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Un diablillo se coló en mi vida. por Fullbuster

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Akashi entraba por la oficina sabiendo que era tarde. Nunca en su vida había llegado tarde al trabajo pero no esperaba tener que llevar a los niños al colegio y es que Aomine no había aparecido por allí. Quizá tuvo un imprevisto con aquel Kagami borracho o puede que disfrutase de la noche y se le fuera el santo al cielo olvidándose de pasar a por los niños. Quién sabía…


Al entrar por la base, saludó a sus compañeros quienes le recibieron con cálidas sonrisas en su camino hacia el vestuario. No había nadie allí dentro y era normal, era él quién llegaba tarde y seguramente, al no poder empezar con los simulacros por su culpa, estarían todos entrenando en el gimnasio, realizando sus cuatro horas de ejercicios matutinos. Tendría que recuperar el tiempo perdido.


Prácticamente corrió por toda la base y subió los peldaños de dos en dos en cuanto estuvo cambiado. Podía ver las cristaleras del gimnasio y tras ellas, a parte de su equipo. Tenía razón en algo, estaban allí entrenando en su ausencia, sin embargo, al abrir la puerta se quedó atónito, él no era el único en llegar tarde al parecer.


- Vaya, por fin llega el capitán – sonrió Kise - ¿Dónde te has dejado a Aomine?


- Creí que estaría aquí – dijo dudando.


- Yo creía que vendría contigo – susurró Kise mirando al resto del equipo – erais los únicos que faltabais y ayer os ibais juntos hacia casa, creí que le habías invitado a comer.


- Así es – dijo Akashi – pero Kagami le llamó por la tarde casi noche y se marchó a buscarle. Parecía estar borracho y necesitar a un buen amigo. Esta mañana debería haber venido a por los niños pero no ha aparecido.


- Es raro – dijo Kise – Aomine está encaprichado con Tetsu, no lo dejaría sin más.


- Tampoco ha llegado nunca tarde al trabajo – aclaró Akashi – ni siquiera por un rollo de una noche. ¿Le habéis llamado?


- Sí, un par de veces pero tiene el móvil desconectado.


- Eso es todavía más raro.


Akashi salió del gimnasio con rapidez y volvió a bajar a toda velocidad las escaleras, esta vez seguido por el resto del equipo que intentaban descubrir dónde iba su capitán. No tardaron en percatarse que iba hacia la chica de recepción, la que siempre pasaba las llamadas de emergencia por la central.


- Necesito que rastrees un móvil – dijo Akashi sin más.


- La chica escuchó los dígitos del móvil que el pelirrojo le iba diciendo y al pulsar la tecla de rastreo, se dio cuenta que estaba buscando precisamente a Aomine Daiki.


- ¿Has perdido a uno de tus hombres? – preguntó alarmada.


- No lo sé. Debería estar aquí y no tiene el móvil conectado.


- No puedo rastrear si lo tiene apagado.


- Aomine duplicó su tarjeta – comentó Akashi – y dejó una copia de seguridad en la base, tenemos acceso completo a su teléfono. Quiero saber todo lo que ha pasado por ese teléfono en los últimos dos días. Mensajes, llamadas, fotografías que haya hecho, me da igual, búscalo todo y reúnelo. Pásalo al proyector de la sala de reunión.


Todos siguieron en silencio a Akashi hacia la sala de reunión. Aún no habían entrado cuando observaron como en la gran pantalla empezaba a aparecer todos los datos del móvil de Aomine. No era un secreto para ninguno de ellos que pudieran acceder a sus datos, todos ellos habían duplicado y dado los datos de sus teléfonos por si acaso ocurría algo, aunque no esperaban tener que acceder a esa opción.


Akashi se sentó en la esquina de la mesa y miró la pantalla llena de datos. Había mensajes de texto pero pese a que indicó con el dedo la pantalla táctil y los extrajo, no encontró nada relevante.


- Mira esto – dijo Kise fijándose en un número de la agenda de Aomine y moviendo en la pantalla el número para que todos lo vieran – no es un número normal.


- No, no lo es – dijo Akashi – le faltan dígitos. ¿Por qué guardaría un número al que no puede llamar?


- Porque no es un número – dijo Kise fijándose bien – míralo bien, es un expediente.


Akashi pulsó el botón del teléfono y llamó a recepción donde la secretaria esperaba instrucciones precisas sobre qué hacer con toda esa documentación que estaba sacando del teléfono.


- Cassandra ¿Puedes localizar el expediente que voy a pedirte? Lo necesito con urgencia.


La voz de Cassandra se escuchó al otro lado del teléfono afirmando que enseguida pondría el expediente en la pantalla. Akashi le dio las gracias y todos esperaron unos segundos mientras observaban aún la cantidad de datos en la pantalla.


En cuanto llegó el expediente, todos se observaron unos segundos hasta que finamente, fue Murasakibara el primero en abrir el archivo frente a los ojos de todos, sin embargo, ninguno de los allí presentes se percataron de lo que Akashi sí consiguió ver. El pelirrojo había abierto los ojos como platos y le pidió a Kise que volviera a la lista de llamadas para comprobar una cosa. Finalmente, con todos los datos allí, volvió a llamar a Cassandra para que consiguiera las cintas de las cámaras de seguridad del parking del apartamento de Aomine y las cintas de las diferentes cámaras de la ciudad. Si estaba en lo cierto, en algún momento ese chico tenía que haber desaparecido.


- ¿Qué pasa, Akashi? – preguntó Kise al ver cómo su capitán revisaba las diferentes cámaras buscando a Aomine.


- Aún no lo sé, pero espero equivocarme con lo que estoy pensando.


- ¿Qué es? – volvió a preguntar preocupado.


- El padre de Aomine era miembro de una banda. Ese número que tenía apuntado como un teléfono era su expediente.


- Creí que Aomine había estado en un orfanato.


- Y lo estuvo – dijo Akashi – su padre quiso evitar que la banda lo encontrase, quería darle una salida a su hijo y lo quiso esconder. Su madre no tuvo tanta suerte. Una banda rival los encontró primero.


- ¿La asesinaron? – preguntó Kise.


- Sí. Fue entonces cuando su padre quiso esconder a Aomine. La hipótesis que estoy barajando es que esa banda rival lo haya encontrado y quieran vengarse de su padre.


- ¿Es por eso que Aomine nunca ha querido establecer una relación sentimental?


- Cree que su vida puede estar en peligro si descubren de quién es hijo, así que trata de mantener a todo el mundo alejado de él. Si le han descubierto, entendería por qué no vino a por los niños esta mañana.


- Los estaba alejando de él porque iban a por él. No ha contactado con nadie después de la última llamada que recibió. ¿Crees que era de su padre?


- Lo comprobaremos. Pondremos esa llamada, su móvil debió guardar la conversación.


Akashi cogió unos cascos y se los colocó en las orejas dispuesto a escuchar aquella conversación. Todos observaron con preocupación el serio rostro de su capitán y líder de escuadrón, hasta que dejó los cascos a un lado.


- ¿Qué ocurre? – preguntó Kise.


- Estaba en lo cierto, era su padre el que llamó.


- ¿Y qué quería?


- Avisarle que la banda rival le había localizado. Saben que es el hijo de un importante mafioso.


- Entonces corre peligro.


- Revisad todas las cámaras, en algún momento tienen que haberlo cogido.


- Evitarían las cámaras – dijo Murasakibara muy convencido de ello.


- Los de la banda sí, pero Aomine sabía que le perseguían, él se habrá puesto siempre delante de una. No es idiota.


Todo el equipo se puso manos a la obra de inmediato. Debían localizar a Aomine o el coche en el que se lo habían llevado, localizar dónde estaba ahora. Por suerte para ellos, su capitán tenía razón, Aomine había intentado llegar al trabajo y no por la ruta habitual que solía coger, había elegido la ruta con más cámaras de la ciudad. Kise sonrió. Ese chico siempre sería una caja de sorpresas que intentaría ponerles las cosas fáciles a sus compañeros para localizarle.


***


La sala seguía oscura, tal y cómo la recordaba antes de perder el conocimiento. Tantos años alejándose de su padre, tantos años corriendo en otra dirección para no ser descubierto y ahora estaba allí. Durante toda su niñez quiso saber quién era él, quienes eran sus padres pero nunca encontró una respuesta. Se hizo policía y con el acceso que tuvo a los expedientes, buscó y rastreó todo su pasado hasta hallar lo que buscaba pero cuando supo quién era en realidad, cuándo todo su pasado estuvo frente a él, se dio cuenta que una duda asaltó su cabeza. ¿Podría alguna vez hablar con su padre? Sabía lo que él había hecho, sabía cómo lo había alejado de esa mala vida y aún así… sabiendo que no era buena idea verle, lo deseaba. Nunca lo hizo aunque el expediente siempre lo tuvo en su taquilla recordándole aquella pregunta. Ahora quizá era tarde.


Toda la boca le sabía a óxido, fruto de la sangre seca por los numerosos golpes que había recibido horas atrás. Aquellos mafiosos no se andaban con rodeos y no estaba seguro de lo que buscaban en realidad. Si querían que su padre fuera allí para arreglar cuentas, es que no debían conocerle muy bien, porque su padre no aparecería así sin más.


- Por fin despiertas – escuchó una voz frente a él, pero ni siquiera quiso mirarle, simplemente sonrió - ¿Aún tienes ganas de sonreír? ¿A qué se debe?


- A que mis compañeros te encontrarán pronto.


- No estés tan seguro, nos deshicimos de tu móvil y tus objetos personales.


- Da igual, tienen una copia y acceso directo a mi móvil, ya te habrán rastreado – sonrió Aomine con mayor intensidad – no son idiotas, te has metido con el equipo equivocado.


- No te reirás tanto cuando sepas que no me importa en absoluto que te rastreen, de hecho, lo estoy deseando.


Aomine dejó de sonreír intentando pensar los verdaderos objetivos de aquellos tipos. Era cierto que le habían torturado, que estaba herido y sangrando, que todo el cuerpo le dolía y sí por un casual salía de esa… tendría moratones y heridas que tardarían en curarse, pero seguía vivo, algo no muy típico para delincuentes de bandas como ellos, acostumbrados a terminar las cosas rápidamente.


- Ese chico con el que estuviste la otra noche, vaya desperdicio aunque lo reconozco, te echaste un buen farol para alejarle de ti. No pensé que tu padre te avisaría de que te habíamos encontrado pero… aunque no ha salido el plan cómo queríamos en un principio, aún podemos lograrlo.


- ¿Qué queréis en realidad? No es a mí, porque ya me habríais matado.


- Queremos que tu padre sufra por lo que  hizo y matarte no sería sufrimiento suficiente para él. Primero mataremos a todos los que son importantes para su hijo, le veremos sufrir por ti y después, simplemente acabaremos contigo dándole el mayor de los sufrimientos.


- A mi padre nunca le he importado – dijo Aomine sonriendo aunque se le borró en cuanto observó cómo el individuo lanzaba unas fotografías de él de niño a sus pies.


- Tú padre siempre te ha estado observando desde las sombras ¿Cómo crees que dimos contigo? Te adora, pero sabe que no puede acercarse a ti para no ponerte en peligro y aún así es demasiado pedir. Desde la distancia te observaba crecer, sin que tú lo notases, pero eso no pasa desapercibido para los demás.


- Si lo que queréis es matar a Kagami para ver mi sufrimiento y el de mi padre, no lo conseguiréis. Mi equipo le habrá puesto escolta tras escuchar la llamada que mi padre me hizo esta mañana y además… ahora mismo debe odiarme por lo que le dije, me ocupé de alejarle.


- Vendrá a por ti – sonrió el hombre – porque es bombero y esta noche tiene turno.


- ¿Vas a prender fuego a toda la fábrica sólo para que venga? – preguntó Aomine con una sonrisa.


- Exactamente eso – sonrió el hombre – pero tendrá un regalito esperándole.


Al ver cómo el hombre miraba a su espalda, Aomine giró la cabeza como pudo. Aquellas cuerdas que le sujetaban a la silla no le permitían moverse demasiado y para colmo, notaba unas esposas que apretaban su tobillo y la pata de la silla agarrándola al radiador del lateral. Sin embargo, con algo de esfuerzo, consiguió ver la escopeta tras él preparada y apuntando a la puerta.


- Cuando abra la puerta, morirá frente a ti, pero por supuesto, tú no podrás avisarle – sonrió el hombre cogiendo un pañuelo para amordazar a un Aomine ahora demasiado tenso.


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