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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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El camarero que servía un vaso de cerveza para el cliente de al lado, miraba a ese moreno tratando de apartar a un pelirrojo de la barra sin tener mucho éxito en su objetivo.


- Déjame seguir bebiendo – se escuchó al pelirrojo.


- Déjalo ya Kagami. Vamos… voy a llevarte a casa.


- Yo no tengo casa – dijo sonriendo mientras le indicaba amenazadoramente con el dedo índice – sólo me queda… servirme otro trago.


- No va a haber más tragos esta noche – dijo Aomine cogiendo los dedos de la mano de Kagami y soltándolos del vaso de cubata para alejarlo de él.


- Camarero… otro cubata – dijo Kagami sonriendo.


Todos los presentes miraban la escena y el camarero, indeciso al principio, acabó moviéndose hacia el armario donde tenía los vasos. Al pasar junto al moreno, se fijó en la amenazadora mirada del chico y dudó una vez más si debía hacer caso al cliente o no.


- Si le pones otra bebida, te cierro el local – le dijo Aomine enseñándole la placa de policía. ¿Queda claro?


- Lo siento señor – dijo el camarero hacia Kagami – pero creo que es hora de que se marche a casa.


Aomine sonrió triunfante mientras Kagami miraba con cierto odio a ese moreno que acababa de utilizar un truco sucio para apartarle del bar.


- Eres despreciable – le dijo a Aomine clavándole el dedo índice en el hombro – tú… tú eres el culpable de todo, de que Himuro me haya dejado, de que no tenga una casa, de que esté aquí bebiendo… y ahora encima… vienes a quitarme la bebida.


- Si quieres culparme por todos tus problemas me parece muy bien Kagami, pero ahora mismo te vienes conmigo. No voy a dejarte aquí sólo en un bar.


Aomine cogió el brazo de Kagami pasándolo tras su hombro y le ayudó a bajar de aquel taburete. Caminar con un Kagami borracho no era fácil, se tambaleaba a todos lados, le empujaba y trataba de hablar con todos los del local con tal de no marcharse. Para Aomine era un suplicio, nunca había aguantado a los borrachos y ahora no le quedaba más remedio que hacerlo, porque sentía que Kagami era alguien especial para él, un buen amigo al que no podía abandonar así sin más.


- Espero que no trabajes mañana – dijo Aomine medio cabreado.


- No… tengo libre – dijo Kagami sonriendo.


- Genial por ti… yo tengo que despertarme a las cinco de la mañana – le remarcó mirando su reloj. Apenas le quedaban unas horas para poder dormir – joder – dejó escapar.


Salir del bar fue complicado, pero tener que prácticamente arrastrar a Kagami para cruzar el gran parque hasta la casa de Aomine, fue lo peor de todo. Cada dos segundos, el pelirrojo trataba de fugarse. ¡Que si iba a coger una flor! ¡Mira qué pájaro en la rama del árbol! ¡Sentémonos un rato en la fuente! ¡Qué si me mareo y tengo que parar! Aomine no veía el momento de ver el portal de su casa y poder entrar a descansar. Los borrachos le sacaban de los nervios.


Al llegar al portal del edificio, el portero tuvo que abrirle la puerta a Aomine, quién trataba de controlar a un Kagami que saludaba con efusividad al pobre hombre.


- Una noche movidita – sonrió el portero.


- Y que lo digas. No sé si dejarle dormir o meterlo en la ducha con agua bien fría – sonrió Aomine.


- Una ducha no le vendría mal – sonrió el portero pidiéndole el ascensor al moreno – que pase buena noche – sonrió al ver que la puerta del ascensor ya se abría frente a ellos.


- Eso espero aunque no tengo grandes expectativas.


Aomine pulsó el número cinco del ascensor y éste cerró sus puertas empezando a subir. Kagami parecía calmarse por momentos, abrazándose con mayor fuerza a un Aomine que trataba de sostener su peso. En cuanto la puerta se abrió, le ayudó a caminar de nuevo hasta la puerta de su apartamento. Le costó encontrar las llaves, pero al menos, Kagami parecía más calmado.


Abrió la puerta con suavidad y entró en su apartamento buscando el interruptor de la luz. Fue Aomine quién cerró la puerta empujándola con suavidad con el pie, pero Kagami, sin ver aquel gesto del moreno, acabó tropezando con el propio pie de Daiki y cayendo encima de él antes de que éste pudiera dar la luz.


Ambos se quedaron en el suelo unos segundos quejándose por el dolor. Aomine resopló y es que… ese no era para nada su día. Llevó su mano hasta la parte trasera de la cabeza y se frotó como si así pudiera aliviar un poco el dolor por la caída. Estaba en ello, cuando sintió que las manos de Kagami se agarraban con fuerza a su chaqueta y hundía su rostro contra su pecho. En aquel instante, abrió los ojos observando cómo Kagami sollozaba.


Resopló un segundo antes de colocar su mano sobre la nuca del pelirrojo y acariciar su cabello con suavidad. Notaba las lágrimas del chico resbalar por su camiseta pero no quería decirle nada, sabía perfectamente que estaba pasando por un mal momento. Su relación con Himuro había finalizado y eso era algo que debía dolerle demasiado después de los años que habían estado juntos.


- Es tu culpa – escuchó que susurraba el pelirrojo notando como los dedos de Kagami se agarraban con mayor fuerza a la chaqueta – es tu maldita culpa.


- No era mi intención que te enamorases de mí, Kagami – dijo Aomine – ni siquiera había pensado en esa opción. Creí que amabas a tu novio, que estabais bien, nunca esperé que pudieras fijarte en alguien más. Lamento si me he metido en medio, pero no es mi culpa que tus sentimientos te hayan fallado.


- Eres imbécil – le dijo Kagami cogiendo esta vez el cuello de la chaqueta de Aomine – eres un maldito imbécil que me enamoró y luego me rechazó. Has destrozado mi relación con Himuro y…


- ¿Y no te correspondí? – preguntó Aomine con una leve sonrisa – yo no mando en tus sentimientos Kagami. Quizá debía pasar para que te dieras cuenta que no estabais hechos el uno para el otro. Llevabais mucho tiempo camuflando las heridas que os hacíais, no erais felices, sólo estabais a gusto el uno con el otro y pensabais que eso bastaría. No era amor Kagami, no le querías, sólo le tenías cariño, el mismo cariño que se le tiene a un hermano o a un gran amigo. ¿Cuánto crees que habríais aguantado así?


- No lo sé… - sollozó Kagami una vez más – pero tú estuviste ahí y me enamoraste con tus malditas palabras, con tu forma de comportarte, por ese carácter tan especial que tienes. No debí enamorarme de ti.


- Yo tampoco – dijo Aomine acercándole hasta él para atrapar sus labios en un pasional beso.


Aquel gesto pilló por sorpresa a Kagami. No esperaba una reacción como aquella de Daiki y mucho menos después de haberle echado en cara que era su culpa cuando ambos sabían… que no era cierto. Aomine siempre había estado a su lado, le había apoyado y le había aconsejado frente a su situación con Himuro para tratar de arreglar sus problemas. Aomine era un buen amigo y el mismo pelirrojo se daba cuenta… que enamorarse de él había sido única y exclusivamente su culpa. Se había dejado llevar por aquellos sentimientos, se había dejado conquistar pese a que Aomine ni lo intentaba.


Tras salir de aquella parálisis en la que estaba absorto, Kagami finalmente consiguió reaccionar siguiendo el ritmo de aquel pasional beso. La cabeza le dolía por el alcohol y por los gestos de Aomine, se imaginaba que no le gustaba en absoluto su aliento a bebida, pero aún así, no dijo nada y continuó. No quería que Kagami volviera a sentirse rechazado y menos en una noche como aquella.


El moreno fue el primero en meter sus manos bajo la camiseta de Kagami elevándola para poder quitársela. Pese a la borrachera, el pelirrojo no pudo evitar sonrojarse. Aún recordaba con timidez la primera vez con Himuro. Siempre se había considerado muy fogoso en cuanto al sexo, pero nunca en la primera vez. Pese a ser tan lanzado en algunos temas, la primera vez con una persona a la que apenas conocía en ese aspecto, era algo que seguía cohibiéndole y a la vez, excitándole. La sensación de tener a alguien nuevo, de experimentar otras sensaciones… todo ello era algo que le motivaba pero a la vez, le avergonzaba. Al fin y al cabo, era empezar de nuevo, volver a enseñar su cuerpo, ver un cuerpo diferente, descubrir los puntos erógenos el uno del otro… todo era nuevo.


- No me digas que tienes vergüenza – sonrió Aomine al quitarle completamente la camiseta, observando aquel sensual sonrojo en sus mejillas.


- Un poco – dijo Kagami – hacía mucho que no… que no me desnudaba con alguien… con alguien nuevo.


- Con alguien al que apenas conoces, puedes decirlo sin rodeos – sonrió Aomine – tampoco yo me he desnudado frente a un hombre en esta clase de situación. Esto es nuevo para mí.


- Lo siento, estaba centrado en mí y… no recordaba que para ti puede ser muy extraño.


- Está bien – dijo Aomine – no puedo cambiar los sentimientos. Me gustas, Kagami, y me da igual si eres un hombre o una mujer o lo que quieras ser – sonrió – me gustas tal y como eres y eso no puedo cambiarlo. En este momento, no querría estar en ningún otro lugar.


Aquellas palabras hicieron sonreír y sonrojarse todavía más a Kagami. Ese chico siempre tenía las palabras adecuadas para todas las situaciones y era lo que más le gustaba de él. Ya ni siquiera le extrañaba cómo había llegado a ser tan buen policía, cómo consiguió entrar al cuerpo de élite. Para Kagami, era evidente que ese chico tenía algo especial y se había enamorado de él.


Con la dulzura y la confianza en cómo dijo aquellas palabras, Kagami se dio cuenta que él no podía quedarse atrás. Siempre había sido tímido al principio, dejaba que los demás llevasen los pantalones, pero hoy… se rehusaba a dejar que Aomine hiciera todo el trabajo y tuviera que quitarle aquel miedo inicial. Con plena seguridad en si mismo y haciendo gran acopio de sus fuerzas, colocó sus manos en el abdomen del moreno colando sus manos bajo la oscura camiseta de Aomine.


Ambos chicos intensificaron el beso al empezar a sentir las caricias del otro sobre su piel. Fue Kagami el primero en soltar el contacto. Al abrir los ojos, pese a su sonrojo, no pudo evitar sonreír al ver aquella sonrisa en el rostro del moreno.


- ¿Qué te parece si nos movemos del suelo? – preguntó el moreno con cierta sonrisa – el suelo va a ser muy incómodo.


- La cama está muy lejos – sonrió Kagami.


- Pero el sofá está más cerca.


Ambos miraron aquel oscuro sofá. Con dificultad, Kagami trató de incorporarse pese a que Aomine tuvo que ayudarle a ponerse en pie y conducirle hacia el sofá. El alcohol pese a que empezaba a pasarse el efecto, seguía en recorriendo su cuerpo. Se le notaba algo mareado pero a la vez, también deseoso de continuar aquella noche.


Kagami se dejó caer sobre el sofá, permitiendo a Aomine tomar la posición de arriba. Sus labios, incapaces de resistir durante más tiempo aquella separación, volvieron a unirse en un beso todavía más fogoso que los anteriores. La oscuridad seguía reinando en la sala, algo que aprovechó Aomine para meter su mano bajo el pantalón de Kagami.


Un leve suspiro se dejó oír en la estancia, un leve gemido del que Kagami se alegró estar a oscuras para evitar así que el moreno pudiera ver su sonrojo y la vergüenza que le cohibía en aquel momento. Aomine simplemente sonrió. Los dos sabían de sobra, que aquella noche sería especial, podía ser el inicio de algo más o simplemente… un roce pasajero, pero esa noche, descubrirían sus auténticos sentimientos.


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