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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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En la base, Kagami esperaba a que aquel moreno se marchase. Debía entrar a trabajar a las seis y él debería estar ya fuera, sin embargo no había salido aún a recoger a Tetsu. Observaba cómo Aomine miraba los camiones de bombero mientras su mano estaba dulcemente depositada en el hombro del pequeño.

 

- ¿Tardará mucho Kagami en salir? – preguntó Tetsu.

 

- No lo creo – sonrió Aomine pese a que su expresión reflejaba duda. Tuvo claro que algo ocurría cuando miró el reloj de muñeca para comprobar la hora.

 

- ¿Por qué no sales de una maldita vez? – le preguntó Teppei a un Kagami que se escondía tras la pared de uno de los pasillos - ¿Le estás evitando? Vamos Kagami… él no tiene la culpa de esos sentimientos que tienes por él. Deja de esquivarle y sal de una vez a dar la cara.

 

- No quiero verle en este momento, no estando tan confuso.

 

- No hay remedio contigo. Por esta vez y sólo por esta, yo recogeré a Tetsu, pero la próxima tendrás que enfrentarle.

 

Teppei salió de aquel improvisado escondite accediendo al garaje donde estaban los camiones. Con una gran sonrisa, saludó a Aomine excusando a su compañero que “Se había retrasado en la ducha y no podría venir a recoger a Tetsu”, en lugar de eso, se ofreció él mismo a llevarlo dentro de la base a buscar a Kagami. Aomine sonrió y le dio la mochila del pequeño a Teppei.

 

- Gracias. Ya debo irme a trabajar. Dígale a Kagami que mañana pasaré a por Tetsu por su casa.

 

- Claro, se lo diré – sonrió Teppei – Vamos Tetsu, busquemos a Kagami.

 

- Vale – dijo el niño despidiéndose con la mano de Aomine mientras acompañaba al capitán del equipo dos de bomberos en dirección a la entrada de las oficinas.

 

Aomine se marchó de allí rascándose la parte trasera de la cabeza. Casi se había vuelto una costumbre hacer aquel gesto cuando las cosas no salían tal y como esperaba. Seguramente debería estar acostumbrado pero no había forma de acostumbrarse a esa sensación de perder el control sobre las situaciones.

 

Ya había notado extraño a Kagami ayer en el parque cuando hacían el picnic, pero no quiso hablar de más con todos sus amigos presentes y además… con Himuro y el amigo de su trabajo. Decidió esperar pensando que hoy podría hablar con Kagami y descubrir que es lo que había ocurrido, pero se equivocó, no parecía que hoy fuera el día en que podrían hablar de lo sucedido.

 

Por momentos, Aomine pensaba que había ocurrido algo con su pareja, quizá alguna discusión y prefería  no hablar del tema por ahora, así que no quiso invadir su espacio privado. Era mejor darle algo de tiempo para que se calmase la situación. Dejar a Kagami tomar un respiro y ser capaz de decidir cuándo quería contar las cosas.  Seguramente habrían discutido por el tema de formar una familia, o eso pensaba el moreno mientras caminaba hacia su coche.

 

Llegó temprano a la base pero aún así, decidió cambiarse al uniforme. Ya estaba terminando de abrocharse el chaleco antibalas cuando sus ojos se cruzaron con aquella carpeta  marrón llena de documentos. Siempre la había guardado en la taquilla y siempre se hacía la misma pregunta respecto a ella. La cogió entre sus dedos observándola más de cerca y dudó una vez más, hasta que la voz de Akashi entrando por el vestuario le sacó de su trance.

 

- ¿Aún sigues dudando? – preguntó Akashi.

 

- No sé qué hacer – dijo Aomine.

 

- Es algo personal Aomine… piénsalo bien.

 

- ¿Qué harías tú en mi lugar?

 

- No me hagas eso Dai… sabes que te aprecio pero yo no puedo tomar tus decisiones. Si cometiera un error me lo echarías en cara. Debe salir de ti la respuesta – le sonrió Akashi.

 

- Sí, lo sé – sonrió Dai – pero aún así tenía que intentar una respuesta rápida.

 

Volvió a dejar la carpeta en la taquilla y la cerró con decisión. Ahora era hora de trabajar y no quería tener más asuntos en la cabeza que no fueran sobre su profesión. Debía estar concentrado, porque muchas vidas dependían de él y de su ánimo. No podía cometer errores, no en un trabajo como aquel.

 

- Os veré en el gimnasio – aclaró Aomine marchándose hacia la sala de gimnasio donde todos se solían reunir.

 

- Te alcanzaré enseguida – le sonrió Akashi mientras empezaba a cambiarse en su taquilla.

 

Aomine estuvo solo en el gimnasio casi veinte minutos hasta que sus compañeros entraron. Debería haber hecho mucho ejercicio y en cambio… apenas había hecho nada. Su mente estaba distraida entre el asunto de Kagami, el hermano perdido de Tetsu y esos documentos que guardaba con recelo en su taquilla.

 

Tras las dos primeras horas de gimnasio junto a sus compañeros y un par de prácticas en la base, Aomine acabó accediendo a la oficina. Quería revisar algunos documentos pero como siempre… el resto de departamentos no querían colaborar del todo en las investigaciones. Sabía de sobra que el tema de los orfanatos era algo que llevaba el departamento de menores al que él había pertenecido, pero no esperarían tener que ayudar ahora a un policía del cuerpo de élite, no era un campo en el que él tuviera que trabajar.

 

- ¿Qué estás buscando en la base de datos? – preguntó Kise al verle tan concentrado tecleando en el ordenador.

 

- El nombre del último orfanato en el que estuvo Tetsu. Quería saber si su hermano estuvo allí.

 

- ¿Tiene un hermano?

 

- Eso parece. Quiero encontrarle. No es propio de los orfanatos que separen a dos hermanos biológicos, pero es posible que ni siquiera sepa nada el último orfanato en el que estuvo.

 

- ¿Crees que estuvo en algún otro orfanato que los separó?

 

- Es posible, pero no me quieren dar los datos.

 

- ¿Y por qué no llamas a Kagami? Él estuvo en el incendio del orfanato. Sabrá cual es.

 

- Ya lo he llamado… no me coge el teléfono – dijo frustrado – ni siquiera sé qué le ocurre. Creo que me está esquivando y no sé por qué.

 

- No lo sé – dijo Kise sentándose frente a él y cogiendo una pelota, jugando con ella en su mano.

 

- ¿Quieres saber el nombre del orfanato? Esta tarde en mi casa – dijo Akashi – solo vosotros dos.

 

- Cuanto misterio – susurró Kise con una sonrisa.

 

- Digamos que no vamos a hacer algo muy legal… - sonrió Akashi – Cuanta menos gente se entere de esto mejor.

 

Kise miró primero sorprendido a Akashi y posteriormente, se giró hacia los ojos azules de Aomine tratando de descubrir qué pensaba él de todo el asunto. Aomine siempre había seguido las normas a raja tabla, no era de los policías que se tomasen la justicia por su mano ni que hiciera algo ilegal, seguramente no aceptaría aquello. Era un buen policía.

 

- Allí estaré – dijo Aomine sorprendiendo más a Kise.

 

 

 

Por la tarde, Aomine condujo tras Akashi hasta su casa. Mientras el pelirrojo guardaba el coche en el parking subterráneo de su bloque de apartamentos, Aomine y Kise buscaban un hueco libre en la calle para aparcar. Cuando consiguieron aparcar, los dos chicos caminaron hasta el portal donde ya les esperaba Akashi frente a la gran puerta de cristal del recibidor. Desde allí, subieron en el ascensor.

 

- Cuanto misterio – se atrevió Kise a romper el tenso silencio del ascensor - ¿Qué tienes escondido en tu casa?

 

- A un hacker – comentó Akashi con una sonrisa.

 

- Venga ya ¿Quieres piratearles el sistema? – preguntó Kise – nos descubrirán.

 

- De eso nada, porque resulta que ese chico ya lo pirateó ayer el sistema. Ahora tiene total acceso porque le han pedido arreglar lo que destrozó. Quiere decirse… que puede navegar por donde quiera y excusarse en que lo está arreglando.

 

- Me sirve – dijo Aomine pese al resoplido de Kise.

 

- No sé por qué… creo que esto puede acabar muy mal – se encogió de hombros siguiendo a los dos chicos que bajaban del ascensor en cuanto las puertas se abrieron.

 

Akashi buscó las llaves del apartamento en su bolsillo y abrió la puerta. Para asombro de los tres chicos, Chihiro estaba sentado en el sofá en forma de indio, en un total silencio y con su portátil en las rodillas tecleando a gran velocidad. Todos le miraron con extrañeza pero para Aomine, no pasó desapercibida la idea de que se parecía mucho a Tetsu. El mismo cabello, los mimos ojos perdidos, la misma seriedad.

 

- Por favor… dime que aún no has arreglado todos los sistemas en los que entraste – casi rogó Akashi. Chihiro elevó la vista de su portátil y medio sonrió.

 

- No del todo ¿Qué ocurre?

 

- Necesito que recuperes un archivo.

 

- ¿Qué lo recupere? Querrás decir que lo robe.

 

- Sólo queremos sacar un dato en concreto. Necesitamos el nombre del orfanato de un niño. Se quemó hace menos de un mes.

 

- Déjame buscarlo en la base – dijo – si se ha quemado, no debe ser complicado encontrarlo en la red. Habrá noticias sobre el suceso.

 

Pese a que el pelirrojo sabía que ese chico no tardaría mucho en dar con la información que buscaban, prefirió ir a la cocina y preparar unos cafés para todos, excepto para Chihiro, a quien le preparó un batido de chocolate. Apenas estaba dejando las cosas en la mesa, cuando el chico sonrió levemente buscando en la mesilla de al lado un papel y un bolígrafo para apuntar la dirección.

 

- ¿Ya la tienes? – preguntó Akashi sorprendido.

 

- Sí. Ya os he dicho que no sería difícil. Aún así, no os dejarán revisar los datos de los chicos que tengan allí. Es algo confidencial pero… puedo hackearlo si queréis – sonrió.

 

- No, ya has infringido un par de leyes. Es mejor que no hagas nada más. Nosotros nos ocuparemos. Haremos trabajo de campo. ¿Vamos al orfanato a preguntar? – preguntó Akashi hacia los otros dos.

 

- Si, claro – se levantó Aomine con rapidez cogiendo el bote de plástico con el café para llevar.

 

Tanto Kise como Aomine se levantaron del sofá cogiendo sus chaquetas para ir al orfanato. Akashi en cambio, pese a haberse levantado para acompañarles, acarició con suavidad el cabello de Chihiro que se había vuelto a centrar en la pantalla de su ordenador para arreglar el estropicio que había hecho al saltarse el sistema de seguridad de la policía.

 

- Come algo Chihiro – le dijo con dulzura Akashi al ver que se centraba demasiado en el ordenador. Seguramente estaba acostumbrado a cuidarse poco.

 

- Vale – fue la única respuesta que obtuvo del chico.

 

Al salir al pasillo, Kise sonrió como solía hacer cuando le llegaba una de sus maquiavélicas ideas. Akashi le observó con cierto toque de curiosidad.

 

- ¿Qué? – preguntó Akashi.

 

- Adivino que es el chico del horrible café, lo que no entiendo es cómo ha terminado en tu casa.

 

- Pirateó la red de seguridad de la policía y de los hospitales – dijo Akashi – y me llamó a mí para que fuera.

 

- Interesante… ¿Y cómo tenía tu número? – indagó Kise con una sonrisa.

 

- Porque yo se lo dí.

 

- Está claro… esa caricia protectora, esa preocupación para que se cuide y coma algo… te gusta ese chico – sonrió.

 

- No digas tonterías, es menor de edad.

 

- ¿Y eso implica que no te guste? Sólo sé que no puedes estar con él, pero nadie manda en el corazón. Si te gusta… te gusta.

 

- Cambiemos el tema – dijo Akashi apretando en el ascensor el botón al parking. Irían en su coche.

 

Ninguno quiso hablar sobre el tema en el camino al orfanato. Aomine prefería mantener el silencio sobre el asunto de Tetsu y Akashi, no quería hablar sobre Chihiro, así que fue un viaje tenso para un rubio que al final acabó mirando por la ventanilla tratando de distraerse con algo. Al llegar a la nueva residencia donde habían trasladado el nuevo orfanato hasta que terminasen las obras del antiguo, una de las monjas les atendió. Todo el recinto estaba en silencio, no había niños por allí y estaba claro que debían estar acogidos en algún lugar hasta que las obras terminasen.

 

Como comprenderán no podemos dar mucha información al respecto de los niños – aclaró la amable monja.

 

- Sólo es una pequeña duda – comentó Aomine siguiendo a la monja por los jardines del claustro – es sobre Tetsuya Kuroko. Al parecer tiene un hermano, pero no consta en ningún lado sobre él.

 

- ¿Un hermano? – preguntó la monja extrañada – déjeme echar un vistazo a los archivos.

 

La monja se puso las gafas antes de abrir la puerta de la oficina improvisada y buscó entre los archivadores el historial de Tetsu. Por unos segundos, Aomine se quedó paralizado para sorpresa de sus compañeros. Aún recordaba su paso por los orfanatos, aquellos fríos pasillos, el resto de niños que no perdían la ilusión por ser acogidos en alguna buena familia, la desesperación y la tristeza de ni siquiera saber quién eres o a quién perteneces, la incertidumbre de no entender por qué te había tocado ser el abandonado, el niño al que no querían. Todos aquellos recuerdos le habían asaltado de golpe, pero Akashi, colocando su mano encima del hombro de Aomine, lo sacó de aquello.

 

- Aomine – le llamó - ¿Estás bien?

 

- Sí – intentó sonreír aunque le salió un rostro demasiado serio – estoy bien.

 

La monja terminó de buscar en el primer archivador y continuó con el segundo hasta hallar la ficha del chico. Abrió la carpeta leyendo el informe bajo la atenta mirada de aquellos tres policías que estaban frente a ella y luego deslizó levemente las gafas por su nariz sin llegar a quitárselas, lo justo para observar por encima de ellas a los tres chicos.

 

- Lo siento, aquí no consta como que tenga un hermano. Llegó hace un par de años él solo.

 

- ¿Desde donde llegó? – preguntó Aomine.

 

- Otro orfanato al norte del país, de un pequeño pueblo costero. Iban a cerrar por bajo presupuesto, no podían mantenerlo y nos pidieron como favor acoger algunos de sus chicos. Tetsu vino con ellos pero no hay nada sobre que tuviera un hermano.

 

- ¿Podría darnos la dirección de ese último orfanato o una forma de contactar con ellos?

 

- Sí, dejaron un número de teléfono. Ahora mismo se lo busco.


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