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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Ambas lenguas jugaban entre sí como si de un sensual baile se tratase. Todo estaba en silencio aquella noche pero las nubes fueron disipándose del cielo hasta dejar a la vista la hermosa luna que empezó a iluminar algunas zonas del pequeño salón de la casa del moreno. Pese a que la luz entró creando un clima diferente al de antes, ninguno de los dos jóvenes detuvo aquel beso ni las caricias de sus manos que recorrían sus cuerpos deshaciéndose de la molesta ropa.


El ordenado salón de Aomine se había convertido en un campo de batalla desordenado, con la ropa esparcida por cada rincón del suelo de madera. A ninguno de los dos le importó aquello, tan sólo deseaban estar el uno junto al otro.


Sentir la cálida mano de Daiki rodeando su cadera y delineando con sus yemas su fuerte abdomen, hizo que Kagami dejase escapar más leves gemidos y acabase cerrando los ojos en un intento por relajarse por completo. El placer que sentía a cada beso que Aomine dejaba en su pecho era casi indescriptible. Enredó sus dedos en el cabello del moreno agarrándose con fuerza al percatarse de cómo Daiki se centraba en besar y succionar sus pezones, en cómo subía besando su cuello y en cómo mordisqueaba con sensualidad el lóbulo de su oreja creando un cosquilleo único que le volvía loco.


Kagami no se quedó atrás y con rapidez acercó sus temblorosas y dudosas manos hacia la nuca del moreno. La acarició con suavidad hasta que el placer que sentía por las caricias y los besos de Aomine, hicieron que bajase sus manos agarrándose con fuerza a la musculatura de los hombros del moreno. Los gemidos se hicieron audibles en cuanto la intimidad de Aomine empezó a rozarse contra la del pelirrojo. Ambos se alegraban de que aquella oscuridad no les permitiera que su acompañante viera el sonrojo que había subido a la mejilla de ambos.


Al darse cuenta Kagami de cómo se estaba dejando llevar otra vez por la iniciativa de aquel moreno, decidió hacerse de notar y bajar sus temblorosas manos, recorriendo el fuerte torso de Aomine y acabando en el dobladillo de la ropa interior. Su cerebro le gritaba que continuase pero sus dedos no parecían querer moverse presa de la vergüenza del momento. Él nunca había sido lanzado en la primera vez, necesitaba tener más confianza pero eso… sólo se conseguía tras romper aquel primer encuentro. Al final, cerrando con fuerza los ojos, se decidió a meter la mano para coger el erecto miembro de Aomine.


Un gemido se dejó escuchar de los labios del moreno pese a que fue medio acallado por los labios del pelirrojo. Aún así, Kagami no se detuvo ni por un instante en lo que estaba haciendo. Aquel gesto le había gustado, escuchar cómo era capaz de darle placer a su compañero, era algo indescriptible, le gustaba esa sensación de sentirse deseado. Estuvo convencido del todo cuando sintió que Aomine presionaba más su cuerpo contra el suyo y le besaba con mayor pasión, excitándose con cada caricia.


Ninguno de los dos se detuvo en su empeño de dar placer a su acompañante. Quizá jamás habían pensado que algo como aquello podría llegar y en cambio, se sentían más unidos que nunca. Podía ser porque habían pasado las últimas semanas viviendo como si realmente fueran una familia, los dos preocupados por Tetsu y pese a no vivir en la misma casa, ambos sentían esa extraña conexión, sentían que los deseos de ambos eran los mismos. Buscaban una familia, la felicidad, no sentirse solos ni infravalorados frente a su pareja. Aomine era lo que Kagami había buscado y aunque Aomine tratase de disimularlo y hubiera intentado crear un distanciamiento, sabía que Kagami tenía ese “algo” especial que siempre buscó en las personas con las que intentaba avanzar y tener una sólida relación. No lo había conseguido nunca, pero ahora… junto a Kagami, pensaba que era el momento oportuno.


Aomine siempre había estado aterrado del futuro, su pasado le perseguía constantemente y eso le impedía buscar la felicidad. Sólo era un niño sin familia, sin hogar, un niño criado en un orfanato de Tokio. Nunca tuvo nada propio y lo único que pudo hacer, fue convertirse en policía. Desde niño había tenido aquel sueño, desde que veía las películas americanas donde idolatraban a los policías y les hacían parecer héroes. ¿Qué niño solitario no habría querido ser el héroe aunque fuera por un día? Al final y tras tanto esfuerzo, lo consiguió. Era policía y aún así, no fue capaz de buscar su felicidad atado a un pasado que no le dejaba vivir tranquilo. Por primera vez en mucho tiempo, se estaba simplemente… dejando llevar por la corriente de aquel deseo. No podía negar lo que sentía por Kagami y ya no quería seguir ocultando por más tiempo aquella sensación.


Los besos entre ambos se habían intensificado más desde que Aomine también bajó su mano a la entrepierna del pelirrojo. Los jadeos se entremezclaban con la respiración entrecortada de los dos mientras sus manos jugaban a terminar de desnudar aquellas molestas prendas que les faltaban.


El sofá era uno de los lugares más incómodos donde Aomine había practicado el sexo. No podía igualarse a la amplitud de una cama y para cuando Kagami quiso girarse, ambos empezaron a vislumbrar aquella dificultad para moverse en tan poco espacio. Aomine trataba de colocarse mejor para introducir sus dedos en la entrada del pelirrojo, pero apenas podía moverse con soltura.


- Déjame probar a mí arriba – comentó Kagami tratando de facilitarle las cosas.


- ¿Estás seguro?


- Sí, además… podré controlar mejor la penetración.


- De acuerdo – comentó Aomine moviéndose como pudo mientras trataba de no caerse de aquel sofá.


Una vez Kagami consiguió estar arriba, Aomine tuvo más fácil llegar a la entrada de Kagami para lubricarla. Algunas estrellas eran visibles desde la ventana del salón y sin embargo, pese a la escasa luz que conseguía colarse en la estancia, Kagami no se había percatado de que era suficiente para que Aomine consiguiera verle aquel rostro sumido en la excitación. Las mejillas enrojecidas, los gemidos lanzados en la habitación, los gestos que Kagami hacía involuntariamente era lo que conseguía excitar aún más al moreno, hasta que finalmente, sin aguantarlo más, se dispuso a entrar definitivamente en aquel joven.


Al ver las ganas y la excitación que invadía a Daiki, fue el mismo pelirrojo el que posicionándose mejor y cogiendo el miembro del moreno, lo introdujo en su interior con lentitud. Poco a poco, fue bajando todo su cuerpo, introduciendo aquel miembro en su interior.


No podía decir que fuera precisamente placentero. Dolía pero al menos, estar arriba le dejaba a él controlar perfectamente la situación y saber cuándo detenerse y cuándo continuar. Una vez consiguió que sus glúteos tocasen las piernas de Aomine, cuando ya no podía bajar más y su miembro estaba completamente dentro de él, entonces se permitió abrir los ojos y colocar las manos sobre la cadera de Aomine para impulsarse de nuevo hacia arriba. Una y otra vez, bajó y subió introduciéndose el miembro de Aomine en él mientras Daiki, cogía la cintura del pelirrojo impulsándole y ayudándole a mantener el ritmo hasta que finalmente, ambos llegaron a su clímax entre jadeos y gritos de placer apenas contenibles.


La noche pasó demasiado rápido para ambos. Los ojos de Kagami trataron de abrirse al escuchar aquel molesto ruido del despertador, pero no podía hacer nada. Su cabeza dolía como mil demonios por el alcohol y aún así… tras mucho esfuerzo, consiguió abrir uno de sus pesados ojos para ver a ese moreno levantándose de la cama. Verle desnudo… tapado simplemente con la sábana blanca que cubría su intimidad, le hizo sonrojarse al instante.


- Sólo son las cinco de la mañana ¿Dónde vas a estas horas? – preguntó Kagami extrañado.


- A trabajar – respondió Aomine con una dulce sonrisa – yo no tengo libre como tú.


- Pero ayer no dormiste hasta tarde. ¿Estarás bien?


- Claro que sí. En la cocina encontrarás algo para desayunar. Sólo… descansa y recupérate. Seguro que tienes un buen dolor de cabeza.


Kagami iba a hablar para agradecerle todo lo que estaba haciendo por él cuando escuchó el móvil de Aomine sonar una vez más, esta vez con una melodía diferente a la de antes, algo que le indicaba que no era el despertador. Alguien le llamaba. Trató de mirar quién podía ser, pero tan sólo aparecía un número en la pantalla sin nombre.


Aomine lo observó antes de contestar y luego, descolgó intentando adivinar quién podía ser a esas horas. Su rostro pareció cambiar al instante cuando escuchó la voz al otro lado. No parecía muy contento por escuchar a quién estuviera tratando de contactar con él. Por un instante, Kagami observó con detenimiento como Aomine permanecía en completo silencio y luego se apartaba el teléfono de la oreja dispuesto a colgar, pero algo se lo impidió.


- Espera, es urgente – conseguió escuchar Kagami que decía el hombre al otro lado del teléfono. Aomine resopló y volvió a ponerse el teléfono al oído.


- Que sea rápido. Llego tarde al trabajo – aclaró al final.


La intriga carcomía por completo a ese pelirrojo que ahora parecía estar mucho más despejado. Aquella situación le había hecho sentir tanta curiosidad que su sueño había desaparecido, aún así, Aomine salió de la habitación tras cambiarse mientras escuchaba a la otra persona al otro lado del teléfono. Cuando volvió a entrar en la habitación, el ambiente dulce del primer momento, parecía haberse esfumado.


- ¿Ocurre algo? – preguntó Kagami preocupado.


- Nada importante.


- Si quieres hablar…


- ¿Hablar? – preguntó Aomine cortando a Kagami - ¿Quieres que te cuente mis asuntos personales? ¿Por qué?


- ¿Por qué no? Yo creía…


- ¿Creías que por habernos acostado una noche tenía que abrirte mi corazón y contarte todo de mi vida? Pues te equivocas. Yo no soy de los que se sientan a hablar de sentimientos ni del pasado. No soy tu novio Kagami, sólo ha sido un rollo de una noche. Olvídalo y ya está. Nos ha pillado en un mal momento pero nada más.


- No era un mal momento – susurró Kagami – y sé que sientes algo por mí, también sé que no eres de esta forma.


- ¿De esta forma? No me conoces apenas Kagami.


- Te conozco lo suficiente, sé que eres una buena persona, dulce y comprensivo, que le gusta dialogar, pero esa llamada… está ocurriendo algo y tratas de alejarme ¿Qué es lo que te ha asustado?


- Duerme lo que necesites y luego vuelve a casa y arregla las cosas con tu novio si es que aún tienen solución.


- No la tiene – dijo Kagami muy directo – porque me he enamorado de ti.


- Pero conmigo no puedes estar – le gritó Aomine.


- ¿Por qué si sientes lo mismo que yo?


- No es cierto.


- Sí lo es, lo sentí anoche y no puedes engañarme. Te mueres de ganas por estar conmigo pero hay algo que te lo impide y descubriré qué es, porque no voy a rendirme contigo. Conquistaré tu corazón y atravesaré tu coraza.


- Haz lo que quieras, pero mantente alejado de mí. No te convengo en absoluto – terminó por decir Aomine mientras recogía sus cosas dispuesto a marcharse al trabajo.


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