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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Akashi se levantó aquella mañana una hora antes como era su costumbre. Le gustaba pasar por la cafetería del otro extremo de la ciudad para pedir ese horrible café que preparaba un dulce y amable chico que rara vez sonreía. Desde la primera vez que lo vio, supo que tenía algo especial, algo que no había visto nunca antes en nadie más. Habría sido muy fácil haberle invitado a salir, haber conseguido una cita, con perseverancia lo habría logrado pero no… no podía pedirle una cita, porque aún era un menor de edad. Sólo le traería problemas y no podía hacer nada al respecto excepto protegerle desde una distancia prudencial y comprobar que estaba bien y nadie le hacía daño.


Ese día cuando llegó a la cafetería, se extrañó al no verle allí. El dueño del local estaba atendiendo la mesa. Akashi ni siquiera tuvo que esperar mucho, era un local que apenas tenía gente, al menos desde que ese chico había empezado a trabajar allí y servía el “horrible café”. Tras esperar a que el encargado atendiera al único cliente que estaba allí, caminó hasta la barra y pidió un café doble y bien cargado para llevar. Cuando el encargado vino con su café, Akashi fue a preguntar por el chico que trabajaba allí sirviendo cafés por la mañana, pero su móvil sonó justo en aquel momento.


- ¿Sí? ¿Dígame? – preguntó Akashi respondiendo al teléfono mientras cogía el café y se marchaba hacia la puerta.


- ¿Akashi? – escuchó una suave y delicada voz al otro extremo del teléfono que le sonó al chico al que estaba buscando.


- ¿Chihiro? – preguntó – Vaya, que sorpresa. Cuando te escribí mi número en aquella servilleta no esperaba que lo utilizases.


- Ya… yo tampoco – aclaró.


- ¿Qué ocurre? – preguntó con preocupación al notar cierto temor en el tono que ese chico de apenas dieciséis años estaba empleando con él.


- Estoy en un lío y no sabía a quien llamar. Tú eres policía y…


- ¿Dónde estás? – preguntó ahora preocupado Akashi.


- En la comisaría de Ikebukuro.


- ¿Estás en comisaría? ¿Pero qué has hecho? Da igual, déjalo. Voy para allí ahora mismo.


Akashi colgó el teléfono y salió a todo correr hacia su coche. En el trayecto, su padre intentó localizarle un par de veces a su móvil, pero Akashi no quiso cogerlo, estaba harto de que siempre intentase convencerle para que dejase el peligroso cuerpo de policía e hiciera algo más productivo con su vida, cómo casarse, tener hijos y llevar la empresa en lugar de correr por las calles con un rifle de asalto. Su padre nunca entendería la decisión que tomó y eso le molestaba. En aquel momento, no quería ni tenía fuerzas para enfrentarse a él una vez más, sólo quería llegar a la comisaría de Ikebukuro y comprobar qué había ocurrido con Chihiro. No podía ser tan malo, sólo tenía dieciséis años.


Ni siquiera quiso aparcar bien el coche. Entró en el parking de la comisaría y lo dejó en el primer sitio que vio. Sabía que había dejado el coche un poco mal, pero le dio igual, ahora mismo sólo le importaba saber sobre ese chico. En cuanto entró por la comisaría, el jefe lo reconoció. Akashi había trabajado muchos años para él antes de meterse en el cuerpo de élite, lo que no esperaba era verle allí aquel día.


- Akashi Seijuurou, dichosos los ojos. No creí volver a verte desde que entraste en la élite.


- He venido por un problema, tenéis bajo arresto a un chiquillo de dieciséis años.


- Vaya… así que le conoces. Entra a la oficina conmigo, te explicaré su caso.


Akashi acompañó a su antiguo jefe hasta la oficina y permaneció de pie frente a la gran mesa de nogal que tenía el ordenador encendido. El sargento, cerró las persianas de la oficina junto a la puerta y se acercó al otro lado de la mesa dándole la vuelta a la pantalla del ordenador. Akashi pudo leer claramente en la pantalla que se había producido un fallo en el sistema, los había hacheado.


- Venga ya – dijo Akashi - ¿No creerás que ha sido él? Es un chiquillo de dieciséis años.


- La edad perfecta para un buen hacker. Sabe de tecnología y no es lo único que ha hacheado.


- ¿Cómo ha podido colarse con toda la seguridad que hay?


- Eso es lo que intentamos averiguar, pero más importante aún… ¿Para qué quería entrar en nuestro sistema? Ese chico no quiere hablar, sólo te ha llamado a ti. ¿Os conocéis mucho?


- Que va, sólo le compro el café – sonrió Akashi – hablaré con él, seguramente no habrá sido a malas, es un buen chico.


- Entra en la sala de interrogatorio y habla con él. Estaré al otro lado del cristal.


- De acuerdo.


Akashi accedió a la sala de interrogatorio consiguiendo sacar por vez primera, una leve sonrisa de aquel chico serio  silencioso que solía siempre ir leyendo algún libro y que servía los peores cafés que jamás había tomado en su vida. El pelirrojo tomó asiento frente a él y juntó sus manos entrelazando los dedos.


- ¿Así que has utilizado tu primer sueldo para comprarte un ordenador? – preguntó Akashi – y nos has hacheado.


- No os he hacheado, sólo quería una información. Vine muchas veces a pedirla y nunca me tomaban enserio. Así que decidí buscar la información por mi cuenta.


- Te has metido en nuestra red informática, a eso le llamamos hackearnos – dijo Akashi con una sonrisa.


- Y por eso te dije que estaba en un lío.


- ¿Un lío? Esto es mucho más que un lío. Has inflingido unas cuantas leyes ¿Sabes cómo acaban los Hackers que pasan el cortafuegos de la policía?


- ¿En la cárcel? – preguntó Chihiro.


- Sí. No tienen contemplaciones con ellos. Te pueden poner hasta una pulsera electromagnética para impedirte volver a utilizar aparatos electrónicos. ¿Qué incita a un hacker a ser tan descuidado y entrar de esta forma en nuestra red?


- No te interesa el motivo – le aclaró Chihiro con seriedad – aquí a nadie le interesa el motivo. Nunca me creen, ni hacen nada para ayudarme, qué más da.


- Puedo llegar a un trato con ellos siempre y cuando me cuentes la verdad. Sé que no lo has hecho por algo malo, no eres de esa clase de chicos, así que quizá pueda conseguir un pacto para ti. Quizá te tenga que custodiar un tiempo, eres un menor que irá a un orfanato si nadie te reclama bajo su tutela legal o peor aún… en la cárcel por hackear algo que pienso… no era para hacer daño.


- Si decido contártelo… ¿Me ayudarás? – preguntó.


- Lo intentaré, porque has hacheado un par de sitios más al parecer – sonrió Akashi sacando las carpetas – eres bueno con la informática, quizá podría hablar con los superiores y tenerte bajo mi vigilancia provisional a cambio de que tú arreglases sus cortafuegos y evitases que otro hacker pueda acceder a los datos.


- ¿Quieres que trabaje cómo su informático particular?


- Sí. Es mejor que la cárcel ¿No crees? Podrías trabajar desde la base donde yo trabajo. Te daría un despacho y arreglarías nuestros programas informáticos.


- ¿Y tendría que vivir contigo?


- Como medida preventiva, sí. No queremos que sigas actuando de esta forma delictiva. Te mantendría vigilado, estarías bajo mi supervisión.


- Está bien. Arreglaré vuestros débiles cortafuegos a cambio de que me ayudes en mi caso.


- Trato  hecho – aceptó Akashi mirando hacia el cristal a su espalda. Seguramente su antiguo jefe estaría ya dispuesto a hacer el papeleo para soltar al chico y dejarlo a disposición de Akashi.


***


La puerta se abrió al silencioso apartamento. Aomine encendió la luz del salón y dejó entrar a un agotado Tetsu que enseguida saludó a “Tetsuya dos” y se tumbó junto a él en el cómodo sofá. Ni siquiera hizo el amago de intentar coger el mando de la televisión, sólo quería descansar después de aquel día que para él, había sido muy productivo. Ver a Kagami intentando esquivar a Aomine, sólo le indicaba una cosa al pequeño, ya empezaba a fijarse en el moreno. Ahora lo único que le faltaba era conseguir que el despistado Aomine, se diera cuenta finalmente de lo que Kagami empezaba a sentir por él. Sonrió… y es que eso iba a ser lo más complicado.


- ¿Quieres que te lea un cuento para que te duermas más rápido? – preguntó Aomine – en tu cama estarás más a gusto que en el sofá.


- Estoy bien aquí – aclaró Tetsu sonriendo – oye Dai… ¿Crees que Kagami nos ve como una familia?


- ¿Cómo una familia? – preguntó Aomine extrañado – bueno… quizá a ti te ve como algo más, es posible, pero Kagami ya tiene una familia. Está con Himuro y es un buen chico, los dos lo son. Creo que cuando solventen sus problemas serán muy felices juntos.


- Es posible, pero son muy diferentes ¿no lo crees? – preguntó Tetsu nuevamente.


- Si, es cierto que tienen cosas en las que son incompatibles, pero creo que lo arreglarán. ¿Tú tienes familia Tetsu?


- No – dijo el pequeño.


- Me dijiste que tus padres fallecieron pero… ¿Ni siquiera hermanos? Verás… yo tenía a un amigo muy especial, lo consideraba como mi hermano cuando estaba en el orfanato.


- ¿Estuviste en un orfanato?


- Sí, desde que nací. Sé lo que se siente, he vivido esa soledad y el proceso de pasar por el sistema, ir de un hogar a otro y nunca estar fijo en un sitio. Quizá fue eso lo que me hizo asentarme y desear una familia, no quería sentirme solo nunca más. Cuando te conocí… creo que me sentí un poco identificado contigo, salvo porque yo solía meterme en líos – sonrió Aomine – tú tienes mucho mejor carácter del que yo tenía.


- ¿Y qué pasó con tu hermano? – preguntó Tetsu con una ligera sonrisa.


- Oh… él es policía también. Bueno… lo era – aclaró – Falleció hace unos años, un caso que salió mal.


- ¿Por eso dejaste de trabajar en menores?


- Algo así Tetsu – le aclaró - ¿Tú no tienes hermanos?


- Tengo uno – dijo al fin – pero no es un amigo, es mi hermano.


- ¿Y qué ocurrió? ¿Dónde está?


- No lo sé. En el primer orfanato que estuvimos, nos separaron. A él se lo llevó una familia y a mí otra.


Aquello le extrañó a Aomine, cuando él trabajaba con hermanos, intentaba que nunca les separasen puesto que quería conservar su lazo sanguíneo, eran la única familia que tendría. No podía entender como alguno de sus compañeros pensó en separarlos. Seguramente le pagarían bajo mano para poder adoptar a alguno de los dos.


- Pero él dijo que vendría a por mí – aclaró Tetsu – sé que vendrá.


- ¿Es mayor que tú?


- Sí – dijo Tetsu.


- Si quieres… yo puedo ayudarte a buscarle. Tengo acceso al sistema. Si me cuentas sobre él, quizá lo encontremos.


- Vale – sonrió Tetsu.


- Ahora descansa. Mañana hablaremos sobre esto y empezaremos a buscarle. Seguro que la familia que lo adoptó no puede haberse escondido mucho. Lo encontraré.


Tetsu sonrió al darse cuenta que por primera vez en mucho tiempo, alguien se preocupaba realmente de él y de sus problemas. No trataban de darle una nueva vida, sino de arreglar la suya propia. Aomine era especial para conseguir que todo el mundo se sintiera cómodo a su lado. Aquella noche, ambos durmieron juntos y por la mañana, tras coger al perro, dejó a Tetsu con Kise, con Murasakibara y con Midorima para que le enseñasen a jugar al baloncesto, mientras él iba a investigar a la oficina sobre ese hermano perdido que Tetsu decía tener.


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