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Polos opuestos por gorgobina

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Notas del capitulo:

¡Hola a todos!

Siento la espera, pero aquí tenéis el último capítulo :).

*Nota: Los próximos acontecimientos están narrados en primera persona, siendo ésta Aioros, hasta que se indique de nuevo el cambio de persona.

Sangre, sangre, y más sangre. Sólo consigo ver un mar teñido de rojo. Necesito calmarme y tratar de controlarme. Espera… Shura está tirado en el suelo con un gran corte en su espalda. Me siento…mareado. Y ese olor nauseabundo… Siento ganas de desfallecer, pero sé que todavía no debo rendirme.

Comienzo a verlo todo más claro. Saori está frente a nosotros, y nos mira como una loca. Aioria se acaba de poner delante nuestro, con los brazos extendidos hacia los lados, protegiéndonos.

-      ¡¿Estás loca, Saori?! ¡¿Qué acabas de hacer?! – le pregunta mi hermano. Está tan sorprendido y agitado como todos, y, en el fondo, sé que está asustado, pero aún así mantiene la compostura.

-      ¡Déjame pasar, Aioria! – le exige Saori, con la sonrisa más pérfida y descompuesta que he visto en mi vida - ¡No se librará de una muerte segura por mucho que le protejas!

-      ¡Antes tendrás que pasar por encima de mi cadáver! ¡No vas a hacerle daño ni a Shura ni a mi hermano!

No comprendo nada. ¿Qué esta pasando? ¿Por qué Saori acaba de hacerle un corte a Shura en la espalda? ¿Y esas aberturas y rasguños en sus brazos, además de toda la sangre esparcida por su ropa? ¡Se ha vuelto completamente loca! Pero… ¡Shura! Ahora él es lo más importante. Necesito estar a su lado.

-      Shura, Shura… - le nombro, a la vez que le agito suavemente los hombros. Estoy desesperado, necesito que me diga que está medianamente bien.

-      La espalda… Me duele mucho. – gime – Casi me la raja de punta a punta.

-      Lo sé, será mejor que no te muevas ni hagas esfuerzos por ahora.

Miro a mi alrededor. Aioria y Saori continúan discutiendo, mientras que los demás se han quedado en shock ante la escena, menos Milo, que acaba de sacar su teléfono móvil.

-      ¡Reaccionad! ¡Maldita sea! ¡¿Es que no véis que hay que llamar a una ambulancia?! – masculla Milo en voz alta, mientras teclea rápidamente en el aparato y se lo lleva a la oreja – Y, ya de paso, a la policía, para que se lleven a esa loca.

-      Gracias, Milo. – le digo – Diles que es urgente. Shura está perdiendo mucha sangre.

-      Por supuesto.

Milo acaba de apartarse del bullicio para poder hacer las correspondientes llamadas. Me encuentro muy nervioso y, sobre todo, preocupado, porque Shura no para de perder sangre, ya que el corte que le ha hecho Saori no es precisamente pequeño.

-      Me encuentro muy mareado. – dice mi amor.

-      No te preocupes, cariño, te pondrás bien. – le digo, a la vez que cojo su mano con fuerza – Solo tienes que resistir un poco más, por favor.

-      No puedo evitar sentir que voy a desfallecer. Me pesa todo el cuerpo.

-      ¡No me digas eso, conseguirás aguantar hasta que llegue la ambulancia! ¡Porque eres fuerte!

Que me diga esas palabras no me consuela demasiado, pero no pienso separarme de él hasta que lleguen los paramédicos.

-      Ya he hecho las llamadas, vendrán enseguida. – me dice Milo, que acaba de volver.

-      Vale. ¿Han dicho cómo debemos proceder?

-      No, pero… Creo que lo mejor sería tratar de retener a Saori, no podemos dejar que escape. Aunque sin hacerle daño, claro, o entonces eso podría girar las tornas de la situación.

-      ¿Cómo piensas hacer eso?

-      Mientras no se entere de que va a venir la policía…

Milo se ha separado de mí, y se ha posicionado al lado de Aioria.

-      ¿Piensas dejarme pasar o también tendré que lastimarte a ti por el camino? – le acaba de preguntar Saori a mi hermano. Está muy rabiosa, y da realmente miedo. Es increíblemente admirable ver el valor que está teniendo mi hermano para postrarse frente a ella totalmente indefenso.

-      No serás capaz de lastimarme a mí. – le dice Aioria. Parece muy seguro de sí mismo.

-      ¿Ah, no? ¿Y eso por qué?

-      Soy tu único amigo, y me tienes aprecio y cariño. No vas a lastimarme.

Saori acaba de mascullar algo por lo bajo mientras apretaba más el cuchillo en su mano. Mi hermano parece tener razón, pues Saori no ha dado ninguna señal de que vaya a atacarle.

-      Eh, ¿es que acaso no me váis a dejar unirme a la fiesta? – acaba de decir Milo, con una sonrisilla pícara, y de brazos cruzados. ¿Por qué nadie parece tan asustado como yo?

-      Tú no te metas en esto. – le acaba de ordenar Saori, a la vez que le lanzaba una mirada asesina.

-      Esto es entre ella y yo, Milo. – le dice mi hermano.

-      Oye, ¿no te irás a hacer el héroe y a llevarte toda la gloria tú solo?

-      No veo que la situación sea como para tomársela a cachondeo, Milo.

-      Tan solo estoy intentando entretenerla para hacer tiempo hasta que llegue la policía – le acaba de susurrar a mi hermano. Supongo que Saori, por la distancia, no lo habrá oído, pero yo que estoy más cerca de ellos sí.

-      ¡¿Qué cuchicheáis vosotros dos?! – ha exclamado casi chillando Saori. Siento que la paciencia se le agota, y como la policía no llegue pronto, podemos llegar a tener otro herido en el pasillo.

-      Tan solo comentamos que estás loca. – claramente, Milo no para de burlarse de ella y provocarla, aunque no entiendo cómo puede ser capaz de hacer eso, aun arriesgo de que le ataque.

-      ¡¿También quieres que te mate o qué?! Créeme, no me importa añadir a alguien más a mi lista.

-      ¡Saori, ya basta con esto! – le acaba de gritar mi hermano, muy cabreado.

Milo se acaba de girar hacia mí, y me ha guiñado un ojo discretamente. Enseguida lo he entendido todo. Los policías acaban de llegar y están entrando sigilosamente.

-      Atácame si te atreves. – Milo ha continuado provocándola.

Saori ha chistado con la lengua, pero casi no ha tardado ni medio segundo en abalanzarse sobre Milo con el cuchillo. Éste ha tratado de defenderse como podía, pero Saori ha acabado apuñalándole el brazo.

-      ¡Dios! – acaba de mascullar Milo, que parece haber visto las estrellas.

-      ¡ALTO! – han gritado fuertemente los guardias.

Saori se ha girado, y los ha visto a todos detrás suyo, aunque empiezan a rodearla cautelosamente, y empuñan pistolas apuntando hacia ella.

-      ¡Habéis llamado a la policía! – acaba de gritarnos Saori.

-      Pues claro, ¿qué esperabas que hiciéramos? – le ha respondido Milo, a duras penas, pues se sostiene el brazo a la vez que se tapona la herida con los dedos.

-      ¡Tire el arma ahora mismo! – le acaban de ordenar los agentes a Saori.

Ella ha lanzado una ojeada rápida a todo el pasillo. Creo que está buscando alguna forma de escapar, pero no la ha encontrado, pues está completamente rodeada.

Cuando ha intentado dar un paso, la han disparado con el teaser, lo que la ha hecho caer al suelo inconsciente y abatida. Enseguida los guardias la han esposado y se la han llevado, a la vez que los paramédicos entraban corriendo con dos camillas para Milo y Shura.

-      Estoy bien, estoy bien, no hace falta que me lleven en camilla sólo por una apuñalada. – les ha dicho Milo.

Aún así los paramédicos han insistido, y todos hemos ido hacia la ambulancia. A Milo le han atendido enseguida, pero a Shura quieren llevárselo al hospital, así que les acompañaré en la ambulancia.

-      Muchas gracias, Milo. Pero no tendrías que haberte arriesgado tanto. – le he dicho.

-      ¿Por qué crees que lo he hecho? Los policías la han visto apuñalarme. Serán más cargos para ella.

-      No creo yo que eso vaya a influir mucho. – acaba de decir mi hermano, que se nos ha unido a la conversación.

-      ¿Por qué? – le pregunto.

-      Ya la habéis visto, estaba fuera de sí. Saori padece trastornos psicológicos y necesita ser tratada urgentemente. Quiero decir, si ha hecho esto es porque tiene un problema, no ha sido del todo por voluntad propia y al cien por cien de sus capacidades.

-      Aio… ¿Tú sabías que le ocurría eso? Parecía una chica tan normal…

-      Es una historia larga de contar. Ahora ve con Shura e informanos de cómo está sobre la marcha.

-      Sí.

Enseguida me he dirigido a la ambulancia donde se encuentra Shura tumbado en la camilla y hemos partido hacia el hospital. Al menos, sé que ya están tratándole, y aunque el corte es profundo me han dicho que está fuera de peligro. Durante el camino, no he podido evitar esbozar una sonrisa.

-      ¿Por qué sonríes? – me ha preguntado Shura, tratando de esbozar él otra, aunque a duras penas.

-      Es por Aio. Hoy me ha sorprendido gratamente. No me había dado cuenta, pero está madurando muy rápido.

-      Es un buen chico. – me ha respondido Shura – Estoy seguro de que cuando crezca se parecerá a ti.

-      Quién sabe. Tampoco creo que parecerse a mí sea algo especial.

-      Aioros, no hay nadie tan bondadoso como tú. Tienes el cielo ya ganado.

-      Vamos, tampoco exageres, Shuri.

Los dos hemos sonreído, mientras que los paramédicos nos informaban de que ya estábamos llegando al hospital. Allí han atendido a Shura con más profundidad, y una vez fuera de peligro, lo han trasladado a una habitación de la segunda planta.

-      Sí, sí, tranquilos, Shura ya está bien y fuera de peligro. – estoy hablando con Milo por teléfono. Shura se halla junto a mí, tumbado en la cama – Creo que por hoy sería mejor dejarlo así, quizá si venís todos pueda ser un poco agobiante para él… Ajá, vale, nos mantenemos en contacto para cualquier incidente.

Enseguida he colgado el teléfono móvil, y he sonreído a Shura, que me mira desde su lecho. Le he cogido de la mano, y me he sentado junto a él.

-      Cómo me alegra que estés fuera de peligro, lo he pasado tan mal… No sé qué hubiera hecho si te hubiera perdido, justo ahora que acababa de recuperarte. – realmente, han sido unos momentos muy angustiosos para mí, llenos de confusión.

-      No te preocupes, no pueden acabar conmigo así como así. – me ha asegurado Shura, esbozando una tierna sonrisa.

He llevado su mano a mis labios, y la he besado cariñosamente.

-      ¿Qué ha ocurrido con Saori? – me ha preguntado, mirándome con algo de temor en sus ojos verdes.

-      Por ahora la tienen en prisión preventiva hasta que se celebre el juicio oral y se sepa lo que dictamine el juez.

-      Es obvio que acabará, no en la cárcel porque es menor, pero sí en un centro de menores. – dice Shura.

-      Hmm… Yo no lo tendría tan claro. Me inquieta un poco lo que ha dicho mi hermano antes. Lo tenía muy callado, pero parece que sabe muy a fondo de qué va todo esto. Y ha mencionado que Saori tenía problemas mentales y que debía ser tratada urgentemente. Puede que todo esto haya sido causado por un brote psicótico.

-      Es posible, pero… Sigo sin comprender por qué la ha tomado conmigo. Apenas conozco a esa chica. – dice Shura – Y que yo sepa, nunca le he hecho nada.

He notado cómo mis mejillas se sonrojaban levemente, y he desviado un poco la mirada, avergonzado. Mi amor me mira con ojos inquisidores.

-      Me temo que eso es culpa mía…

-      ¡¿Culpa tuya?! ¿Por qué, cariño? Eso no tiene sentido.

He inspirado hondo, y me he dispuesto a contarle a Shura mi anterior episodio con Saori, cuando me declaró su amor y, además, que estaba esperando un hijo mío. Al fin y al cabo, si voy a ser padre, era algo que debía contarle tarde o temprano.

-      Supongo que al ver que había vuelto contigo le ha entrado un ataque de furia y ha arremetido contra ti. Pero igualmente, está claro que esto se remonta a mucho antes, sobre todo por lo que ha explicado Aio.

Shura me mira perplejo, y es obvio, la historia que le acabo de contar es para quedarse así.

-      ¿Qué Saori está…embarazada de ti?

-      Eso me ha dicho ella.

-      Pero amor… Si a ti no te gustan las chicas. Por muy despechado que hubieras estado el día de la fiesta y quisieras vengarte, lo más lógico hubiera sido enrollarte con otro tío.

-      Eso le dije yo, pero según ella, yo estaba borrachísimo y la ataqué. Y ella se dejó hacer porque está enamorada de mí.

Shura ha suspirado, y ha mirado a través de la ventana, pensativo.

-      ¿En qué piensas, mi amor?

-      Cariño, tú en toda la noche no bebiste… - dice, reflexivo – Y para ponerte tan borracho como para no saber lo que se hace o no recordar nada, tendrías que haberte puesto a beber como un loco en un momento. ¿Y dónde estaban las bebidas? En la barra. ¿Quiénes estaban en la barra? Aldebarán y Kanon. Te hubieran visto llegar.

Un escalofrío me acaba de recorrer todo el cuerpo. Creo que se me acaba de quedar una cara de bobo que tira para atrás. ¡Shura tiene razón! Es imposible que yo bebiera esa noche. ¿Entonces…por qué no recuerdo nada?

-      ¿Seguro que no recuerdas nada después de…bueno, después de nuestra conversación?

He llevado mis manos a la cabeza, concentrándome. Cada vez que intento recordar algo, se me nubla la mente.

-      No, no… Es muy difícil…

-      Haz un esfuerzo. Intenta rememorar desde que nos separamos.

He cerrado los ojos, y he llevado mi mente hacia días atrás: Recuerdo perfectamente la llegada a la fiesta, las idas y venidas, los bailes… Mi conversación con Shura, y luego…

-      Estaba hecho polvo y me fui al baño a seguir llorando, pues no quería que nadie me viera.

-      ¿Estaba Saori cuando entraste al baño?

-      No… No, claro, entré al baño de hombres.

-      Eso prueba la primera mentira de Saori. No entraste al baño de mujeres, y ella no estaba allí lavándose las manos. ¿Qué ocurrió después?

-      Creo…Creo que me dejé caer en el suelo y…sí, recuerdo que ella llegara.

-      Vamos amor, haz un esfuerzo. Creo que estás muy cerca.

He fruncido el ceño, tanto, que creo que me va a explotar la mente.

-      Recuerdo algo como… “Ten Aioros, tómate esto. Te sentirás mejor. Tan solo son vitaminas.”

Shura ha estrujado fuertemente las sábanas entre sus manos.

-      Maldita perra… Te drogó. Por eso no recuerdas nada.

-      No te alteres, Shura. Podría reabrírsete la herida.

-      ¿Cómo no quieres que me altere? – me ha preguntado, aunque intentando calmarse – Se aprovechó de tu inocencia, de tu confianza en ella y de lo mal que estabas para llevar a cabo sus planes. Yo creo que esa chica está muy cuerda, y sabe muy bien lo que se hace. No pierdas el tiempo ni te ablandes, deberías testificar contra ella en el juicio, y contar todo esto.

-      Tampoco tengo pruebas de esto, y apenas lo recuerdo vagamente.

-      En toxicología…quizá…

He negado con la cabeza.

-      No, cariño. Ya han pasado días. Si me drogó, la droga ya debe de haberse esfumado por completo de mi organismo.

-      ¡Maldita sea! – ha mascullado, con rabia, pegando un golpe contra el colchón.

-      Haré todo lo que esté en mi mano, pero solo nos queda ver cómo se desarrolla el juicio y cuál es el fallo.

-      Qué rabia, qué impotencia…

Me he acercado a él, y le he acariciado la cara con dulzura para que se calmara. Me ha mirado tiernamente, con sus mejillas sonrojadas y los músculos de su cara destensándose poco a poco, y no he podido evitar darle un beso en los labios lleno de pasión y fervor.

El ruido de la puerta al abrirse nos ha hecho sobresaltarnos, y hemos mirado hacia ella, para ver a Aioria de pie junto al umbral.

-      No, por favor, seguid. Por mí no os cortéis. – ha dicho, con una sonrisilla en los labios.

-      Aioria… Le he dicho a Milo que mejor no viniera nadie.

-      Lo siento, pero es que ya estaba de camino.

Se ha acercado a nosotros y se ha sentado en la silla que hay junto a la cama.

-      ¿Cómo te encuentras, campeón? – le ha preguntado a Shura, dando un golpe suavecito en el brazo.

-      Bien. Gracias por venir a verme, Aioria. – ha respondido Shura, con una sonrisa.

-      En el fondo, he venido porque creo que debo hablar con vosotros sobre Saori.

-      Cuéntanos todo lo que sepas, Aio. Por favor. – le he rogado.

-      Claro, claro, veréis, chicos… Saori sufre trastornos mentales, y de vez en cuando le dan ciertos brotes psicóticos, por lo que en el fondo no es dueña de sí misma debido a su enfermedad.

-      ¿Entonces sufre alguna especie de desdoblamiento de personalidad?

-      Hmm… No lo tengo del todo claro, pero creo que podría ser así. Últimamente he estado investigando mucho por internet, y he llegado a la conclusión de que también podría ser lo que aquí los japoneses denominan yandere.

-      ¿Qué es eso? – pregunta Shura.

-      Es el término que utilizan para una persona con personalidad dulce y agradable por fuera, pero agresiva por dentro.

-      Pero entonces… Sí que estaría siendo consciente de sus actos – he respondido.

-      Hmm… No del todo. Es complicado, y yo desde luego no soy médico y no entiendo de esto – dice Aioria – Pero yo creo que a ratos sí era consciente de lo que hacía, y a otros ratos se iba completamente fuera de sí. Conmigo llegó a ser agradable y sincera, pero de verdad, sin interpretar ninguna clase de papel.

Todos nos hemos quedado callados en la habitación. Es un tema complicado y difícil de asimilar.

-      ¿Cómo es que tú sabías todo esto, Aio? ¿Cómo es que llegaste a ser tan relativamente cercano a ella?

-      Porque hace algún tiempo, acudió a mí con la intención de hacer un trato. Ella estaba enamorada de ti, y me propuso que haría todo lo posible para separaros, así ella podría quedarse contigo y yo con Shura.

Nos ha mirado, a la vez que sus mejillas se sonrojaban y nos deviaba la mirada. Nosotros nos hallamos completamente incrédulos.

-      No me juzguéis, ¿vale? Ha pasado mucho tiempo desde aquello, y ya sabéis cuáles son mis sentimientos ahora.

-      E-Está bien… - he respondido, perplejo – Pero, si sabías cómo era ella, deberías de haber hecho algo. ¿Por qué no acudiste a la policía?

-      Porque en sus principios, no se comportaba de esta forma. Yo veía que estaba muy obsesionada contigo, y que te seguía a todas partes, y te espiaba, y prácticamente siempre estaba a tu alrededor, pero di por hecho que sería la típica pequeña obsesión de cualquier adolescente con el chico que le gusta, y ya. Que después de un tiempo se le quitaría la tontería. Nunca pensé que llegaría a esos extremos. Incluso cuando estaba conmigo, a solas, se comportaba de forma normal, con un poco de genio, eso sí, pero con el tiempo intuí que era su carácter, sin más. Luego…cuando ya comenzó a hacer cosas más raras la frené, y me prometió que no lo volvería a hacer, porque me tenía cariño y no quería verme sufrir. Pero me falló.

Mi hermano ha desviado la cabeza hacia un lado, mirando al vacío. He podido percibir la tristeza en sus bellos ojos verdes.

-      Aio, ¿quieres a esa chica?

Se ha sobresaltado, y me ha mirado, con las mejillas sonrojadas.

-      ¿Por qué me preguntas eso?

-      Porque soy tu hermano, y te conozco, y se ver a través de ti.

Nos ha vuelto a desviar la mirada.

-      No sé si me gusta. Yo me lo pasaba bien con ella, disfrutaba los ratos juntos, y la tenía mucho cariño. Y aún después de haber ocurrido todo este percance, le sigo teniendo cariño, y me da rabia, porque no debería, después de todo lo que ha hecho, pero no puedo evitarlo. Y ahora me encuentro inmerso en un revuelo de sentimientos, de no saber si seguir apreciándola y apoyarla, o despreciarla, que quizá sería lo éticamente correcto.

-      ¿Por qué es eso lo éticamente correcto? – le he preguntado.

-      Porque sería lo más normal, ¿no? Una chica que ha intentado asesinar al novio de tu hermano. ¿Cómo iba a seguir teniéndole cariño?

-      Aio, ¿acaso decides tú lo que es éticamente correcto y lo que no?

-      Claro que no, pero…

-      ¿Entonces?

-      Por convención social, no seria bien visto.

-      Escúchame. Nadie decide sobre nadie lo que debe hacer o no, ni éticas, ni costumbres, ni nada. Tú debes hacer caso a lo que sientes, y no puedes dejarte guiar por ninguna otra cosa que sea esa. Si tú has cogido cariño a Saori, y deseas apoyarla en esto, nadie te lo va a impedir. Como bien has dicho, quizá la propia Saori sea víctima de sí misma, de su alter ego, y todo causado por una enfermedad, así que técnicamente no sería del todo culpable. Por eso no consigues despreciarla, porque solo tú conoces a su yo verdadero, y deseas que vuelva, en vez de que todos nos quedemos con la imagen de su “yo” maléfico y agresivo. Así que, si al final decides quedarte a su lado, no te sientas como un lunático, o como un tonto por querer hacerlo. Es más, ella lo va a agradecer.

Aioria se ha levantado, y me ha dado un fuerte abrazo.

-      Gracias, Aioros. Tus palabras son sabias, siempre consigues hacerme recapacitar, y ver las cosas de otra forma – acto seguido se ha separado – Es obvio que se celebrará un juicio. ¿Testificarás contra ella?

-      Responderé a todas las preguntas que se me hagan con neutralidad, pero Aio, tampoco puedo evitar esconder la verdad.

-      Lo sé, pero gracias igualmente.

~~

 

Algunas semanas más tarde, 12.30h de la mañana, Juzgado de menores, Tokyo.

*NOTA: A partir de aquí, los acontecimientos vuelven a estar relatados en tercera persona*

-      Se abre la sesión. – dictaminó el juez.

Se creó un silencio sepulcral en la sala, y todos miraron impacientes a su señoría, esperando que dijera algo.

-      Bien, la señorita Saori Kido ha sido acusada de intento de homicidio contra el señor Shura García. ¿Alegato de la defensa?

-      Sí, su señoría. – pronunció el abogado de Shura, levantándose – Mi cliente afirma haber sido atacado por la señorita Kido, atentando esta contra su vida. Además, hay varios testigos que presenciaron la escena y que están dispuestos a declarar.

-      ¡Protesto! – exclamó el abogado de Saori.

El juez alzó una mano contra el abogado de Shura, y miró hacia el de Saori.

-      Antes de que entren testigos, le cedo la palabra al abogado de la acusación. ¿Qué alegato puede ofrecernos?

-      En defensa de mi cliente, diré que esta chica no consta de sus plenas capacidades, y debe ser ingresada inmediatamente. Su intento de homicidio no fue voluntario, pues sufre problemas psicológicos.

-      ¿Acaso es usted doctor para hacer tal declaración?

-      Claro que no, por eso exijo que se la trate urgentemente.

-      Bueno, en ese caso deberíamos pedir que la examinen y que se haga un informe pericial, pero antes, que suban los testigos, por favor. – el juez miró atentamente la lista que tenía entre sus manos – Primeramente, que suba al estrado a declarar la víctima del litigio, Shura García.

El capricorniano enseguida se levantó y subió al estrado.

-      El abogado de la acusación, puede hacer las preguntas que crea convenientes.

-      Gracias. – el abogado se aclaró la garganta, y miró directamente a Shura – Señor García, usted afirma que mi cliente trató de asesinarle.

-      Así es. – respondió el español, muy serio.

-      ¿Puede relatarnos los hechos?

-      Por supuesto. Me dirigía hacia clase con mis compañeros, por el pasillo del instituto, cuando de repente Aioria, un compañero de clase, se giró gritando el nombre de Saori, y antes de que me diera tiempo a voltearme a mí también, sentí algo que me rajaba la espalda. Caí al suelo de bruces, y después vi a la señorita Saori, con el cuchillo ensangrentado en la mano, y que no paraba de repetir que quería matarme.

-      ¿Qué clase de relación mantiene con mi cliente?

-      Ninguna. Literalmente, creo que nunca habré cruzado alguna palabra con ella.

-      ¿Alguna pregunta más? – cuestionó el juez.

-      Sí, una última su señoría, si me lo permite. ¿Cuáles cree usted, señor García, que pudieron ser los motivos de mi cliente para cometer tal acto? Acaba de decir que no le conoce de nada…

-      En efecto, no nos conocemos, pero lo que yo crea o deje de creer serían razones carecientes de motivo.

-      Entonces… Según sus declaraciones, podría afirmar que mi cliente pudo haber cometido el acto llevada por un brote psicótico dado su evidente estado de salud…y no porque realmente tuviera algo contra usted.

-      Es suficiente, letrado. – le ordenó el juez – Que entre el siguiente testigo.

Shura se retiró sin decir nada más, y acto seguido llamaron a Aioros a declarar. El sagitariano parecía un tanto nervioso, pues subir a declarar en juicio, lo cierto es que era bastante imponente y a la vez estaba sometido a mucha presión, pero trató de mantener la compostura como pudo. Al fin y al cabo, él no había hecho nada, solo estaba ahí para declarar acerca de lo que sabía.

-      Señor…Aioros Kafkis, ¿no es cierto? – preguntó el abogado de la acusación.

-      Sí. – respondió el castaño.

-      Señores, debemos tener en cuenta que el señor Kafkis no será muy imparcial en este asunto. - dijo el abogado de la acusación, con una sonrisilla - Dado que es la pareja sentimental del señor García.

La gente se sorprendió al escuchar tal información.

-       Letrado, yo seré quien decida acerca de la imparcialidad del señor Kafkis. Haga sus preguntas o le retiraré la palabra.

-       Está bien. Señor Kafkis, ¿puede contarnos cómo sucedió todo?

-       Supongo que no tengo mucho más que aportar a lo que se haya dicho ya, pero estábamos todos en el pasillo cuando de repente Saori atacó a Shura y éste último cayó al suelo. Los momentos siguientes fueron algo confusos. Yo trataba de ayudar a Shura…mientras que mi hermano discutía con Saori y trataba de calmarla para que no cometiera otra locura.

-       ¿Qué relación mantiene con mi cliente?

Aioros suspiró, lanzó una mirada discreta hacia Shura, y luego volvió a mirar al abogado.

-       Saori era una muy buena amiga. No solíamos juntarnos con frecuencia, pero las veces que nos encontrábamos en el instituto siempre fue amable conmigo y nos llevábamos muy bien.

-       ¿Podría asociar entonces este cambio repentino a algo?

-       …Es difícil de explicar…

-       Le animo a hacerlo.

-       Hace relativamente poco… Saori me confesó que estaba enamorada de mí y…esperando un hijo mío.

-       ¡Embarazada de usted! – exclamó el abogado, a la vez que la gente quedaba atónita – Han mantenido entonces ustedes una relación.

-       No. Como bien ha remarcado al principio, yo mantengo una relación sentimental con el señor García.

-       Explíquenos esto, entonces.

-       Ocurrió en una fiesta… - a continuación, Aioros se dispuso a contar toda la pelea con Shura, y lo poco que recordaba de su encuentro con la japonesa – Saori me afirmó que yo estaba tan borracho que por eso no recuerdo que mantuviéramos relaciones.

-       Podría ser esto un caso de violación…

-       ¡Protesto! – exclamó el abogado de Shura.

El juez le miró y le cedió la palabra.

-       Su señoría, mi cliente, y todos los demás amigos que acompañaron a la fiesta al señor Kafkis, afirman que éste no consumió alcohol en ningún momento de la noche.

-       ¿Cómo explica entonces el estado amnésico del señor Kafkis? – le preguntó el otro abogado - ¿O quizá…no se encuentre realmente amnésico?

-       El señor Kafkis es la víctima de todo este asunto, no el atacante.

-       ¿Y eso por qué?

-       Sus mismas palabras lo dicen, y su cliente, letrado, está en seria situación de desventaja. La señorita Kido tiene un motivo para hacer esto, y es que está enamorada de él. Pudo drogarle el día de la fiesta con el fin de mantener relaciones sexuales con el señor Kafkis, quedarse embarazada así de él, y luego poder reclamarle a su lado para siempre ya que es el padre de su hijo. Y todo porque está enamorada de él.

-       ¿Tiene testigos que puedan afirmar esa “suposición” suya? – preguntó el abogado de la acusación, con sarcasmo.

-       Por desgracia, no… Pero las pruebas hablan por sí solas. Su señoría. – dijo el abogado de Shura, dirigiéndose hacia el juez – Pido por favor que se registre el domicilio de la señorita Kido en busca de sustancias sospechosas.

-       Concedido. – respondió el juez, apuntando algo en una libreta.

-       ¡Esto es absurdo! – exclamó, exasperado, el abogado de Saori - ¡No veo que una simple suposición sea motivo para realizar un registro!

-       Letrado, le ruego que trate de tranquilizarse o deberé tomar medidas. – le dijo el juez, que le escrutó a través de sus gafas – Gracias, señor Kafkis, puede bajar del estrado. Que suba el siguiente testigo.

Minutos después, subió al estrado Aioria, al parecer muy decidido, y sin ningún nerviosismo palpable. Aioros y Shura le observaron atentamente, impresionados con la seriedad del hermano menor de los castaños.

-       Aioria Kafkis, el hermano menor del anterior testigo. – dijo el abogado de Saori – Tengo entendido que es usted muy apegado a mi cliente.

-       Lo soy.

-       ¿Puede explicarnos exactamente cuál era su relación?

-       Saori y yo somos muy buenos amigos, y en las últimas semanas hemos estado bastante juntos y nos hemos cogido cierto cariño.

-       ¿Cómo diría que es la señorita Kido?

-       Es una chica con carácter, bastante obsesiva, pero…aunque cueste de creer, es cariñosa en el fondo.

-       ¿Y ha podido usted observar algo raro en ella desde que la conoce? O mejor dicho… ¿Le sorprendió que tratara de cometer tal acto?

-       No… Lo cierto es que no me sorprendió tanto como debería haberlo hecho.

El juez enarcó una ceja, pero no dijo nada.

-       Explíquese.

-       Saori estaba muy obsesionada con mi hermano. Tanto, que le perseguía a todas partes y le espiaba. Al principio no le di importancia porque pensé que serían obsesiones de una adolescente enamorada y que con el tiempo se le pasaría.

-       ¿Pero…?

-       Pero… Creo que su propia obsesión se fue haciendo una bola hasta que la arrastró a la locura.

-       Entonces… ¿Consideraría usted que mi cliente padece algún tipo de enfermedad mental?

-       … No soy doctor, señor, para afirmar tal cosa.

-       Pero usted es quién la conoce mejor de todos nosotros. Sus observaciones nos serían muy útiles.

-       Pues…en mi opinión, diría que sí. Que Saori es una víctima de sí misma, y que no era consciente de sus propios actos. El hecho de que se autolesionara a ella misma, haciéndose cortes, y… Bueno, cuando ocurrieron los hechos, era evidente en su mirada que estaba como ida de sí. Y esos cambios de personalidad tan bruscos…

-       Su señoría, escuchada tal declaración, creo que sería conveniente que mi cliente fuera tratada.

El juez reflexionó durante unos instantes.

-       ¿Alguna pregunta más? ¿Algo que añadir en la banda de la defensa?

El abogado de Shura respondió de forma negativa.

-       Bien. La señorita Kido será enviada a un sanatorio mental para que le hagan pruebas y pueda verificarse si realmente padece una enfermedad mental que le llevó a cometer tal acto en contra de su voluntad. Hasta nuevo aviso, se cierra la sesión.

Meses después…

-       Qué ganas tenía de ver esta película. Dicen que es buenísima.

-       Tan buena es que por eso está llenísima la sala. – bromeó Milo con una sonrisilla mientras buscaban sus asientos, ya que realmente, en la sala de cine sólo eran ellos dos y una pareja que había en las primeras filas.

-       Cállate, eso es porque son los últimos días que la emiten. Ya me procuré de eso para tener que ahorrarme colas y la sala llena de gente que molesta.

-       Sí, su señoría.

Shaina se giró hacia él con mala cara, y luego continuó buscando sus asientos.

-       Fila diez, asientos siete y ocho…

-       ¿Qué más da el asiento? La sala está vacía, siéntate donde más gustes.

-       Soy alguien legal, Milo. Me sentaré donde me ha tocado.

-       Qué delicada estás hoy. ¿Es que nunca te has saltado las normas?

-       No, me considero una chica buena. – dijo Shaina, mientras se sentaban.

-       ¿Seguro? – preguntó Milo, acercándose a su rostro con una sonrisilla.

-       Para, o me harás ruborizarme. – respondió la italiana, con las mejillas algo rojas.

Las luces se apagaron, y comenzaron los anuncios que duraron unos minutos y luego empezó la película. El escorpiano la abrazó en la oscuridad y la besó de forma muy sensual.

-       Para Milo, no me enteraré de la película.

-       No puedo evitar querer besarte…

El griego se acercó a su cuello y le dio más besos ahí.

-       ¡Se va a dar cuenta la pareja de delante y se pensarán que estamos haciendo cosas raras! – exclamó en susurros Shaina, algo avergonzada.

-       ¿Qué se van a enterar? Si están un quilómetro más abajo.

Milo la cogió de la barbilla y la besó con ternura en los labios.

-       Te quiero… - susurró el escorpión, tiernamente.

-       Y yo a ti. – respondió Shaina, a quién la oscuridad escondía el rubor de sus mejillas.

Milo apoyó su cabeza en el hombro de ella y entrelazó sus manos.

-       Lo cierto es que podríamos haberles dicho a Saga y Camus que vinieran… - dijo Shaina.

-       Imposible, se han ido de vacaciones muy lejos.

-       ¿A dónde? – preguntó la italiana, sorprendida.

-       A Alejandría, para visitar la biblioteca.

-       ¡Dios mío, eso está muy lejos! Debe de haberles costado un dineral.

-       Ya, pero es que Saga tiene cash. – respondió Milo, con una sonrisilla.

-       ¡Ya lo creo! – siguió diciendo Shaina, muy impresionada.

La pareja de delante se giró hacia ellos, haciéndole mala cara a la italiana.

-       Querida, estás molestando a los de delante con tu gran asombro. – afirmó Milo, de forma picarona.

-       ¡Serás! Pero si has sido tú quién…

La ariana no pudo continuar con sus quejas, porque fue callada por un pasional beso de su novio.

Muy, muy lejos de allí, en tierras del lejano Egipto…

-       Acabo de tener un sentimiento extraño… - dijo Camus.

-       ¿Cuál, mi amor?

-       No sé, es extraño, pero me ha venido a la cabeza Milo.

-       Jajaja, quién sabe, quizá esté hablando de nosotros en este mismo momento.

-       Lo dudo, porque siendo verano y estando de vacaciones sólo debe estar preocupándose de hacer sus travesuras, y no acordándose de sus amigos.

-       Qué duro eres con él…

-       Si tú le conocieras como yo lo hago…

Los dos continuaron caminando hacia su destino, sin detenerse ni un solo momento.

-       Hace un calor horrible… - se lamentó Camus – Y con lo blanco que soy y este sol, ya mismo pareceré una gamba.

-       Entonces sí que darás el pego como turista. – se burló Saga.

El acuariano le miró de reojo, lanzándole una mirada asesina.

-       Es broma, sabes que te querré igual, aunque seas una gamba.

-       Eso, tú ahora hazme la pelota…

Finalmente, los dos llegaron a su destino: la biblioteca de Alejandría. Obviamente, no era la original, sinó la que financió la UNESCO, el Estado egipcio y las asociaciones interesadas en la construcción, en el año 2002.

Al entrar, pagaron su entrada, y luego se maravillaron con las instalaciones. Recorrieron la biblioteca de punta a punta, en la que se respiraba un ambiente muy tranquilo. Gente de todas las edades y estudiantes, promovían la cultura en aquél magnífico lugar que albergaba libros de todo el mundo y en casi cualquier idioma.

-       Es un privilegio para mí poder hallarme aquí. – dijo Camus, maravillado – Y todo gracias a ti, no sabes cuánto te lo agradezco, mi amor.

-       No hay de qué. Hace mucho tiempo que yo también quería visitarla, pero mi hermano se negaba rotundamente a venir alegando que se aburriría mucho, así que siempre acabábamos destinando el viaje familiar a otro lugar que gustara a todos. Así que, si he podido venir aquí, también ha sido gracias a ti.

-       Hablando de tu hermano… ¿cómo está? – preguntó Camus, mientras cogía un libro y empezaba a hojearlo – No le he vuelto a ver desde que acabaron las clases.

-       Pues… No se cuenta mucho, supongo que en estos momentos no debe estar haciendo nada productivo. Quizá tumbado en el sofá, o bebiendo algo con Aldebarán, ya que allí ahora debe ser de noche.

En algún bar de la nocturna Tokyo…

-       ¡Ah! – expiró Kanon, después de dar un buen trago a su jarra de cerveza – Cómo me alegro de que Camus se haya llevado a Saga a Egipto. Así puedo respirar tranquilidad sin él, y ya de paso nunca iremos de vacaciones familiares a ver esa aburrida biblioteca.

-       Pero tío, aunque no te guste la biblioteca, es un lugar más que visitar del mundo. Ya me gustaría a mi poder tener el dinero que tenéis para estar de vacaciones cada año. – respondió Aldebarán.

-       Ya, lo cierto es que tampoco puedo quejarme, pero estoy muy tranquilo sin tener que aguantarle unos días.

-       ¿No te aburres cuando estás en casa?

-       Bueno, a veces. Lo cierto es que sería un puntazo poder quedar al menos con los demás, pero ahora todos están de parejitas y se han olvidado de nosotros.

-       ¿Y Shura? ¿Qué anda haciendo?

-       ¿Tú qué crees? Estará con Aioros, obviamente. Esos dos no se despegan de ninguna manera. – se quejó Kanon, bebiendo más cerveza – Que a ver, me parece precioso, pero que recuerden también que tienen a los amigos abandonados.

-       Lo cierto es que es un poco triste que todos hayan acabado de parejitas y nosotros aquí…ahogando las penas en unas cervezas. – dijo Aldebarán, algo deprimido.

-       ¡Pero qué dices tío! ¡Aquí no se están ahogando las penas ni nada! ¡Somos dos amigos que están compartiendo unas risas acompañados de unas refrescantes y deliciosas cervezas, y no necesitamos nada más! Mientras nos tengamos el uno al otro, ¡seremos imparables! ¿Para qué quieres amor? ¡Los amigos son hermanos, y no hay nada mejor que eso!

Aldebarán sonrió, muy feliz, y alzó su jarra en alto.

-       Tienes razón, hermano. ¡Brindemos por nosotros!

Los dos chocaron sus jarras de cerveza, y le dieron otro trago.

-       Aunque… Lo cierto es que creo que me he venido un poco arriba y he bebido demasiado… - admitió Kanon, que cayó sobre la barra algo mareado.

-       Sí… ¿no? – siguió Aldebarán, que del mareo se cayó del taburete donde estaba sentado.

-       ¡Oh! ¿Estás bien? – preguntó una chica que pasaba por allí, preocupada, que se agachó junto a Aldebarán y le ayudó a levantarse.

-       Sí, de veras que siento tener que hacer cargar a una belleza como tú con alguien tan necio como yo. Permíteme disculparme. – dijo el taurino, caballerosamente.

-       No te preocupes. – respondió la chica, ruborizada por las palabras dirigidas a ella.

-       ¡Traidor! – exclamó Kanon, que observaba la cara de embelesado que le lanzaba Aldebarán a la joven.

Y en alguna cala misteriosa…

-       Ya añoraba esta sensación… - dijo Aioros, que cerró ojos y dejó que la fría brisa marina de la noche rozara su rostro – Se echaba de menos el verano.

-       Yo también. ¿Recuerdas la primera vez que te traje a esta playa?

-       Cómo olvidarlo. – respondió el sagitariano, mirándole algo sonrojado.

-       Me gustaría hacer de este nuestro rincón secreto. Nadie viene a este lugar porque está bastante escondido. – dijo Shura.

-       Sería bonito…tener algo como nuestro. – admitió Aioros, más ruborizado.

Shura le sonrió y luego continuaron caminando por la orilla, cogidos de la mano.

-       Shura… ¿Tú puedes imaginarte un futuro conmigo?

El español se giró hacia él, y le miró tiernamente.

-       ¿Qué si puedo imaginarlo? Sueño con ello, mi amor.

El corazón del sagitariano comenzó a latir rápidamente, y luego se abrazó a su amado.

-       No sabes lo feliz que me hacen esas palabras.

-       ¿Cómo no podría sentirlas? Eres el amor de mi vida, Aioros, y ya nada va a poder separarme de ti, a no ser que tú lo decidieras, claro.

-       No. – negó Aioros, que le acarició los brazos – Yo también sueño con un futuro contigo, y el solo pensar que realmente podría cumplirse me llena de emoción.

-       ¿Sí? ¿Te casarías conmigo entonces? – preguntó Shura, embelesado.

-       Pues claro. Y compraríamos una casa cerca de la playa. – dijo Aioros, con felicidad.

-       Ya lo creo. Y viajaríamos por el mundo entero cogidos de la mano.

-       Envejecer juntos… - suspiró Aioros, abrazándose a Shura – Qué pensamiento tan bonito…

-       Lo haremos, aunque parezcan los desvaríos de dos adolescentes ilusionados.

-       Sí.

Los dos se miraron. La emoción se reflejaba en sus ojos. Las miradas se entendieron, y los labios buscaron los de otro, para saborearlos en una noche de verano, que parecía el comienzo de una larga vida juntos.

Volviendo a la ciudad, en una habitación a oscuras…

No conseguía dormir. No es que se sintiera mal, pero había varias reflexiones que llevaban días en su cabeza, y que le quitaban el sueño por la noche. Sólo la luz de la luna alumbraba su dormitorio, y se encontraba estirado encima de la cama, con sólo el pantalón del pijama puesto.

El verano había llegado, y todos no habían parado de hacer cosas desde que llegó, pero él se sentía vacío, como si algo faltara, como si su lugar no fuera estar disfrutando con sus amigos, sino…

Aún recordaba el juicio de Saori. Estuvieron haciéndole muchos exámenes psicológicos, y finalmente se determinó que la joven padecía un trastorno de identidad disociativo, por lo que se la exculpó del intento de asesinato hacia Shura, ya que la joven, debido a su enfermedad, no había sido consciente de todos sus actos y los había cometido involuntariamente. Naturalmente, había comenzado a ser tratada y actualmente residía ingresada en un centro de salud. Desde entonces, la japonesa había comenzado a recuperarse paulatinamente, pero su trastorno le hizo olvidar parcialmente el día fatal en el que trató de asesinar a Shura.

Saori… En cuanto supieron de la enfermedad de la joven, todos fueron conscientes de sus palabras, de que había sido más una víctima de sí misma que otra cosa. Nadie reprochó nada más acerca de ella, pero tampoco trataron de tener relación alguna. Él suponía que, por miedo, quizá, a que volviera a ocurrir algo parecido. Pero… No podía evitar pensar… ¿Y qué pasaba con él? ¿Habría olvidado Saori durante todo este tiempo que él había sido su amigo? ¿Qué habían vivido experiencias juntos? ¿Qué, al menos por su parte, le había cogido cariño? Quizá esa amistad había sido tan solo ficticia, residía solo en su cabeza, y la japonesa también la había olvidado, fruto de su amnesia, pero se negaba a creer eso tan pronto. Necesitaba averiguarlo por sí mismo.

Días después, en un centro de salud…

*Los siguientes acontecimientos vuelven a ser narrados en primera persona*

Parece mentira, pero ya llevo cuatro meses ingresada en este centro. Cada día, me despierto en esta aburrida habitación, y no tengo más que hacer que mirar por esta ventana las vistas de la ciudad.

A veces, siento pánico. Me han dicho que sufro amnesia, y es por eso que no recuerdo algunas cosas de lo sucedido meses atrás. Al parecer, traté de asesinar Shura, ya que estaba enamorada de Aioros. Pero…surgen muchas dudas en mi cabeza. ¿Por qué estaba enamorada de Aioros? No recuerdo esos sentimientos, y cuando trato de albergarlos en mi interior, no los encuentro, sino que aparecen otros, por otra persona diferente.

Tengo que fiarme de lo que me dicen a causa de que no recuerdo nada, y eso me hace dudar de que pueda volver a sufrir un ataque, y hacer algo muy grave que no voy a recordar, ni de lo que voy a ser consciente mientras lo haga.

La enfermera que me viene a ver cada día, y que me cuida, una señora de mediana edad muy amable y simpática, dice que he hecho muchos progresos en los últimos meses, y que si sigo medicándome será muy difícil que algo así me vuelva a ocurrir. Lógicamente, no estoy del todo recuperada, y todavía no me van a dejar salir de aquí, pero están muy contentos con mis avances.

Pero no puedo evitarlo. Me siento sola. Es un día, tras otro, encerrada en esta cárcel. De vez en cuando converso con mis compañeros, es decir, los demás pacientes que también están aquí, pero a veces me aterran, ya que aquí, cada cuál tiene una historia distinta...

Mis pobres padres, me visitan con frecuencia, aunque no tanto como quisieran debido a sus trabajos. Sé que he sido una gran carga para ellos, aunque digan lo contrario, pero puedo ver reflejados en sus ojos el dolor padecido… Aún así, se agradece su compañía, pues son las únicas personas conocidas que puedo ver aquí, pero… Dios mío, mi cabeza siempre acude a él, pidiendo auxilio.

Es extraño, pero mis sentimientos no han cambiado, y los recuerdo nítidamente, como si los hubiera sentido ayer. Al igual que tampoco he olvidado nuestras charlas, nuestros momentos juntos… Me duele el pensar el daño que le habré causado, y me deprime el pensar en recuerdos tan felices… Porque ya no van a volver, y creo que atesorarlos tanto y alimentarlos en mi interior, va a ser todavía peor para mi estado anímico. Quizá debería olvidarlos y pasar página, aunque vaya a ser difícil estando aquí, encerrada todo el día y con tanto tiempo para pensar…

-       Buenos días, Saori. – mi amable enfermera, Yumiko, acaba de entrar a la habitación y ni me he dado cuenta, pues como siempre, he andado perdida en mis pensamientos.

-       Buenos días, Yumiko. – la he saludado, con una sonrisa.

Se ha acercado a mi cama, y me ha colocado bien las sábanas de una esquina que se habían salido del sitio, quizá debido a que me muevo bastante en sueños.

-       ¿Cómo has pasado la noche? ¿Has tenido alguna pesadilla?

-       Bueno… Me he despertado cerca de las tres, bastante agitada, pero no recuerdo lo que he soñado… Más tarde me he vuelto a dormir, sin ninguna pesadilla esa vez.

-       Me alegro, si has podido dormir más tranquila después es buena señal de tus avances. ¿Quieres desayunar en la cama?

-       No, en la mesa, por favor. Estoy harta de estar estirada.

Me he levantado de la cama, mientras que Yumiko me colocaba la bandeja con mi desayuno en la mesa que hay junto al lecho. Me he sentado, y he comenzado a comer.

-       Bueno, te dejo desayunar tranquila. Regresaré de aquí a un rato.

-       Vale.

Yumiko se ha retirado de la habitación, y he desayunado en calma. Lo cierto es que, desde luego, estos meses están siendo mejores que los primeros. Al menos ahora me dan la libertad de quedarme a solas en la habitación, pero al principio, era vigilada constantemente por ser considerada como “altamente peligrosa”.

En cuanto he terminado mi desayuno, he apoyado los codos en el alféizar de la ventana, y me he dedicado a observar el paisaje. Es ya tan predecible para mí… El hombre que reparte los periódicos cada mañana, la mujer de enfrente que sale con su hijo para acompañarle al colegio, el anciano que fuma su pipa, sentado en la mecedora de su terraza, balanceándose suavemente…

-       Saori.

Me he girado. Es Yumiko, que ha regresado para recoger la bandeja de mi desayuno.

-       Tienes visita.

-       Hmm… Será mejor que me vista entonces para ver a mis padres. No me gustaría recibirles en pijama.

-       Claro, puedes vestirte si gustas, pero lamento decirte que no son tus padres. Es un joven de tu edad.

-       ¿U-Un joven? No acostumbro a recibir otra visita que la de mis padres. ¿Ha dicho su nombre?

-       No, pero ha asegurado conocerte. Vístete, te espera en los jardines.

-       Está bien…

Yumiko se ha retirado y he abierto mi armario. Me siento ciertamente desconcertada. ¿Quién habrá venido…? No puedo imaginar quién más querría verme aparte de mis padres.

Entre muchas dudas, me he decantado por un fino vestido blanco de manga corta y unas sandalias marrones. Cuando he salido, Yumiko me ha sonreído al pasar.

-       No… ¿No me acompañas? – le he preguntado, desconcertada.

-       No, no te preocupes, puedes ir sola.

Esto es extraño. Es cierto que últimamente me han dado más libertad, pero normalmente salgo a los jardines acompañada de Yumiko.

-       El joven ha pedido si la audiencia contigo podía ser a solas.

-       Ah…

Sin más demora me he dirigido a la salida. Cuando he entrado a los jardines, he visto bastante gente paseando y charlando, algunos pacientes, otros visitantes. No tengo idea de a quién tengo que buscar entre tanta gente…

-       ¡Bu!

Alguien me ha cogido por detrás y me ha zarandeado. Mi primera impresión ha sido gritar, llevarme las manos a la cabeza y apartarme rápidamente.

-       Lo… Lo siento, no pretendía asustarte tanto…

-       ¡Quién seas, no deberías pegar tremendo susto a alguien en mi estado que está medicándose! – he gritado fuertemente, con los ojos cerrados y las manos aún en mi cabeza.

Alguien me ha retirado las manos de ahí, y me las ha cogido.

-       Saori… ¿Me recuerdas?

¿Qué si le recuerdo? Sintiendo ahora tan nítidamente esa voz, la voz de mis recuerdos… No sé si debo abrir los ojos. No quiero creérmelo. Pueden ser ilusiones mías que me estoy haciendo, puede ser mi mente que las está distorsionando a su gusto.

-       Mírame, por favor.

No me queda más remedio. He abierto los ojos, y le he visto ahí, de pie, mirándome fijamente.

-       ¿Aioria?

-       Vaya, entonces sí que me recuerdas. – me ha dicho, con su más bella sonrisa.

Mi corazón parece haber despertado, después de tanto tiempo dormido. No he podido evitarlo, ha sido la emoción del momento, los sentimientos encontrados, el acelerar de mi corazón… Me he abrazado fuertemente a él. Me da igual si lo que estoy viviendo no es verdad, si es una ilusión creada por mi mente… Será la ilusión más bonita que he vivido.

Está tan guapo… Tal y como le dejé la última vez. Sus hebras castañas siguen igual de onduladas, sus ojos esmeralda conservan la misma vitalidad de siempre, quizá su piel esté un poco más morena por el sol de verano…

-       Me da igual si esto es una ilusión, puedo quedarme con esto. – le he dicho, con una sonrisa llena de felicidad.

-       ¿Ilusión? ¿Por qué debería serlo, Saori?

-       Yo… Tengo miedo de mí misma… - le he dicho, aferrándome fuertemente a su pecho, consumida por el miedo - ¿Y si es otra ilusión creada por mi mente? Y todo causado por mi deseo ansioso de verte…

-       No soy ninguna ilusión. Estoy aquí, contigo. – me ha dicho, pellizcándome cariñosamente una mejilla.

-       Bobo, eso ha dolido… - le he rechistado, frotándome la mejilla adolorida.

-       Entonces es que soy real.

He notado mis mejillas sonrojarse. Hacía tanto tiempo que no me sentía así…

-       ¿Paseamos? – me ha preguntado, ofreciéndome su brazo.

-       Está bien… - he contestado, aferrándome a él, y hemos comenzado a caminar por los jardines del centro - ¿Cómo es que has venido a verme? Me ha sorprendido tu visita, en los últimos meses sólo he recibido la de mis padres.

-       Quería verte, comprobar tus mejoras, y… Confirmar que no te habías olvidado de mí.

-       No lo he hecho en todo este tiempo.

Me gustaría poder expresarle mis verdaderos sentimientos hacia él, pero tengo miedo de asustarle, de que él no sienta lo mismo, y de que en el fondo sólo haya venido por cortesía, pero que no tenga ganas de sentirse relacionado con una loca.

-       Eso me alegra. – ha respondido con una sonrisa.

-       ¿Cómo iba a olvidar a un tonto como tú? Tus idioteces son dignas de recordar.

-       Vaya, veo que no has perdido tu toque. Tan amable como siempre...

He sonreído discretamente. Hay cosas que no recuerdo, y no sé si mi alter ego fue alguna vez mala y cruel con él, pero recuerdo perfectamente que me encantaba chincharle, como hago ahora.

-       Me preguntaba… ¿Cómo va tu embarazo…?

-       Oh… ¿De verdad te preguntas eso?

Le he señalado mi abdomen. Creo que salta a la vista que está completamente plano.

-       ¡¿Ya has tenido al niño?!

-       No… No, verás… No sé si sabes que sufro amnesia parcial.

-       Lo sé, por eso temía que me hubieras olvidado.

-       Pues… Yo no recuerdo haberme embarazado, pero me han contado que en teoría lo estaba.  Y digo en teoría, porque al final resultó ser un embarazo psicológico. Nunca existió.

-       Cielo santo…

-       Bueno, visto lo visto, supongo que es hasta mejor. A mi edad, y en mi condición actual, sería una locura tener un retoño.

Aioria me ha sonreído, pero no ha dicho nada más.

-       ¿Qué ocurre? – le he preguntado, curiosa.

-       Has mejorado mucho, Saori. Ahora puedo ver en ti a la verdadera Saori, la que yo conocí, la que tiene dos dedos de frente y no dice locuras.

Me he parado de repente, y él ha hecho lo mismo.

-       ¿De verdad eres capaz de recordar con una sonrisa la Saori de antaño? Era un monstruo, Aioria…

-       Puede, pero… Me jacto de ser el único que conoció a tu verdadero yo. Pude ver a través de ti, yo sabía desde un principio que en tu naturaleza no habitaba el mal…

Me ha mirado fijamente a los ojos, tanto que me he estremecido, y ha posado su mano en mi mejilla. Me he sobresaltado, y un escalofrío ha recorrido mi cuerpo.

-       Bueno, debo admitir que contigo cogí confianza… - he dicho, algo nerviosa.

-       Confianza y…al menos por mi parte, cariño, Saori. No he parado de pensar en ti desde entonces, y te defendí a muerte durante…bueno, ya sabes.

-       ¿Por qué hiciste tanto por mí? Deberías temerme en vez de ayudarme. Yo misma soy la primera que me temo.

-       Porque te amo, Saori. ¿Qué me dices a eso?

He pegado un brinco sobre mí misma. ¿Qué me ama? No, no puede ser… Estás loca Saori, ya te estás imaginando cosas raras otra vez. ¡Dios, me odio a mí misma!

-       No es cierto, no es cierto… Me lo estoy imaginando… - he dicho, separándome de él y llevándome de nuevo las manos a la cabeza.

-       ¡No es una imaginación tuya, Saori! – me ha gritado, cogiéndome del brazo para que no tratara de huir - ¡Te estoy confesando mis sentimientos! ¿Acaso…no son recíprocos?

-       ¡Claro que lo son! – he gritado – Pero esto no puede ser. Nadie con dos dedos de frente se acercaría a mí. Estoy completamente loca.

-       No lo estás. – me ha dicho, con calma – Sólo mira tus progresos. Estás medicándote, y mejoras cada día más, no volverá a pasarte nada. ¿Por qué te temes tanto a ti misma? Deja de tener miedo, y mira la realidad tal y como se te muestra.

He tratado de tranquilizarme, y le he mirado a los ojos. Me mira con una tierna sonrisa.

-       ¿Cómo te sientes ahora mismo?

He dudado de responder, de abrir mi corazón. ¿Pero… y si realmente tiene razón y no es tan malo dejarme llevar, abrirme a la realidad, y dejar de tener miedo?

-       Me…siento muy feliz, porque el chico al que realmente amo me acaba de decir que él también me ama. De hecho, estoy feliz por el solo hecho de que no me hayas olvidado, y de que hayas venido a verme.

-       Pues eso es lo importante.

Se ha acercado a mí, y me ha besado los labios. Tiene razón. Todo puede mejorar, puedo salir adelante si me lo propongo. No debo tener miedo de mí misma, solo luchar por mí, quererme y…ser feliz. ¿Cómo se puede albergar tanta felicidad en un solo momento…? De veras, no recuerdo lo que hice, pero… Solo quiero pedir perdón a Aioros y Shura por el daño que les hice, y que algún día pueda compensarles de algún modo, y… Voy a demostrarle al mundo, que cualquiera que se lo proponga y luche por ello puede alcanzar sus metas, y lograr la felicidad…

FIN.

Notas finales:

Deseo de corazón que os haya gustado el final, aunque no he podido aprofundizar tanto en él como me hubiera gustado por falta de tiempo pero creo que ha quedado bien.

Siento quizá si a alguien no le ha gustado la mini importancia que les he dado a Aioria y Saori al final, pues de hecho no son una pareja yaoi, pero he creído que después de la trascendencia que han tenido en el fic, y de las cosas que tenían que aclarar entre ellos, que también merecían una buena escena final, y me resultaba muy curioso e interesante enseñar la perspectiva en primera persona des del punto de Saori.

Sólo decir que mil gracias por el apoyo que ha recibido la historia, sois realmente unos grandes amores <3, y espero poder volver a veros en alguna de mis historias. Pronto comenzaré la siguiente, que de hecho ya la tengo empezada de hace algún tiempo, y estáis todos invitados a leerla si así lo gustáis.

¡Besos!


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