, me ocuparé de él y te ayudaré en todo lo que pueda, pero respecto a nosotros… No puedo prometerte una vida juntos, Saori. De veras lo lamento, pero no creo que quisieras estar con alguien que no te quiere de esa forma. Estoy seguro de que más adelante conseguirás encontrar a alguien que si te quiera como mereces.

La japonesa se cruzó de brazos, y asintió, aunque le lanzó una miradita.

-      Te seguiré el royo por ahora para que no te agobies más… Pero créeme que no escaparás de cumplir tus obligaciones como futuro marido también – pensó.

Después de aquella conversación llena de sorpresas y emociones para el sagitariano, los dos regresaron a clase ya que no querían llegar tarde.

Durante el resto de la hora, Aioros estuvo inmerso en sus pensamientos en vez de prestar atención a la clase. Y con razón, pues en cuestión de un rato se le habían declarado y además le habían informado de su próxima paternidad.

Él…padre. Aún le costaba creerlo, apenas podía hacerse a la idea, aunque la cuestión que más le producía escalofríos era el sólo hecho de pensar que había tenido relaciones sexuales con Saori. Realmente debía de haber estado muy borracho para hacer eso, además de que no recordaba absolutamente nada por más que lo intentaba.

Shura había dedicado su hora a observar al sagitariano. Todavía seguía dolido por la escena anterior que había tenido que presagiar del beso de su ex con Kanon, uno de sus mejores amigos, pero estaba convencido de que había sido por pura venganza y no estaban saliendo, pues el geminiano siempre remarcó mucho su heterosexualidad, además de que, al menos, creía que tenía la decencia de no hacerle algo así a su amigo. Aunque…viéndolo así, él tampoco podía hablar mucho de decencia, pues para rey de los indecentes ahí estaba él, que se había acostado con el hermano de su novio.

-      ¿En qué piensas, Aio? – se preguntó, mientras observaba fijamente al castaño, que seguía muy distraído y sin prestar atención – Algo debe haberte ocurrido para que tu no prestes atención.

Como por arte de magia, o quizá, casualidades del destino, el heleno se giró hacia él, y le pilló mirándole detenidamente. Aioros se sorprendió, al igual que el español, que desvió su mirada sonrojada automáticamente.

-      ¿Por qué me estaba mirando? – pensó, mosqueado, Aioros – Ya ha pasado una semana des de que lo dejamos, debería dejarme tranquilo.

-      Se acaba de girar hacia mí… - pensó Shura, que se atrevió a observarle de nuevo porque Aioros ya no estaba mirando - ¿Eso quiere decir que…al menos piensa en mí?

El capricorniano suspiró en su sitio, y siguió contemplando embelesado a Aioros. Realmente estaba siendo una tortura no poder estar con él, y no creía que pudiera volver a levantar cabeza después de aquello. El heleno se había llevado con él su corazón entero, y no se veía capaz de poder amar a alguien más de nuevo.

-      Espero que no siga mirándome. – pensó Aioros, que, tratando de ser discreto, giró su cabeza poco a poco y pilló de nuevo al español mirándole.

Ésta no vez no se apartó, por lo que sus miradas se cruzaron y se mantuvieron la una en la otra durante unos instantes. El sagitariano había quedado en shock, se había perdido en esa mirada esmeralda y no era capaz de separarse de ella.

Recordaba esa misma mirada, posada en sus orbes tiempos atrás, que le observaban con ternura y que le trasportaban al cielo. Para cuando se dio cuenta, sus ojos lagrimeaban, a punto de empezar a llorar, se le había acelerado el pulso, y miles de emociones habían invadido de nuevo su interior.

Se giró de nuevo hacia la pizarra, y limpió con la manga de su camisa las pocas lágrimas que se habían atrevido a escapar de sus ojos. Sentía una profunda agonía, y lo único que deseaba en ese momento era salir de allí.

Oír el timbre fue lo más alentador que pudieran darle en su vida, y, a la velocidad de la luz, recogió sus cosas que introdujo en su cartera y salió corriendo del aula.

-      ¿Qué ha sido eso? – pensó Shura, anonadado, viendo cómo se iba el sagitariano - ¿Estaba…llorando?

Aioros atravesó rápidamente el pasillo, a la vez que, nuevamente, limpiaba con el puño de la camisa sus lágrimas, y entró corriendo al lavabo de chicos y se encerró allí.

Estuvo esperando por varios minutos, mientras lloraba desconsoladamente y se desahogaba, hasta que dejó de oír el bullicio por los pasillos, lo que indicaba que ya todo el mundo se había ido a casa, así que salió de los servicios.

Le había enviado un mensaje a Aldebarán pidiéndole que no le esperaran, que se había ido a casa antes, así que pudo dirigirse hacia su taquilla sin prisa alguna y sin temor a que sus amigos le estuvieran esperando.

Lo cierto es que no se encontraba nada bien, y no hubiera hecho más que alarmarles si le hubieran encontrado en ese estado. Sentía una gran opresión en su pecho, y mucha ansiedad, le faltaba el aire.

Tuvo que apoyarse contra su taquilla y respirar un momento antes de abrirla. Unos pasos se escucharon en el pasillo, pero ni siquiera se percató de ellos.

Era Shura, que le había seguido, y había esperado hasta que saliera del baño. Ver así a Aioros le producía mucha agonía, y no sabía si haría bien actuando, pero tampoco podía refrenar sus impulsos. La anterior mirada que habían cruzado los dos en clase le había dado fuerzas de nuevo, y, aunque no se lo mereciera, necesitaba luchar por aquello una vez más.

El heleno estaba tan nervioso y desesperado que no paraba de rebuscar los libros por toda la taquilla, sin darse cuenta de que los tenía delante de sus ojos. Se le resbaló uno de las manos que fue a chocar contra su cabeza, pero cuando fue a caer al suelo, una mano lo recogió.

Miró, sorprendido, el libro, y aún más anonadado miró a Shura, que se lo tendía. ¿Por qué estaba él allí? No era, ni de lejos, el mejor momento para aparecer, pues el tenerle al lado estaba haciendo que sus lágrimas, amenazadoras, quisieran salir de nuevo, y su corazón se había acelerado hasta límites insospechados.

-      ¿Estás bien? – le preguntó Shura, con ternura.

-      ¿Eh? – dijo Aioros, que estaba totalmente ido.

-      Tu cabeza. – señaló el español.

-      S-Sí, sí. – titubeó, y cogió rápidamente el libro que le ofrecía, pero con los nervios se le cayó de nuevo al suelo y se agachó rápidamente para recogerlo e introducirlo finalmente en la taquilla.

El capricorniano observó muy sorprendido lo nervioso que se encontraba Aioros, y se cuestionaba si había sido realmente una buena idea acercarse a él en ese momento.

-      ¿Necesitas ayuda? – preguntó al sagitariano.

-      No. – se apresuró a contestar.

El español le miró, apenado, y acto seguido dio media vuelta para seguir con su camino. El castaño le observó marcharse de espaldas, ya con lágrimas en los ojos. Aquello le traía muchos recuerdos. Recuerdos de hacía un año, cuando a un torpe chico se le habían caído también los libros de la taquilla, y otro chico decidido y muy seguro de sí mismo se había acercado para recogérselos y había sido amable con él. El comienzo de un amor que empezó siendo no correspondido y terminó por serlo. Y aún lo era. En esa segunda oportunidad que le había brindado el destino, aún lo era.

-      ¡Shura!

El español se giró, muy sorprendido, pues en su vida hubiera esperado que el sagitariano tomara la iniciativa para hablarle. Lo vio correr hacia él, y para cuando se dio cuenta, Aioros se había echado a sus brazos y le besaba fervientemente los labios.

Una lágrima rodó por su mejilla, y estrechó fuertemente al castaño a la vez que seguían besándose de forma muy pasional. Los labios de uno no podían parar de buscar los del otro, hasta que saciaron sus ansias y se separaron. El heleno lanzó un suspiro, y apoyó sus manos en el pecho de Shura. La ansiedad se había disipado, y con ello, todo el dolor que su corazón había albergado los últimos días. Había encontrado la cura a su tormento.

-      Te odio. – masculló con mucha rabia, a su vez que le golpeaba el pecho con el puño – Te odio por todo el daño que me has hecho pasar los últimos días.

El capricorniano calló. No podía reprocharle nada porque era totalmente cierto. Ni él mismo había conseguido perdonarse aún por eso.

-      Pero te amo tanto que no puedo vivir sin ti. – reconoció Aioros, entre un llanto desconsolado, mientras se aferraba fuertemente a la camiseta de Shura.

El español, emocionado por esas palabras, y con los ojos lagrimeando, se dejó caer de rodillas en el suelo, postrado frente a su amado, y se aferró a la cintura del sagitariano.

-      No podría describir con palabras la tortura que han sido estos días sin ti, ni consigo perdonarme todavía todo el daño que te he hecho. Sé que no merezco esto ni mucho menos, pero soy tan egoísta que aún albergo esperanzas y deseo una segunda oportunidad, porque te amo, Aioros. Te amo con todo mi corazón.

Ésas palabras, pronunciadas con tanta pasión, consiguieron conmover el corazoncito del sagitariano. Éste, le cogió de las manos para ayudarle a levantarse, y se las acarició con dulzura.

-      ¿Me juras que sólo fue un desliz? – susurró Aioros.

-      Lo juro. – dijo el español, tajantemente.

El heleno dejó ir un suspiro, y hundió su rostro en la camiseta del otro.

-      Te quiero, Shura, y es por eso que no quiero ser rencoroso. Puedo perdonar un desliz, porque creo que todos tenemos derecho a equivocarnos ya que somos humanos, y no somos robots sin sentimientos, pero espero tener la certeza de que ha sido un simple desliz y que no había sentimientos de por medio.

-      Te prometo que no había ninguna clase de sentimiento, al menos, no por mi parte. Fue sólo un desliz, y créeme que Aioria está tan apenado como yo.

El sagitariano quedó unos segundos reflexionando, y luego se abrazó a su amado. Confiaba en las palabras de Shura, y no sólo porque había visto en su mirada y en sus palabras sinceridad, sino también por pura lógica. Si realmente albergara sentimientos por su hermano, hubiera seguido con él después de haberlo dejado ellos dos, pero contrariamente a eso, el leonino y el capricoriano también habían estado evitándose todos esos días, y tenía la certeza de que Aioria había estado encerrado en su habitación fuera de horario escolar.

-      Tendré que hablar con mi hermano, odio estar peleado con él. Aunque fuera su culpa.

-      Lo agradecerá.

Los dos se miraron, sonrientes, y chocaron sus frentes cariñosamente.

-      Entonces… ¿Me perdonas? – preguntó Shura, conmocionado.

-      Sí. Ya estoy de nuevo en casa. – respondió el sagitariano, que no pudo contener unas últimas lágrimas causadas por la emoción a la vez que sonreía, y le dio un beso en los labios a Shura, tierno y cariñoso.

Mientras, en otra parte de la ciudad…

-      No hace falta que me acompañes, Saori. Tu casa está hacia el lado contrario. – dijo Aioria, que iba caminando con la cabeza gacha y arrastrando los pies.

-      ¿Cómo voy a dejarte solo en ese estado? – cuestionó la japonesa, que le miraba muy preocupada – Serías capaz de dejar que te atropellara un coche.

-      Bueno, quizá eso pondría fin a mi dolor.

Saori le lanzó una mirada asesina, y luego se le puso enfrente para cogerle de la camisa violentamente.

-      Eso no lo digas ni en broma, ¡¿me oyes?! – exclamó, muy indignada, y con los ojos brillosos.

-      ¿Realmente te importaría que me pasara algo? – preguntó el leonino, que la miraba muy sorprendido.

-      ¡Pues claro! ¡Es obvio!

-      Bueno, yo no lo veo tan obvio… El único que te preocupa es mi hermano, y yo siempre te he dado igual, así que…

-      Ahora ya no me das igual. Eres mi único amigo y el que me entiende. ¿Qué haría yo sin ti?

Aioria la observó totalmente anonadado. Era cierto que últimamente Saori había estado muy atenta y cariñosa con él, y prácticamente, desde lo de Aioros, le seguía a todas partes para darle consuelo.

Una lágrima rodó por la mejilla de la japonesa, que había quedado muy congojada con las intenciones suicidas del heleno, así que se la limpió con el dedo pulgar y luego le acarició el cabello con ternura. ¿Des de cuándo Saori se había vuelto tan preciosa y tierna a sus ojos?

-      Siento estar preocupándote tanto. – se disculpó el castaño.

-      ¡Sólo mírate! ¡Tienes unas ojeras tremendas, un estado nefasto y pareces un alma en pena cuando caminas! ¡Tienes que salir de este pozo sin fondo ya! – rogó Saori, desesperada, mientras le zarandeaba con fuerza.

-      Es tan fácil decirlo…pero tan difícil de cumplir…

-      ¡Tienes que poner de tu parte, y yo voy a ayudarte! ¡Sino nunca conseguirás salir de ésta!

El leonino continuó observándola, aún sin creer el comportamiento de su amiga. Acercó su rostro al de ella, y quedaron mirándose, a la vez que las mejillas de Saori se sonrojaban por la proximidad.

-      ¿Q-Qué te pasa? – preguntó, muy nerviosa y con el corazón latiendo a mil.

-      Saori… ¿Yo…te gusto? – preguntó Aioria.

La cara de la japonesa se puso como un tomate, pero enseguida negó rápidamente con la cabeza.

-      ¡¿Pero qué cosas dices ahora?! ¡Degenerado!

-      Discúlpame, claro que no te gusto. Son paranoias mías, ya no sé ni lo que digo. Si a ti el que te gusta es mi hermano. – dijo el heleno, que se separó de su amiga.

El cuerpo de Saori temblaba de pies a cabeza. ¿Por qué Aioria le había hecho esa pregunta de repente? ¡Había estado a punto de pillarla! Y es que realmente sí que estaba perdidamente enamorada de él, y no de su hermano mayor.

-      ¡¿Acaso yo te gusto a ti?! – preguntó sonrojadísima, y con los puños fuertemente apretados.

Aioria le lanzó una mirada, muy sorprendido.

-      ¿Cómo vas a gustarme? Yo soy homosexual.

-      ¿Entonces por qué me preguntas eso tú a mi?

-      Ni yo mismo lo sé… - dijo el leonino – Ha sido una simple paranoia.

-      Podrías ser bisexual. – dijo Saori.

Aioria reflexionó detenidamente las palabras de la virginiana, pero no le dio tiempo a responder, pues tenían compañía. Eran Shura y Aioros, que habían llegado cogidos de la mano.

-      ¿Pero qué…? – consiguió balbucear el leonino.

-      Aioria, necesito hablar contigo, pero aquí no, en casa. – dijo Aioros.

El castaño menor estaba totalmente estupefacto y no comprendía nada de nada, pero asintió sin decir nada más.

-      Saori, gracias por acompañarme. Te veré mañana en el instituto. – se despidió de la virginiana, y marcharon los tres dejándola allí, pues había quedado en shock.

Le llevó unos minutos recomponerse de lo que acababa de ver, y observar cómo se alejaban ya los tres en la lejanía.

-      ¿Que mi senpai…y Shura…vuelven a estar juntos? – preguntó, anonadada, y cuando su mente consiguió procesar aquello, la invadió una ira gigantesca - ¡¡Todo mi esfuerzo no ha servido de nada!!

En ese momento, a unos pasos de allí…

-      Gracias por acompañarnos, Shura. Nos veremos mañana. – dijo Aioros, con una sonrisa, cuando ya estaban frente a la casa de los castaños.

-      No hay de qué. Que vaya bien. – respondió el español, con una sonrisa y un gesto de mano, y se perdió entre las calles.

-      Entra, Aioria. – le pidió el castaño mayor, amablemente.

El leonino no opuso resistencia y entró, aunque todavía no consiguiera entender nada. Cuando ya estaban en el interior, el castaño mayor cerró la puerta y los dos se sentaron en el sofá. Aioria miraba hacia el suelo en silencio, pues no había hablado con su hermano desde que pelearon, y era incapaz de hacerlo ahora como si nada.

-      Aioria, quiero que me mires a los ojos cuando hablemos. – le pidió el sagitariano, que le levantó la barbilla para que le mirara – No voy a morderte, soy tu hermano.

-      Dijiste que yo para ti ya no era tu hermano.

-      ¿Qué querías que dijera en un momento así? Estaba totalmente comido por la ira.

Aioria asintió.

-      Antes de que digas nada, no sé qué ha pasado entre vosotros, pero quien tiene la mayor parte de la culpa en esta historia soy yo. Empezó a gustarme Shura, y no paré de lanzarle indirectas y de insistirle a pesar de que él se negaba todo el rato. Al final le acorralé de tal forma que… - se le quebró la voz, a causa de las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

Aioros posó su mano sobre la de él para tranquilizarle.

-      ¿Por qué no me contaste desde un principio que Shura te gustaba?

-      ¡¿Cómo iba a contártelo?! ¡Era tu novio!

-      ¡¿Y qué?! Pero somos humanos, y cada quién es libre de enamorarse de quien quiera. No me hubiera enfadado si me hubieras contado que estabas enamorado de él, ya que no se puede hacer nada contra lo que dicta el corazón. Pero al menos hubiera podido comprenderte y quizá hasta nos hubiéramos podido ahorrar todo esto al no haberte sentido tan desdichado. Te lo he dicho muchas veces, Aioria. Soy tu hermano, y voy a ayudarte siempre en lo que pueda, así que habla conmigo de lo que quieras, yo voy a escucharte y voy a poder echarte un cable en lo que pueda.

Aioria se abrazó fuertemente a su hermano.

-      ¿Por qué eres tan bueno conmigo? ¡No merezco todo esto! – exclamó, entre lágrimas.

-      Porque eres mi hermano, y aunque me hayas hecho pasar un infierno, te sigo queriendo. – dijo el castaño, que acariciaba con ternura la cabeza de su hermano pequeño.

-      ¿Estás de nuevo con Shura?

-      Sí, al final lo hemos arreglado todo.

-      Te prometo que él no siente nada por mí. – dijo muy seguro el leonino, que miraba a su hermano súper decidido – Yo le incité y tuvo un desliz, pero él te ama con locura y se desvive por ti.

-      Eso también lo sé. – respondió el sagitariano con una sonrisa - ¿Pero y tú? ¿Qué sientes por él?

-      Yo ya no pinto nada en esta historia y no pienso inmiscuirme más. Quiero que vosotros dos estéis juntos y seáis muy felices.

-      ¿Pero aún estás enamorado?

El leonino negó rotundamente con la cabeza.

-      Después del daño causado y viendo lo mal que lo he pasado, me he dado cuenta de que no, quizá fue un mero capricho y me hice ilusiones porque siempre era muy amable conmigo, pero ya está.

-      Aix… - suspiró Aioros, quién tampoco había podido evitar que se le saltaran algunas lagrimillas – Ven aquí tonto. – añadió, mientras estrechaba entre sus brazos fuertemente a su hermano y le daba un beso cariñoso en la frente – Te quiero, Aio.

-      Y yo a ti.

~~

 

Al día siguiente, Aioros y Shura anunciaron que volvían a estar juntos.

-      ¿Qué estáis juntos de nuevo? – preguntó Saga, tan sorprendido como los demás.

-      Sí. – respondió Aioros, con una sonrisa.

-      ¿Lo habéis arreglado todo? – cuestionó Milo.

-      Ajá.

-      ¡Pero qué noticia! – exclamó Aldebarán, emocionado - ¡¿Dónde está la botella de champán para celebrarlo?!

-      No empieces con el alcohol ya de buena mañana, Alde. – le dijo Kanon, de forma pícara.

Durante un buen rato, antes de entrar a clase, la pareja estuvo explicándoles a sus amigos lo sucedido, y cómo es que al final habían acabado reconciliándose tanto la pareja como los dos hermanos.

-      Bueno, lo cierto es que nosotros también teníamos que deciros que estamos juntos. – anunció Camus, con las mejillas sonrojadas. Saga le sonrió y le dio un tierno beso en la cabeza.

-      Si bueno, pero eso ya lo sabíamos todos, ¿eh Camie? – le dijo Milo, con una sonrisilla y dándole codazos.

Todos rieron al unísono, y cuando sonó el timbre, desfilaron hacia la puerta para entrar la institución y continuaron charlando por el pasillo.

Pero entre tanta felicidad, todos se habían olvidado de algo muy importante. Saori les observaba escondida tras una columna. Estaba totalmente ida de sí, y no era consciente de nada. Realmente había entrado en un estado crítico, como buena yandere.

La falda de su uniforme y su camisa estaban completamente cubiertas de sangre, llevaba también un cuchillo en su mano tintado de rojo, y en sus brazos y piernas se podían apreciar múltiples rasguños y cortes que se había hecho durante la noche, pues en su estado de ira había comenzado a autolesionarse, y por no contar las crecientes ojeras que se hallaban en sus ojos, y su mirada de sádica que observaba al grupito.

-      Ahora es mi turno. – dijo, con una gran sonrisa pérfida y mirada de loca – No vais a tener felicidad nunca. No mientras yo viva y no pueda estar al lado de mi senpai.

Acto seguido comenzó a reír como una loca y escandalosamente. Como todos estaban hablando en el grupo y había bastante bullicio en el pasillo, nadie se percató excepto Aioria, que le pareció oír algo extraño y se giró, aunque como Saori permanecía escondida tras la columna no la vio, y seguidamente volvió a su charla con el grupo.

La virginiana aprovechó que el leonino ya no miraba para decidirse a actuar y lanzarse. Salió de su escondite, y caminó con paso firme y decidido hacia el capricorniano, y con el cuchillo en lo alto.

-      Voy a matarte bastardo de mierda. Nunca estarás con mi senpai, porque ÉL ES MÍO.

Ésta vez sí que todos la escucharon perfectamente, ya que estaba muy cerca, aunque el primero en girarse fue Aioria, al que se le abrieron los ojos como platos al observar el estado de la japonesa, y cómo se abalanzaba directa con el cuchillo hacia Shura.

-      ¡¡Saori!!

Notas finales:

Finalmente he puesto el lemon de Saga y Camus ya que la mayoría me dijisteis que sí que lo queríais :).

Espero que os haya gustado el capítulo, y también que haya conseguido transmitiros todo lo que quería transmitir, ya que ha sido un capítulo con demasiadas emociones de por medio, y no sé si habré logrado transmitir todo eso de forma correcta :).

¡Nos vemos en el último capítulo! ¡Gracias por todo el apoyo a esta historia <3!

*Pregunta importante*: ¿Queréis que en el último capítulo haga como en mi historia anterior? Es decir, lo de escribir una escena final para cada una de las parejas :). También acepto ideas para dichas escenas ^^.


PD: La escena del beso entre Kanon y Aioros y los diversos acontecimientos que surgen después a raíz de esto entre esos dos están dedicados a gen_ sagitagemini :). Espero que te haya gustado, aunque haya sido poco ^^', pero como la historia ya estaba toda pensada es la única forma de la que se me ha ocurrido introducirlo jaja. Aún así espero que lo hayas disfrutado <3.


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